lunes, 16 de marzo de 2020

La psique del putero, un constructo social


La psique del putero, un constructo social

19/12/2019
AUTORA
Nerea Sanchís Rodríguez
Analista y activista feminista. Psicóloga Social. En el Partido Feminista de España.

La prostitución existe porque existe la psique del putero, un constructo social creado por el patriarcado y sustentado por el capitalismo neoliberal. Esta psique, es una de las máximas representaciones de la deshumanización, construida para someter y dañar, y desgraciadamente está en la base de la masculinidad hegemónica predominante.

Profundizaré un poco más en esta noción de la psique putera, en cómo se articula y toma forma. La psique humana en el patriarcado está construida a través de símbolos estereotipados, que nos indican cómo tienen que ser los hombres y las mujeres, para recrear a la perfección un modelo de relación basado en el ejercicio del poder y en la DIVISIÓN SEXUAL DEL TRABAJO. Siendo la familia nuclear el espacio privilegiado para que tenga lugar este contrato sexual y la prostitución la otra cara de la moneda que lo sostiene.

Hablar de la psique del putero, es hablar de cómo históricamente el patriarcado ha construido los cuerpos de las mujeres y su sexualidad. Desde la Grecia clásica y los remotos textos aristotélicos, donde las mujeres eran reducidas a vasijas vacías, a recipientes para ser engendradas, hasta las modernas formas de esclavitud sexual y reproductiva que se dan en la prostitución y los vientres de alquiler (bajo el paraguas neoliberal de la libre elección y el libre mercado para todo, incluidos los cuerpos, eso sí, los cuerpos de las más vulnerables, es decir, de las niñas y mujeres pobres). Todo ello pasando por los ideólogos y constructores de la psicología patriarcal moderna, como Freud y sus teorías psicoanalíticas sobre la sexualidad y ​los complejos de las mujeres, siempre situadas estas en la categoría de objetos.



El cuerpo de las mujeres se ha construido (y sigue haciéndose) en función de los derechos de los hombres sobre los mismos. Es decir, en función de las leyes del patriarcado, no hay nada de natural, de elevado y de esencial en esto. Lo único que hay es violencia y abandono de la vida. La antropóloga feminista Gerda Lerner, nos muestra claramente en sus obras, como la psicología del patriarcado es la psicología de la guerra y la expropiación, de las armas y de la deificación del falo. La misma que está presente en la psique del putero. Sólo tenemos que echar un vistazo a los foros donde los hombres comentan sus jugadas prostituidoras, para ver en diferentes grados y formas de expresión, esta cultura de la violación y la guerra, este erotismo del daño y el dolor hacia las mujeres y niñas.
Estos espacios detestables, nos permiten tener una radiografía exacta de los pensamientos, ideas, nociones, deseos e intenciones de los hombres que frecuentan los burdeles, pisos y tramos de calle en busca de su ración de poder y opresión.  El patriarcado es la cultura de la muerte, como bien nos anunciaba Andrea Dworking, de la colonización y el feminicidio. La psique del putero, es una psique feminicida, una psique exterminadora de mujeres, en lo simbólico y en lo real. Por eso las feministas, siempre afirmamos que la prostitución no tiene nada que ver con el erotismo, ni la liberación sexual, ni el trabajo, sino con la dominación, el ejercicio de poder y la ira patriarcal, que sólo puede ver a las mujeres como colonizables y desechables.


La psique putera está más presente de lo que imaginamos en el​ideario colectivo y no solo en el de los hombres que pagan por violar, ya que este aleccionamiento psicosocial -que altera la ​conciencia y ​el​ ser, que quiebra las ​vidas​de las mujeres y obstaculiza el desarrollo de las potencialidades humanas- comienza a darse desde edades muy tempranas en la infancia. Es lo que en teoría feminista se ha llamado la socialización en género. Pronto los niños van adquiriendo la psique del putero, viendo lo que ocurre a su alrededor. Ellos son los protagonistas, los guerreros y los dueños de sus deseos, siempre acompañados de ellas, ese alguien, ese algo hermoso, débil e inferior, que les estimula en su fuerza y virilidad, con servilismo y entrega. Pareciera de otra época, pero este es el mensaje predominante en casi todo aquello que los niños consumen y absorben de pequeños: películas de acción y aventuras, superhéroes y superheroínas con máscaras de modernas, pero por dentro siguiendo las rancias recetas de la masculinidad y la feminidad, videojuegos cuasi pornográficos, series de TV donde hay cinco personajes masculinos y uno femenino a disposición de todos ellos y vestida de rosa. Padres, madres, tíos, abuelos y abuelas, amistades etc., que inculcan la masculinidad del ​machote en los niños, promoviendo o simplemente pasando por alto el juego violento, de guerrillas, competición, pistolas y demás temáticas destructivas, bajo el mantra de ​son cosas de niños, es normal.




Niños que escuchan una y otra vez los comentarios sobre los cuerpos, formas de vestir, sexualidad etc., de boca de sus mayores, cuando acosan por las calles a las mujeres, cuando comentan la portada de una revista o hablan de una amiga, compañera de trabajo etc. Niños que crecen sintiendo e interiorizando el poder como herramienta principal para usar en sus relaciones. De forma universal, casi todos ellos crecen con un mensaje implantado a fuego en su psique: siempre podrás tener a una mujer, aunque ella no quiera, ni desee estar contigo. Puesto que el cuerpo de las mujeres casi siempre se representa disponible para los hombres, desde la ternura y el acompañamiento de las series y películas infantiles, hasta el sometimiento total y la vejación que nos vende la industria del sexo con la pornografía y la publicidad. Industria que cada vez llega antes a los niños, hoy día se inician en el visionado de pornografía a edades escandalosamente tempranas, los 8 años. Sin que los gobiernos muevan un dedo para dar la educación afectivo-sexual necesaria… El resultado lo vemos a diario en las noticias y en los periódicos: la violencia sexual que sufren millones de mujeres y niñas, perpetrada por hombres de todo el mundo, en todos los rincones de nuestra tierra.
Esta psique hoy día sigue muy protegida y lo más preocupante de todo es que algunos sectores autodefinidos como progresistas y de izquierda ​, la reconstruyen y recrean en sus postulados, donde defienden la regulación de la prostitución como un trabajo y la descriminalización de los proxenetas y puteros, usando para ello los perversos argumentos de protección hacia las mujeres. La psique del putero, se blinda desde determinadas universidades públicas, cuyos rectores y parte del profesorado han sucumbido al discurso de lobby proxeneta, permitiendo charlas para legitimar la vulneración de los derechos humanos, ocultando el verdadero impacto de la prostitución sobre la vida de las mujeres y niñas, negando la violencia contra las mujeres y como no, protegiendo los intereses del prostituidor. Valga decir que, en estas charlas, nunca se aborda el comportamiento de los hombres, ni la brutalidad, ni la misoginia, eso sólo lo hacemos las feministas putofóbicas, como osan en llamarnos, otro término machista y sancionador para acallar las voces feministas, las voces realmente disidentes.  Y por supuesto, esta psique del putero también se perpetúa cuando se considera al género como una identidad, como parte de la naturaleza del ser humano e incluso deseable, legitimando así la masculinidad hegemónica que el patriarcado construyó para someter a la mitad de la población: las mujeres.

Terminaré este artículo, diciendo que podemos vivir de otra manera, para ello es imprescindible abolir la psique del putero y por tanto abolir el género. Es imprescindible un modelo de gobierno que opte por la paz para las mujeres y niñas, un modelo de gobierno que sirva para sentar las bases de la sociedad y el mundo que tanto necesitamos, ese lugar donde por fin la vida se ponga en el centro.

Por la abolición de la prostitución, el género y todas las formas de opresión y mercantilización de los seres humanos, en especial de las mujeres y niñas.

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