Sobre la industria de los cuerpos, el proxenetismo y los lobbies de la
prostitución y la pornografía (II)
17/06/2019
AUTORA
Elva Tenorio
Licenciada en Medicina y
Psicología. Feminista
Qué es un lobby y cómo funciona
Recordemos cuál es el significado
en castellano de la palabra lobby:
“Grupo de personas influyentes,
organizado para presionar en favor de determinados intereses’,… R.A.E., o
“Grupo de presión formado por
personas con capacidad para presionar sobre un gobierno o una empresa,
especialmente en lo relativo a las decisiones políticas y económicas.”, según
el buscador Google
O también, de acuerdo con la definición de Wikipedia:
..,2 un colectivo con intereses comunes que
realiza acciones dirigidas a influir ante la Administración Pública para
promover decisiones favorables a los intereses de ese sector concreto de la
sociedad”
Dedico algunas líneas a estas
definiciones, para dar tiempo a deducir, que si afirmábamos que la institución
de la prostitución se ha convertido en una gran industria de los cuerpos de
mujeres y jóvenes, que mueve anualmente
miles de millones en todo el mundo,
resulta evidente que no solo los
lobbies existen, sino que están operando, como poderosos grupos de presión, en
todos los ámbitos sociales.
Para que un negocio
transnacional, como el actual, se
considere lícito, y sus inversores,
mafias, intermediarios, madamas y proxenetas, se transformen en honestos y
respetables empresarios o agentes sociales
reconocidos, los grupos de interés de esta industria deben actúan como lobbies o grupos de presión e
influencia.
Sus actividades y estrategias
pasan por la comunicación, el
establecimiento de contactos a todos los niveles, regalos y donativos, creación
de sociedades o fundaciones, organizaciones no gubernamentales interpuestas, o de ayuda a las mujeres
prostituidas, y que pueden recibir subvenciones, asociaciones filantrópicas que, a su vez
subvencionan, organizan o financian supuestas investigaciones, estudios y
congresos, o promueven incluso cursos para aprender a prostituirse, pero pasa también, por la infiltración de sus
propios agentes en los movimientos
sociales y partidos. Su meta es que esta
industria sea reconocida como
perteneciente a un sector empresarial
legal y legítimo. Para ello, sus
acciones han de mantenerse en el tiempo
y utilizar diversificadas vías de actuación y muchos recursos.
La presión de los lobbies se centra
directamente en colocarse en las agendas
políticas y económicas, en los programas
de partidos y políticos que dictan o promueven
leyes, pero también actúan incidiendo en los diversos medios de comunicación,
universidades, y creadores de opinión pública.
La finalidad es hacernos creer
que la optimización de su propio beneficio proxeneta, contribuye muy
positivamente no solo en las vidas y el futuro de las mujeres y niñas, sino en
bien común de toda la sociedad.
En nuestra deficiente democracia,
la opacidad con la que actúan, la falta de transparencia política y la
corrupción estructural que la caracteriza, permiten que estos lobbies funcionen
con total libertad en sus prácticas
mafiosas, sobre políticos y medios, pero
también formando parte directamente del propio colectivo en el que se introducen
e influyen.
Pornografía
Esta industria de los
cuerpos, destinada a satisfacer la demanda de la sexualidad
masculina hegemónica, se acompaña de otro gran negocio hermano, la
pornografía, que funciona en paralelo y que incide en el
efecto propagandístico y promocional del
producto a la venta.
Se trata de un mercado supuestamente
para adultos pero que incluye la
promoción y la instrucción de
niños y niñas en el tipo de sexualidad que se comercializa. Algunos estudios señalan que los menores
pueden acceden a la visualización por
internet o a través del móvil, de películas con contenidos de violencia sexual
explícita ejercida sobre las mujeres, desde los 8 años de edad.
La pornografía resulta así
un catálogo visual para la venta posterior de los productos, ya
sea para los adultos o para los menores, convertidos éstos en futuros clientes
puteros, pero a la misma vez, adiestra
a las mujeres y niñas en la visualización
de lo que la industria del porno llama sexualidad y que se basa en la sumisión
y la presentación de la violencia como placer, ejercida por un hombre o varios,
sobre el cuerpo cosificado, sometido o torturado de las mujeres. En la pornografía actual se aboga de manera inequívoca, por mostrar el mayor
poder masculino, fálico y viril, dentro de la más rancia tradición machista, violenta y patriarcal.
La industria del porno, siempre
en constante evolución, construye e
incentiva de esta manera, la compra-venta del sexo de pago destinado a las
generaciones futuras, aleccionadas
previamente para ello a través de
las imágenes disponibles y al alcance de todos.
Con sus costosas campañas de
márquetin y sus estrategias empresariales, influyen en lo que la sociedad va a aceptar
como normal o incluso empoderante para la mujer moderna o posmoderna y
liberada.
Siguiendo sus intereses
comerciales, recurrirán al discurso falaz, de lo que ideológicamente han
decidido catalogar y vender como
“libertad sexual, para así justificar y banalizar la explotación y la violencia ejercida sobre
los cuerpos de las mujeres,
Prostitución.
En este mercado, la obtención de suficientes mujeres y
jóvenes debe estar asegurada y en
continua rotación, pues el producto a la venta tiene que ser renovado
constantemente. Sin embargo, al no
resultar fácil conseguir suficiente materia
prima a nivel local, las
prácticas de captación incluyen
el tráfico y la trata de mujeres, para lo cual construyen grandes
estructuras mafiosas transnacionales.
La trata con fines de explotación
sexual, es por tanto, una parte esencial
del negocio. Aun siendo oficialmente ilegal en muchos países, es bien tolerada
o no suficientemente combatida, con la coordinación, los medios e instrumentos
adecuados, dada las grandes dimensiones, redes
y dispositivos a los que deben enfrentarse, los países aislados.
Los lobbies persiguen como
objetivo, que los Estados y las Administraciones, legalicen la industria para
que, a los inversores, mafias y
proxenetas, les resulte más fácil y menos arriesgado, la obtención y explotación del producto
y de la materia prima que precisan.
Proxenetismo
Lucrarse económicamente de la
prostitución o bien obtener beneficios
económicos de ella, se considera todavía proxenetismo. En su definición legal,
el proxeneta, según el artículo 187.1, del Código Penal, es:
“… quien se lucre explotando la
prostitución de otra persona, aún con el consentimiento de la misma. En dicha
conducta: la víctima se encuentre en una situación de vulnerabilidad personal o
económica, y además se le imponen para su ejercicio condiciones gravosas,
desproporcionadas o abusivas.”
En el caso del estado
español, algunos artículos del código
penal han sido recientemente modificados para permitir la falsa
situación en que se encuentran muchas de las mujeres explotadas, en
burdeles, pisos, hoteles, casas de masajes o bares de carretera, por proxenetas
y mafias que se benefician de la prostitución y la explotación, pero que actúan
protegidos por la legislación actual.
Ese reciente cambio en las leyes,
promocionado por los lobbies y resultado de
influencias y las presumibles o presuntas connivencias policiales y políticas, más de
una vez demostradas, sugieren el
preguntarse cómo ha sido posible un cambio legislativo tan sustancial que
permite la aparición de locales y puti-clubs en todas nuestras ciudades, pueblos y carreteras, convirtiendo al estado español,
en uno de los mayores burdeles de
Europa, líder en este mercado de
inversores, compra-venta y consumo de prostitución y destino de turismo sexual
a nivel mundial.
¿Lobby pro-prostitución o lobby
proxeneta?
Los lobbies y grupos de
presión promotores de este gran negocio
actúan conjunta o paralelamente pero no siempre están compuestos por los mismos
agentes, ni utilizan las mismas tácticas o estrategias, aunque tengan y
persigan los mismos objetivos.
Ante todo debería quedar
diametralmente claro, que el principal
lobby pro-prostitución lo constituyen los puteros. Estos consumidores machistas son los
responsables de mantener la demanda, salvaguardando al mismo tiempo el derecho
de acceso a cuerpos de mujeres, jóvenes o menores, variados, exóticos,
accesibles en el lugar de residencia o en cualquier parte del mundo, y a bajo
precio, sin importarles o prestar atención a la procedencia o las condiciones
del producto que consumen.
Aunque en algunos países los
hombres puteros organizan sociedades y lobbies ante la amenaza de ver mermados
sus privilegios, se comunican a través
de chats y páginas de internet, o escriben manifiestos, también se pueden defender a través de partidos políticos y creando
opinión social favorable a defender este ancestral privilegio.
En lo cotidiano, algunos hombres
pueden formar también grupos de amiguetes o comandos llamados “manadas”, que
frecuentan los burdeles o los polígonos,
para, previo pago, violar comunitariamente, pueden hacerlo también en la calle, o intrafamiliarmente.
En realidad, su actividad se
limita a defender derechos que la
sociedad ya les ha concedido previamente por el simple hecho de nacer hombres, aunque
para ejercerlos, deban aplicar más o
menos violencia, ante la
indiferencia de otros hombres, leyes y
legisladores.
Los hombres son los grandes
agentes protegidos de este negocio que mantienen con la ayuda de otros hombres, inversores, propietarios de la industria,
intermediarios, políticos, o proxenetas,
también de las instituciones o de otros hombres en general, aunque éstos
últimos se declaren no puteros.
La defensa de los privilegios
patriarcales del colectivo o simplemente la no denuncia y la connivencia
machista, hacen posibles la
prostitución, el tráfico y la trata de mujeres y jóvenes para la industria de esta explotación del cuerpo
femenino o feminizado.
Pueden asimismo constituirse en
lobby, en representación de todas, una ínfima minoría de mujeres, que también
pertenecen a la industria, En la I jornada sobre “Trabajo Sexual, derechos
laborales y sindicación”, del pasado 8 de Junio en Barcelona, fueron
aproximadamente unas 40 mujeres las
reunidas, llegadas de todo el Estado, y
convocadas para reivindicar ser reconocidas como trabajadoras por cuenta ajena.
Estas pequeño número de mujeres de la industria, crean supuestos sindicatos, algunos
gestionados por hombres, o se introducen
en otros ya existentes, más o menos combativos, interponiendo demandas
laborales con la finalidad de que se les reconozca la categoría de trabajadoras
sexuales o trabajadoras por cuenta ajena. En esta primera jornada, obtuvieron
el apoyo del Ayuntamiento, partidos políticos de la izquierda y la derecha
neoliberal, juristas, y otras
organizaciones de profesionales, cuya principal actividad declarada y, por la
que reciben subvenciones, es ayudar a
las mujeres en situación de prostitución.
Los objetivos de reconocimiento
laboral, de ésta y otras jornadas que se celebran en otras muchas ciudades o
incluso en la universidad, coinciden de
nuevo en los mismos objetivos de los proxenetas que las explotan y con la
supuesta función de los sindicatos.
Reconocer la prostitución como
trabajo, tendría como uno de sus objetivos obtener y negociar un buen convenio
colectivo con el sector empresarial ya
legalizado. El beneficio obtenido de la
explotación sexual dejaría de ser considerado un delito penal de proxenetismo,
para convertirse en una actividad laboral cualquiera y automáticamente transformaría a los proxenetas en aguerridos
emprendedores y empresarios.
Un ejemplo de esto último, lo
encontramos en Alemania que ha
legalizado la industria de la prostitución. Lo propietarios de prostíbulos y
burdeles, pueden ofrecen por 50 euros de tarifa plana, el uso de todas las putas
que se puedan consumir al primer envite,
con salchicha incluida. Pueden
bajar los precios y subirlos, como hace legítimamente cualquier empresario con
los productos que vende. Esos productos continúan siendo, además de las
salchichas, bebidas y otras sustancias,
el propio cuerpo de la mujer y sus orificios, sometidos a la ley de la
oferta y la demanda.
El lobby pro-legalización lo
constituyen, además de los proxenetas en sus múltiples modalidades, una ínfima minoría de mujeres empleadas en la industria que ven en esta
subordinación a la sexualidad machista,
un negocio perfectamente lícito. Para proclamarlo, aparecen frecuentemente en los medios de
comunicación y en los espacios feministas,
presionan y alientan abiertamente a
los partidos políticos para que
sea reconocido el “trabajo sexual” y abogan socialmente para que la
prostitución sea considerada un empleo normalizado para las mujeres.
Estos lobbies, el de las
“trabajadoras “de la industria y el de los proxenetas, persiguen pues los
mismos fines, con diferentes métodos, medios y consecuencias.
Otro lobby o grupo de presión lo
constituyen los movimientos de mujeres neoliberales, que dicen ser
feministas pro-derechos y los partidos políticos y sindicatos
pro-regulación de la prostitución.
Algunos de los que se autodefinen
como de izquierdas, deben construir un
relato social cambiando el lenguaje, y creando un argumentario más acorde con
la ideología y los intereses que dicen representan.
Los derechos que manifiestan
defender, son denominados
genéricamente “pro-derechos”. Sin
embargo, no se refieren a los derechos humanos negados previamente a las
mujeres que han llegado a la prostitución
como consecuencia de su condición de mujer y de la desigualdad estructural y de poder que
eso supone. Tampoco reivindican otras alternativas que no impliquen recurrir a
la prostitución como recurso de sobrevivencia para las mujeres
empobrecidas; ni se ocupan
preventivamente de evitar la violencia,
las situaciones de maltrato y de abuso machista que llevan a muchas mujeres al prostíbulo, a
la calle, o al depósito de cadáveres. No. No se refieren a esos derechos
fundamentales vulnerados. Ni a combatir la
violencia ejercida sobre sus cuerpos. Se refieren, una vez más, a los derechos laborales, coincidiendo con la
minoría de mujeres de la industria, inversores
y proxenetas.
Un cambio trascendente en el
lenguaje lo constituye hacer desaparecer, por arte de magia, la palabra
prostitución y sustituir por la de “trabajo sexual”. En el imaginario que nos
proponen, eliminan sigilosamente también, al patriarcado, como generador de la
desigualdad estructural y de poder de los hombres sobre las mujeres.
Consecuentemente, también deben
invisibilizar al putero violento y machista que se transforma y adquiere
de golpe y por obra y gracia del arte lingüístico posmoderno, la honorable categoría social de “cliente”.
Paradoxalmente, esos lobbies
pro-derechos, defienden legalizar la
explotación de los cuerpos de las mujeres por terceros, es decir, legalizar el proxenetismo,
coincidiendo con los intereses de los anteriores lobbies, y considerando la
prostitución, no solo como una salida
laboral como otra cualquiera, sino además,
promocionándola como un trabajo empoderante para mujeres y niñas. Eso
sí, no para ellas mismas, o sus hijas o familiares, sino para las migrantes o
las mujeres más empobrecidas.
Los lobbies, infiltrados en el
movimiento feminista, en los partidos políticos, y en muchos estamentos sociales, que dicen
ser pro-derechos laborales de las mujeres prostituidas, no defienden sin
embargo los derechos de las mujeres a NO tener que serlo, ni dan alternativas
realistas de salida a las que no pueden huir ni escapar o a las que simplemente desean dejar de ser prostituidas.
La sexualidad de la mujer tiene
todavía derechos que no han sido
reconocidos, pero seguirán siendo una asignatura pendiente del feminismo, eso
sí, del movimiento feminista que todavía
no se haya vendido o esté infiltrado
real e ideológicamente, por los que
representan los intereses lobísticos que abogan por la expansión de esta
industria transnacional, machista y patriarcal, de la explotación de los
cuerpos de mujeres y jóvenes, en esta etapa neoliberal y posmoderna de la
historia del capitalismo, en donde sí se protege la demanda y la sexualidad
masculina hegemónica. Como se ha hecho siempre, por otra parte, y desde tiempos
inmemoriales.
Fuente
Nota: las imágenes y negritas están en el original.