El mito de elegir la prostitución como plan de vida
camiblanco10
Por Camila Blanco
Cuando en ámbitos progresistas se
pregona por la reglamentación de la prostitución para proteger los derechos de
las trabajadoras sexuales, una genera simpatías. En cambio, cuando en ese mismo
ámbito una plantea que la prostitución debe prohibirse y que “consumir”
prostitución debería ser considerado un delito (más allá de las limitaciones
del derecho penal) a una se la asocia con los ámbitos conservadores y
reaccionarios.
Sin embargo, permítanme ubicarme
en ese lugar incómodo, ese que dice que sostener que la prostitución debería
regularse para proteger a las mujeres prostitutas (porque hablar de
prostitución es hablar de mujeres) y reconocerles el derecho a una jubilación y
a tributar impuestos es, hoy en día, una postura que peca de ingenua y
anacrónica, por no decir de snob.
En primer lugar, debe
considerarse que en la actualidad, la prostitución cuentapropista es una
rareza. En efecto, el imaginario de que la prostituta decide de manera libre e
informada dedicarse a vender sexo por dinero, es simplemente eso, un
imaginario. La prostitución siglo XXI va de la mano de la marginalidad, la
pobreza y el crimen organizado.
A la prostitución se llega a
partir de un estado de necesidad, a partir de la desesperación, a partir de la
soledad, que lleva a la decisión
instrumentalizar el propio cuerpo —no para lograr una vida sexual plena, sino
para que otros nos consuman, como mero producto de cambio.
No quiero aquí que se me
malinterprete. En esta ecuación, la primera víctima es la prostituta y con
ella, todas las mujeres como grupo, que nos vemos afectadas a partir de la
perpetuación de un sistema de opresión. En definitiva, lo que aquí se cuestiona
—como siempre lo hace el feminismo— es el paradigma patriarcal, ese que se
genera a partir de naturalizar el acceso de los varones al cuerpo de las
mujeres a cambio de dinero.
De acuerdo al Reporte 2012 sobre
Tráfico de Personas realizado por el Departamento de Estado de los Estados
Unidos —una de las pocas herramienta sistematizadas y actualizadas año a año en
materia de tráfico de personas— Argentina es un país de generación, tránsito y
destino de varones, mujeres, niños y niñas sujetos a la explotación sexual y al
trabajo forzado, delitos que muchas veces van de la mano. Dicho reporte señala
que muchas de las víctimas son de áreas rurales y pobres, quienes son forzadas
a prostituirse en centros urbanos. Existe un número significativo de víctimas
extranjeras, principalmente de Bolivia, Perú y República Dominicana. Asimismo,
nuestro país es centro de tránsito para la explotación sexual de mujeres y
niñas provenientes de Chile, Brasil, México y Europa del Este. También, existe
registro de mujeres argentinas que son llevadas al extranjero para ser
prostituidas.
El reporte señala que, si bien
Argentina no satisface plenamente los estándares de lucha para la eliminación
del tráfico de personas, está realizando importantes esfuerzos en ese sentido.
Entre ellos, la creación de protocolos y oficinas de asistencia a las víctimas
que reciben fondos federales, provinciales y municipales. De acuerdo a las ONGs
especializadas y a las autoridades consultadas para la realización del Reporte,
la creación del Ministerio de Seguridad en el año 2010, que coordina los
esfuerzos federales en materia de lucha contra la trata y que mantiene una base
de datos respecto de delitos relacionados con la trata, así como el
establecimiento de la Unidad Fiscal de Asistencia en Secuestros Extorsivos (UFASE) en el marco de la Procuración General
de la Nación —que coordina esfuerzos con la Policía Federal, la Prefectura
Naval y la Gendarmería— van en esa dirección.
En este contexto, Marcelo
Colombo, fiscal a cargo de la UFASE, afirma que no se puede separar la
prostitución de la trata y que ello implica que en el marco abolicionista
argentino, no es una opción “reglamentar” la prostitución. Ello, porque la
trata de personas es la red que cubre la prostitución en Argentina: no hay
prostitución sin redes mafiosas detrás.
Por ello, defender la prostitución cuentrapropista, en
la que, supuestamente, la mujer, libre, sana y educada decide de manera
informada que la prostitución es el plan de vida que ella quiere llevar a cabo
para darse sustento económico y disfrutar, al mismo tiempo, de su sexualidad es
perversamente absurdo.
Existen modelos comparados a los
que podemos echar un vistazo para desentrañar estas cuestiones. Ellos son el
modelo holandés y el sueco. Ambos países son lejanos al nuestro en cuanto a la
idiosincrasia normativa, pero nos sirven como brújula en materia de políticas
públicas en relación a la prostitución.
El modelo holandés, al considerar
que la prostitución es una faceta inherente a la sociedad, decidió reglamentarla,
mientras que el sueco, en razón de considerar a la prostitución como una
práctica misógina, coercitiva y violenta, decidió abrazar un modelo
abolicionista a partir de la prohibición de la compra de sexo.
Las autoridades holandesas
argumentaban que con la regulación de la prostitución sería más fácil detectar
las redes de trata ilegal y así combatir a los violadores, proxenetas y
traficantes. Sin embargo, a más de diez años de la medida, las licencias para
los prostíbulos son ínfimas ya que la mayoría de esta actividad continúa en la
ilegalidad. Sumado a ello, los estudios demuestran que Holanda devino uno de
los más importantes centros de destino de las mujeres víctimas de trata de
Europa del Este. También, luego de la
permisión, la prostitución infantil aumentó (fuente, acá).
Desde el año 1999, Suecia tiene
legislación que pena la compra de sexo y descriminaliza la venta. Ello, porque
la idea detrás de la reforma es que las prostitutas son las víctimas de un
sistema violento y humillante en el que es menester la intervención del Estado.
La principal asesora de la reforma sueca fue Gunilla Ekberg, una feminista
experta en cuestiones de trata que se ha convertido en una de las principales
impulsoras del abolicionismo. Para ella,
la clave de esta cuestión es que ningún sistema que pretenda ser una democracia
en la que varones y mujeres son iguales puede tolerar que las mujeres, las
niñas y los niños entren al mercado como bienes de compra-venta. La legislación sueca trajo aparejada una
drástica reducción en la compra de sexo y es considerada exitosa, al punto que
Noruega implementó el mismo modelo en el año 2009.
Lo interesante de este análisis
es que el modelo sueco logró todo aquello que se proponía el modelo holandés,
como reducir la prostitución infantil y facilitar la persecución de los
proxenetas y explotadores sexuales. Holanda, por su parte, se ha convertido en
el centro de destino de mujeres extranjeras víctimas de trata, de prostitución
infantil y generó una dinámica que hace difícil investigar a aquellos
“intermediarios” o “facilitadores” de la prostitución (fuente, acá). Las
autoridades holandesas consideran a esta situación como “crítica” y están
decididas a cerrar la mayoría de los prostíbulos y a dar marcha atrás con el
paradigma permisivo, que funciona como enclave europeo del crimen organizado.
Más allá de estas experiencias
comparadas, somos nosotros y nosotras quienes debemos pensar qué implica
ponernos de uno u otro lado en relación a la prostitución. En mi opinión, es
claro que decidir prostituirse no es una decisión proveniente de la libertad,
sino por el contrario, desde la más humillante opresión. Ese es el presupuesto
del que deberíamos partir para tener esta discusión.
http://derechoalsur.com/2012/07/02/el-mito-de-elegir-la-prostitucion-como-plan-de-vida/
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