Alquilar vientres y regular la prostitución: neoliberalismo 100%
Ana Bernal-Triviño
Periodista
Los paralelismos que existen
entre la prostitución y la subrogación se me hicieron evidentes de inmediato.
Dos industrias se benefician de los cuerpos femeninos: una de su sexo y otra de
su útero. Dos industrias comercializan funciones humanas básicas: la sexualidad
y la reproducción. Y estas constituyen la base de la opresión histórica de la
mujer y de su división permanente en ‘putas y santas’”.
Kajsa Ekis Ekman
Cada vez que me preguntan por qué
no apoyo ni los vientres de alquiler ni la prostitución siempre respondo que
todas las violencias machistas tienen un punto en común: la deshumanización.
La violación existe porque nos
deshumanizan.
Los asesinatos machistas existen
porque nos deshumanizan.
Los malos tratos (físicos y
psicológicos) existen porque nos deshumanizan.
Y sí, los vientres de alquiler y
la prostitución existen porque nos deshumanizan.
Eliminan cualquier connotación
como persona para ser consideradas como un objeto más, una propiedad sobre la
que decidir, que machacar o que violentar. Obviamente, este proceso no se
lograría sin una desigualdad previa que nos considera inferiores
¿Cómo se convierte una mujer en
objeto? Con dinero. Si algunos hombres han justificado, solo por hecho del
casamiento o formalización de la pareja, que ella es parte de su “propiedad”,
imaginen hasta qué grado se fortalece esa idea cuando hay dinero. Para
convertir a una mujer en cosa, de la manera más rápida, extrema y eficaz
posible, nada como el intercambio de dinero, como quien compra una muñeca
hinchable.
¿Cómo normalizar y convertir la
explotación en un acto comercial más? Con la perversión del lenguaje.
¿Cómo aplastar derechos de la
mujer y convertirlos en mercancía? Con tres puntos en común que se pueden
trasladar tanto a la prostitución como los vientres de alquiler.
“Es su libre consentimiento”. Nos
dicen que la madre gestante es porque quiere, y que la prostituta es porque
quiere. No nos dicen que la madre gestante vive en un país pobre y que no tiene
alternativa. No nos dicen (o lo pasan por alto) que la prostituta puede ser una
mujer sometida, pobre, o víctima de trata.
Para callar bocas ponen a la
prostituta en un programa de televisión declarando que lo hace por libre
elección, cuando algunos proxenetas (ver el libro de Mabel Lozano) admiten que
llevan a esas mujeres por platós bajo amenazas de matar a sus familias en sus
países de origen.
Luego añaden que “quién eres tú
para decirle a ella qué hacer con su cuerpo”, cuando son los primeros en decir
a esa mujer que someta su cuerpo a explotación y lo normalice. Mensajes como
“déjala ser prostituta, que ella lo hace porque le gusta” o “déjala, que se
queda embarazada para otros porque le gusta” validaría otras situaciones
violentas como “déjala y no te metas en la relación, que hay mujeres a las que
les gusta ser maltratadas” o “déjala y no le digas que es víctima, que ser
violada puede ser su fantasía”. Eso, que hoy a una buena parte nos parece
auténticas burradas, quedaría legitimado bajo ese libre consentimiento que
anula cualquier ley o delito, y deja todo en manos de una ley del salvaje
oeste.
“Es su trabajo”. Tanto en la
prostitución como en los vientres de alquiler desaparece el concepto de
explotación, y ponen de frente el derecho al trabajo o a la sindicación
mientras ocultan los derechos humanos que van por encima. Porque no todo es
trabajo y mucho menos es trabajo cuando se manipulan conceptos como producto,
fuerza de trabajo o medio de producción.
Lo sorprendente es que gente de
izquierdas se trague el cuento del “trabajo” teniendo una formación marxista en
muchos casos. Lo sorprendente es que no se vea que en ninguna profesión su
“oficina” o “lugar de trabajo” sea su propio cuerpo. Lo sorprendente es que
considere trabajo una “profesión” con altísimos riesgos laborales, que lo
anularía como tal. Lo sorprendente es que siempre que se habla de este tema
surge la frase de “pues peor es trabajar en un McDonalds”. Y como siempre nos dicen
que escuchemos a las prostitutas, pues eso, leed a Evelina Giobbe cuando
responde: “‘Bueno, al menos cuando trabajas en McDonald’s no eres la carne’”.
“Hay trabajadoras, empresarios y
clientes”. Como buen neoliberalismo, no hay producto sin empresarios y sin
clientes. Empresarios en lugar de proxenetas o traficantes de bebés a la carta.
Clientes en lugar de puteros o compradores de mujeres como vasijas para bebés.
Cada vez que se dice “trabajadora sexual” se deja de nombrar a las víctimas de
trata. Cada vez que se dice “empresario sexual” se deja de nombrar los delitos
que representan. Cada vez que se dice cliente, se deja de nombrar a quien crea
una relación económica de explotación o tráfico de personas.
Es la perversión de llamar
servicio a una explotación, de llamar trabajo sexual a una esclavitud sexual,
de llamar empresarios a proxenetas y a traficantes de bebés, de llamar cliente
a proxenetas, puteros, y compradores de bebés…
No es casualidad que esta
estrategia que anula los derechos de la mujer, que anula toda la tradición del
feminismo contra la explotación de nuestra libertad sexual y reproductiva,
surja en el nacimiento del capitalismo y se fortalezca en pleno neoliberalismo.
No es casualidad que, por eso, nos vendan como un objeto del que hacer negocio,
porque nos siguen viendo inferiores y porque la misoginia tiene muchas caras.
https://blogs.publico.es/otrasmiradas/15271/alquilar-vientres-y-regular-la-prostitucion-neoliberalismo-100/
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