No acabaremos con la brecha salarial hasta que no debatamos la
prostitución.
Este post es una traducción libre
de este artículo de Renee Gerlich, una australiana que habla de una campaña que
se ha iniciado en su país para luchar por la igualdad salarial y a la que han
llamado ‘Trátala bien’.
En una entrevista en Febrero en
Radio Nueva Zelanda, Wallace Chapman se refirió a la brecha salarial de género
como “el problema que parece que nunca desaparece”. Señaló que, de media, “a
las mujeres se les paga $7 menos por hora que a los hombres” e hizo una muy
buena pregunta:
¿Por qué?
Una nueva campaña a la que han
llamado Trátala Bien, está atrayendo la atención popular hacia la igualdad
salarial. Ha sido diseñada con una estética de los 70, recordando que la Ley de
Igualdad Salarial se aprobó en 1972 —pero las feministas han luchado por la
causa desde la época de Kate Sheppard y las sufragistas. Así que Chapman le
preguntó a la economista feminista Prue Hyman sobre sus más de cuarenta años
trabajando en este asunto, y el lugar en el que está ahora. “¿Qué es lo que lo
está impidiendo?” Quería saber.
“Lo está impidiendo una lentitud
pasmosa” —¿por qué una lentitud pasmosa? ¿son los empresarios que contratan?
¿Son las políticas del gobierno? Es el tipo de trabajo que las mujeres acaban
haciendo —¿qué es?
Esta es una cuestión vital para
las feministas. Muchas de nuestras hermanas ya han invertido décadas de sus
vidas luchando contra este problema, de hecho, durante más de un siglo. No lo
hicieron para que nosotras nos conformáramos. Para hacerles justicia y
continuar con su lucha, necesitamos reflexionar sobre lo que se puede aprender
de su trabajo y de los contratiempos a los que se enfrentaron. Necesitamos
comprender el problema de la mejor manera posible y saber cómo luchar contra
ello desde las raíces.
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L’Oréal: Porque no vales nada.
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Las feministas, incluyendo a
Hyman, no han luchado para que nosotras reinventemos la rueda, han luchado para
que la cosa cambie.
La cuestión de por qué existe una
brecha salarial, llevó a la economista Feminista Marilyn Waring a escribir su
libro Contando para Nada. En él, Waring explora cuestiones de trabajo,
productividad y recompensa. ¿Qué es ser un miembro productivo de la sociedad?
En este sistema económico global, ¿Qué tipo de trabajo es materialmente
reconocido como productivo, mediante una recompensa económica, y qué tipo de
trabajo no lo es?
Waring descubrió que la brecha
salarial de género no es una cuestión de productividad. Es una cuestión, por
supuesto, de género. De hecho, muchas mujeres realizan trabajos de utilidad
pública con responsabilidades que pondrían los pelos de punta a cualquiera.
Pero como también dice Hyman, estas tareas han sido naturalizadas como
intrínsicamente para mujeres. “El hecho de que las mujeres todavía hagan la
mayoría de los trabajos de cuidado no remunerados… es visto como algo natural
para ellas”, dice Hyman.
“Las tareas consideradas
naturales en las mujeres, no son valoradas”.
Waring descubrió también que en
el patriarcado bajo el que vivimos, las mujeres hacen, con mucho, la mayor
parte del trabajo mundial. Llevó a cabo una comparación global de los tipos de
trabajo que son valorados por ser genuinamente productivos económicamente, y
por tanto recompensados materialmente; y por otro lado los tipos de trabajo no
valorados, no pagados y a penas considerados como ‘trabajos’. La tendencia
predominante es que el trabajo que no se paga es el que hacen las mujeres. Y no
es que acabemos siempre en el peor de los lugares siendo, por ejemplo, educadoras
o cuidadoras. No se trata de eso:
No es nuestro trabajo el que no es valorado. Somos nosotras.
El sistema económico
internacional mantiene a las mujeres en la pobreza.
Cuando se mantiene la pobreza de
las mujeres, resulta que también se asegura el suministro del ‘producto’ para
una de las más grandes industrias del mundo: el comercio sexual. Alrededor del
mundo, sólo el tráfico sexual genera 32 billones de dólares estadounidenses al
año; y la pornografía genera alrededor de 97,06 billones de dólares al año, que
es más que los ingresos combinados de las 10 empresas tecnológicas más
importantes -como Microsoft, Google y Amazon. Este rol cosificador ha sido
naturalizado desde hace mucho como el ‘lugar’ de una mujer, porque los hombres
poderosos se benefician de la mercantilización de las mujeres, como proxenetas
y como consumidores.
Y sin embargo, una excusa que
Hyman afirma que los líderes, empresarios y políticos utilizan para explicar
por qué no se puede llegar a la igualdad salarial es la falta de dinero. Nos
dicen que no se pueden permitir arreglar la brecha salarial de género porque no
hay suficiente ‘combustible’ en el sistema.
Ah claro, es eso. ¿Y a dónde se
ha ido? Porque los hombres se forran a costa de las mujeres.
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Izquierda: El cartel reza: el
gobierno australiano se beneficia de la explotación sexual de las mujeres.
Acaben con la demanda de comercio sexual. |||| Derecha: Sobre un cartel que
ofrece trabajo sexual a mujeres, alguien ha tachado los números de contacto y
ha escrito: “que les den a los chulos”.
Es por esto que organizaciones de
supervivientes como SPACE International promueven la criminalización de puteros
y proxenetas. Este modelo ‘Nórdico’ implica que los hombres que vayan a usar su
privilegio económico para aprovecharse de las mujeres que no lo tienen, sean
considerados violadores y con ello multados. Esas multas sirven para financiar
servicios de ayuda a las mujeres que quieran salir de la prostitución. Así es
como las prostitutas supervivientes creen que debemos empezar la redistribución
de la riqueza: con aquellas personas a las que el sistema ha dañado y abusado
más. Ese sistema que empobrece a las mujeres, supervivientes del comercio
sexual.
Como señala Cherry Smiley, el comercio
sexual es un instrumento de colonización, y las mujeres indígenas son,
desproporcionadamente, las más afectadas por su capacidad de dañar y depredar.
En Nueva Zelanda sólo el 15% de las mujeres son Maoríes, y aún así, en el
descriminalizado mercado sexual de nuestro país, un 32% de las mujeres
prostituidas son Maoríes. Y ahora resulta que hay una narrativa que está
volviéndose muy popular en Nueva Zelanda (lo que Mary Daly llamaría un ‘reverso
patriarcal’) que dice que es ‘racista’ criticar la prostitución, por la gran
presencia de mujeres Maoríes y del Pacífico en la industria. Y aún así hay que
recordar que la demanda de prostitución viene de hombres blancos con recursos
económicos. En pleno 2017, todavía intentan que creamos que las mujeres indígenas
están, de alguna manera, predispuestas a ser sujeto de los abusos de hombres
blancos con dinero.
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Izquierda: No puedes estar en
contra de la trata de personas y a favor de la industria del sexo. ¡Apoya los
programas de salida y la ley del comprador de sexo!. |||| Derecha: Si la
prostitución fuera empoderadora para las mujeres los hombres estarían en
contra.
Esta cosificación
institucionalizada de la mujer es clave para mantener la pobreza relativa de
las mujeres. Necesitamos debatir la prostitución para llegar a la raíz de la
subordinación, para elevar el estatus de la mujer en el sistema económico más
allá de su mercantilización y tenemos que hacerlo con un movimiento basado en
la solidaridad real, la efectividad, la sororidad y accediendo al poder.
En Nueva Zelanda, hay 17.000
mujeres que no tienen hogar, más de 2.000 está en la prostitución y tres
cuartos de estas últimas han sido sintecho en algún momento de sus vidas.
¿Dónde están estas mujeres en nuestras campañas?
Hyman se refiere a este punto
cuando discute algunas de las limitaciones en el progreso que se ha hecho en
materia de igualdad salarial. Hyman afirma que “el empuje real tiene que
producirse en los sectores peor pagados: los cuidados y la limpieza.” Dice que
la campaña “no está realmente abordando el tema de los trabajos no remunerados
de las mujeres, lo que implica que sus trabajos remunerados están
infravalorados de base.” También recuerda que en los noventa “las cosas
mejoraban en las altas esferas… tuvimos una mujer como gobernadora general y
otra como primera ministra, una jefa de Telecom, una ministra de justicia y
otra de trabajo. Y todo el mundo pensó ‘¡Oh! Estamos en lo más alto, todo está
conseguido ya.’ Por supuesto, más tarde, la mayoría de ellas fueron
reemplazadas por hombres.
En otras palabras: no
reinventemos la economía ‘de arriba abajo’ desde el movimiento feminista. Todas
sabemos lo que esto conllevaría: Unas cuantas mujeres blancas de clase media en
trabajos bien pagados, que siguen caminando en la cuerda floja por estar más
precariamente posicionadas que sus compañeros varones, pero que aún así nos
dejan muy atrás a las demás. En concreto, dejando caer a las mujeres indígenas
de clase trabajadora mucho más y más atrás. Este es el enfoque ‘de arriba
abajo’.
¿No era esto también parte de la
crítica que las feministas negras lanzaron a las feministas blancas de la
segunda ola? ¿Que el movimiento que dominábamos estaba demasiado centrado en
los aspectos más superficiales de la opresión, que era demasiado cómodo? ¿Que
nosotras, las mujeres blancas, pagábamos una miseria a las mujeres negras para
cuidar a nuestros hijos, mientras nosotras salíamos a las calles a luchar por
salarios más altos y trabajos ejecutivos? La teoría feminista de Bell Hooks, De
los Márgenes al Centro, es más o menos esto exactamente.
En una presentación reciente de
las “Declaraciones de Independencia”, Teresia Teaiwa dijo algo igualmente
importante cuando habló de las luchas por la independencia y la soberanía: dijo
que estas luchas, frecuentemente, han sido lideradas por hombres, ignorantes de
los problemas de las mujeres y cargados de machismo. Hyman hace la misma
afirmación sobre los sindicatos, totalmente estancados en lo que se refiere a
los problemas de las mujeres, porque están dominados por hombres. Las mujeres
son arrinconadas muy a menudo en los movimientos que dominan los hombres, que
ponen la excusa de que se encargarán de los asuntos de las mujeres una vez
ganada la batalla. Prometido. Pero Teaiwa revela que las cosas no funcionan
así.
Lo mismo pasa dentro de los
movimientos de mujeres. No podemos decir: una vez que hayamos conseguido
aumentos de sueldo de las que tenemos trabajo, entonces nos preocuparemos de
las sintecho y de las que son cosificadas más violentamente.
Nuestro movimiento tiene que
estar basado en líneas de fondo fuertes e inquebrantables, desde las que partir
y que se apliquen a todas nosotras. Como por ejemplo que las mujeres no son
objetos. O que las mujeres necesitan vivir seguras, libres de violencia sexual.
O que el consentimiento no puede ser comprado. Estas bases necesitan formar
parte del trabajo que hacemos por la igualdad salarial, y también necesitamos
asegurarnos de que la campaña se encuadra en un movimiento más grande y
profundo que, en primer lugar y prioritariamente, amplifique las perspectivas
críticas de las más marginalizadas y desfavorecidas entre nosotras.
La batalla de Hyman por la
igualdad salarial ha obtenido resultados ganados con mucho esfuerzo. Vio el
progreso que resultó de la aprobación de la Ley de Igualdad Salarial de 1972 -Y
cómo aún así la ley permitió la discriminación de las mujeres con respecto a la
igualdad de oportunidades. Tampoco supuso una gran mejora en términos de
igualdad salarial para mejorar los sueldos de los sectores mayoritariamente
femeninos. Y por supuesto, las estadísticas demuestran que en las industrias en
las que aumenta el número de mujeres, los sueldos medios bajan.
Como las promesas de de la ley de
1972 se tendrían que haber cumplido en el 77, los ochenta fueron testigo de un
‘revival’ de la lucha por la igualdad salarial, pero tampoco se consiguió
mucho. Hubo otra ley en 1990 pero el gobierno neoliberal iba en otra dirección:
era individualista y consiguió que se incrementara la desigualdad salarial, y
particularmente la desigualdad salarial por género.
El Neoliberalismo ha visto una
promoción y un impulso generalizado de un feminismo que, sobre todo, celebra la
‘elección’ individual. Como señala Meagan Tyler: Incluso playboy ha decidido
recientemente opinar sobre algunos puntos de la teoría feminista y se ha
posicionado a favor del derecho de la mujer a ser sujeta a la mirada
pornográfica. Que, convenientemente, encaja muy bien con su propio plan de
negocio, por supuesto.
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Izquierda: El género pornográfico
más popular es ADOLESCENTES. #culturadelapedofilia. |||| Centro: “Por supuesto,
la libertad de las mujeres debe importarnos mucho más que la libertad de los
proxenetas.” Andrea Dworkin. |||| Derecha: Pobreza o… ¿Prostitución? ¡Eso no es
libre elección! ¡Apoya los programas de salida y la ley del comprador de sexo!
Cuando las feministas, cuando las
mujeres aceptan la promoción, las narrativas sobre la ‘elección’ o el silencio
alrededor de la prostitución -ese silencio seguirá siendo un lastre para todas
nosotras. Significa que ignoramos a nuestras hermanas supervivientes,
traicionamos a las niñas y jóvenes que están creciendo junto al poderosísimo
lobby del comercio sexual (el género pornográfico más popular es el
‘adolescente’), mantenemos un análisis desarticulado de nuestros problemas y
reafirmamos el derecho sexual masculino. Esto implica que dejamos intactas las
condiciones que favorecen todos los tipos de opresión sobre las mujeres, para
que continúen funcionando- entre otras, la brecha salarial de género.
Cuando una amiga mía compartió el
año pasado en sus redes sociales una imagen de las mujeres Islandesas
protestando durante la huelga por la brecha salarial, me pareció importante
señalar que las mujeres irlandesas ya habían criminalizado a los puteros y a
los proxenetas. La solidaridad que las une por la igualdad salarial es
profunda, duramente ganada, sólida y duradera. Y para ellas ‘trátala bien’ no
significa sólo ‘págala igual que a los hombres’, significa también que su
consentimiento no puede ser comprado y que las mujeres no son comodidades que
se puedan mercantilizar. Todo nuestro movimiento, como el de Islandia, se
establecerá si juntas decidimos adoptar estas bases y luchar contra nuestra
cosificación.
La igualdad salarial es una causa
popular entre las mujeres, porque es obvio que es necesaria, es fácil estar de
acuerdo con ella y es cómodo y fácil hablarlo. Nadie pide alertas de contenido
en discusiones sobre la igualdad salarial. No hay muchas mujeres de clase media
que hoy en día se presten a defender su derecho a ser peor pagadas. Necesitamos
luchar por la igualdad salarial, pero necesitamos apuntalar la batalla con unos
cimientos profundos. Si no salimos de nuestra zona de confort para crearlos…
Bueno, ¿cuánto tiempo tenemos? Porque estamos exactamente donde el sistema nos
quiere tener, y desde aquí es muy fácil llevarnos al huerto. Como advierte
Hyman, el gobierno actual está a punto de revisar la ley de Igualdad Salarial y
es muy probable que la vaya a debilitar.
Sólo podremos asegurar lo que
hemos conseguido con nuestra lucha si hacemos una campaña más amplia y más
profunda.
Fuente:
https://somoslamitad.wordpress.com/2017/02/17/no-acabaremos-con-la-brecha-salarial-hasta-que-no-debatamos-la-prostitucion/
Nota: las imágenes son del original.
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