Explotación sexual comercial y masculinidad. Un estudio
regional cualitativo con hombres de la población general - 3
(extracto)
José Manuel Salas Calvo y Álvaro Campos Guadamuz
El texto completo se encuentra en
Capítulo IV
Reflexiones Generales
En esta parte, proponemos un nivel de análisis de mayor
integración que pretende darle una visión de conjunto a la cuantiosa y calificada
información recopilada.
Las categorías de análisis son entrelazadas en un nivel
superior de comprensión, por lo que podría darse la sensación de que se
reiteran algunos pasajes (en algunos casos así será en forma literal).
Las consideraciones que se hagan para una categoría, en unos
casos, necesitará de la alusión a otra, para lo cual será necesario reiterar
ciertos planteamientos y frases ilustrativas. Los diversos ejes de análisis
aludidos forman un solo conjunto que se divide únicamente para efectos
expositivos.
Los siguientes son los ejes transversales de la
investigación y sus principales resultados.
A) LA RACIONALIDAD DE LA MASCULINIDAD PATRIARCAL EN LA
BASE DE LA EXPLOTACIÓN SEXUAL COMERCIAL: DESCOMPONIENDO SU LÓGICA
Como hemos sostenido en forma reiterada, para entender por
qué algunos hombres participan en la ESC, es preciso acceder a su lógica de
pensamiento, a su estructura cognitiva, a su visión del mundo, a lo que los
lleva a establecer determinadas formas de interacción con los otros. Esta
lógica es la lógica patriarcal, que crea sentidos y significaciones muy claros
y precisos, sin que estas mismas características sean así percibidas por los
sujetos individuales y colectivos.
Y desde ya hay que afirmar que tal lógica la encontramos en
la mayoría de los hombres investigados, pertenecientes a la población general;
en cierto sentido, es probable que nos muestren la forma de razonar y actuar
del grueso de la población general masculina de nuestros países.
Es decir, es preciso tener claro que no estamos hablando de
hombres proxenetas, clientes o intermediarios de la ESC, sino de hombres
comunes y corrientes, que son hijos, hermanos, esposos, padres, amigos, como
cualquier otro. De lo que damos cuenta es del pensamiento dominante en muchos
hombres de la región, que no tienen que ser percibidos como necesariamente
interesados en la ESC.
De ellos, podemos decir algunas cosas.
Estos hombres son socializados en la masculinidad hegemónica
y arquetípica patriarcal.
Esto es factible afirmarlo no solo por los contenidos de los
pensamientos que sostienen, sino por el hecho de que, con muy pocas
excepciones, es la estructura y el contenido del pensamiento de la mayoría de
los hombres indagados, con independencia de sus características
sociodemográficas. Incluso en aquellos hombres que tienen una mayor
sensibilidad y grado de conciencia en
algunos de los aspectos analizados, en otros momentos
retoman ideas tradicionales acerca del ser hombre y su sexualidad. Como lo
hemos afirmado, una concepción de sexualidad más integral no es garantía de que
no se asuman mandatos de la masculinidad hegemónica patriarcal, aunque sea en
forma parcial, incluyendo grados de tolerancia con la ESC.
Sorprende tal similitud. Incluso, hay utilización de las
mismas frases sin que para ello interfieran las diferencias por país, región o
nivel educativo. Aun con las esperadas diferencias, lo similar del discurso
también podría ser asumido como no sorpresivo, en tanto estamos en presencia de
la masculinidad tradicional o dominante de los sistemas de corte patriarcal;
este atraviesa a grupos y personas y les aplica un mismo rasero.
En ese sentido, podemos afirmar que, por lo tanto, la
socialización recibida por estos hombres, además de similar, ha sido sumamente
efectiva. Los mensajes recibidos han calado profundo en la subjetividad de
ellos, lo cual se puede afirmar viendo la firmeza y convencimiento que denotan
de que las cosas son así y que están bien. Salvo pocas excepciones, no hay
mayor contradicción ni malestar con el estado de la cuestión. El ser hombre, el
ser mujer y la sexualidad que las personas pueden desplegar obedece a las más
tradicionales convenciones dentro del patriarcado. Pese a lo violento, crudo y,
por momentos, hasta bizarro, que parece el razonamiento de muchos de ellos, no
hay disonancia en sus pensamientos y afectos. La sensación general es que les
parece que las cosas están bien así o, por lo menos, no hay mayor
cuestionamiento. Quizá en un exceso en el uso del lenguaje clínico, podemos
afirmar que predomina un manejo egosintónico 9 de la situación.
La estructuración de los géneros, la construcción de las
identidades masculina y femenina, los mandatos para cada uno de ellos y los más
arraigados estereotipos de pensamiento y acción son avistados sin dificultad en
el grueso de la población estudiada, como ha sido ilustrado con muchas de las
expresiones recogidas.
Podemos afirmar que, en buena medida, estos hombres podrían
ser fieles representantes de esta masculinidad hegemónica de nuestras
poblaciones.
Por tal razón, con prontitud se aprecian algunos elementos
ideológicos de fondo que dan sentido a su estructura cognitiva y vincular.
Junto con ellos, muestras de la presencia de las principales instituciones del
patriarcado también son fáciles de detectar; aunque no quisiéramos verlo, el
patriarcado está más a flor de piel de lo deseado. La misoginia, la homofobia,
el falocentrismo y el androcentrismo están nítidamente presentes en los hombres
del estudio y en aquellos de quienes emitieron opiniones.
Como es frecuente en el trabajo con diversos grupos
poblaciones, en este caso, se presentó la tradicional confusión de la condición
de género con la orientación sexual. Reaparece el ya comentado razonamiento de
que ser hombre es no ser mujer y no ser homosexual o no presentar ciertas cosas
que pudieran dar pie a lo homosexual. Que conceptualmente existan esas
confusiones no es extraño, pero lo que sí debe llevarnos a meditar más es que
en estos hombres se detecta en forma clara el destierro de cualquier elemento
que los pudiera acercar a algo que oliera a homosexual. Lo más importante es
que si esto se lograba se era más hombre. La homofobia, uno de los ejes de la
construcción de la masculinidad, tiene fuerte arraigo en los hombres
estudiados.
Es obvio que, por lo tanto, las principales características
de la sexualidad masculina estén atravesadas por los mandatos y las exigencias
de aquella masculinidad hegemónica: no puede ser de otra manera, en virtud de
que es la sexualidad quizá el ámbito humano en el que con mayor facilidad se
ponen en juego las instituciones patriarcales y el control sobre las personas,
aun en sus más íntimos rincones.
9 Que está en sintonía con el yo. Lo que haga o piense, no
le produce ningún malestar al sujeto.
Así, pues, detrás de la tolerancia que estos hombres tienen
de la ESC, se está en presencia de una sexualidad que responde de manera típica
a la masculinidad hegemónica.
Es una sexualidad más heterocéntrica, coital y genital. Qué
y cómo deben ser los hombres en su nivel genital, es la nota dominante en la
vida de estos hombres. Este significado y vivencia concretos se encuentran en
prácticamente todos los hombres estudiados, dentro de lo cual es llamativo que
se dé con independencia de su edad; aún en las nuevas generaciones estos
esquemas siguen vigentes.
Las imágenes de hombre y de mujer y los vínculos que se
establecen con base en ellos, retratan los estereotipos más tradicionales de
nuestra condición genérica.
El discurso de los hombres apunta a que ser hombre y ser
mujer responde a los mandatos que el sistema impone; por ejemplo, ser hombre es
sinónimo de sexo activo, y ser mujer es sinónimo de pasividad (en varios
ámbitos, incluido el sexual).
El convertirse en hombre requiere de ser iniciado en
técnicas coitales, acompañadas o no de aspectos afectivos, ya sea con mujeres
para sexo ocasional, o bien, mediante el pago por servicios sexuales. En muchos
de ellos, acudir a la prostituta fue un ritual obligado, que no en pocas
ocasiones era alentado o exigido por sus propios padres. Esto era complementado
por las conversaciones con amigos, adultos, la lectura u observación de
pornografía, la enseñanza de la calle, que sobre todo alentaban el acceso
coital con mujeres. El quid del asunto era poner al pene en
funcionamiento, como garantía de que se estaba haciendo o ya era hombre.
La consigna era acceder a mujeres, ya fuera mediante la
conquista o mediante el pago. En ambos casos, se podía alardear: o tenía buena
labia o tenía poder adquisitivo para pagar y exigir. En todo caso, había que
penetrarlas como muestra imborrable de que se era hombre. La mayoría reporta
que esa es la agenda aprendida.
Y esto es independientemente que sea con mujeres adultas o
con personas menores de 18 años.
Si bien en algunos grupos, tal condición de género y de
sexualidad correspondiente se les comprende dentro de procesos sociales y
políticos (incluso con directa alusión a que son procesos de construcción
social), la tendencia general, específicamente en la noción de hombre, se
acerca a una suerte de esencialismo biologista, en el cual el sujeto cuenta
solo con su dotación biológica e instintiva, que hay que atender en forma
inmediata.
Hay un llamado de la naturaleza animal que se impone a la
voluntad de las personas. Le hemos llamado a esto “el hombre en estado
natural”.
Esta es la imagen del hombre acompañado solo de sus bases
instintivas que, como ya indicamos, requieren de satisfacción inmediata. Pero
el asunto va más allá. La sexualidad masculina es básicamente genital, coital y
de penetración. La tríada erección, penetración y eyaculación, sigue siendo el
modelo convencional de la sexualidad de muchos hombres. Tan prominente es esta
imagen que es frecuente el reporte, aunque no así entendido por parte de ellos,
de falta de autocuidado en el ejercicio de su sexualidad; ello aparece cuando
algunos hombres manifiestan que el sexo con personas menores de edad podría
acarrear menos riesgo de alguna infección.
Crudamente hablando, ser hombre es aprender a “meterla”; si
no se penetra no hay sexualidad, no se llegó a nada. Es una clara muestra de la
importancia que la masculinidad y los hombres le otorgan al pene funcionando de
manera eficiente; en otros términos, es el culto al falo. Es una sexualidad
falocéntrica ávida de complacencia, para lo cual no importa si se debe pagar o
no, no importa la edad de la otra persona, lo que interesa es saciar la
necesidad de la casi divinidad, que es el falo.
El falo es pene en erección, es la potencia, es el poder de
penetrar y de romper. Esto puede ser interpretado no solo como la penetración
del cuerpo femenino (y masculino también), sino también como la potestad del
hombre de invadir y conquistar territorios, entendidos estos también como el
cuerpo de las mujeres, independientemente de que se trate de niñas,
adolescentes o mujeres adultas.
Ahora bien, si tal conquista se hace de territorios o de
bienes preciados, adquiere ribetes de mucho mayor peso e importancia para los
hombres. La virginidad aparece aquí también, según ya fue descrito. Esa
sexualidad que debe ser complacida toma un nivel superior de satisfacción si el
hombre logra internarse en terrenos prohibidos o que no han sido tocados. La
virgen y la virginidad es la mayor conquista a la que puede aspirar un hombre,
según se lee en lo manifestado por uno de los entrevistados. Lograr la
penetración de una mujer virgen, que es vivido como dejar el “sello personal”,
en algún sentido, equivale a clavar el mástil de la bandera en el territorio
recién conquistado. Es una toma de posesión.
Para satisfacer su sexualidad, los hombres parten de que las
mujeres deben estar a su servicio y bajo su dominio. Por eso deben aprender con
mujeres mayores, que hagan lo que ellos quieren, y luego se lo hacen a las que
no saben y no protestarían (incluidas las personas menores de edad).Aquí la
virginidad o “pureza” de la mujer no es determinante, en tanto estas mujeres
cumplen a cabalidad con lo que el patriarcado necesita: disociar la sexualidad
en la pertinente para el placer y para la reproducción. Ambas, unidas, es
difícil aceptarlas.
Por tales motivos, en la concepción de sexualidad de estos
hombres también está presente la antigua disociación de la mujer en esposa y
prostituta. Tal disociación no está dada solo por la división entre sexo para
la reproducción y sexo para el placer, sino también entre sexo “decente” y sexo
“desenfrenado”: con la esposa, las “bajas pasiones” no pueden ser satisfechas,
sino que para ello se debe recurrir a la irremediable medicina que ofrece la
prostituta. Escindiendo a las mujeres de esta forma, los hombres se escinden a
sí mismos y a su sexualidad. Si para resolver esta división se debe recurrir a
vínculos mediados por el comercio, el sistema no tiene el mayor empacho en
hacerlo y tolerarlo.
Esto, además, entronca con la comentada relación de maestras
y alumnas que, en materia de sexualidad, los hombres establecen con mujeres
mayores y con las más jóvenes. A las mayores, especialmente prostitutas, se les
asigna el papel de maestras y a las jóvenes, el de inexpertas que deben ser
instruidas.
Un buen sector de los hombres posee una concepción misógina
de la mujer, la que además es percibida y tratada como un objeto. Este objeto
puede y debe estar al servicio de las necesidades masculinas, por lo que al
rebajarles sus propiedades humanas (son como autos) las mujeres pueden ser
utilizadas para muchas cosas. Creemos que aquí está una de las matrices para
comprender la existencia del comercio sexual, que puede incluir la ESC. En el
mejor de los casos, si no son explotadas, sí son el receptáculo de las
fantasías y necesidades sexuales de muchos hombres.
En nuestro criterio, el ancestral temor masculino al poder
femenino, pasado y presente, está en la base de esta necesidad de sujetarlas al
arbitrio masculino. Para muchos de estos hombres, las mujeres necesitan y
desean ese control por parte de los hombres. En un caso extremo, la posesión
del cuerpo de mujeres jóvenes es la venganza que los hombres toman con la
feminidad. No es el momento para desarrollar la cuestión, pero sí conviene señalar
que, de manera particular, el temor acotado tiene hondas raíces en la
sexualidad; lo cierto es que la sexualidad femenina tiene para el hombre un
halo de profundo misterio y enigma que debe ser conocido y dominado. Muchas de
las instituciones patriarcales de control de la sexualidad femenina tienen este
razonamiento en su génesis y desarrollo. Nuestra particular visión de esto es
que los temores deben ser contrarrestados o exorcizados de alguna manera.
En la comprensión de la tolerancia hacia la ESC, si la
masculinidad y la sexualidad masculina son tradicionales, la socialización
sexual también lo es. Tanto es así que aquellas instancias que el
establecimiento dice son las encargadas de la formación de género y de
sexualidad, no aparecen en las biografías de estos hombres; la referencia a la familia,
la escuela, la iglesia u otras instancias oficiales es muy poca en sus relatos,
no son señaladas como instancias de gran peso en la formación de las personas
en materia de sexualidad. En muchas ocasiones, hay una queja explícita acerca
de la falta de educación sexual, incluso como base explicativa para la ESC u
otras conductas inapropiadas de los hombres en particular.
Es importante hacer ver que, salvo muy pocas excepciones, la
temática general de la investigación no ofreció mayores temores, dudas o
inquietud en los hombres indagados. En general hubo apertura y confianza para
manifestar opiniones y puntos de vista, sobre todo considerando que,
tradicionalmente, la sexualidad es un tema tabú, del que poco hay que hablar.
Cuando sí se manifestó temor de hacerlo (dicho de manera explícita o mediante
la solicitud de no grabar las sesiones) se argumentó que la temática es privada
y que en ese país, la sexualidad prácticamente adquirió carácter político; en
estas condiciones, la sexualidad fue decretada como de carácter privado.
Por lo anterior es
que habría que repensar el asunto en términos de si más bien, entonces, esta
socialización no es convencional; es decir, que no la realizan las entidades
oficiales, pero que sí es convencional en tanto responde a la forma usual como
estos procesos se llevan a cabo. Lo cierto es que la investigación con estos
hombres adultos nos coloca nuevamente en posición de afirmar que la educación
“oficial” de la sexualidad sigue ausente (Campos y Salas, 2002) y que la sexualidad
sigue encontrando sus propios cauces de aprendizaje y vivencia.
En síntesis, la mayor parte de los hombres indagados manejan
una concepción de sexualidad patriarcal, que legitima y reproduce las
concepciones tradicionales de la masculinidad y, con ella, de las instituciones
que las soportan. Esta gama de ideas y pensamientos son incorporados sin mayor
cuestionamiento y se les asume bajo el esquema de que así son las cosas. En
múltiples casos, ni de esto último hay noción.
Este sustrato ideológico proporciona la base sobre la que se
monta la estructura de tolerancia que presentan los hombres hacia la ESC.
B) EXPLOTACIÓN SEXUAL
COMERCIAL, EROTISMO, SEXUALIDAD Y PODER EN EL HOMBRE PATRIARCAL
Para iniciar esta parte del análisis, es preciso acotar que,
para una notable mayoría de hombres, está totalmente legitimada la atracción
por el cuerpo joven y el deseo de poseerlo, de tocarlo y de apropiarse de él.
Es una cuestión que no merece mayor discusión ya que se asume que ello forma
parte del ser hombre y de la sexualidad masculina. El solo hecho de indagar
acerca del tema causó extrañeza -y sorna- en muchos de ellos, en tanto es algo
que se da por sentado. La juventud es un bien preciado, ya sea teniéndola
directamente o bien por medio de acceder al cuerpo, la subjetividad y el deseo
de la persona joven (en especial mujeres, aunque los hombres homosexuales
manifestaron posiciones muy similares en relación con otros hombres jóvenes).
Junto con lo anterior, el mayor factor que fue presentado
como más determinante para gustar más de las personas jóvenes es que, en virtud
justo de su juventud, son más fáciles de dominar o controlar. Dentro de ese más
fácil dominio, por supuesto que está lo referente al área de la sexualidad, en
la que las personas jóvenes deben ser instruidas por otros con mayor
experiencia y sabiduría. Además, ello es inevitable pues para estos hombres los
cuerpos jóvenes están sedientos de placer, quieren que se les proporcione
satisfacción; por ello, las “chiquillas” andan buscando a los hombres y los
seducen para ser complacidas.
Esta última idea nos servirá de base para la
discusión que viene más adelante.
Esta atracción por el cuerpo joven, ¿cómo se relaciona con
la sexualidad y qué nexo tiene con la ESC? De la primera parte de la pregunta
nos ocuparemos de inmediato; la segunda queda para ser abordada en el apartado
específico para ello.
Está claro que la conexión que existe entre sexualidad y
poder no solo está debidamente documentada y discutida por prominentes autores
y autoras, sino que en la experiencia concreta de los hombres del estudio
también. Esa incorporación está tan arraigada que no es siquiera cuestionada
por ellos; se da por sentada.
Lo que aquí nos ocupa es una particularidad de esa cuestión
general. La pregunta es: ¿qué sucede con la relación entre erotismo y poder
cuando el contacto sexual se da con personas jóvenes en general o menores de 18
años en particular?
Creemos que semejante interrogante puede ser abordada desde
dos perspectivas, estrechamente enlazadas.
Una primera perspectiva nos lleva a la discusión acerca del
poder que da estar con una persona joven o el sexo que se pueda mantener con
ella. Una pista al respecto la brinda la fantasía que manifestaron muchos de
los hombres de que si se tiene contacto con personas jóvenes, sobre todo de
tipo sexual, todas las virtudes de la juventud le serán trasladadas. La
lozanía, la energía y la vitalidad, la tersura, la suavidad de la piel, la
firmeza muscular, y todos los atributos que puede poseer la persona joven serán
transmitidos al hombre adulto que acceda a ellos. De hecho, la fantasía es que
se volverá a la época de joven o que su vida será revitalizada casi
mágicamente. Es vivir de nuevo la adolescencia o la juventud.
Hay una suerte de absorción que el hombre haría de las
cualidades de las personas jóvenes y que, incorporadas, les permitiría retornar
a momentos pasados de su juventud. Esto no se aparta del todo de la antigua
búsqueda de la eterna juventud que ha desvelado a la humanidad. Para algunos de
ellos la situación no es experimentada en un como si, sino que adquiere
rebordes de realidad concreta. Así, la fantasía toca los linderos de la
realidad.
La fantasía de
rejuvenecerse es una de las principales razones que los hombres argumentan para
su preferencia por tener sexo con personas menores de edad; lo que contribuye a
fomentar la explotación sexual
Abundando más en el punto, es llamativa, aunque aparece poco
en los relatos recogidos, la referencia que se hace del calor corporal que
emana del cuerpo juvenil, a diferencia de la frialdad del cuerpo adulto o “más
viejo”. En el contacto sexual con ellas, ese calor es fácilmente percibido,
según lo manifiestan. El comentario es realmente importante en tanto remite con
mucha facilidad a la teoría del dimorfismo sexual de Aristóteles, con la cual
el sabio griego trataba de explicar la diferencia entre los hombres y las
mujeres. Para Aristóteles, las mujeres son más frías; para estos hombres, son
frías las mujeres mayores. En ambos razonamientos el resultado es el mismo: se
desvaloriza a las mujeres y se las coloca en lugares secundarios.
Es obvio admitir que también se adquiere mayor vitalidad
sexual. La energía y fuerza libidinal que se les otorga a las mujeres jóvenes y
adolescentes, igual le será transferida a los hombres, con lo cual su potencia
y virilidad se reactivarán. Este contacto sexual tiene entonces poderes de un
potente afrodisíaco. El efecto, dada la importancia de la sexualidad en la
conformación de la identidad masculina, es que los hombres se sentirán más
hombres y asegurados de su virilidad. Por ello, a la acompañante joven y
adolescente se le debe exhibir ante el juicio envidioso de los otros.
Paradójicamente, esa vitalidad podría quedarse solo en el plano público en
tanto lo que se exhibe no es muestra fehaciente de sus efectos; mucho se juega
en el imaginario también, del hombre poseedor y de aquellos que lo estén
observando.
La otra perspectiva que se puede incorporar es la
concerniente a reflexionar acerca de qué es lo que causa placer realmente, ¿es
el acceso carnal a la mujer joven o es la sensación de poderoso que de ello se
deriva?, ¿es el contacto coital erótico o el ejercicio del poder?, ¿son ambas?
Estas interrogantes nos colocan de frente a la importancia
del poder para los hombres. Ya hemos afirmado que en la sexualidad se
escenifica con mayor dramatismo la necesidad de estar en posición de poder o
las acciones que se puedan desplegar para tenerlo. Si bien, el dominio de lo
privado ha sido poco abordado para ver en él la horma básica de las relaciones
de poder social, nosotros creemos que verlo ahí es de singular importancia.
Este es precisamente el ángulo olvidado de las luchas sociales libradas por la
humanidad, por lo que la sexualidad, la afectividad y la subjetividad quedan fuera
de toda consideración de cambio social y político. Ello porque el panorama
podría ser muy preocupante para los sectores dominantes, si la población
adquiere autonomía e independencia en la vivencia y manejo de su sexualidad y
vida íntima; personas liberadas en ese ámbito son “peligrosas”.
Según el relato de los hombres indagados, coexisten rasgos
de placer derivados de la atracción física y la genitalidad (“están ricas”) y
rasgos del placer de ejercer el poder. Muchas expresiones apuntan a lo placentero
de tocar, ver y admirar las virtudes del cuerpo joven; otras directamente
aluden al placer del contacto sexual, con especial énfasis en la penetración
(incluyendo lo particular de que sea con una mujer virgen). Las manifestaciones
son de sensaciones altamente gratificantes, excitantes y, por lo tanto, muy
deseadas por ellos.
Hasta aquí, es claro que el placer deriva de la actividad
coital y de todo aquello que emana del cuerpo joven, sin importar que se trate
del cuerpo de una persona menor de edad. Junto con ese placer, el otro efecto
importante es el de la revitalización que se logra. Es decir, tener sexo con
jóvenes es altamente apreciado por sus componentes eróticos o, por lo menos,
así pretendidos.
Pero a la vez, en forma inmediata, ello tiene que ser
colocado en el plano del conocimiento público. Aquel placer mío, íntimo,
profundo, si lo publico, me proporciona también poder, prestigio y estatus, lo
cual es vivido también como muy gratificante. Por momentos, ambas dimensiones
se entremezclan y no se sabe dónde termina una e inicia la otra. Es decir, el
vínculo de poder se erotiza, se carga de energía sexual.
En otras palabras, somos del criterio de que ambos juegan y
se complica cuando el poder ejercido se liga con el componente de placer
erótico. Claro que hay placer en ambas dimensiones, pero la fusión se consolida
cuando del placer público se desprende o afianza el placer directo de la
genitalidad o sexualidad.
En un esquema pavloviano, el condicionamiento se
logra mediante la asociación de un estímulo incondicionado (el placer sexual)
con uno que se condiciona (el placer del poder); una vez establecido el
condicionamiento, la relación se fortalece y es difícil de modificar.
Los comentarios de los hombres indican, en efecto, la
presencia de ambas dimensiones; algunos de ellos son incluso groseros o
violentos, denotando nuevamente las características de una mujer objetivizada y
de una sexualidad masculina primitiva, genitalizada y mecanizada. Pero, luego
se deriva al placer de mandar, de dominar y de dar a conocer ese poder. En
otras palabras, se “enamoran” del poder, sobre todo si se confirma que no solo
se ejerce sobre ellas, sino que también se le muestra a los otros. Es obvio que
la perspectiva es tenebrosa, porque muchos hombres entran en el juego y sus
relaciones se tornan en una pasarela de quién tiene más poder y más control.
Con lo anterior, topamos de nuevo con un aspecto ya
analizado. Permite comprender que, al igual que ocurre con las mujeres en
general, en particular con las jóvenes y adolescentes, el vínculo se objetiviza
y la persona adquiere los caracteres de objetos que pueden ser tomados,
comprados, vendidos y exhibidos. La metáfora del vehículo nuevo entra a escena
otra vez. La relación que muchos hombres establecen con vehículos de su
propiedad, sobre todo si son nuevos, parece identificar rasgos de una suerte de
fetichismo en ello. En cierto sentido algo similar pasa con el cuerpo joven.
Esa posesión, cierto, se le disfruta; pero, a veces, parece disfrutarse más la
mera sensación de poseerlo y que de ello se enteren los demás.
En el apartado de ESC se verá la situación de los
inhibidores que actúan en algunos hombres para no entrar en la dinámica de la
ESC. Uno de ellos tiene que ver con lo que estamos planteando: los hombres
dicen que no le harán a otros lo que no les gusta que les hagan a ellos. No le
harán daño al otro como no quiero que me lo hagan a mí; el sufrimiento no es
tanto de la hija o la hermana ofendida sino del hombre que ve amenazado su
honor y buen nombre. El daño, pues, es para ellos, en tanto lo que le pueda
pasar a “sus” mujeres.
Dentro de ese escenario de competencia que se abre, también
adquiere mucho sentido la relevancia que tiene para muchos hombres “ser el
primero” o la fantasía de serlo. El mensaje es claro: ya la “usé” y ese
privilegio nadie más lo puede tener. No se requiere de mucho esfuerzo encontrar
ese tipo de comunicados en muchas canciones o refranes populares. Es decir, el
control y el poder sobre el cuerpo de la joven o adolescente trasciende el plano
físico inmediato para trascender al control de la subjetividad o del mundo
interno de las mujeres. Fantasía de poder más grande es difícil concebirla. Es
llamativa, aunque aparece poco en los relatos recogidos, la referencia que se
hace del calor corporal que emana del cuerpo juvenil, a diferencia de la
frialdad del cuerpo adulto o “más viejo”. En el contacto sexual con ellas ese
calor es fácilmente percibido, según lo manifiestan.
Todo lo anterior permite postular la tesis de que se produce
una participación en la metamorfosis del cuerpo infantil al cuerpo joven, lo
mismo que de la psique, acto al cual asisten tanto los hombres adultos como las
personas jóvenes y menores de edad directamente. Es para estos hombres como un
rito de iniciación, a cargo del adulto, que transmite la experiencia y
sabiduría y que, a su vez, recibe una nueva dosis de rejuvenecimiento; es una
suerte de transmutación mutua, por medio de la cual la persona joven y menor de
edad adquiere experiencia y deja atrás su inocencia y el hombre adulto adquiere
juventud. Aún así, en este juego de te doy me dás, la relación de poder está
del lado del mundo adulto o al menos la reafirma, estableciéndose una
combinación entre el adultocentrismo con el androcentrismo.
Estamos en posición de afirmar, de manera contundente, que
para la mayoría de los hombres indagados, la edad cronológica o civil es el
criterio infalible para establecer con seguridad la condición de persona menor
de edad; por el contrario, el criterio para acceder sexualmente a las muchachas
y los muchachos no se relaciona con los criterios legales o civiles.
El universo simbólico que se teje detrás de la expresión de
que no hay edades mínimas para efectos de inicios en lo sexual es más que
ilustrativa. Connota toda una manera de concebir las relaciones humanas. Lo
mínimo es el cuerpo con “rasgos de mujer”, con independencia de la edad
cronológica y con desconocimiento de su desarrollo psicosexual, así como de sus
derechos en cuanto persona. Las frases que aluden a que si la joven aguanta la
penetración ya es mujer, es una trasposición de la psique masculina, en el
sentido de que sigue siendo lo coital aquello que define muchas situaciones de
las personas. Demás está comentar que aquí se cuela la lógica masculina de ser
poderoso y que no cualquiera soporta sus embates, aun con lo burdo y primitivo
de este tipo de pensamiento.
Lo anterior explica el por qué para muchos hombres el tener
sexo con personas menores de edad no implica transgresión alguna. En el
imaginario masculino ya son mujeres y, por lo tanto, para ellos no hay nada
censurable en la conducta sexual descrita.
La lógica que subyace y apuntala este prototipo de
pensamiento es la que creemos que sostiene y legitima la ESC. Junto con otros
determinantes de esa expresión de comercialización de la sexualidad, será
abordada en apartados más adelante.
C) SEXUALIDAD Y LÓGICA DEL MERCADO COMO MARCO
ESTRUCTURAL EXPLICATIVO DE LA EXPLOTACIÓN SEXUAL COMERCIAL
Es un cuerpo al que tú
accedes porque le pagas.
Yo le pagué a usted por
un servicio, me lo
tiene que dar completo,
tú vas a hacer
lo que yo quiero.
La ESC tiene sentido en una economía de mercado, en donde el
sexo y los cuerpos adquieren carácter de mercancía y, por lo tanto, los hombres
acceden al sexo comercial desde una lógica del mercado.
Es como un mercado y
si querés vender tenés que ofrecer lo más nuevo. Para comercializar, tenés que
buscar chavalas nuevas, bonitas, que sepan bailar, decididas a hacer cualquier
cosa: salir con un viejo, con un chavalo, o irse con mujeres; con quien sea. Y
el mercado está lleno de solo de gente joven ahora. (Nicaragua)
Con mi dinero, yo
puedo comprar estas chavalas más jóvenes. (Nicaragua)
Es un valor de uso y
un valor de cambio, y vea si tanto es así que la mujer que no es virgen está
devaluada en el mercado del matrimonio. (Costa Rica)
En las frases anteriores, se observa cómo los hombres asumen
una lógica de mercado, de oferta y demanda para acercarse al fenómeno de la
prostitución en general y de la ESC en particular. Eso les ayuda a no sentirse
mal, ya que lo ven como un asunto económico, no ético.
“En los tiempos modernos, la
sexualidad representa otro bien de consumo - entre tantos- que se pueden
adquirir en el mercado. La experiencia denominada sexualidad se vive fundamentalmente
en la esfera de la externalidad, - como algo que no le pertenece al sujeto-
mientras que en la internalidad esta experiencia deja una sensación de vacío,
de falta que, la mayor parte de las veces, aparece metaforizada en el síntoma o
en la “perversión” tal y como se la entiende convencionalmente (Campos y
Arrieta, 1996: p. 1).
Para la mayoría de los hombres de la región que participaron
en el estudio, la ESC se encuentra justificada en la medida que es vista como
un comercio, en el cual se venden mercancías y hay clientes que tienen el
dinero para pagar por esas mercancías. ¿Cómo es que los hombres invisibilizan
que se trata de una violación de los derechos humanos? Para ello operan varios
procesos, uno de ellos es el de mercantilizar los cuerpos y el sexo y, al ser
convertidos en mercancías, pasarlos por el proceso de fetichización.
Marx (1976) se refería al concepto “fetichismo de la
mercancía” para explicar la lógica de la producción mercantil capitalista y sus
implicaciones en la subjetividad. A grandes rasgos, el concepto hacía
referencia al doble carácter de la mercancía (valor de uso y valor de cambio) y
al aparente carácter impersonal y anónimo de las mercancías, despojadas de todo
acto humano, en donde se mistifican y ocultan las relaciones sociales que le
dieron razón de ser.
………………………
¿Cómo podemos entender este fenómeno?
Vidales (1978) plantea que en el proceso de fetichización,
las personas se cosifican y las cosas se personalizan. Para este autor,
“El reino de los fetiches depende
del grado de deshumanización del hombre, quien al dejar de ser responsable de
su acción sobre los demás, para convertirse en objeto de fuerzas objetivas y
naturales, se degrada y se enajena” (p. 15).
Con el dinero comprás lo que querés… hasta algunas fantasías.
(Guatemala)
Se tiene la idea de que se está pagando porque en la casa no
se les complace y las prostitutas sí porque son una máquina. (Panamá)
Parafraseando a Campos y Arrieta (1996), en la sociedad
occidental, el aspecto físico desempeña un papel muy importante en el atractivo
sexual y basado, al menos, en parte, en las características corporales
externas, las cuales varían según el contexto histórico social.
El cuerpo en la sociedad mercantil contemporánea adquiere el
carácter de mercancía. Se difunde un ideal de belleza localizado en el cuerpo,
el cual se presenta como una serie de características en cuanto a edad, color
de piel, color de los ojos, color del cabello, determinada talla y altura,
determinada forma de contextura física, determinado estilo de voz, determinada
forma de vestir, ciertas características genitales que incluyen desde el tamaño
y forma de los genitales externos hasta las técnicas “copulativas” que están de
moda en el mercado. Esta mercantilización del cuerpo es parte de una mercantilización
más global de la que el sujeto como totalidad es objeto en esta sociedad. El
sujeto se convierte a sí mismo en mercancía y sus procesos pasan a regirse por
las leyes del mercado. Estos procesos psicosociales son analizados por varios
autores (Cushman,1991; Benhabib, 1992; Rosenau, 1992; Giddens, 1991; Gergen,
1991; entre otros)
Gergen (1992) considera que lo individual ha sido deprivado
de la racionalidad, la intencionalidad, el autoconocimiento y la coherencia. La
experiencia intensa con el otro ha sido sustituida por la adquisición de
objetos sin vida.
“Reemplazar el amor humano con
mercancías sexuales es uno de los mejores negocios e industrias en la cultura
occidental. Los hombres pueden adquirir mujeres inflables, caras de mujeres
artificiales con los labios abiertos y vaginas completas de estereofón con
vello púbico” (Gergen, 1992: p. 141).
La mercantilización
del cuerpo conlleva al mantenimiento de una industria del cuerpo, industria que
se encarga de promover el cuerpo bello del momento, elevado (o denigrado) al
rango de mercancía. En el caso de los hombres, es el pene el que adquiere
rangos de fetiche; en el caso de la mujer es su cuerpo fragmentado en partes el
que adquiere ese rango. En el caso de la ESC, precisamente, el cuerpo infantil
y adolescente está fetichizado, se le despoja de lo humano (no se le mira como
un niño o niña, como un adolescente que es sujeto de derechos) se le ve
solamente como un cuerpo, cuerpo para otros, para el placer- /poder de otros,
cuerpo que devuelve juventud, vitalidad, estatus a quien lo compra, cuerpo sin
subjetividad.
El cuerpo bello se acompaña de determinadas características
psíquicas, es un sujeto “completo y feliz”, realizado sexualmente. Por lo
general, el cuerpo bello se asocia con sensualidad y erotismo. El que posee un
cuerpo bello y joven posee además sexualidad plena. Este constituye un mito que
se explota principalmente en la industria de la pornografía.
El sexo, las personas menores de 18 años, al convertirse en
mercancías, como toda mercancía
“… adquiere sustancia propia,
desconectada cada vez más de lo que es: relación social entre los hombres y se
convierte en una esfera trascendente, objeto que subyuga al hombre” (Vidales,
1998: p. 17).
Por eso los hombres dicen frases como las siguientes:
Yo tengo plata, voy a
ir a buscar a una chiquilla y le pago. (Costa Rica)
El hombre que paga,
siente y piensa que esas mujeres le pertenecen. (Costa Rica)
En este contexto de mercantilización de la sexualidad y del
cuerpo, se ponen en escena las relaciones de poder de género patriarcales.
Eisler (2000) plantea al respecto que
“Hoy en día, al menos
en principio, se condenan casi universalmente la posesión del cuerpo de una
persona por otra, la apropiación de sus servicios y la negación de su derecho a
tomar opciones de vida fundamentales. Pero hay un área que, incluso en
principio, ha sido particularmente resistente al cambio. En relación al cuerpo,
servicios y opciones de las mujeres, gran parte del mundo está ideológica,
legal y económicamente vigente la noción tradicional de que los hombres deben
tener el poder, escoger las opciones y controlar el cuerpo femenino” (Eisler,
2000: p. 183).
La prostitución es una empresa, grandes segmentos de la
economía global dependen de ella.
“Esto no solo incluye a niñas y mujeres que
trabajan en la industria del turismo sexual y en los incontables bares y
tiendas sexuales donde los hombres beben, juegan y tienen sexo con prostitutas,
sino también a las familias que venden a sus hijas a la prostitución” (Eisler,
2000: p. 184).
En la cultura
patriarcal, en el contexto del capitalismo tardío, la sexualidad femenina se
usa para vender y las mujeres aprenden que el sexo es su principal bien; el
trabajo sexual es una transacción comercial privada.
“Lo que la prostituta finalmente
vende es la ritualización de la sumisión sexual femenina.... la esencia es que
el hombre elige y la mujer está ahí para el uso y abuso del cliente“ (Eisler,
2000: p. 185).
La prostituta es la mayor testigo de la “debilidad”
masculina, que busca amparo y/o hipercompensación a través de un cuerpo de
mujer objetivizado, convertido en mercancía.
“Poderosa en lo privado, ella
será, en cambio, despreciada y humillada en público, pues su poder (su saber)
deberá ser violentamente neutralizado. Ellas saben aún más que las otras
mujeres “puras”, los secretos masculinos (sus temores, necesidades,
perversiones...), pero acaban pagando muy caro –socialmente- el poder (el
goce...) que recaban de ese saber…Cada acto sexual remunerado encara al hombre
con su propia impotencia sustancial y con la constatación de que no es deseado
como tal sino como un cliente más… El hombre es quien manda, ‘al pagar por unos
servicios determinados, lo que le provoca seguridad y la ilusión de no ser
controlado’” (González, 1998: pp. 211-212).
El dinero le da al hombre una
sensación de amo, dueño, cliente con derechos. Pagar lo convierte en un
consumidor y desde esa lógica del consumidor, está justificado lo que compre:
comprará aquello que se anuncia y ofrece para la venta en el mercado y no es su
problema lo que se esté vendiendo pues, al fin y al cabo, en la lógica
mercantil, lo que se anuncia es para comprarse, el cliente tiene el deber de
comprar y no tiene que problematizarse acerca de por qué se venden determinados
productos.
La sociedad de consumo en la que estamos nosotros ahora mismo nos vende
el placer carnal. (República Dominicana).
Donde él paga y espera que se le remunere el producto de lo que ha
pagado, estoy pagando y vas a hacer lo que yo digo, como yo quiera. (Honduras)
Cuando uno paga tiene derecho a exigir y existe un mayor control por el
pago. (El Salvador)
Con base en lo anterior, podemos
afirmar que el hombre que está involucrado en relaciones de ESC, en lógica
mercantil se posiciona ante el producto como un consumidor. Schiffman y Lazar
(1991) plantean que una de las necesidades del consumidor es la necesidad de
poder.
“Esta necesidad parece estar estrechamente relacionada con la necesidad
de ego, en tanto que muchos individuos experimentan un autorrealce incremental
cuando ejercen poder sobre los objetos o sobre la gente...” (p. 93).
La mujer virgen, inocente, que
“no sabe” de la sexualidad, especialmente si es menor de edad, le permite al
hombre realizar sus fantasías de dominio. Al ser inocente y supuestamente “no
saber”, al pagar, al “comprarla” (desde su imaginario) el hombre puede
imponerle todos sus deseos, así vence su ansiedad por el desempeño, ante un
otro que no sabe, que es inocente y que está reducida a una mercancía. No hay
que demostrar nada, excepto que soy el amo. Algo así como yo pago, “necesito
que no sepas, que no me exijas nada y, además, que me complazcas en todo lo que
te voy a pedir/obligar a hacer”, y todo ello en un ambiente de inocencia, de un
desconocimiento obligatorio por parte de ella.
Desde esta perspectiva, el sexo
remunerado con personas menores de edad, les ofrece a los hombres, como diría
Qualls (1997) placer, excitación y vitalidad.
“Ella es la amante cuya belleza
es excitante, cuya naturaleza virginal trae nueva vida y conduce a la
Sabiduría” (Qualls, 1997: p. 133).
Esto hace que los hombres hayan
expresado lo siguiente:
Pagar por estar con una chiquilla.... Es como que lo convierten en un
trofeo, es un premio, es una medalla por estar con una mujer, y entre menos edad
tenga la mujer más grande es el trofeo, más orgulloso se siente él de decirlo
delante de todos. (Costa Rica)
D) LA RUTA CRÍTICA DE LOS HOMBRES HACIA LA EXPLOTACIÓN SEXUAL COMERCIAL
Es
como el vicio del licor; primero, empieza con un trago y luego no lo puede
controlar. Primero se empieza pagando en burdeles con mujeres mayores, después
se pasa a las chiquillas.
Una de las principales
conclusiones de esta investigación es constatar que en los hombres adultos de
la población general existen altos niveles de tolerancia hacia las relaciones
sexuales con personas menores de 18 años, aunque sucedan en un contexto de
explotación sexual comercial. Esta tolerancia es mayor si es hacia adolescentes
de 12 años en adelante, coincidiendo con la aparición y desarrollo de las
características sexuales secundarias.
Como se ha expuesto
anteriormente, para los hombres las personas menores de 18 años se clasifican
en dos grandes grupos:
a) Los
niños y las niñas: aquellas personas que aún no presentan características sexuales
secundarias; aunque algunos hombres señalaron menos edad, la mayoría consideró
los 12 ó 13 años como la edad límite. La mayoría de los hombres censuró y/o
condenó la actividad sexual con esta población menor de los 12 ó 13 años por
considerarlo parte de la paidofilia o de una aberración sexual. Les es más
fácil identificar la actividad sexual con este último grupo de edad (comercial
o no) como un delito, por lo cual no se encontró tolerancia hacia las personas
que tienen actividad sexual con este grupo. Las reacciones en general fueron de
desagrado y rechazo.
Yo considero a una persona que
anda buscando niños o niñas a estas edades, ya no es una persona normal. Yo
todavía te puedo aceptar si vos querés, entre comillas, al que busque a una
adolescente, hablando de una adolescente, una chavala de 16 años para arriba,
pues. Pienso que todavía podría ser aceptable.
b) Las
personas adolescentes, de uno y otro sexo, mayores de 12 ó 13 años, que están
experimentando los cambios de la pubertad. Se les considera ya no como niños o
niñas, se les percibe como personas que, por estar en proceso de desarrollo,
tienen necesidades y deseos sexuales muy fuertes y ansían que otros
(especialmente las personas adultas) les enseñen y les satisfagan sus deseos.
La actividad sexual con este grupo (remunerada o no) sí goza de altos niveles
de tolerancia por parte de la mayoría de los hombres de la investigación.
Cabe mencionar que la tolerancia de la que estamos hablando
se refiere a actividades como ser “cliente” en la compra de relaciones sexuales
directas, en la participación de espectáculos sexuales y hasta de la
pornografía por internet (situación que aparece muy poco en los relatos
recogidos) en la medida, como ya se dijo, de que se trate de adolescentes
mayores de 12 ó 13 años. Pero, aún para este grupo de edad, se encontró un
rotundo rechazo hacia las siguientes formas de ESC:
a) participación en
redes de proxenetismo
b) trata de personas
c) formas de violencia sexual o tortura
d) tomar por la fuerza a las víctimas
Sin embargo, el que existan altos niveles de tolerancia
hacia la ESC de personas mayores de 12 años, en cuanto a anuencia de relaciones
sexuales, no significa que todos los hombres de la población general participan
de este tipo de relaciones de explotación en su carácter de “clientes”. ¿Qué
factores hacen que unos lo hagan y otros no?
La respuesta a esta interrogante nos lleva directamente a la
identificación de la ruta que algunos hombres tienen para llegar a la ESC.
Retomando a Claramunt (1998) entendemos el concepto de ruta como aquel proceso
que permite alcanzar un determinado objetivo. En esta investigación entendemos
por ruta crítica el proceso que permite a algunos hombres acercarse y
permanecer en la ESC.
Podemos identificar rutas diversas en el camino de los
hombres hacia la ESC. Todas ellas tienen un eje común: la construcción de la
sexualidad masculina en el contexto del patriarcado y su relación con el poder;
el erotismo relacionado con el poder, tal y como se explicó en el apartado
“Explotación sexual comercial, erotismo, sexualidad y poder en el hombre
patriarcal”. Las rutas tienen sentido en un contexto ideológico simbólico, que
es el patriarcal, en el cual el poder y el dominio sobre los demás es el
elemento central. No se puede dar una explicación psicologista clínica a una
estructura vincular que trasciende ese ámbito y que conecta la sexualidad desde
el nivel simbólico intrasubjetivo hasta el nivel político.
En este nivel simbólico, la estructura de pensamiento o
directamente la ideología que subyace a los hombres que inician la ruta hacia
la ESC se caracteriza por la presencia de los siguientes elementos, a manera de
eslabones que establecen relaciones de sentido entre sí.
………………….
Con base en lo anterior, exponemos a continuación lo que, a
nuestro juicio, corresponden los diversos niveles y rutas posibles que hacen
que los hombres concreten acciones conducentes a la ESC.
Primera situación.
Los hombres socializados en la masculinidad hegemónica y arquetípica
patriarcales
En esta situación se encuentran los hombres socializados en
el modelo patriarcal tradicional, con los encargos propios de la masculinidad
hegemónica y arquetípica, pero que tienen pocas posibilidades de participar de
actividades de ESC. Esto debido a que los encargos de demostración de la
masculinidad por medio de las aventuras sexuales y del arquetipo del amante 10
no fueron tan desarrollados o estimulados en estos hombres, tanto en su
historia personal como en las instancias socializadoras en las que
participaron. Quizás a estos hombres les fueron estimulados otros encargos de
la masculinidad como por ejemplo: el ser proveedor y/o protector, la no
expresión de sentimientos y la responsabilidad; así, asumiendo tales encargos
demuestran, su virilidad.
Estos hombres son más permeables a criticar el ejercicio de
la masculinidad tradicional y a asumir roles alternativos. No obstante, pueden
presentar en su estructura cognitiva niveles de tolerancia hacia la ESC, aunque
no participen directamente de ella ni de otras formas de comercialización de la
sexualidad o del sexo sin compromiso. En estos hombres podría esperarse,
incluso, algunas formas de rechazo o de desacuerdo con la ESC.
10 Gillete y Moore (1993), como representantes de la
corriente mítico poética de masculinidad, proponen el arquetipo del amante como
aquel que se caracteriza por la búsqueda incesante de la sexualidad y del
erotismo. Los otros arquetipos que señalan son el del Rey, el Guerrero y el
Mago.
Segunda situación.
Hombres socializados en la masculinidad tradicional que buscan sexo casual sin
compromiso.
………….
Se trata de hombres que, independientemente de su
orientación o preferencia sexual, desde su masculinidad tradicional,
aprendieron a manifestar su virilidad por medio de la sexualidad falocéntrica.
Los encargos de demostración, por medio de tener sexo con muchas personas
(hombres o mujeres) y el arquetipo del amante, fueron ejes centrales en la
construcción de su identidad masculina. Esto los lleva a buscar y establecer
relaciones sexuales sin compromiso afectivo con múltiples parejas ocasionales.
En este grupo se ubican los típicos “casanovas”, los cuales
encuentran gran gratificación en su capacidad de conquista y seducción, como
una manera de alimentar sus necesidades narcicísticas. Por su estructura comportamental,
estos hombres podrían frecuentar actividades sexuales comerciales (clubes
nocturnos), pero no necesariamente son clientes frecuentes de la prostitución,
pues lo verían como un indicador de pérdida de su capacidad de seducción.
Podrían involucrarse en actividades sexuales con personas muy jóvenes
(inclusive menores de 18 años) en un contexto de conquista y seducción, pero no
abiertamente de ESC. Aunque podrían hacerlo de manera indirecta, haciéndose
acompañar de una persona joven para “alardear” y mostrarla ante los otros
hombres y, por lo general, esto los lleva a “invertir” dinero en ese proceso de
conquista.
Estos hombres, al paso de los años, podrían involucrarse en
actividades de sexo comercial como una manera de compensar sus “encantos perdidos”,
con todas las implicaciones que esto conlleva.
Tercera situación.
Hombres que se involucran en sexo comercial
……..
En esta categoría tenemos a los hombres socializados en la
masculinidad patriarcal tradicional, que buscan sexo casual, impersonal, sin
compromiso y que frecuentan actividades de sexo remunerado (clubes nocturnos
y/o centros de prostitución, acceso a pornografía en general),
independientemente de su orientación sexual. Estos hombres contratan los
servicios sexuales de la prostitución y se encuentran cómodos con el hecho de
frecuentar estas actividades. La frecuencia puede variar desde eventos aislados
a prácticas habituales. Esto depende de varios factores, especialmente del
poder adquisitivo que estos hombres posean y de la facilidad que tengan para
salir de sus casas de noche de manera habitual, específicamente en el caso de
hombres casados o con parejas estables.
Muchos hombres consideraron que el estar involucrado en el
sexo comercial es como iniciar una carrera de farmacodependencia (hablan del
“vicio”), ya que la persona se va acostumbrando a experimentar cada vez nuevas
experiencias en relación con el sexo comercial, al punto de que va perdiendo
sus inhibiciones y aumentando sus deseos de experimentar más. Eso puede
significar experiencias con personas cada vez más jóvenes, al punto de caer en
la ESC; algo así como que el hombre se va desensibilizando al punto de que va
adquiriendo mayores niveles de tolerancia y desinhibición para involucrarse
comercialmente con personas cada vez más jóvenes.
Sí puede hacerlo,
porque como va haciendo esa trayectoria él va ansiando más a las chavalas y
pueden hasta llegar a ese extremo. Él ya, cuando dice “Si lo hice con esa
chavala que tiene tantos años y me sale esa chavalita más pequeña”, ya comienzan
a incitarla también. (Nicaragua)
Yo me imagino que sí.
Un hombre que va a tener sexo pagado con una mujer de 30 ó 25 años se
imagina:“¿Cuantos hombres habrán pasado por ella?”. Dice el hombre: “Si puedo
agarrar una de 18, que hayan pasado menos hombres por ella, pues mucho mejor
para mí”. Como dicen: “carne fresca”. (Nicaragua)
Y si puedo con una de
16 que ha tenido menos hombres en su vida que una de 18, ¡pues mejor!”, dice el
hombre. Y creo que ahí va hasta que se llega al extremo: una de 14, una de...
(Nicaragua)
No debe verse el involucrarse en la ESC como un resultado
mecánico de la sexualidad comercial. Inciden varios factores que podríamos
resumir de la siguiente manera:
a) grado de
involucramiento en la sexualidad remunerada y en su ambiente (frecuencia e
intensidad)
b) necesidad de experimentar nuevas situaciones y vivencias
en torno a la sexualidad
c) inclinación por la atracción física por el cuerpo joven
(en particular de adolescentes), el que podría “admirar” por medio de
pornografía
d) poder adquisitivo
e) facilidad para salir de su casa en horas de la noche o
para “escaparse” de su trabajo en horas del día sin tener que dar cuentas
f) entrar en contacto con las redes de proxenetismo en
centros de prostitución que manejan la “oferta” de personas menores de 18 años
g) condiciones de vulnerabilidad de las personas menores de
18 años, debido a la pobreza o pobres redes de apoyo familiares.
h) esquemas cognitivos caracterizados por altos niveles de
tolerancia hacia la ESC.
i) impunidad o ineficiencia de las leyes que atacan y
penalizan la ESC
j) vencimiento de los factores inhibidores mencionados por
los hombres
En este sentido, aunque la intención inicial de estos
hombres no es participar de la ESC, su actividad en el sexo remunerado los
coloca en situaciones de riesgo para entrar en la ESC, al menos de personas
entre los 12 ó 13 años y los 18 años. Y para ellos no significa ningún acto
paidofílico, significa una variedad más dentro de una actividad sexual
comercial, pues desde su estructura cognitiva están pagando por el “servicio
sexual”.
Algunas frases son ilustrativas:
Ya te lo voy a
explicar. Es un prostíbulo, en una silla tenemos a Juana, tiene 33 años, aquí
tenemos a una de 25, pero allá en un pórtico de atrás tenemos a tres de 14…
¿Qué despierta eso, qué despierta en el hombre? Es el libido. Un hombre puede
decir: “Yo ya me he acostado con las de 35, yo ya conozco las de 23, diay,
¿cómo serán las de 14?” Eso es como una cosa enfermiza en un hombre, pero
existe en todos los ámbitos. (Costa Rica)
¿Las personas que
pagan por estar con las de 14? Yo creo que es por la juventud, yo creo que es
por la juventud, definitivamente es la juventud. Sería experimentar lo no
conocido, es como salirse de la rutina. Si usted es un tipo de bares y usted se
mete a un bar y el bar está equilibrado entre 25 y 30 y algo de años y le traen
a una niña joven, usted es cliente de ese bar y usted es capaz de que se haya
correlacionado con varias de ahí; y la niña joven, la nueva del bar, va a ser
la joven del bar, es como dicen: va a ser la pieza que más brilla en ese
momento en ese negocio. (Costa Rica)
Lo anterior se plantea además en las reflexiones de Yokohama
(2001)
“... los clientes de los niños prostituídos a menudo son
simplemente miembros de los grupos más amplios de usuarios de personas
prostituídas en general, y no usuarios cuyo interés sexual se concentra
exclusivamente en los niños. En otras palabras, muchos individuos llegan a
explotar sexualmente a los niños como usuarios de personas prostituídas en
general, y no porque usen la prostitución para tener acceso a las relaciones
sexuales con niños.
... Cuando la prostitución está organizada de manera
transaccional como cualquier otro intercambio de bienes o servicios, el
comprador puede creer que el poder que ejerce sobre un niño es legítimo. De esa
manera, se está comportando como cualquier consumidor soberano en un mercado
libre...” (p. 5).
Cuarta situación.
Hombres que se involucran en sexo comercial y en relaciones de ESC
Creemos que en esta categoría se ubican dos grupos de
hombres, con rutas distintas.
Una corresponde a los hombres de la situación anterior que,
producto de su participación frecuente en el sexo comercial, van involucrándose
en relaciones de ESC, al punto de que se convierten en explotadores sexuales
habituales. Estos hombres necesitan vencer sus inhibiciones para sintonizar con
la ESC. Lo más probable es que se involucren con personas menores de 18 años,
pero mayores de 12 ó 13 años, pues la búsqueda de las características sexuales
secundarias de la pubertad sigue prevaleciendo.
……………………..
El otro grupo corresponde a los hombres que encuentran
motivación para las relaciones sexuales con personas menores de 18 años,
probablemente debido a tendencias paidofílicas. La paidofilia o pedofilia, de
acuerdo con la clínica psiquiátrica expuesta en el DSM IV-TR (2002)
“... supone
actividades sexuales con niños prepúberes (generalmente de 13 o menos años de
edad). El individuo con este trastorno debe tener 16 años o más y ha de ser por
lo menos 5 años mayor que el niño... La gente que presenta pedofilia declara
sentirse atraída dentro de un margen de edad particular. Algunos individuos
prefieren niños, otros niñas y otros los dos sexos. Las personas que se sienten
atraídas por las niñas generalmente las prefieren entre los 8 y los 10 años,
mientras que quienes se sienten atraídos los prefieren algo mayores. La
pedofilia que afecta a las niñas como víctimas es mucho más frecuente que la
que afecta a los niños....
... Estas actividades se explican
comúnmente con excusas o racionalizaciones de que pueden tener ‘valor
educativo’ para el niño, que el niño obtiene ‘placer sexual’ o que el niño es
‘sexualmente provocador’, temas que por lo demás son frecuentes en la
pornografía pedofílica” (p. 639).
Las personas con tendencias paidofílicas pueden cometer
actos de abuso sexual infantil y de ESC. Sin embargo, tal y como lo plantean
las reflexiones de Yokohama (2001) no todos los paidofílicos son explotadores
sexuales, ni todos los explotadores sexuales son paidofílicos.
Retomando los factores que menciona Finkelhor (1980), como
explicativos del abuso sexual, en estos hombres podría operar un mecanismo
parecido. En los grupos de hombres que participaron en la investigación,
aparentemente, no se logró identificar a ninguno que estuviera de acuerdo con
este tipo de prácticas. Pero, creemos que si se presentan los factores que
menciona Finkelhor, la ESC podría operar de la siguiente manera:
a) Motivación hacia tener contacto sexual con personas menores
de edad (o sea, tendencias paidofílicas)
b) Vencimiento de los factores inhibidores internos
c) Factores de vulnerabilidad en las víctimas (considerando
las que menciona Claramunt, 1998 y 2002)
d) Vencimiento de las barreras externas (la existencia de
oferta de personas menores de 18 años en redes de ESC)
e) Altos niveles de tolerancia e impunidad hacia la ESC en
la sociedad
Probablemente estos hombres entran directamente en la ESC,
sin tener que pasar por el proceso previo por el que pasan los hombres del otro
grupo y es de suponer que la edad de las víctimas no necesariamente sea mayor
de 12 años, sino que el límite de edad puede ser menor. Sin embargo, es
necesario efectuar investigaciones con este tipo de población para detallar y
estudiar mejor su ruta crítica, dadas sus particularidades. Es probable que en
este grupo se encuentren aquellos hombres que presentan una mayor tendencia a
consumir e intercambiar material pornográfico infantil, pudiendo utilizar para
ello diversas vías
(Internet, películas). Es esperable que esta tendencia no
aparezca de manera significativa o sistemática en los hombres de la población
general que no presentan tendencias paidofílicas, ya que no forma parte de sus
preferencias sexuales.
Los esquemas anteriormente expuestos no pretenden dar la
última palabra en cuanto a establecer cuál es la ruta crítica de los hombres
que se involucran en la ESC; son tan solo instrumentos de trabajo para ser
desarrollados en futuras investigaciones. Sin embargo, queremos resaltar los elementos
constantes en la ruta crítica que hemos encontrado:
a) Un universo simbólico tolerante hacia la masculinidad
patriarcal y sus mecanismos de ejercicio del poder, mediante la sexualidad
b) Elementos ideológicos que legitimen, en la construcción
de la masculinidad, el sexo ocasional y comercial
c) Ausencia de espacios de educación de la sexualidad
integral para los hombres
d) Clima de tolerancia hacia la ESC
e) Incumplimiento de la legislación relacionada con la ESC
f) Ausencia de campañas preventivas de la ESC dirigidas a la
población masculina que se adapten a sus estilos cognitivos y lógicas de
producción de discursos
Los hombres que se encuentran en mayor condición de riesgo
son los ubicados en la tercera y cuarta posición, según el esquema propuesto.
Por lo tanto, las medidas de tipo preventivo deberían ajustarse a estas
condiciones, aunque en las dos primeras situaciones podría haber mayor
probabilidad de efectividad en las acciones por desarrollar.
No obstante las posibles rutas delineadas, podemos afirmar
que se pueden dar situaciones esporádicas en donde no se requiere un proceso de
preparación previo para que los hombres se involucren en la ESC. Es
el caso de los hombres que no acostumbran visitar clubes nocturnos o centros de
prostitución, debido a limitaciones económicas o a que no lo han incorporado
como prácticas cotidianas. Pero, si en un determinado momento cuentan con algún
dinero y visitan un lugar de estos y en el mismo se “ofrece” como parte del
comercio sexual la presencia de personas menores de 18 años, desde una lógica
de mercado, existen probabilidades de que este hombre “escoja” esta opción. Es
esperable que estos hombres tengan esa conducta en determinada ocasión y que no
necesariamente la repitan en el futuro.
Si hay donde escoger,
es mejor todavía. (El Salvador)
Claro que si cuando se
está decidido a tener sexo o buscar en la calle, en muchos casos, no se
discrimina si es niña, adolescente o joven. (Honduras)
Muchos de los hombres (la mayoría) afirmaron que si a un
hombre se le presenta la oportunidad de tener relaciones sexuales con personas
menores de edad, aunque sea en forma remunerada, se dan las condiciones
necesarias (motivación del hombre para involucrarse sexualmente con menores de
18 años, existencia de la “oferta”), se garantiza que nadie lo va a denunciar
legalmente y que no va a haber ninguna consecuencia para su reputación ni para
su familia, la respuesta fue casi unánime: “¡Lo haría!”.
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