No lo llames asistencia sexual, llámalo prostitución
octubre 30, 2019
Sandra Díez Guerrero
Asamblea Abolicionista de Madrid
Este sábado 26, el Instituto
Sexológico Murciano ha celebrado el curso sobre asistencia sexual que
anunciaron hace unas semanas. El propósito de la entidad, según ellos mismos,
era la formación de personas interesadas en “actuar” como asistentas sexuales. La
cuestión de la “asistencia sexual” ha surgido hace pocos años atrás, como una
actividad destinada a cubrir las “necesidades” sexuales de las personas con
discapacidad. Sus defensores han recalcado que no se trata de prostitución y
que cumple una función “social” porque estas personas requieren a alguien que
les “ayude” a vivir su sexualidad. Puede
ser una caricia, un beso o una masturbación, todo después de un intercambio
económico. ¿En qué se diferencia entonces de la prostitución?
Este es solo uno de otros tantos
intentos de hacer pasar por algo distinto lo que es prostitución (sugar daddy,
chicas de “compañía”). Diferentes formas de nombrar la misma cosa, adaptadas a
diferentes públicos, pero cuyo resultado es la explotación de mujeres y la reproducción
de la idea que convierte los deseos de los hombres en “necesidades” que las
mujeres deben satisfacer. En este caso concreto se intenta pasar por un derecho
de las personas con discapacidad algo que no lo es y que la mayoría no demanda.
Por ello, muchas asociaciones y personas con discapacidad se han posicionado en
contra, como la Unidad Progresista de Apoyo a la Discapacidad y la Dependencia.
Quienes padecen una discapacidad tienen derecho a vivir una sexualidad libre,
pero con personas que deseen mantener relaciones con ellas. Convertir los
deseos en derechos es uno de los mecanismos más empleados por la ideología
neoliberal, y que ataca específicamente a las mujeres en cuestiones como la
explotación sexual y reproductiva.
Los defensores de esta práctica
reivindican los derechos sexuales de las personas con discapacidad. Los
derechos sexuales y reproductivos son parte de los derechos humanos, y otorgan
a las personas el derecho a vivir su sexualidad de manera libre y saludable.
Este reconocimiento no significa que deba existir en la sociedad un grupo de
mujeres destinadas a satisfacer la sexualidad de los hombres. El derecho de las
mujeres a vivir su sexualidad libremente y sin violencia, ni ningún tipo de
coacción de cualquier índole, parece que no es relevante, porque lo que las
mujeres deseen o con quien deseen estar no es tan importante como satisfacer lo
que quieran los hombres. Este paradigma no es nuevo, sino que constituye uno de
los principales privilegios masculinos en la sociedad patriarcal.
Lo preocupante es que ahora se
intente presentar como “transgresor” lo que es la forma de explotación más
brutal que sufren las mujeres. Se apela al chantaje emocional y se
instrumentaliza a quienes padecen una discapacidad para presentar la existencia
de la “asistencia sexual” como algo inevitable y básico para que estas personas
desarrollen su vida. El discurso de sus defensores es malicioso y manipula en
varios sentidos. Llegan a afirmar que si la motivación es solo económica se
descarta a la persona. Pero una afirmación como esa es pura fachada. La
“asistencia sexual” establece un intercambio económico y ofrece un “servicio”,
luego no es una relación deseada por las dos partes.
A la vez que afirman que las
personas con discapacidad son deseables, cuestión que no se pone en duda,
exigen que se les provenga de un servicio de sexo por dinero. ¿Si son deseables
por qué necesitan pagar por “sexo”? Son ellos mismos quienes estigmatizan a las
personas con discapacidad si promueven la idea de que no pueden tener
relaciones sexuales sin pagar por ellas. Su lucha debería tener como objetivo,
si realmente están preocupados por la sexualidad de estas personas y no en
poner en marcha un negocio, derribar falsos mitos y combatir el estigma.
Pero el objetivo vuelve a ser
normalizar la idea de que los hombres tienen unas necesidades sexuales que
deben ser aliviadas a toda costa, o, mejor dicho, a costa de los derechos de
las mujeres. Tandem Team (asociación nacida en 2014 para defender esta
cuestión) concedió en 2015 una ponencia sobre la “asistencia sexual”. En ella
participaron el fundador y presidente de la asociación y la gerente de esta
(puestos que ocupaban en ese momento, pero no en la actualidad). Él cuenta (minuto 11:30) que su propia madre se alegró de que fueran a
poner en marcha este proyecto porque en una ocasión una mujer le había contado
que tuvo que masturbar a su hijo con discapacidad. Con esta “anécdota” se
pretende plantear un conflicto moral injusto y ficticio que haga ver la
“asistencia sexual” como algo inevitable.
O una “asistenta sexual” o su madre.
Se trata de un intento vil por
mantener esa falsa creencia de que la sexualidad de los hombres debe ser
satisfecha de cualquier forma, aunque sea la propia madre la que se vea
obligada a hacerlo. En el debate de la prostitución es ya inexcusable no poner
el foco en la responsabilidad de los hombres que consienten en mantener
cualquier relación de carácter sexual con mujeres que sin la presencia de
dinero no accederían a ello (por mucho que los defensores lleguen a afirmar que
hay un “deseo mutuo”). La relación de poder que existe entre hombres y mujeres
se manifiesta aquí de manera clara. Si se normaliza que todos los deseos
sexuales de los hombres deben encontrar una mujer dispuesta a cumplirlos,
aunque sea la propia madre, entonces se acepta que debe existir un grupo de
mujeres disponibles, cosificadas, explotadas y por tanto privadas de todos sus
derechos para mantener los privilegios masculinos de la prostitución. Él mismo
explica (minuto 20:00) que están recibiendo llamadas de personas sin
discapacidad que buscan este “servicio”, y que ellos hacen una “apuesta” para
que este servicio no sea solo para la diversidad funcional, sino que “esta
figura se exporte a la población en general” (Minuto 19:50).
La agenda abolicionista del
feminismo afronta varios intentos por parte de los defensores de la
prostitución de presentar la explotación de las mujeres como prácticas
específicas que nada tienen que ver con mercantilizar la sexualidad y a las
mujeres. Son nuevos términos dirigidos a diferentes públicos con discursos bien
definidos pero todos ellos con el objetivo de legitimar la prostitución. Por
ello, el feminismo no debe bajar la guardia y caer en la trampa de creer que la
“asistencia sexual” es algo diferente. Es otra más de las formas de legitimar
que la sexualidad de los hombres es incontrolable y que las mujeres deben
complacerla. Es violencia machista contra todas.
Sandra Díez Guerrero, Asamblea
Abolicionista de Madrid
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Periodismo incómodo
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