Salud, trabajo y prostitución.
Ponencia presentada en el Foro Internacional de Mujeres
Contra la Corrupción
“Los derechos de las mujeres y la corrupción” Del 31-10 al
2-11-2002
Centro Cultural San Martín - Bs. As. – Argentina
Tema: Derechos sexuales de las mujeres
Leonor Nuñez |
Autora: Leonor E. G. Núñez- Psicóloga-U.B.A.
Introducción:
“Lo concreto es la síntesis de múltiples determinaciones”.
C. Marx.
“La psicología y los psicoanalistas que se desentienden de
la
realidad histórica...trabajan sobre abstracciones”.
León Rozitchner.
Desde el campo de la salud y el trabajo investigo la
problemática social de la prostitución con metodologías cualitativas. Trabajo
con datos obtenidos a partir de observaciones y testimonios de: niñas y niños
involucrados en la actividad; mujeres y hombres en situación de prostitución
y/o con funciones de encargados de grupos y/o locales, familiares, amig@s,
conmpañer@s de estudio, sus parejas (hetero u homosexuales en situación de
prostitución, incluídos matrimonios con hijos). También considero en primer
lugar: la información aportada por integrantes de equipos de salud y educación
(pediatras, psicólog@s -en particular investigadores-, trabajadores sociales,
psiquiatras, especialistas en infecciones de transmisión sexual -dermatólogos, infectólogos
e inmunólogos- personal de enfermería y docentes). En segundo lugar:
activistas, operadores sociales, religios@s, legisladores, jueces y otros
funcionarios públicos, telefonistas y recepcionistas de hoteles de alta
calificación y eventualmente informantes clave. He utilizado las siguientes
metodologías de abordaje: entrevistas individuales de asesoramiento o de
psicoterapia, grupos focalizados y/o de reflexión, talleres de capacitación
para la prevención y atención de consultas telefónicas. Con la amplia
diversidad de fuentes intento corresponder, a la alta complejidad de la
problemática social de la prostitución y al directamente proporcional nivel de
prejuicios y perjuicios que afectan a las personas involucradas.
Muchos años he dejado decantar los datos reunidos (notas de
campo propias, recortes periodísticos, ensayos, investigaciones de otr@s
autores y obras literarias). Sin embargo, aun persisten con gran nitidez el
recuerdo de dos escenas que, más tarde, me estimularon a sistematizar las observaciones
, los registros y la elaboración de hipótesis de trabajo sobre una amplia
constelación de aspectos que condicionan y/o determinan las distintas
modalidades de la prostitución.
En aquel entonces no existían, como en el presente: tan
particulares condiciones geoeconómico-políticas. Como la denominada
“globalización de la hegemonía de mercado”, determinante por ejemplo, de la
facilitación (por ciertos desarrollos tecnológicos y por la inclusión
estructural de la prostitución en las industrias del espectáculo y el turismo)
de la promoción, el reclutamiento y la trata de personas para la prostitución.
Tampoco existía, el consenso social de su naturalización, como si fuera un
trabajo y un sector comercial más (excelentes dispositivos encubridores y justificadores
de los efectos dañinos de la prostitución).
Menos aun, su actual e inusitado incremento, su
omnipresencia mediática; y el cada día más frecuente y atroz involucramiento de
la niñez (1).
Las situaciones a las que haré referencia (2), ocurrieron en
los comienzos de la década del 60’. En relación a la época quiero recordar en
primer lugar, que si bien en los equipos de salud podían existir sólidos
basamentos éticos, los desarrollos del marco ideológico-teórico-técnico de los
derechos humanos específicos, sólo eran incipientes.
En segundo lugar, personalmente no tenía en aquel entonces,
un particular interés en abordar la problemática de la prostitución.
Moulin Rouge. Tania Hernandez |
Sin embargo, para mi sorpresa, ésta problemática social
irrumpió con toda su complejidad mientras trabajaba en educación para la salud,
tanto en programas de materno-infancia como de lucha antirrábica[LN1] .
Primera escena: Corría el año 1961. Un pediatra, una
enfermera, una estudiante de sociología y otra de medicina (opté por psicología
varios años después) inaugurábamos en San Martín, Pvcia. de Buenos Aires el
Centro de Salud Infantil N° 5 en el Htal. Diego Thompson. Eran muy frecuentes
los casos de niñ@s afectad@s por desnutrición, distrofia y tuberculosis.
Nuestro objetivo era la detección y el monitoreo del cuidado de la salud de 100
niñ@s desde el nacimiento hasta el año de edad. Se proveía gratuitamente
vacunas, medicamentos y, de ser necesaria, la leche adecuada a cada lactante.
Una tarde recorría una villa –sin red cloacal y con agua de pozo- de
emergencia, como se denominaban entonces, en medio del barro poceado. Visitaba
una de las casillas de cartón, chapas, madera y tela. El mobiliario consistía
en una cama de una plaza, mesita, ropero de un cuerpo y dos sillas. Me recibe
una niña de unos 8 años: “Mamá no está”, dice. “Trabaja?”, le pregunto. “Sí,
recibe hombres, pero hoy no”.
Segunda escena: Año 1964. Escuela primaria de Isla Maciel,
Avellaneda:
alumn@s y docentes participan en una actividad para la
prevención de la rabia humana y animal. Pregunto si alguien ha sido mordid@
alguna vez por un perro. Un niño afirma que conocen a una compañera que fue
mordida por un perro pero, ya no asiste a clase “porque ahora anda con la
pollerita corta”. A su risa, que tuvo el eco de sus compañeras y compañeros,
siguieron algunos detalles más.
Una década después, pude comprobar una de las formas de
corrupción más organizada y afianzada en nuestro medio: la confianza vecinal
generada por nuestro trabajo comunitario de prevención de la rabia, derivó por
entonces, en un inesperado e insólito descubrimiento. Vecinos de Isla Maciel
nos demandaron ayuda para enfrentar la proliferación de prostíbulos, los que
contaban con manifiesta protección policial.
No obstante, pese a nuestras gestiones solidarias para con los
vecinos, lo único que logramos fue entender que; justamente la cadena de
interesados apoyos policiales a dichos prostíbulos llegaban, por lo menos,
hasta las más altas autoridades del gobierno de la Provincia de Buenos Aires de
entonces.
En ésta primera impronta es notable cómo ya podía leerse el
anudamiento de aspectos sólo aparentemente inconexos: además de la salud, el
trabajo y la prostitución, los estereotipos de los géneros mujer y varón, la
vulnerabilidad de las niñas y la corrupción de algunos funcionarios públicos,
entre otros.
A la distancia creo que aquella niña y aquel niño, sin
saberlo, me estimularon a asumir un compromiso solidario para con las personas
directamente o indirectamente prostituídas, y a construir un modelo de
investigación-acción que articulara la asistencia, la prevención y la acción
comunitaria.
Pero fue recién en 1989, cuando tuve la oportunidad de
comenzar a plantear la problemática social de la prostitución como parte de una
curricula de capacitación. Así, la incluí en los contenidos de los
Seminarios-Taller de capacitación sobre VIH/SIDA para equipos de salud y
educación que diseñé, coordiné y dicté en colaboración con otr@s profesionales
desde la Facultad de Psicología de la UBA y el Primer Programa Nacional sobre
VIH/SIDA del Ministerio de Salud de la Nación (3).
Quiero señalar que si bien, el evitar ceñirme a posibles
imposiciones de agencias financiadoras generó por un lado el gran obstáculo de
la escasez de recursos materiales, creo que por otro me posibilitó sostener la
imprescindible autonomía de criterio que, a mi juicio, ésta temática requiere.
En ésta presentación intentaré desplegar y discutir diversas
argumentaciones contemporáneas que coadyuvan, por ingenuidad o interés, a
naturalizar a la salud como mercancía, al trabajo como un privilegio de pocos o
término legitimador de actividades perjudiciales para las personas y para la
sociedad, y a la prostitución como si fuera una actividad socialmente valiosa,
individualmente saludable, políticamente correcta y económicamente
imprescindible.
Postularé que:
1) la persistencia en éste statu quo necesariamente conlleva
a la desmentida de los derechos sexuales de todas las mujeres.
2) se deben defender la salud y el trabajo en sentido
estricto y prevenir la prostitución y la trata de personas, tanto como su
promoción y el reclutamiento.
Tergiversación de
argumentos y de fines
En los últimos años en relación a la salud, al trabajo y a
la prostitución se vienen desplegando argumentos que muestran cada vez un mayor
refinamiento encubridor de tergiversaciones de sentidos y de hechos. No
obstante, es posible demostrar que tales deformaciones de situaciones y tramas
argumentales, transitan permanentemente por la ingenuidad, la demagogia o la
coacción utilitaria.
Si bien los peligros de llevarse por delante a las palabras
vienen siendo señalados desde tiempos remotos, en relación a la problemática
social de la prostitución en ciertos ámbitos, aun académicos se observa con
frecuencia una tendencia a la trivialización y tergiversación. Creo reconocer
en ésta actitud, a una de las consecuencias del miedo pánico a asumir
posiciones que podrían ser consideradas políticamente incorrectas, desde
sectores supuestamente progresistas o desde lo instituído por las agencias de
financiación.
Es curioso, pero ésto ocurre justamente cuando la suerte del
que podría ser denominado “experimento macro” (y marco de la posición que creo
necesario revisar), el llamado “pensamiento único”, está echada. “Pensamiento
único” que fuera caracterizado por I. Ramonet en Le Monde diplomatique de enero
de 1995 como: “El único autorizado por una invisible y omnipresente policía de
opinión”’iió. Si bien, en el momento de su auge toda crítica al modelo
económico de hegemonía de mercado, era descalificada hasta con crueldad, por
éstos días, ya comienza a anunciarse su final.
Intento estimular el debate. Pero un debate que revalorice
la reflexión crítica al punto de lograr deconstruir antiguos prejuicios y
nuevas naturalizaciones.
Con ésta ola de dar por aceptado lo que es, primero se
tiende a “ceder en las palabras”; y después, como decía S. Freud, “ya se
sabe”...
Durante el régimen nazi se llegó al paroxismo de la
estrategia que en la década del 70´ P. Bourdieu y J. Passeron (4) designaron
como “violencia simbólica”: la capacidad de imponer, los significados como algo
legítimo. Es decir, poder hacer que la validez de significados mediante signos
fuera tan efectiva para que otra gente se identifique con ellos. Como recuerda
H. Arendt (5): Esta actitud “objetiva” -hablando sobre campos de concentración
en términos de “administración” y sobre campos de exterminio en términos de
“economía”- era típica de la mentalidad de las SS. Pero el premio a la
“objetividad”, siguiendo a H. Arendt, lo merecería el abogado Servatius, defensor
de A. Eichmann, quien llega a afirmar que “matar también era un asunto médico”.
Las prostitutas. Jorge Rando |
Este fenómeno de trastocar el sentido de las palabras -y más
allá del inevitable malentendido que siempre supone el lenguaje- es tan actual
que el domingo pasado (27-10-02) Santiago Kovadloff (6), reiteraba la
afirmación que hiciera Karl Krauss: “La decadencia de los pueblos suele
iniciarse con el envilecimiento de las palabras, con el abandono del interés
por lo que implican como signos de aptitud para la convivencia, la recíproca
credibilidad y la preservación de los matices que hacen posible el
pensamiento”.
La globalización del
sometimiento
Algunas organizaciones internacionales obligan a ciertos
países, incluído el nuestro a girar sin solución de continuidad en un círculo
vicioso. Por una parte exigen que los gobiernos reduzcan el tendenciosamente
denominado “gasto social”, cuando muy por el contrario se trata de una
inversión social. Así, los gobiernos adictos terminan desresponsabilizándose de
su obligación de implementar políticas públicas que faciliten a toda la
población la satisfacción, por lo menos, de sus necesidades básicas. Por otra
parte, imponen tanto la venta de recursos materiales de patrimonio público,
como la eliminación del apoyo a la educación pública, al desarrollo científico
y técnico, y a la producción nacional. Este cuadro es completado por la
exigencia de medidas de privilegio para con el sector empresarial y financiero
(también adicto) y la conculcación de los derechos de l@s trabajadores.
Por éstos días recordemos algunos de los efectos, que son
sufridos en nuestro país, por tan alevoso sometimiento: empobrecimiento y
desocupación estructural, condiciones laborales precarias y en algunos casos
esclavizantes, precarización y reducción del sistema de seguridad social con la
consecuente exclusión social.
Podría bastar ésta somera descripción, pero como se sabe,
siempre es necesario explicitar lo obvio. Con tal situación ha vuelto a poder
comprobarse un hecho reiterado hasta el hartazgo en la historia de la
humanidad. El empobrecimiento estructural es el determinante primordial de: la
caída de la calidad y la esperanza de vida, del aumento de la morbimortalidad
infantil, de la aparición y expansión de enfermedades, del padecimiento de
condiciones y espacios históricos (7) de trabajo perjudiciales y tambien del
incremento y diversificación de la problemática social de la prostitución.
El círculo vicioso al que me refería se cierra con dos
elementos fundamentales. En primer lugar, las mismas organizaciones que imponen
políticas empobrecedoras al mismo tiempo ofrecen préstamos para paliar los
efectos de esas políticas. En 2do. lugar tambien imponen sus globalizadas
concepciones generalmente dictadas por la OMC- Organización Mundial de
Comercio-. En el caso de la consideración de la prostitución como un trabajo,
el emblema “trabajo sexual” comenzó a incluirse en documentos de varias
organizaciones internacionales, por ej. OMS-Organización Mundial de la Salud-
sin mediar ninguna fundamentación. En su publicación The Sex Sector (8) la OIT
sostiene, que los contenidos no son la posición oficial de esa organización.
Sin embargo, allí se afirma que la existencia del llamado “comercio sexual” es
un hecho justificado por el dinero que produce.
Salud
Estas circunstancias también tuvieron particulares
consecuencias en el campo de la salud. En las últimas décadas, se produjo una
inversión copernicana en los objetivos de muchos de los actores de la salud en
general y en un todo de acuerdo con el rediseño impuesto por la globalizada
economía hegemónica de mercado. Así los desarrollos obtenidos en el campo de
los derechos humanos entre los 70’ y los 80’, se habrían reducido en gran
medida a excelentes compendios argumentales, si no fuera por la novedosa
capacidad de movilización comunitaria.
Se avanzó con expresiones tales como las de Alma Ata -con la
más que incumplida promesa de “Salud para todos en el 2000”- en 1978 (9), el
reconocimiento de “Los derechos de los pacientes” por la Declaración de Lisboa
de la Asociación Médica Mundial en 1981. Reconocimiento aun muy limitado, pero
por aquel entonces, igualmente representaba un cambio favorable hacia las
personas enfermas y la Carta de Otawa en 1986 (10) entre otros instrumentos. No
obstante, en la misma época, los extraordinarios avances biotecnológicos
tuvieron alcances paradojales. En cuanto a técnicas diagnósticas y tratamientos
de ciertas patologías graves se desarrollaron recursos de alta complejidad y
efectividad. Lo negativo resultó la cada vez más restrictiva accesibilidad. El
ejemplo más reciente son las limitaciones a la asistencia y tratamientos de
enfermedades impuestas por el Decreto N° 486/02 de Emergencia Sanitaria
Nacional.
Al mismo tiempo el compromiso de algunos profesionales
integrantes del equipo de salud sufrió, en gran medida, un desplazamiento.
Dejaron de interesarse en el desarrollo de sus capacidades para la optimización
de la atención personalizada de los enfermos (a quienes se los rebautizó
“usuarios”, rol más cercano al de consumidores) para ocuparse de: la operatoria
burocrática de la planificación y el llamado, gerenciamiento de la salud, de
las nuevas tecnologías y de las instituciones que responden a éste nuevo
perfil. Existen estudios que, por ejemplo demuestran en la práctica médica, la
pérdida de idoneidad clínica en el diagnóstico y tratamiento de las ITS
(infecciones de transmisión sexual) más comunes y antiguas, a partir de la
disponibilidad de antibióticos de amplio espectro.
También se producía la conversión de los servicios para la
atención de las enfermedades en negocios redituables, la drástica disminución
de los ingresos de los profesionales en relación de dependencia y un gran
deterioro de sus condiciones de trabajo.
De ésta forma al día de hoy suponer que basta la enunciación
del derecho a la salud para garantizarla, resulta en la mayoría de los casos
una mera ilusión.
En éste contexto, los profesionales-funcionarios que se
autodenominan comercializadores o gerenciadores de la salud, conforme actúen en
ámbitos privados o públicos no dudan en imponer (con brillantes argumentos, eso
sí): por una parte políticas institucionales o públicas con meros fines
personales y/o corporativos (e importantes réditos financieros y/o políticos).
Por ejemplo, en cuanto a los insumos colocan por sobre todo argumento en
relación a la calidad, la norma del menor costo. La población empobrecida es
así sometida a utilizar insumos de baja calidad o nada.
Meritaría un amplio debate la intervención de los
profesionales del equipo de salud en los procesos encubridores de ciertas
políticas públicas. Si éstas, por omisión y/o defecto, resultaran perjudiciales
para la población, implicarían un acto de corrupción?. Particularmente cuando
actúan como disciplinados operadores de instituciones internacionales y los
despliegues discursivos, aunque falaces, son muy bien logrados demostrando
descollantes recursos intelectuales.
Por parte de ést@s personajes sin duda, alcanza cierto
pintoresquismo el intento de descalificación hacia quienes permanecemos
exclusivamente, en la que denominan “trinchera” de la atención directa de las
personas afectadas por enfermedades o problemáticas sociales perjudiciales.
Marsella, marinero y chica. Otto Dix |
A mi juicio la crisis de credibilidad y confianza que afecta
a las comunidades en relación a los equipos de salud está estrechamente
relacionada con la situación descripta. Un efecto de ésta crisis es la
reivindicación de la experiencia traumática vivida como suficiente crédito para
la intervención en acciones de asistencia y/o prevención de diferentes
problemáticas sanitarias y/o sociales, por ejemplo: cáncer, VIH/SIDA,
prostitución , uso de sustancias psicoactivas, etc. con expresa prescindencia
de profesionales del equipo de salud. Un ejemplo palmario es el uso del mote
utilizado desde el comienzo de la epidemia de VIH/SIDA por algunos activistas
de organizaciones de derechos de los enfermos para referirise al equipo de
salud: “mercenarios” (11). Creo que debería resultar un desafío histórico para
quienes integramos equipos de salud y educación revertir tal situación.
Trabajo
En palabras de N. Chomsky, en el presente contexto
macroeconómico “aumenta la circulación de capitales al tiempo que disminuye la
de los derechos humanos”.
Después de la vida el acceso a la salud, el trabajo y la
educación son los derechos, más vulnerados. Por añadidura, cuando tratamos
sobre los derechos de personas concretas los derechos a la salud y al trabajo
son prácticamente inseparables. No obstante, hoy por hoy el anudamiento reviste
cierto patetismo.
Ya, ni siquiera puede afirmarse, como lo hiciera Franco
Basaglia en la Italia de posguerra, que la salud esté asegurada por el solo
hecho de tener trabajo. A las etapas del taylorismo, que descomponía el trabajo
en pequeñas unidades standarizando los gestos más elementales y el fordismo que
añadía la línea de montaje le sucedió el trabajo autónomo combinado con el
ohnismo – o justo a tiempo-, por el avance de las nuevas tecnologías. Pero éste
también fue un avance paradójico, porque al hacerse posible la globalización de
los mercados de mercaderías, de servicios y de recursos financieros; y al
crearse (para la estructura del sistema financiero mundial) una intrincada red
de circulación de capitales, también se facilitó la legalización de dinero
obtenido por actividades perjudiciales para la sociedad y se trivializó la
importancia del trabajo humano.
En nuestro país como denunciara Sylvia Berman en el 95’
(12), la falacia de “presentar a la reforma de las leyes laborales como
solución para el desempleo y el camino para la inserción competitiva del país
en la economía mundial”, tuvo consenso político. Muy por el contrario, se
trataba de aumentar la explotación de la mano de obra y de perfeccionar la
tecnología de dominación sobre el trabajo. La política macroeconómica sería así
la primera causa de desempleo y de la necesidad de recurrir a la denominada
“flexibilización laboral” (recurso eufemístico).
Al respecto Lorenzo Cillario (13) plantea que “las tesis y
argumentos de la automatización flexible son válidos sólo desde el punto de
vista de los aspectos técnicos y organizativos de la producción, pero falsean
lo que ocurre con el elemento humano”...”la dinámica del trabajo humano
desaparece como si no tuviese ninguna importancia”.
Todo lo dicho con el corolario de menor ingreso y mayor
pobreza.
Desde luego, existen diferentes niveles de análisis. Desde
el siglo XVII por la obra de Ramazzini se viene reconociendo al trabajo en
general, como factor patógeno en sí mismo. En nuestro país, desde la
fundamental investigación de Juan Bialet Massé (14) en adelante, existen
innumerables estudios sobre las enfermedades relacionadas con los diferentes
puestos de trabajo, es decir, aun cuando sus condiciones no sean precarizadas.
La conceptualización del trabajo humano registra, en el
devenir histórico, un particular dinamismo. En la actualidad encuentro una
adecuada amplitud de criterio en la planteada desde la Cátedra (Ricardo Malfé)
de Psicología del Trabajo de la UBA (15): “Toda actividad productora de valor o
valores no sólo políticos, económicos, sociales, culturales o libidinales,
valorados socialmente”.
En éste sentido, es posible constatar en algunos sectores la
aceptación de la prostitución como si fuera una actividad productora de valores
libidinales. Sin embargo, tal posición encuentra un límite a la hora de tener
que demostrar que, la prostitución pudiera ser reconocida, asimismo, como un
valor social concreto. Dos ejemplos son ilustrativos del pintoresquismo que
puede desplegarse en el intento de tal demostración: las denominadas
“prostitución sagrada” ( en la antigüedad) o la “prostitución patriótica” (Cuba
actual).
Cuando se postula al trabajo como un organizador
fundamental, tanto a nivel subjetivo como de la misma sociedad,
consecuentemente se presenta la necesidad de establecer un punto de inflexión
entre las actividades con un valor social comprobable e históricamente
reconocido; y las actividades evidentemente dañinas. De éstas últimas a nivel
individual y/o colectivo, son ejemplos paradigmáticos la prostitución, la trata
de personas, la tortura o el tráfico de armas y drogas. Unas y otras se
diferencian sin atenuantes no sólo por involucrar a la integridad física sino,
por sus consecuencias políticas en cuanto al ejercicio de la ciudadanía y la
inclusión social. Como destaca C. Desjours en “Trabajo y Desgaste Mental”
(Humanitas-OPS, 1990) “lo esencial del trabajo es subjetivo”... “la producción
como función social, económica y política entra en juego en el contenido
significativo del trabajo con respecto al objeto”. En todas las historias
laborales que he reunido en éstos años siempre pude comprobar que, tal como
afirma Desjours, “nunca hay una neutralidad de los trabajadores con respecto a
lo que producen”.
Por otra parte, considero que la utilización del emblema
“trabajo sexual” para referirse a la situación de prostitución constituye un
eufemismo (figura retórica) y merita algunas observaciones. En primer lugar,
las ilusiones de progresismo de quienes utilizan tal emblema caen cuando
recordamos que la “primera ola” de tal concepción (la prostitución como si
fuera un trabajo) ya fue planteada por las y los moralistas medievales
católicos, cuando la iglesia católica regulaba y recaudaba, por lo menos en
España, la por entonces denominada mancebía (16).
En segundo lugar, al evitar nombrar a la prostitución se
termina logrando invisibilizar sus efectos dañinos generándose, al mismo
tiempo, las condiciones necesarias para su promoción y expansión.
En tercer lugar, acepto que para quienes ya se encuentran en
situación de prostitución (o sus familiares) el eufemismo (17) de
autodenominarse “trabajadores sexuales” en algún momento hasta puede constituir
una válida estrategia defensiva: hay que tener presente que en situación de
prostitución la vulnerabilidad de la integridad física y psíquica es la norma.
En cambio, cuando dicho eufemismo es utilizado por
activistas, rufianes, funcionarios, legisladores, periodistas u otros actores
sociales, cabe preguntarse si (por desconocimiento o interés) no termina
resultando una estrategia, obviamente encubierta, de legitimación, de promoción
y/o reclutamiento para la prostitución, y por extensión también para la trata
de personas.
Sería por lo menos una ingenuidad olvidar que, ésta “nueva
ola” de reivindicar a la prostitución como si fuera un trabajo más ocurre
justamente en momentos en que, la desocupación es considerada estructural y los
puestos de trabajo sufren una degradación inédita.
En éste desalentador contexto resulta auspicioso el
significativo planteo del Director de la OIT en la 3ª. Conferencia Ministerial
de la OMC 30-11 al 3-12-1999: “Un trabajo decente para todos en una economía
globalizada”. Las características que debería reunir el denominado “trabajo
decente”, actualmente tan promocionado, sería el trabajo que se realizara en
condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana. Para fomentar el
trabajo decente la OIT considera cuatro objetivos 1) lograr el respeto
universal de los principios y derechos fundamentales en el trabajo, 2) crear
más oportunidades de empleo y de ingresos para mujeres y hombres, 3) ampliar la
protección social y 4) promocionar el diálogo social. Aunque es obvio, resulta
necesario señalar que tales principios resultan totalmente contrapuestos a las
situaciones de prostitución. Entonces se puede considerar, por lo menos como una
política institucional ambigüa, el hecho que la misma OIT publicara un año
antes The Sex Sector.
autor Otto Dix |
Prostitución
Cómo, donde y cuándo comenzo LA “NUEVA OLA” DE la
denominación de “trabajo sexual”.
K. Kempadoo (18) comentando la teorización de Thanh-Dam Truong
de fines de los 80’ sobre el concepto de trabajo sexual, llega a afirmar: “El
trabajo de Truong nos permite conceptualizar el intercambio de sexo por dinero
como una actividad que involucra la venta de poder y energía de trabajo sexual,
no el cuerpo de una persona, lo que permite comparar la prostitución con una
forma de trabajo asalariado”.
Y por si cabría alguna duda, agrega más adelante:
“ (El “trabajo sexual”) Puede ser la base de movilización en
luchas por condiciones de trabajo, derechos y beneficios y por formas de
resistencia más amplias contra la opresión de las/los trabajadoras/es en
general y de las mujeres en particular”.
Así como así, queda convertido entonces, en paradigma del
trabajo humano. Claro que, ya se sabe, los únicos animales argumentadores somos
los humanos y podemos armar argumentos para todo.
Pero en realidad, como dije antes, la consideración de la
prostitución como si fuera un trabajo más viene de antiguo (reitero la
referencia a predicadores y moralistas católicos medievales reglamentadores de
la vida de las mujeres de entonces). Es sintomático que en los últimos años
haya resurgido de la mano de la globalizada economía de
mercado. Es que como afirmaba León Rozitchner, en nota de Pag.12 el 1°de junio
de 2001 “en la sociabilidad del capitalismo de mercado las relaciones son de
compra venta”. La diferencia entre la antigua y la nueva ola estriba en que ya
no se trata sólo de instaurar un etiquetamiento estigmatizante para el control
de las mujeres, estén o no en situación de prostitución. El emblema de “trabajo
sexual” opera como coartada frente a la desocupación estructural. Está claro
que han conseguido articularse armoniosamente, aspectos de muy diversa índole.
Desde supuestas necesidades privativas del sexo masculino hasta la desesperación
de muchas mujeres por satisfacer sus necesidades básicas y las de su familia.
Por ésto propongo un cuestionamiento crítico, porque , a mi juicio, se trata de
las políticas y de las éticas en juego.
Ya el economista Pierre Salama planteó en el 2000 la
funcionalidad de la corrupción con el modelo económico de la hegemonía de
mercado. Y la corrupción es intrínseca de la prostitución como institución,
sobre todo si se reglamenta. Las lecturas de ingenua o interesada parcialidad
saltean siempre las referencias sobre éstas afirmaciones, extensamente
documentadas.
Por éstas razones desde 1998 (19) comencé a expresar
públicamente la imprescindible necesidad de un sólido compromiso
ético-político. La razón es, además de una posición ética, estratégica. En
relación a la prostitución no se trata simplemente de operadores delictivos a
secas. El manejo a pequeña o a gran escala estuvo y está en manos de
organizaciones “mafiosas” (20) Es decir organizaciones delictivas que operan
exclusivamente por connivencia con sectores políticos.
El cuestionamiento, a la consideración de la prostitución
como un trabajo más, está dirigido no sólo a quienes sin estar implicad@s
directamente en la prostitución sostienen que se trataría de un trabajo como
cualquier otro. También me refiero, a quienes directamente promueven o
gerencian el recientemente bautizado “sector sexual” (8). Curiosamente el
límite de las argumentaciones de ambos grupos a veces se torna borroso.
En algunos casos llega a sostenerse:
1) que ésta actividad sería adecuada para garantizar el
bienestar o la supervivencia de la familia de la mujer involucrada (21). Cuando
en realidad los efectos dañinos de la prostitución los hemos comprobado hasta
el hartazgo en cualquier lugar del planeta y no se reducen sólo a aspectos
físicos o de la subjetividad profunda individual. Los daños también afectan a
las configuraciones vinculares, a su estatus de ciudadanas y, particularmente,
al entorno familiar.
El psiquiatra español Francisco Orengo refirió en el
Simposio Internacional sobre Prostitución y Tráfico de Mujeres con fines de
explotación sexual realizado en Madrid en el 2000, una serie de
estudios que coinciden en dar cuenta de los daños sufridos
por mujeres en situación de prostitución. Como ejemplo en un estudio sobre 475
mujeres de 5 países, incluído Estados Unidos, el 90 % había experimentado
violencia.
El 67 % presentaba stress postraumático. El abuso sexual
infantil oscilaba entre el 50 y el 90 %, según los estudios considerados.
Puntualmente señala, “la incidencia del carcinoma de cuello
de útero es mucho más elevada en éste tipo de población”. En resumen su
experiencia confirma “los efectos devastadores de la prostitución sobre la
salud de las mujeres”.
2) que la marginalidad de las mujeres involucradas en la prostitución
se debería a las leyes que prohíben o ilegalizan la prostitución.
Cuando, por lo menos en nuestro medio, la prohibición se
refiere exclusivamente al proxenetismo y la existencia de prostíbulos.
Aquí vale aclarar, aunque es obvio, que quienes defendemos
los derechos de las mujeres sostenemos que se debe penalizar exclusivamente a
quienes las prostituyen, las reclutan, las trafican, ejercen contra ellas
alguna otra forma de violencia o promueven la prostitución.
3) Que sería intrínseca a la naturaleza humana. Considero
que la naturalización viene produciendo por lo menos tres efectos secundarios:
- A) De censura y descalificación: sobre los argumentos
cuestionadores de la moda de considerar a la prostitución como si fuera una
salida laboral.
- B) De promoción a través de medios masivos de comunicación
social: Por ej. Pág 12 publica en el suplemento para jóvenes de los jueves la
historieta “Clara de Noche”. La protagonista como bien señala Marta Vasallo
(22): ...“no tiene detrás proxenetas, ni empresario, ni se cruza con un
policía, no paga coimas: es una fantasía (masculina) total”. La única vez que
los responsables aludieron a las innumerables cartas, denuncias y protestas
(enviadas por personalidades y organizaciones de derechos humanos, algunas de
mi conocimiento, las que por otra parte, jamás reprodujeron), lo hicieron
justificando la continuidad de su publicación en la libertad de expresión.
Recordemos que ocurre lo mismo con la pornografía, la libertad de expresión
funciona como coartada perfecta en todo el mundo. Es curioso como olvidan este
derecho quienes omiten o censuran a puntos de vista cuestionadores del statu
quo.
- C) De reclutamiento por ejemplo en organizaciones
gremiales del espectáculo: como bien lo ha documentado Sara Torres (23) se
establece a través de aparentes demandas laborales. Al respecto, una graduada
universitaria, en las semanas previas al último mundial de fútbol, me interpeló
cuestionando la eficacia de nuestras actividades preventivas y la falta de
difusión sobre los riesgos a que se exponen (en algunos casos) quienes, por
ejemplo buscan trabajo como actrices. Había participado en un casting para un
film de cortometraje en una institución gremial, que se suponía confiable. Sin
embargo, al culminar las entrevistas de admisión le propusieron que ni bien
llegara a Japón -le aseguraron que ellos le pagaban el pasaje- trabajara en un
bar mientras se realizaban los preparativos de la filmación. En relación al
idioma, le garantizaban que no tendría problemas porque “allá la esperaban un
argentino y un mexicano”. Estoy totalmente de acuerdo con su crítica.
El problema, compartido con las mujeres que están
involucradas en la prostitución, es que a todas las mujeres nos quieren
convencer que la prostitución:
1) tendría que ser aceptada sin discusión alguna por
considerarla la actividad más antigua. Falsedad histórica que oculta la más
precoz aun existencia de la actividad de los secuestradores-torturadores,
quienes por el criterio anterior quedarían automáticamente legitimados (23). Y
respecto de las mujeres secuestradas recordemos el colmo de la afirmación de
Heródoto: “si ellas no lo quisieren de veras nunca habrían sido robadas”.
2) sería una necesidad de los varones para evitar males
mayores, como coincidentemente planteaban: San Agustín (25) al creer que “la
prostitución femenina era necesaria para evitar la lujuria generalizada”, Santo
Tomás comparando a “la prostitución con una cloaca cuya supresión podía dar
lugar a la contaminación del palacio” y más recientemente la rufiana uruguaya
Naná (26) al afirmar que “(con la prostitución) se cuida a los matrimonios
porque los maridos no abandonan a sus mujeres, como ocurre en cambio cuando
tienen amantes”.
3) sería una actividad inocua. Cuando se tienen sobradas
pruebas de los daños fisicos y psíquicos que resultan en el desempeño de
cualquier rol. Particularmente la violencia física contra las mujeres es una
constante. Pero además, por. Ej. así quedan invisibilizados los casos de
eyaculadores precoces en demandantes compulsivos de prostitución. Ni qué
mencionar su actual articulación con la distribución y comercialización de
diversas drogas.
4) Como la problemática de la prostitución es así y siempre
fue así habría que analizar si las mujeres eligieron o fueron obligadas. Cuando
en realidad: lo que estamos cuestionando es la institución prostitución y no a
las mujeres.
5) Afectaría menos a las mujeres que se involucraran un día
después de cumplir los 18 años. Quienes venimos asistiendo a mujeres en
situación de prostitución constatamos permanentemente que existen antecedentes
de violencia y/o prostitución personal y/o familiar anteriores a esa edad, en
la gran mayoría de los casos. La excepción de mujeres que se involucran siendo
adultas –aunque en reciente crecimiento- aun no hace a la regla. También
resulta discutible el argumento de una supuesta “libre elección” ya que siempre
se ejerce contra la mujer prostituída algún tipo de coacción simbólica, física
o vincular.
6) Sería un trabajo por el sólo hecho de recibir
remuneración. Es el criterio que también ha comenzado a circular en relación a
la comercialización de drogas. El sociólogo Löic Wacquant sostiene que en las
villas miseria “trabajo hay, y mucho”, refiriéndose a los jóvenes que controlan
el tráfico de drogas.
7) A partir del trabajo de 1998 de Lin Lean Lim de la OIT
debería considerarse un sector industrial más por el gran cúmulo de dinero que
produce.
En qué afecta la
prostitución a los derechos sexuales de las mujeres?
De acuerdo con Sonia Correa y Rosalind Petchesky (27) considero
cuatro componentes principales en las bases éticas de los derechos
reproductivos y sexuales:
I. La integridad corporal. En el trabajo de asistencia con
mujeres involucradas en la prostitución y particularmente si son niñas, la
confidencialidad es un imperativo básico. Los riesgos de perjuicio son
concretos, reiterados y de público conocimiento. Como lo demuestra el
ensañamiento actuado en los recientes crímenes contra mujeres en situación de
prostitución ocurridos en Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires.
II. Ejercer como persona: (Ejercer la autonomía personal).
Este aspecto es la diferencia fundamental de la prostitución con cualquier otro
tipo de actividad que pueda tener estatus de trabajo. Según referencia de
personas en situación de prostitución todo prostituidor siempre demanda
sometimiento. Y lo suelen enunciar apelando a una frase emblemática del
imaginario social, cuya significación va más allá de la problemática de la
prostitución: “el que paga manda”.
III. Igualdad. La relación humana que se establece en
situación de prostitución, siempre asienta justamente en lo contrario.
IV. Respeto a la diversidad. Los estereotipos anulan todo
reconocimiento de ciudadanía.
La restitución de los derechos a las mujeres involucradas en
la prostitución también pivotean sobre la concientización de quienes permanecen
fuera de tal situación. Abundan las pruebas en relación al sostén de los
perjuicios que sufren a diario: estereotipos y prejuicios descalificadores y
estigmatizantes. Como si se aceptara un valor diferencial de las vidas humanas.
Se requiere un compromiso ético- político transparente en cuanto a sus medios y
fines. La institución de la prostitución como trabajo demostraría el fracaso de
una ética política de defensa de los derechos humanos. En suma el fracaso de la
política en sí misma.
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ANEXO – SISTEMAS DE LA PROSTITUCION
SISTEMA
PROHIBICIONISTA
-Judicializa y reprime a todas las personas que se
involucran en ella. Habitualmente promueve el surgimiento de la explotación
clandestina y agrava la situación de las personas prostituídas ya que las
asocia con la delincuencia y las empuja hacia ella como único refugio para su
actividad ilegal. Refuerza la dependencia hacia el proxeneta.
SISTEMA
REGLAMENTARISTA
-Prevé identificación y puesta bajo control policial de las
personas prostituídas. Elimina la clandestinidad pero conlleva la legitimación
del proxenetismo. Encierra a las mujeres en prostíbulos o en zonas determinadas
en las que quedan a merced de los rufianes. Si salen de allí a trabajar como
callejeras quedan a merced de la policía. Se las somete a revisaciones médicas
que no soporta el resto de la población. En Argentina fue la estrategia
jurídica desde 1875 hasta 1936, época en que florecieron las organizaciones Zwi
Migdal (28) y Varsovia, entre ambas llegaron a poseer 2000 prostíbulos, también
traficaban mujeres. “El efecto básico de la intervención del Estado en el
control de la moral pública es transformar lo privado en clandestino” (29).
SISTEMA ABOLICIONISTA
-Propugnado por la ONU y organismos de DDHH. Preconiza la
abolición de toda reglamentación y propone que sea sustituída por el derecho
común. En Argentina desde 1936 están prohibidos los prostíbulos. La Convención
para la Represión de la trata de Personas y Explotación de la Prostitución
ajena y el Pacto de San José de Costa Rica impiden legalizar la prostitución.
Comentario: Los sistemas Prohibicionista y Reglamentarista
tienen el
rasgo común de judicializar una problemática social que en
cambio requiere políticas públicas que efectivicen el
ejercicio de los derechos humanos básicos.
NOTAS BIBLIOGRAFICAS
1.Silvia Chejter: La niñez prostituída, UNICEF, Bs. As.,
2001.
Aunque la problemática de la niñez prostituída excede las
posibilidades de espacio de ésta presentación, creo importante referir que: 1)
En nuestro país ésta práctica está instituída y ha sufrido un notable
incremento, como en otros países desde el comienzo de la epidemia de VIH/SIDA,
en particular como corolario de la antigua y obviamente errónea creencia de
supuesta cura de infecciones de transmisión sexual por medio de relaciones
sexuales con niñas o niños. 2) Además de los datos reunidos personalmente tengo
presente, la denuncia de “casa (prostíbulo) que ofrecía niñas y niños”
formulada en 1988 por una médica de una provincia –confirmada tiempo despues
por una colega psicóloga que se desempeñaba en la Justicia- , la investigación
de Lucía La Bruna de Andra en Buenos Aires sobre las “niñas floristas” y a las
innumerables pruebas reunidas por los Consejos de Niñas y Niños, se le ha
sumado éste documentado: “Estudio sobre explotación sexual comercial infantil:
La niñez prostituída”.
2. Notas de campo propias.
3. Leonor E.G. Núñez: Informes de Avance del Programa
Comunitario Frente al SIDA 1989/1994, Facultad de Psicología de la UBA.
Fotocopiado de distribución interna.
4. Harry Pross: La violencia de los símbolos sociales, Edit.
Anthropos, Barcelona, 1983.
5. Hannah Arendt: Eichmann en Jerusalén, edit. Lumen,
Barcelona, 3ra. Edición, 2000.
6. Santiago Kovadloff: Nota del diario La Nación.
7. En relación a las condiciones y el medio ambiente de
trabajo desde que me desempeñara como docente de la Cátedra de Psicología del
Trabajo (UBA) he postulado que: como nos referimos a espacios habitados por
personas, el medio ambiente deviene espacio histórico. Por ésto considero que
la expresión Condiciones y Espacio Histórico de Trabajo (CYEHT) es más adecuada
que la habitual de Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo (CYMAT).
8. Lin Lean
Lim: The Sex Sector, ILO, Suiza, 1998.
9. Atención Primaria de Salud, OMS y UNICEF, Alma-Ata, URSS,
6 al 12-09-1978.
10. Carta de Otawa: Primera Conferencia Internacional sobre
Promoción de la Salud, Canadá, OMS, 17 al 21-11-1986.
11. Es línea editorial de POZ en español, Salud, esperanza
& SIDA, N.Y. números de 1999/2000.
12. Sylvia Bermann, Trabajo precario y Salud Mental, Narvaja
Editor, Córdoba, 1995.
13. L. Cillario et al.: La sociología del Trabajo, Centro
Editor de América Latina, 1992.
14. Juan Bialet Massé, Informe sobre el Estado de la Clase
Obrera, Hyspamérica, Bs. As., 1986.
15. Alicia Le Fur: Concepto de Trabajo, Ficha N° F 4926 de
la Cátedra de Psicología del Trabajo de la UBA, Bs. As.
16. Fco. J. Vázquez, Coord. : Mal Menor, Políticas y
representaciones de la Prostitución (Siglos XVI – XIX), Publicaciones de la
Univ. de Cádiz, 1998.
17. Diccionario María Moliner. Eufemismo: (Del griego
«euphemismós», de «euphemós», adj. aplicado al que habla bien, comp. con
«pheme», modo de hablar —v. «FA- [fe-]»—, y el prefijo «eu», bien.) Expresión
con que se substituye otra demasiado violenta, grosera o malsonante. (V.:
«*atenuación. ÔHipocorístico».) ¤ Se incluye entre las *figuras retóricas.
18. Kamala Kempadoo: Una reconceptualización de la
prostitución. Obtenido de www.lolapress.org (sin fecha).
19. Leonor E. G. Núñez, “Llamado al compromiso
ético-político frente a la prostitución de niñas y mujeres”. Documento leído en
la Sesión Abierta de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires el 6-03-1998
en un acto conmemorativo del Día Mundial de la Mujer, organizado por la
Comisión Mujer, Infancia, Adolescencia y Juventud. Impreso y Distribuído por
Acción Solidaria En Salud – A.S.E.S. (ONG), Buenos Aires.
20. Giuseppe C. Marino: Historia de la Mafia, J. Vergara
Editor, Bs. As. , 2002. Según G.C. Marino el término, “mafia” provendría de la
palabra árabe “maha fat” que significa protección, inmunidad o exención. En
ésta obra se refiere exclusivamente a la organización siciliana, pero es de uso
común designar como mafiosas a organizaciones de cualquier país. El aporte de
éste autor es el énfasis puesto, en la necesidad de reservar exclusivamente a
las organizaciones criminales con connivencia política, la denominación de
mafiosas.
21. Trabajo y Salud- Bienvenida en Holanda (sic), Folleto,
SOA, Utrecht, 1993.
22. Marta Vasallo: “Vetusta fantasía para progres”, Nota en
El Espejo, Oct. 2001, Bs. As.
23. Sarita Torres: Referente Argentina de la Coalición
Contra el Tráfico de Mujeres (C.A.T.W.). Comunicación personal.
24. Heródoto: Los nueve libros de la Historia, Libro I, pág.
16, El Ateneo, Bs. As., 2da. edición, 1968.
25. Donna J. Guy: El sexo peligroso, Cap. I, Edit. Sudamericana, Bs. As., 1991.
26. Héctor D’Alessandro: Naná, Edit. Monte Sexto, Montevideo,
1991.
27. Sonia Correa y Rosalind Petchesky: “Los Derechos
Reproductivos y sexuales. Una perspectiva feminista. En “Elementos para un
análisis ético de la reproducción”, Coord. Juan G. Figueroa, Edit. Univ.
Nacional Autónoma de México, 2001.
28. Gerardo Bra: La Organización Negra, Corregidor, Buenos
Aires, 1999.
29. Emilio Lamo de Espinoza: Delitos sin víctimas, Alianza
Editorial, Madrid, 1989.
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Este trabajo ha sido incluído en:
www.rimaweb.com.ar
www.redfeminista.org (España)
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