De cómo se oculta un elefante tras una flor… La RedTraSex,
el proxenetismo y las ambigüedades del lenguaje
POR · 11/11/2017
Como la sociedad tiene
la “sospecha” de que la prostitución no es un trabajo socialmente aceptable,
porque atenta contra la lucha de las mujeres por su liberación, a ese
personaje, al capitalista, se lo denomina, como corresponde, de modo
despectivo: proxeneta, cafisho, fiolo, etc. La RedTraSex y AMMAR llaman trabajo
autónomo a la explotación sexual de las mujeres.
Rosana López Rodriguez
Trece Rosas
AMMAR juega constantemente con el secretismo y la ambigüedad
del lenguaje al solo efecto de que no se sepa públicamente lo que realmente
quiere. “No somos del Estado”, “ni regulacionismo ni abolicionismo”, “respeto a
los derechos laborales”, etc., etc. En privado, las “compañeras” no se privan,
sin embargo, de decir lo que piensan y de negociar, a espaldas de la sociedad,
con los diferentes bloques de diputados y senadores para imponer por ley la
regulación del trabajo sexual, proxeneta incluido. Se dicen ajenas al
“regulacionismo”, pero reivindican los modelos “uruguayo” y “neocelandés”.1 Su
“nuevo” proyecto es mantenido oculto y solo se ofrece a cuentagotas a público
seleccionado, es decir, afín. Esa es la estrategia: que nadie sepa de dónde
viene el ataque hasta que reciba el golpe en la mandíbula.
Esta estrategia es la recomendada, como vimos, por las
agencias internacionales proxenetas. No obstante, tarde o temprano tienen que
decir la verdad. Obviamente, otra vez, camuflada en las ambigüedades del
lenguaje. La palma, en este sentido, se la lleva un cuadro sinóptico muy
ilustrativo que puede encontrarse en la página de la RedTraSex, que queriendo
ocultar la realidad, termina mostrándola. En efecto, el nudo de la estrategia
de la ambigüedad, creada para no enfrentar de golpe una oposición compacta sino
para irla fragmentado y dividiendo, es la expresión “trabajo autónomo”.
Ambas palabritas están orladas por el prestigio de dos
tradiciones políticas diferentes, el socialismo y el liberalismo. Por la
primera, se perturba al público de izquierda: “¿cómo vas a estar en contra de
las trabajadoras?” Por la segunda, atrae el apoyo inmediato de la burguesía
liberal: “cada uno tiene derecho a hacer lo que quiere”. De ese cóctel
ideológico explosivo, dejamos para el futuro el análisis de la prostitución
como “trabajo” y nos concentraremos aquí en la cuestión de la “autonomía”, sin
profundizar demasiado en todas las consecuencias filosóficas y las
contradicciones que acarrea, para el feminismo y para cualquier política de
liberación humana, un uso liviano de un concepto como ése.
El Diccionario de la Real Academia Española define
“autonomía” de una manera, no podría ser otra, que da lugar a lecturas
divergentes. Enumerando una serie de usos concretos, en la segunda acepción de
la palabra, el DRAE la define como “Condición de quien, para ciertas cosas,
no depende de nadie”. Pero cuando habla,
más abajo de “autonomía de la voluntad”, señala: “Capacidad de los sujetos de
derecho para establecer reglas de conducta para sí mismos y en sus relaciones
con los demás dentro de los límites que la ley señala”. Veamos cómo define
“autónomo” el “trabajo” de las prostitutas la RedTraSex, es decir, AMMAR:
El trabajo sexual “autónomo” está definido como aquel que afecta
a quien está en condiciones de elegir, porque no es menor de edad, ha hecho uso
de esa posibilidad, porque no ejerce la prostitución contra su voluntad y no se
encuentra en un espacio de trabajo insalubre, no le retienen un porcentaje
elevado de sus ingresos ni se la obliga a trabajar demasiadas horas. Nótese que
las especificaciones son lo suficientemente vagas como para que cualquier
definición de “explotación laboral” sea discutible: ¿qué es “un porcentaje alto
de sus ingresos” y a partir de qué patrón de medida se establece?; ¿cuántas son
“demasiadas horas”?; ¿qué sería, exactamente “insalubre”? Pero este no es el
fondo del problema.
Esta maniobra gira toda en torno de la “autonomía” como
ejercicio de la “voluntad”, no como la de quien “para ciertas cosas, no depende
de nadie”. En esta última expresión es que se basa la normativa legal sobre
“trabajo autónomo”. El “autónomo” es el que no trabaja bajo patrón. En la
definición de la RedTraSex, “autónoma” es la prostituta que trabaja para un
patrón “bueno”.
En efecto, esta maniobra ha transformado la categoría
“explotación”, que es una categoría técnica de la economía, que explica el
funcionamiento del proceso de producción capitalista, en una categoría moral
burguesa. En lugar de decir “trabajo producido en relaciones capitalistas, es
decir, que consiste en la apropiación de plusvalía, valor enajenado al
productor directo como consecuencia de la relación de dependencia de este
último a raíz de la carencia de medios de producción y de vida”, la RedTraSex
define la explotación a la manera burguesa, como simple “abuso”. Con esta
maniobra, la central proxeneta ha hecho desaparecer al capitalista,
dividiéndolo en dos personificaciones distintas: el que somete a sus
prostitutas a un trabajo insalubre, largas jornadas y por poca plata, desde
ahora “el malo”, y el que hace lo contrario, es decir, “el bueno”.
No hay capitalistas buenos y malos. Hay capitalistas. En el
mundo de la prostitución, el trabajo asalariado, subordinado, en buenas o malas
condiciones, supone la presencia de un patrón, un capitalista. Como la sociedad
tiene la “sospecha” de que la prostitución no es un trabajo socialmente
aceptable, porque atenta contra la lucha de las mujeres por su liberación, a
ese personaje, al capitalista, se lo denomina, como corresponde, de modo
despectivo: proxeneta, cafisho, fiolo, etc. La RedTraSex y AMMAR llaman trabajo
autónomo a la explotación sexual de las mujeres.
Es cierto que las normas legales se han estirado para hacer
aparecer como autónomo a personal “en relación de dependencia”, por la vía de
la ficción del “contrato”. El “contratado” es obligado a “renovar” su precaria
situación año a año, forma en la que su patrón se saca de encima todas las
obligaciones que devienen de tener personal asalariado. Con el asunto de la
“autonomía de la voluntad”, la RedTraSex, no solo defiende al proxeneta
“bueno”, sino que va a hacerle más fácil todavía la vida al “malo”,
escondiéndolo detrás de los “terceros involucrados”. El proyecto de AMMAR
defiende a todos aquellos involucrados en el hecho de la prostitución como
“terceras” partes que no están ligadas al acto en sí: la que recibe las
llamadas, la que limpia y lava las sábanas, el dueño del hotel alojamiento,
etc. Obviamente, un prostíbulo entero manejado “a contrato”, con mujeres
“sujetos de derecho” que optan “voluntariamente” por prostituirse y que
simplemente “alquilan” cuartos o comparten “telefonista”, ni siquiera entra
dentro de la definición de trabajo autónomo “bueno”, porque, al no tener
patrón, ellas eligen, finalmente, si quieren o no las condiciones en las que
libremente entraron. Más perverso, imposible. Finalmente, era cierto: se puede
esconder un elefante tras una flor.
NOTAS
1LatFem: “Ni regulacionismo ni abolicionismo: reconocimiento
de derechos laborales”, 1º de noviembre de 2017, en latfem.org.
Fuente
http://razonyrevolucion.org/de-como-se-oculta-un-elefante-tras-una-flor-la-redtrasex-el-proxenetismo-y-las-ambiguedades-del-lenguaje/