martes, 4 de julio de 2017

No acabaremos con la brecha salarial hasta que no debatamos la prostitución.




No acabaremos con la brecha salarial hasta que no debatamos la prostitución.



Este post es una traducción libre de este artículo de Renee Gerlich, una australiana que habla de una campaña que se ha iniciado en su país para luchar por la igualdad salarial y a la que han llamado ‘Trátala bien’.

En una entrevista en Febrero en Radio Nueva Zelanda, Wallace Chapman se refirió a la brecha salarial de género como “el problema que parece que nunca desaparece”. Señaló que, de media, “a las mujeres se les paga $7 menos por hora que a los hombres” e hizo una muy buena pregunta:

¿Por qué?

Una nueva campaña a la que han llamado Trátala Bien, está atrayendo la atención popular hacia la igualdad salarial. Ha sido diseñada con una estética de los 70, recordando que la Ley de Igualdad Salarial se aprobó en 1972 —pero las feministas han luchado por la causa desde la época de Kate Sheppard y las sufragistas. Así que Chapman le preguntó a la economista feminista Prue Hyman sobre sus más de cuarenta años trabajando en este asunto, y el lugar en el que está ahora. “¿Qué es lo que lo está impidiendo?” Quería saber.

“Lo está impidiendo una lentitud pasmosa” —¿por qué una lentitud pasmosa? ¿son los empresarios que contratan? ¿Son las políticas del gobierno? Es el tipo de trabajo que las mujeres acaban haciendo —¿qué es?

Esta es una cuestión vital para las feministas. Muchas de nuestras hermanas ya han invertido décadas de sus vidas luchando contra este problema, de hecho, durante más de un siglo. No lo hicieron para que nosotras nos conformáramos. Para hacerles justicia y continuar con su lucha, necesitamos reflexionar sobre lo que se puede aprender de su trabajo y de los contratiempos a los que se enfrentaron. Necesitamos comprender el problema de la mejor manera posible y saber cómo luchar contra ello desde las raíces.



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L’Oréal: Porque no vales nada.


Las feministas, incluyendo a Hyman, no han luchado para que nosotras reinventemos la rueda, han luchado para que la cosa cambie.
La cuestión de por qué existe una brecha salarial, llevó a la economista Feminista Marilyn Waring a escribir su libro Contando para Nada. En él, Waring explora cuestiones de trabajo, productividad y recompensa. ¿Qué es ser un miembro productivo de la sociedad? En este sistema económico global, ¿Qué tipo de trabajo es materialmente reconocido como productivo, mediante una recompensa económica, y qué tipo de trabajo no lo es?






Waring descubrió que la brecha salarial de género no es una cuestión de productividad. Es una cuestión, por supuesto, de género. De hecho, muchas mujeres realizan trabajos de utilidad pública con responsabilidades que pondrían los pelos de punta a cualquiera. Pero como también dice Hyman, estas tareas han sido naturalizadas como intrínsicamente para mujeres. “El hecho de que las mujeres todavía hagan la mayoría de los trabajos de cuidado no remunerados… es visto como algo natural para ellas”, dice Hyman.

“Las tareas consideradas naturales en las mujeres, no son valoradas”.
Waring descubrió también que en el patriarcado bajo el que vivimos, las mujeres hacen, con mucho, la mayor parte del trabajo mundial. Llevó a cabo una comparación global de los tipos de trabajo que son valorados por ser genuinamente productivos económicamente, y por tanto recompensados materialmente; y por otro lado los tipos de trabajo no valorados, no pagados y a penas considerados como ‘trabajos’. La tendencia predominante es que el trabajo que no se paga es el que hacen las mujeres. Y no es que acabemos siempre en el peor de los lugares siendo, por ejemplo, educadoras o cuidadoras. No se trata de eso:
No es nuestro trabajo el que no es valorado. Somos nosotras.

El sistema económico internacional mantiene a las mujeres en la pobreza.

Cuando se mantiene la pobreza de las mujeres, resulta que también se asegura el suministro del ‘producto’ para una de las más grandes industrias del mundo: el comercio sexual. Alrededor del mundo, sólo el tráfico sexual genera 32 billones de dólares estadounidenses al año; y la pornografía genera alrededor de 97,06 billones de dólares al año, que es más que los ingresos combinados de las 10 empresas tecnológicas más importantes -como Microsoft, Google y Amazon. Este rol cosificador ha sido naturalizado desde hace mucho como el ‘lugar’ de una mujer, porque los hombres poderosos se benefician de la mercantilización de las mujeres, como proxenetas y como consumidores.

Y sin embargo, una excusa que Hyman afirma que los líderes, empresarios y políticos utilizan para explicar por qué no se puede llegar a la igualdad salarial es la falta de dinero. Nos dicen que no se pueden permitir arreglar la brecha salarial de género porque no hay suficiente ‘combustible’ en el sistema.
Ah claro, es eso. ¿Y a dónde se ha ido? Porque los hombres se forran a costa de las mujeres.
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Izquierda: El cartel reza: el gobierno australiano se beneficia de la explotación sexual de las mujeres. Acaben con la demanda de comercio sexual. |||| Derecha: Sobre un cartel que ofrece trabajo sexual a mujeres, alguien ha tachado los números de contacto y ha escrito: “que les den a los chulos”.

Es por esto que organizaciones de supervivientes como SPACE International promueven la criminalización de puteros y proxenetas. Este modelo ‘Nórdico’ implica que los hombres que vayan a usar su privilegio económico para aprovecharse de las mujeres que no lo tienen, sean considerados violadores y con ello multados. Esas multas sirven para financiar servicios de ayuda a las mujeres que quieran salir de la prostitución. Así es como las prostitutas supervivientes creen que debemos empezar la redistribución de la riqueza: con aquellas personas a las que el sistema ha dañado y abusado más. Ese sistema que empobrece a las mujeres, supervivientes del comercio sexual.

Como señala Cherry Smiley, el comercio sexual es un instrumento de colonización, y las mujeres indígenas son, desproporcionadamente, las más afectadas por su capacidad de dañar y depredar. En Nueva Zelanda sólo el 15% de las mujeres son Maoríes, y aún así, en el descriminalizado mercado sexual de nuestro país, un 32% de las mujeres prostituidas son Maoríes. Y ahora resulta que hay una narrativa que está volviéndose muy popular en Nueva Zelanda (lo que Mary Daly llamaría un ‘reverso patriarcal’) que dice que es ‘racista’ criticar la prostitución, por la gran presencia de mujeres Maoríes y del Pacífico en la industria. Y aún así hay que recordar que la demanda de prostitución viene de hombres blancos con recursos económicos. En pleno 2017, todavía intentan que creamos que las mujeres indígenas están, de alguna manera, predispuestas a ser sujeto de los abusos de hombres blancos con dinero.


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Izquierda: No puedes estar en contra de la trata de personas y a favor de la industria del sexo. ¡Apoya los programas de salida y la ley del comprador de sexo!. |||| Derecha: Si la prostitución fuera empoderadora para las mujeres los hombres estarían en contra.


Esta cosificación institucionalizada de la mujer es clave para mantener la pobreza relativa de las mujeres. Necesitamos debatir la prostitución para llegar a la raíz de la subordinación, para elevar el estatus de la mujer en el sistema económico más allá de su mercantilización y tenemos que hacerlo con un movimiento basado en la solidaridad real, la efectividad, la sororidad y accediendo al poder.
En Nueva Zelanda, hay 17.000 mujeres que no tienen hogar, más de 2.000 está en la prostitución y tres cuartos de estas últimas han sido sintecho en algún momento de sus vidas. ¿Dónde están estas mujeres en nuestras campañas?
Hyman se refiere a este punto cuando discute algunas de las limitaciones en el progreso que se ha hecho en materia de igualdad salarial. Hyman afirma que “el empuje real tiene que producirse en los sectores peor pagados: los cuidados y la limpieza.” Dice que la campaña “no está realmente abordando el tema de los trabajos no remunerados de las mujeres, lo que implica que sus trabajos remunerados están infravalorados de base.” También recuerda que en los noventa “las cosas mejoraban en las altas esferas… tuvimos una mujer como gobernadora general y otra como primera ministra, una jefa de Telecom, una ministra de justicia y otra de trabajo. Y todo el mundo pensó ‘¡Oh! Estamos en lo más alto, todo está conseguido ya.’ Por supuesto, más tarde, la mayoría de ellas fueron reemplazadas por hombres.
En otras palabras: no reinventemos la economía ‘de arriba abajo’ desde el movimiento feminista. Todas sabemos lo que esto conllevaría: Unas cuantas mujeres blancas de clase media en trabajos bien pagados, que siguen caminando en la cuerda floja por estar más precariamente posicionadas que sus compañeros varones, pero que aún así nos dejan muy atrás a las demás. En concreto, dejando caer a las mujeres indígenas de clase trabajadora mucho más y más atrás. Este es el enfoque ‘de arriba abajo’.

¿No era esto también parte de la crítica que las feministas negras lanzaron a las feministas blancas de la segunda ola? ¿Que el movimiento que dominábamos estaba demasiado centrado en los aspectos más superficiales de la opresión, que era demasiado cómodo? ¿Que nosotras, las mujeres blancas, pagábamos una miseria a las mujeres negras para cuidar a nuestros hijos, mientras nosotras salíamos a las calles a luchar por salarios más altos y trabajos ejecutivos? La teoría feminista de Bell Hooks, De los Márgenes al Centro, es más o menos esto exactamente.
En una presentación reciente de las “Declaraciones de Independencia”, Teresia Teaiwa dijo algo igualmente importante cuando habló de las luchas por la independencia y la soberanía: dijo que estas luchas, frecuentemente, han sido lideradas por hombres, ignorantes de los problemas de las mujeres y cargados de machismo. Hyman hace la misma afirmación sobre los sindicatos, totalmente estancados en lo que se refiere a los problemas de las mujeres, porque están dominados por hombres. Las mujeres son arrinconadas muy a menudo en los movimientos que dominan los hombres, que ponen la excusa de que se encargarán de los asuntos de las mujeres una vez ganada la batalla. Prometido. Pero Teaiwa revela que las cosas no funcionan así.

Lo mismo pasa dentro de los movimientos de mujeres. No podemos decir: una vez que hayamos conseguido aumentos de sueldo de las que tenemos trabajo, entonces nos preocuparemos de las sintecho y de las que son cosificadas más violentamente.
Nuestro movimiento tiene que estar basado en líneas de fondo fuertes e inquebrantables, desde las que partir y que se apliquen a todas nosotras. Como por ejemplo que las mujeres no son objetos. O que las mujeres necesitan vivir seguras, libres de violencia sexual. O que el consentimiento no puede ser comprado. Estas bases necesitan formar parte del trabajo que hacemos por la igualdad salarial, y también necesitamos asegurarnos de que la campaña se encuadra en un movimiento más grande y profundo que, en primer lugar y prioritariamente, amplifique las perspectivas críticas de las más marginalizadas y desfavorecidas entre nosotras.

La batalla de Hyman por la igualdad salarial ha obtenido resultados ganados con mucho esfuerzo. Vio el progreso que resultó de la aprobación de la Ley de Igualdad Salarial de 1972 -Y cómo aún así la ley permitió la discriminación de las mujeres con respecto a la igualdad de oportunidades. Tampoco supuso una gran mejora en términos de igualdad salarial para mejorar los sueldos de los sectores mayoritariamente femeninos. Y por supuesto, las estadísticas demuestran que en las industrias en las que aumenta el número de mujeres, los sueldos medios bajan.
Como las promesas de de la ley de 1972 se tendrían que haber cumplido en el 77, los ochenta fueron testigo de un ‘revival’ de la lucha por la igualdad salarial, pero tampoco se consiguió mucho. Hubo otra ley en 1990 pero el gobierno neoliberal iba en otra dirección: era individualista y consiguió que se incrementara la desigualdad salarial, y particularmente la desigualdad salarial por género.

El Neoliberalismo ha visto una promoción y un impulso generalizado de un feminismo que, sobre todo, celebra la ‘elección’ individual. Como señala Meagan Tyler: Incluso playboy ha decidido recientemente opinar sobre algunos puntos de la teoría feminista y se ha posicionado a favor del derecho de la mujer a ser sujeta a la mirada pornográfica. Que, convenientemente, encaja muy bien con su propio plan de negocio, por supuesto.




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Izquierda: El género pornográfico más popular es ADOLESCENTES. #culturadelapedofilia. |||| Centro: “Por supuesto, la libertad de las mujeres debe importarnos mucho más que la libertad de los proxenetas.” Andrea Dworkin. |||| Derecha: Pobreza o… ¿Prostitución? ¡Eso no es libre elección! ¡Apoya los programas de salida y la ley del comprador de sexo!


Cuando las feministas, cuando las mujeres aceptan la promoción, las narrativas sobre la ‘elección’ o el silencio alrededor de la prostitución -ese silencio seguirá siendo un lastre para todas nosotras. Significa que ignoramos a nuestras hermanas supervivientes, traicionamos a las niñas y jóvenes que están creciendo junto al poderosísimo lobby del comercio sexual (el género pornográfico más popular es el ‘adolescente’), mantenemos un análisis desarticulado de nuestros problemas y reafirmamos el derecho sexual masculino. Esto implica que dejamos intactas las condiciones que favorecen todos los tipos de opresión sobre las mujeres, para que continúen funcionando- entre otras, la brecha salarial de género.

Cuando una amiga mía compartió el año pasado en sus redes sociales una imagen de las mujeres Islandesas protestando durante la huelga por la brecha salarial, me pareció importante señalar que las mujeres irlandesas ya habían criminalizado a los puteros y a los proxenetas. La solidaridad que las une por la igualdad salarial es profunda, duramente ganada, sólida y duradera. Y para ellas ‘trátala bien’ no significa sólo ‘págala igual que a los hombres’, significa también que su consentimiento no puede ser comprado y que las mujeres no son comodidades que se puedan mercantilizar. Todo nuestro movimiento, como el de Islandia, se establecerá si juntas decidimos adoptar estas bases y luchar contra nuestra cosificación.

La igualdad salarial es una causa popular entre las mujeres, porque es obvio que es necesaria, es fácil estar de acuerdo con ella y es cómodo y fácil hablarlo. Nadie pide alertas de contenido en discusiones sobre la igualdad salarial. No hay muchas mujeres de clase media que hoy en día se presten a defender su derecho a ser peor pagadas. Necesitamos luchar por la igualdad salarial, pero necesitamos apuntalar la batalla con unos cimientos profundos. Si no salimos de nuestra zona de confort para crearlos… Bueno, ¿cuánto tiempo tenemos? Porque estamos exactamente donde el sistema nos quiere tener, y desde aquí es muy fácil llevarnos al huerto. Como advierte Hyman, el gobierno actual está a punto de revisar la ley de Igualdad Salarial y es muy probable que la vaya a debilitar.
Sólo podremos asegurar lo que hemos conseguido con nuestra lucha si hacemos una campaña más amplia y más profunda.

Fuente:
https://somoslamitad.wordpress.com/2017/02/17/no-acabaremos-con-la-brecha-salarial-hasta-que-no-debatamos-la-prostitucion/

Nota: las imágenes son del original.