Magdalena Gonzalez |
La Prostitución: forma social de la pulsión de muerte
Por Magdalena González –
Publicado en Noviembre 2009
“Los mitos, cumplen una doble
función en la cultura, el intento de respuesta a los enigmas que nos presenta
la vida y el ocultamiento de la violencia para la justificación de algún
sistema social.”[1] Por lo tanto es necesario no perder de vista tanto la riqueza
de la ficción alegórica, como el ocultamiento y la justificación de los
sistemas opresivos que portan los mitos. Tomaré como ejemplo el mito del Rapto
de las Sabinas, sobre la fundación de Roma.
Una vez fundada Roma, Rómulo
convoca a gente de otras comarcas para poblarla. En su mayoría asisten
delincuentes, buscando un lugar de oportunidades mejores, de las que carecen en
sus pueblos. Como era de suponer no asisten mujeres, y para que esto ocurra
convocan a los pueblos vecinos a una gran fiesta, pero estos vecinos,
advertidos de la peligrosidad de los romanos, no aceptan la invitación. Sólo
los sabinos, gente trabajadora y guerrera, llegan a los festejos. Según un plan
preconcebido de apropiación, los romanos se lanzan en un momento determinado
sobre las mujeres jóvenes, y las secuestran. Tiempo después los sabinos,
habiendo preparado su ejército, vuelven a rescatarlas. Pero ya las jóvenes
estaban embarazadas o habían parido hijos(...) y “... quedarían unidas con
ellos por el vínculo más dulce que pueda enlazar a los seres humanos, el de la
maternidad. Debían por consiguiente moderar su rencor y dar sus corazones a
aquellos a quienes la suerte había hecho dueños de sus personas.”[2]
Como vemos, Rómulo, con sus
argumentos, refuerza a las mujeres en un lugar que aún ocupan: el de tolerar la
violencia de la apropiación indebida, reforzar la unión hombre-mujer sin
objeción posible de parte de ella en función de un rol que debe estar por
encima de todo: la maternidad.
Este modelo de abuso, de
violencia, de apropiación y de engaño es el que sostiene la explotación sexual
a lo largo de la historia.
Es sólo un ejemplo de los mitos
patriarcales que impregnan nuestra cultura, manipulando las mentes de los
sujetos para lograr apropiarse de las riquezas de los pueblos y los cuerpos de
las mujeres, que operan como mercancía: un bien más. Esto nos introduce en el
tema de las mujeres como preciado botín para satisfacer a ese tipo de cultura.
Según Marx no entran ni siquiera como valor de cambio, sino de uso.
Esta característica de uso se
conecta con la apropiación de las mujeres en general y en el extremo de este
continuo, el prostituirlas.
Factores claves para la
existencia de la prostitución
a)
El sistema patriarcal productor y reproductor de la opresión,
esclavización y muerte de mujeres, y básicamente de las mujeres a quienes
prostituye.
b) La demanda del prostituidor cliente que
determina la existencia de la prostitución.
c) El imaginario social prostituidor.
d) Las crisis económicas.
e) El capitalismo en su fase neoliberal,
como productor de esclavitud.
f) El prostituidor reclutador, personaje
clave para destruir la resistencia de las mujeres con el objeto de ingresarlas
a la prostitución, llegando incluso al secuestro. Estos personajes, mediante
extraordinarias maniobras manipulatorias que, como dice Masud Kahn[3]
refiriéndose a los sujetos perversos, consiguen y exigen de sus víctimas, “la
suspensión de la discriminación y la resistencia, en todos los niveles de la
culpa, la vergüenza y la separación”.
g) La globalización que propicia las redes
internacionales de tráfico, produciendo el brutal incremento del secuestro,
tráfico y muerte de jóvenes, niñas y niños.
h) Los medios de comunicación masiva, que
inducen y ofrecen modelos sexuales prostituidores, actuando sobre el imaginario
social y favoreciendo la dominación proxeneta. Así se consolida la opinión
pública afín a la prostitución, y se genera también su expansión, produciendo
en este caso una réplica masiva, de lo que hacen los proxenetas, en lo
individual, para socavar la resistencia de las mujeres que prostituyen.
i) El tráfico de mujeres avalado por los
Estados, el sistema patriarcal-neoliberal y favorecido por la globalización,
pretende hacer pasar la explotación sexual como si fuera trabajo, buscando
legalizar el poder obtenido mediante la violencia y el secuestro, y así
incrementar aún más sus ganancias.
j) La participación de sectores de los
Gobiernos vinculados a las redes de tráfico de mujeres que, a su vez, se
relacionan con los demás tráficos (drogas, armas, etc.).
Cellar Fcp |
El imaginario social prostituidor (una muestra de lo instituido)
Veremos cómo la mujer está colocada en el
lugar del goce del otro, no en el lugar del deseo del otro, en algunos
comentarios de un grupo de hombres[4] entre 26 y 36 años,
“… un cliente se transforma en un
cliente porque paga. Está haciendo una transacción comercial”. Cuando una
persona está cometiendo abuso de otra, el pago por el abuso no lo transforma en
acto comercial, es un acto que priva a la otra persona de su lugar de sujeto,
por lo tanto, de sus derechos humanos. El pago así, es un acto de perversión,
no se pueden comprar personas.
“La mujer de uno no puede hacer
cosas que la prostituta puede hacer”. La mujer en situación de prostitución
tampoco puede “hacer cosas” sin sufrir daño, agravado en el caso de ella por la
frecuencia, y por la diversidad de prácticas perniciosas que se le exige que
cumpla.
“Hay cosas que moralmente no se
hacen con una persona querida, pero que con una prostituta ni lo pensás porque
está para eso, no lo vas a hacer con la madre de tus hijos”. Aquí encontramos
dos aspectos disociados en la cultura patriarcal y en el individuo: La
sexualidad cosificadora y el amor; depositados el primero en la mujer
prostituída y el segundo en la mujer-madre. Además, se trata de una doble
moral. Lo que él considera inmoral de sí mismo, se lo impone a la mujer
prostituida obligándola porque le paga, y paradojalmente, deposita en ella su
propia inmoralidad. Lo que para estos varones no es “moral” con la persona
querida (su sexualidad de dominio) con la mujer a la que prostituyen, esa
“inmoralidad” queda negada.
“…Yo no creo que la prostitución
sea un mal. Es un mal que se haga público, porque puede afectar a tu familia.
Si vos tenés una hija y ve por la tele que se gana tanta plata haciéndolo. Y no
se ve que se las atormenta todo el año”. Este varón entiende que es un mal si
alguna posible hija de él cayera en esto, pero no considera que es un mal para
las que no son cercanas a él. Tiene conocimiento de la realidad: sabe que ganan
plata, pero separadamente también sabe que es “un tormento”. Con esa
disociación justifica la acción del prostituidor y el sistema proxeneta.
“El hombre puede recurrir a la
prostituta por necesidad sexual, o si no porque le gusta, ¿ sabés por qué? Por
la fantasía que uno tiene, tal vez tu novia no te hace ciertas cosas. Y vos
sabés que a la otra ‘mina’ le decís: hacé esto... y lo hace porque vos le estás
pagando. No te van a decir: no, yo no lo hago... Y es una fantasía que el tipo
quiere que se le cumpla. Mis amigos fueron todos porque dicen que son
tremendas. Bah... tremendas..., en el sentido de que hay morochas muy lindas...
las brasileras son muy lindas... y las venezolanas...”.Cuando este hombre
expresa “hacé esto... y lo hace porque le estás pagando”, sabe que a él le está
permitido socialmente, y además sabe que ella está obligada. Lo que lo excita
es lo “tremendo” de sus fantasías pero, sobre todo, lo excita saber que ella
está obligada a realizarlas, otra vez vemos la sexualización de la inermidad y
el ejercicio del poder. Pero no lo reconoce en sí mismo. Lo tremendo es
desplazado y depositado en ella. El mismo hace un intento de rectificación
poniendo el énfasis en la belleza cuando dice: “Bah...tremendas...son muy
lindas”.
“Ahora que las mujeres se
liberaron uno no tiene necesidad de ir y pagar. Te ahorrás el costo”.
Este joven ironiza sobre el rol
de la joven que se avenga a mantener relaciones sexuales, y en general sobre la
liberación sexual de las mujeres: es mal visto que ellas elijan libremente
acerca de su comportamiento sexual, porque de esa manera, ellos pierden el
control, y muchos hombres no toleran esa pérdida, pues no accedieron a una
independencia interna tal que les permita relaciones de paridad y confianza.
Nuevamente vemos como se equipara a las mujeres liberadas del control masculino
con “putas”, en este caso, que no les cobran. Por lo tanto la libertad sexual
de las mujeres es entendida e implementada por estos varones como la ventaja
que ellos tienen ahora para acceder a tener relaciones sexuales, y por lo
tanto, las consideran sólo aptas para actos sexuales casuales, pero con la
connotación de desechables. Es otra instancia de control y dominio.
Pero en todos los casos, aún
cuando un prostituidor-“cliente” necesita alguien que lo mire en su acto de
bestialismo, exige un ser humano, él sabe que no es una cosa, pero su goce,
precisamente, consiste en rebajarla a una condición de uso, la trata como
objeto, pero espera y exige que ella como persona ponga la mente y el cuerpo a
su servicio; necesita de su sensibilidad para satisfacer su goce, es decir, su
destructividad; y la necesita además como testigo de su acto. Trata a las
personas, sabiendo que son personas, como si no lo fueran, denigra a la mujer
sabiendo que realiza actos humillantes, ese acto denigratorio le produce
placer, el acto mismo de destruirla como sujeto.
A veces buscan mujeres por su
belleza o por su educación. Estos casos evidencian muy claramente que valoran a
la mujer como botín, y lo que ellas representan, pero el nexo es emblemático,
pues ella significa para él, que si la “tiene”, participa ilusoriamente de las
características de ella.
Este lugar desde el cual se puede
acceder a la degradación del otro produce la degradación del varón en cuestión
como sujeto mismo[5], por eso la existencia de la prostitución, y en este momento,
su expansión, tiene graves efectos en la cultura y la sociedad.
Es necesario advertir sobre las
consecuencias que tienen estos comportamientos en las mujeres prostituidas[6].
En muchos casos, estas consecuencias son comparables a las de las personas que
han sufrido tortura física y psíquica, llegando al suicidio, o a ser víctimas
de asesinato por parte de los proxenetas y prostituidores-“clientes”.
Además de los casos de
prostituidores-“clientes” que torturan mujeres en situación de prostitución en
formas difíciles de imaginar, en todos los casos, se da el proceso de
desubjetivización, lo que dos mujeres en prostitución describen así: “Los
clientes a veces te tratan bien, pero siempre te dan a entender que vos sos lo
que sos, nunca vas a ser otra cosa”, “Te sentís basura, ellos te dejan su
mierda adentro”, esto es considerado por Lacan el peor lugar: ser objeto del
goce del otro. El o la proxeneta han manipulado a la joven reclutada para que
ilusione estar en el lugar de “la piola”, mientras ocupa el lugar de resto para
ellos, para los clientes y para la mayor parte de la sociedad. Ellas viven esa
dualidad, mediante un proceso de renegación, intentando sostener la ilusión, y
cuando logran integrarse internamente y desilusionarse, lo expresan así: “Las
gilas somos nosotras”.
Se viene incrementado la
exigencia de los prostituidores-“clientes” a los proxenetas, de requerir
mujeres cada vez menores, hasta niñas y niños pequeños, y la falta de límites
ha ido más allá del horror: hay varones que solicitan y obtienen bebés para abusarlos
sexualmente. En estos casos, está más claro que no cuenta la atracción sexual
hacia los niños como tales, sino el goce que les produce la inermidad, la
inocencia, el sufrimiento del sujeto, y el poder que ejercen sobre las
criaturas victimizadas por ellos, que ni siquiera saben qué está sucediendo.
Débora Arango Pérez |
Dice una mujer en
prostitución[7]: “No hay diferencia entre la prostituta de lujo y las de la
calle: los golpes son los mismos golpes, las quemaduras son las mismas
quemaduras.” Y otra mujer prostituida en el más alto nivel social y económico
dice lo mismo de otro modo: “En esto... límites no hay”.
Encuentro como explicación la
exploración perversa, sin límites, del otro (contando con la impunidad que se
le confiere), y el deseo de dañar, de herir, y de vejar la inocencia. No existe
en tal falta de límites sino la comprobación de un poder. No hay ley psíquica y
no hay peligro desde la ley social para esta destrucción, por lo tanto, la
sociedad no la procesa, la reproduce, y la depredación de los más débiles no
tiene freno.
Desde el psicoanálisis, las
mujeres sometidas a la situación de prostitución, estarían ubicadas para Lacan,
en el lugar de objeto, no en el lugar de objeto de deseo, sino en lugar de
objeto de goce sádico.
En el interjuego permanente entre
la sociedad y el individuo, entiendo que la prostitución, como las guerras,
pueden verse como una forma social de la pulsión de muerte. Y podemos
preguntarnos, desde la teoría freudiana: ¿Es la prostitución una forma
degradada de la pulsión de muerte? ¿Es el “patio de atrás” de la sexualidad?
En el mundo anualmente alrededor
de cuatro millones de mujeres y niñas son ingresadas a la prostitución. En
Argentina cientos de ellas son secuestradas y desaparecidas por las redes de
proxenetas, y muchas han sido y están siendo asesinadas.
Como expresaron los jueces del
Juicio de Nürenberg sobre los crímenes de lesa humanidad, no se trata de
problemas individuales, sino de un sistema que los produce.
Forman parte de la campaña “Ni
una mujer más víctima de las redes de prostitución”, grupos de mujeres, y entre
ellos la “Asociación de Mujeres Argentinas por los Derechos Humanos”, AMMAR
Capital. Son mujeres en situación de prostitución que sostienen que la
prostitución no es un trabajo sino una situación de la que intentan salir, y
trabajan para lograr su propia liberación de esta práctica. Se definen como
mujeres desocupadas, y reclaman del Estado educación, capacitación, trabajo
genuino y salud, y el cumplimiento de los Tratados Internacionales de Derechos
Humanos.
Estamos trabajando para rescatar
la integridad psíquica, física, y la integración social de las mujeres todas
como sujetos plenos de derecho.
Magdalena González
Notas
[1] New
Larousse Encyclopedy of Mithology. Hamlin, Londres.
[2] Tito Livio, Historia de Roma,
Madrid, SPES, p. 39.
[3] “Alienación en las
perversiones”, Nueva visión, 1987.
[4] Investigación de Imaginario
Social realizada con técnica de Grupos Motivacionales.
[5] Freud, S., La degradación de
la sexualidad, Obras Completas.
[6] “La Otra Tortura”. Magdalena
González, Pág.12, Psicología, Jun 2005.
[7] Integrante de AMMAR-Cap.
“Asociación Argentina de Mujeres por los Derechos Humanos.”
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