Preguntas y respuestas sobre pornografía (Parte I )
25/11/2020
AUTORA Mujeres por la Abolición
Grupo feminista
radical, apartidista, de ambito estatal. Divulgar el feminismo y promover y
realizar acciones para la abolición de la prostitución, el alquiler de
vientres, la pornografía y género
En momentos en que el uso de la pornografía aumenta, como ha
podido comprobarse durante esta pandemia que nos afecta, es cuando más debemos
ahondar en lo que significa, en el daño que produce y en los sistemas de blanqueo que se quieren
divulgar. Para ello, hemos preparado, a modo de preguntas y respuestas, un
trabajo que pretende ser didáctico a la vez que serio.
¿Opina que el porno “mainstream” está hecho
para el disfrute de un público masculino? ¿Por qué?
La pornografía se edifica sobre una sexualidad basada en la
dominación masculina, violenta y sádica con respecto a las mujeres. Los
hombres, en la pornografía, y con ésta mediante, logran disfrutar de un placer
basado en el sometimiento de las mujeres, en la vejación, en la violencia
física y sexual.
La pornografía, además, no solamente se nutre de las
relaciones de dominación-sumisión que se dan entre hombres y mujeres en la
sociedad patriarcal, sino que resulta imprescindible, a día de hoy, para su
propia construcción: los niños y adolescentes aprenden, mediante la
pornografía, a violentar sexualmente a sus pares, mediante prácticas sexuales
cada vez más crueles, a las que se acostumbran, normalizando así que la
misoginia es inseparable, indisociable, de la sexualidad, y de cualquier otra
relación que entablen con las mujeres.
Tal y como lo explica brillantemente Andrea Dworkin (en
Pornography, Men Possessing Women), “En el sistema de dominio sexual masculino
que se da en la pornografía, no hay salida, no hay redención. El sexo de las
mujeres es apropiado; su cuerpo es poseído, utilizado y despreciado: esto es lo
que hace la pornografía, lo que nos demuestra la pornografía. El poder de los
hombres en la pornografía es el poder de los soberanos, crueles y arrogantes,
que no dejan de apropiarse y conquistar, por el placer del poder, y el poder
del placer.”
No hay que olvidar, por supuesto, el papel que juega la
pornografía en la violencia sexual (porque el resultado de estas dinámicas de
dominación-sometimiento, cargan con la secuela de la normalización de la
violación). Lo explica así Gail Dines, socióloga y autora de Pornland: “La
implicación de la pornografía en la violación es compleja. Claramente, no todos
los hombres que hacen uso del porno violan, pero la pornografía crea lo que las
feministas llamamos “cultura de la violación”, mediante la normalización,
legitimación y justificación de la violencia contra las mujeres. En una imagen
tras otra, el sexo violento y abusivo se presenta como algo sexy y
profundamente satisfactorio para todas las partes. Estos mensajes de la
pornografía socavan las normas sociales que definen la violencia contra las
mujeres como algo inaceptable o anormal, normas que ya son constantemente
atacadas en una sociedad dominada por los hombres.
En la mayor parte de estas imágenes, la mujer no tiene una
integridad corporal, barreras o límites que deban ser respetados. En su conjunto,
estas imágenes nos cuentan que la violación de estos límites sería, en
realidad, lo que ella está buscando y a su vez disfruta. Este es uno de los
muchos mitos de la violación (rape myths) que el porno divulga entre sus
usuarios. Imbuidos en el porno hay otros numerosos mitos, todos ellos con
intención de presentar la agresión sexual como un acto consentido, en vez de
como un acto de violencia.”
Si el porno
“mainstream” está hecho para un público masculino, ¿Qué opina de estas
directoras que intentan hacer un porno “para mujeres”?
Los hombres, ante la cámara, y tras ella, cuando se
masturban con este contenido, erotizan y disfrutan de una sexualidad basada en
el desprecio y violencia contra las mujeres. Las mujeres, por otro lado,
aprenden a erotizar y disfrutar de su propia sumisión.
Sexualizar la indefensión y normalizar estas relaciones de
poder, incluso en algo tan íntimo como las relaciones sexuales, y hasta en el
contexto de las relaciones de pareja, es la táctica perfecta del patriarcado
para que las mujeres no solamente no reconozcamos la violencia que se ejerce
sobre nosotras, sino que también lleguemos a normalizarla, a aceptarla.
En palabras de Sheila Jeffreys, “las niñas aprenden a amar y
a tener sentimientos sexuales en una posición de inferioridad, y la erotización
de su indefensión forma parte de la construcción de la feminidad”.
A su vez, la propia Jeffreys añade “La pornografía como
propaganda, según el análisis feminista, representa a las mujeres como objetos
que adoran ser abusadas”. Y es que la pornografía, se le ponga el apellido que
se le ponga, nunca puede ser feminista, porque su función es inherentemente
misógina, dañina para las mujeres.
En ningún momento se nos ocurriría hablar de “esclavitud
feminista”, o “maltrato feminista”; ¿cómo podríamos, entonces, plantearnos una
especie de “violencia sexual feminista” o “explotación sexual feminista”? Es
inconcebible.
¿Encuentra alguna
diferencia entre lo que se llama el porno “mainstream” y el porno “feminista”,
o cree que en el fondo son lo mismo?
Pretender que el abuso sexual de mujeres y niñas por dinero
pueda ser feminista puede responder sólo a dos intenciones:
No querer ver lo que realmente sucede en la pornografía: la
prostitución grabada de mujeres y niñas, torturadas y vejadas, violadas
reiteradamente y grabar este tormento para que los hombres puedan masturbarse
con ello.
Querer lucrarse de la explotación sexual de las mujeres:
esto tiene un nombre: PROXENETISMO. Y debería penarse, de manera efectiva.
¿La mercantilización
del sexo puede ir de la mano de una sociedad feminista?
Según dice Lisa Thompson, “el “sexo por dinero” es, por
naturaleza, un acto de coerción. Si tienes que pagar a alguien, eso significa
que (esa persona) no quiere tener sexo contigo.”
En el momento en que la sexualidad está sujeta a condiciones
de compra-venta, dejamos de enmarcar la sexualidad en el deseo, y entramos en
el juego patriarcal del consentimiento. Y el consentimiento es una trampa fatal
para las mujeres. Ya lo dice Catherine MacKinnon: “La regla legal del
consentimiento es tan perversa que la mujer puede estar muerta y haber
consentido.”
Es por eso que las feministas abogamos, con contundencia,
porque las relaciones sexuales se rijan, tanto desde el marco de la ley, como
desde la perspectiva socioeducativa, por el deseo mutuo y el respecto, que den
pie a unas prácticas sexuales consensuadas; NO “consentidas”, ni aceptadas, o
toleradas, tampoco por dinero.
En palabras de Judith Bosch, “no me preguntes si consentí,
pregúntame si deseaba”. Decir “él desea y ella consiente” forma parte de la
estructura patriarcal de normalización de la violación, porque dibuja la
sexualidad desde un prisma en que las mujeres debemos aceptar, tolerar, las
relaciones sexuales iniciadas y dominadas por los hombres, que son los únicos
que pueden desearlas, en este contexto.
Este marco del “consentimiento” no es más que una máscara
para la coacción de las mujeres más vulnerables para las que, cuando no hay
otra salida, su cuerpo, su sexualidad, se convierte en un bien explotable por
terceros.
Esto resulta indefendible desde la perspectiva feminista.
Las mujeres no somos objetos, no somos mercancía. Y, evidentemente, cualquier
marco legislativo o industria que permita o, incluso, se beneficie de tal
explotación sexual de las mujeres, no es más que otra expresión de la alianza
entre patriarcado y capitalismo.
Si desde el feminismo
se defiende la libertad de la mujer ¿no deberíamos apoyar a las mujeres si
libremente deciden que quieren ser actrices porno?
Hay una frase de Ana de Miguel que ilustra perfectamente
esta farsa de la supuesta “libre elección”: “Tomar el eslogan feminista de “Mi
cuerpo es mío” para redefinirlo como “Tu cuerpo es tu mercancía” es la relación
que quiere el neoliberalismo: todo es mercado, y el único límite es el
consentimiento individual”.
De nuevo, tenemos que hablar del consentimiento, y
plantearnos si, realmente, el consentimiento de las mujeres, en el patriarcado,
es libre.
Cuando las mujeres, sistemáticamente, nos vemos abocadas a una
situación de inferioridad, tanto económica como social, hasta el punto de
normalizar la violencia en todos sus ámbitos, no podemos hablar de “libre
elección”.
En un mundo en el que las mujeres no solo naturalizan la
opresión, sino que llegan a sexualizarla, el abuso de poder y el
aprovechamiento de la vulnerabilidad de las mujeres se convierten en “libre
elección” para el discurso proxeneta.
Si tuviera las
condiciones laborales adecuadas, ¿podría la pornografía llegar a ser como
cualquier otro trabajo?
La prostitución, y su análogo grabado, la pornografía, no
son trabajos. Llamarlas “trabajo sexual” supone blanquear, a través del
lenguaje, la violencia sexual y la grave vulneración de los DDHH que se dan en
las mismas.
Fuente
https://contrainformacion.es/el-regimen-juridico-de-la-prostitucion-en-espana-y-la-imperiosa-necesidad-de-una-legislacion-abolicionista/
Asimismo, las consecuencias que acarrean la prostitución y
la pornografía para las mujeres, en cualquier aspecto de su vida, pero en
particular para su salud, son inaceptables.
Las mujeres que se ven sometidas a estas formas de violencia
sexual padecen secuelas físicas (desgarros vaginales, anales, lesiones
provocadas por actos sexuales violentos), psicológicas (disociación para poder
tolerar las violaciones, trastornos afectivos, altas tasas de consumo de
alcohol y drogas…), y una gran patología derivada de las relaciones sexuales
que llevan a cabo, muchas veces sin métodos de barrera que las protejan de
diversas ITS.
https://contrainformacion.es/repercusion-en-la-salud-de-la-prostitucion-las-huellas-de-la-esclavitud-en-las-mujeres/
(Entendemos que las consecuencias para la salud, como las
consecuencias sociales – merma de los derechos y libertades de las mujeres- que
se dan en pornografía son las mismas que en prostitución, porque el acto de
compra-venta de personas, la violencia que esto, en sí mismo, supone y los
riesgos a los que se somete a estas mujeres son los mismos).
La industria de la pornografía, que es la misma que la de la
prostitución, no utiliza recursos para proteger a las mujeres, sino que
pretende garantizar el buen estado de su “producto”, durante el tiempo que le
sea útil. Y si estas mujeres enfermaran (VIH+, VPH,…), se aprovecharía, a su
vez, de esta situación para pagarles menos, y grabar escenas con otros
seropositivos… Así funciona el proxenetismo tras las cámaras.
Las medidas de reducción de daños (uso y reparto de
preservativos, serologías para ITS y revisiones ginecológicas reiteradas) que
lleva a cabo la propia industria, a su vez, consiguen aislar a las mujeres aún
más. Les hacen sus propios tests, les atienden “profesionales” designados por
los propios proxenetas… Si les preocupara su salud, acudirían a los Servicios
Públicos; pero eso supondría que profesionales con cualificación y medios para
detectar violencia machista podrían intentar ayudarlas a salir de la industria,
y eso no les interesa.
Fuente
https://tribunafeminista.elplural.com/2020/11/preguntas-y-respuestas-sobre-pornografia-parte-i/
No hay comentarios:
Publicar un comentario