¿La prostitución es
un modo de vida deseable?
Amelia Valcárcel
21/05/2007
A nadie le gusta hablar de la prostitución, ni
tampoco que se haga visible en nuestras vidas. Sin embargo, muchas personas que
no la contemplan en el horizonte de lo deseable para ellas mismas, no tienen
reparos en manifestar que la prostitución pueda ser un modo de vida para
"algunas" mujeres. Ahora bien, ¿es la prostitución una opción vital
semejante a cualquier otro trabajo? Ciertamente es un modo de vida para los "empresarios
del sexo" que buscan la normalización legal y social de su dinero. Porque
no deberíamos olvidar que la prostitución es el tercer negocio en beneficios y
que una parte sustancial de este negocio reposa en la "economía
criminal". Está comprobado que alrededor del mundo de la prostitución se
produce un aumento del tráfico de drogas, la delincuencia y otros delitos.
También la
prostitución es el modo de vida de las mafias que trafican con mujeres. Es un
hecho que prostitución, trata y tráfico de mujeres están íntimamente
relacionados. Los datos son persistentes y dan cuenta de cuál es el mapa de
origen y social de esas mujeres: en España más del 90% de las mujeres dedicadas
a la prostitución son inmigrantes en situación irregular; más de medio millón
de mujeres y niñas son víctimas de este fenómeno. Este único dato, el volumen
de tráfico de seres humanos, sirve para desbaratar cualquier pretensión de
"honorabilidad" para traficantes y "empresarios del sexo".
Hoy sabemos que sin tráfico de mujeres la prostitución en España no sería un
negocio. Pocas son en el presente las mujeres españolas abocadas a la
prostitución por vulnerabilidad o exclusión social. La realidad es que, cuando
en una sociedad aumentan los espacios de igualdad y el nivel de vida, disminuye
drásticamente el número de mujeres del propio país que se dedica a la
prostitución.
Vulnerabilidad,
marginación y pobreza son las causas que llevan a la prostitución, no sus
consecuencias. La prostitución cursa con la feminización de la pobreza. Las
mujeres del tercer mundo vienen a nuestros países por la pobreza de los suyos.
Vienen al primer mundo, alentadas o engañadas por las mafias de traficantes,
para mejorar su vida y, sin embargo, terminan dentro de la prostitución como
horizonte vital. La mayoría no salen de ese mundo también por la pobreza,
porque tienen que mantener y cuidar a su familia, porque tienen que pagar
deudas a quienes las están explotando. Busquemos donde busquemos es el rostro
de la pobreza y la indefensión lo que podemos ver en los de todas estas mujeres
explotadas y traficadas. ¿Regularizar la prostitución las ayudaría? Holanda y
Alemania que han optado por ello están comprobando que el tráfico y la
prostitución clandestina se han intensificado. Por tanto, si lo que se quiere
es ayudar a esas mujeres y no el volver respetables a las mafias, que no parece
un objetivo serio de política alguna, lo que debe hacerse es realizar programas
de inclusión social, abordar políticas de igualdad que frenen o eviten la
vulnerabilidad, pobreza y marginación. Éste es el mundo real.
Pero además, del
hecho de que la prostitución exista, no se sigue que tenga que seguir
existiendo. Vayamos al mejor de los mundos posibles: puede argumentarse que en
un mundo ideal, sin explotación, sin tráfico, algunas mujeres podrían
libremente querer prostituirse. Por ahora ese mundo no existe ni lleva visos.
Pero aún si se llegara a tan improbable marco, habría que recordar que no
siempre el consentimiento legitima una práctica, ni mucho menos la convierte en
un trabajo. Las mafias, pero también algunas personas bienintencionadas,
insisten mucho en la vinculación de consentimiento y trabajo. No está de más
recordar que eso es una falacia. Nunca que un modo de vida sea elegido supone
que ese modo de vida sea automáticamente deseable. ¿Puede, por ejemplo, un
individuo libre desear ser esclavo? No podemos descartarlo. ¿Convierte eso a la
esclavitud en una práctica recomendable? Seguro que no. La esclavitud fue
abolida y cuando esto sucedió muchos esclavos lloraron. No siempre consentir o
incluso querer legitima lo que se hace ni a quién lo hace. El consentimiento no
convierte en trabajos a una gran variedad de actividades. La prostitución no es
ningún buen modelo de relación laboral, ni de relación entre hombres y mujeres.
Si incluso lo tomáramos, por un instante, en serio ¿qué modelo de relación
laboral sería? Uno que colisionaría frontalmente con nuestra normativa en
materia de derechos laborales. ¿Habría que aceptar este trabajo cuando no
apareciera uno preferido en primer lugar? ¿Tendría cursos de formación y
reciclaje? Estas preguntas pueden provocar hasta una sonrisa, sin embargo, son
severas y pertinentes. Los trabajos son así.
Hay un estigma y
nadie puede negarlo, pero cualquier regulación enviaría a la sociedad un
mensaje equivocado, porque contendría una dimensión pedagógica. La ley educa a
la ciudadanía. ¿Deseamos educar a nuestras hijas e hijos en que la prostitución
es una actividad aceptable? ¿Deseamos transmitirles que comprar o venderse es
un modelo pertinente de relación entre los sexos? ¿Podemos desear esto y a la
vez mantener la noción mínima de ciudadanía e igualdad? Este breve repaso nos
lleva a compartir las conclusiones del informe propuesto por la Comisión Mixta
Congreso-Senado de los Derechos de la Mujer. Parece bastante acertado y
prudente que esa Comisión, que ha escuchado todos los argumentos y oído todas
las posiciones, se haya decantado por rechazar que la prostitución sea un modo
de vida deseable y aceptable.
Amelia Valcárcel,
catedrática de Filosofía Moral y Política de la UNED, es miembro del Consejo de
Estado. Firman conjuntamente este artículo además Victoria Sau, Celia Amorós,
Teresa Gisbert, Rosa Cobo, Inmaculada Montalbán y Alicia Miyares.
Fuente
http://www.elpais.com/articulo/opinion/prostitucion/modo/vida/deseable/elpporopi/20070521elpepiopi_4/Tes
No hay comentarios:
Publicar un comentario