18 de agosto de 2018
La libertad de las
putas
Por Anita Botwin
Algunas voces hablan de libertad a la hora
de decidir sobre nuestros cuerpos. Normalmente esas voces se centran en hablar
sobre nosotras en materia de prostitución, cosificación y pornografía. Muchas
de esas voces jamás tendrán que usar sus cuerpos para pagarse un plato de
comida. Especialmente porque muchas de esas voces provienen […]
Por Anita Botwin
Algunas voces hablan de libertad a la hora de decidir sobre
nuestros cuerpos. Normalmente esas voces se centran en hablar sobre nosotras en
materia de prostitución, cosificación y pornografía. Muchas de esas voces jamás
tendrán que usar sus cuerpos para pagarse un plato de comida. Especialmente
porque muchas de esas voces provienen de hombres blancos, heteros y
privilegiados.
No podemos hablar de libertad si existe un intercambio
monetario de por medio. ¿Acaso existe libertad en gran parte de los trabajos
precarios de este y otros países? No creo que alguien si pudiera elegir estaría
currando en un McDonalds voluntariamente, como si de una ONG se tratara. ¡Me
encanta el Mcflurry, no me importa trabajar 12 horas como un esclavo, yupi!
Es curioso que podamos verlo más claro y entenderlo cuando
se trata de trabajos que compartimos hombres y mujeres y que no tienen que ver
con los cuerpos femeninos como moneda de cambio. En los que puedes dar la
vuelta a una hamburguesa sin necesidad de que nadie te viole –por muy esclavo
que sea el trabajo-.
EL SEXO LE GUSTA A
CASI TODO EL MUNDO Y NO POR ELLO TIENES QUE SUFRIR EXPLOTACIÓN PARA DISFRUTARLO
Ellas tienen libertad de elegir, dicen. Una mierda. Ellas
prefieren follar a limpiar escaleras, dicen. Ellas, ellas, ellas. Ellas sólo
tratan de salir adelante, como la mayor parte de las mujeres de este planeta.
¿Creen que quieren aguantar a cerdos que abusan de ellas en el mejor de los
casos? Es que a algunas les gusta el sexo, dicen. Claro, el sexo le gusta a
casi todo el mundo y no por ello tienes que sufrir explotación para
disfrutarlo.
Es el oficio más antiguo del mundo, dicen otras voces.
Claro, por eso precisamente vamos un poco tarde para abolirlo. También las
guerras, la tortura, la esclavitud la muerte de miles de personas por hambre
son antiguas como la vida misma y no por ello estamos a favor de regularlas.
Es que hay hombres que, pobrecillos, de otra forma nunca podrían
follar y sería mucho peor. MUCHO PEOR. Para estas personas la prostitución
existe para evitar posibles violaciones. En lugar de no educar en la violación,
se da por sentado y ya que existe, vamos a hacer todo lo posible para que los
pobres violadores no cometan ningún delito y se desahoguen con mujeres
prostituidas. Porque en las mujeres, pobrecillas, las que no se comen un rosco,
¿a quién les importa? Ellas no dan beneficios si no son putas.
La realidad es que este negocio mueve diariamente cerca de
10 millones de euros en nuestro país, unos 3.500 millones al año, que
representan un 0,35% del PIB. No es posible que hablemos de libertad cuando se
trata de un mercado que mueve tantísimo dinero y en el que la mayor parte de
las putas ejercen en contra de su voluntad. ¿Qué libertad es esa?
Es que ya que trabajan, tendrán que luchar por sus derechos
y tener sanidad y cotizar. Este suele ser el argumento más escuchado de los y
las regulacionistas. Ejemplos como el alemán o el holandés nos hablan de fracaso
a la hora de legalizar la prostitución. Sin ir más lejos, la ley de 2002 de
Alemania ha hecho que aumenten los grandes prostíbulos y prácticas como la
‘tarifa plana’ de sexo (sexo con varias personas a un precio fijo). Algo así
como minutos ilimitados en el móvil. Eso es lo que valemos.
La prostitución no es una salida laboral para las mujeres
libres, sino para las mujeres pobres, y regularla no es más que normalizar una
opción precaria más en un mercado neoliberal en el que no existen derechos de
ningún tipo. La libertad deja de existir en el momento en el que un hombre paga
a cambio de un producto –mujer– para someterla y ejercer su poder sobre ella.
Un abuso sexual no se transforma en un empleo por el mero
hecho de que se pague una cantidad de dinero. Normalizar la práctica de la
prostitución no ayudará en absoluto a construir sociedades libres, igualitarias
y por supuesto, feministas.
En
http://kaosenlared.net/la-libertad-de-las-putas/
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