Proxenetas y puteros, los grandes aliados de la desigualdad
"La prostitución es la
consecuencia de la desigualdad entre hombres y mujeres, además de la forma más
perversa de violencia de género", afirma Mabel Lozano
"La prostitución no es el
resultado de la decisión de las mujeres, sino la imposición del machismo para
que los hombres refuercen su masculinidad", señala Miguel Lorente
Feminismo
Nuria Coronado El domingo, 26 de
enero de 2020
La prostitución es sinónimo de
esclavitud sexual. Y es que, sin importar el lugar en el que se produzca, el
destrozo que causa en los cuerpos y las vidas de las menores y las mujeres
obligadas a venderse como esclavas sexuales es idéntico. La solución, tal y
como destacan multitud de voces expertas, es abolirla y señalar a quienes
causan tal destrucción.
Cuando la necesidad aprieta, la
desigualdad se abre paso y ahoga a las mujeres, con una soga sostenida por la
mano cómplice de la sociedad, a través de la prostitución. “El negocio de la
explotación sexual se vale de una materia prima muy dolorosa. Son las mujeres y las niñas, que son
explotadas y exprimidas de manera salvaje hasta optimizar su rendimiento
económico. Un negocio en el que la materia prima puede ser utilizada una y otra
vez, maximizando el lucro. Y si se agota o no sirve, es desechada sin más
trámite”, tal y como siempre explica la cineasta y activista Mabel Lozano.
Un triste ejemplo de esta miseria
alimentada por el machismo está en Perú. Allí, con la ironía hasta en el
nombre, en el conocido Kilómetro 106, hay una carretera que conduce al infierno
en la tierra. Se trata del departamento amazónico de “Madre de Dios”. Un lugar que, como tantos otros en el mundo,
ofrece “una plusvalía de género” -tal y como explica la antropóloga Rita
Segato- en la que los puteros campan a sus anchas.
La impunidad más absoluta
Lozano pudo ver esta miseria al
grabar una parte de su documental “Chicas Nuevas 24 horas” en el que muestra el
negocio que gira en torno a la esclavitud sexual en cinco países. “Al abrigo de
un negocio de extracción minera ilegal se asienta un espacio de impunidad para
la explotación de mujeres y particularmente de niñas y adolescentes que son
previamente captadas en los pueblos y aldeas de la sierra. Y todo con la
colaboración, silencio, complicidad o tolerancia, según el caso, de todo actor
social imaginable”, contaba en su día la directora.
Una explotación sexual de la que
también fue testigo la periodista y escritora Charo Izquierdo, quien acompañó a
Lozano en dicho viaje para después poder escribir su novela Puta no soy. “Allí
la prostitución se nutre de la desigualdad y de la indefensión de las mujeres y
niñas pobres que nacen en situaciones de desventaja y que les hace ser las
víctimas perfectas para las mafias que después las convierten en esclavas
sexuales”, afirma la autora.
En Madre de Dios el sistema
prostitucional se hace fuerte a costa de la debilidad de las menores y de las
mujeres que son llevadas a esta zona minera donde los hombres, a pesar de tener
salarios de explotados, no escatiman en gastar cuando se trata de pagar sus
deseos sexuales. Es el ciclo perfecto de la economía neoliberal. “Es más
perverso que esto. En las zonas de extracción minera informal, hombres muy
jóvenes son víctimas de trata laboral. Para compensarles, distraerles y que
sigan trabajando, el reclamo son las niñas y adolescentes que pueden comprar,
dominar y oprimir. Por más pobre que sea un hombre siempre tiene dinero para
comprar el cuerpo de una mujer. Por más explotado que esté un hombre, siempre
hay una mujer o niña mucho más explotada y humillada que él”, recalca la
cineasta.
Una explotación sexual que a la
vez es estrategia para evitar la revuelta social. “La prostitución es la
consecuencia de la desigualdad entre hombres y mujeres, además de la forma más perversa
de violencia de género. La prostitución no tiene nada que ver con la
sexualidad, sino con el dominio de los hombres sobre las mujeres. ¡Pobrecitos
los hombres a los que hay que compensar con carne humana para que no se
revelen! Debemos dejar de poner al hombre siempre como el sujeto político
prioritario, el sujeto de poder, o de falta de este, desplazarle del centro del
debate político y situar a las mujeres. Hacia donde debemos caminar juntas en
este siglo para no ser explotadas, vendidas, mutiladas. En mi caso como
activista después de más de 20 años me pregunto hacia donde tengo que migrar, a
qué fronteras tengo que ir a caminar para ayudar y rescatar a mujeres
explotadas ahora de una forma nueva y desconocida todavía”, añade la autora de
El Proxeneta.
Un sistema prostitucional
planetario
Pero usar a las mujeres como
esclavas sexuales y bonus para los hombres a los que la economía neoliberal
precariza en sueldos y de la que ellos se redimen violando a las mujeres previo
pago, no es solo propio del Perú. Los avernos del sistema prostitucional están
repartidos a la vuelta de cualquier esquina.
Aquí, en esta Europa que se dice
del siglo XXI, cada vez son más las empresas que ofrecen prostitutas como parte
oculta del salario de los hombres. Están en ferias, en bonus o en vacaciones.
“Lejos de haber avanzado en la igualdad se está perpetuando el consumo de
prostitución hasta límites que nunca hubiéramos imaginado”, desgrana Charo
Izquierdo. “Buscan en los prostíbulos relaciones de poder que perpetúan lo más
sucio, desquiciante y perverso de la sociedad. Es puro maltrato a las mujeres”.
Por eso, las expertas que
cuartopoder ha consultado para este reportaje coinciden en decir que el único
camino para acabar con esta esclavitud sexual es con la abolición de la
prostitución. “Estas mujeres no eligen libremente la situación por la que están
pasando, es una grave vulneración de los derechos fundamentales y hay que verlo
como tal. El hecho de que haya consentimiento por parte de algunas mujeres
muchas veces conduce a confusión: el consentimiento es totalmente irrelevante
porque hay engaño y coacción, y porque la finalidad principal es la
explotación”, señala Rocío Mora, coordinadora de Apramp, la asociación de
asistencia integral a las víctimas de explotación sexual y trata de seres
humanos.
Y es que como esta reconocida
activista dice, en la prostitución los únicos derechos que prevalecen son los
de puteros y proxenetas. “La única ley que impera es la del mercado y la de
lucrarse a través de un negocio que tiene máximos beneficios y mínimo riesgo.
La prostitución no es una relación entre iguales, la demanda masculina de
mujeres constituye el factor esencial del desarrollo y expansión de la
prostitución, y el tráfico y la industria del sexo. Sin demanda, no habría ni
trata ni prostitución. En nuestro país, el 33% de los hombres han consumido
prostitución. Está aumentando a un ritmo alarmante el número de consumidores,
traficantes y proxenetas, como de mujeres que vienen engañadas o presionadas
por situaciones de extrema vulnerabilidad”, recalca Mora.
La dignidad no se negocia
Por eso mismo la responsable de
Apramp no pierde la oportunidad para señalar que la legalización y
despenalización de la prostitución lleva consigo el aumento de su industria y
responde a la ley de mercado. “Sin demanda no hay oferta y si la demanda
persiste entonces el producto son las personas, el cuerpo de las mujeres. Los
derechos humanos, la dignidad de las personas no son negociables, y no pueden
estar a merced del lucro indiscriminado de unos pocos, que comercian con el
cuerpo de la mujer. En una sociedad democrática como la nuestra, es necesario
velar por el acceso a los derechos de todas las personas, con independencia de
sexo, origen, edad, etc.”, subraya.
Y es que sin importar el país en
el que se produce la prostitución hay una sucesión de hechos que son comunes.
“La mujer, que es la víctima se convierte en una presa fácil para los
mercaderes del mundo de la prostitución. Se destruye parte de la sociedad por
los intereses económicos de los más poderosos y nadie se siente responsable por
ello. El negocio está servido: compran mujeres y niñas, las venden, las usan,
las enferman, las asesinan ante la impasibilidad de países y gobiernos”,
expresa Rosa Hermoso, psicóloga y directora del Centro de Atención a la Mujer
Leonor Dávalos donde acuden mujeres prostituidas. “Los compradores colonizan el
cuerpo de las mujeres para sentir que poseen una propiedad a su libre
disposición”, añade.
Es más, tal y como bien define
Miguel Lorente, médico forense y profesor titular de Medicina Legal en la
Universidad de Granada, “la prostitución no es el resultado de la decisión de
las mujeres, sino la imposición del machismo para que los hombres refuercen su
masculinidad y sensación de poder a través del sexo. Beneficia a los hombres y
al machismo y lo hace a costa de las mujeres y la igualdad. El machismo ha
creado la idea de que los hombres son los putos amos y les da oportunidades
para que se sientan así. Entrenan su machismo con la violencia de género y la
prostitución”, finaliza.
Fuente
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