Con esta
noticia nos adentramos en el sórdido mundo de la prostitución, ahí donde los
rasgos humanos parecieran haberse pedido en beneficio de la destrucción, del
poder y de la ganancia económica.
Esta noticia
demuestra sin lugar a dudas que la interesada separación entre prostitución y
trata de personas es insostenible. Más allá que las estadísticas indiquen que
solamente un 5% de las personas en prostitución pueden aseverar que lo hacen
por cuenta propia y sin coacción alguna, las condiciones en que se realiza son
decididamente dañosas en alto grado y que quienes están por cuenta propia
silencian, ocultan, el sufrimiento extremo de sus compañeras de camino.
La tentación
de regular, de aceptar a esta actividad como un trabajo más, para evitar estos
males también es tirada por tierra por la misma realidad. En los países donde
esto se ha efectuado la situación no ha mejorado para las personas sometidas y
la prostitución, la prostitución infantil (abuso sexual comercial infantil), la trata de personas y los delitos asociados a esta
actividad han aumentado notoriamente.
Del otro lado tenemos al prostituidor ("cliente") quien busca obtener su satisfacción y no esta interesado en la suerte de estas personas. Se conocen suficiente casos en que la mujer ha podido explicar su situación, ha pedido ayuda al prostituidor y este se limitó a no volver más al lugar sin hacer ningún tipo de denuncia.
Lo que sucedía en el "Cadillac" no es exclusivo de este lugar, en toda situación de prostitución, ya sea en los casos llamados "vip" como en los burdeles de cualquier categoría, existe esta violencia que se suma a la del prostituidor que elige y usa un cuerpo convertido en objeto, para su satisfacción.
Alberto B
Ilieff
Infierno en el Cadillac: sexo, poder y
lágrimas
3 diciembre,
2013
El 19 de
junio de 2013, agentes liberaron a 46 mujeres que eran esclavas sexuales en el
centro nocturno “Cadillac”. Denunciaron que políticos y funcionarios eran
visitantes de ese lugar en el que las tatuaban, las violaban, las golpeaban,
las mutilaban, les secuestraban y violaban a sus hijos; algunas habrían sido
asesinadas.
*Por Sanjuana
Martínez para http://www.sinembargo.mx
Ciudad de
México.– Karina tiene seis cicatrices en el cuerpo y todas son por los golpes
que le propinaban los traficantes de mujeres en el table dance Cadillac, donde
fue explotada sexualmente durante cinco años. Uno de los clientes “importantes”
casi le arranca un pezón de una mordida, cuenta. Estuvo a punto de perder parte
de los dedos de las manos. Fue brutalmente torturada.
Está sentada
en la oscuridad cuando ofrece su testimonio. Por cuestiones de seguridad, usa
una gorra amarilla que oculta su rostro y preserva su identidad. Su denuncia
ayudó a detener a una buena cantidad de tratantes de mujeres y niñas y también
ayudó el testimonio de Elvira, quien fue llevada con engaños a ese table dance;
luego fue drogada con una bebida alcohólica y violada en uno de los salones VIP
por “el patrón”, Alejandro Iglesias Rebollo. Después fue sacada por uno de los clientes y
trasladada a un hotel, para “probar la mercancía”. Allí fue violada por segunda
ocasión.
La historia
de Perla es distinta. Era promotora en la Zona Rosa y el Cadillac la contrató
para “tarjetear” e invitar a la gente. Se convirtió en bailarina y trabajadora
sexual después. Fue obligada a operarse los senos y hacerse liposucción. Ella
fue una testigo fundamental para identificar clientes “importantes”, cómplices
y tratantes. Por sus testimonios, fue posible adentrarse a las entrañas de la
trata de mujeres en el Cadillac y otros table dance del Grupo Titanium,
propiedad de Iglesias Rebollo; un holding compuesto, de acuerdo con las
autoridades, por los llamados “antros” Royal, Tahití, Calígula, Farhenheit, La
Tentación ubicada en avenida Cuauhtémoc, y La Tentación de la calle Marina
Nacional, entre otros.
Las
trabajadoras sexuales –casi todas secuestradas y retenidas contra su voluntad–
eran marcadas con tatuajes en las manos y en otras partes del cuerpo para identificarlas
de “por vida” a la red de trata que opera aún en la Ciudad de México y en otros
lugares del mundo.
En el
Cadillac no sólo había, de manera cotidiana, trata de mujeres y niñas, delitos
sexuales o drogas; también ocurrían asesinatos, ritos satánicos, secuestros y
robos, de acuerdo con los testimonios que documentaron las autoridades. Un
“negocio redondo” que ofrecía multimillonarias ganancias al dueño que operó y
sigue operando “en connivencia con las autoridades capitalinas de las distintas
delegaciones”, de acuerdo con organizaciones civiles.
El Cadillac,
ubicado en Melchor Ocampo número 189 esquina con Michelett, en la colonia
Anzures, cerca de la zona de Polanco, fue clausurado el 29 de junio en un
operativo conjunto entre la Policía capitalina y la Policía Federal. Fueron
presentadas más de 100 personas entre bailarinas, meseros, encargados y
personal de seguridad.
Las 46
mujeres fueron rescatadas. 27 eran mexicanas y 19 extrajeras: de Venezuela,
Honduras y República Dominicana, etcétera. Ese día iban a clausurar el Royal y
el Fahrenheit, propiedad de Iglesias Rebollo, pero un “pitazo” alertó a los
empleados y vaciaron los lugares de clientes y bailarinas. Hoy siguen
funcionando.
Iglesias
Rebollo fue llamado en el pasado “El zar de los giros negros”. Era el dueño del
Lobohombo, donde el 19 de octubre de 2000 murieron 22 personas y siete más
resultaron lesionadas al incendiarse el lugar. Las salidas de emergencia se
encontraban bloqueadas. Tras la tragedia de la discoteca, Alejandro Iglesias
fue encontrado culpable de homicidio culposo. Nunca pisó la cárcel. También se
deslindó a las autoridades de la delegación Cuauhtémoc. Al frente se encontraba
la perredista Dolores Padierna.
Los
funcionarios dijeron que los dueños de la discoteca “habían cumplido con los
requisitos de seguridad que marca la ley”. Pero no verificaron que el hidrante
estuviera conectado, por ejemplo. El entonces Procurador capitalino, Bernardo
Bátiz Vázquez, consideró que los funcionarios fueron víctimas de un engaño o de
un fraude, pero que no tuvieron responsabilidad en la tragedia.
Posteriormente,
la Delegación Cuauhtémoc procedió a la expropiación del predio para dar vida a
la estación de bomberos Ave Fénix. La
entonces Delegada, Virginia Jaramillo, tuvo que pagar a Iglesias Rebollo 13.6
millones de pesos del erario público como indemnización: perdió el juicio en el
que le reclamaban el regreso de la propiedad.
KARINA
Cuando Karina
vio el lugar donde supuestamente sería mesera –lleno de mujeres desnudas– quiso
huir, salir corriendo. Pero un guardia de seguridad la detuvo y empezó su
pesadilla, cuenta.
“Me
golpearon. Y fue cuando por primera vez el señor Alejandro Iglesias abusó de
mí. Después el señor Ampudia, después unos de seguridad, meseros… y me dijeron
que yo tenía que trabajar allí. Ese día yo sentía morirme porque eran muchos
tipos, pero yo tenía mucho miedo. Después me golpearon mucho. Me llevaron a
trabajar al tercer día, me obligaron a prostituirme, a tener relaciones con
clientes”.
El
enganchador de Karina es Josué Ulises Amaro Gomez, socio de Iglesias. La
enamoró en su país de origen, en Centroamérica, y le dijo que iba a ser mesera
en un bar en Quintana Roo, a donde llegó con un permiso de trabajo en un
restaurante.
Cuando
ofreció su testimonio, Karina no pudo parar de llorar. En él cuenta que Josué
la amenazó con asesinarla si escapaba: “Para mi era muy difícil porque yo estoy
sola, yo no tengo familia, no tengo papás, yo no conocía a nadie aquí…”
Muy pronto se
dio cuenta del lugar en el que estaba. Fue testigo de la muerte de una menor:
“Tenía 15 años. Se desangró porque la obligaron a tener relaciones con varios
clientes. Llegó el señor Alejandro Iglesias y les dijo a los de seguridad que
qué esperaban para sacarla. Para mí fue impactante ver todo esto. Nos golpeaban,
nos llevaban a diferentes hoteles a dar sexoservicio. Yo no sabía a qué hoteles
íbamos, puesto que nos vendaban los ojos. No sabíamos en dónde eran. Nos
quitaban la venda cuando llegábamos a la habitación con los clientes”. Para
Karina, lo más aterrador era atender a los “clientes importantes” porque, dice,
eran los peores:
“Había un
tipo importante y después salieron tres más. Me golpearon y me violaron. Yo
tenía mucho miedo. Otro día que estábamos dos chicas con cuatro clientes en una
mesa. A una la lastimaron mucho. A mí me mordieron un pezón. Nos levantamos y
nos regresaron; nos obligaron a regresar otra vez”.
Karina hacía
entre ocho y diez servicios al día. A veces, de 3 mil pesos cada uno. Cuenta
que la mayoría de las chicas estaban contra su voluntad, pero las tenían
amenazadas de muerte y con lastimar a sus hijos y sus familias. Todas eran
golpeadas cotidianamente.
En ocasiones
se les pasaba la mano, como el día que asesinaron a un cliente porque no le
alcanzó el dinero para pagar la cuenta. Una joven colombiana de nombre Erika,
que tenía un bebé de seis meses, intentó defenderlo. Pero los hombres de
seguridad, identificados en sus declaraciones como “El Negro” y “El Pantera”,
la mataron enfrente de 40 chicas por orden de Alejandro Iglesias.
Ése fue un
asesinato ejemplar: “Me impresionó ver
cómo golpearon a una chica y a un cliente hasta matarlos. El cliente no tenía
plata [dinero] para pagar; lo golpearon. La chica se metió, lo defendió y me
tocó ver cómo los apuñalaron a los dos. A la chica… me tocó ver cómo la hacían pedazos a ella. Me
tocó ver cuánta sangre había allí. No nos podíamos meter. Solamente llorábamos
asustadas, gritábamos. A una la golpearon hasta dejarla inconsciente. Nos
decían que no gritábamos porque iban a escuchar…”
En el Cadillac
había “servicio de guardería”. Algunas de las chicas eran castigadas y no les
permitían ver a sus bebés, literalmente secuestrados. Una señora conocida como
“Lorena” cuidaba a los niños. Nadie sabe qué pasaba con los bebés de las
mujeres asesinadas.
Las golpizas
y la tortura que sufrió Karina le dejaron seis cicatrices: “Me iban a amputar
mis dedos porque no quise consumir drogas, porque yo me quería ir. Le ponían
algo a las bebidas. Amanecía en el piso desnuda y golpeada”.
Eran
obligadas a trabajar en condiciones de esclavitud. No tenían una alimentación
programada. Ellas comían lo que podían, muchas veces, según sus testimonios,
sólo “pan y agua”. “Nunca había un día
normal. Para mí, todos los días eran igual. Era dejar de trabajar a las 8 o 10
de la mañana; dormir un ratito porque a las 2 tenía que trabajar otra
vez”. Cuando a Karina le preguntan –en
declaraciones a las autoridades– qué tipo de clientes había en el Cadillac,
contesta solamente que eran hombres “importantes”: diputados, judiciales:
“La mayoría
va a drogarse. Son violentos. Se ve que son personas importantes. Nos amenazan.
Inclusive había días que iban policías, judiciales. ¿A quién le pedíamos ayuda?
Si iban personas tan importantes, no podíamos pedir ayuda a nadie”.
Karina fue
golpeada y violada por algunos de esos “clientes importantes”. Llorando,
recuerda el caso de un Subprocurador, posteriormente investigado. Se trata de
Edgar Veytia, Subprocurador de Nayarit:
“Él me violó. El señor Iglesias me golpeó para que yo estuviera con él.
Yo me negué a tener relaciones con él y el mismo señor Ampudia dijo que iba a
regresar porque le había gustado estar conmigo. Cuando él ya había dicho el
puesto que tenía, se retractó y dijo que se había equivocado; que no tenía ese
puesto, pero yo se que sí porque él lo dijo”.
La
desaparición de mujeres y los asesinatos eran constantes: “Hubo un caso de una chica extranjera que
mataron en Migración, mandados por Alejandro Iglesias, porque había un cliente
que se había enamorado de ella. Ella era de Colombia y tenía una amiga checa y
las dos desaparecieron. El cliente las fue a buscar y me dijo que estaban en
Migración, pero Francesca le decía que las golpeaban y las habían violado en
Migración. Supuestamente se murieron, pero yo se que no. El cliente me lo dijo.
Nunca jamás las volví a ver”.
Las mujeres
explotadas del Cadillac daban servicio a hoteles o viviendas privadas, hasta
donde eran trasladadas. Les vendaban los ojos. Las colocaban en el suelo de una
camioneta con vidrios oscuros y las llevaban con clientes VIP:
“Un día, una
chica que estaba embarazada se estaba ahogando con su propio vomito. Se quiso
levantar y la golpearon y le hicieron comerse su propio vomito. En ese momento
ella empezó a sangrar. Nos tuvimos que regresar otra vez al bar. A ella la
sacaron y luego nos volvieron a llevar al hotel. Decía el de seguridad que
mujeres embarazadas no servían. Siempre nos golpeaban por todo… Perdió a su
bebé”.
Las chicas
eran golpeada sin piedad por los elementos de seguridad conocidos solamente
como “El Pantera”, “El Nenuco” y “El Negro”. Eran golpeadas por el dueño, por
el encargado y a veces por los clientes. Es por eso, narran las esclavas
sexuales liberadas, que en el Cadillac había servicio médico: dos doctores
vestidos con sus respectivas batas blancas que atendían por turnos las
necesidades de salud de las trabajadoras de los distintos table dance de
Iglesias. También había una enfermera
conocida como Katy: “Uno de los doctores siempre estaba tomado o drogado”.
Karina quería
escapar. Cada día de su vida, durante esos cinco años, pensó la forma de
hacerlo. Hasta que un día, Gabriel “El
Pelón”, uno de los choferes, la ayudó y la llevó al Hotel Fiesta Inn con sus
hijos. Le advirtió que tenía que actuar rápido y llamar a la policía y a las
autoridades de Migración.
“Me dejó
allí. Mi hijo tenía mucha fiebre. Yo quería calmar la fiebre, pero en eso llegó
el señor Uli, el señor Germán, junto con el señor Iglesias. Me golpearon y me
quitaron a mis hijos durante cinco meses. Durante cinco meses no pude hablar
con ellos, no los pude ver. Y abusaron de mi hijo mayor, que tiene seis
años”. Sus hijos le dijeron que fue el
hermano de Ulises: “Ellos lo dicen, yo les creo. Los llevé al médico y dijo que
habían sido violados”.
Iglesias le
exigía 75 mil pesos para volverlos a verlos, cantidad que le prestó una amiga.
Esa es una deuda que, hasta la fecha, sigue pagando. Fue esa amiga quien la
animo a denunciar a los tratantes: “Me dijo que no tuviera miedo. Yo confío en
que alguien va a hacer algo por todo esto. Confío que alguien va a hacer
justicia. Yo quisiera evitar que muchas personas, mujeres, pasen esto porque es
lo peor que nos puede pasar. Es un infierno. Yo quería morirme”.
Al rendir su
testimonio ante las autoridades, Karina insiste, en repetidas ocasiones, en que
tiene miedo. Y no es para menos. Cuenta que, por ejemplo, la impunidad permite
que en los mismos negocios de giro negro se hagan ritos. O que a ellas las
tatuaran. Martes y jueves por la noche,
narra, ella presenció “ceremonias”. Habla de “sacrificios humanos y animales”.
“Había
funcionarios, había ministerios públicos, estaban el señor Aristeio, su hijo
Carlos, el señor Iglesias, el señor Ampudia. Siempre estaban allí y todos
hacían a otras chicas rallarse; las rallaban. Y a algunas nos tatuaban. La
mayoría tenemos tatuajes porque es una forma de ubicarnos. No hay una sola
chica que no tenga tatuajes”.
Cuenta que en
el patio del Cadillac tenían huesos de un humano y sacrificaban animales y
personas. La “ofrenda”, dijo a las
autoridades, servía supuestamente para que el lugar tuviera muchos clientes:
“Mataban cabras, mataban pollos, gatos y personas. Y utilizaban su sangre y la
quemaban… Afuera en el bar hacían un rito y prendían fuego y no se lo que
hacían. Tienen a un muerto allí. Y creen en unos santos. A ellos les piden para
que los proteja”.
A los ritos
asistía un señor al que le llamaban “El Padrino”. Eran invitados clientes
“frecuentes”, a quienes les regalaban una botella por participar. “Los drogaban y yo ya no los veía salir; por
eso se que los mataban, porque me tocó ver mucha sangre y hubo un cliente que
sus familiares lo fueron a buscar y dijeron que no; pero yo lo vi”.
El día en que
rindió su testimonio a las autoridades, el llanto de Karina llenó,
literalmente, la sala en donde fue grabada. Asegura que ninguna de las
trabajadoras de los table dance de Iglesias están por su voluntad. Dice que hay
de Veracruz, Oaxaca, Puebla. Que están forzadas. Inclusive muchas de ellas se
las llevan a Estados Unidos a trabajar.
Comenta que a
las extranjeras las llevan a Puerto Vallarta y a Torreón, Coahuila. La mayoría
son mujeres extranjeras. Entre ellas, algunas menores de edad, de 15, 16 años.
Y también adultas: “Ellas tienen miedo, están amenazadas. Algunas les hicieron
lo mismo que a mí: les destruyeron sus documentos”.
Cuenta que
Iglesias Rebollo fue denunciado por su propia hija por violación: “Y lo han
dejado libre. Yo tengo miedo porque si lo dejaron libre por la violación de su
hija, es muy probable que no lo agarren y si lo agarran, lo van a dejar libre.
Me da mucho miedo todo esto”.
El valor de
Karina para denunciar a los tratantes también ha sido fundamental para
identificar a clientes “importantes”, frecuentes, a quienes veía una y otra
vez: “Los podría reconocer. Son
personas bien vestidas. Se ve que usan perfumes buenos, ropa Hugo Boss, y ellos
son los que peor abusan de nosotras. Ellos son quienes nos obligan a tener
relaciones con ellos. Si los veo los podría reconocer”, narra
–¿Sabes si
algunos eran funcionarios de alguna Delegación? –se le preguntó al rendir
declaración.
–La mayoría
eran personas que tenían puestos altos en delegaciones, inclusive iban
policías, vestidos de policías.
Antes de
terminar, se emociona: “…Pedirles,
suplicarles a las personas que están viendo esto que nos ayuden a parar todo
esto. Que ellos son quien tiene la última palabra a final de cuentas. Yo puedo
decir todo lo que he vivido. Pueden ser sus hijas quienes estén allí, sus
familiares. Yo quiero seguir ayudando a personas así como yo, a niños abusados
como mis hijos. Y suplicarles a las autoridades, pedirles que nos ayuden a
cerrar todos estos lugares porque hay muchas familias sufriendo. Y habemos
muchas mujeres sufriendo”.
Dice que
finalmente se animó a denunciar por sus hijos: “Al saber de la violación de mi
hijo. Eso fue. Me violaron uno tras otro, me golpearon, me dejaron cicatrices
para el resto de la vida que nunca voy a olvidar. Pero mis hijos son lo más
importante. Y son ellos quienes me dan valor y fuerzas para poder haber hecho
esto”.
Prostituta cansada. Maita Arriaga |
PERLA
“Yo lo vi con
mis propios ojos. Muchas y muchos lo vieron”, dice Perla. Está segura de que aquel hombre que “iba dos
veces por mes” al Cadillac era Jesús Ortega Martínez, ex dirigente nacional del
Partido de la Revolución Democrática (PRD), Diputado federal en tres ocasiones,
Senador de la República y actual líder de la corriente Nueva Izquierda. Así lo declaró ella ante las autoridades:
“Un cliente
que recuerdo muy bien su rostro, que yo no sabía quién era pero después
investigué porque me llamaba mucho la atención, porque una compañera me decía:
‘Me lleva, me paga 10, 15 mil pesos’, y yo no sabía quién era, hasta que me
dijo: ‘Es el presidente del PRD’”.
Agregó:
“Entonces yo
tuve esa inquietud de verlo, para ver quién era el presidente del PRD; y como iba
una o dos veces por mes o luego variaba cada dos meses, dije: ‘¿A ver quién
es?’. Y, efectivamente, sí me di cuenta que, efectivamente, era el presidente
del PRD, Jesús Ortega o Arteaga. Él iba y siempre estaba. Como que él ya tenía
a su chica. La esperaba. Se tomaba uno o dos tragos y ya. La chica se vestía y
salía, y se iba con él”.
El testimonio
de Perla ha sido muy importante para mantener en prisión a los tratantes. Ella
conoció, en el Cadillac, las entrañas de la trata de mujeres con fines de explotación
sexual.
[Nota de
Redacción: El 25 de noviembre pasado, Sanjuana Martínez, autora de este
reportaje, publicó el anterior testimonio en su columna “Consumidores de sexo
comercial”. Jesús Ortega solicitó a SinEmbargo derecho de réplica el 26 de
noviembre a las 13:33 horas. Su respuesta fue publicada a las 13:59 horas de
ese mismo día].
“Yo lo vi [a
Jesús Ortega]. Llegué a verlo varias veces. Y cuando ella me dijo [la mujer
que, según su testimonio, se iba con él], yo me fui a buscarlo a Internet y
dije: ‘Sí es’. Él llegaba a su mesa. No pasaba de un trago. No se le acercaba a
las chicas. Ya nada más veía a la chica, ya sabía y vámonos”, confirmó Perla en
una entrevista posterior, realizada por la reportera para este reportaje.
Perla cuenta
que la mujer que frecuentaba Ortega era una “chica mexicana como de 28 años,
poco guapa, pero sencillita y delgadita”.
“Lo que tenía
la chica es que era muy audaz. Pienso que por eso se llevaba bien con él. Se
veía que la chica era muy inteligente. No andaba como diciéndole a todo mundo.
A mí me lo contó porque se dio la situación de estar allí. La chica me
preguntaba: ‘¿Tú sabes quién es él?’ Yo le dije que no, y me dijo: ‘Jesús
Ortega, presidente del PRD’”, insiste Perla.
–Él lo niega
–se le dice en entrevista. [Los audios
de esta entrevista se encuentran en poder de la reportera y de SinEmbargo].
–Claro, él lo
va a negar. Lo va a negar porque no le conviene.
–¿Por qué
crees que lo niega?
–Porque
estamos hablando de una persona pública, política. Él tiene que dar una cara
ante la sociedad. No puedo decir: ‘Sí, lo hice’, puesto que se le caería toda
la carrera política.
–¿Sería bueno
publicar la lista de los hombres que van allí, de los hombres importantes?
–”Pues sí
sería bueno publicar la lista, porque desgraciadamente en la política hay gente
buena y gente mala, como lo usan para su propio beneficio y como lo usan para
bien de la sociedad. Por lo tanto, de alguna manera ellos lo usaban para bien
propio, para obtener más cosas tanto económicas, como favores. Sería importante
publicar la lista para que a estas personas se les cerrara políticamente
hablando. Como ciudadanos, cuando emitimos un voto a senadores, a gobiernos,
estados, hasta diputados, estamos confiando en ellos como ciudadanos que van a
hacer un bien a la sociedad, no un bien propio. Sí sería importante para
vetarlos de alguna manera y quitarlos. Dejar tiempo que realmente haga su
trabajo y que ayude a la sociedad y que se confíe en ellos. Estamos hablando de
que tal vez él ahorita diga… lo va a negar. Pero allí estuvo. Mis ojos lo
vieron. Mis ojos lo vieron y muchas chicas lo vimos. Allí estuvo…”
Añade: “Como
yo he comentado, qué bueno que se sepa tantas cosas porque desgraciadamente los
hombres cuando van a este tipo de lugares no saben ni qué está pasando. No
saben que hay una esclavitud, no saben que hay violaciones. No saben que somos
obligadas a hacer ciertas cosas y ellos quieren ir por diversión. Y en lugar de
estar cerrándose eso, se está propagando a más”.
–¿Cómo ves
que Jesús Ortega sea el esposo de la Senadora que está impulsando la reforma a
la Ley de Trata, justamente?
[Nota de
Redacción: Este tema también es tratado por Sanjuana Martínez en su columna de
opinión “Consumidores de sexo comercial”, que a Jesús Ortega le pareció “simple y llanamente expresión de
una vulgar felonía”].
–Es que ahora
sí que esta mal. En principio, como Senadora, si estoy impulsando una ley, si
tengo realmente valor, si tengo hacia los demás, primero que nada, me retiraría
porque ya me están diciendo que mi esposo estuvo en ese lugar, aún negándolo
él. Hay gente que lo vio.
–Y no
solamente una vez. Como dices tú, iba dos veces al mes…
–Claro, hay
que saber como ganar, como perder. Y pues son cosas que se hacen a escondidas a
otros, entre comillas, pensando que nunca se va a saber la verdad.
–Por eso lo
niegan…
–Siempre
siento que lo van a negar.
–Y él siempre
se iba con la misma…
–Con la misma
chica. Él salía con ella.
–¿Y a dónde
la llevaba?
–A un hotel.
–Y luego la
regresaba…
–Ella me
llegó a comentar: “De aquí me voy para mi casa. Con el pago que me da, ya ni
regreso a trabajar”.
–¿Ya no
regresaba?
–No, ya no.
Ya le había hecho la noche. Era muy buen cliente.
La reportera
buscó al actual líder de Nueva Izquierda, a través de su jefe de prensa, para
que opinara sobre los dichos de Perla. No hubo respuesta. Tampoco respondió la Senadora Angélica de la
Peña, a quien se le solicitó, igualmente, una entrevista.
CHAMPÁN PARA TODAS
Perla fue
testigo del nivel de vida que se daban los “clientes VIP”: diputados,
senadores, funcionarios, alcaldes, gobernadores, artistas, funcionarios de
primer nivel. Así lo detallan otras esclavas sexuales en sus declaraciones ante
las autoridades.
“En
cuestiones de personas públicas con las que estuve, no me aprendí todos sus
nombres. Pero sí llegue a estar con diputados, senadores, funcionarios,
artistas, jugadores de fútbol. En una ocasión cuando se cerró el Cadillac y nos
fuimos al Nick, que está en Eje 10 e Insurgentes. Llegó la Selección Mexicana.
Entonces sí había de todo y también había privados donde se hacía de todo. ¿Por
qué era obvio? Un artista o un funcionario no era cualquiera; para ellos, mejor
en el lugar que salir con una chica”.
En ocasiones
las chicas eran trasladadas a otros lugares para dar servicio a hombres
“importantes”.
“Esa vez,
había una montaña de cocaína, pastillas de todas. Y nos dijeron: ‘mamacitas, lo
que quieran, ¡atásquense!’ Todo el hotel tenía seguridad, armas en entrada y
pasillos. Cuando sucedió esto, estaban esperando a una persona y me enteré por
sus comentarios que era al parecer el subprocurador en aquel entonces, una
persona que estaba a cargo del bien. Y le dijeron: ‘Mira, chiquito, lo que te
trajimos para arreglarnos’”.
Cuenta que
eran los clientes los que les pagaban por drogarse. Y que entre las chicas, había
menores de edad. La víctima señala que había cuentas hasta de 300 mil pesos.
“Iban
políticos y narcotraficantes. ¿Cómo nos dábamos cuenta? Se cerraba el Salón
VIP. Ellos pagaban por el salón. Y llegaban 10 hombres y elegían a las chicas.
Personas normales, pero se veían con ese poder, prepotencia, todo. Gente con
dinero. Y pagan inmediatamente a las chicas: ‘A ver, cuánto me cobras?’ La
relación sexual nosotras las cobrábamos a 3 mil o a cómo se dejara el cliente y
luego pedíamos champán porque era la comisión más alta. Y ellos decían:
‘¡Champán para todas!’ y hasta mandaban traer rosas. Todo lo que ellos
quisieran, mandaban traer”.
Luego cuenta
que eran obligadas a dar servicio gratuito a los funcionarios de la Delegación
correspondiente a la ubicación del lugar donde trabajaban. En el caso del
Cadillac, la Miguel Hidalgo.
“Nos
obligaban a hacerlo en diciembre. Era como darles su aguinaldo”, dice.
A las mujeres
las dividían entre esculturales, bellas, mexicanas y extranjeras centroamericanas, venezolanas, búlgaras,
francesas. Y rusas, que eran señaladas como las Triple A. Y luego estaban las feas y “gorditas”. A la
mayoría les exigían operaciones de busto y liposucción: “Los meseros tienen que
pedir bebida; 200 pesos por boleto para hacer un baile. Tres boletos privados
con cortina media abierta; cuando compraban de cinco a 10 boletos se podía
cerrar totalmente la cortina. Si hacías 20 boletos, ganaba 4 mil pesos. Éramos
usadas como objetos”.
A los
clientes había que emborracharlos y sacarles la cartera para ver cuánto
efectivo traía y cuáles eran sus tarjetas de crédito. Cuando por alguna causa
no tenían para pagar completamente la cuenta, eran golpeados por los elementos
de seguridad.
“Para ver
cómo ellos podían transar al cliente, le sacaban el efectivo y las tarjetas
porque el cliente ya estaba muy drogado. Me tenía que operar para estar en ese
lugar; tenía que mantenerme a como ellos creían o querían que estuviera. Chicas
delgaditas no las aceptaban porque estaban delgaditas. Siempre me decían que estaba
gordita; que no pasaba. Me operé, obvio; ya tenía lipo, busto, me seguían
diciendo que no entraba. Ellos hacían una lista en la entrada de chicas que no
podían pasar. ‘¿Es que sabes qué? Estás engordando…’ Es un maltrato
psicológico”.
Las
extranjeras eran aparte: “Yo no alcanzaba a comprender por qué no platicaban
con nosotras, pero cuando había operativos eran las primeras que salían. Ellas
decían que tenían un novio y que el novio las había llevado a trabajar. Eran
chicas que se veían agobiadas y tristes. Las traían de un hotel y las dejaban
allí. Y no tenían autorización para hablar con nadie. No tenían documentación
para estar en el país”.
Las mujeres
estaban expuestas a la violencia de unos y otros: “Me subí a una camioneta donde iban seis,
siete hombres. En ese transcurso sucedió que dos promotoras fueron violadas por
los mismos clientes. Era una manera de arriesgar. Y aún sabiendo todo esto,
ellos decían: ‘¿Sabes qué? Tú tienes que tarjetear’”.
Las drogas
abundaban en el interior del Cadillac, de acuerdo con sus testimonios. También
los eventos especiales: “Sí había drogas por las mismas chicas, había sexo allí
adentro. Ellos decían que no, pero sí era cierto: ‘Con dinero baila el perro’.
Cuando un
cliente quería droga se la pedían a seguridad y tenían los datos de los
vendedores en Zona Rosa. Había eventos: el Super Bowl; con atracciones para el
lugar lesbian, shows de lesbian, bailes en grupo. Noviembre, Día de Muertos,
tenían qué bailar coreografía de Michel Jackson”.
Entre los
asiduos, Perla señala también al llamado Diputable, Francisco Solís, mejor
conocido como “Pancho Cachondo”. Y que había cuentas de 250 y 300 mil pesos.
La relación
del dueño con funcionarios era continúa y ellas tenían que darles servicios
especiales. Los de la Delegación Miguel Hidalgo “tenían todo. Yo no entiendo de
dónde venga que tenían todo. Por ejemplo, los días de asueto que no se vendía o
Ley Seca, ellos abrían; nada de que está cerrado. El servicio sexual gratuito
era ‘el plus’ porque les daba cantidades, su dinero, su lana. En una ocasión
alcancé a escuchar que les dieron 50 mil pesos.
“Necesitamos
pagar para que no nos cierren. Ya saben, chiquitas, se ponen lindas. Lo que les
pidan; si quieren con dos, con dos”.
En una
ocasión las llevaron a un departamento ubicado en la Glorieta de Vertis. “Me di
cuenta que eran funcionarios porque ya estaban allí esperándonos y así… para
hacer la fiesta a gusto. Y nos dijeron: ‘Ya saben, chicas, ustedes no nos
conocen. A lo que vamos [es] a hacer el favor’”.
Perla
reflexiona y hace balance de su estancia en el Cadillac: “Yo lo que pienso es
que era una chica sin amor, con un vacío, y con una necesidad muy grande de
mantener a mis pequeños. Este tipo de lugares en realidad abusan de las chicas,
porque la mayoría de las chicas éramos madres solteras. También las chicas
extranjeras. Llegué a platicar con una venezolana y decía que en su país había
mucha pobreza y venía buscando salir adelante. Creo que como mujer, madre
soltera, no importaba si me ponían un horario, no importaba si me decían que le
sacara más copas al cliente”.
Como consejo,
dice que es importante no dejarse llevar por la primera impresión: “Si alguien
les habla bonito y les dice: ‘Aquí vas a ganar mucho dinero’, que se pregunten
qué voy a hacer. ¿Por qué me van a dar ese dinero? Porque [es] una de las
cuestiones en mi reflexión. La gente dice: ‘Ganan el dinero bien fácil’. Pero
sí nos arriesgamos mucho, desde el hecho de que el cliente, tenemos que hacer
el servicio sexual que él pida o sea ponte así, hazle así, ahora hazme esto o
hazme aquello. Y eso es un maltrato psicológico, independientemente de que
ellos están pagando, si tenemos que hacer lo que ellos digan. Una vez me llevó
uno y estaban a dos. Yo no lo llegaba a ver como un abuso o un maltrato; por
esa falta de amor hacia mí misma”.
Según Perla,
se unen la necesidad económica y de amor. Pero finalmente el trabajo resulta
peligroso:
“Hay muchas
anécdotas de cuando salen chicas y no saben con quién salen y en los mismos
hoteles las golpean los propios clientes. Hubo casos. Como el de una chica que
la enmaletaron ya descuartizada, la mataron. Donde a otra chica la aventaron
del quinto piso de la ventana del hotel. Y esos riesgos por la cuestión de la
necesidad no los alcanzamos a percibir”.
ELVIRA
Estar en el
lugar equivocado a la hora equivocada puede cambiarte la vida. Elvira sabe de
eso. No entiende por qué fue elegida, pero supone que se debe a su juventud y
belleza. Aquel día eran las 4 de la tarde y caminaba tranquilamente por una de
las calles de la colonia Anzures, muy cerca del Cadillac. Un coche se le acercó
y la fue siguiendo. El conductor la invitó a subir y la invitó a que tomaran
algo para hablar de trabajo. Ella pensaba que sería hostess en un restaurante,
función que desempeñaba en su anterior empleo. Pero al llegar al lugar, le
aclaró que sería “boletera, bailando y yendo a los privados”. Elvira no le tomó importancia, porque iba a
rechazar la oferta. Antes de irse, sin embargo, su enganchador le invitó un
tequila.
“Me sentí
rara, mareada, no podía ubicar las cosas. Para cuando él llega a la mesa… le di
como un trago y de allí ya no me acuerdo de nada”.
Llorando,
mientras ofrece su declaración, dice que no sabe cuánto tiempo paso allí. “No
sé a qué hora me sacan ni como me sacan. Despierto como a las 12 y me va
metiendo un hombre a un hotel. Me metió, me quitó toda la ropa y me aventó a la
cama. Después él se quito toda su ropa y otra vez, me violan”.
Aún en shock,
Elvira pudo articular palabra y preguntó al sujeto identificado como Agustín:
“Por cuánto me han vendido? El contestó: “Por nada. Yo solamente estoy probando
la mercancía”.
Luego la
llevó al Metro Garibaldi. Pero el sujeto le dijo que era peligroso que se fuera
sola. Y así, después del abuso que había sufrido, la convenció. “Pienso que su
insistencia me hizo creer que en verdad él me quería ayudar. Pienso que no
analizaba muy bien que me acababa de violar. Me subí otra vez. Me dijo que ya
no llorara, que por lo menos yo iba a llegar a mi casa, que porque muchas no
llegaban y porque no me habían golpeado. Y me debería sentir bien por eso”.
Al llegar a
su casa, no pudo contar lo que le había pasado a sus padres. Pero sí a su
abuela, quien la animó a interponer una denuncia. Su testimonio ha sido fundamental para
mantener en prisión a los tratantes del Cadillac. Elvira no quiere recordar más. Pero debe
explicar lo que pasó dentro del table dance de donde rescataron más de 40
mujeres víctimas de trata.
“Fue en la
zona VIP, donde hacen los privados. Allí me metieron. Solamente tengo un
pequeño recuerdo: cuando un hombre me está penetrando. Es todo lo que recuerdo.
La gente que está en esos lugares no es buena. Que no crean. Es todo lo que
tengo que decir”.
HOMBRES DE PODER
La trata de
mujeres y niñas está vinculada a redes compuestas por los dueños de este tipo
de negocios en connivencia con funcionarios de todos los niveles: gobernadores,
diputados, senadores, alcaldes, empresarios, de acuerdo con las dos
organizaciones más importantes contra la trata de personas: la Coalición
Regional contra el Tráfico de Mujeres y Niñas en América Latina y el Caribe
(Catwlac, por sus siglas en inglés) y Unidos contra la Trata. Para ambas organizaciones, los vínculos
entre dueños de estos negocios y los políticos, funcionarios y policías, son
conocidos hace años. “Deja tanto dinero
que tiene la virtud de corromper al más alto nivel político y al más alto nivel
económico”, dice Teresa Ulloa, directora de Catwlac.
Añade: “Yo no
pongo las manos al fuego por ningún político de ningún color, ni de ningún
partido. Hay consumidores de todos los partidos. Es el ejercicio del poder, y
al final el sexo de paga es una expresión de contratar o alquilar un cuerpo
para hacer con él lo que se les de la gana. Pero los estudios demuestran que ni
placer sienten. Es simplemente el hecho de ejercer poder sobre alguien que no
puede poner condiciones o resistirse. Y como está naturalizado y normalizado,
se acepta”.
Según el
último informe de Catwlac, la trata de mujeres y niñas con fines de explotación
sexual deja en México 10 mil millones de dólares. Y son cuatro los grupos criminales que han
incursionado en este tráfico humano: los cárteles del Golfo, Los Zetas, Nuevo
Milenio y los Caballeros Templarios.
“Deja mucho
dinero”, dice Ulloa. “No deja dinero la trata en sí, sino las formas y
modalidades de esclavitud y explotación sexual porque, además, socialmente está
naturalizada y normalizada y todavía estamos regidas bajo un sistema patriarcal
que nos reduce a eso: a trofeos, a objetos que se compran y se venden”.
Ambas
organizaciones, mencionan el “modelo sueco” como ejemplo y aspiración en
México. Allá se aplicó una estrategia concreta para reducir la demanda,
haciendo una campaña de exposición de los clientes.
En ese país,
las policías se vestían de trabajadoras sexuales y cuando llegaba el cliente le
tomaban una foto y le aplicaban una multa.
Cada semana eran publicadas las fotos de los clientes en el Diario
Oficial. Eso ayudó finalmente a disminuir un 50 por ciento la trata de mujeres
y niñas.
“Las
mexicanas tenemos el derecho a aspirar al modelo sueco. Al reducir la demanda,
reduces la trata y la explotación sexual infantil y obligas al Estado a que
genere opciones reales de oportunidades de vida digna para las mujeres y una
opción de salida”, dice Ulloa.
De acuerdo a
estadísticas de organismos dedicados a la defensa de la mujer, México ocupa la
quinta posición en trata, con 800 mil adultos y 20 mil niñas que sufren de
algún tipo de explotación sexual o laboral.
Se han identificado a 47 redes aún
sin desarticular.
Generalmente
mujeres jóvenes y niñas son engañadas, secuestradas, trasladadas, amenazadas y
usadas para ejercer el trabajo sexual. En el mundo hay 27 millones de personas
víctimas de trata. Entre ellas, niñas de entre 5 a 15 años de edad.
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