Nos venden una ilusión de libertad y nos responsabilizan de elegir
nuestra desgracia (I)
– Abuela –sollozó–, me estoy
muriendo. La abuela le tocó la frente, y al comprobar que no tenía fiebre,
trató de consolarla.
– Ya no faltan más de diez
militares –dijo.
Eréndira rompió a llorar con unos
chillidos de animal azorado. La abuela supo entonces que había traspuesto los
límites del horror, y acariciándole la cabeza la ayudó a calmarse. (…)
Salió de la tienda cuando Eréndira
empezó a serenarse, y le devolvió el dinero al soldado que esperaba. “Se acabó
por hoy”, le dijo. “Vuelve mañana y te doy el primer lugar”.
Luego gritó a los de la fila: –
Se acabó, muchachos. Hasta mañana a las nueve.”
Este diálogo novelado por García
Márquez pudiera estar recogido en cualquier página de sucesos de un diario de
actualidad y participar de titulares. La (1) historia fue editada en 1974, y
cuenta el embrutecimiento y la crueldad salvaje que una abuela impone a su
nieta por una deuda que a ésta ni tan siquiera le pertenece. En la actualidad
es la historia de millones de mujeres y niñas que son prostituidas y explotadas
como mujeres de deuda.
En el documental El proxeneta de
Mabel Lozano, su protagonista nos cuenta que en unos pocos años compró en otros
países, vendió y explotó en la prostitución a más de mil setecientas mujeres.
La realidad que explica es la demostración palpable de que trata y prostitución
son un sistema de explotación y esclavitud indisoluble. Que su erradicación requiere
políticas que la aborden en su totalidad con intervención sobre todos los
actores; punitivamente sobre todos aquellos que se lucran con el tráfico, la
explotación y la esclavitud, también con los que la promueven; y protegiendo y
amparando a las mujeres, niños y niñas que son prostituidas, con políticas
paliativas y preventivas y reparadoras
que nunca jamás ha hecho ningún gobierno.
Beatriz R. superviviente de
trata, señaló en el último congreso de CATW (Coalición contra la trata de
mujeres) (2) celebrado en Madrid, que el gobierno colombiano ni se plantea
acabar con la prostitución dados los grandes beneficios económicos. Solo en
Pereira ciudad con 476 mil habitantes y situada en la región cafetera se han
contabilizado 42 mil mujeres tratadas que son prostituidas en nuestro país,
aparte hay otro número igualmente importante en otros países europeos y en
Japón. Las mujeres y niñas son entregadas a los conseguidores en muchas
ocasiones por las propias familias a cambio de una cantidad. Una vez atrapada
por la red de traficantes, los prostituidores les imponen una deuda que
multiplica la cantidad entregada, sumándole su manutención elevada hasta
extremos imposibles, y el coste del aire que respiran. La deuda es el eufemismo
para ocultar el cálculo previo que hace el tratante-prostituidor sobre el
beneficio que puede extraerse de una mujer prostituida a razón de quince horas
de trabajo diarias sin días de descanso, y su desgaste físico y psicológico en
una situación de explotación y encierro. En palabras del proxeneta, al que
entrevista Mabel Lozano en su documental, la duración media suele ser de dos o
tres años y después de este período de tiempo es revendida a un club de menor
categoría. Para ese momento es posible que esté enferma física y psicológicamente,
sea adicta o alcohólica, tenga uno o más hijos y sea una mujer totalmente rota.
Una vez dejan de tener utilidad para el sistema prostitucional pueden ser
revendidas para otros tipos de explotación o colaboración con el propio sistema
en la captación de otras mujeres, el paso o distribución de estupefacientes…y
si les son totalmente inservibles, simplemente son tiradas a su suerte, sin
nada, sin un solo céntimo de los muchos millones que les han extraído en
beneficios, en muchos casos enfermas, adictas o con hijos y quedan abandonadas
al albur de los servicios sociales. Esta es la realidad de la prostitución en
nuestras calles que es narrada por algunas supervivientes del sistema
prostitucional que han sobrevivido sin ninguna ayuda del sistema explotador y
muy a pesar del mismo y con muy poca de las instituciones públicas que casi
siempre las olvidan.
La prostitución y la trata son
dos caras de la misma moneda, su comprensión como fenómeno social no puede ser
abordada al margen de las dinámicas socioeconómicas que genera un capitalismo
global que ha abrazado entusiastamente la ideología neoliberal más extrema y
fanática. Son el resultado de la imposición de sus propias políticas. El
capitalismo neoliberal es más que un sistema económico antisocial. Es una
religión embrutecedora adoradora del dios mercado, en su interior late la nueva
forma del patriarcado, el sistema de dominación y explotación más antiguo que
existe. La prostitución es un sistema de expropiación estratégico para el
capitalismo neoliberal, como lo fue anteriormente la venta de esclavos para el
capitalismo originario y el colonial.
Fue esta actividad ilícita la que alimentó una clase social depredadora,
también dentro de nuestras fronteras, con familias que hicieron grandes
fortunas y cuyo patrimonio, en manos de sus herederos en la actualidad, es
producto del repugnante negocio de la venta de seres humanos.
La globalización ha permitido que
florezca de nuevo bajo una nueva apariencia y es tan fundamental su aportación
al capitalismo neoliberal que la prostitución siempre está entre las dos
actividades económicas que genera más beneficios, compitiendo con el tráfico de
armas y de drogas.
Para la socióloga Saskia Sassen
este capitalismo neoliberal ha entrado en una lógica destructiva de expropiación
y destrucción, millones de personas son expulsadas de sí mismas, de su propia
significación, de su historia y biografía para sobrevivir simplemente con lo
único que poseen, la venta de sus cuerpos. Sassen acuñó también el concepto de
población desechable para los millones de personas que sufren expulsiones
sistémicas complejas, fenómeno que se
ajusta plenamente al fenómeno de la trata y por supuesto también a la
prostitución. No solo no podemos disociar los dos hechos, sino que no podemos
adornarlos con mentiras; la mujer tratada se prostituye en los clubs de
nuestras ciudades, en nuestras calles, rotondas y descampados, es aquí dónde
sucede el fenómeno.
Estos millones de mujeres
desechables pierden todos sus derechos de ciudadanía, y están en un grado
extremo de vulnerabilidad. Deslocalizadas de su territorio, sin redes
familiares de apoyo, ni comunidad, identidad, historia, sin ciudadanía, sin
conocimiento del idioma o de las instituciones, sometidas a una deuda
impagable, muchas veces sufriendo la extorsión sobre sus familias e hijos en
sus países de origen. Son utilizadas por el depredador capitalismo neoliberal
con afán expropiatorio sustituyendo al tradicional ejército de reserva (3) su
función es enriquecer al sistema que las expropia, el sistema prostituyente.
Conviven con una prostitución local de carácter residual que hasta hace unos
años estaba en claro retroceso. Este es un hecho que muchos ignoran y que avala
la realidad de que con políticas adecuadas sí se puede incidir en su erradicación,
de la misma manera que hacemos políticas para erradicar la pobreza. Cuando las
mujeres pudieron acceder libremente a los trabajos y ya no necesitaron el
consentimiento marital vigente hasta 1981, y con el desarrollo del Estado de
bienestar y la democracia la
prostitución como subsistencia empezó a desaparecer. Durante el último lustro
con el agravante de la crisis, pero ya antes con el desarrollo de las políticas
neoliberales, la prostitución ocasional ha sido el modo de introducción en el
sistema prostituyente. Pero el aumento constante de la demanda y el nuevo
dinamismo de la industria necesitan del tráfico para la prostitución a gran
escala y de la rotación de las personas por la geografía como si fuesen ganado.
Las cifras de beneficio son escandalosamente obscenas.
La actual alianza entre el
capitalismo, el neoliberalismo y el patriarcado ha organizado un nuevo reparto
de los recursos; la acumulación en muy pocas manos de unas élites
automarginadas de la sociedad y una inmensidad de personas a las que instala
más tarde o más temprano en una vuelta a la esclavitud. A las mujeres las
distribuye en función de la clase social y la etnia a modo de castas y les
impone una distopía de lógica económica calculadamente perversa que solo
persigue el beneficio de unos pocos aún con el perjuicio de toda la sociedad.
Los protagonistas jamás dan la
cara, hablar de prostitución es hablar de grandes cuentas en los bancos, en
paraísos fiscales, de inmensas cantidades de dinero que corren en negro para
comprar voluntades y leyes protectoras del negocio. De lobbies que presionan
gobiernos y rigen los mercados con mano de hierro y desprecio social. De todos
aquellos que no aparecen en los medios; grupos de inversores aislados en
burbujas que con pulsar una tecla arruinan países; de falsos empresarios que
son en realidad proxenetas y no dudan en encerrar a sus víctimas para sacarles
beneficios y cuya suerte les es indiferente; de traficantes de cualquier cosa
que les lucre, seres envilecidos como lo fueron y siguen siendo los tratantes
de esclavos; de chulos y macarras capaces de amedrentar, golpear, violar y si
la situación obliga, matar. Una historia conocida por todos y que los medios
silencian y censuran deliberadamente.
Cruz Leal, feminista
abolicionista, es la autora de este artículo
Recuperamos este artículo
publicado originalmente por nuestra compañera Cruz Leal en Tribuna Feminista.
El texto aparecerá publicado en tres capítulos los miércoles de las próximas
semanas
Fuente.
Nota: la imagen y las negritas están en el original
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