miércoles, 28 de noviembre de 2012

Salud, trabajo y prostitución por Leonor Nuñez



Salud, trabajo y prostitución.


Ponencia presentada en el Foro Internacional de Mujeres Contra la Corrupción
“Los derechos de las mujeres y la corrupción” Del 31-10 al 2-11-2002
Centro Cultural San Martín - Bs. As. – Argentina
Tema: Derechos sexuales de las mujeres
Leonor Nuñez
Autora: Leonor E. G. Núñez- Psicóloga-U.B.A.

Introducción:

“Lo concreto es la síntesis de múltiples determinaciones”.
C. Marx.

“La psicología y los psicoanalistas que se desentienden de la
realidad histórica...trabajan sobre abstracciones”.
León Rozitchner.

Desde el campo de la salud y el trabajo investigo la problemática social de la prostitución con metodologías cualitativas. Trabajo con datos obtenidos a partir de observaciones y testimonios de: niñas y niños involucrados en la actividad; mujeres y hombres en situación de prostitución y/o con funciones de encargados de grupos y/o locales, familiares, amig@s, conmpañer@s de estudio, sus parejas (hetero u homosexuales en situación de prostitución, incluídos matrimonios con hijos). También considero en primer lugar: la información aportada por integrantes de equipos de salud y educación (pediatras, psicólog@s -en particular investigadores-, trabajadores sociales, psiquiatras, especialistas en infecciones de transmisión sexual -dermatólogos, infectólogos e inmunólogos- personal de enfermería y docentes). En segundo lugar: activistas, operadores sociales, religios@s, legisladores, jueces y otros funcionarios públicos, telefonistas y recepcionistas de hoteles de alta calificación y eventualmente informantes clave. He utilizado las siguientes metodologías de abordaje: entrevistas individuales de asesoramiento o de psicoterapia, grupos focalizados y/o de reflexión, talleres de capacitación para la prevención y atención de consultas telefónicas. Con la amplia diversidad de fuentes intento corresponder, a la alta complejidad de la problemática social de la prostitución y al directamente proporcional nivel de prejuicios y perjuicios que afectan a las personas involucradas.

Muchos años he dejado decantar los datos reunidos (notas de campo propias, recortes periodísticos, ensayos, investigaciones de otr@s autores y obras literarias). Sin embargo, aun persisten con gran nitidez el recuerdo de dos escenas que, más tarde, me estimularon a sistematizar las observaciones , los registros y la elaboración de hipótesis de trabajo sobre una amplia constelación de aspectos que condicionan y/o determinan las distintas modalidades de la prostitución.

En aquel entonces no existían, como en el presente: tan particulares condiciones geoeconómico-políticas. Como la denominada “globalización de la hegemonía de mercado”, determinante por ejemplo, de la facilitación (por ciertos desarrollos tecnológicos y por la inclusión estructural de la prostitución en las industrias del espectáculo y el turismo) de la promoción, el reclutamiento y la trata de personas para la prostitución. Tampoco existía, el consenso social de su naturalización, como si fuera un trabajo y un sector comercial más (excelentes dispositivos encubridores y justificadores de los efectos dañinos de la prostitución).
Menos aun, su actual e inusitado incremento, su omnipresencia mediática; y el cada día más frecuente y atroz involucramiento de la niñez (1).
Las situaciones a las que haré referencia (2), ocurrieron en los comienzos de la década del 60’. En relación a la época quiero recordar en primer lugar, que si bien en los equipos de salud podían existir sólidos basamentos éticos, los desarrollos del marco ideológico-teórico-técnico de los derechos humanos específicos, sólo eran incipientes.
En segundo lugar, personalmente no tenía en aquel entonces, un particular interés en abordar la problemática de la prostitución.

Moulin Rouge. Tania Hernandez

Sin embargo, para mi sorpresa, ésta problemática social irrumpió con toda su complejidad mientras trabajaba en educación para la salud, tanto en programas de materno-infancia como de lucha antirrábica[LN1] .

Primera escena: Corría el año 1961. Un pediatra, una enfermera, una estudiante de sociología y otra de medicina (opté por psicología varios años después) inaugurábamos en San Martín, Pvcia. de Buenos Aires el Centro de Salud Infantil N° 5 en el Htal. Diego Thompson. Eran muy frecuentes los casos de niñ@s afectad@s por desnutrición, distrofia y tuberculosis. Nuestro objetivo era la detección y el monitoreo del cuidado de la salud de 100 niñ@s desde el nacimiento hasta el año de edad. Se proveía gratuitamente vacunas, medicamentos y, de ser necesaria, la leche adecuada a cada lactante. Una tarde recorría una villa –sin red cloacal y con agua de pozo- de emergencia, como se denominaban entonces, en medio del barro poceado. Visitaba una de las casillas de cartón, chapas, madera y tela. El mobiliario consistía en una cama de una plaza, mesita, ropero de un cuerpo y dos sillas. Me recibe una niña de unos 8 años: “Mamá no está”, dice. “Trabaja?”, le pregunto. “Sí, recibe hombres, pero hoy no”.

Segunda escena: Año 1964. Escuela primaria de Isla Maciel, Avellaneda:
alumn@s y docentes participan en una actividad para la prevención de la rabia humana y animal. Pregunto si alguien ha sido mordid@ alguna vez por un perro. Un niño afirma que conocen a una compañera que fue mordida por un perro pero, ya no asiste a clase “porque ahora anda con la pollerita corta”. A su risa, que tuvo el eco de sus compañeras y compañeros, siguieron algunos detalles más.
Una década después, pude comprobar una de las formas de corrupción más organizada y afianzada en nuestro medio: la confianza vecinal generada por nuestro trabajo comunitario de prevención de la rabia, derivó por entonces, en un inesperado e insólito descubrimiento. Vecinos de Isla Maciel nos demandaron ayuda para enfrentar la proliferación de prostíbulos, los que contaban con manifiesta protección policial.
No obstante, pese a nuestras gestiones solidarias para con los vecinos, lo único que logramos fue entender que; justamente la cadena de interesados apoyos policiales a dichos prostíbulos llegaban, por lo menos, hasta las más altas autoridades del gobierno de la Provincia de Buenos Aires de entonces.

En ésta primera impronta es notable cómo ya podía leerse el anudamiento de aspectos sólo aparentemente inconexos: además de la salud, el trabajo y la prostitución, los estereotipos de los géneros mujer y varón, la vulnerabilidad de las niñas y la corrupción de algunos funcionarios públicos, entre otros.
A la distancia creo que aquella niña y aquel niño, sin saberlo, me estimularon a asumir un compromiso solidario para con las personas directamente o indirectamente prostituídas, y a construir un modelo de investigación-acción que articulara la asistencia, la prevención y la acción comunitaria.

Pero fue recién en 1989, cuando tuve la oportunidad de comenzar a plantear la problemática social de la prostitución como parte de una curricula de capacitación. Así, la incluí en los contenidos de los Seminarios-Taller de capacitación sobre VIH/SIDA para equipos de salud y educación que diseñé, coordiné y dicté en colaboración con otr@s profesionales desde la Facultad de Psicología de la UBA y el Primer Programa Nacional sobre VIH/SIDA del Ministerio de Salud de la Nación (3).
Quiero señalar que si bien, el evitar ceñirme a posibles imposiciones de agencias financiadoras generó por un lado el gran obstáculo de la escasez de recursos materiales, creo que por otro me posibilitó sostener la imprescindible autonomía de criterio que, a mi juicio, ésta temática requiere.

En ésta presentación intentaré desplegar y discutir diversas argumentaciones contemporáneas que coadyuvan, por ingenuidad o interés, a naturalizar a la salud como mercancía, al trabajo como un privilegio de pocos o término legitimador de actividades perjudiciales para las personas y para la sociedad, y a la prostitución como si fuera una actividad socialmente valiosa, individualmente saludable, políticamente correcta y económicamente imprescindible.
Postularé que:
1) la persistencia en éste statu quo necesariamente conlleva a la desmentida de los derechos sexuales de todas las mujeres.
2) se deben defender la salud y el trabajo en sentido estricto y prevenir la prostitución y la trata de personas, tanto como su promoción y el reclutamiento.

Tergiversación de argumentos y de fines
En los últimos años en relación a la salud, al trabajo y a la prostitución se vienen desplegando argumentos que muestran cada vez un mayor refinamiento encubridor de tergiversaciones de sentidos y de hechos. No obstante, es posible demostrar que tales deformaciones de situaciones y tramas argumentales, transitan permanentemente por la ingenuidad, la demagogia o la coacción utilitaria.
Si bien los peligros de llevarse por delante a las palabras vienen siendo señalados desde tiempos remotos, en relación a la problemática social de la prostitución en ciertos ámbitos, aun académicos se observa con frecuencia una tendencia a la trivialización y tergiversación. Creo reconocer en ésta actitud, a una de las consecuencias del miedo pánico a asumir posiciones que podrían ser consideradas políticamente incorrectas, desde sectores supuestamente progresistas o desde lo instituído por las agencias de financiación.
Es curioso, pero ésto ocurre justamente cuando la suerte del que podría ser denominado “experimento macro” (y marco de la posición que creo necesario revisar), el llamado “pensamiento único”, está echada. “Pensamiento único” que fuera caracterizado por I. Ramonet en Le Monde diplomatique de enero de 1995 como: “El único autorizado por una invisible y omnipresente policía de opinión”’iió. Si bien, en el momento de su auge toda crítica al modelo económico de hegemonía de mercado, era descalificada hasta con crueldad, por éstos días, ya comienza a anunciarse su final.

Intento estimular el debate. Pero un debate que revalorice la reflexión crítica al punto de lograr deconstruir antiguos prejuicios y nuevas naturalizaciones.
Con ésta ola de dar por aceptado lo que es, primero se tiende a “ceder en las palabras”; y después, como decía S. Freud, “ya se sabe”...
Durante el régimen nazi se llegó al paroxismo de la estrategia que en la década del 70´ P. Bourdieu y J. Passeron (4) designaron como “violencia simbólica”: la capacidad de imponer, los significados como algo legítimo. Es decir, poder hacer que la validez de significados mediante signos fuera tan efectiva para que otra gente se identifique con ellos. Como recuerda H. Arendt (5): Esta actitud “objetiva” -hablando sobre campos de concentración en términos de “administración” y sobre campos de exterminio en términos de “economía”- era típica de la mentalidad de las SS. Pero el premio a la “objetividad”, siguiendo a H. Arendt, lo merecería el abogado Servatius, defensor de A. Eichmann, quien llega a afirmar que “matar también era un asunto médico”.
Las prostitutas. Jorge Rando
Este fenómeno de trastocar el sentido de las palabras -y más allá del inevitable malentendido que siempre supone el lenguaje- es tan actual que el domingo pasado (27-10-02) Santiago Kovadloff (6), reiteraba la afirmación que hiciera Karl Krauss: “La decadencia de los pueblos suele iniciarse con el envilecimiento de las palabras, con el abandono del interés por lo que implican como signos de aptitud para la convivencia, la recíproca credibilidad y la preservación de los matices que hacen posible el pensamiento”.


La globalización del sometimiento
Algunas organizaciones internacionales obligan a ciertos países, incluído el nuestro a girar sin solución de continuidad en un círculo vicioso. Por una parte exigen que los gobiernos reduzcan el tendenciosamente denominado “gasto social”, cuando muy por el contrario se trata de una inversión social. Así, los gobiernos adictos terminan desresponsabilizándose de su obligación de implementar políticas públicas que faciliten a toda la población la satisfacción, por lo menos, de sus necesidades básicas. Por otra parte, imponen tanto la venta de recursos materiales de patrimonio público, como la eliminación del apoyo a la educación pública, al desarrollo científico y técnico, y a la producción nacional. Este cuadro es completado por la exigencia de medidas de privilegio para con el sector empresarial y financiero (también adicto) y la conculcación de los derechos de l@s trabajadores.
Por éstos días recordemos algunos de los efectos, que son sufridos en nuestro país, por tan alevoso sometimiento: empobrecimiento y desocupación estructural, condiciones laborales precarias y en algunos casos esclavizantes, precarización y reducción del sistema de seguridad social con la consecuente exclusión social.
Podría bastar ésta somera descripción, pero como se sabe, siempre es necesario explicitar lo obvio. Con tal situación ha vuelto a poder comprobarse un hecho reiterado hasta el hartazgo en la historia de la humanidad. El empobrecimiento estructural es el determinante primordial de: la caída de la calidad y la esperanza de vida, del aumento de la morbimortalidad infantil, de la aparición y expansión de enfermedades, del padecimiento de condiciones y espacios históricos (7) de trabajo perjudiciales y tambien del incremento y diversificación de la problemática social de la prostitución.
El círculo vicioso al que me refería se cierra con dos elementos fundamentales. En primer lugar, las mismas organizaciones que imponen políticas empobrecedoras al mismo tiempo ofrecen préstamos para paliar los efectos de esas políticas. En 2do. lugar tambien imponen sus globalizadas concepciones generalmente dictadas por la OMC- Organización Mundial de Comercio-. En el caso de la consideración de la prostitución como un trabajo, el emblema “trabajo sexual” comenzó a incluirse en documentos de varias organizaciones internacionales, por ej. OMS-Organización Mundial de la Salud- sin mediar ninguna fundamentación. En su publicación The Sex Sector (8) la OIT sostiene, que los contenidos no son la posición oficial de esa organización. Sin embargo, allí se afirma que la existencia del llamado “comercio sexual” es un hecho justificado por el dinero que produce.

Salud
Estas circunstancias también tuvieron particulares consecuencias en el campo de la salud. En las últimas décadas, se produjo una inversión copernicana en los objetivos de muchos de los actores de la salud en general y en un todo de acuerdo con el rediseño impuesto por la globalizada economía hegemónica de mercado. Así los desarrollos obtenidos en el campo de los derechos humanos entre los 70’ y los 80’, se habrían reducido en gran medida a excelentes compendios argumentales, si no fuera por la novedosa capacidad de movilización comunitaria.
Se avanzó con expresiones tales como las de Alma Ata -con la más que incumplida promesa de “Salud para todos en el 2000”- en 1978 (9), el reconocimiento de “Los derechos de los pacientes” por la Declaración de Lisboa de la Asociación Médica Mundial en 1981. Reconocimiento aun muy limitado, pero por aquel entonces, igualmente representaba un cambio favorable hacia las personas enfermas y la Carta de Otawa en 1986 (10) entre otros instrumentos. No obstante, en la misma época, los extraordinarios avances biotecnológicos tuvieron alcances paradojales. En cuanto a técnicas diagnósticas y tratamientos de ciertas patologías graves se desarrollaron recursos de alta complejidad y efectividad. Lo negativo resultó la cada vez más restrictiva accesibilidad. El ejemplo más reciente son las limitaciones a la asistencia y tratamientos de enfermedades impuestas por el Decreto N° 486/02 de Emergencia Sanitaria Nacional.

Al mismo tiempo el compromiso de algunos profesionales integrantes del equipo de salud sufrió, en gran medida, un desplazamiento. Dejaron de interesarse en el desarrollo de sus capacidades para la optimización de la atención personalizada de los enfermos (a quienes se los rebautizó “usuarios”, rol más cercano al de consumidores) para ocuparse de: la operatoria burocrática de la planificación y el llamado, gerenciamiento de la salud, de las nuevas tecnologías y de las instituciones que responden a éste nuevo perfil. Existen estudios que, por ejemplo demuestran en la práctica médica, la pérdida de idoneidad clínica en el diagnóstico y tratamiento de las ITS (infecciones de transmisión sexual) más comunes y antiguas, a partir de la disponibilidad de antibióticos de amplio espectro.
También se producía la conversión de los servicios para la atención de las enfermedades en negocios redituables, la drástica disminución de los ingresos de los profesionales en relación de dependencia y un gran deterioro de sus condiciones de trabajo.
De ésta forma al día de hoy suponer que basta la enunciación del derecho a la salud para garantizarla, resulta en la mayoría de los casos una mera ilusión.

En éste contexto, los profesionales-funcionarios que se autodenominan comercializadores o gerenciadores de la salud, conforme actúen en ámbitos privados o públicos no dudan en imponer (con brillantes argumentos, eso sí): por una parte políticas institucionales o públicas con meros fines personales y/o corporativos (e importantes réditos financieros y/o políticos). Por ejemplo, en cuanto a los insumos colocan por sobre todo argumento en relación a la calidad, la norma del menor costo. La población empobrecida es así sometida a utilizar insumos de baja calidad o nada.
Meritaría un amplio debate la intervención de los profesionales del equipo de salud en los procesos encubridores de ciertas políticas públicas. Si éstas, por omisión y/o defecto, resultaran perjudiciales para la población, implicarían un acto de corrupción?. Particularmente cuando actúan como disciplinados operadores de instituciones internacionales y los despliegues discursivos, aunque falaces, son muy bien logrados demostrando descollantes recursos intelectuales.
Por parte de ést@s personajes sin duda, alcanza cierto pintoresquismo el intento de descalificación hacia quienes permanecemos exclusivamente, en la que denominan “trinchera” de la atención directa de las personas afectadas por enfermedades o problemáticas sociales perjudiciales.

Marsella, marinero y chica. Otto Dix

A mi juicio la crisis de credibilidad y confianza que afecta a las comunidades en relación a los equipos de salud está estrechamente relacionada con la situación descripta. Un efecto de ésta crisis es la reivindicación de la experiencia traumática vivida como suficiente crédito para la intervención en acciones de asistencia y/o prevención de diferentes problemáticas sanitarias y/o sociales, por ejemplo: cáncer, VIH/SIDA, prostitución , uso de sustancias psicoactivas, etc. con expresa prescindencia de profesionales del equipo de salud. Un ejemplo palmario es el uso del mote utilizado desde el comienzo de la epidemia de VIH/SIDA por algunos activistas de organizaciones de derechos de los enfermos para referirise al equipo de salud: “mercenarios” (11). Creo que debería resultar un desafío histórico para quienes integramos equipos de salud y educación revertir tal situación.

Trabajo
En palabras de N. Chomsky, en el presente contexto macroeconómico “aumenta la circulación de capitales al tiempo que disminuye la de los derechos humanos”.
Después de la vida el acceso a la salud, el trabajo y la educación son los derechos, más vulnerados. Por añadidura, cuando tratamos sobre los derechos de personas concretas los derechos a la salud y al trabajo son prácticamente inseparables. No obstante, hoy por hoy el anudamiento reviste cierto patetismo.
Ya, ni siquiera puede afirmarse, como lo hiciera Franco Basaglia en la Italia de posguerra, que la salud esté asegurada por el solo hecho de tener trabajo. A las etapas del taylorismo, que descomponía el trabajo en pequeñas unidades standarizando los gestos más elementales y el fordismo que añadía la línea de montaje le sucedió el trabajo autónomo combinado con el ohnismo – o justo a tiempo-, por el avance de las nuevas tecnologías. Pero éste también fue un avance paradójico, porque al hacerse posible la globalización de los mercados de mercaderías, de servicios y de recursos financieros; y al crearse (para la estructura del sistema financiero mundial) una intrincada red de circulación de capitales, también se facilitó la legalización de dinero obtenido por actividades perjudiciales para la sociedad y se trivializó la importancia del trabajo humano.

En nuestro país como denunciara Sylvia Berman en el 95’ (12), la falacia de “presentar a la reforma de las leyes laborales como solución para el desempleo y el camino para la inserción competitiva del país en la economía mundial”, tuvo consenso político. Muy por el contrario, se trataba de aumentar la explotación de la mano de obra y de perfeccionar la tecnología de dominación sobre el trabajo. La política macroeconómica sería así la primera causa de desempleo y de la necesidad de recurrir a la denominada “flexibilización laboral” (recurso eufemístico).
Al respecto Lorenzo Cillario (13) plantea que “las tesis y argumentos de la automatización flexible son válidos sólo desde el punto de vista de los aspectos técnicos y organizativos de la producción, pero falsean lo que ocurre con el elemento humano”...”la dinámica del trabajo humano desaparece como si no tuviese ninguna importancia”.
Todo lo dicho con el corolario de menor ingreso y mayor pobreza.

Desde luego, existen diferentes niveles de análisis. Desde el siglo XVII por la obra de Ramazzini se viene reconociendo al trabajo en general, como factor patógeno en sí mismo. En nuestro país, desde la fundamental investigación de Juan Bialet Massé (14) en adelante, existen innumerables estudios sobre las enfermedades relacionadas con los diferentes puestos de trabajo, es decir, aun cuando sus condiciones no sean precarizadas.

La conceptualización del trabajo humano registra, en el devenir histórico, un particular dinamismo. En la actualidad encuentro una adecuada amplitud de criterio en la planteada desde la Cátedra (Ricardo Malfé) de Psicología del Trabajo de la UBA (15): “Toda actividad productora de valor o valores no sólo políticos, económicos, sociales, culturales o libidinales, valorados socialmente”.
En éste sentido, es posible constatar en algunos sectores la aceptación de la prostitución como si fuera una actividad productora de valores libidinales. Sin embargo, tal posición encuentra un límite a la hora de tener que demostrar que, la prostitución pudiera ser reconocida, asimismo, como un valor social concreto. Dos ejemplos son ilustrativos del pintoresquismo que puede desplegarse en el intento de tal demostración: las denominadas “prostitución sagrada” ( en la antigüedad) o la “prostitución patriótica” (Cuba actual).

Cuando se postula al trabajo como un organizador fundamental, tanto a nivel subjetivo como de la misma sociedad, consecuentemente se presenta la necesidad de establecer un punto de inflexión entre las actividades con un valor social comprobable e históricamente reconocido; y las actividades evidentemente dañinas. De éstas últimas a nivel individual y/o colectivo, son ejemplos paradigmáticos la prostitución, la trata de personas, la tortura o el tráfico de armas y drogas. Unas y otras se diferencian sin atenuantes no sólo por involucrar a la integridad física sino, por sus consecuencias políticas en cuanto al ejercicio de la ciudadanía y la inclusión social. Como destaca C. Desjours en “Trabajo y Desgaste Mental” (Humanitas-OPS, 1990) “lo esencial del trabajo es subjetivo”... “la producción como función social, económica y política entra en juego en el contenido significativo del trabajo con respecto al objeto”. En todas las historias laborales que he reunido en éstos años siempre pude comprobar que, tal como afirma Desjours, “nunca hay una neutralidad de los trabajadores con respecto a lo que producen”.

Por otra parte, considero que la utilización del emblema “trabajo sexual” para referirse a la situación de prostitución constituye un eufemismo (figura retórica) y merita algunas observaciones. En primer lugar, las ilusiones de progresismo de quienes utilizan tal emblema caen cuando recordamos que la “primera ola” de tal concepción (la prostitución como si fuera un trabajo) ya fue planteada por las y los moralistas medievales católicos, cuando la iglesia católica regulaba y recaudaba, por lo menos en España, la por entonces denominada mancebía (16).
En segundo lugar, al evitar nombrar a la prostitución se termina logrando invisibilizar sus efectos dañinos generándose, al mismo tiempo, las condiciones necesarias para su promoción y expansión.
En tercer lugar, acepto que para quienes ya se encuentran en situación de prostitución (o sus familiares) el eufemismo (17) de autodenominarse “trabajadores sexuales” en algún momento hasta puede constituir una válida estrategia defensiva: hay que tener presente que en situación de prostitución la vulnerabilidad de la integridad física y psíquica es la norma.
En cambio, cuando dicho eufemismo es utilizado por activistas, rufianes, funcionarios, legisladores, periodistas u otros actores sociales, cabe preguntarse si (por desconocimiento o interés) no termina resultando una estrategia, obviamente encubierta, de legitimación, de promoción y/o reclutamiento para la prostitución, y por extensión también para la trata de personas.
Sería por lo menos una ingenuidad olvidar que, ésta “nueva ola” de reivindicar a la prostitución como si fuera un trabajo más ocurre justamente en momentos en que, la desocupación es considerada estructural y los puestos de trabajo sufren una degradación inédita.

En éste desalentador contexto resulta auspicioso el significativo planteo del Director de la OIT en la 3ª. Conferencia Ministerial de la OMC 30-11 al 3-12-1999: “Un trabajo decente para todos en una economía globalizada”. Las características que debería reunir el denominado “trabajo decente”, actualmente tan promocionado, sería el trabajo que se realizara en condiciones de libertad, equidad, seguridad y dignidad humana. Para fomentar el trabajo decente la OIT considera cuatro objetivos 1) lograr el respeto universal de los principios y derechos fundamentales en el trabajo, 2) crear más oportunidades de empleo y de ingresos para mujeres y hombres, 3) ampliar la protección social y 4) promocionar el diálogo social. Aunque es obvio, resulta necesario señalar que tales principios resultan totalmente contrapuestos a las situaciones de prostitución. Entonces se puede considerar, por lo menos como una política institucional ambigüa, el hecho que la misma OIT publicara un año antes The Sex Sector.

autor Otto Dix
Prostitución
Cómo, donde y cuándo comenzo LA “NUEVA OLA” DE la denominación de “trabajo sexual”.
K. Kempadoo (18) comentando la teorización de Thanh-Dam Truong de fines de los 80’ sobre el concepto de trabajo sexual, llega a afirmar: “El trabajo de Truong nos permite conceptualizar el intercambio de sexo por dinero como una actividad que involucra la venta de poder y energía de trabajo sexual, no el cuerpo de una persona, lo que permite comparar la prostitución con una forma de trabajo asalariado”.
Y por si cabría alguna duda, agrega más adelante:
“ (El “trabajo sexual”) Puede ser la base de movilización en luchas por condiciones de trabajo, derechos y beneficios y por formas de resistencia más amplias contra la opresión de las/los trabajadoras/es en general y de las mujeres en particular”.
Así como así, queda convertido entonces, en paradigma del trabajo humano. Claro que, ya se sabe, los únicos animales argumentadores somos los humanos y podemos armar argumentos para todo.
Pero en realidad, como dije antes, la consideración de la prostitución como si fuera un trabajo más viene de antiguo (reitero la referencia a predicadores y moralistas católicos medievales reglamentadores de la vida de las mujeres de entonces). Es sintomático que en los últimos años
haya resurgido de la mano de la globalizada economía de mercado. Es que como afirmaba León Rozitchner, en nota de Pag.12 el 1°de junio de 2001 “en la sociabilidad del capitalismo de mercado las relaciones son de compra venta”. La diferencia entre la antigua y la nueva ola estriba en que ya no se trata sólo de instaurar un etiquetamiento estigmatizante para el control de las mujeres, estén o no en situación de prostitución. El emblema de “trabajo sexual” opera como coartada frente a la desocupación estructural. Está claro que han conseguido articularse armoniosamente, aspectos de muy diversa índole. Desde supuestas necesidades privativas del sexo masculino hasta la desesperación de muchas mujeres por satisfacer sus necesidades básicas y las de su familia. Por ésto propongo un cuestionamiento crítico, porque , a mi juicio, se trata de las políticas y de las éticas en juego.

Ya el economista Pierre Salama planteó en el 2000 la funcionalidad de la corrupción con el modelo económico de la hegemonía de mercado. Y la corrupción es intrínseca de la prostitución como institución, sobre todo si se reglamenta. Las lecturas de ingenua o interesada parcialidad saltean siempre las referencias sobre éstas afirmaciones, extensamente documentadas.
Por éstas razones desde 1998 (19) comencé a expresar públicamente la imprescindible necesidad de un sólido compromiso ético-político. La razón es, además de una posición ética, estratégica. En relación a la prostitución no se trata simplemente de operadores delictivos a secas. El manejo a pequeña o a gran escala estuvo y está en manos de organizaciones “mafiosas” (20) Es decir organizaciones delictivas que operan exclusivamente por connivencia con sectores políticos.

El cuestionamiento, a la consideración de la prostitución como un trabajo más, está dirigido no sólo a quienes sin estar implicad@s directamente en la prostitución sostienen que se trataría de un trabajo como cualquier otro. También me refiero, a quienes directamente promueven o gerencian el recientemente bautizado “sector sexual” (8). Curiosamente el límite de las argumentaciones de ambos grupos a veces se torna borroso.

En algunos casos llega a sostenerse:
1) que ésta actividad sería adecuada para garantizar el bienestar o la supervivencia de la familia de la mujer involucrada (21). Cuando en realidad los efectos dañinos de la prostitución los hemos comprobado hasta el hartazgo en cualquier lugar del planeta y no se reducen sólo a aspectos físicos o de la subjetividad profunda individual. Los daños también afectan a las configuraciones vinculares, a su estatus de ciudadanas y, particularmente, al entorno familiar.
El psiquiatra español Francisco Orengo refirió en el Simposio Internacional sobre Prostitución y Tráfico de Mujeres con fines de explotación sexual realizado en Madrid en el 2000, una serie de
estudios que coinciden en dar cuenta de los daños sufridos por mujeres en situación de prostitución. Como ejemplo en un estudio sobre 475 mujeres de 5 países, incluído Estados Unidos, el 90 % había experimentado violencia.
El 67 % presentaba stress postraumático. El abuso sexual infantil oscilaba entre el 50 y el 90 %, según los estudios considerados.
Puntualmente señala, “la incidencia del carcinoma de cuello de útero es mucho más elevada en éste tipo de población”. En resumen su experiencia confirma “los efectos devastadores de la prostitución sobre la salud de las mujeres”.

2) que la marginalidad de las mujeres involucradas en la prostitución se debería a las leyes que prohíben o ilegalizan la prostitución.
Cuando, por lo menos en nuestro medio, la prohibición se refiere exclusivamente al proxenetismo y la existencia de prostíbulos.
Aquí vale aclarar, aunque es obvio, que quienes defendemos los derechos de las mujeres sostenemos que se debe penalizar exclusivamente a quienes las prostituyen, las reclutan, las trafican, ejercen contra ellas alguna otra forma de violencia o promueven la prostitución.

3) Que sería intrínseca a la naturaleza humana. Considero que la naturalización viene produciendo por lo menos tres efectos secundarios:
- A) De censura y descalificación: sobre los argumentos cuestionadores de la moda de considerar a la prostitución como si fuera una salida laboral.
- B) De promoción a través de medios masivos de comunicación social: Por ej. Pág 12 publica en el suplemento para jóvenes de los jueves la historieta “Clara de Noche”. La protagonista como bien señala Marta Vasallo (22): ...“no tiene detrás proxenetas, ni empresario, ni se cruza con un policía, no paga coimas: es una fantasía (masculina) total”. La única vez que los responsables aludieron a las innumerables cartas, denuncias y protestas (enviadas por personalidades y organizaciones de derechos humanos, algunas de mi conocimiento, las que por otra parte, jamás reprodujeron), lo hicieron justificando la continuidad de su publicación en la libertad de expresión. Recordemos que ocurre lo mismo con la pornografía, la libertad de expresión funciona como coartada perfecta en todo el mundo. Es curioso como olvidan este derecho quienes omiten o censuran a puntos de vista cuestionadores del statu quo.
- C) De reclutamiento por ejemplo en organizaciones gremiales del espectáculo: como bien lo ha documentado Sara Torres (23) se establece a través de aparentes demandas laborales. Al respecto, una graduada universitaria, en las semanas previas al último mundial de fútbol, me interpeló cuestionando la eficacia de nuestras actividades preventivas y la falta de difusión sobre los riesgos a que se exponen (en algunos casos) quienes, por ejemplo buscan trabajo como actrices. Había participado en un casting para un film de cortometraje en una institución gremial, que se suponía confiable. Sin embargo, al culminar las entrevistas de admisión le propusieron que ni bien llegara a Japón -le aseguraron que ellos le pagaban el pasaje- trabajara en un bar mientras se realizaban los preparativos de la filmación. En relación al idioma, le garantizaban que no tendría problemas porque “allá la esperaban un argentino y un mexicano”. Estoy totalmente de acuerdo con su crítica.

El problema, compartido con las mujeres que están involucradas en la prostitución, es que a todas las mujeres nos quieren convencer que la prostitución:
1) tendría que ser aceptada sin discusión alguna por considerarla la actividad más antigua. Falsedad histórica que oculta la más precoz aun existencia de la actividad de los secuestradores-torturadores, quienes por el criterio anterior quedarían automáticamente legitimados (23). Y respecto de las mujeres secuestradas recordemos el colmo de la afirmación de Heródoto: “si ellas no lo quisieren de veras nunca habrían sido robadas”.
2) sería una necesidad de los varones para evitar males mayores, como coincidentemente planteaban: San Agustín (25) al creer que “la prostitución femenina era necesaria para evitar la lujuria generalizada”, Santo Tomás comparando a “la prostitución con una cloaca cuya supresión podía dar lugar a la contaminación del palacio” y más recientemente la rufiana uruguaya Naná (26) al afirmar que “(con la prostitución) se cuida a los matrimonios porque los maridos no abandonan a sus mujeres, como ocurre en cambio cuando tienen amantes”.
3) sería una actividad inocua. Cuando se tienen sobradas pruebas de los daños fisicos y psíquicos que resultan en el desempeño de cualquier rol. Particularmente la violencia física contra las mujeres es una constante. Pero además, por. Ej. así quedan invisibilizados los casos de eyaculadores precoces en demandantes compulsivos de prostitución. Ni qué mencionar su actual articulación con la distribución y comercialización de diversas drogas.
4) Como la problemática de la prostitución es así y siempre fue así habría que analizar si las mujeres eligieron o fueron obligadas. Cuando en realidad: lo que estamos cuestionando es la institución prostitución y no a las mujeres.
5) Afectaría menos a las mujeres que se involucraran un día después de cumplir los 18 años. Quienes venimos asistiendo a mujeres en situación de prostitución constatamos permanentemente que existen antecedentes de violencia y/o prostitución personal y/o familiar anteriores a esa edad, en la gran mayoría de los casos. La excepción de mujeres que se involucran siendo adultas –aunque en reciente crecimiento- aun no hace a la regla. También resulta discutible el argumento de una supuesta “libre elección” ya que siempre se ejerce contra la mujer prostituída algún tipo de coacción simbólica, física o vincular.
6) Sería un trabajo por el sólo hecho de recibir remuneración. Es el criterio que también ha comenzado a circular en relación a la comercialización de drogas. El sociólogo Löic Wacquant sostiene que en las villas miseria “trabajo hay, y mucho”, refiriéndose a los jóvenes que controlan el tráfico de drogas.
7) A partir del trabajo de 1998 de Lin Lean Lim de la OIT debería considerarse un sector industrial más por el gran cúmulo de dinero que produce.

En qué afecta la prostitución a los derechos sexuales de las mujeres?
De acuerdo con Sonia Correa y Rosalind Petchesky (27) considero cuatro componentes principales en las bases éticas de los derechos reproductivos y sexuales:

I. La integridad corporal. En el trabajo de asistencia con mujeres involucradas en la prostitución y particularmente si son niñas, la confidencialidad es un imperativo básico. Los riesgos de perjuicio son concretos, reiterados y de público conocimiento. Como lo demuestra el ensañamiento actuado en los recientes crímenes contra mujeres en situación de prostitución ocurridos en Mar del Plata, Provincia de Buenos Aires.

II. Ejercer como persona: (Ejercer la autonomía personal). Este aspecto es la diferencia fundamental de la prostitución con cualquier otro tipo de actividad que pueda tener estatus de trabajo. Según referencia de personas en situación de prostitución todo prostituidor siempre demanda sometimiento. Y lo suelen enunciar apelando a una frase emblemática del imaginario social, cuya significación va más allá de la problemática de la prostitución: “el que paga manda”.

III. Igualdad. La relación humana que se establece en situación de prostitución, siempre asienta justamente en lo contrario.

IV. Respeto a la diversidad. Los estereotipos anulan todo reconocimiento de ciudadanía.

La restitución de los derechos a las mujeres involucradas en la prostitución también pivotean sobre la concientización de quienes permanecen fuera de tal situación. Abundan las pruebas en relación al sostén de los perjuicios que sufren a diario: estereotipos y prejuicios descalificadores y estigmatizantes. Como si se aceptara un valor diferencial de las vidas humanas. Se requiere un compromiso ético- político transparente en cuanto a sus medios y fines. La institución de la prostitución como trabajo demostraría el fracaso de una ética política de defensa de los derechos humanos. En suma el fracaso de la política en sí misma.
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ANEXO – SISTEMAS DE LA PROSTITUCION

SISTEMA PROHIBICIONISTA
-Judicializa y reprime a todas las personas que se involucran en ella. Habitualmente promueve el surgimiento de la explotación clandestina y agrava la situación de las personas prostituídas ya que las asocia con la delincuencia y las empuja hacia ella como único refugio para su actividad ilegal. Refuerza la dependencia hacia el proxeneta.

SISTEMA REGLAMENTARISTA
-Prevé identificación y puesta bajo control policial de las personas prostituídas. Elimina la clandestinidad pero conlleva la legitimación del proxenetismo. Encierra a las mujeres en prostíbulos o en zonas determinadas en las que quedan a merced de los rufianes. Si salen de allí a trabajar como callejeras quedan a merced de la policía. Se las somete a revisaciones médicas que no soporta el resto de la población. En Argentina fue la estrategia jurídica desde 1875 hasta 1936, época en que florecieron las organizaciones Zwi Migdal (28) y Varsovia, entre ambas llegaron a poseer 2000 prostíbulos, también traficaban mujeres. “El efecto básico de la intervención del Estado en el control de la moral pública es transformar lo privado en clandestino” (29).

SISTEMA ABOLICIONISTA

-Propugnado por la ONU y organismos de DDHH. Preconiza la abolición de toda reglamentación y propone que sea sustituída por el derecho común. En Argentina desde 1936 están prohibidos los prostíbulos. La Convención para la Represión de la trata de Personas y Explotación de la Prostitución ajena y el Pacto de San José de Costa Rica impiden legalizar la prostitución.
Comentario: Los sistemas Prohibicionista y Reglamentarista tienen el
rasgo común de judicializar una problemática social que en
cambio requiere políticas públicas que efectivicen el
ejercicio de los derechos humanos básicos.

NOTAS BIBLIOGRAFICAS

1.Silvia Chejter: La niñez prostituída, UNICEF, Bs. As., 2001.
Aunque la problemática de la niñez prostituída excede las posibilidades de espacio de ésta presentación, creo importante referir que: 1) En nuestro país ésta práctica está instituída y ha sufrido un notable incremento, como en otros países desde el comienzo de la epidemia de VIH/SIDA, en particular como corolario de la antigua y obviamente errónea creencia de supuesta cura de infecciones de transmisión sexual por medio de relaciones sexuales con niñas o niños. 2) Además de los datos reunidos personalmente tengo presente, la denuncia de “casa (prostíbulo) que ofrecía niñas y niños” formulada en 1988 por una médica de una provincia –confirmada tiempo despues por una colega psicóloga que se desempeñaba en la Justicia- , la investigación de Lucía La Bruna de Andra en Buenos Aires sobre las “niñas floristas” y a las innumerables pruebas reunidas por los Consejos de Niñas y Niños, se le ha sumado éste documentado: “Estudio sobre explotación sexual comercial infantil: La niñez prostituída”.
2. Notas de campo propias.
3. Leonor E.G. Núñez: Informes de Avance del Programa Comunitario Frente al SIDA 1989/1994, Facultad de Psicología de la UBA. Fotocopiado de distribución interna.
4. Harry Pross: La violencia de los símbolos sociales, Edit. Anthropos, Barcelona, 1983.
5. Hannah Arendt: Eichmann en Jerusalén, edit. Lumen, Barcelona, 3ra. Edición, 2000.
6. Santiago Kovadloff: Nota del diario La Nación.
7. En relación a las condiciones y el medio ambiente de trabajo desde que me desempeñara como docente de la Cátedra de Psicología del Trabajo (UBA) he postulado que: como nos referimos a espacios habitados por personas, el medio ambiente deviene espacio histórico. Por ésto considero que la expresión Condiciones y Espacio Histórico de Trabajo (CYEHT) es más adecuada que la habitual de Condiciones y Medio Ambiente de Trabajo (CYMAT).
8. Lin Lean Lim: The Sex Sector, ILO, Suiza, 1998.
9. Atención Primaria de Salud, OMS y UNICEF, Alma-Ata, URSS, 6 al 12-09-1978.
10. Carta de Otawa: Primera Conferencia Internacional sobre Promoción de la Salud, Canadá, OMS, 17 al 21-11-1986.
11. Es línea editorial de POZ en español, Salud, esperanza & SIDA, N.Y. números de 1999/2000.
12. Sylvia Bermann, Trabajo precario y Salud Mental, Narvaja Editor, Córdoba, 1995.
13. L. Cillario et al.: La sociología del Trabajo, Centro Editor de América Latina, 1992.
14. Juan Bialet Massé, Informe sobre el Estado de la Clase Obrera, Hyspamérica, Bs. As., 1986.
15. Alicia Le Fur: Concepto de Trabajo, Ficha N° F 4926 de la Cátedra de Psicología del Trabajo de la UBA, Bs. As.
16. Fco. J. Vázquez, Coord. : Mal Menor, Políticas y representaciones de la Prostitución (Siglos XVI – XIX), Publicaciones de la Univ. de Cádiz, 1998.
17. Diccionario María Moliner. Eufemismo: (Del griego «euphemismós», de «euphemós», adj. aplicado al que habla bien, comp. con «pheme», modo de hablar —v. «FA- [fe-]»—, y el prefijo «eu», bien.) Expresión con que se substituye otra demasiado violenta, grosera o malsonante. (V.: «*atenuación. ÔHipocorístico».) ¤ Se incluye entre las *figuras retóricas.
18. Kamala Kempadoo: Una reconceptualización de la prostitución. Obtenido de www.lolapress.org (sin fecha).
19. Leonor E. G. Núñez, “Llamado al compromiso ético-político frente a la prostitución de niñas y mujeres”. Documento leído en la Sesión Abierta de la Legislatura de la Ciudad de Buenos Aires el 6-03-1998 en un acto conmemorativo del Día Mundial de la Mujer, organizado por la Comisión Mujer, Infancia, Adolescencia y Juventud. Impreso y Distribuído por Acción Solidaria En Salud – A.S.E.S. (ONG), Buenos Aires.
20. Giuseppe C. Marino: Historia de la Mafia, J. Vergara Editor, Bs. As. , 2002. Según G.C. Marino el término, “mafia” provendría de la palabra árabe “maha fat” que significa protección, inmunidad o exención. En ésta obra se refiere exclusivamente a la organización siciliana, pero es de uso común designar como mafiosas a organizaciones de cualquier país. El aporte de éste autor es el énfasis puesto, en la necesidad de reservar exclusivamente a las organizaciones criminales con connivencia política, la denominación de mafiosas.
21. Trabajo y Salud- Bienvenida en Holanda (sic), Folleto, SOA, Utrecht, 1993.
22. Marta Vasallo: “Vetusta fantasía para progres”, Nota en El Espejo, Oct. 2001, Bs. As.
23. Sarita Torres: Referente Argentina de la Coalición Contra el Tráfico de Mujeres (C.A.T.W.). Comunicación personal.
24. Heródoto: Los nueve libros de la Historia, Libro I, pág. 16, El Ateneo, Bs. As., 2da. edición, 1968.
25. Donna J. Guy: El sexo peligroso, Cap. I, Edit. Sudamericana, Bs. As., 1991.
26. Héctor D’Alessandro: Naná, Edit. Monte Sexto, Montevideo, 1991.
27. Sonia Correa y Rosalind Petchesky: “Los Derechos Reproductivos y sexuales. Una perspectiva feminista. En “Elementos para un análisis ético de la reproducción”, Coord. Juan G. Figueroa, Edit. Univ. Nacional Autónoma de México, 2001.
28. Gerardo Bra: La Organización Negra, Corregidor, Buenos Aires, 1999.
29. Emilio Lamo de Espinoza: Delitos sin víctimas, Alianza Editorial, Madrid, 1989.
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Este trabajo ha sido incluído en:
www.rimaweb.com.ar
www.redfeminista.org (España)

sábado, 17 de noviembre de 2012

¿La prostitución es un modo de vida deseable?




Las caminadoras.  Tania Hernandez


¿La prostitución es un modo de vida deseable?
AMELIA VALCÁRCEL


 

A nadie le gusta hablar de la prostitución, ni tampoco que se haga visible en nuestras vidas. Sin embargo, muchas personas que no la contemplan en el horizonte de lo deseable para ellas mismas, no tienen reparos en manifestar que la prostitución pueda ser un modo de vida para "algunas" mujeres. Ahora bien, ¿es la prostitución una opción vital semejante a cualquier otro trabajo? Ciertamente es un modo de vida para los "empresarios del sexo" que buscan la normalización legal y social de su dinero. Porque no deberíamos olvidar que la prostitución es el tercer negocio en
beneficios y que una parte sustancial de este negocio reposa en la "economía criminal". Está comprobado que
alrededor del mundo de la prostitución se produce un aumento del tráfico de drogas, la delincuencia y otros delitos.

También la prostitución es el modo de vida de las mafias que trafican con mujeres. Es un hecho que prostitución, trata y tráfico de mujeres están íntimamente relacionados. Los datos son persistentes y dan cuenta de cuál es el mapa de origen y social de esas mujeres: en España más del 90% de las mujeres dedicadas a la prostitución son inmigrantes en situación irregular; más de medio millón de mujeres y niñas son víctimas de este fenómeno. Este único dato, el volumen de tráfico de seres humanos, sirve para desbaratar cualquier pretensión de "honorabilidad" para traficantes y "empresarios del sexo". Hoy sabemos que sin tráfico de mujeres la prostitución en España no sería un negocio. Pocas son en el presente las mujeres españolas abocadas a la prostitución por vulnerabilidad o exclusión social. La realidad es que, cuando en una sociedad aumentan los espacios de igualdad y el nivel de vida, disminuye drásticamente el número de mujeres del propio país que se dedica a la prostitución.

Vulnerabilidad, marginación y pobreza son las causas que llevan a la prostitución, no sus consecuencias. La prostitución cursa con la feminización de la pobreza. Las mujeres del tercer mundo vienen a nuestros países
por la pobreza de los suyos. Vienen al primer mundo, alentadas o engañadas por las mafias de traficantes, para mejorar su vida y, sin embargo, terminan dentro de la prostitución como horizonte vital. La mayoría no salen de ese mundo también por la pobreza, porque tienen que mantener y cuidar a su familia, porque tienen que pagar deudas a quienes las están explotando. Busquemos donde busquemos es el rostro de la pobreza y la indefensión lo que podemos ver en los de todas estas mujeres explotadas y traficadas.
¿Regularizar la prostitución las ayudaría? Holanda y Alemania que han optado por ello están comprobando que
el tráfico y la prostitución clandestina se han intensificado. Por tanto, si lo que se quiere es ayudar a esas mujeres y no el volver respetables a las mafias, que no parece un objetivo serio de política alguna, lo que debe hacerse es realizar programas de inclusión social, abordar políticas de igualdad que frenen o eviten la vulnerabilidad, pobreza y
marginación. Éste es el mundo real.


Toulouse Lautrec


Pero además, del hecho de que la prostitución exista, no se sigue que tenga que seguir existiendo. Vayamos al mejor de los mundos posibles: puede argumentarse que en un mundo ideal, sin explotación, sin tráfico, algunas mujeres podrían libremente querer prostituirse. Por ahora ese mundo no existe ni lleva visos. Pero aún si se llegara a tan improbable marco, habría que recordar que no siempre el consentimiento legitima una práctica, ni mucho menos la convierte en un trabajo. Las mafias, pero también algunas personas bienintencionadas, insisten mucho en la vinculación de consentimiento y trabajo. No está de más recordar que eso es una falacia. Nunca que un modo de vida sea elegido supone que ese modo de vida sea automáticamente deseable. ¿Puede, por ejemplo, un individuo libre desear ser esclavo? No podemos descartarlo. ¿Convierte eso a la esclavitud en una práctica recomendable? Seguro que no. La esclavitud fue abolida y cuando esto sucedió muchos esclavos lloraron. No siempre consentir o incluso querer legitima lo que se hace ni a quién lo hace. El consentimiento no convierte en trabajos a una gran variedad de actividades. La prostitución no es ningún buen modelo de relación laboral, ni de relación entre hombres y mujeres. Si incluso lo tomáramos, por un instante, en serio ¿qué modelo de relación laboral sería? Uno que colisionaría frontalmente con nuestra normativa en materia de derechos laborales. ¿Habría que aceptar este trabajo cuando no apareciera uno preferido en primer lugar? ¿Tendría cursos de formación y reciclaje? Estas preguntas pueden provocar
hasta una sonrisa, sin embargo, son severas y pertinentes. Los trabajos son así.

Hay un estigma y nadie puede negarlo, pero cualquier regulación enviaría a la sociedad un mensaje equivocado, porque contendría una dimensión pedagógica. La ley educa a la ciudadanía. ¿Deseamos educar a nuestras hijas e hijos en que la prostitución es una actividad aceptable? ¿Deseamos transmitirles que comprar o venderse es un modelo pertinente de relación entre los sexos? ¿Podemos desear esto y a la vez mantener la noción mínima de ciudadanía e
igualdad? Este breve repaso nos lleva a compartir las conclusiones del informe propuesto por la Comisión Mixta Congreso-Senado de los Derechos de la Mujer. Parece bastante acertado y prudente que esa Comisión, que ha escuchado todos los argumentos y oído todas las posiciones, se haya decantado por rechazar que la prostitución sea un modo de vida deseable y aceptable.

Amelia Valcárcel, catedrática de Filosofía Moral y
Política de la UNED, es miembro del Consejo de Estado.
Firman conjuntamente este artículo además Victoria
Sau, Celia Amorós, Teresa Gisbert, Rosa Cobo,
Inmaculada Montalbán y Alicia Miyares.

http://www.elpais.com/articulo/opinion/prostitucion/modo/vida/deseable/elpporopi/20070521elpepiopi_4/Tes