Catharine A MacKinnon |
Trata, Prostitución y Desigualdad 1
Catharine A. MacKinnon
Buenos días amigas y amigos. Estoy encantada de estar por
primera vez en Buenos Aires; de hecho es la primera vez que vengo a América del
Sur. Es un gran honor abrir este encuentro tan importante. Lo que quiero hacer
esta mañana es situar el tema de la prostitución en el contexto de la violencia
contra las mujeres. Para ello, voy a hablar, por un lado, acerca de la trata de
personas con fines de explotación sexual, y por el otro, de la desigualdad, de
modo de contextualizar el tema de la prostitución.
Algo que sorprende del debate actual acerca del tema es que
si bien nadie defiende la trata de personas con fines de explotación sexual y
nadie defiende la desigualdad, la prostitución no recibe el mismo trato. Es
decir, no hay una posición abiertamente a favor de la trata ni de la
desigualdad, pese a que ambos conceptos jurídicos parecen estar moldeados por
prácticas existentes que las personas en posiciones de poder quieren preservar.
Sin embargo, para algunos la prostitución parece estar bien,
y algunas personas incluso la apoyan. Muchos más consideran que tolerarla, y
oponerse a tomar medidas efectivas contra ella, es políticamente correcto. A la
mayoría de la gente le parece que si bien la prostitución no es precisamente deseable,
es inevitable o necesaria; es decir, que alguien tiene que ejercerla.
Estos puntos de vista sobre la prostitución subyacen y
rodean el debate sobre la trata de personas con fines de explotación sexual, ya
sea que se diferencie la prostitución de la trata o no, o que se presente a la
prostitución como una forma de libertad sexual, o como su propia negación. El
debate acerca de la realidad que implica la prostitución se intensifica cada
vez que alguien busca hacer algo concreto al respecto.
De este modo, dondequiera que una persona se encuentre en el
mundo, tanto la discusión como el derecho se basan en cinco distinciones
subyacentes: la prostitución de personas adultas se distingue de la
prostitución infantil; la prostitución en la vía pública se distingue de la
realizada en el interior de un domicilio; la prostitución legal se distingue de
la prostitución ilegal; la prostitución voluntaria se distingue de la
prostitución forzada; y la prostitución se distingue de la trata. Estas
distinciones aparecerán a lo largo de mis observaciones de esta mañana. En mi
opinión, todas ellas son distinciones de carácter ideológico. Es decir, ninguna
de ellas está respaldada por los hechos conocidos de la industria del sexo,
pero todas tienen consecuencias muy reales en materia de legislación, política
y cultura. Como en toda ideología, las distinciones operan como posiciones
morales diferenciando básicamente lo que algunos consideran como potencialmente
“no tan malo” de lo “realmente malo”. Por ejemplo, la prostitución infantil es realmente
mala, pero la prostitución de personas adultas puede no ser tan mala; la
prostitución forzada es realmente mala, mientras que la prostitución voluntaria
podría no ser tan mala; la trata de personas es muy mala, pero la prostitución
no sería tan mala. Así es cómo funcionan. A esto llamo una distinción de
carácter moral, y lo que quiero argumentar es que estas distinciones no tienen
fundamento en la realidad.
Tanto en los distintos estados como a nivel interestatal es
posible observar dos posiciones fundamentales en este debate (reconozco que
estas posiciones constituyen puntos de vista extremos, pero este es de por sí un
debate muy polarizado). Estas posiciones son el modelo del “trabajo sexual” y
el enfoque de la “explotación sexual”.
Cuando la prostitución se denomina "trabajo
sexual", a menudo, se presenta como la profesión más antigua del mundo,
como una actividad culturalmente universal, y como consensual porque es paga,
pero como estigmatizada porque es ilegal. Se entiende como un trabajo como
cualquier otro al que se niega cualquier tipo de reconocimiento y, hasta
algunas veces, como una forma de liberación sexual. Las profesionales del sexo
ejercen lo que sus defensores en la academia denominan "agencia".
De los muchos significados de este concepto inasible, que
ninguno de los que lo utiliza parece pensar que debe definir, agencia aparenta
significar elegir libremente, una forma activa de empoderamiento, decidir entre
distintas opciones de vida, autoafirmarse enérgicamente, luchar contra los
estereotipos moralistas.
Algunas de las personas que defienden este punto de vista
consideran la prostitución como un modelo de igualdad entre los sexos. Es
decir, las y los trabajadores sexuales, en su gran mayoría mujeres, controlan
la interacción sexual, reciben dinero por algo que en general se espera (de las
mujeres) en forma gratuita, y esto les permite tener una vida independiente y
relaciones sexuales con muchos “partenaires”. Todos estos comportamientos son,
por lo general, monopolizados por hombres, y en este sentido pueden ser
considerados liberadores para las mujeres. Algunas mujeres adoptan el rol
masculino de vender a otras mujeres a hombres para tener relaciones sexuales.
Esto socava la hermandad entre ellas.
El enfoque de la “explotación sexual”, en cambio, reconoce a
la prostitución como la más antigua forma de opresión, tan extendida como la desigualdad
institucionalizada entre hombres y mujeres, de la que conforma su piedra
angular. Sobre la base de la información brindada por las propias mujeres en
prostitución, ellas piensan que son prostituidas por la falta de opciones, por
las restricciones a la hora de hacer elecciones, y por las posibilidades
negadas. Esto parece indicar que son utilizadas por otras personas y que quedan
atrapadas en el curso de fuerzas sociales.
Si bien no se conocen por completo los alcances y las
condiciones de los acuerdos en materia de prostitución, con todas las
variedades de sexo transaccional, el término “explotación sexual” se basa en
una gran cantidad de información relativa a la industria del sexo; no es una atribución
a priori del estatus de víctima. La prostitución se considera un producto de la
falta de elecciones, el último recurso de aquellas personas con menor cantidad de
opciones, o que carecen de cualquier otra opción de vida real. La coerción
detrás de este fenómeno, tanto física como de otro tipo, produce un contexto de
abusos sexuales a cambio de dinero, y en el que la mayor parte de ese dinero va
a otras personas. En estas transacciones el dinero sirve para coaccionar el
sexo, no garantiza el consentimiento. Esto convierte a la prostitución en una
forma de violación en serie. En este análisis, la prostitución no puede
convivir con ningún tipo de igualdad. Las personas prostituidas son las que, en
última instancia, terminan pagando por el sexo remunerado; los compradores no
deben pagar por lo que toman o lo que reciben. Es este aspecto, y no el hecho
de que es ilegal, lo que en gran medida explica el estigma que trae aparejada
la prostitución. De acuerdo con este punto de vista, las personas que son
prostituidas cargan injustamente con un estigma que les pertenece a sus
explotadores.
Cada modelo tiene su enfoque jurídico correspondiente. El
enfoque del modelo del “trabajo sexual” favorece la despenalización en todos
los ámbitos con distintas formas de legalización, a menudo a través de
regulación estatal, y algunas veces dando lugar a la sindicalización. Su
objetivo es eliminar las sanciones penales de todos los actores de la industria
del sexo a fin de que la prostitución se convierta en una actividad tan
legítima como cualquier otro medio de subsistencia. Los Países Bajos, Alemania,
Nueva Zelanda, y Victoria en Australia, así como diez condados de Nevada (en los EE.UU.), han adoptado versiones de
este enfoque, aunque ya es posible ver contramarchas en algunas de estas
jurisdicciones.
El enfoque de la “explotación sexual”, por el contrario,
busca abolir la prostitución y discute la mejor manera de acabar con esta
industria. En cualquier caso, jurisdicciones como Suecia, Islandia, Noruega y
Corea del Sur han sido pioneras en institucionalizar un modelo que criminaliza
a los compradores (la demanda), así como a los vendedores (los proxenetas y los
tratantes), mientras que elimina toda consecuencia penal para las personas prostituidas
(que son las que son vendidas), y les ofrece servicios de capacitación para un
trabajo de su elección. El Reino Unido también está yendo en esta dirección. A
esta lista podríamos agregar un proyecto de ley en Israel, ciertos movimientos
en Sudáfrica que expresamente criminalizan a los compradores (de 2007), y el
debate en el Parlamento escocés. En el caso del modelo sueco, la
despenalización de las personas prostituidas es, por lo menos, tan importante
como la penalización de los compradores, aunque es mucho más difícil de
implementar. Este modelo es actualmente uno de los que más promete, por lo que
es el más elegido por los abolicionistas que están a la vanguardia de este
movimiento en un número creciente de jurisdicciones, tanto por principios como
por razones pragmáticas.
Cada persona que se enfrenta a este debate debe decidir —y
todos y todas ustedes lo deberán hacer— qué enfoque refleja mejor la realidad que
conocen y experimentan, y cuál de ellos promueve el mundo en el que quieren
vivir. Pero más allá de nuestras preferencias, nuestros compromisos, nuestros
valores y elecciones políticas, cada posición puede ser evaluada a la luz de
las evidencias que se conocen acerca de la industria del sexo, entre ellas, las
condiciones de entrada, las realidades del trato una vez adentro, y las
posibilidades de salida.
En todas partes las personas prostituidas son
abrumadoramente pobres; de hecho, en general se encuentran en la miseria. No
hay discrepancias en este punto. La necesidad económica es la causa que con
mayor frecuencia mencionan las personas que están en la prostitución. Entran en
ella por su situación de pobreza y casi nadie logra salir de la pobreza a
través de la prostitución. Si tomamos en cuenta las cifras de mortalidad, tienen
suerte de salir con vida. Además, las personas que están en la prostitución
pertenecen, de manera desproporcionada, a grupos raciales socialmente
desfavorecidos o a las castas más bajas. Por ejemplo, en Vancouver, Canadá, las
mujeres prostituidas pertenecen a los pueblos originarios en cantidades que
superan con creces su presencia proporcional en el conjunto de la población. En
la India, a pesar de que el sistema de castas es ilegal, existe una casta de
prostitutas. Las mujeres que son de la casta Nats por nacimiento o matrimonio
son escogidas por los hombres de su familia para ser prostituidas; se supone
que los hombres de esta casta deben prostituir a las mujeres con hombres de una
casta más alta. Como este ejemplo muestra, qué personas son prostituidas a
menudo es producto del colonialismo, y estas condiciones subsisten una vez que
el colonialismo ha desaparecido. Nadie elige nacer en condiciones de pobreza ni
permanecer en la prostitución sin poder salir de la pobreza.
Nadie elige en qué grupo racial o casta nace. Ningún país
elige libremente ser colonizado, ni las patologías post-colonialistas que tan a
menudo estructuran su industria. Estas circunstancias, a la luz de la evidencia
que muestra qué personas son desproporcionadamente prostituidas, son las que
con mayor nitidez demuestran quiénes son las más usadas en esta industria. Y
ninguna de estas personas las elige.
Otro rasgo global común de la prostitución —y esto es otra
cosa que nadie pone en duda— es que las personas prostituidas normalmente ingresan
en este ámbito a una edad muy temprana, a menudo muy por debajo de la mayoría
de edad. Y hay pruebas de que esa edad parece seguir disminuyendo. La mayoría
de las mujeres y las niñas que conocí en la India fueron iniciadas a los diez
años. Esta no es una edad en la que una persona está plenamente facultada para
tomar una decisión que tendrá consecuencias tan serias sobre el resto de su
vida. No es un momento en el que, si tú decides no permitir a tus familiares o
a otros adultos que te hagan una determinada cosa, tú tengas el suficiente
poder para detenerlos.
Además, en la mayoría de los países en los que se ha
estudiado a las personas prostituidas, se ha demostrado que el abuso sexual en
la infancia es una condición previa significativa para el ingreso en la
prostitución.
En muchos lugares, entre ellos los Estados Unidos, rara vez
se encuentra a una mujer prostituida que no haya sido abusada física o
sexualmente, en general por alguien de su círculo íntimo. En la India me
contaban que el primer abuso, al igual que su primera experiencia, había
ocurrido en el contexto de la prostitución, ¡y a los 10 años! Si se resistían
eran violadas en grupo y torturadas, ya sea en ese momento o más adelante. Esto
también es típico.
Dependiendo, al parecer, de sus circunstancias sociales y
culturales, las niñas y niños pueden ser objeto de abuso sexual antes de
ingresar en la prostitución, o bien sólo puede ser que socialmente se
presuponga que el destino de una niña o un niño es ser abusado sexualmente. En
este sentido, las castas en la India funcionan de manera análoga a los abusos
sexuales en la niñez en otras partes del mundo en las que está documentada: les
dicen a las personas para qué sirven. En Calcuta, decenas de niñas de alrededor
de trece años se alinean en las calles de la zona roja que visité.
Una vez, mirando por un callejón estrecho, vi a una niña
pequeña de unos seis años de edad, desnuda con las piernas bien abiertas.
Muchas niñas entran de esta manera. ¿Cuándo fue exactamente que ella pudo
elegir?
Una vez que ingresan en la prostitución, no es raro que las
mujeres en la industria se sumerjan cada vez más en la pobreza y acumulen más y
más deudas. Estas mujeres me dijeron que atienden a un promedio de entre veinte
y hasta treinta hombres al día, sin posibilidad de elección sobre el sexo o los
hombres.
No es necesario definir qué es prostitución si no se la va a
criminalizar. Pero podría ser útil definir “sexo” para aclarar algunas cosas.
La idea central sobre el sexo es que es elegido y querido, lo que
presumiblemente explica por qué los defensores de la prostitución la defienden
en estos términos. Cuando tú estás teniendo relaciones sexuales con alguien con
quien deseas estar teniendo relaciones sexuales, normalmente no le pagas a la
otra persona. El sexo es una de esas cosas que “el dinero no puede comprar”, al
menos cuando se trata de “verdadero sexo”. En este sentido, si el sexo es
necesario para la supervivencia de una persona, como en el concepto de “sexo de
supervivencia”, que a veces se utiliza para describir algunos tipos de
prostitución, el sexo es coaccionado por la necesidad de sobrevivir. En los
países donde las mujeres tienen derecho a la igualdad sexual, la ley de acoso
sexual considera esta situación como discriminación sexual, es decir, una
violación a los derechos humanos. El punto es que lo que tú obtienes del sexo
como tal es justamente eso, tener sexo.
Ahora bien, yo pensaba que estaba inventando esto hasta que
encontré un estudio sobre la legislación de Namibia, la cual define a la
prostitución como un acto sexual realizado “por un motivo que no es sexual”.
Dicho en otras palabras, cuando se tiene sexo por consideración mutua, el sexo
es su propia recompensa. Al parecer, hay un número significativo de hombres en
el mundo para quienes el sexo no es su propia recompensa, ya que están pagando
por tener sexo con mujeres que no tienen más remedio que tener sexo con ellos
por dinero, dinero que generalmente va a parar al bolsillo de otros hombres.
Hagan las cuentas. Cada mujer, suponiendo dos días de
descanso a la semana (una consideración que muy pocas de ellas reciben),
atiende alrededor de siete a ocho mil hombres al año, tal vez un poco menos por
los que se repiten. Ahora estoy hablando de la demanda. Estos hombres son la
razón por la cual esta industria existe. Las investigaciones muestran que se
trata de hombres comunes y corrientes que se sienten con derecho a comprar
mujeres para tener sexo. Algunos son agresivos; muchos son portadores de
enfermedades contagiosas. Son invisibles en el sentido que pueden ir a
cualquier lado y no serán señalados como compradores de mujeres. Ellos tienen
la verdadera privacidad del anonimato. Desde el punto de vista lingüístico,
tienen la dignidad de no tener una denominación única establecida. Les son
aplicables distintas palabras, como cliente o comprador, términos que comparten
con los que no son compradores o usuarios de mujeres. En Estados Unidos se los
llama “John”.
A causa de los “Johns”, llamados “apostadores” en el Reino
Unido o, mi favorito, “pasajeros”, como los llaman las mujeres de la casta Nat,
las mujeres están en la prostitución. Ellos tornan insalubre y peligrosa la
vida de estas mujeres, entre otras cosas, porque continuamente las condenan a
estar infectadas por enfermedades de transmisión sexual. Sin embargo, aún si hablamos
de relaciones sexuales pagas, también debemos considerar que muchas mujeres
prostituidas son, además, violadas. Si ofrecen algún tipo de resistencia o
expresan su intención de salirse del negocio son golpeadas por bandas
criminales, proxenetas y propietarios. También son golpeadas cuando lo que el
comprador quiere adquirir es el abuso mismo. Lejos de tener protección
policial, en la mayoría de los lugares la policía lleva a cabo de forma periódica
procedimientos para detener (lea con atención) a las mujeres con cualquier
excusa, o por motivos que se inventan en el momento para tratarlas como delincuentes
porque están siendo victimizadas. Dicho en otras palabras, por ser culpables
del delito de ser forzadas. Incluso las niñas y los niños prostituidos son
típicamente considerados como criminales y no como víctimas. Las prostitutas de
color en contextos culturales racistas también son desproporcionadamente
propensas a ser detenidas.
Al mismo tiempo, la policía suele recibir sobornos en muchos
lugares para proteger el negocio: yo vi cómo esto sucedía abiertamente al
atardecer en una calle de Calcuta. Pónganse a pensar cuántas mujeres en última
instancia aportan el dinero utilizado en este tipo de corrupción. Luego, cuando
son detenidas, estas mujeres incurren en más deudas con el proxeneta que paga
su fianza o la multa que les han impuesto. Esta dinámica, que contribuye a
cimentar sus ataduras, hace que sea aún más difícil salirse del negocio, y a
esta altura ya tienen antecedentes penales.
Las mujeres en la vía pública están en el escalón más bajo
de la estructura transnacional de la industria del sexo, que tiene en su parte
superior a las call girl y los servicios de escorts y cortesanas para los
hombres que buscan eso y pueden pagar más. En Sudáfrica, hay prostitución de
clase media baja en tugurios para marineros cerca de los muelles y para
turistas; pero muchos lugares tienen prostitución en paradas de camioneros, en
condiciones que pueden ser particularmente brutales. Esta estructura de clases
en la prostitución es real, pero la distinción entre la prostitución en la vía
pública y en el interior de un domicilio es un substituto totalmente inadecuado
para procurar capturarla. Las mujeres que recogen a los hombres en la calle por
lo general consuman el acto en un callejón. Sin embargo, los lugares cerrados
no mejoran mucho la situación de las mujeres, hasta pueden empeorarla.
Los partidarios de la perspectiva del “trabajo sexual” a
menudo insisten en que la prostitución de “puertas adentro” ofrece más control
a la prostituta. No obstante, a veces también afirman, sin ninguna base
empírica, que criminalizar a los compradores conduce a la prostitución de “puertas
adentro”, lo que la vuelve más peligrosa. La protección y el poder de estar
“puertas adentro” son ilusorios. En realidad, las investigaciones demuestran
que habitualmente la situación es la inversa. Las mujeres en los prostíbulos ni
siquiera pueden elegir a los hombres que las usan: ellas aparecen en fila y los
hombres las eligen. La vigilancia a través de cámaras de video en
establecimientos mejor equipados (los proxenetas suelen mirar este tipo de
pornografía en vivo) y los botones antipánico en general no permiten que la
ayuda llegue con la suficiente rapidez. La prostitución de “puertas adentro”
generalmente implica todavía un mayor control por parte del proxeneta y aún
menos responsabilidad. En realidad, la principal diferencia entre la
prostitución “puertas adentro” y la prostitución en la vía pública parece ser
que el público que no usa a estas mujeres sabe, o debe forzosamente enfrentarse
al hecho de que ellas están allí. La distinción interior/exterior, en otras
palabras, es básicamente ideológica. Su función es alimentar la ilusión, pregonada
por los moralistas de todas las simpatías políticas, de que las mujeres que
están en prostitución y que lucen como de clase alta están ejerciendo una
elección libre (aunque tal vez sea una mala elección), reciben una paga buena,
se divierten, y están en condiciones de salirse del negocio sin ser
coercionadas ni heridas, al menos no gravemente. Además de leer los estudios
empíricos sobre el tema, estos moralistas deberían vivenciarlo alguna vez.
No hace mucho, los defensores del modelo de “trabajo sexual”
negaron tajantemente que la prostitución cause por sí misma algún daño.
Abrumados por la realidad que las mujeres prostituidas han hecho pública
respecto de que están expuestas a un nivel importante de daños, en general lo
han asociado con el estatus ilegal de la actividad, y han dado lugar al enfoque
llamado de “reducción” o “minimización” del daño, que ha sido de tanta
importancia a los efectos de la legalización en Nueva Zelanda. Al reducir y
minimizar se reconoce que algún daño permanecerá. El centro de este enfoque es
“arreglar” todo aquello de la prostitución que pueda ser perjudicial y que
puede ser corregido de manera tal que la prostitución en sí pueda mantenerse.
Grupos dedicados a esta idea fagocitan importantes fondos internacionales dedicados
a la lucha contra el VIH/SIDA. Cuando la prostitución se entiende como
“explotación sexual”, los casos de VIH/ SIDA que se transmiten en ese contexto
son un síntoma causado por la prostitución misma: tener sexo con miles de
hombres al año sin saber en qué condiciones, y sin tener en realidad la
capacidad de controlarlas. La perspectiva del “trabajo sexual” tiene como
consecuencia la protección de los compradores de mujeres para que puedan seguir
usándolas sin enfermarse, en lugar de proteger a las mujeres de los compradores
que las están volviendo mortalmente enfermas. Todo el mundo apoya la idea de que
las mujeres sufran menos daños. Pero la eliminación del daño no es parte de la
agenda de los defensores de la perspectiva del “trabajo sexual”, puesto que es
incompatible con la idea de la venta de sexo.
Ya sea que estén en la calle, en una casa, o en cualquier
otro lugar, las mujeres prostituidas tienen niveles de estrés post-traumático
equivalentes a los de los veteranos de guerra, las víctimas de la tortura o las
mujeres violadas. El estrés post-traumático aparece frente a atrocidades tales
que no se tiene la capacidad de soportar mentalmente. A menudo acarrea la
disociación, que permite que la violación se pueda “guardar”, escapar
mentalmente, reprimirla o negarla, actuar como si nada pasara dentro de una; el
Yo que sabe que ocurrió desaparece a fin de poder seguir viviendo. Con
frecuencia, las mujeres en la prostitución son adictas a las drogas y al uso de
cantidades importantes de alcohol, también como resultado de lo que están
viviendo. A veces, los mismos proxenetas les entregan las drogas para volverlas
adictas. Las sustancias funcionan como una disociación parcial para adormecer
el dolor del trauma que constantemente vuelven a sufrir, y alejan el cuerpo y
la psiquis en alguna medida de lo que está ocurriendo. Esto las hace
dependientes del proxeneta para su próxima dosis.
El abuso, que es una constante en la prostitución (de hecho,
es endémico) exige la disociación de una misma y del mundo para poder
sobrevivir.
Una persona puede crear otro Yo, darle otro nombre, salir y
hacer ese "trabajo"; y puede incluso defenderlo. Si una no puede
vivir dentro de su propia cabeza, ser quien realmente es y hacer esto, ¿es esto
lo que realmente consideramos libertad? Ser objeto de constantes violaciones y
golpizas, que se nos impida considerar otras opciones, soportar el trauma de una
cámara de tortura o de una situación de guerra, necesitar drogas para seguir
adelante, ¿es esto lo que se llama un empleo? Cuando tú piensas: “hoy voy a
salir a buscar un trabajo”, ¿es esto lo que tienes en mente?
Muchas mujeres que son prostituidas en la India y que no
pertenecen a una casta de prostitutas son de Nepal o Bangladesh. Aquellas con
las que hablé eran mujeres indigentes de familias gravemente afectadas por la
pobreza. Alguien les dijo que podía conseguirles un buen trabajo en la India y
se despertaron encadenadas en un prostíbulo. Alguien las vendió a alguien que
las compró. Tenían dueño. El comprador las alquila a otros que las utilizan
sexualmente. Estos hechos y dinámicas tienen lugar también en los Estados
Unidos.
En distintos contextos culturales, o en países con distinto
nivel de desarrollo económico, ya sea en la vía pública o “puertas adentro”,
cuando se le pregunta a una persona en prostitución “¿qué necesita?” en el 89
por ciento de los casos dirá: “dejar la prostitución”. Pero si bien quieren
dejarla, sienten que no pueden o no saben cómo hacerlo. En cualquier lugar
donde estén, ya sea en su país o en otro, y cualquiera sea la forma en la que
ellas hayan ingresado en la industria del sexo, estas mujeres están en una
situación que Kathleen Barry con acierto define como “esclavitud sexual”. La
esclavitud se define internacionalmente como una relación de propiedad sobre
una persona. Cuando un proxeneta te vende para tener sexo a un John que te compra,
si deseas marcharte pero no puedes, eres en definitiva una esclava sexual de
conformidad con la definición jurídica internacional, ya sea que hayas sido o
no golpeada, o hayas cruzado una frontera nacional.
Sostener que las mujeres
que están regenteadas por proxenetas están ejerciendo su “agencia” como
emprendedoras independientes es una fantasía de los privilegiados.
A menos que exista alguna consideración biológicamente adecuada
o existencialmente predestinada a una vida de uso sexual por otros para
beneficio de terceros, estas mujeres —que conforman la mayor parte de la
industria— tornan la frase “trabajo sexual adulto que no implica victimización”
una contradicción en sus términos. No están trabajando bajo otro nombre. Están
siendo explotadas sexualmente.
Hasta aquí, la prostitución se ha analizado como una
institución vinculada a la discriminación por casta o clase social. Pero los
hombres también son pobres y son miembros de las clases y castas
desfavorecidas. Ahora llegamos a la cuestión de género. La cantidad de hombres
que se encuentran inmersos en un circuito de venta de sexo es muy inferior al
número de mujeres.
Existe la trata de hombres y a menudo se venden como las
mujeres a los compradores que son casi exclusivamente hombres. De modo que:
¿por qué las prostituidas son tan a menudo mujeres? La respuesta, que tampoco genera
demasiadas discrepancias, se basa en la desigualdad de género.
Algunas mujeres poseen un rango más alto dentro de las
castas sexuales femeninas sobre la base de consideraciones como raza, etnia,
religión y/o clase, así como en función de su uso sexual. Las mujeres pueden
tratar de abrirse camino en ella, tratar de evitarla, negar su existencia, o
caer a la parte más baja, la prostitución, en la que habitan las que se definen
como únicamente para sexo. Las niñas se convierten en mujeres, entre las cuales
aquellas prostituidas poseen el estatus más bajo. Si la prostitución fuera una
elección, encontraríamos a más hombres ejerciéndola. Pero los niños, incluso
los que han sido abusados sexualmente o prostituidos, se convierten en hombres
con las opciones que los hombres poseen, que son mejores que las de la mayoría
de las mujeres, aún cuando no son siempre buenas.
Nadie elige el sexo con que nace, y es el determinante más
poderoso para que una persona sea vendida para ser usada sexualmente. Nadie
lucha para convertirse en prostituta contra viento y marea. Las mujeres son
prostituidas cuando el viento y la marea las golpea.
Como ya he señalado, la trata de niños y hombres existe, y
se basa también en consideraciones de género. Pero la desigualdad sexual en
todo el mundo le da a la mayoría de los miembros de la casta del sexo masculino
el privilegio de que no se defina su destino en términos de haber sido
comprados y vendidos para ser usados sexualmente. En esos casos se reconoce que
algo ha ido mal para ellos, en lugar de decir algo acerca de ellos que defina
su carácter y su valía. Los hombres también tienen el privilegio de elegir
vender y comprar mujeres, hombres y niños de ambos sexos, para su uso sexual.
Aquí hay una posibilidad real de elección. Esta industria existe porque
millones de hombres a quien nadie obliga, que seguirán estando vivos mañana si
no llevan a cabo estos hechos hoy, están ejerciendo la opción de comprar
mujeres para usarlas. Esta libertad de elección sexual produce ganancias
inmensas para los proxenetas y los responsables de la trata que producen la
oferta. Esto es lo que hace que niñas de 13 años de edad se conviertan en
cupones de comida para las familias de cinco integrantes.
¿Qué es exactamente lo que se compra y se vende en la
prostitución?
Algunos hombres venden mujeres a otros hombres que compran
acceso íntimo y poder sobre ellas: lo que están comprando es sexo del tipo
"haz lo que yo digo". Están comprando el sexo en el que no se les
contesta, el sexo de ser servidos y atendidos, de ser una persona con la
privacidad del anonimato junto con un una persona desconectada y disociada que
“no está ahí”, que está contando las fisuras en el techo mientras mira el reloj
y piensa en Inglaterra. El sexo no tiene nada de real para ella y, al mismo
tiempo, el que la usa se está engañando diciéndose que lo único que ella quiere
es estar allí haciendo exactamente esto porque es irresistible y atractivo.
Para ser justos, la mayoría de los compradores saben que las mujeres no lo
disfrutan y lo están haciendo por necesidad económica. Pero, increíblemente,
ellos consideran esto como consentimiento. Cuando ella se encuentra haciendo lo
que le queda después de que el 99% de sus opciones han quedado descartadas, “consentir”
es lo que esta mujer puede hacer, lo único que le queda por hacer. Ahora bien,
ésta es una posición ideológica. Para los fines del hombre, esta posición lo
hace sentir mejor mientras la usa y, por tanto, es buena para el negocio. A los
fines de ella, la sexualidad de la prostitución es la sexualidad de una niña o
un niño abusado sexualmente: sexo que nunca tendrían de no ser porque él tiene
más poder del que ellas tienen. Esto no es como cualquier otro trabajo. Uno de
los fines de los derechos humanos es establecer límites en la intimidad de las
demandas que se pueden hacer a una persona sin recursos. Y con todo el respeto
por los académicos que disfrutan argumentando: “usted sabe, todos vendemos a
alguien una parte u otra de nuestro cuerpo”, los intelectuales no están
vendiendo trabajo académico del tipo “haz lo que yo digo”.
Los defensores del modelo de “trabajo sexual” a veces sugieren
que toda aquella persona que está en contra de la prostitución está en contra del
sexo. Lo que he descripto aquí es cómo es en realidad el sexo del que están
hablando. Es como decir que estar en contra de la violación es estar en contra
del sexo. El mismo grupo a veces insiste en que todo esto, es decir, el abuso,
la violación y las palizas son inventadas o exageradas por personas lloronas y
puritanas, motivadas ideológicamente por la represión, y que simplemente no
tenemos lo que hace falta para ser una puta. Los proxenetas también son un
invento. Estas mujeres son emprendedoras independientes; bueno, tal vez algunas
tienen managers.
Luego vino el VIH/SIDA e incluso este grupo descubrió este
daño, junto con un beneficio lucrativo al tratar de abordarlo. Qué conveniente
esta enfermedad que daña tanto al hombre que se sirve de la mujer como a la propia
mujer; qué refrescantemente equitativo y simétrico en términos de género.
Entonces, ahora el sistema de burdeles perniciosos en la India debe defenderse
puesto que sino, ¿dónde vamos a distribuir los condones?
¿Quién puede sino hacer un seguimiento para saber si las
mujeres realmente pueden utilizarlos, o sobre el aumento de los costos pagados por
las mujeres que no tienen otra opción más que no utilizarlos?
Estos condones son emblemáticos de la idea de trabajo sexual
profiláctico que se propone hacer al mundo seguro para la prostitución,
eliminando sus potenciales riesgos de a uno por vez. En esta opinión, no hay
nada en la prostitución que sea fundamentalmente problemático por sí mismo. De hecho,
hay algo de ella que es importante preservar. La primera falla en esta línea de
argumentación aparece cuando se reconoce que las niñas y niños no deben ser
prostituidos. No puedo imaginar por qué no, si no hay nada de malo con la
prostitución; si se trata de libertad, de igualdad y de liberación; si
realmente puede hacer que una mujer tenga una vida más autónoma e
independiente; si los daños son insignificantes u ocasionales, ¿qué les pasa a las
niñas y niños al hacerlo, o al ver que se hace? Y si hay algo problemático aquí,
¿cómo es que cambia de repente cuando se llega a 16 años y 366 días?
Si nadie debe entrar en la industria del sexo siendo una
niña o un niño, si el abuso de mujeres fuera reparado con carácter retroactivo,
la industria del sexo quedaría vacía de la noche a la mañana.
Aunque nadie niega que la mayoría de las mujeres que se
incorporan a la industria del sexo han sido violadas en la infancia, lo que se
niega es que la defensa de la institución de la prostitución permite su
violación continua con el argumento de que ya no son niñas. Lo que parece
faltarles a los que se preocupan sólo acerca de las niñas y niños prostituidos
(si es que verdaderamente les importa algo en este contexto), es comprender que
en el comercio sexual las personas adultas y las niñas y los niños no son dos
grupos distintos de personas, sino que son el mismo grupo de personas en dos
puntos distintos en el tiempo. No se puede hacer nada efectivo para unos sin
hacerlo para ambos. Las niñas por las que no se hizo nada ayer y que han
logrado no morirse son la mayoría de las mujeres prostituidas de hoy. Entre las
consecuencias mejor documentadas del abuso sexual infantil está el sentirse
valorada y aprobada en el momento de la violación, en un contexto en el que se
siente en general carente de todo valor. Mientras tanto, la legislación, la
política y la cultura popular sólo están ahí esperando que esa niña o ese niño
viva el tiempo suficiente como para poder aceptarle su consentimiento tácito de
persona adulta.
Entendida como una práctica de explotación sexual, la
prostitución no puede volverse una práctica segura. Es como decir que la
violencia contra las mujeres puede ser segura. Aquellas que se encuentran
inmersas en ella no pueden protegerse de la violencia que conlleva. Si
enfrentamos esta realidad, reconocer el daño que produce de manera selectiva es
evidentemente una estrategia que permite que continúen sus daños
característicos. Lo que en última instancia es intrínsecamente malo en la
prostitución es que no hay ningún tipo de dignidad en ella. A la luz de este
hecho social, atribuir el carácter de agencia como si significara libertad,
desconociendo las condiciones reales de desigualdad y violencia, llamándola
cualquier cosa menos involuntaria y no deseada, es un desesperado (si bien, a
veces, bien intencionado) último intento de recuperar la dignidad perdida.
La segunda concesión estratégica del enfoque del “trabajo
sexual” ha sido criticar la trata de personas con fines de explotación sexual,
mientras se defendía la prostitución. Pero, ¿qué es la trata? La definición del
Protocolo de Palermo, reconocida en la Argentina y que ha recorrido el mundo, incluye
ser explotadas y explotados sexualmente por la fuerza, fraude o coerción para
tener relaciones sexuales comerciales, cosas que de hecho ocurren en la
industria del sexo. Pero esa definición, y la realidad, también incluyen la
explotación sexual a través del abuso de poder o de una condición de
vulnerabilidad. La casta, la raza o la edad pueden ser condiciones de
vulnerabilidad, como es la pobreza extrema, y como también puede ser el género.
Y desplazarse a través de límites jurisdiccionales no es, y no ha sido, parte
de la definición internacional de trata de personas, por lo menos desde 1949.
El elemento central de la trata no es el cruce de fronteras o la violencia
grave; es la participación de terceros. La trata es el transporte, traslado, la
acogida o la recepción de una persona con fines de explotación sexual: es
decir, simplemente proxenetismo. Ésta es la razón por la cual Sigma Huda,
Relatora especial sobre la trata de personas entre 2004-2008, observó que
"[la prostitución] tal como se lleva a cabo de hecho en el mundo generalmente
se ajusta a los elementos de la trata de personas con fines de explotación
sexual". Tú no puedes tratarse a ti misma; esto es en verdad lo que separa
la trata de la prostitución. La explotación sexual también puede ser
esclavitud. Pero tú tampoco puedes esclavizarte a ti misma.
Para que la prostitución de una mujer pueda ser considerada
explotación debe contar con un proxeneta. Aunque la mayoría de los países
criminaliza a las mujeres en prostitución por ser victimizadas, los que las
victimizan generalmente permanecen en la impunidad, ya sea por las características
del sistema jurídico o simplemente como una cuestión de hecho. El proxeneta y
el propietario no suelen ser perseguidos penalmente, y el “John” no es
considerado en absoluto un delincuente, o si lo es, casi nunca se lo persigue, con
seguridad no en la medida en que las mujeres son perseguidas.
Sudáfrica no es un caso atípico cuando informa haber
detenido 3.385 personas prostituidas y sólo diez compradores en los dos años
transcurridos desde que la demanda fue penalizada. Esto es discriminación sexual
oficial no reconocida como tal. Lo que hizo Suecia en 1999 fue situar a la
prostitución en el contexto de la violencia de género y, en consecuencia,
penalizar severamente a los compradores. La compra de servicios sexuales se
convirtió en un crimen, se hizo mucho énfasis en su observancia, y se
suministró asistencia y capacitación a las mujeres que deseaban salir de la
industria.
Enfrentándose a la demanda que buscaba comprarla para
mantener relaciones sexuales, esta ley dice que la mujer no está a la venta. Al
eliminar la criminalización para las mujeres prostituidas se eleva su estatus;
al criminalizar al comprador se lo rebaja y se eliminan sus privilegios. Ésta
es, en los hechos, una ley de igualdad entre los sexos. Se ha tenido que
capacitar a la policía para hacerles entender que los compradores son
explotadores; actualmente la policía los busca y los arresta. El resultado ha
sido una caída en la prostitución en algunas partes de Suecia de alrededor del
80 por ciento y la tasa más baja de trata de personas con fines de explotación
sexual en Europa. El estigma de la prostitución puede estar virando de a poco
hacia los “Johns”. Si bien la redacción y aplicación de esta norma aún pueden
mejorarse, éste es el único enfoque que parece haber funcionado parcialmente en
la historia de la humanidad.
Por el contrario, y a pesar de que parezca contraintuitivo,
la experiencia muestra que cuando se legaliza la prostitución, la trata aumenta
dramáticamente. Esta correlación está documentada en los Países Bajos, Alemania,
Victoria (en Australia) y en otros lugares. Desde el punto de vista
estrictamente comercial, tiene sentido tratar mujeres, niñas y niños en
aquellos países donde la prostitución está legalmente permitida, puesto que,
una vez allí, los riesgos son mínimos para los vendedores y los beneficios,
astronómicos.
La prostitución ilegal, a su vez, también estalla
generalmente en un marco de legalización. Cuando las autoridades procuran
reducir los daños, los prostíbulos legales regulan el uso de condones e imponen
otras restricciones; pero muchos de los “Johns” no quieren usarlos, y ellos
están ahí para hacer lo que quieren. Esto eleva el precio del sexo sin
condones, una demanda potencialmente letal que, sin embargo, es satisfecha por
la industria ilegal, a menudo conformada por inmigrantes ilegales, que brota alrededor
de la prostitución legalizada. Cuando los cinturones y los cordones de zapatos
de los hombres deben ser retenidos en la puerta, cuando las lámparas y los
teléfonos no pueden tener cables, los “Johns” que quieren usarlos para tener
sexo —y lo hacen—, se van a otra parte. El resultado de la legalización, lejos
de hacer la vida más segura para las mujeres en prostitución, la puede hacer
aún más peligrosa; y ciertamente las mujeres que están en una posición de mayor
vulnerabilidad son las que cuentan con menos opciones. El gobierno alemán ha
concluido que la legalización de la industria del sexo no ha conferido ningún
beneficio tangible de los que había prometido a las personas prostituidas.
En otras palabras, la legalización es un experimento
fallido. Un proxeneta holandés en un prostíbulo se quejó de una ordenanza que exige
a los prostíbulos tener almohadas en las habitaciones; él dijo "es un arma
mortal". Lo que los proxenetas saben sobre el sexo prostituido es
exactamente lo que los defensores de la legalización niegan. Éstos sostienen
que el daño que la prostitución genera puede eliminarse de a poco, mientras la
propia industria sigue funcionando. Consideremos ahora qué hacer con las
sábanas.
La mayoría de las mujeres en prostitución no quieren pensar
que esa va a ser toda su vida. Para legalizar esta actividad, estas mujeres
deben registrarse bajo su nombre real, ir a un hospital para recibir un
certificado de sanidad, lo que a su vez genera un registro en el que quedan
inscriptas. Esto a su vez significa decidir que la prostitución forme parte de
la historia de su vida oficial. La mayoría de las mujeres prostituidas, incluso
si se ven forzadas a realizar esta actividad en un momento determinado, tienen
sueños.
Así que también por esta razón recurren a la prostitución
ilegal, que florece en contextos de legalización, mientras que reciben muy
pocos de sus presuntos beneficios. El aparato gubernamental pierde capacidad
para hacer frente a la expansión del mercado ilegal porque la industria está
despenalizada, nadie ve nada malo en ella. El mercado ilegal y el legal en este
contexto tienden a superponerse. Sólo el estigma vinculado con la prostitución sigue
siendo el mismo. Excepto por el hecho de no ser detenidas (lo que, en general,
es una mejora real, aunque un tiempo breve en la cárcel puede ser a veces,
según algunos, un respiro de los proxenetas y de la vida en la calle), los
beneficios prometidos por la despenalización no llegan. Mientras tanto, el
sistema jurídico le dice a la sociedad lo que se le dice a la niña o niño
abusado sexualmente: no hay nada malo en que se trate de esta forma a ciertas mujeres.
Así es el mundo para ellas. Le dicen, “esto es lo que te mereces; esto es lo
que eres. Tu vida nunca será mejor que esto”.
Todo esquema adecuado para promover los derechos humanos de
las personas prostituidas debe tener tres elementos: despenalizar y brindar apoyo
a las personas prostituidas, penalizar fuertemente a los compradores, y
criminalizar eficazmente a los terceros que se benefician con el negocio. Estos
son los pasos clave para desbloquear la situación de discriminación enquistada
a la que están sometidas las mujeres prostituidas sobre la base de la pobreza,
la casta, la raza o la nacionalidad a la que pertenecen, en combinación con su
género.
Para promover la igualdad, las dos mitades de este proyecto
deben darse conjuntamente: una mitad encierra a los violadores; la otra abre el
mundo a las víctimas de esta violación. Esto es lo que están pidiendo. Ellas no
tienen la ilusión de que la prostitución sea un trabajo. No conozco a ninguna
persona que quiera esa vida para sus hijos o hijas. ¿Qué nos dice eso acerca de
las elecciones, salvo que la prostitución la eligió a ella? Lo que las mujeres en
esa situación quieren, como varias me han dicho, es estar "lejos de
allí", y no es simplemente migrar lo que tienen en mente. Nunca he oído a
nadie decir que, lamentablemente, la trata de personas con fines de explotación
sexual es el mejor destino que estas mujeres pueden llegar a conseguir, por lo
que es mejor dejarlas que se queden en él. Algunos puntos de vista sobre la
mujer y la sexualidad parecen hacer de la prostitución algo aceptable para
algunas mujeres pobres. Incluso si esta gente no puede hacerlo, las mujeres
prostituidas pueden imaginarse un mundo en el que sus opciones no se limiten a
llevar a cabo tareas domésticas versus bailar en un cabaret, o bailar en un
cabaret en Jamaica versus bailar en uno en Manhattan.
Aunque resulta extremadamente difícil para muchas personas
que tienen las opciones de vida que estas mujeres no tienen, para ellas es
sencillo imaginar una vida con esperanza, con dignidad, una vida con trabajo y
amor reales, una vida en la que no sean vendidas por sexo.
Muchas gracias.
1 Título original “Trafficking, Prostitution, and
Inequality”, Conferencia de apertura del Encuentro Internacional sobre
Violencia de Género. Traducido al español por VerónicaPuleio y Alejandro
Chehtman para esta publicación. El artículo completo en inglés serápublicado en
el volumen 46, Harvard Civil-Rights Civil-Liberties Law Riview (2011)
La mayoría de las IMAGENES han sido
tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por
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gracias por la comprensión.
En este blog las imágenes son afiches,
pinturas, dibujos, no se publican fotografías de las personas en prostitución
para no revictimizarlas.
Se puede disponer de las notas publicadas siempre y
cuando se cite al autor/a y la fuente.
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