Ayer fue el voto, hoy es nuestro cuerpo
Pilar Aguilar Carrasco
Analista y crítica de cine
20/02/2019
Resulta sorprendente comprobar
las similitudes que presentan algunos episodios históricos. Lo pienso
comparando el debate sobre el voto femenino en la Segunda República y el actual
sobre prostitución y abolicionismo.
El sufragio femenino
Las posiciones respecto al
sufragio femenino pueden resumirse en tres grandes bloques.
En primer lugar, estaban quienes
manifiesta y ferozmente se oponían a que las mujeres tuvieran derechos cívicos.
Les parecía inconcebible, aberrante, inadmisible y contrario al buen orden
social. ¿Cómo iba a reinar la armonía en un hogar donde la mujer pudiera
disentir de las opciones de su esposo? Ellas solo estaban legitimadas para opinar
en cuestiones domésticas y de pequeña monta.
Pero, por supuesto, Victoria Kent
no sostenía tal cosa. Manifestó que no se oponía al voto de las mujeres: se
oponía a que se aprobara en ese momento. Según dijo, en pro de lo que
consideraba un mayor bien –el triunfo de las fuerzas progresistas-, aceptaba
renunciar, no sin dolor, al sufragio de las mujeres: “Creo que el voto femenino
debe aplazarse, lo dice una mujer que, en el momento crítico de decirlo,
renuncia a un ideal”. Partía del supuesto (era un supuesto, sin pruebas
fehacientes) de que, influenciadas por sus maridos y por los curas, las mujeres votarían a la derecha.
[Digamos en una breve anotación irónica que curiosamente Kent nunca pidió que
se privara del voto a los curas ni a los maridos conservadores, fuente
originaria del mal, sin embargo…]. En consecuencia, alegaba que plantearlo
dividía las fuerzas de izquierdas y, caso de aprobarse, pondría en peligro a la
república.
Clamaba que, antes de dar el
derecho al voto a las mujeres, había que educarlas. Clara Campoamor, por el
contrario, le opuso esta verdad básica: “La libertad se aprende ejerciéndola“.
Y afirmó que por encima de los
intereses del Estado estaba el principio de igualdad. Y por ello, el derecho de
las mujeres al voto no debía sufrir aplazamiento alguno. Es decir, tal y como
afirma Amelia Valcárcel: “su defensa del voto de las mujeres estaba basada en
principios y no en consecuencias”.
Pilar Aguilar Carrasco |
Regulación/abolición
Hoy observamos que también en
torno a la prostitución se articulan tres grandes bloques de propuestas.
Están quienes abierta y
manifiestamente la defienden creyéndola parte del orden “natural” de las cosas:
los hombres tienen “necesidades” y para satisfacerlas han de contar con un
ejército de mujeres a su libre disposición.
Esta postura considera
incuestionable la prostitución y, en consecuencia, reclama que se legalice.
Aunque luego, cada cual la adorna y justifica de diversas maneras: hablando de
la libertad de las mujeres, apelando al “mal menor”, etc. Algunos incluso afirman
que lo hacen por el bien de las prostitutas.
Otro bloque sigue “la doctrina”
Kent: dicen no defender la prostitución pero consideran inconveniente incluirla
en la agenda feminista porque “No es el momento”. Podríamos preguntarnos
¿cuándo lo será? Llevan cuarenta años alegando lo mismo (y si las dejamos,
dentro de otros cuarenta oiremos la misma cantinela).
Es triste constatar en la
izquierda (de la derecha ni hablo) la recurrente y marcada tendencia a
considerar que “nunca es el momento” de nuestras reivindicaciones. Lo sabemos
perfectamente quienes hemos militado en partidos. Y si quienes militan ahora no
lo saben es porque prefieren seguir con la venda en los ojos.
¿Qué decimos las
abolicionistas? Pues que sí, que ahora
es el momento. Ciertamente siguen vigentes muchas otras desigualdades, abusos y
atropellos: la brecha salarial, la precarización, el paro, el ninguneo, el
desigual reparto de las tareas del hogar, del cuidado de hijos y ancianos, el
maltrato y la violencia dentro de las parejas, etc. Hay que reivindicar y
luchar en todos esos frentes, por supuesto. Pero también es hora de denunciar y
luchar contra el uso y el abuso de nuestros cuerpos porque es uno de los
pilares del patriarcado y fuente de constante violencias y agresiones. El
feminismo ha de plantarse: “Se acabó. No estamos en este mundo para servir ni
para dar placer. Es hora de que la igualdad, el buen trato, el cuidado, el goce
alcancen también a los territorios personales del deseo y la sexualidad”.
Sabemos que en España se
denuncian una media de tres violaciones diarias. Y constantemente nos enteramos
de casos de abusos de niñas (y niños) y de personas especialmente indefensas y
desprotegidas. Sabemos que las emigrantes son carne de cañón de los prostíbulos
y que están brutalmente chantajeadas y abusadas.
¿Qué media entre una violación y
un “pase” de X euros? O dicho de otro modo ¿de qué depende que penetrar
genitalmente a una nigeriana tenga o no beneplácito social? ¿Está bien si se
paga con el cruce de una frontera? ¿con aspirinas o tampax? (como han
mercadeado algunos soldados de la ONU) ¿con comida como a veces ocurre en
campos de refugiados? ¿O solo está bien si se paga en euros?
¿Cómo puede alguien honesto
“horrorizarse” de lo anterior y considerar, al tiempo, que la prostitución es
tema secundario? ¿Qué carga cínica hay que tener para denigrar las violaciones
y, al mismo tiempo, pensar que abonando un importe X ya se trata de un “el
justo y libre comercio”?
Pero, además, si el acceso sexual
a un cuerpo es comerciable ¿la violación no es simplemente un hurto? ¿Qué pena
ha de imponerse a quien roba ese “servicio”? ¿Violar a una prostituta es como
bajarse de un taxi sin pagar? ¿Violar a una no-prostituta es como quitarle el
móvil? (siempre que el móvil no sea muy caro, porque, si no, lo del móvil es
más grave). ¿Qué nos están diciendo? Que si eres un señor “honrado”, pagas, si
eres un poco pillo (simpáticamente pillo, incluso) y la ocasión se presenta, te
lo llevas gratis.
Ha llegado la hora de que el
feminismo se oponga frontalmente a que el cuerpo de las mujeres sea mercancía
apta para comprarse o alquilarse.
La prostitución afecta a la
igualdad de todas porque naturaliza la cosificación y la sumisión de nuestros
cuerpos.
No oponerse a ella o callar,
equivale a dar por bueno lo que hay, a admitir el status quo.
Y va a ser que no, que vamos a
hacer como Clara Campoamor con el sufragio femenino, sea o no sea momento (que
lo es, lo es).
Fuente
https://blogs.publico.es/dominiopublico/27896/ayer-fue-el-voto-hoy-es-nuestro-cuerpo/
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