martes, 31 de marzo de 2020

Sobre la industria de los cuerpos, el proxenetismo y los lobbies de la prostitución y la pornografía


Sobre la industria de los cuerpos, el proxenetismo y los lobbies de la prostitución y la pornografía (II)

17/06/2019
AUTORA 


Elva Tenorio



Licenciada en Medicina y Psicología. Feminista



Qué es un lobby y cómo funciona
Recordemos cuál es el significado en castellano de la palabra  lobby:

“Grupo de personas influyentes, organizado para presionar en favor de determinados intereses’,… R.A.E., o

“Grupo de presión formado por personas con capacidad para presionar sobre un gobierno o una empresa, especialmente en lo relativo a las decisiones políticas y económicas.”, según el buscador Google

O también, de acuerdo con  la definición de  Wikipedia:

..,2​  un colectivo con intereses comunes que realiza acciones dirigidas a influir ante la Administración Pública para promover decisiones favorables a los intereses de ese sector concreto de la sociedad”

Dedico algunas líneas a estas definiciones, para dar tiempo a deducir, que si afirmábamos que la institución de la prostitución se ha convertido en una gran industria de los cuerpos de mujeres y jóvenes, que mueve anualmente  miles de millones en todo el mundo,  resulta evidente  que no solo los lobbies existen, sino que están operando, como poderosos grupos de presión, en todos los ámbitos sociales.

Para que un negocio transnacional, como el actual,  se considere  lícito, y sus inversores, mafias, intermediarios, madamas y proxenetas, se transformen en honestos y respetables empresarios o agentes sociales  reconocidos, los grupos de interés de esta industria deben  actúan como lobbies o grupos de presión e influencia.

Sus actividades y estrategias pasan por la  comunicación, el establecimiento de contactos a todos los niveles, regalos y donativos, creación de sociedades o fundaciones, organizaciones no gubernamentales  interpuestas, o de ayuda a las mujeres prostituidas, y que pueden recibir subvenciones,  asociaciones filantrópicas que, a su vez subvencionan, organizan o financian supuestas investigaciones, estudios y congresos, o promueven incluso cursos para aprender a prostituirse,  pero pasa también, por la infiltración de sus propios agentes en los  movimientos sociales y partidos.  Su meta es que esta industria sea  reconocida como perteneciente a  un sector empresarial legal y legítimo.  Para ello, sus acciones han de mantenerse  en el tiempo y utilizar diversificadas vías de actuación y muchos recursos.

La  presión de los lobbies se centra directamente  en colocarse en las agendas políticas y económicas,  en los programas de  partidos y políticos que dictan o promueven leyes, pero también actúan incidiendo en los diversos medios de comunicación, universidades, y creadores de opinión pública.

La finalidad es hacernos creer que la optimización de su propio beneficio proxeneta, contribuye muy positivamente no solo en las vidas y el futuro de las mujeres y niñas, sino en bien común de  toda la sociedad.

En nuestra deficiente democracia, la opacidad con la que actúan, la falta de transparencia política y la corrupción estructural que la caracteriza, permiten que estos lobbies funcionen con  total libertad en sus prácticas mafiosas, sobre  políticos y medios, pero también formando parte directamente del propio colectivo en el que se introducen e influyen.

Pornografía
Esta industria de los cuerpos,  destinada a  satisfacer la demanda de la sexualidad masculina hegemónica, se acompaña de otro gran negocio hermano, la pornografía,  que  funciona en paralelo y que incide en el efecto  propagandístico y promocional del producto a la venta.

Se trata de un mercado supuestamente para adultos pero que incluye  la promoción y  la instrucción  de   niños y niñas en el tipo de sexualidad que se comercializa.  Algunos estudios señalan que los menores pueden acceden  a la visualización por internet o a través del móvil, de películas con contenidos de violencia sexual explícita  ejercida sobre  las mujeres, desde los  8 años de edad.

La pornografía resulta así un  catálogo visual  para la venta posterior de los productos, ya sea para los adultos o para los menores, convertidos éstos en futuros clientes puteros,  pero a la misma vez,  adiestra  a las mujeres y niñas  en la visualización de lo que la industria del porno llama sexualidad y que se basa en la sumisión y la presentación de la violencia como placer, ejercida por un hombre o varios, sobre el cuerpo cosificado, sometido o torturado de las mujeres.  En la pornografía actual se aboga  de manera inequívoca, por mostrar el mayor poder masculino, fálico y viril, dentro de la más rancia tradición  machista, violenta y patriarcal.

La industria del porno, siempre en constante evolución,  construye e incentiva de esta manera, la compra-venta del sexo de pago destinado a las generaciones futuras, aleccionadas  previamente  para ello a través de las imágenes disponibles y al alcance de todos.

Con sus costosas campañas de márquetin y sus estrategias empresariales, influyen en lo que la sociedad  va a aceptar  como normal o incluso empoderante para la mujer moderna o posmoderna y liberada.

Siguiendo sus intereses comerciales, recurrirán al discurso falaz, de lo que ideológicamente han decidido catalogar y vender como   “libertad sexual, para así justificar y banalizar  la explotación y la violencia ejercida sobre los cuerpos de las mujeres,

Prostitución.
En este mercado, la  obtención de suficientes mujeres y jóvenes   debe estar asegurada y en continua rotación, pues el producto a la venta tiene que ser renovado constantemente.  Sin embargo, al no resultar fácil conseguir suficiente materia  prima a nivel local, las  prácticas de captación incluyen  el tráfico y la trata de mujeres, para lo cual construyen grandes estructuras mafiosas transnacionales.

La trata con fines de explotación sexual, es por tanto,  una parte esencial del negocio. Aun siendo oficialmente ilegal en muchos países, es bien tolerada o no suficientemente combatida, con la coordinación, los medios e instrumentos adecuados, dada las grandes dimensiones, redes  y dispositivos a los que deben enfrentarse, los países aislados.

Los lobbies persiguen como objetivo, que los Estados y las Administraciones, legalicen la industria para que, a los inversores,  mafias y proxenetas,  les  resulte más fácil y menos arriesgado,  la obtención y explotación del producto y  de la materia prima que precisan.

Proxenetismo
Lucrarse económicamente de la prostitución o bien  obtener beneficios económicos de ella, se considera todavía proxenetismo. En su definición legal, el proxeneta, según el artículo 187.1, del Código Penal, es:

“… quien se lucre explotando la prostitución de otra persona, aún con el consentimiento de la misma. En dicha conducta: la víctima se encuentre en una situación de vulnerabilidad personal o económica, y además se le imponen para su ejercicio condiciones gravosas, desproporcionadas o abusivas.”

En el caso del estado español,  algunos artículos del código penal han sido recientemente modificados para permitir  la falsa  situación en que se encuentran muchas de las mujeres explotadas, en burdeles, pisos, hoteles, casas de masajes o bares de carretera, por proxenetas y mafias que se benefician de la prostitución y la explotación, pero que actúan protegidos por la legislación actual.

Ese reciente cambio en las leyes, promocionado por los lobbies y resultado de  influencias y las presumibles o presuntas  connivencias policiales y políticas, más de una vez demostradas,  sugieren el preguntarse cómo ha sido posible un cambio legislativo tan sustancial que permite la aparición de locales y puti-clubs en todas nuestras  ciudades, pueblos  y carreteras, convirtiendo al estado español, en  uno de los mayores burdeles de Europa,  líder en este mercado de inversores, compra-venta y consumo de prostitución y destino de turismo sexual a nivel mundial.

¿Lobby pro-prostitución o  lobby proxeneta?
Los lobbies y grupos de presión  promotores de este gran negocio actúan conjunta o paralelamente pero no siempre están compuestos por los mismos agentes, ni utilizan las mismas tácticas o estrategias, aunque tengan y persigan los mismos objetivos.

Ante todo debería quedar diametralmente claro, que el  principal lobby pro-prostitución lo constituyen los puteros.  Estos consumidores machistas son los responsables de mantener la demanda, salvaguardando al mismo tiempo el derecho de acceso a cuerpos de mujeres, jóvenes o menores, variados, exóticos, accesibles en el lugar de residencia o en cualquier parte del mundo, y a bajo precio, sin importarles o prestar atención a la procedencia o las condiciones del producto que consumen.

Aunque en algunos países los hombres puteros organizan sociedades y lobbies ante la amenaza de ver mermados sus privilegios,  se comunican a través de chats y páginas de internet, o escriben manifiestos,  también se pueden defender a  través de partidos políticos y creando opinión social favorable a defender este ancestral privilegio.

En lo cotidiano, algunos hombres pueden formar también grupos de amiguetes o comandos llamados “manadas”, que frecuentan los burdeles o  los polígonos, para, previo pago, violar comunitariamente, pueden hacerlo también  en la calle, o intrafamiliarmente.

En realidad, su actividad se limita a defender derechos  que la sociedad  ya les ha  concedido previamente  por el simple hecho de nacer hombres, aunque para ejercerlos, deban aplicar  más o menos violencia,  ante la indiferencia  de otros hombres, leyes y legisladores.

Los hombres son los grandes agentes protegidos de este negocio que mantienen con la  ayuda de otros hombres,  inversores, propietarios de la industria, intermediarios, políticos, o proxenetas,   también de las instituciones o de otros hombres en general, aunque éstos últimos se declaren no  puteros.

La defensa de los privilegios patriarcales del colectivo o simplemente la no denuncia y la connivencia machista,  hacen posibles la prostitución, el tráfico y la trata de mujeres y jóvenes para la  industria de esta explotación del cuerpo femenino o feminizado.

Pueden asimismo constituirse en lobby, en representación de todas, una ínfima minoría de mujeres, que también pertenecen a la industria, En la I jornada sobre “Trabajo Sexual, derechos laborales y sindicación”, del pasado 8 de Junio en Barcelona, fueron aproximadamente unas 40  mujeres las reunidas, llegadas  de todo el Estado, y convocadas para reivindicar ser reconocidas como trabajadoras por cuenta ajena. Estas pequeño número de mujeres de la industria,  crean supuestos sindicatos, algunos gestionados por hombres,  o se introducen en otros ya existentes, más o menos combativos, interponiendo demandas laborales con la finalidad de que se les reconozca la categoría de trabajadoras sexuales o trabajadoras por cuenta ajena. En esta primera jornada, obtuvieron el apoyo del Ayuntamiento, partidos políticos de la izquierda y la derecha neoliberal, juristas,  y otras organizaciones de profesionales, cuya principal actividad declarada y, por la que reciben subvenciones,  es ayudar a las mujeres en situación de prostitución.

Los objetivos de reconocimiento laboral, de ésta y otras jornadas que se celebran en otras muchas ciudades o incluso en la universidad,   coinciden de nuevo en los mismos objetivos de los proxenetas que las explotan y con la supuesta función de los sindicatos.

Reconocer la prostitución como trabajo, tendría como uno de sus objetivos obtener y negociar un buen convenio colectivo con el sector empresarial  ya legalizado.  El beneficio obtenido de la explotación sexual dejaría de ser considerado un delito penal de proxenetismo, para convertirse en una actividad laboral cualquiera y automáticamente  transformaría a los proxenetas en aguerridos emprendedores y empresarios.

Un ejemplo de esto último, lo encontramos en  Alemania que ha legalizado la industria de la prostitución. Lo propietarios de prostíbulos y burdeles, pueden ofrecen por 50 euros de tarifa plana, el uso de todas las putas que se puedan consumir al primer envite,  con salchicha incluida.   Pueden bajar los precios y subirlos, como hace legítimamente cualquier empresario con los productos que vende. Esos productos continúan siendo, además de las salchichas, bebidas y otras sustancias,  el propio cuerpo de la mujer y sus orificios, sometidos a la ley de la oferta y la demanda.

El lobby pro-legalización lo constituyen, además de los proxenetas en sus múltiples modalidades,  una ínfima minoría de mujeres  empleadas en la industria que ven en esta subordinación a la sexualidad machista,  un negocio perfectamente lícito. Para proclamarlo,  aparecen frecuentemente en los medios de comunicación y en los espacios feministas,  presionan y alientan abiertamente a  los partidos políticos para  que sea reconocido el “trabajo sexual” y abogan socialmente para que la prostitución sea considerada un empleo normalizado para las mujeres.

Estos lobbies, el de las “trabajadoras “de la industria y el de los proxenetas, persiguen pues los mismos fines, con diferentes métodos, medios y consecuencias.

Otro lobby o grupo de presión lo constituyen los movimientos de mujeres neoliberales, que dicen ser feministas  pro-derechos y  los partidos políticos y sindicatos pro-regulación de la prostitución.

Algunos de los que se autodefinen como de izquierdas,  deben construir un relato social cambiando el lenguaje, y creando un argumentario más acorde con la ideología y los intereses que dicen representan.

Los derechos que manifiestan defender,  son denominados genéricamente   “pro-derechos”. Sin embargo, no se refieren a los derechos humanos negados previamente a las mujeres que han llegado a la prostitución  como consecuencia de su condición de mujer y  de la desigualdad estructural y de poder que eso supone. Tampoco reivindican otras alternativas que no impliquen recurrir a la prostitución como recurso de sobrevivencia para las mujeres empobrecidas;  ni se ocupan preventivamente de evitar la violencia,  las situaciones de maltrato y de abuso machista  que llevan a muchas mujeres al prostíbulo, a la calle, o al depósito de cadáveres. No. No se refieren a esos derechos fundamentales vulnerados. Ni a combatir la  violencia ejercida sobre sus cuerpos. Se refieren, una vez más,  a los derechos laborales, coincidiendo con la minoría de mujeres de la industria, inversores  y  proxenetas.

Un cambio trascendente en el lenguaje lo constituye  hacer  desaparecer, por arte de magia, la palabra prostitución y sustituir por la de “trabajo sexual”. En el imaginario que nos proponen, eliminan sigilosamente también, al patriarcado, como generador de la desigualdad estructural y de poder de los hombres sobre las mujeres. Consecuentemente, también deben  invisibilizar al putero violento y machista que se transforma y adquiere de golpe  y por obra y gracia  del arte lingüístico posmoderno,  la honorable categoría social de “cliente”.

Paradoxalmente, esos lobbies pro-derechos,  defienden legalizar la explotación de los cuerpos de las mujeres por terceros, es decir, legalizar el proxenetismo, coincidiendo con los intereses de los anteriores lobbies, y considerando la prostitución, no solo como una  salida laboral como otra cualquiera, sino además,  promocionándola como un trabajo empoderante para mujeres y niñas. Eso sí, no para ellas mismas, o sus hijas o familiares, sino para las migrantes o las mujeres más empobrecidas.

Los lobbies, infiltrados en el movimiento feminista, en los partidos políticos,  y en muchos estamentos sociales, que dicen ser pro-derechos laborales de las mujeres prostituidas, no defienden sin embargo los derechos de las mujeres a NO tener que serlo, ni dan alternativas realistas de salida a las que no pueden huir ni escapar  o a las que simplemente desean  dejar de ser prostituidas.

La sexualidad de la mujer tiene todavía  derechos que no han sido reconocidos, pero seguirán siendo una asignatura pendiente del feminismo, eso sí, del movimiento feminista  que todavía no se haya  vendido o esté infiltrado real e ideológicamente, por  los que representan los intereses lobísticos que abogan por la expansión de esta industria transnacional, machista y patriarcal, de la explotación de los cuerpos de mujeres y jóvenes, en esta etapa neoliberal y posmoderna de la historia del capitalismo, en donde sí se protege la demanda y la sexualidad masculina hegemónica. Como se ha hecho siempre, por otra parte, y desde tiempos inmemoriales.

Fuente


Nota: las imágenes y negritas están en el original.




Nos venden una ilusión de libertad y nos responsabilizan de elegir nuestra desgracia (I)


Nos venden una ilusión de libertad y nos responsabilizan de elegir nuestra desgracia (I)

– Abuela –sollozó–, me estoy muriendo. La abuela le tocó la frente, y al comprobar que no tenía fiebre, trató de consolarla.

– Ya no faltan más de diez militares –dijo.

Eréndira rompió a llorar con unos chillidos de animal azorado. La abuela supo entonces que había traspuesto los límites del horror, y acariciándole la cabeza la ayudó a calmarse. (…)

Salió de la tienda cuando Eréndira empezó a serenarse, y le devolvió el dinero al soldado que esperaba. “Se acabó por hoy”, le dijo. “Vuelve mañana y te doy el primer lugar”.

Luego gritó a los de la fila: – Se acabó, muchachos. Hasta mañana a las nueve.”

Este diálogo novelado por García Márquez pudiera estar recogido en cualquier página de sucesos de un diario de actualidad y participar de titulares. La (1) historia fue editada en 1974, y cuenta el embrutecimiento y la crueldad salvaje que una abuela impone a su nieta por una deuda que a ésta ni tan siquiera le pertenece. En la actualidad es la historia de millones de mujeres y niñas que son prostituidas y explotadas como mujeres de deuda.

En el documental El proxeneta de Mabel Lozano, su protagonista nos cuenta que en unos pocos años compró en otros países, vendió y explotó en la prostitución a más de mil setecientas mujeres. La realidad que explica es la demostración palpable de que trata y prostitución son un sistema de explotación y esclavitud indisoluble. Que su erradicación requiere políticas que la aborden en su totalidad con intervención sobre todos los actores; punitivamente sobre todos aquellos que se lucran con el tráfico, la explotación y la esclavitud, también con los que la promueven; y protegiendo y amparando a las mujeres, niños y niñas que son prostituidas, con políticas paliativas y preventivas y  reparadoras que nunca jamás ha hecho ningún gobierno.

Beatriz R. superviviente de trata, señaló en el último congreso de CATW (Coalición contra la trata de mujeres) (2) celebrado en Madrid, que el gobierno colombiano ni se plantea acabar con la prostitución dados los grandes beneficios económicos. Solo en Pereira ciudad con 476 mil habitantes y situada en la región cafetera se han contabilizado 42 mil mujeres tratadas que son prostituidas en nuestro país, aparte hay otro número igualmente importante en otros países europeos y en Japón. Las mujeres y niñas son entregadas a los conseguidores en muchas ocasiones por las propias familias a cambio de una cantidad. Una vez atrapada por la red de traficantes, los prostituidores les imponen una deuda que multiplica la cantidad entregada, sumándole su manutención elevada hasta extremos imposibles, y el coste del aire que respiran. La deuda es el eufemismo para ocultar el cálculo previo que hace el tratante-prostituidor sobre el beneficio que puede extraerse de una mujer prostituida a razón de quince horas de trabajo diarias sin días de descanso, y su desgaste físico y psicológico en una situación de explotación y encierro. En palabras del proxeneta, al que entrevista Mabel Lozano en su documental, la duración media suele ser de dos o tres años y después de este período de tiempo es revendida a un club de menor categoría. Para ese momento es posible que esté enferma física y psicológicamente, sea adicta o alcohólica, tenga uno o más hijos y sea una mujer totalmente rota. Una vez dejan de tener utilidad para el sistema prostitucional pueden ser revendidas para otros tipos de explotación o colaboración con el propio sistema en la captación de otras mujeres, el paso o distribución de estupefacientes…y si les son totalmente inservibles, simplemente son tiradas a su suerte, sin nada, sin un solo céntimo de los muchos millones que les han extraído en beneficios, en muchos casos enfermas, adictas o con hijos y quedan abandonadas al albur de los servicios sociales. Esta es la realidad de la prostitución en nuestras calles que es narrada por algunas supervivientes del sistema prostitucional que han sobrevivido sin ninguna ayuda del sistema explotador y muy a pesar del mismo y con muy poca de las instituciones públicas que casi siempre las olvidan.

La prostitución y la trata son dos caras de la misma moneda, su comprensión como fenómeno social no puede ser abordada al margen de las dinámicas socioeconómicas que genera un capitalismo global que ha abrazado entusiastamente la ideología neoliberal más extrema y fanática. Son el resultado de la imposición de sus propias políticas. El capitalismo neoliberal es más que un sistema económico antisocial. Es una religión embrutecedora adoradora del dios mercado, en su interior late la nueva forma del patriarcado, el sistema de dominación y explotación más antiguo que existe. La prostitución es un sistema de expropiación estratégico para el capitalismo neoliberal, como lo fue anteriormente la venta de esclavos para el capitalismo originario  y el colonial. Fue esta actividad ilícita la que alimentó una clase social depredadora, también dentro de nuestras fronteras, con familias que hicieron grandes fortunas y cuyo patrimonio, en manos de sus herederos en la actualidad, es producto del repugnante negocio de la venta de seres humanos.

La globalización ha permitido que florezca de nuevo bajo una nueva apariencia y es tan fundamental su aportación al capitalismo neoliberal que la prostitución siempre está entre las dos actividades económicas que genera más beneficios, compitiendo con el tráfico de armas y de drogas.

Para la socióloga Saskia Sassen este capitalismo neoliberal ha entrado en una lógica destructiva de expropiación y destrucción, millones de personas son expulsadas de sí mismas, de su propia significación, de su historia y biografía para sobrevivir simplemente con lo único que poseen, la venta de sus cuerpos. Sassen acuñó también el concepto de población desechable para los millones de personas que sufren expulsiones sistémicas complejas,  fenómeno que se ajusta plenamente al fenómeno de la trata y por supuesto también a la prostitución. No solo no podemos disociar los dos hechos, sino que no podemos adornarlos con mentiras; la mujer tratada se prostituye en los clubs de nuestras ciudades, en nuestras calles, rotondas y descampados, es aquí dónde sucede el fenómeno.

Estos millones de mujeres desechables pierden todos sus derechos de ciudadanía, y están en un grado extremo de vulnerabilidad. Deslocalizadas de su territorio, sin redes familiares de apoyo, ni comunidad, identidad, historia, sin ciudadanía, sin conocimiento del idioma o de las instituciones, sometidas a una deuda impagable, muchas veces sufriendo la extorsión sobre sus familias e hijos en sus países de origen. Son utilizadas por el depredador capitalismo neoliberal con afán expropiatorio sustituyendo al tradicional ejército de reserva (3) su función es enriquecer al sistema que las expropia, el sistema prostituyente. Conviven con una prostitución local de carácter residual que hasta hace unos años estaba en claro retroceso. Este es un hecho que muchos ignoran y que avala la realidad de que con políticas adecuadas sí se puede incidir en su erradicación, de la misma manera que hacemos políticas para erradicar la pobreza. Cuando las mujeres pudieron acceder libremente a los trabajos y ya no necesitaron el consentimiento marital vigente hasta 1981, y con el desarrollo del Estado de bienestar  y la democracia la prostitución como subsistencia empezó a desaparecer. Durante el último lustro con el agravante de la crisis, pero ya antes con el desarrollo de las políticas neoliberales, la prostitución ocasional ha sido el modo de introducción en el sistema prostituyente. Pero el aumento constante de la demanda y el nuevo dinamismo de la industria necesitan del tráfico para la prostitución a gran escala y de la rotación de las personas por la geografía como si fuesen ganado. Las cifras de beneficio son escandalosamente obscenas.

La actual alianza entre el capitalismo, el neoliberalismo y el patriarcado ha organizado un nuevo reparto de los recursos; la acumulación en muy pocas manos de unas élites automarginadas de la sociedad y una inmensidad de personas a las que instala más tarde o más temprano en una vuelta a la esclavitud. A las mujeres las distribuye en función de la clase social y la etnia a modo de castas y les impone una distopía de lógica económica calculadamente perversa que solo persigue el beneficio de unos pocos aún con el perjuicio de toda la sociedad.

Los protagonistas jamás dan la cara, hablar de prostitución es hablar de grandes cuentas en los bancos, en paraísos fiscales, de inmensas cantidades de dinero que corren en negro para comprar voluntades y leyes protectoras del negocio. De lobbies que presionan gobiernos y rigen los mercados con mano de hierro y desprecio social. De todos aquellos que no aparecen en los medios; grupos de inversores aislados en burbujas que con pulsar una tecla arruinan países; de falsos empresarios que son en realidad proxenetas y no dudan en encerrar a sus víctimas para sacarles beneficios y cuya suerte les es indiferente; de traficantes de cualquier cosa que les lucre, seres envilecidos como lo fueron y siguen siendo los tratantes de esclavos; de chulos y macarras capaces de amedrentar, golpear, violar y si la situación obliga, matar. Una historia conocida por todos y que los medios silencian y censuran deliberadamente.


Cruz Leal, feminista abolicionista, es la autora de este artículo
Recuperamos este artículo publicado originalmente por nuestra compañera Cruz Leal en Tribuna Feminista. El texto aparecerá publicado en tres capítulos los miércoles de las próximas semanas


Fuente.

Nota:   la imagen y las negritas están en el original









lunes, 30 de marzo de 2020

Belle de Jour y Catherine Deneuve: El papel de su vida


Belle de Jour y Catherine Deneuve: El papel de su vida
9/18/2018

Artículo de la Dra. Ingeborg Kraus – Karlsruhe, 14 de febrero de 2018


Traducción: Maura Lopez
Colaboración: Maite Sorolla

Dra. Ingeborg Kraus


La película “Belle de Jour” es una obra maestra. No es una película sexista. No es una película sobre una mujer que quiere vivir sus fantasías sexuales, o una película sobre una mujer que quiere romper con una sociedad puritana. Ninguna otra película se ha malinterpretado tanto como “Belle de Jour”. La misma Catherine Deneuve que representó este papel a la perfección, nunca lo entendió. Es el papel de su vida: una mujer que no reconoce que abusaron sexualmente de ella.


¿Cómo es posible que una hermosa mujer de buena familia deja que la maltraten, la humillen y abusen sexualmente de ella? En la película bastan dos escenas cortas para esclarecer el enigma. Durante unos pocos segundos, en el minuto 14 de la película, se puede ver cómo un adulto besa a una niña, la pequeña Séverine, y la manosea por debajo de su vestido. En la segunda escena, poco antes, Séverine llama a la puerta del burdel, por primera vez tiene un flashback, ve a la pequeña Séverine rechazando a un hombre. Se siente culpable por lo que le hicieron. No es la mujer adulta la que va al burdel, es la niña que se siente culpable. Es llamativo como su ser adulto se disculpa constantemente. Sufre de pesadillas recurrentes en las que la humillan, le arrojan basura, la insultan, la flagelan y la violan. La adulta Séverine, con frecuencia se muestra ausente de su vida, como en trance, dispersa. Deja caer las cosas. No puede establecer un verdadero vínculo íntimo con su marido. A través de la prostitución se torna más animada, más feliz y puede aceptar más intimidad con su marido. Sin embargo, su vida como prostituta se descontrola. Un putero celoso la sigue y dispara a su marido que, como consecuencia, queda parapléjico. La última escena es intolerable porque su marido se entera a través de un putero de que ella trabajó como prostituta y, por lo tanto, es en parte responsable de que él esté en silla de ruedas. Ella es -por así decirlo- declarada culpable. Derrama una lágrima y un momento después dice que ya no tiene sueños y se refugia en un mundo de fantasía.




Desde un punto de vista psicotraumatológico, ¿qué es lo que sucede aquí? Séverine es una mujer de la que abusaron sexualmente en la niñez. Este recuerdo está escindido de su mente, se trata de una amnesia traumática. Constantemente aparecen recuerdos fragmentados que ella no puede interpretar. No es consciente de su trauma. Hay fragmentos almacenados de manera disociada en su mente traumatizada. Es una parte diferente de su cerebro al que no puede acceder voluntariamente. Por eso no sabe lo que le pasó. Eso permanece inconsciente. Por ello, tampoco su trauma está integrado en su memoria narrativa. Sin embargo, se activa una y otra vez y aparece en su vida adulta bajo la forma de flashbacks, pesadillas, estados de trance, disociación, comportamiento inseguro, insensibilidad emocional, problemas de intimidad y distancia. No comprende estos estados. No puede vivir la sexualidad con su esposo porque está asociada a imágenes masoquistas. Se siente mágicamente atraída por el burdel y no entiende por qué se prostituye. En este caso, la prostitución se considera una recreación de su trauma disociativo. Vive una vida torturada por imágenes masoquistas y un profundo sentimiento de haber hecho algo malo y ser culpable de algo. Pero no puede analizarlo. No entiende el porqué. La siguiente aseveración se utiliza en psiquiatría: “Un trauma que no se reconoce vuelve a padecerse”. Es un intento de exteriorizar el dolor íntimo para poder aliviarlo. Hay un buen ejemplo de esto: a principios del siglo pasado montones de mujeres japonesas se dejaron fotografiar amordazadas para visibilizar su represión. Declaraban sentirse más libres después. Pero esa no es una liberación real. Es una recreación de su sufrimiento íntimo y, si es autodestructivo, es la continuación de un trauma. Séverine está atrapada en este círculo vicioso. “Belle de Jour” no trata sobre la liberación sexual, no es la huida de una sociedad puritana, tal como también la describe Nora Bossing de una forma totalmente equivocada en su libro “Redlight”. “Belle de Jour” no va de una mujer que disfruta del masoquismo. No, “Belle de Jour” es el síntoma de una mujer severamente traumatizada de la que abusaron sexualmente en su niñez.

Y ahora, la mujer madura, Catherine Deneuve, la gran dama, es la que habla. Protesta por el movimiento “MeToo”. Irónicamente, es ella la que se dirige al público y advierte sobre la confusión entre lo que es una violación y lo que es “solo” un pesado intento de seducción. Afirma que intenta proteger la libertad sexual y denuncia que la campaña es totalitaria y un regreso al puritanismo.



“Belle de Jour”, filmada en 1967, es una película que muestra con detalles sutiles todas las reacciones ante el trauma de una mujer que fue víctima de violencia sexual en su niñez. En una época en la cual la psico-traumatología estaba en sus comienzos, esta película marcó un hito en la historia de esta disciplina. Sin embargo, muchos la malinterpretaron. En definitiva, también lo hizo la misma Catherine Deneuve, que tal vez todavía piensa que “Belle de Jour” significaba liberación para Séverine. No, no era una liberación. Era su destrucción. Catherine Deneuve sigue estando en el papel de “Belle de Jour“, que no entiende lo que está haciendo.

Para millones de mujeres, que con mucho dolor se atrevieron a hablar sobre su abuso, y que tal vez no hubieran tenido el coraje de alzar su voz sin el escudo protector del movimiento “MeToo”, esto constituye una bofetada y una traición a la causa de las mujeres. Todo el mundo tiene derecho a vendarse los ojos pero no el derecho a negarle a otras personas la posibilidad de ver claramente la verdad.


Dr. Ingeborg Kraus
Psicóloga y experta en psicotraumatología
Iniciadora de la protesta “German psychologists and the scientific case against prostitution“
Esta entrada se publicó en Allgemein el 16 de febrero de 2018 por Ingeborg Kraus.

https://traductorasparaaboliciondelaprostitucion.weebly.com/blog/belle-de-jour-y-catherine-deneuve-el-papel-de-su-vida






Su derecho a un burdel propio


Su derecho a un burdel propio  
 07/01/2020

AUTORA  Cruz Leal
Abolicionista, porque el abolicionismo es la revolución del feminismo como último ideal universalista.

Su nombre es Rosen Hicher y es una de las supervivientes de la prostitución que lidera el Mouvement du Nid, junto a otras supervivientes llevan años creando conciencia en contra de la esclavitud sexual. A ellas debemos en parte, que el Estado francés optara por una ley abolicionista de la prostitución inspirada en el modelo nórdico. Es autora del libro Une prostituée témoigne, testimonio de la actividad a la que dedicó más de veinte años de su vida. Entró y salió de la prostitución en varias ocasiones a lo largo de décadas, ella misma manifiesta que nadie le obligó a entrar, nadie le puso una pistola en la cabeza. Decidió no volver nunca más el día en que un putero habitual le ofreció dinero por su hija de doce años.

Rosa Hicher


Se llama Alika Kinan también es una superviviente de la prostitución, su abuela, su madre y sus tías fueron prostitutas. Ella misma cuenta, cada vez que acude a una conferencia, que nadie le obligó a entrar, nadie le puso una pistola en la cabeza. A lo largo de dieciséis años esa fue su vida y cuenta con pelos y señales, a todo el que quiera oírlo, cómo transcurre el día a día de algunos millones de mujeres; los controles sanitarios que ellas mismas se costean; los controles policiales; las deudas, extorsiones, amenazas y abusos de tantos chulos, médicos, policías, funcionarios, políticos, jueces, taxistas, vendedores, caseros, camellos… incluso las propias familias y por supuesto también de los puteros; nos cuenta del miedo, del asco, de la soledad, del ser y sentirse insignificante, de cómo todos estamos enterados y no queremos saber. Hasta que un día en el interrogatorio posterior a una redada, una jueza le preguntó si pensaba que ser prostituta sería una buena ocupación para sus hijas. Define ese momento como un golpe que le hirió profundamente y la movilizó para revelarse contra el destino que nadie admitía haberle impuesto y por el que campaba desde la adolescencia.


Alika Kinan















La  explotación consentida

Nadie le puso una pistola en la cabeza, pero tampoco nadie le había ofrecido nunca otra posibilidad para poder romper el círculo de pobreza y exclusión que venían repitiendo durante generaciones las mujeres de su familia y de su entorno próximo. No hubo libre elección, nacieron en el  camino y solo siguieron la lógica del trazado. En 2016 el Tribunal Federal de Tierra de Fuego condenó a su proxeneta a siete años de cárcel, a una indemnización de  más de siete mil pesos y el Estado argentino fue considerado cómplice de trata. Fue un hecho histórico de reconocimiento de todo un sistema de explotación sexual de mujeres y niñas, de todos los elementos que lo constituyen, tantos, que llegan a implicar a todo un Estado y lo convierten en un Estado cómplice y proxeneta.

Este logro de Kinan es suficiente para autorizar su voz y todo el conocimiento que nos aporta sobre un fenómeno social que se ha desvinculado de sus formas de explotación tradicionales y que la globalización ha impulsado a escala planetaria, convirtiendo la prostitución en un sistema criminal de explotación total que incide en la economía tanto como en la política y repercute en los Estados y en toda la sociedad. La prostitución es en estos momentos la expropiación absoluta de la humanidad de millones de mujeres, niñas y niños, su cosificación para  la violación y el abuso sexual sistemático en todas sus formas. La prostitución es ahora una industria globalizada de explotación sexual, liderada internacionalmente por grupos de inversores organizados en red que participan impunemente de su criminalidad. Su nicho de negocio en cambio, es el viejo sistema de acumulación por extracción y fabricación de pobres de toda la vida.

En palabras de Sheila Jeffreys, la prostitución no puede ser explicada al margen de la economía política; es una industria clave para el capitalismo neoliberal criminal y su funcionamiento está sólidamente racionalizado y estructurado como el de cualquier multinacional. En ello se amparan como organización para exigir reconocimiento como trabajo regulado, de interés social y exigir trato de favor en la fiscalidad. Una criminalidad profesionalizada.

Solo desde los planteamientos abolicionistas del movimiento feminista se ha tomado conciencia de la gravedad del fenómeno y de la necesidad de investigar el sistema prostitucional, los vínculos que se establecen entre sus actores principales y de éstos con el poder político,  económico y financiero. De cómo se tejen las redes criminales, cuáles son sus modos de actuación y consecuencias para la sociedad, el Estado y la democracia. Y también qué políticas son necesarias para su erradicación.

La sociedad siempre quiso ignorar el significado de la prostitución, pero las mujeres conservamos la cicatriz atávica de las violaciones de guerra. Lo primero que se instala en una colonia militar es un burdel. El primer botín que se entrega a un ejército como recompensa o para levantar el ánimo del combate es el burdel. El papel de puta reservado para mujeres y niñas es imprescindible en cualquier conquista. Calmar la frustración de cualquier ejército o animarlo al horror de la batalla requiere el sacrificio y la entrega de mujeres y niñas para alimentar a la bestia. Violar mujeres y niñas es un arma de destrucción masiva que aniquila comunidades enteras desde tiempos inmemoriales. Su eficacia avala su pervivencia en las guerras actuales, incluidas aquellas que se han desarrollado hace apenas unos años en la cultivada Europa. Incluso, como hemos sabido por titulares, las intervenciones de los cascos azules de la ONU dejan un reguero de abusos, y violaciones de menores que se intentan justificar con el intercambio de unas monedas o un plato de comida, es decir el burdel legitimado de cualquier ejército. En la guerra, las violaciones de mujeres y niñas son una repugnante costumbre justificada por el embrutecimiento, y en la paz también. La sociedad necesita legitimar su indiferencia con la lógica del burdel apuntalada por la libre elección, la biología masculina y el intercambio de dinero. Para las mujeres nunca se ha firmado un tratado de paz.

En el burdel la violación y la deshumanización están permitidas y legitimadas por el intercambio de dinero que corre a manos del proxeneta. Seguir el rastro de ese dinero y de los grupos inversores, llevó al periodista Joan Cantarero a infiltrarse en la Asociación de Empresarios de Locales de Alterne-Anela. Pudo demostrar, destapando la red de prostitución de niñas en Valencia (1985), las relaciones de éstos grupos con la extrema derecha, con políticos corruptos, con individuos de familias franquistas de reconocido renombre entre las élites, todos ellos haciendo negocio con la prostitución. Individuos referentes del régimen, de misa diaria, hombres y algunas mujeres de clases pudientes, élites económico-financieras, políticos de factoría franquista, todos en conexión con la ultraderecha política. Y ahora desde alguna supuesta izquierda siguen apuntalando sus intereses, reivindicando su derecho al negocio y también a la violación y el abuso. Y también se esmeran en defender a una organización que vomita sobre la palabra sindicato y que ya había echado sus cuentas de beneficios en cómodos plazos de cuotas mensuales, sobre lo que dicen es el trabajo empoderante de unas trescientas mil mujeres en el territorio español. No hay que ser contable para calcular los multimillonarios beneficios que recibiría la organización con el cierre de ejercicio de un solo trimestre.

Sabemos que el negocio es tan multimillonario que organismos internacionales como el FMI recomiendan su cuantificación y cotización en el PIB. Porque todos los que defienden la prostitución como un trabajo tienen intereses en su perpetuación. Todos obtienen algún tipo de beneficio. Desde el negocio multimillonario de inversores y proxenetas a la discreta mordida del asalariado para completar el mes. Desde el postureo cómplice que te abre a la aceptación del grupo y te proporciona reconocimiento y silloncito, a la posibilidad de autoafirmación y el compadreo ocioso y salvaje del putero.

Las únicas que no tenemos interés en la prostitución somos las mujeres, de ser así el mundo sería un inmenso prostíbulo. Solo la necesidad nos obliga y como cuenta Beatriz Ranea  en su investigación sobre la prostitución ocasional, el sistema prostitucional y sus redes nos está esperando en cualquier lugar, una cafetería, un banco de una plaza, una parada de autobús, encarnado en cualquier hombre dispuesto a follarnos a cambio de unas monedas. Ante nuestra necesidad no nos ofrecen ayuda sino la posibilidad de hacer de puta.

Amelia Tiganus


Amelia Tiganus también superviviente de la prostitución, cuenta que el sistema te construye como puta igual que te construye como emigrante, refugiada, mano de obra barata o mendigo.  Te deja a la intemperie y espera a que ocupes tu lugar mediante los mecanismos perversos de la exclusión y reproducción de la pobreza. A todas estas mujeres la prostitución les estaba esperando, explica, y sobreviven mientras se les despoja de toda libertad, dignidad, salud física y psicológica, derechos humanos, incluso la vida, concluye. Es un aprendizaje de servidumbre y renuncia a la humanidad. Las hacen mujeres de deuda eterna y serán expulsadas a otro sector de explotación o abandonadas a su suerte, cuando sus  captores decidan que ya no les pueden extraer más beneficio. Su supervivencia en el sistema prostitucional solo es posible colaborando en la explotación de otras, y esto es así desde el principio de los tiempos, la criminalidad se perpetúa consigo misma.

La prostitución es desde siempre el reino alucinado de las falacias y las mentiras burdas que nos contamos para poder soportarlo y las que nos cuentan para que miremos en otra dirección. El glamur que venden es sordidez, el dinero que corre siempre lo hace en la misma dirección y hacia los mismos bolsillos. Cuando una administración pública se decide a intervenir en el hecho social de la prostitución, lo hace siempre previa intervención policial y necesariamente a través de los servicios sociales y lo que encuentran son mujeres y menores en la más absoluta de las precariedades, un “trabajo” del que te rescatan con la policía. Las mujeres, ninguna, jamás hemos corrido al burdel, pero al parecer en algún sitio se ha decidido que este debe ser nuestro destino.

Su supervivencia en el sistema prostitucional solo es posible colaborando en la explotación de otras, y esto es así desde el principio de los tiempos, la criminalidad se perpetúa consigo misma.

En el último informe de ABITS de 2017 encargado por el ayuntamiento de Barcelona, nos encontramos con el hecho peculiar de que solo han atendido a un hombre en prostitución. El cinismo y el empeño en disfrazar la realidad no pueden ocultar los porcentajes estadísticos. Otra realidad que muestra el mismo informe es que casi el noventa por ciento de las mujeres prostituidas son emigrantes africanas, seguidas de latinas, rumanas y en menor medida de origen marroquí, la prostitución local no llega ni a un escaso diez por ciento. Es pertinente preguntarse por qué las mujeres dejan sus comunidades y países en los que sobran puteros y se van a miles de kilómetros a prostituirse, sin redes, desconociendo el idioma, la cultura, sus instituciones, sin apoyos de familiares ni amigos y acostumbran a dejarse la documentación olvidada, cuando no a perderla.

Y la pregunta del millón; cómo es que ante un negocio multimillonario y empoderante, los hombres no le encuentran la oportunidad o la gracia y no tienen interés en prostituirse. La respuesta es conocida por todos, incluso por quienes se empeñan en negarlo; nosotras somos el producto y los hombres dirigen el negocio, tanto en la demanda como en la extracción de beneficios. Si de verdad fuese un “trabajo cualquiera” hace ya mucho que lo hubiesen industrializado a su favor excluyéndonos por no ser suficientemente aptas o buenas putas.

De puteros y colaboracionistas

Para Rosa Cobo, en su investigación sobre el sistema prostitucional, la industria de la explotación sexual es la clave para que algunos países se incorporen a la economía global dirigida por los fundamentalistas del mercado. El neoliberalismo en su conquista de los países y con la implementación de sus políticas de destrucción del Estado afecta a sus élites, una parte de ellas entran en crisis y su economía y negocios peligran. La también socióloga  Saskia Sassen refuerza esta hipótesis al señalar cómo dichas élites reconstruyen su patrimonio a partir de las economías ilícitas (armas, narcotráfico, prostitución, venta de órganos…) y crean redes, comparten rutas, estrategias, asesores, abogados, grupos de inversión… Sus actividades son intercambiables según las circunstancias y estas actividades criminales sirven para recomponer las economías nacionales cruzando sofisticados sistemas de blanqueo de actividad y capitales que crean circuitos cuasi-institucionales e internacionales que permiten acumular grandes cantidades de dinero en poco tiempo.


Rosa Cobo










Con Rosa Cobo coinciden muchas otras investigadoras del sistema prostitucional y todas constatan su incidencia en la violencia contra las mujeres, después las estadísticas demuestran su clara incidencia en el aumento de la criminalidad. El resultado  de un sistema económico de acumulación despiadado provoca un cambio social de valores que despierta las alarmas de supervivencia, alimenta los discursos de odio y promueve la mercantilización de niñas y mujeres en la prostitución, los vientres de alquiler o la pornografía en estrecha relación con las anteriores.

Los interesados en la promoción del sistema prostitucional hablan de empoderamiento. A propósito de este palabro Daniel Bernabé desenmascara su doblez y critica la perversión de la lógica neoliberal, te puedes empoderar como persona o como mercancía, dice. Como ser humano te reconocerás en otra humanidad, arrancarle la dignidad te envilecerá y te pasará factura social. Si lo haces como mercancía, al otro, solo le otorgarás un precio siempre devaluado por el uso y el tiempo. Es el viejo mantra neoliberal del “todos tenemos un precio” que niega la posibilidad civilizatoria y solo ve la lucha descarnada por la supervivencia. El mantra anticivilizatorio de los que han convertido el mundo en un mercado repugnante y la vida en él  en un callejón sin salida.

En la prostitución, lo que siempre fue un tabú y una alianza de ocultación de la fratría masculina, ahora es secretismo. Hay un empeño en no conocer, en no querer saber, en negar la evidencia de su brutalidad porque lo que está en juego es la pérdida de nuestra inocencia, el tener que asumir la complicidad del consentimiento y la indiferencia.

Los negacionistas, en la defensa de sus intereses, aparentan ser críticos y alimentan activamente la ignorancia, ocultando hechos, cifras, actores, sus intereses, la función que cumple y las consecuencias para toda la sociedad. Niegan las voces de las pocas supervivientes que se deciden a dar testimonio y se aferran al dogma de la libre elección individual. En palabras de Amelia Valcárcel, las mujeres han sido prostituidas con independencia de su voluntad durante casi todo el periodo conocido que abarca nuestra memoria histórica ¿Cuál sería la novedad? Que ahora decidieran hacer por sí mismas lo que en el pasado se las obligó a hacer sin el concurso de su libertad.

Ahora ya sabemos qué es la prostitución y que nuestro país es destino de turismo sexual, es así como aparece en las guías de viajes. España es el país con mayor consumo de prostitución de Europa y el tercero en el ranking de demanda según la ONU y recalca que el 39% de los hombres en nuestro país ha pagado en alguna ocasión por sexo. Las cifras sobrepasan los dos millones de consumidores, por lo tanto no hay que hacer mucho cálculo para saber que en algún momento tenemos un putero cerca.

El putero es el mayor conocedor de lo que es la prostitución. Él es quien mantiene el negocio con su demanda. Su deseo lo vale todo. La trata es una atención a su gusto por el exotismo, la niñas prostituidas son un regalo a su deseo de dominación, aquellas que están sin estrenar halagan su exquisitez elitista, las que están rotas por el alcohol, las drogas o la mala suerte son un saco de boxeo ideal donde descargar toda su frustración de manera individual o en manada. No hay perfiles cerrados, todos tienen en común que son hombres de toda clase y condición social, cultural o económica y son una especie de animal mitológico que solo se encarna en el compadreo entre iguales.

El putero es ese amable policía que te va a salvar de los malos o que colabora poniendo los neones al burdel, por ejemplo en el caso  Carioca. El encantador padre de familia que se ofrece a recoger a tu niña del colegio. Los estudios reflejan que la mayoría son hombres casados y admiten ser conocedores de que en los burdeles hay menores, incluso las han visto y nunca han denunciado. El médico que te hace el reconocimiento diagnóstico, el profesor de tu hija, el dentista que mete sus manos en tu boca, el funcionario que tramita toda tu documentación de extranjería y residencia, el del INEM que te inscribe en el paro, el tendero, el taxista, el panadero, el paleta, el del bar… Son los putos amos y solo reclaman su derecho a un burdel propio ¡Déjenme ser un putero, tengo derecho!
Pero prefieren que sean ellas, las mujeres, las que den la cara y en un ataque de total libertad empoderada exijan su derecho a ser prostituidas. Su coro son las que solo pueden hacer de su necesidad virtud, defienden su explotación y la de otras muchas, porque piensan es su única salida. Sus voces son amplificadas por otras que ponen su clasismo, elitismo e hipocresía al servicio de una nómina o una oportunidad de crecimiento personal. Y caminando arropadas por su ego, pero sin ir más allá de su ombligo, promueven la prostitución de otras mujeres con la expectativa de favor de un putero halagado que en algún momento pudiera ser un promotor.

Son mujeres en condiciones de elegir y decidir, con trabajos garantizados, en instituciones o pertenecientes a una burguesía acomodada que saben sus derechos plenamente garantizados, y convencidas de que no son deudoras de la barbaridad de sus propuestas, porque siempre encontrarán la condescendencia y el reconocimiento del sistema de privilegios que defienden. Los hechos y los datos para ellas no cuentan, la realidad es siempre una mentira. Con la excusa del debate solo pretenden el control del discurso y que la explotación sea un largo río tranquilo. Su impostura discursiva pone las claves en la defensa de la libertad individual y en la prostitución como trabajo. Lo que solo es un modo desesperado de supervivencia, como la mendicidad, solo los capos explotadores quieren legitimar su crimen hablando de trabajo. Un ejemplo, el capo brasileño que llegó a crear un imperio y en los registros telefónicos, ante algunos comentarios suplicatorios de sus chulos, su orden era No hay chicas cansadas. Están allí para trabajar. Aparte de ellos, que haya quienes teniendo toda la información sigan blanqueando la prostitución y digan que el problema está en la necesidad de una ley para regular la explotación y la esclavitud, en vez de cargar sobre las exigencias de los puteros de poder abusar y violar mediante pago, es cinismo canalla. Pero también una complicidad con el sistema prostitucional que podemos llamar sin tapujos colaboracionismo.

Dado que el deseo de prostituirse de cualquier mujer solo existe en la mente calenturienta de los puteros, ellas lo validan y como no tienen intención de dedicarse, defienden nuestro derecho a poder prostituirnos. No se interesan por nuestro derecho a un trabajo digno y en condiciones deseables. Solo les motivan que las putas estén limpias y sanas.

Se prestan a recoger las prebendas del sistema prostitucional, igual que el taxista recoge la mordida por acercar un cliente. Y cuentan que prostituirse es un derecho que tenemos las mujeres trabajadoras, pobres y emigrantes. Ellas prefieren dedicarse a una profesión o hacer modus vivendi de la política en cualquier partido o de la reivindicación social en cualquier movimiento. Mientras canalizan su narcisismo en la defensa de las minorías vulnerables porque da puntos al carnet de esnobismo y postureo, desprecian a la gran mayoría que somos las mujeres, porque ellas son la abeja reina. La única mayoría que consigue conmoverlas en su vulgaridad numérica es la de millones de puteros. Ante el rechazo social creciente, antes se ponen la venda y ya tienen preparado la campaña del NO punitivismo. Algo así como, podéis pensar que son despreciables pero que no les pongan una multa y sobre todo que no se la envíen a casa, tienen familia. Las putas en cambio, son seres de luz que existen porque  sí al margen de cualquier estructura o condicionante social, solo viven por su voluntad de prostituirse y ser folladas. Simplemente aparecen, y algún día ya no están en la esquina o rotonda.

Algunas de estas señoras han hecho de la defensa de la prostitución como trabajo su carrera de éxito, sacan manifiestos escandalizadas e indignadas por la falta de libertad, escriben artículos y dan conferencias como si no hubiera un mañana. Cobrando por supuesto, y sin poner un pie en la realidad, también. Y no como esas feministas fanáticas que defienden su militancia a escote.

Ellas sí son buenas feministas, de las que jamás molestarán al patriarcado, y ni se les ocurre  considerar las consecuencias  para la sociedad o para todas las mujeres del hecho posible de naturalizara la prostitución como un trabajo cualquiera ¿qué condiciones de trabajo y salud para las mujeres? ¿Qué tipo de regulación y de qué? ¿cómo afectaría al derecho laboral y a los derechos de todas las personas trabajadoras? ¿Qué riesgos asumiría la sociedad y las mujeres si fuese un trabajo? Sabiendo como saben y ya sabemos todos, que en los países que ha sido regulada como trabajo, en todos, constatan el fracaso, el aumento de la violencia hacia las mujeres y de la criminalidad. No hace mucho supimos por titulares de la apertura del primer burdel con muñecas de silicona y que en menos de una semana estaban destrozadas por prácticas violentas, afortunadamente no eran mujeres.

A este coro de entregadas a la causa puteril las apodo ofendiditas. Tomo el término prestado de Lucía Lijtmaer en alusión a su libro sobre la criminalización de la protesta de las mujeres feministas contra el abuso sexual y su negación a seguir soportándolo. Las ofendiditas son estas señoras siempre escandalizadas, que desde su privilegio nos dictan a las demás cómo debemos interpretar la realidad, en base a sus convicciones. Porque solo ellas saben lo que nos conviene. Les molesta que hablemos de esclavitud porque no llevamos grilletes, y la defienden porque ese sistema y no otro, ha sido el que ha sustentado y amalgamado a las élites desde siempre. Al final resulta que es la vieja lucha de clases de toda la vida.

Pero la supervivencia de la prostitución siempre ha requerido de la ocultación y la doble moral, por lo tanto de grandes dosis de hipocresía y ceguera selectiva. La narración que mejor refleja esta doblez, así como la función que cumple la prostitución y la imposición de una casta de mujeres y niñas destinadas a la misma sí o sí, es este párrafo de Gonzalo Torrente Ballester en su Don Juan –Hasta que las madres de familia se reunieron en junta y acordaron ir a ver al señor Corregidor… Total, que un día surgió el tumulto, y asaltaron esta casa, lo destrozaron todo y sacaron de ella a las arrepentidas y las devolvieron a su lugar de origen…¡Cómo se fornicó en Sevilla aquella noche!- Las arrepentidas de la novela eran aquellas mujeres de la prostitución que no tenían otra alternativa. Aquí el autor se apiada de ellas y hace que se refugien y se nieguen a ejercer, lo cual subleva a las señoras de bien que entran a la casa y arrastran a las putas por los pelos hasta la puerta del burdel para que se dediquen.

Nosotras somos mucho más afortunadas y como mujeres libres, nuestras desgracias son solo culpa nuestra, algo habremos hecho mal, salvo que sea merecimiento, claro está. Pero tenemos unas valedoras generosas, son aquellas que dicen se han trabajado su posición y nos regalan un nuevo derecho, el derecho a prostituirnos. No nos van a dar unas mejores condiciones laborales o salariales por limpiar sus casas, de ser así y dada nuestra condición subalterna pudiéramos darnos a la pereza. Si no tenemos suficiente salario siempre podemos meter horas de atención y cuidado de sus mayores o dependientes. Y si tampoco así nos llega nos soltarán el haber estudiado. Y después nos harán la empoderante oferta de elevar la autoestima de los hombres de su entorno amorrándonos a sus genitales u ofreciéndoles amablemente nuestro culo para aumentar un salario que siempre les parecerá excesivo.

…¡y que vengan los puteros a debatir!

Quien debería conocer el fenómeno social de la prostitución, los intereses de sus diferentes actores y las consecuencias que acarrea a toda la sociedad, sería la institución académica. Pero la universidad ha contribuido al desprestigio de los valores de la Ilustración, solo se salvó la libertad como única medida del deseo. La fraternidad y la igualdad,  más próximas a la redistribución que a la meritocracia y la excelencia, han sido despreciadas. Y cuestiones como la democracia o el feminismo son tan debatibles y puestas en duda como los Derechos Humanos. Entiéndase debate como simple cuestionamiento de su necesidad o transcendencia.

Un relativismo de bolsillo acompañado de un cheque o subvención para la implementación de un determinado modelo que solo favorezca al mercado,  junto con una posmodernidad que nadie necesitaba, han dado validez normativa a la posverdad, populismos varios y el fundamentalismo neoliberal declarado culto obligado y representado por las más peregrinas teorías o afirmaciones dogmáticas.




La universidad ha renunciado a la investigación de la realidad y también prescinde de su función social.  Rehúsa comprender y explicar un hecho social como la prostitución que afecta a millones de mujeres y niñas en todo el planeta. Son hastiadas las críticas abolicionistas por las trabas a sus investigaciones, no solo económicas sino administrativas, metodológicas y la escasez de comparativas que pudieran rebatir sus planteamientos. Está claro que tampoco hay interés en demostrar el beneficio de los supuestos regulacionistas, porque es más que probable que sean inexistentes.
En cambio el poder legitimador de la academia sigue intacto y ha tomado carta de facto en la justificación de la prostitución como una realidad sociolaboral necesaria para las mujeres más desfavorecidas. Mientras la reivindicación del acceso a la educación y a la educación superior de las mujeres son un clásico feminista aún sin plena consecución, la misoginia de la institución académica es un broche de oro de ostentación diaria. La formación superior es el mayor garante de ascenso social. Pero aunque las cifras demuestran que somos más y mejores en las aulas, en la universidad son menos las profesoras, catedráticas y rectoras. Con estos datos y el conocimiento de que las mayores tasas de pobreza son femeninas, los representantes de la academia han creído oportuno recordarnos que siempre podemos trabajar de putas.

Mientras nos ponen paños calientes para la aceptación de la precariedad y cada ruindad se disfraza con un palabro inventado, el derecho de los puteros se reclama como si de una revolución se tratara al grito de; fuera puritanas, censoras, fascistas y feminazis ¡queremos putas y tiene que haber mujeres dispuestas y suficientes! Mientras la academia francesa ordenaba no tocar a sus putas, la nuestra fue más allá. Se coordinó en menos de una semana para organizar seminarios en veinte universidades públicas sobre el trabajo sexual como un trabajo cualquiera, e invitaron a representantes del sistema prostituyente a promocionar su actividad. Alguna universidad decidió incluso que los seminarios eran obligatorios. Y el arrebato era tan intenso que hubo rectores que llamaban al debate a los puteros para que fuesen ellos quienes reclamaran su derecho a un burdel propio ¡Déjenme ser un putero, tengo derecho!

No hablaron de prostitución, ni invitaron a abolicionistas, se posicionaron a favor del trabajo sexual desde el título de cada convocatoria, ese era el objetivo. Y por lo tanto se posicionaron a favor de la trata, la explotación sexual, el neoliberalismo salvaje, en contra de los Derechos Humanos y por supuesto y siempre a favor del patriarcado, porque van juntos en el mismo sistema de valores. Para el sistema prostitucional ha sido una de las mejores campañas, el poder encontrase en un espacio público de reconocimiento y hacer coincidir la oferta y la demanda. Podemos suponer que en pleno alborozo solo les quedaba intercambiar teléfonos y fijar precios por servicio.

Solo podemos ver en este suceso una maldad deliberada, la insistencia en no querer ver o entender y la imposición del mandato patriarcal más rancio y retrógrado; o casada o puta, siempre esclava. El odio feroz contra las mujeres que se suma al elitismo, la hipocresía y conforman el colaboracionismo de una institución que apuesta por un tipo de sociedad donde una casta de mujeres y niñas  tiene su destino decidido de antemano; tienen que hacer de putas, porque  los hombres tienen derecho a ser puteros. Definitivamente la lucha de clases se ha trocado guerra despiadada entre sexos.

Por último y como ya no viene de unos párrafos, quienes deberían saber qué es la prostitución y qué implica, son nuestra clase política. Porque son ellos quienes tienen que decidir las políticas adecuadas para su erradicación. Las de promoción ya son añosas, desde el laissez faire de toda la vida, hasta la promoción activa de algunos ayuntamientos que subvencionan cursos para hacer de puta. Sabemos por titulares que algunos son bien conocedores del sistema prostitucional, en calidad de puteros. Se puede sospechar que algunos además tengan intereses propios, pues los grupos de inversores no son entelequias. La reacción social suele ser de indiferencia cuando no de mero chascarrillo. Ser putero es tan natural como respirar. Como, bebo, duermo o voy de putas, es normal. Creo que si en algún momento los medios que contribuyen a la normalización del sistema prostitucional por la difusión y el marketing, nos contaran las cifras que se gastan en prostitución nuestros políticos y en qué tipo de demandas, se nos congelaría la sonrisa.

Pero lo peor es la aceptación generalizada de la cultura puteril, ya sean puteros o no. Una cultura que se ha hecho hegemónica y que solo cuestionan como partido, y con la boca pequeña, socialistas y comunistas. Todo el resto de partidos, desde la extrema derecha, a la más rancia conservadora y la moderna neoliberal, juntamente con los que se dicen nueva izquierda, todos, la aceptan como natural e inevitable. Se empeñan en  imponer la idea de que el sistema prostitucional no puede dejar de existir y que debemos aceptarlo sin plantear otros horizontes porque ellos no son capaces de imaginarlos. Cuando precisamente la proyección de un mejor futuro, el posibilismo de la utopía, es la única garantía de la izquierda frente al conservadurismo. El mandato neoliberal comulgado por todos y apoyado en una sola verdad, la suya, es negacionista. Impone el no hay alternativa de manera tan natural como la brisa de verano.

Han abrazado sin ambages la ideología neoliberal y ésta se parapeta detrás de una supuesta buena intención; ya que es inevitable, ya que están atrapadas en el sistema y que hay puteros suficientes, ¡hagámoslo bonito!  Pero no hay nada rescatable del hecho de que tu cuerpo sea penetrado, baboseado, manoseado… por alguien que no deseas. Todos los hombres lo saben, por eso no aceptan ser prostituidos ¿por qué nosotras sí deberíamos aceptarlo? Las mujeres llevamos peleando más de tres siglos por conseguir nuestra completa ciudadanía. Nuestros problemas son los de todos, un trabajo digno y en buenas condiciones, hace mucho decidimos que ¡no queremos ser las putas de nadie!

Ana de Miguel


Como dijo Ana de Miguel, después de desmontar la falacia de la libre elección,  si la prostitución es un trabajo como cualquier otro, sugiero que la legislatura y los responsables políticos lo practiquen durante una semana antes de tomar una decisión. Es la mejor manera de aumentar la aceptación social y reducir el estigma. Las feministas sabemos de lo que es capaz la derecha, la política es su mejor negocio porque gobiernan siempre a su favor. Ellos no se molestan en defender la prostitución, solo hacen uso de su derecho natural, las mujeres somos esclavas de su propiedad. Su batalla no es partidista, es contra todas las mujeres para que acaten el orden establecido por el patriarcado. Parten de su natural supremacista y su único rival ideológico es el feminismo.

Quienes nos helaron el corazón fueron las supuestas nuevas izquierdas. Convencidas como estábamos que eran nuestras aliadas y que era su deber cambiar el mundo. Vimos primero como nos quisieron entregar el cielo, cuando lo único que pedíamos era la realización de nuestros derechos en la tierra. Más tarde se sumaron a la dialéctica de la barbaridad y mientras decían pactar con los mercados la total desmercantilización de la vida, ofrecían sin tapujos nuestros cuerpos, íntegramente. Como si de un sacrificio ritual se tratara. Y resultó algo así como que las mujeres éramos chanchos de los que se podía aprovechar todo, óvulos, leche, úteros… y el cuerpo para el uso y abuso. Solo que los chanchos pasaron a tener más derechos que nosotras en sus propuestas. Nosotras somos la moneda de cambio, nuestros derechos, nuestra dignidad y humanidad les resultan una revolución caduca, nuestra exigencia un atentado contra su vanidad y el narcisismo infantiloide de una generación satisfecha.

Hemos comprobado que si hay algo verdaderamente transversal son la misoginia, el sexismo, el machismo y un odio feroz y profundo hacia las mujeres. Estas autodenominadas nuevas izquierdas, parten de su supuesta superioridad moral para cargar contra el feminismo como rival político. Y pugnan cada día por el control del discurso, la interpretación de la realidad acorde a sus intereses y por fijar un marco conceptual que sobrepase la teoría política feminista. Lo cual no es posible porque; no puedes inventar la realidad cada día, despreciar toda influencia, vaciarla de todo tipo de interpretaciones y apostarlo todo al albur del relativismo y un neolenguaje hueco. El adanismo es simplemente idiota y el feminismo aunque moleste, es mucho más que una filosofía política.

Haríamos bien las feministas en recordar cómo fue la aparición de esta supuesta nueva izquierda, sus orígenes fundacionales en aquel 15M del 2011. Conservar la memoria previene tener que lamentar el engaño. Nuestro 15M vino precedido de otras movilizaciones y otras primaveras en diferentes países latinoamericanos, las causas eran las mismas; rechazo y hartazgo de unos sistemas corruptos que solo ofrecían austeridad y precariedad sin alternativa posible. En las concentraciones de todas esas primaveras, las feministas presentes fueron rechazadas y agredidas.

Como relata Nuria Varela en su último libro, en nuestro 15M también sucedió. Al querer unir su causa con todas en una reivindicación común y escenificarlo con una gran pancarta, las feministas fueron agredidas. La pancarta llevaba escrito el eslogan “la revolución será feminista o no será” y las feministas fueron abucheadas y la pancarta fue arrancada entre aplausos de los presentes. El feminismo ha sido un movimiento maldito justo hasta ayer, que en un ataque de cinismo algunos lo han impreso en miles de camisetas con el susodicho eslogan y lo han cambiado por unos cuantos votos. Está desactivado, o eso creen.
Tras el suceso de la pancarta ¡Vuelta al siglo XVIII! dice Varela al relatar el suceso, aquellos jóvenes revolucionarios, tal y como hicieron los franceses ilustrados, pretendían hacer una revolución contra los privilegios de clases acomodadas sin renunciar a uno solo de sus privilegios como hombres. El enemigo era el capitalismo; el patriarcado, ni tocarlo, concluye escéptica.

Nuria Varela


No puedes decir que eres de izquierdas, ver estructuras de poder y dominación incluso en el vaho de tu aliento y cuando una mujer te dice que no tiene trabajo decirle que se haga puta, que es un trabajo cualquiera. La convicción de que las mujeres pueden ser usadas, compradas y vendidas es el pilar fundamental del patriarcado. Naturalizarnos como inferiores y deshumanizarnos es lo que cimienta la dominación y justifica toda la violencia que ejerce el poder masculino. No puedes decir que eres de izquierdas cuando el único universalismo que entiendes es el de millones de puteros. No puedes decir que eres de izquierdas y sacar a la venta a mujeres y niñas. No puedes mercadear nuestro derecho a un  trabajo digno por el privilegio de millones de puteros a un burdel propio. No puedes abrazar el eslogan ¡Déjenme ser un putero, tengo derecho! Y seguir vendiendo que eres de izquierdas.

Cruz Leal. Abolicionista, porque el abolicionismo es la revolución del feminismo como último ideal universalista.

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