Saïd Bouhama, L’homme en
question, le processus du devenir-client de la prostitution,
mouvement du Nid/IFAR, sept. 2004.
EL HOMBRE EN CUESTION,
EL PROCESO DEL DEVENIR CLIENTE DE LA PROSTITUCION
RESUMEN
L’homme en question, le processus
du devenir-client de la prostitution, presenta las conclusiones de una
investigación sociológica coordinada por el sociólogo francés Saïd Bouhama del
IFAR (Instituto de formación, accion, investigación) con ayuda de militantes
del movimiento del “Nid”, una asociación francesa que lucha contra la
prostitución (www.mouvementdunid.org). Su punto de partida fue la voluntad de
romper el profundo silencio que, a pesar de numerosas y apasionadas discusiones
sobre el tema de la prostitución, se mantiene generalmente respecto a la cuestión
de los clientes. De hecho, a menudo sólo se debate sobre la oferta de
prostitución y sobre su regulación (abolicionismo versus partisanos de la
legalización, problema de la trata de personas etc.), dejando en las sombras el
papel esencial jugado por el consumidor de la prostitución. Este enfoque no
puede llegar a explicar de modo satisfactorio el fenómeno de la prostitución,
cuya plena comprensión depende, como todo hecho social, de la comprensión de
todas las interacciones entre todos los actores implicados. Así, para quien
pretende actuar en este campo, es menester prestar atención a la delicada
cuestión de los clientes.
METODOLOGIA Y POSICIONAMENTO CIENTIFICO E IDEOLOGICO
El informe se basa sobre 63
entrevistas semi-directivas realizadas con clientes reclutados por medio de
anuncios en el periódico. El tipo de estudio y el tamaño de la muestra no
permiten pretender un análisis cuantitativo del fenómeno sino más bien un
análisis cualitativo. Es decir que se busca primero comprender el hecho sin pretender
aún cuantificar los resultados en
términos estadísticos.
La tesis central del informe es
que el clientelismo es una relación de dominación fruto de determinantes
sociales y, por lo tanto, no es algo “natural” o “un mal necesario”, sino una
realidad histórica que se puede
cambiar.
El análisis tiene como objetivo
la verificación o rechazo de cuatro hipótesis principales, que proceden de y
precisan esta afirmación inicial:
- Hipótesis 1: el proceso
de clientelismo revela un modelo de
sexualidad producto y productor de dominación entre los sexos, que funciona
a partir de una doble reducción;
reducción del sexo al solo acto físico y reducción de la relación al solo placer masculino. Eso implica la
deshumanización del otro, su reducción a un objeto, una mercancía, un servicio.
- Hipótesis 2: el proceso se pone en marcha a partir de
momentos precisos: escolarización primaria, descubrimiento de la
sexualidad, primeras experiencias sexuales, decepciones sentimentales, momentos
de soledad, perturbación de la identidad… Que se haya puesto en marcha el
proceso no significa siempre la entrada en la prostitución sino la
interiorización de las condiciones de posibilidad de esta.
- Hipótesis 3: el clientelismo se auto-alimenta;
producido por un cierto tipo de relación con las mujeres, es también productor
de perturbación en estas mismas relaciones.
- Hipótesis 4: el
clientelismo contemporáneo es también producto de una postura de irresponsabilidad en la relación con el otro, hecha posible
por la cosificación.
Refleja la mercantilización de
nuevas esferas, más intimas, de la vida social.
Por fin, cabe precisar que el
propósito de este análisis está orientado hacia la acción, con el fin de
fundamentar teóricamente y orientar futuras acciones de prevención del
clientelismo. La perspectiva “ideológica” que se encuentra en filigrana en el
informe es original. No se inscribe en una perspectiva de regulación, porque
aceptar la prostitución sería aceptar el modelo de reducción y dominación de la
mujer que revela. También rechaza el concepto de “servicio sexual”,
argumentando que eso necesitaría para ser justificable que existiese una
exterioridad entre la persona que ofrece el servicio y este servicio – lo que
es imposible en el caso de la prostitución. Tampoco se adhiere a la perspectiva
abolicionista y moralista que denuncia una liberalización excesiva de las
costumbres.
Tomando el problema “de raíz”, el
autor del informe basa más bien su propia denuncia de la prostitución sobre la
condenación del modelo de dominación que implica tal práctica. Para él, el
problema reside en el imaginario
alienante del sexo y de las relaciones entre géneros producido por la sociedad.
La prostitución, no revela entonces ni una “sociedad del tabú” como pretenden
los regulacionistas, ni un exceso de liberalización, como afirman los
moralistas, sino que es sintomática de fallos en el aprendizaje de la
sexualidad y de las relaciones entre sexos, consecuencia de la monopolización
por el sector mercantil – mediante, en grande parte, los productos pornográficos
– de un espacio dejado libre por los servicios públicos y los padres, y es en
este nivel que, según él, se debe actuar.
Corredores TC. fuente diario La Capital |
ANALISIS DE LOS RESULTADOS
El análisis de las entrevistas se
organiza según tres ejes principales: (1) las secuencias del devenir cliente,
(2) los actores y contexto del clientelismo y (3) las lógicas arguméntales
desarrolladas por los entrevistados para explicar o justificar su práctica.
1) Las secuencias del devenir cliente
Esta parte del análisis se
interesa sobre todo a los episodios de encuentro con las mujeres, con la
sexualidad y con el clientelismo a partir del testigo de cada uno y de las
relaciones que hacen espontáneamente los clientes entre diferentes aspectos de
su vida y su clientelismo. Las diferentes observaciones permiten al autor de
realizar una tipología de los clientes, según una serie de perfiles-tipos que,
por supuesto, pueden encontrarse juntos en un mismo cliente.
La mayoría de los clientes
relacionan su clientelismo con su infancia
y adolescencia. Estas se caracterizan a menudo por carencias afectivas,
complejos, deseo de normalidad y ausencia de confianza sí mismo que a menudo
dificulta o impide relaciones con las mujeres. Eso por supuesto no constituye
un factor suficiente para entrar en la prostitución pero puede ser uno de los
elementos del devenir cliente. La timidez es igualmente presentada por más de
80% de los clientes como una de las causas de su clientelismo. Una minoría de
los clientes incluso parece renunciar a tener relaciones “normales” con las
mujeres, utilizando la prostitución como sustituto a una verdadera relación. Ya
que la prostituta está “ofrecida” – según las palabras de un cliente (p.43,
E53) – resulta más fácil ir hacia ella. El autor califica de “aislados afectivos y sexuales” a este
tipo de clientes quienes compran sexo esperando en realidad una relación
afectiva que no logran conseguir de otra manera.
Testimonio cliente: « Estoy solo. Hace 17 anos que estoy solo (…).
He vivido una vida muy solitaria y sé que no puedo imaginarme tener éxito en
construir relaciones sociales de amistad. De todos modos, todo fracasa para mí,
siempre me encuentro solo al final.
Me digo que tengo relaciones con los libros,
por medio de intereses, de pasiones. Pero las relaciones con las personas son
difíciles.” (p. 37, cliente E19)
Es una categoría que representa a
una minoría pero que es muy problemática porque encuentra una utilidad social a
la prostitución: romper su aislamiento social. Además, esperan de su relación
con la prostituta que esta les tranquilice sobre su normalidad, lo que puede
conducirlos a conductas agresivas y violentas cuando este deseo paradójico no
se cumple.
El segundo elemento importante es
el discurso sobre los padres. Aunque
diferentes, las situaciones tienen como punto común ser presentadas como
determinantes del clientelismo futuro. Se puede tratar de la ausencia o
casi-ausencia de uno de los padres, de violencia, de una dependencia demasiado
fuerte respecto a la madre la madre o incluso de la práctica del clientelismo
por el padre o la prostitución de un miembro de la familia. En todos los casos,
estas circunstancias tienen consecuencias sobre la construcción por el chico de
su identidad masculina. Aquí, el autor introduce un nuevo “modelo” de
clientelismo, al que llama el clientelismo de los “desfasados de la igualdad”. De hecho, si el siglo XX ha sido
marcado por una progresiva igualdad, en los sociedades industriales, entre el
hombre y la mujer que ha dado lugar a importantes cambios de comportamiento y
de normas jurídicas, el proceso del “devenir hombre” y del “devenir mujer”, y
en particular la presentación de la “virilidad” como atributo principal del
varón, ha sido poco alterado por los progresos hacia la igualdad.
En algunas situaciones más
problemáticas (padre ausente que impide la identificación, desigualdad fuerte
entre el padre y la madre…), este ligero desfase llega a ser acentuado hasta el
punto que el hombre no es capaz de concebir una relación con una mujer
diferente de la de dominación. La igualdad es vivida como algo insoportable y
lo que se busca entonces en la prostitución es una dominación de la mujer que
no es tan fácil conseguir en otras
circunstancias.
Lo que se nota por otra parte en
la gran mayoría de los testigos (70%), es la existencia de un tabú sobre la sexualidad. La educación
sexual se hace entonces entre compañeros o amigos mediante productos
pornográficos, o incluso con la prostitución (la prostituta es considerada como
una educadora, en su calidad de “profesional del sexo”).
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Características comunes a la
prostitución y a la pornografía:
- son consumidas mayoritariamente
por hombres;
- la relación mercantil esta dominada
por el consumidor, quien compra un objeto para dominarlo según sus fantasías;
- la sumisión de la mujer a los
deseos masculinos es el modelo vehiculado;
- los dos disocian los aspectos
físicos y afectivos de la sexualidad, lo que permite la “cosificación” del
otro;
- los dos
presentan un consumidor hombre y una consumida mujer con la presentación del
placer reducido a la sola eyaculación masculina. La mujer es el objeto de una
dominación aceptada cuyo propósito no es el placer mutuo sino sólo el placer
masculino.
Cuadro Características comunes a
la prostitución y a la pornografía
Aquí, hay una diferencia entre
los clientes mayores, para quien las dificultades a entrar en relación con las
mujeres y a entenderlas y aprehenderlas como seres humanos completos tienen su
origen en una sociedad más cerrada que hoy en día, y los jóvenes, para quienes
esta dificultad se origina en una socialización especifica en la adolescencia,
esencialmente masculina (actividades “de hombre”: moto, alcohol etc.), entre
compañeros, sin muchos contactos individuales con las chicas. De este déficit
en la educación sexual deriva otro aspecto del clientelismo: “los compradores de mercancía”, quienes
tienen dificultades para considerar a la mujer de otro modo que como un objeto,
por lo menos en la relación sexual.
Las primeras experiencias y
decepciones sentimentales parecen también importantes en el proceso de devenir
cliente. Así, el primer encuentro con la
mujer es determinante: la mujer a menudo produce miedo y parece misteriosa
e inaccesible o, por lo menos, compleja y difícil de comprender. Unos clientes
pasan del romanticismo – mujer idealizada – de una primera relación al consumo
– cosificación de la mujer – después de una decepción sentimental. Para otros
cuantos, la primera experiencia de la prostitución coincide con la primera
experiencia sexual y viene del deseo de acceder a la “normalidad” masculina y
darse ánimo para afrontar relaciones futuras con otras mujeres con más
confianza. El vocabulario del miedo y de la “valentía” aparece muy a menudo en
el discurso de los clientes sobre la mujer. Así, las relaciones con las mujeres
parecen tener un valor simbólico y real muy fuerte y la prostitución resulta
entonces más segura para muchos clientes en términos de riesgo afectivo (miedo
a ser abandonado, traicionado), financiero (unos se quejan de los gastos
necesarios para “seducir” a una mujer, sin siquiera tener garantías de éxito) o
incluso conyugal (hombres casados para quienes una amante que les conoce es
mucho mas peligrosa que varias prostitutas anónimas). A este tipo de cliente,
el autor les llama “los alérgicos al
compromiso y a la responsabilidad”.
Cualquiera que sea el motivo y la
circunstancia (sólo, en grupo, con un amigo…)
las primeras experiencias de consumo de la prostitución son raramente
descritas como satisfactorias: se habla entre otros de frialdad, de
bestialidad, de vergüenza y de ridículo, de impresión de soledad en el acto
sexual (masturbación disfrazada), de tiempo cronometrado y de ausencia de
sentimientos y de caricias. La realización sexual en la prostitución parece imposible.
Cuando los clientes se declaran satisfechos, sus motivos no son el placer sino
el alivio, el sentimiento de ser normal, el volver a tener confianza en sí mismos
y el sentimiento de dominación y de poder procurado por el dinero. No obstante,
todo eso es raramente admitido frente a los compañeros, en razón de una “normalidad
viril” que crea una “obligación de placer”. Es un círculo vicioso, porque no se
derrumban así los propios mitos que dan lugar a esta “angustia de la
anormalidad” que se encuentra en muchos clientes. Esta misma angustia se
encuentra también en la relación con la pareja y puede explicar silencios acerca
de la sexualidad que intervienen en la degradación de la relación.
Testimonio cliente: «Tenia miedo de decepcionar, quizás,
también… en lugar de decir un
minuto, quizás decía a mis compañeros que duraba media hora pero era
falso (…). Tenía
ganas de hacer marcha atrás pero con los compañeros atrás que miran,
que me hubieran
visto bajar al cabo de dos minutos… pienso que es eso, el orgullo o
cosas así (…). Pienso
que alindábamos la realidad, lo pienso, estábamos todos iguales, todos
iguales. ”
(p. 59, cliente E46)
2) Actores y circunstancias del clientelismo
En esta parte, se trata de
definir el tipo de circunstancias y actores que acompañan las primeras
experiencias y las siguientes.
En cuanto a los factores humanos,
el ejército, el grupo de amigos cuando
se es joven y el medio profesional aparecen como tres grupos de pertenencia
que pueden incitar al clientelismo. Son grupos donde se expresa con suma fuerza
una “normalidad masculina” incluyendo el clientelismo y una concepción
biológica de las necesidades sexuales de los varones. Esos son lugares donde
debería trabajarse mucho más la prevención, pero el objetivo primero de la
accion debería situarse antes, en el momento de constitución del imaginario sexual,
es decir en la infancia y la adolescencia. El hecho de que la entrada en la
prostitución se haga a menudo en grupo o con la complicidad del grupo relativiza
la idea de silencio de los clientes sobre sus prácticas. El silencio es
selectivo y las reacciones de los grupos de “iguales” – e incluso a veces de
ciertos familiares – se caracterizan por la comprensión, acerca de una idea
compartida de la virilidad y de la sexualidad.
En cuanto a los factores
acompañantes, el primero que se puede destacar es el alcohol y, en una medida menos importante, las drogas ligeras.
El alcohol es utilizado para “animarse”, darse “energía” o “fuerza” y superar
las inhibiciones. El alcohol está también presentado como formando parte de un
sistema que asocia virilidad, seguridad, alcohol y relaciones con mujeres. Para
el autor, prevención del alcoholismo y prevención de la prostitución podrían ir
juntos, tratando un mismo modelo de masculinidad. Un segundo factor, evocado
por un 60% de los clientes, es la
soledad, la frecuentación de las prostitutas haciéndose más regular cuando
se trata de una soledad prolongada o incluso permanente, y más ocasional cuando
se trata de periodos de soledad entre dos relaciones “normales”. En el primer
caso, el clientelismo se puede analizar como una respuesta a la ruptura de
todos los otros lazos sociales. En el segundo, lo que hay que cuestionar es más
bien el modelo de sexualidad, que presenta como normal o soportable la
frustración femenina y no la masculina.
El dinero aparece como un factor regulador de un consumo presentado
por muchos clientes como de carácter adictivo. Los clientes parecen encerrados
en un sistema y su propia voluntad o deseo desaparece delante de una
“necesidad” incontrolada, más psíquica que física, la falta de dinero siendo el
solo freno a esta dinámica de reproducción.
El último elemento que destaca el
autor en esta parte son las representaciones que tienen los clientes de ellos
mismos. Se observa una tipología binaria de los clientes, que sirve a la vez de
justificación de su práctica: ellos no son los “morbosos”, obsesos sexuales y
con deseos inconfesables que solamente pueden poner en práctica con las
prostitutas, si no que son unos desdichados, que respetan a las mujeres y
tratan de hacer el menor daño posible – unos incluso creen que de cierto modo
“ayudan” a las prostitutas
Testimonio cliente: «Al principio fue una iniciación y después
se ha vuelto un vicio, un
vicio exactamente como alguien que se ha aficionado al juego. Le
compararía con alguien
que… pero un juego en la medida que no hay placer físico, hay algo que
sucede en la
cabeza que consiste en, no en – perdonadme la expresión – “vaciarse las
cojones” sino en
algo de intelectual que… pues, por supuesto hay el placer físico pero
hay el placer
intelectual, que puede tener no un jugador de la lotería, que es un
puro juego de azar, pero
que puede tener un jugador de póquer, que puede tener alguien que
apueste a las carreras ,
que compra los periódicos, que conoce el nombre de los caballos, los
jockey, el estado del
terreno etc. (…) Se ha vuelto una costumbre, incluso durante los quince
años durante los
cuales he estado casado. Era, diría que era casi un reflejo, casi una
obligación, como para
unos ir a misa o a las casa de apuestas a
las carreras de caballos.” (p. 94, cliente E42)
El último elemento que destaca el
autor en esta parte son las
representaciones que tienen los
clientes de ellos mismos. Se observa una tipología binaria de los
clientes, que sirve a la vez de justificación de su práctica: ellos no son los
“morbosos”, obsesos sexuales y con deseos inconfesables que solamente pueden
poner en práctica con las prostitutas, si no que son unos desdichados, que
respetan a las mujeres y tratan de hacer el menor daño posible – unos incluso
creen que de cierto modo “ayudan” a las prostitutas.
Testimonio cliente: «Mi objetivo no era irme a la cama con ellas,
era discutir. He tenido relaciones extrañas con prostitutas. Era más ayudar que
querer consumir. Y es siempre una situación ambigua, porque el consumo viene
después de la ayuda. (…) Es paradójico. Siento culpabilidad pero es así. Siento
una profunda culpabilidad por el hecho de comprar un cuerpo. No siento
culpabilidad por el hecho de ayudarles, porque el respeto que tengo por las
prostitutas y lo que hago por ellas, pienso que hay pocos clientes que lo
tienen. En cierto modo, desculpabilizo. (…) Pienso que soy un hombre joven, que
tiene la posibilidad de tener una relación con una persona del sexo femenino
sin que entre dinero en esta relación. Pero hay esta necesidad de ayudar.
Necesito ayudar a los demás. (…) Trato de hacerlas reaccionar, de hacerles entender
que eso no es vida. Les pregunto sobre su futuro, lo que quieren hacer (…).
Pero es confuso porque hay también esta necesidad física que ha sido una
espiral de la que no he podido salir” (p.100, cliente E41)
Esta tipología corresponde a otra
tipología binaria, las de las prostitutas, divididas, desde el punto de vista
de los clientes entre “obligadas” y “libres”. Para unos clientes, elegir
prostitutas que les parecen libres (a menudo, eso quiere decir prostitutas
nacionales) es una manera de liberarse de su sentimiento de culpabilidad. Otros
llegan incluso a enamorarse de prostitutas, desean salvarlas, redimirlas.
3) Lógicas arguméntales
En esta parte, el autor pone en
evidencia las lógicas arguméntales utilizadas por los clientes para explicar o
justificar su clientelismo. El tipo de argumentación se puede organizar por tipos
de cliente (cf. tipología establecida en la parte I), incluso si en realidad
varios tipos de lógica argumental se encuentran en un mismo cliente.
Para los aislados afectivos y sexuales, resaltan dos argumentos principales.
- el contacto con la mujer es más fácil dentro del marco de la
prostitución: es una situación en la que no están obligados a desvelarse.
Testimonio cliente: “Es fácil ir a ver una prostituta. La
relación se establece muy rápido.
No tienes que rendir cuentas. No tienes que
ser bueno, estar a la altura de las circunstancias, ser inteligente (…). Con
las prostitutas es más fácil porque uno sabe porqué viene y ellas saben porqué
venimos. Es una relación clara. Has dado tu dinero y estás triste. Estás triste
por supuesto, y unos días más tarde, vuelves a pensar en ello, tienes ganas de
volver, siempre buscando algo que no encontraras.” (p.107, E62)
- La prostitución permite superar (o más bien, soportar) la
decepción y el fracaso. Un cliente por ejemplo explica que frecuentó
prostitutas por primera vez para vengarse de una pareja infiel. En general,
corresponde a una perdida de confianza en sí mismo.
Para los desfasados de la igualdad, el recurrir a la prostitución viene de
un profundo recelo, e incluso a veces odio, respecto a la mujer, percibida como
“mala”, “egoísta” o “complicada”.
Eso concierne clientes solteros
pero también casados o en pareja.
Las mujeres aparecen también como
“provocadoras” (aparece en 15% de los testigos) en su forma actual de vestir y
de actuar, una provocación percibida por estos hombres como un ataque contra su
virilidad.
Testimonio cliente: “Para mi es demasiado, no puedo soportar ver
a las mujeres así, bueno… yo no entiendo. Es pura incitación. Pero, incluso
para las mujeres normales. Hay una panadera al lado de nuestra casa, pues, no
entiendo. Además, está casada, siempre lleva escotes profundos. No entiendo.
¿Pero que quiere decir? (…) ¿Quiere decir que la gente puede contactar con ella?
Dicen “No, no necesariamente”. Para ellas, es porque se encuentran mejor. Para
mi, deberían llevar cosas que provocan mucho menos. Para mí, en la cultura
occidental, de hecho es el hombre que se vuelve menos hombre y la mujer, ella
enseña para la subasta. A medida que pasa el tiempo las chicas llevan más
minifaldas, más vaqueros ceñidos, trapitos que muestran su ombligo, sus pechos,
su formas, todo. ” (p.113, E21)
Estos clientes tienen tendencia a
pensar que las evoluciones actuales de las relaciones entre hombre y mujer han
llevado a una desigualdad a favor de la mujer. La mujer es percibida como
poseedora de una fuerte ventaja en relación a sus “posibilidades sexuales”
(según ellos, ligar es más fácil para ellas), que no se encuentra matizada como
antes por una dependencia financiera. Tienen a menudo un discurso nostálgico
sobre el pasado y una actitud de miedo respecto a las evoluciones sociales, a
las cuales reprochan haber hecho salir a la mujer de su rol tradicional. En
cierto modo, se presentan como victimas de la sociedad y de las mujeres, y
justifican así su clientelismo.
Testimonio cliente: “Es que… las mujeres son complejas, y, bueno,
en las relaciones hombre-mujer, respecto a lo del dialogo, pues, encuentro que
eso se ha deteriorado mucho.
(…) Pienso que el dialogo y la comunicación
se han vuelto más difíciles, hay un malentendido. Yo lo percibo desde hace unos
diez años. Se puede decir que los hombres no saben más lo que quieren las
mujeres, tenemos dificultades para situarnos respecto a las mujeres, hay una
incomodidad. (…) Quizás las prostitutas nos ayudan a soportar a las mujeres
(risa). Porque, por lo menos, es simple, es claro, es contractual y no te compromete a nada y ya está.” (p.
168, E92)
Estos clientes llegan
inevitablemente a cosificar las mujeres, una actitud que comparten con el
siguiente tipo de clientes: los
compradores de mercancía. Esta tercera categoría de clientes presenta el
clientelismo como resultado de una sexualidad imposible en la pareja que les
conduce a separar dimensión sexual y afectiva en las relaciones con mujeres. Se
habla de decepción, de rutina, de “inexperiencia” de la pareja (por oposición
al “profesionalismo” de la prostituta), que no quiere o no sabe hacer “bien”
ciertas cosas. La relación sexual no esta pensada como el resultado de un
intercambio mutuo, sino como “saber-hacer”, prestación, capacidad profesional o
don.
Testimonio cliente: “Es decir… tener una mujer que no te da nada
en la cama. Pero que te da tantas otras cosas: una sonrisa, una comida, un
vestido bien planchado… y que no tienes ganas de separarte de ella, bueno, vas
a ver otra chica, porqué en la cama no tienes nada! Porqué sobre el 90% de las
mujeres casadas a hombres que se van de prostitutas, estoy seguro de que hay
70% de ellas que no, la chupan o nohacen cosas así. ” (p. 120, E15)
Estos clientes viven una
situación de incomprensión profunda en la pareja y hablan de una relación que a
veces no es más que una soledad disfrazada. Tienen a menudo un discurso
“esencialista”, que presenta las
sexualidades femenina y masculina como irreductiblemente diferentes y por lo
tanto irreconciliables. El deseo esta considerado como algo incontrolable y
“dado” en la natura masculina, en
lugar de presentar la capacidad de cada uno a soportar la frustración como
fruto de factores educativos y sociales.
UNICEF: “ningún tipo de imperativo
biológico impone un numero fijo de orgasmos por día, semana o año. Los
individuos pueden a veces encontrar desagradable el hecho de no experimentar el
paroxismo del placer sexual, pero el hecho de que no haya nadie para llevarles
hasta el orgasmo no constituye realmente una amenaza para su supervivencia.”
Por otra parte, la “naturaleza
femenina” esta presentada a menudo como dual: el cliente divide las mujeres en
dos grupos, aquellas a quienes “les gusta” (caracterizadas por una sexualidad
desbordante y necesidades nunca cumplidas – una imagen vehiculada, entre otros,
por las películas pornográficas) y las otras. De hecho, una representación del
sexo centrado sobre la eyaculación masculina lleva a una incomprensión de la
sexualidad femenina y puede llevar a la impresión de que la pareja queda
insensible al placer sexual, lo que aparece en el testimonio de muchos clientes
como una de las causas de su clientelismo. En los dos casos, se niega la
globalidad de la persona: unas están caracterizadas como carentes de una vida y
unos deseos sexuales, mientras que a las otras se las reduce a su sola
sexualidad. Esta representación de la mujer conduce también a menudo al miedo
de despertar, en la pareja, esta mujer insaciable y de no poder satisfacerla y,
por lo tanto, a una vida sexual mutilada, sin discusiones o expresión de los
deseos. Resulta más cómodo ir a ver las prostitutas, presentadas como cosas sin
alma, mercancías diversas que el cliente puede consumir a su antojo.
Testimonio cliente: “Te encuentras delante de un escaparate, con
productos que te apetecen, tienes ganas de probarlos todos, y después
seleccionas un poco. Y bueno, lo he probado todo: las morenas, las rubias, los
pechos gordos, los pechos pequeños, los culos gordos, los culos pequeños, las
bocas grandes. Las negras, las amarillas, todo, así, por curiosidad.”
(p.124, E34)
Finalmente, sea cual sea el
determinante (aislamiento, búsqueda de una relación sin compromiso etc.), una
de las necesidades esenciales del cliente parece ser la cosificación del otro.
Se busca una relación sexual que niegue al mismo tiempo la presencia del otro.
Testimonio cliente: “El ideal seria que no tengan alma… atención,
lo que quiero decir es, que sean muñecas con una mecánica muy sofisticada, como
se ve en las pelis americanas (…). En este caso, no habría ningún problema, no
es una alma viviente, es una máquina (p.123,E”)
Unos clientes insisten también
sobre el “gasto afectivo” y la complejidad que representa una relación amorosa
que no sea mercantil. Forman un “subgrupo” de los compradores de mercancía que
el autor llama los alérgicos al compromiso y a la responsabilidad. Pueden ser
casados o solteros. En el primer caso, dicen preferir a menudo ir con las
prostitutas que tener una amante, considerando que, haciendo lo primero, no
engañan realmente a su mujer.
Además, así el riesgo de ser
descubiertos es menor que con una mujer fija y que podría exigirles cosas.
Testimonio cliente: “No, no es engañar a su mujer. Son cosas
compartimentadas. No es para nada el mismo tipo de relación, es mucho más
carnal con una prostituta, no es una relación donde hay afectividad,
estabilidad de sentimientos y una problemática amorosa, es el acto por el acto
(…). Pienso que hay una separación, es compartimentado.” (p.171, E92)
En el segundo, diversas
justificaciones son presentadas según los clientes: miedo al compromiso
afectivo después de una relación difícil, no querer fundar un nuevo hogar, un ritmo
de vida (viajes, exigencias profesionales…) que no permite el compromiso, madre
posesiva que pone trabas a las relaciones (la prostitución es así una manera de
evitar elegir entre la relación con la madre y la relación con una mujer), etc.
Testigo cliente: “Porque una mujer en casa, te cuesta tanto como una prostituta y no
estas seguro de obtener lo que quieres. Entonces, mejor ir a ver las
prostitutas de vez en cuando, estas seguro que tendrás todo lo que quieres y
además te cuesta tan caro como una ama de casa.” (p.126, E15)
Por ultimo, una minoría no
despreciable (24%) de los clientes entrevistados presenta su práctica como
“compulsiva”, comparando el clientelismo a una adicción a la droga. Este
sistema es un círculo vicioso que contribuye a aislarles cada vez más de
relaciones “normales” con las mujeres.
Testimonio cliente: “Me digo a veces que tengo ganas de dejarlo
pero yo… yo no sé si podré (…). Tengo ganas de dejarlo porque a veces no me
siento libre. Lo hago porque lo necesito, lo necesito, tengo una necesidad
física. Pero me siento forzado. Es como el cigarrillo, eso es. Fumaba antes y
un día he tratado dejarlo solo. No pude. ” (p.128, E12)
Por eso, condenan la prohibición
y se reprocha a los poderes públicos no entender esta dependencia involuntaria
que sufren los clientes. De hecho, casi todos los clientes (96,8 %)
interrogados se pronuncian en contra de la prohibición. Justifican su posición
recurriendo a la distinción entre prostitución libre y forzada. La
regularización permitiría eliminar la última y dar derechos a las
profesionales, reprimiendo las redes y los proxenetas.
CONCLUSION/RECOMENDACIONES
El carácter cualitativo del
estudio invita a la prudencia a la hora de sacar conclusiones generales del
análisis. No obstante, examinando la muestra de clientes entrevistados, ya se
pueden derrumbar algunos “mitos” en cuanto al “cliente tipo” de la
prostitución. Los clientes pertenecen a todas las clases sociales, todas las
edades y son tanto solteros como hombres casados o divorciados, padres o no.
Existe una ligera sobrerepresentación de ejecutivos, que puede ser debida al
factor del dinero o también a la técnica de muestreo (mayor facilidad de esta
categoría socio-profesional a expresarse y ofrecerse como testigo). Por lo
tanto, se puede decir que el cliente no es un ser diferente sino que es
representativo de la sociedad a la cual pertenece. Eso invita a concluir que el clientelismo es en efecto un resultado
social, que hay que atender como tal, y no una tara individual que seria
suficiente “curar” o “reprimir”.
Para el autor del informe, no
todos los hombres son clientes, pero muchos podrían convertirse en clientes.
Respecto a la regularidad, el
informe destaca sobre la muestra una mayoría (casi 70%) de clientes
ocasionales, la práctica siendo a veces circunscrita a o sensiblemente más
regular en momentos precisos (viajes profesionales, vacaciones…). Estos datos,
si no se pueden generalizar, pueden no obstante dar ideas en cuanto a hacia
donde orientar las acciones preventivas.
En este respecto, el autor del
informe propone algunas pistas de prevención:
- Prevenir actuando sobre la socialización por géneros, inscribiendo
la educación sexual como uno de los deberes de la escuela, a todos los niveles.
- Organizar de manera regular campañas de prevención para el público,
ya que el clientelismo se produce y se reproduce por varios actores y una
multitud de canales (padres, amigos, colegas, esposa, mensajes televisuales…).
Comporta una dimensión sistémica, que implica a todos los actores sociales, y una
dimensión directa, implicando el entorno del cliente.
- Formar personas capaces de intervenir en la prevención del clientelismo
a partir de estudios detallados sobre el tema.
- Romper el silencio público respecto al clientelismo
- Ofrecer a los clientes la posibilidad de ser escuchados: en efecto,
el número de personas que respondieron a los anuncios para la encuesta y el
tiempo que durado las entrevistas, con momentos frecuentes de emoción, indican
por parte de los clientes una necesidad de ser escuchados, que podría ser el
primer paso hacia una salida acompañada del clientelismo. No se han encontrado
clientes felices, sino personas que tratan de subsanar con la prostitución un
vacío afectivo y sexual, sin encontrar tampoco una real satisfacción en el clientelismo.
- Interrogarse sobre los efectos de la pornografía sobre los imaginarios
sexuales: la pornografía fue evocada a menudo por los clientes, ya sea como
un medio de descubrimiento de la sexualidad, como una práctica acompañando el
clientelismo o una secuencia del devenir cliente (primer paso antes de empezar
el clientelismo). Parece entonces necesario profundizar el conocimiento que
tenemos sobre las imágenes pornográficas, los modelos que vehiculan y sus
consecuencias.
Las imágenes han sido agregadas por mí,
no aparecen en el texto original.
La mayoría han sido tomadas desde la web,
si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo
a alberto.b.ilieff@gmail.com y serán
retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.
En este blog las representaciones son
afiches, pinturas, dibujos, no se publican fotografías de las personas en prostitución
para no revictimizarlas; salvo en los casos en que se trate de documentos
históricos.
Se puede disponer de las notas publicadas siempre y
cuando se cite al autor/a y la fuente.