Este interesante artículo, que vale la pena leer con
tranquilidad, expone y deja en claro
algo que nos están haciendo en este momento: la imposición del odio, el miedo y
la mentira. Estas son las nuevas herramientas de dominación en este período.
El sistema de Derechos Humanos obviamente es capitalista,
muy limitado, y de difícil aplicación, no obstante ello es una herramienta, de
las escasas, que se tienen para poner un límite a los gobiernos y poder
reclamar nuestros derechos. Vale un
ejemplo: el Convenio para la represión de la trata de personas y de la
explotación de la prostitución ajena, de Naciones Unidas dado en 1949, el que ya en ese entonces unió prostitución y
trata de personas, entre otras, y se
constituyó en pieza invaluable del abolicionismo. El avance que estamos viendo en el mundo
también viene a borrar estos, aunque imperfectos, logros.
En el movimiento abolicionista estamos viendo el accionar de
estas herramientas, está queriendo ser silenciado por la imposición del odio el
miedo y la mentira. Hoy no son manejadas desde los gobiernos sino desde oscuros
centros cuyas terminales de acción son algunas organizaciones o
“sindicatos” y personas fácilmente
identificables escudadas detrás de una supuesta diferencia de “ideas” o “interpretación
de derechos”.
“El odio implica el rechazo a discutir
con los enemigos. A los enemigos se los elimina.”
“El objetivo de la fábrica del miedo es erradicar la
esperanza”
“ en la fábrica de la mentira se producen los hechos y
las ideas alternativas a todo lo que pasó por verdad o búsqueda de verdad,”
“La sofisticación tecnológica está orientada a colapsar la distancia con la proximidad (tuits y soundbites), la institucionalidad con lo subliminal (mediante la producción en masa de máxima personalización), la verdad con la mentira o la media verdad (hipersimplificaciones, banalización del horror, transmisión selectiva de conflictos sociales).”
Las incesantes fábricas del odio, del miedo y la mentira
Feb 19 2019
Por Boaventura de Sousa Santos*
Cuando el respetado Alto
Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos, Zeid Ra’ad Al
Hussein, renunció al cargo en 2018, la opinión pública mundial fue manipulada
para no prestar atención al hecho y mucho menos evaluar su verdadero
significado. Su nombramiento para el cargo en 2014 fue un hito en las
relaciones internacionales. Era el primer asiático, árabe y musulmán que
ocupaba el cargo y lo desempeñó de manera brillante hasta el momento en que
decidió dar un portazo por no querer ceder a las presiones que desfiguraban su
cargo, desviándolo de su misión de defender a las víctimas de violaciones de
derechos humanos para volverlo cómplice de tales violaciones perpetradas por
Estados con peso en el sistema mundial.
En su discurso y entrevistas de
despedida se mostraba indignado con el modo en que los derechos humanos se
venían transformando en parias de las relaciones internacionales,
obstaculizados por las estrategias autoritarias y unilaterales de dominio
geoestratégico. Reconocía que el ejercicio de su cargo le obligaba a oponerse a
la mayoría de los países que habían aprobado su nombramiento bajo pena de
traicionar su misión. También llamaba la atención sobre el hecho de que el
perfil de la ONU reflejaba fielmente el tipo dominante de relaciones internacionales
y que, por ello, tanto podía ser una organización brillante como una
organización patética, dando a entender que este último perfil era el que
empezaba a regir. Era un grito de alerta sobre los peligros que el mundo corría
con el avance de populismos nacionalistas de derecha y de extrema derecha que
hace mucho venía señalando. Al denunciar la creciente vulnerabilidad de una
buena parte de la población mundial sujeta a graves violaciones de derechos
humanos, él mismo se volvió vulnerable y tuvo que abandonar el cargo. El grito
de alerta cayó en el silencio de la diplomacia, de los alineamientos y de las
conveniencias típicas del internacionalismo patético que había denunciado.
Todo esto ocurrió en el año en
que se celebraban los setenta años de la Declaración Universal de los Derechos
Humanos y en el que muchos, incluido yo mismo, defendían la necesidad de una
nueva declaración, más sólida y más verdaderamente universal. Esta necesidad se
mantiene, pero en este momento lo más importante es identificar las fuerzas y
los procesos que están bloqueando la declaración actual y la convierten en un
documento tan desechable como las poblaciones vulnerables sometidas a las
violaciones de los derechos humanos que la declaración pretendía defender. Cabe
recordar que esta declaración pretendía mostrar la superioridad moral del
capitalismo frente al comunismo. El capitalismo prometía, al igual que el
comunismo, el creciente bienestar de poblaciones cada vez mayores, pero lo
hacía con respeto a los principios de la Revolución francesa: igualdad,
libertad y fraternidad. Era el único sistema compatible con la democracia y los
derechos humanos.
Sin embargo, la ola conservadora
y reaccionaria que asola al mundo es totalmente opuesta a la filosofía que
presidió la elaboración de la Declaración Universal y constituye una seria
amenaza para la democracia. Se basa en la exigencia de una doble disciplina
autoritaria y radical que no se puede imponer por procesos democráticos dignos
del nombre. Se trata de la disciplina económica y de la disciplina ideológica.
La disciplina económica consiste en la imposición de un capitalismo
autorregulado, movido exclusivamente por su lógica de incesante acumulación y
concentración de la riqueza, libre de restricciones políticas o éticas; en
síntesis, el capitalismo que suele designarse como capitalismo salvaje. La
disciplina ideológica consiste en la inculcación de una percepción o mentalidad
colectiva dominada por la existencia de peligros inminentes e imprevisibles que
alcanzan a todos por igual y particularmente a los colectivos más cercanos, ya
sean la familia, la comunidad o la nación. Tales peligros crean un miedo
inquebrantable del extraño y del futuro, una inseguridad total ante un
desconocido avasallador. En tales condiciones, no resta más seguridad que la de
regresar al pasado glorioso, el refugio en la abundancia de lo que
supuestamente fuimos y tuvimos.
Ambas disciplinas son tan
autoritarias que configuran dos guerras no declaradas contra la gran mayoría de
la población mundial, las clases populares miserabilizadas y las clases medias
empobrecidas. Esta doble guerra exige un vastísimo complejo ideológico-mental
propagado por todo el mundo, incluyendo nuestros barrios, nuestras casas y
nuestra intimidad. Son tres las fábricas principales de este complejo: la
fábrica del odio, la fábrica del miedo y la fábrica de la mentira.
En la fábrica del odio se produce
la necesidad de crear enemigos y de producir las armas que los eliminen
eficazmente. Los enemigos no son aquellos poderes que el pensamiento crítico
izquierdista satanizó: el capitalismo, el colonialismo y el heteropatriarcado.
Los verdaderos enemigos son aquellos que hasta ahora se disfrazaron de amigos,
todos aquellos que inventaron la idea de opresión y movilizaron a los ingenuos
(por desgracia, una buena parte de la población mundial) para la lucha contra
esa opresión. Se disfrazaron de demócratas, de defensores de los derechos
humanos, del Estado de derecho, de acceso al derecho, de diversidad cultural,
de igualdad racial y sexual. Por eso son tan peligrosos. El odio implica el
rechazo a discutir con los enemigos. A los enemigos se los elimina.
En la fábrica del miedo se
produce la inseguridad y los artefactos ideológico-mentales que producen
seguridad, la cual, para ser infalible, necesita de vigilancia permanente y de
constante renovación de las tecnologías de la seguridad. El objetivo de la
fábrica del miedo es erradicar la esperanza. Busca convertir el actual estado
de cosas en el único posible y legítimo, contra el cual solo por locura o
utopía disparatada se puede luchar. No se trata de validar todo lo que existe.
Se trata de limpiar, de lo que existe, todo lo que impidió la perpetuación del
pasado glorioso.
Por su parte, en la fábrica de la
mentira se producen los hechos y las ideas alternativas a todo lo que pasó por
verdad o búsqueda de verdad, como las ideas de igualdad, de libertad negativa
(libertad de coerciones) y positiva (libertad para realizar objetivos propios,
no impuestos ni teledirigidos), de Estado social de derecho, de violencia como
negación de la democracia, de diálogo y reconocimiento del otro como
alternativa a la guerra, de los bienes comunes como el agua, la educación, la
salud, el medio ambiente saludable. Esta fábrica es la más estratégica de todas,
porque es aquella en la cual los artefactos ideológico-mentales tienen que
empaquetarse y disfrazarse de no ideológicos. Su mayor eficacia reside en no
decir la verdad respecto a sí misma.
La proliferación de estas tres
fábricas es el motor de la ola reaccionaria que vivimos. La proliferación tiene
que ser la mayor posible para que nosotros mismos nos volvamos emprendedores
del odio, del miedo y de la mentira; para que deje de haber diferencia entre
producción, distribución y consumo en la propagación de esta vasta disciplina
ideológica. Los medios de comunicación hegemónicos, la “comentariología”, las
redes sociales y sus algoritmos, y las iglesias seguidoras de la teología de la
prosperidad, son poderosas líneas de montaje. Pero esto no significa que las
piezas que circulan en las líneas de montaje se produzcan de manera anárquica
en todo el mundo. Hay centros de innovación y renovación tecnológica para la
producción masiva de artefactos ideológico-mentales cada vez más sofisticados.
Esos centros son los silicon valleys del odio, del miedo y la mentira. Las
tecnologías se desarrollaron originalmente para servir a dos grandes clientes:
los militares y sus guerras, y el consumo de masas; pero hoy los clientes son
mucho más diversificados e incluyen la manipulación sicológica, la opinión
pública, el marketing político, el disciplinamiento moral y religioso. La
sofisticación tecnológica está orientada a colapsar la distancia con la
proximidad (tuits y soundbites), la institucionalidad con lo subliminal
(mediante la producción en masa de máxima personalización), la verdad con la
mentira o la media verdad (hipersimplificaciones, banalización del horror,
transmisión selectiva de conflictos sociales).
En un momento en que se dice que
estamos en vísperas de una nueva revolución tecnológica dominada por la
inteligencia artificial, la automatización y la robótica, queda la idea de que
las incesantes fábricas del odio, del miedo y la mentira están queriendo
orientar la revolución tecnológica en el sentido de la mayor concentración
posible del poder económico, social, político y cultural y, por tanto, en el
sentido de crear una sociedad de tal manera injusta que la justicia se
transforme en una monstruosidad repugnante. Es como si antes de la llegada
masiva de la inteligencia artificial, la inteligencia natural se fuese
artificializando y automatizando para coincidir y confundirse con ella.
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*Académico portugués. Doctor en
sociología, catedrático de la Facultad de Economía y Director del Centro de
Estudios Sociales de la Universidad de Coímbra (Portugal). Profesor distinguido
de la Universidad de Wisconsin-Madison (EE.UU) y de diversos establecimientos
académicos del mundo. Es uno de los científicos sociales e investigadores más
importantes del mundo en el área de la sociología jurídica y es uno de los
principales dinamizadores del Foro Social Mundial. Artículo enviado a Other
News por el autor. Traducción de Antoni Aguiló y José Luis Exeni Rodríguez
http://www.other-news.info/noticias/2019/02/las-incesantes-fabricas-del-odio-del-miedo-y-la-mentira/