Por qué legalizar la prostitución es mala idea
Escrito por Pablo Simón el 30
julio, 2012 en Política
Cuando se habla de la
prostitución y sobre qué tipo de políticas se debería emprender al respecto
dista de haber un consenso. A izquierda y derecha hay partidarios tanto de la
prohibición como de la regulación. Incluso dentro del propio feminismo no hay
acuerdo sobre qué tipo de política es deseable. En un principio las salidas
regulatorias sobre el tema pueden ser cuatro. La primera es la prohibición tanto
del ejercicio como del consumo, algo que ocurre en algunos estados de EEUU. La
segunda es la regularización del ejercicio, como pasa en Países Bajos, parte de
Alemania, Nevada (EEUU) o Victoria (Australia). La tercera es la vía particular
que se aplica en los países nórdicos – especialmente a nivel municipal – la
cual pasa por la penalización de los clientes pero no de las prostitutas (la
que algunos han llamado la vía abolicionista). Finalmente, una cuarta opción,
justo que es la que ha prevalecido en España, es no hacer nada y dejar esta
actividad en una especie de vacío legal. Como imaginaréis, este último
escenario no es precisamente el preferible así que merece la pena descomponer
los argumentos y echar un vistazo a la evidencia empírica para preguntarse: ¿Es
buena idea impulsar la legalización de la prostitución en España?
Javier Vanegas |
El argumento de la legalización
de la prostitución es bastante sugerente y tiene respaldos entre muchos
liberales e izquierdistas: Logras hacer transparente una actividad opaca, das
garantías sanitarias y de protección a las prostitutas y, de paso, recaudas
impuestos y cotizaciones. Dado que es inevitable que exista una demanda
masculina de sexo (ya sea por razones biológicas o culturales), el ejercicio de
la segunda profesión más antigua del mundo – alguien debió trabajar primero
para pagar – es inevitable. Al fin y al cabo, si no se regula lo que se hace es
desplazar la prestación del servicio a espacios con menor visibilidad social y
con menos garantías sanitarias y sociales. En suma: la demanda de servicios
sexuales es inelástica, así que más vale regular la oferta. Sin embargo, los
peros a este argumento comienzan cuando se mira la evidencia empírica y se
compara entre países con diferentes leyes de prostitución. Reproduzco literalmente
unos párrafos del artículo de Victor Lapuente titulado “El liberal, la progre y
la prostituta”:
(…) Pocos años después de la puesta en
marcha, en 1999, de una política de penalización al cliente en Suecia, se
calcula que el número de prostitutas se había reducido entre un 30% y un 50%, y
el de clientes entre un 75% y un 80%.
Por lo tanto la primera evidencia
es que la demanda sí que depende del tipo de regulación, por lo que es posible
hacer políticas que incidan sobre los demandantes de prostitución. Esto por
supuesto, también tiene implicaciones sobre la oferta (sigue):
La caída de la demanda en países
prohibicionistas como Suecia ahoga a la oferta, (…) Así, mientras los
traficantes de esclavas sexuales logran introducir anualmente entre 400 y 600
víctimas en Suecia para saciar los apetitos sexuales de aquellos ciudadanos que
son capaces de arriesgarse a una pena por comprar sexo, en las vecinas
Finlandia o Dinamarca, con la mitad de la población, pero con leyes más
permisivas hacia la prostitución, las mafias podrían estar infiltrando hasta
15.000 víctimas al año.
Estos datos ligan con un segundo
elemento al que los partidarios de la regulación suele prestar poca atención:
el origen de la propia oferta. Casi el 87% de las prostitutas están ligadas a
la trata de personas, es decir, a mafias que introducen mujeres provenientes de
países de Europa del Este o el Tercer Mundo. De nuevo, la regulación juega un
rol crucial en los flujos del tráfico de prostitución tal como muestran estos
economistas. En aquellos países en los que existe una regulación más
restrictiva las mafias introducen menos prostitutas. Por el contrario, estas
mafias operan en mayor medida en aquellos países en los que la actividad está
legalizada. La idea es que en los países más permisivos se genera es una
divergencia entre dos mercados de prostitución – legal e ilegal – que corren
paralelos y se expanden. Un ejemplo claro es que desde que se legalizó la
prostitución en los Países Bajos el tráfico de prostitutas ilegales ha crecido
un 10%. Además esta regulación tiene la perversión de que, dadas las conexiones
de las mafias de la prostitución con el mundo de la droga y la delincuencia, la
legalización de esta actividad puede funcionar como una tapadera idónea para el
blanqueo de capitales.
Un tercer argumento que se maneja
es que la prostitución no supone sino un tipo de trabajo más y que la
regulación se debería limitarse a dar carta de naturaleza a esta actividad de
libre intercambio. Sin embargo, tal como Gemma Lienas apuntó en su
comparecencia ante el Congreso de los Diputados en 2006, esto dista de ser
verdad:
Algunos datos: Entre un 63 % y un 80 % de
las prostitutas han sido víctimas de violaciones. Las prostitutas corren un
riesgo 40 veces mayor de ser asesinadas que el resto de la población femenina.
Más del 68% de prostitutas sufren estrés postraumático. ¿Se puede considerar un
trabajo una actividad que comporta tanto riesgo para la integridad de las
mujeres?
Este tema no es baladí porque en
este tipo de “servicios sexuales” hay una parte vulnerable, potencialmente a
merced de otra más fuerte. El intercambio se realiza en la intimidad y es
complicado garantizar que no vaya a haber abuso. No en vano, a las prostitutas
en Países Bajos se les da cursillos de artes marciales precisamente por el
riesgo al que exponen su propia integridad física. Reto a cualquier lector a
que encuentre algún tipo de ocupación al margen de la esclavitud que disponga
de semejantes estadísticas de maltrato e indefensión.
Finalmente decir que hay
prostitutas a favor de la legalización, en particular asociaciones, la cuales
en muchos casos reconocidas como interlocutores sociales. En todo caso creo que
se pueden poner bastantes peros a la representatividad que tienen del conjunto
del colectivo. El argumento moral de la libre disposición del cuerpo por parte
de la mujer podría tener sentido en un mundo ideal en el que 8 de cada 10
prostitutas no estuvieran directa o indirectamente bajo el control de mafias
nacionales e internacionales. Como no es el caso, dudo mucho que ellas puedan
hablar en nombre de esa mayoría de mujeres que han salido engañadas de sus
países para ejercer la prostitución, del mismo modo que nada tiene que ver con
la prostitución “de lujo”, que se sitúa lejos del alcance de las mafias. Me
parecería poco juicioso pensar que porque existan voces minoritarias (y quizá
genuinamente libres en el ejercicio) a favor de la legalización se pudiera
extrapolar la demanda al conjunto del colectivo.
En mi opinión los argumentos a
favor de la legalización de la prostitución son muy difíciles de sostener con
evidencia empírica en la mano. Primero, porque es falso que la demanda de
prostitución sea inelástica y no se pueda incidir sobre ella. Segundo, porque
la legalización no sólo no aflora el mercado negro de la prostitución sino que
lo expande y engorda a las mafias que se nutren de él. Tercero, porque la
prostitución se parece más a una forma de esclavitud que a un trabajo
remunerado ordinario a tenor de sus secuelas. Y por último, porque las
organizaciones de prostitutas que defienden la legalización no se parecen en
nada a la inmensa mayoría de damnificadas por la explotación sexual.
Desde mi punto de vista, y con lo
que nos señalan también otros estudios, las políticas más efectivas sobre la
prostitución son las que se plantean en los países abolicionistas del norte de
Europa: sanción a los proxenetas y usuarios, dando una vía de salida y
reinserción a la prostituta, la victima genuina. La prostitución supone en casi
todos los casos una cosificación de la mujer y es una actividad que se mueve en
la periferia social, entre la marginalidad y la delincuencia. Cualquier
política pública que quiera abordar este tema debe tener presente que la
principal prioridad es la defensa de la mujer, de ahí que crea que la mejor
manera de hacerlo sea penalizando la explotación sexual y no dándole carta de
naturaleza.
Fuente
http://politikon.es/2012/07/30/por-que-legalizar-la-prostitucion-es-mala-idea/
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