Prostitución & Marxismo
Marx y la cuestión de la prostitución
Saliha Boussedra
http://traductorasparaaboliciondelaprostitucion.weebly.com
Karl Marx |
En oposición a las corrientes
"regulacionistas" que defienden la prostitución como un trabajo legal
y compatible con el pensamiento de Marx, el análisis de sus escritos revela que
para él no existe emancipación posible en la actividad prostitucional.
El regulacionismo sostiene que la actividad
ejercida por las prostitutas debe gozar de un reconocimiento oficial con el fin
de conseguir su integración en el régimen general de la seguridad social, ya
sea como trabajadoras asalariadas o como autónomas. Un sector de la corriente
regulacionista reconoce que la prostitución no es la actividad idónea para la
auto-realización personal, pero que tampoco es peor que el trabajo de una
obrera.
Este razonamiento regulacionista conduce a
pensar que la única diferencia entre ambas actividades es que una es legal y la
otra no (1). Se recurre asimismo al análisis marxista del trabajo asalariado
para afirmar que la prostitución debe ser legalmente reconocida para que las
mujeres que la ejercen puedan mejorar sus condiciones en el ejercicio de esa
actividad.
Trabajo concreto, trabajo abstracto
El hecho de atribuir a Marx una posición
regulacionista se basa en realidad en ciertas confusiones sobre la concepción
marxista del trabajo. Para empezar, las corrientes regulacionistas pasan por
alto no sólo la dimensión históricamente determinada del modo de producción
capitalista, sino también el doble carácter del trabajo en ese modo de
producción capitalista. Cuando Marx analiza el trabajo desde un punto de vista
antropológico, vemos que es imposible separar la actividad productiva humana
tanto de los individuos que la realizan como de los medios de trabajo
(herramientas y materiales) como del producto de esa actividad.
Esta dimensión que define el "trabajo
concreto" se da en todas la sociedades y en todas las épocas. Sin embargo,
Marx nos revela una segunda dimensión del trabajo que es específica del modo de
producción capitalista: el "trabajo abstracto". Esta dimensión reduce
el trabajo a una mera producción de valor de cambio, independientemente de la
actividad, de los medios de producción y de los productos concretos. Dado que
el regulacionismo no tiene en cuenta estas distinciones, interpreta a su manera
la noción de "trabajo abstracto" para considerar la prostitución como
trabajo. El regulacionismo, desde un enfoque impregnado por el modo de
producción capitalista, proyecta sobre ciertas relaciones sociales y humanas el
punto de vista propio del capital.
Así, a través del concepto marxista de
"trabajo abstracto" -aunque sin nombrarlo-, el regulacionismo
promociona la mercantilización de una gran cantidad de actividades productivas
humanas aún no acaparadas por el capital y reivindica una extensión legal del
trabajo abstracto en la que poder incluir la actividad prostitucional,
promoviendo ni más ni menos que el mercado regule y se haga cargo de la
actividad sexual. En esta batalla, superar el reto del derecho y la legalidad
constituye una etapa importante para el capital en su empeño por allanar el
camino a esta forma de explotación.
Actividad sexual venal y trabajo abstracto
A propósito de la definición de trabajo
abstracto, Marx escribió: «Si prescindimos del carácter determinado de la
actividad productiva y, por tanto, del carácter útil del trabajo, vemos que
éste queda reducido a un mero gasto de fuerza de trabajo humana. Aunque se
trata de dos actividades productivas cualitativamente distintas, el trabajo
textil y el de confección son ambos un gasto productivo del cerebro, los
músculos, los nervios, las manos, etc., y en este sentido uno y otro son
trabajo humano» (El Capital, Libro I).
En ese «etc» es donde el regulacionismo
pretende incluir el sexo según la concepción marxista del trabajo abstracto.
Una inclusión cuando menos osada. Si ese gran pensador del trabajo que es Marx
hubiera tenido que integrar el uso mercantilizado de las partes íntimas del
cuerpo, desde luego no lo habría dejado implícito en un «etc.». Abordando ya de
manera específica la cuestión de la prostitución, constatamos que la actividad
prostitucional -de todos los «trabajos humanos» de los que habla Marx- es la
única y exclusiva actividad en la que lo que se vende es precisamente aquello
que no se vende en ningún otro trabajo.
Si las personas que trabajan «alquilan su
cuerpo» al capitalista (con sus músculos, sus nervios, su cerebro, etc.), la
mujer prostituida es la única que autoriza el acceso a las partes íntimas de su
cuerpo, excluidas de la venta de la fuerza de trabajo del conjunto de
trabajadores y trabajadoras de los que habla Marx. La prostitución es por
consiguiente la única actividad en la que el alquiler del cuerpo del individuo
incluye una o varias partes del cuerpo cuyo acceso está formalmente prohibido
en todos los otros trabajos. Vemos, pues, cómo la prostitución se aparta
radicalmente y de manera específica del conjunto de «trabajos humanos» a los
que se refiere Marx en el Libro I de El Capital.
Prostitución y lumpenproletariado
Además, el regulacionismo omite mencionar
que Marx habló explícitamente de la prostitución. Si en los Manuscritos
económicos y filosóficos de 1844 parece que Marx no dice nada sobre la cuestión
de la prostitución, en otros textos posteriores sí que podemos extraer una
posición constante de Marx relativa a esta cuestión. Ya sea en El 18 Brumario
de Luis Bonaparte, en La lucha de clases en Francia o en el Libro I de El
Capital, constatamos que la prostitución está sistemáticamente incluida en lo
que Marx llama lumpenproletariado.
El lumpenproletariado, según Marx, está
constituido por ese proletariado más empobrecido que no posee ya ni la fuerza
de trabajo y por individuos desclasados que abandonaron la lucha de clases y
dejaron de oponer resistencia. Según Marx, es el enemigo histórico del
proletariado, aunque en parte emane de él. El lumpenproletariado se compone
generalmente de «una masa claramente desligada del proletariado industrial, una
cantera de rateros y delincuentes de todas clases que viven de los despojos de
la sociedad, individuos sin profesión fija, vagabundos, gente sin oficio ni
beneficio, que difieren según el grado de cultura de la nación a la que
pertenecen, pero que nunca reniegan de su carácter de lazzaroni (2)» (La lucha de
clases en Francia, K. Marx).
Si las prostitutas forman parte o no de
esta categoría de individuos, lo único que podemos decir aquí es que, por una
parte, la prostitución no pertenece al registro de la definición «positiva» del
trabajo, es decir, no constituye una autorrealización para el ser humano, y por
otra parte, se manifiesta como algo «distinto» al proletariado. Tampoco
pertenece a la definición «negativa» del trabajo tal como se da bajo la égida
del capital (es decir, trabajo pagado por el capital). E incluso aunque Marx
conoce formas de prostitución remuneradas por el capital y se puedan asimilar a
«trabajo productivo» -como ocurre en los burdeles que Marx evoca a título de
ejemplo en Teorías sobre la plusvalía-, no significa que la integre en el dominio
del trabajo. Incluso cuando Marx se refiere al "sedimento más bajo"
(3) y describe las capas más sometidas de trabajadoras y trabajadores en el
Libro I de El Capital, no incluye en ellas la categoría de «prostituta».
A este respecto, conviene leer atentamente
el siguiente extracto de La lucha de clases en Francia: «De la corte al oscuro
café, tenía lugar la misma prostitución, el mismo descarado engaño, la misma
sed de enriquecerse, pero no produciendo, sino haciéndose astutamente con la
riqueza ya existente de otros». Marx invoca aquí una sed de enriquecimiento que
no tiene nada que ver con la producción, sino con el robo, el engaño, etc., una
sed compartida tanto por la alta burguesía como por el lumpenproletariado. Sin
embargo, no se puede decir que la prostituta «robe» al cliente ni que el
cliente «robe» a la prostituta. Entonces, ¿en qué se basa Marx para hacer esta
clasificación?. Se pueden seguir varias pistas para interpretarlo.
Es posible que para Marx la prostitución,
como ocurre también con el crimen, sea el grado máximo al que el capital es
capaz de reducir la vida humana. Si la prostitución, desde el punto de vista
capitalista, puede ser equiparada a la actividad del criminal (del que Marx
dice en Teorías sobre la plusvalía que es un «productor» en el sentido que da
trabajo a personas del sector de la judicatura, de la cerrajería, de la
criminología y del campo de la ciencia, etc.), ambas son actividades en las que
el individuo ha aceptado aquello a lo que el capital quiere reducirlo, desposeyéndolo
no sólo de las condiciones objetivas que le permiten llevar a cabo su
actividad, como ocurre con el proletariado, sino también de todos los elementos
que constituyen la base de su «humanidad».
El individuo del lumpenproletariado es, en
cierto modo, quien «ha cedido» en su humanidad, quien ha abandonado la lucha y
la resistencia en la actividad productiva, «esa tremenda y sin embargo
fortalecedora escuela del trabajo» (La Sagrada Familia). Es esa persona que,
dispuesta a vender todo de sí misma, se encuentra en «la situación del
proletariado arruinado, el último grado en el que cae el proletario y la
proletaria que han dejado de resistir a la presión de la burguesía» (La
ideología alemana).
De ahí que podamos extraer que no existe,
según Marx, ninguna perspectiva de emancipación en la actividad prostitucional
y que más bien constituye una ruptura radical del vínculo que une el «organismo
vivo» a su componente de resistencia y de «humanidad». Marx conoce
perfectamente la violencia de las relaciones de dominación que se ejerce sobre
las mujeres prostituidas. Escribe: «La prostitución es una relación que afecta
no sólo a la prostituta, sino también al prostituyente, cuya ignominia es
todavía mayor» (Manuscritos económicos y filosóficos de 1844). Si Marx sitúa la
actividad prostitucional en el lumpenproletariado y no en el proletariado, no
significa de ningún modo que condene a las prostitutas, sino al contrario, lo
que condena son las actividades insalubres y perjudiciales para las mujeres, al
tiempo que trata de que consigan la emancipación de la situación en la que se
encuentran.
Una emancipación que irá unida a la
abolición mundial de la prostitución, acompañada de medidas sociales y del
pleno reconocimiento de las mujeres en el mundo social del trabajo. Y aunque
los niños y las niñas formaban parte del proletariado en el siglo XIX, algunas
sociedades han sabido resolverlo sin tener que pensar en darles más derechos
laborales.
Eligieron, muy al contrario, apartarlos del
mundo del trabajo. Prohibición del trabajo infantil y de los «trabajos nocivos
para las mujeres» fue lo que Marx defendió en el transcurso de una entrevista
para el periódico Chicago Tribune en diciembre de 1878. Si conseguimos abolir
el trabajo infantil en el pasado sin reducir la cuestión a una mera ampliación
de los «derechos sindicales» para los niños y las niñas, ya es hora de que
nuestra sociedad y nuestras luchas consigan los mismos resultados con respecto
a la prostitución.
Fuente:http://traductorasparaaboliciondelaprostitucion.weebly.com/blog/marx-y-la-cuestion-de-la-prostitucion
(1) N. de la T.: El ejercicio de la
prostitución en España no es delito. Sí es sancionable si se practica en la vía
pública.
(2) N. de la T.: Los lazzaroni eran
individuos sin hogar que vivían de la mendicidad en Nápoles. Llamados así por
el Hospital de San Lázaro que les servía de albergue. Este fue el sobrenombre
que se dio en Italia al lumpenproletariado como sinónimo de desclasados. Los
lazzaroni fueron utilizados en reiteradas ocasiones por los medios monárquico-reaccionarios
en la lucha contra el pueblo.
(3) N. de la T.: Sedimento que se forma en
algunos líquidos.
Rebelión ha publicado este artículo con el
permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su
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