Patriarcado
Por Alberto B Ilieff
“En términos generales
el patriarcado puede definirse como un sistema de relaciones sociales
sexo–políticas basadas en diferentes instituciones públicas y privadas y en la
solidaridad interclases e intragénero instaurado por los varones, quienes como
grupo social y en forma individual y colectiva, oprimen a las mujeres también
en forma individual y colectiva y se apropian de su fuerza productiva y
reproductiva, de sus cuerpos y sus productos, ya sea con medios pacíficos o
mediante el uso de la violencia.”
Marta Fontenla
“¿Qué es el
patriarcado?”
“Ser
feminista hoy significa reconocer que esta discriminación
existe
y que es injusta, y desear activamente que sea erradicada.
En
las actuales condiciones históricas, hablar de naturaleza humana
como
si fuese sexualmente indiferente, sea en el plano filosófico o en el político,
es
pactar con el patriarcado.”
Boaventura
de Sousa Santos
Las líneas que
siguen no pretenden ser un trabajo completo sobre el tema, ni siquiera
bosquejar los puntos más salientes, sino ilustrar cómo son las instituciones
sociales, como actúan las ideologías y como atraviesan toda nuestra vida aún
desde nuestro propio interior y nos compelen a sentir, pensar y actuar de
maneras determinadas.
En relación a
nuestro tema específico, la prostitución, el patriarcado constituye el origen
de la misma, el poder del varón con capacidad económica sobre la mujer,
institución que posibilita que se pueda tomar su cuerpo para la satisfacción
del hombre en una clara relación de uso. En un marco general de sometimiento de
la mujer, en que el cuerpo de ellas es una variable, la prostitución aparece
naturalizada en una silenciosa aceptación social.
El patriarcado
es uno de los más antiguos sistemas sociales, ha atravesado distintos momentos
históricos, imperios, monarquías, feudos, repúblicas, distintas economías y
religiones y en todos los casos se ha adaptado, se ha unido a ellas e impuesto
sus condiciones. Con esto quiero señalar que es muy anterior al capitalismo y
es muy probable que, si no modificamos profundamente nuestras relaciones, logre
sobrevivirlo.
Recordemos que
en la humanidad, salvo el cuerpo y sus funciones biológicas, poco queda de eso
que llamamos “natural”; y aún el cuerpo
mismo y sus funciones han recibido un trato cultural por lo que han adquirido
distintas significaciones a lo largo del tiempo.
El patriarcado
a partir de la diferencia anatómica entre el cuerpo del macho y el de la
hembra, ha construido todo un aparato
que los distingue entre hombre y mujer, masculino-viril y femenino, asignando a cada uno roles
específicos y una jerarquía social bien determinada.
Es debido a
esta ideología que aún desde antes de nacer ya aparecemos diferenciados y
marcados con un nombre de varón o de mujer, colores también diferenciados así
como la ropa, los juguetes. Las fantasías de los padres acerca del recién
nacido también son diferentes si tiene pene o vulva. Se podría decir que a
partir del momento en que los padres se enteran del tipo de genitales que tiene
el aún feto, ya le endosan todo un repertorio de significaciones que lo irán
tejiendo desde ese mismo momento y pesarán como una especie de destino del que
le será muy difícil sustraerse.
Luego la
educación irá controlando, premiando o castigando el cumplimiento de estos
roles: cerrá las piernas, los hombres no lloran, sensible como mujer,
marimacho, maricón, pollerudo, no subas a los árboles como un varón, ese color
es de nena, los cochecitos son para los nenes, etc y etc.
Podríamos
hacer un largo listado de las características diferenciadas que se imponen a
cada uno de los sexos y que están presentes a lo largo de toda la vida y marcan
modelos de actuación. Las personas que por algún motivo no encajan dentro de
estas prescripciones pasan a formar parte de los raros, de aquel grupo que es
mirado con cuidado y considerado peligroso y por esto, víctima de violencia.
Desde
la etimología se podría decir que el patriarcado es el “gobierno de los
padres”, en este caso “padres” hace referencia únicamente al varón, por eso se
entiende como la forma de organización social en la que el varón ejerce la
autoridad en todos los ámbitos, asegurándose la transmisión del poder y la
herencia por línea masculina.
El
sistema patriarcal implica una forma de organización social en que la autoridad
recae en el varón. Este es el jefe indiscutible y también el propietario ya sea
de las personas (esposa, hijos, esclavos) como de los bienes.
Si
bien surge de la idea de pater familias, del padre de la familia que tenía
omnímodo poder, incluso de muerte, esta organización sobrepasa este esquema
para constituir a la sociedad toda y encarnarse en el estado que no representa
al conjunto social, sino al poder de los varones.
Es
un sistema de dominación masculina sobre las mujeres y de producción y
reproducción de la especie humana. Pasa por el sometimiento de las mujeres, la
represión de la sexualidad femenina y la apropiación de la fuerza del trabajo
del grupo dominado.
El
varón es el signo por antonomasia, es lo sobresaliente, lo que hegemoniza y
nombra, en contraposición, la mujer queda relegada al segundo lugar, a lo
oscuro, pasivo, emocional, menos
inteligente, incapaz de pensamiento racional y de tomar decisiones.
Algunas
de sus características tradicionales han sido la falta de independencia económica de las mujeres, la
división del trabajo, haciendo que estas carguen con todo el trabajo no
remunerado (crianza, cuidado de enfermos
o familiares mayores, la casa, la familia, etc.), y cuando realizan trabajos
remunerados lo hacen por menos dinero
que los hombres y en tareas de “bajo perfil”,
especialmente de cuidado o asistenciales y en puestos de escasa
responsabilidad y poder de decisión. También es conocido el “techo de cristal”
que simplemente significa un tope al ascenso laboral, académico o social de la
mujer, independientemente de su capacidad o condición personal.
Si
bien lentamente, en los últimos tiempos, sobre todo con la aparición del feminismo,
muchas de las características se han ido modificando, eso no significa que el
patriarcado este perdiendo lugar, sino que se ha flexibilizado y adaptado a las
nuevas ideas.
Origen
Si
nos basamos en los actuales estudios antropológicos e históricos se puede
conjeturar que la aparición del sistema patriarcal fue más bien tardía, no
estando presente desde los comienzos de la humanidad que se han podido
rastrear.
En
la sociedad pre-patriarcal las mujeres aportaban en igualdad con los hombres los alimentos y productos necesarios a los
colectivos humanos, participaban con los hombres en la caza o la agricultura
itinerante, o sea que se hallaban en situación de paridad. La procreación y la
crianza daban un papel diferenciado en cuanto al trabajo pero no inferior. La
existencia de divinidades mujeres, de diosas de la fecundidad, están
demostrando este lugar distinto y también valorado.
Al
parecer el patriarcado tuvo su origen con el sedentarismo de la humanidad,
cuando se inicia la agricultura. Esto implicó
movimientos expansivos por el logro de nuevas tierras para el cultivo
y la división sexual del trabajo en la
que la fuerza física, mayor en los hombres, prevaleció sobre la de las mujeres.
Asimismo,
es en esos momentos que en se logra un excedente de producción y su posterior acumulación. Este excedente es
tomado por algunos varones que lo definen como propiedad privada, apareciendo
así la desigualdad económica. Según F.
Engels “la preponderancia del hombre en
el matrimonio es consecuencia, sencillamente, de su preponderancia económica”
(“El origen de la familia, la Propiedad Privada y el Estado”). Es entonces cuando la mujer comienza a ser
propiedad privada de los hombres, primero del padre, que la dará en matrimonio
a quién él crea conveniente siguiendo criterios económicos y de alianzas, y
luego del esposo. Paralelamente es el momento de surgimiento de la
prostitución, de aquellas mujeres que no son ingresadas a la propiedad privada matrimonial
sino que quedan en el espacio público para uso público. La prostitución no
puede ser separada históricamente del patriarcado en cuanto sometimiento de la
mujer y surgimiento de la propiedad privada y también en cuanto diferenciación de espacios y bienes.
La prostitución es claro indicador de la propiedad privada, marca a los varones
como aquellos que tienen los bienes, los que pueden pagar, por lo tanto los que
se han apropiado del excedente.
Con
la Revolución Francesa esto no es modificado, las mujeres son consideradas
personas subordinadas cuya principal misión era procurar la reproducción física
de la especie.
Con
la Revolución Industrial inmensas masas
de mujeres son sometidas a largas jornadas laborales y salarios muy inferiores
a los de sus compañeros.
En
la modernidad el poder de vida y muerte pasa de manos del pater familias al
estado, que como gran padre organiza la sociedad en base al sometimiento de los
ciudadanos a ese estado y al mismo tiempo garantiza la sujeción de las mujeres
no solamente al estado sino también al padre, al marido y a los varones en
general.
De
este modo la sociedad aparece dividida no solamente en clases sociales basadas
en las relaciones de producción sino también de género. Por esto se podría decir
que las mujeres, más allá de la clase social a la que pertenezcan, comparten una posición común de clase social
de género pues su producción es apropiada
por los hombres.
Modelo
de sometimiento jerárquico
En
el patriarcado las diferencias sexuales son tomadas y convertidas en una
categorías sociales divididas de manera jerárquica, implicando relaciones de
dominio, por lo que necesariamente ya estamos en el plano político. Decir que
es político no significa que es externo, cada uno/a de nosotros/as esta
construido por estas relaciones y sin darnos cuenta pensamos, sentimos y
actuamos en función de ellas.
Al
instituirse como modo jerárquico de poder, el patriarcal se fue extendiendo más allá de la opresión de
las mujeres también hacia otros sujetos como las niñas y niños, la juventud o
aquellos grupos que por clase social, orientación sexual, origen étnico,
preferencia religiosa o política, son minoritarios o diferentes al grupo
dominante.
En
esto coincide con el capitalismo y su diferenciación en clases sociales con el
consabido sometimiento de las inferiores por las superiores. El capital como el
patriarcado tienen una flexibilidad tal que les permite ir adaptándose a los
cambios que uno y otro sistema van sufriendo. La relación entre ambos hace que
sea imposible hablar de un capitalismo puro o de un patriarcado puro, ya que
los dos coexisten y se apoyan mutuamente.
La
autora australiana Carol Pateman habló de un “contrato sexual” que sería aquel
realizado entre los hombres por el cual establecen la propiedad sobre las
mujeres. De modo tal que aunque en una sociedad estratificada jerárquicamente
como la nuestra haya hombres que tienen más poder que otros, genéricamente,
todos tienen más poder que las mujeres. Es un pacto implícito esencial para
entender el patriarcado, el género, la subordinación social de las mujeres en
cualquier época histórica de predominio masculino.
El
contrato sexual es anterior al contrato social que originó la desigualdad en
las relaciones de producción determinantes de las clases. Por ello, no importa
a qué clase social pertenezca la mujer, siempre se halla en situación de
subordinación respecto del hombre. El contrato sexual significa para las
mujeres una pérdida muy importante de dominio sobre sí mismas.
Juntamente
con la institución del contrato sexual se halla la institución de la
heterosexualidad obligatoria. Ello implica tanto para hombres como para mujeres
la imposición de una limitación a los contenidos de la sexualidad, quedando para las mujeres como
finalidad la sexualidad reproductiva, modelo que deben conocer, practicar y
desear.
Como
vemos, al igual que cualquier sistema social, económico o político, su sostenimiento, reproducción y
justificación ha sido posible mediante el uso combinado de mecanismos
coercitivos (prohibiciones, uso de la violencia) y de mecanismos no coercitivos (modelos,
premios, estereotipos, proceso de socialización de género), tanto materiales
como simbólicos.
Sostenimiento
y reproducción
El
patriarcado para su permanencia se apoya en las instituciones sociales y en los
hombres, pues todos estos, aún el más pobre, reciben beneficios económicos,
sexuales y psicológicos del sistema patriarcal.
La
dominación económica (la mujer no podía manejar dinero, no accede a lugares de
poder, no puede ser propietaria , fue
excluida de la herencia), física basada
en la fuerza muscular, institucional (sistema legales, morales, y religiosos
que apuntalaban la marginación y opresión de la mujer por el hombre) y sexual
(virginidad forzosa, procreación obligatoria, heterosexualidad, monogamia,
limitación del placer y de las prácticas sexuales) aseguran la reproducción de
la especie y la herencia patrilineal al mismo tiempo que el sometimiento de la
mujer.
A
nivel cultural, encontramos que se transmiten de generación en generación
ciertos mecanismos que perpetúan el sistema patriarcal como la educación
androcéntrica, el funcionamiento y la estructura de la familia, transmisión de
estereotipos. Es mediante el proceso de socialización de género que la sociedad
enseña a sus miembros a ser y a comportarse de acuerdo a las normas
establecidas por el patriarcado. Nuestra identidad femenina o masculina no
están determinadas biológicamente, sino que son una construcción cultural que
fuimos incorporando, aprendiendo desde el momento mismo de nuestro nacimiento o
aún antes. Las diferencias entre el carácter femenino y el masculino son
modeladas en base a estereotipos o códigos de conducta, tienen una base
netamente cultural y no biológica: los niños desde su nacimiento son educados
para sentirse superiores, para agredir a las mujeres, para reprimir su ternura
y su capacidad de sentir y de amar. Las niñas son educadas para poner su vida
en función de agradar, obedecer, ser madres y esposas, para sufrir y aceptar la
violencia de género como algo natural.
Una
forma de imponer y sostener la hegemonía es mediante los estereotipos, estos
han sido creado por los varones en función del papel que se deseaba cumplieran
las mujeres y mediante la familia, la escuela, las religiones y los medios en
general fueron grabados en la personalidad de las mujeres, creando lo que se
denominó “eterno femenino” o ser femenina. Amelia Varcárcel dice esto muy
claramente: “Solo quien tiene poder funda sujetos y relatos. Y esto nos
retrotrae al tema de la ablación de la memoria…..Las mujeres padecemos, con
independencia de cada situación individual, la falta de cualquier memoria
colectiva. Lo que nos sobran son hormas y moldes, pero los referentes que
hubieran podido servirnos de modelos en el pasado o no se ha tolerado que se
constituyan o han sido abolidos.” (“Rebeldes” , Madrid, Plaza y Janes, 2000)
Estos
estereotipos se institucionalizan y constituyen modelos a cumplir. Tanto
hombres como mujeres si quieren ser aceptados socialmente, adaptarse y
subsistir deben esforzarse por alcanzar estas normas. Estos modelos no son
cuestionados, son enseñados como algo
“natural” y los aceptamos de ese modo.
Parte
de esta estrategia es la división en esfera
pública y privada, la primera reservada a los hombres y la segunda a la
mujer con el consiguiente reparto de roles. Estos roles también son tomados
como parte de la naturaleza, de lo biológico,
por lo tanto, de lo normal.
El
feminismo mostró como esferas consideradas “privadas”, como por ejemplo la
familia, la pareja, la sexualidad, son centros de dominación patriarcal, las
relaciones de poder también estructuran la familia y la sexualidad. Lo que
ocurre en el orden de lo privado tiene consecuencias en el orden de lo social.
Crearon la consigna: “lo personal es político”.
Tanto
hombres como mujeres colaboran en el sostenimiento del patriarcado, pero
mientras que para los varones significa una forma de mantenimiento de sus
privilegios, para las mujeres no es una opción voluntaria y aceptada, sino una
imposición de la socialización de género a la que fue sometida desde su
nacimiento. Su educación la lleva a someterse y promover en las otras mujeres
igual conducta.
Parte
de todo esto es también la rivalidad entre las mujeres. Las otras mujeres no
son vistas como personas también sometidas a la voluntad patriarcal sino como
contendientes en el logro de la conquista masculina, en lugar de promover su
unión en defensa de la igualdad y sus derechos, son llevadas a agotarse en controversias internas.
Violencia
de género – Misoginia
En
todo esto la llamada “violencia de género” juega un papel importantísimo ya que
es aquella que sufren las mujeres por el
hecho de ser mujeres. Esto significa que es una violencia diseñada y dirigida
contra las mujeres a efectos de mantener su condición de subordinación frente al poder
masculino, tanto en el ámbito privado como en el público.
Una nota muy
importante a tener en cuenta es la relación entre patriarcado y misoginia.
El patriarcado
en sí mismo es una práctica misógina de carácter sexista falocéntrica. Como ya
dijimos antes, el varón es constituido en centro y detentador del poder y la
mujer como subordinada.
La existencia
de este tipo de relaciones nos está indicando que desde su misma base la
sociedad presenta enormes dificultades para establecer vinculaciones
igualitarias, equitativas. No será posible acceder a una real democracia ni a
una sociedad igualitaria mientras persista el patriarcado.
Todo lo
expuesto, por sí mismo ya es violencia contra la mujer, que se puede expresar
con formas, como, por ejemplo las conductas “machistas”, distintos tipos de
abusos (sexuales, de poder, económicos), violación, consumo de prostitución,
feminización de la pobreza , no respeto de los Derechos Humanos, hasta llegar
al feminicidio.
En la conocida
frase “sos mía” se expresa más una relación de dominio y propiedad que debe ser
completada con la aceptación y el sometimiento. El extremo lo encontramos en
“es mía o de nadie”.
En la
constitución patriarcal de la masculinidad se hallan presentes estos elementos
violentos. La significación social otorgada al pene, asimilado al poder, al
dominio, a la posesión, herramienta de control y sometimiento es extendida a la
vida de todo sujeto varón.
El patriarcado
también constituye la relación que el varón debe tener con su propio cuerpo y
con el de la mujer. Esta es segmentada, parcializada, escindida de las
emociones.
El hombre debe
tener el control de la relación sexual, de su cuerpo y el de su compañera
sexual, y buscar su satisfacción, por este motivo la prostitución es una clara
forma patriarcal donde estos elementos aparecen con total claridad: el dominio
y el control es de quien paga, no interesa la mujer y su cuerpo sino la
satisfacción que pueden dar, no hay emociones comprometidas ni responsabilidades
posteriores, la mujer es un sujeto denigrado a tal punto que se puede llegar a
actos de violencia mayores (cortar, quemar, golpear) hasta el homicidio mismo.
Por esto decimos que la prostitución es una forma de violencia contra la mujer
que concuerda punto por punto con la institución de la sexualidad masculina y
el rol asignado a la femenina.
También es violencia
por las circunstancias que la llevan a estar en esa situación y también por lo
que el varón ejecuta en ella. Paralelamente es violencia la naturalización de
la prostitución tanto como querer convertirla en “trabajo”.
Prostitución –
Trata de Personas
El patriarcado se hace mucho más
patente en las situaciones extremas, ahí donde la naturalización o disimulo
resultan muy difíciles de sostener y donde se hace también mucho más evidente
su motivación misógina.
El trabajo feminista ha logrado que
la violencia intrafamiliar sea reconocida y el feminicidio está siendo puesto
en cuestión.
No sucede lo mismo con la
prostitución y la trata de personas. La prostitución todavía es considerada una
actividad más, como cualquier otra, lo que significa que cualquier mujer podría
ejercerla.
La trata de personas es
rechazada, pero al quedar desvinculada
de su razón de ser, de su finalidad, termina por ser aceptada. No se puede
sostener que la trata de personas sea una violación a los derechos humanos, que
sea un acto de extrema violencia y al mismo tiempo negar que su finalidad, la captación de mujeres y
niñas para los burdeles, también lo sea. Es hipocresía sostener que se puede
consentir la prostitución y no aceptar la trata, pues no hay trata sin
prostitución, ni prostitución sin trata, ambas son caras de la misma moneda.
Tanto una como la otra son formas de
dominación política, económica, racial, étnica y sexista, poniendo en evidencia
las relaciones de poder que los hombres ejercen sobre las mujeres.
La prostitución y la trata de
mujeres y niñas, tienen como causa al
mismo tiempo que reproducen los roles tradicionales de género: mujeres
como objetos sexuales y hombres como compradores de sexo. Ambas situaciones
forman parte del mercado de “trabajo” femenino y del fenómeno de la
feminización de la pobreza y de la migración.
“Es dentro de esta distorsión de
quiénes son los actores de la prostitución que tengo que cuestionar el uso del
término “trabajadoras sexuales”, que cobra cada vez más vigencia. Me identifico
con la intención de superar las actitudes discriminatorias y peyorativas contra
mujeres involucradas en la prostitución; pero calificar a las mujeres que están
involucradas en la prostitución como “trabajadoras” y el “trabajo sexual” como
un “oficio” o una opción laboral viene a ser un encubrimiento de las relaciones
de poder, de dominación y explotación constitutivas de la prostitución. La
prostitución sigue siendo prostitución aunque se profesionalice y legalice a
una de sus componentes, puesto que no han cambiado las reglas de juego ni los
actores de este comercio.”
Rosa
Dominga Trapazo
Estado
En
todo esto el estado no es en absoluto ajeno. El
estado que surge a partir de la modernidad tiene un papel importantísimo
en la construcción del sistema de género tal como lo conocemos y en la
estructuración de la sociedad de manera
patriarcal en la que las estructuras, procesos, relaciones e ideologías,
tienden al beneficio de los hombres, excluyendo a las mujeres.
Estos
mecanismos de sometimiento también son aplicados entre las clases sociales,
especialmente hacia las bajas, y a sectores minoritarios ya sea por ideas,
posturas religiosas, elección sexual, étnia o edad (niños y niñas, jóvenes).
Los
estados modernos se constituyen en base al sometimiento y explotación mediante
la división clasista y de género.
Es
en beneficio de este estado que la familia va sufriendo modificaciones
fundamentales y es convertida en unidad de producción, reproducción y de
socialización. Es ella la que aporta los hombres para los trabajos públicos,
para los ejércitos, y deja a las mujeres en lugar de reparación de fuerzas del
trabajador y reproducción de nuevos obreros. Posteriormente tanto unos como otras son incorporados a las
líneas de producción fabril, ahora más interesada en la reproducción del
capital, aunque esto no signifique modificar la subordinación de la mujer.
El
poder del estado en manos de los hombres les permite controlar, regular y
mantener las desigualdades del sistema de género en desmedro de la mujer.
Este
es un ejemplo de cómo el poder no se constituye únicamente mediante
prohibiciones, las relaciones de poder construyen y determinan realidades no
solamente por lo que prohíben sino también por lo que permiten o norman. Es el
patriarcado el que ha determinado lo femenino, la sexualidad femenina, no
olvidemos que la sexualidad humana no es natural sino que está controlada
socialmente por su institucionalización histórica.
En la historia de las mujeres la
imposición del rol de objeto sexual junto con el de “esposa y madre”, el sometimiento al
varón, el papel sumiso, se han convertido en “destino” que ha implicado
discriminación, dependencia e insatisfacción.
Al contrario, en la vida de los varones se da prioridad a la autonomía y
realización personal.
En general para referirse a estos
mecanismos se habla de “sociedad machista”
pero si bien están relacionados, no son sinónimos, el "machismo" es
la punta del iceberg de toda una organización social profundamente
discriminatoria para con las mujeres que es el patriarcado. El
machismo es una actitud y una conducta mientras que el patriarcado es toda la estructura social en la que muy diversos
factores se entrelazan y refuerzan mutuamente.
No hay que olvidar que el patriarcado tiene aspectos y
consecuencias negativas para los
varones. Para ellos también rigen estereotipos, modelos a los que ajustarse
para ser considerados por los demás y ellos mismos sentirse “viriles”.
Al estar inscripto el patriarcado
en nuestra subjetividad de varones, aún aquellos que se definan no sexistas, se
ven atrapados, muchas veces de manera inconciente, por esta matriz. Del mismo modo ella
condiciona la conducta de las mujeres que sin darse cuenta reproducen y educan
en este sistema, proveyendo así a su sostenimiento.
Aún cuando los varones también son
afectados, la diferencia es que resultan
beneficiados global y personalmente en el balance de poder.
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