domingo, 9 de abril de 2017

Imaginarios y Lógicas de la Prostitución




Magdalena González




Imaginarios y Lógicas de la Prostitución
Por Magdalena González - Publicado en Abril 2010




     En relación a la hipótesis de Freud del origen de la sociedad patriarcal, según la cual los hijos cometen parricidio para apropiarse de las mujeres que el padre sometía bajo su poder absoluto, Gregory Zilboorg[1] considera  que “las palabras de Freud se ajustan más a un acto de violación que al asesinato del padre” (...) “el hecho primordial  no tiene relación con la paternidad,(...) el acto no surgía del amor o de la anticipación de la paternidad, tampoco de la tierna solicitud...era un asalto...un acto fálico y sádico”. (…) La idea de la familia nació originalmente de la fuerza de la explotación económica,(…) sus esposas asarían su carne y atenderían todas sus demás necesidades”.

     Carole Pateman cita estas y otras consideraciones de Zilboorg, y ella observa que la apropiación forzada, y la violación de las mujeres por parte del padre, previo al parricidio, seguirá siendo cometido por los hijos después.

     Dice Freud “No hay nada que los hermanos puedan hacer si desean vivir juntos más que erigir la prohibición del incesto…así ellos salvan la organización que los hizo fuertes”    Más allá del asesinato del padre, la interdicción sigue existiendo, pero no respecto de la liberación de las mujeres.

   Lacan[2] cita a Freud en “El malestar en la cultura”  “Quienes prefieren los cuentos de hadas hacen oídos sordos cuando se les habla de la tendencia nativa del hombre a la maldad, a la agresión, a la destrucción y también,  por ende, a la crueldad,(...) el hombre intenta satisfacer su necesidad de agresión a expensas de su prójimo, de explotar su trabajo sin compensación, de utilizarlo sexualmente sin su consentimiento, de apropiarse de sus bienes, de humillarlo, de infligirle sufrimientos, de martirizarlo y de matarlo. Y acota Lacan: “Si no les hubiera dicho de entrada la obra de la que extraigo este texto, habría podido hacerlo pasar por un texto de Sade”.

    Está bien claro que más allá del asesinato del padre, lo que se sigue sosteniendo, es ese principio de placer, sobre todo respecto de las mujeres.  

     Retomando a Pateman: “Ninguno de los hermanos podrá ser un padre primigenio, pero no renuncian al derecho sexual patriarcal. El derecho se extiende a todos los hermanos a través de la ley de la exogamia. Es decir: los hermanos hacen un contrato sexual. (…) El derecho sexual patriarcal deja de ser el derecho de un hombre, el padre, y se convierte en un derecho “universal”. La ley del derecho sexual del varón se extiende a todos los varones de la fraternidad”.[3]

Katsushika Hokusai
      Julia Kristeva se refiere a la tesis freudiana de la asimilación-identificación con el padre que realizaron los hermanos después de haberlo asesinado,  y haber compartido entre ellos el acto de comérselo, que  representaron en la comida totémica, cuya huella se encuentra en todas las religiones. “Así se convirtieron en él y él se convirtió en ellos. Y al convertirse ellos mismos en el poder, cesaron de quedar excluidos del poder. Contrajeron un pacto simbólico entre hermanos, que forman así un conjunto, una cultura (...)Tótem y tabú es la puesta en relato de una etapa capital de la hominización por la cual el Homo sapiens se convirtió en una animal social, al identificarse, no con la tiranía del padre, sino con su función de autoridad: tal es el acto de la hominización, el acto de la cultura. Las grandes ausentes en este asunto-supongo que se darán cuenta- son las mujeres”.
   Kristeva hace mención al silencio de Freud respecto al destino de la feminidad propia de los hermanos, en el sentido de “cómo habrán resuelto sus capacidades potenciales de haber sido también las mujeres de ese padre, a saber: las víctimas sometidas o pasivas de la pulsión sexual paterna”. Refiriéndose a ese silencio,  Kristeva menciona la fidelidad de Freud al pacto social, “regla de la sociedad por la cual las mujeres están apartadas de la religión de los hermanos”,  mientras también  reconoce la honestidad de él al expresar “(...) el sustrato homosexual del acuerdo sagrado: el desdoblamiento de este destino social como destino homosexual” (...). Ella continúa “Los hermanos se encuentran reunidos entre sí, reprimiendo su feminidad y alejando del espacio sagrado y social el intercambio sexual del que serán objeto las mujeres y que constituirá la esfera de lo privado, de lo erótico, de lo reprimido”.[4]

       La institución de la prostitución es el espacio permitido por la sociedad para que los hombres realicen toda cosa perversa contra las mujeres, digo perversa en el sentido en que dice E.Carpintero[5] “No es en relación a una norma lo que determina lo propio de las perversiones, sino una sexualidad al servicio de la muerte como pulsión”. 

    La facilidad del acceso al goce (patológico), la significación de que esa mujer degradada socialmente hablando, va a responder a un goce también degradado del hombre, que con otra mujer no va a encontrar. La estructura social que estamos viendo, implica un lugar donde la realización de toda fantasía es permitida hasta el goce sádico más cruel. Más allá de todas las religiones, y más allá de todos los valores. Como las guerras, expresión social de una forma, en este caso degradada, de la pulsión de muerte.

    Tratando de acercarme a la comprensión de tal ámbito en la actualidad, y para  detectar algunos imaginarios y también a procesos lógicos acerca de las múltiples formas de relaciones entre los géneros, realicé una investigación con grupos, cuyos integrantes se manifiestan entre otros temas, acerca de las relaciones de pareja, las relaciones casuales, y una de las formas de esclavitud a la que se expone a las mujeres, que es la prostitución. Aquí podemos observar la coexistencia de imaginarios patriarcales arcaicos y sus actuales formas de dominio, abuso y violencia, junto a  procesos lógicos que dan cuenta de relaciones en las que es posible la paridad entre los géneros.
 
Imaginarios y procesos lógicos acerca de la prostitución
Las conversaciones transcriptas a continuación pertenecen a una investigación más amplia sobre imaginario social, que incluye grupos de los dos géneros. Este segmento corresponde a un grupo de ocho hombres entre dieciocho y veintitrés años, pertenecientes a las tres clases sociales.

1) - Yo nunca me metí con pibas fáciles.  Yo quiero que  me cueste... cosa que cuando esté conmigo no ande mirando a nadie. Lo que pasa es que ahora todas las pibas hacen así: sí mi amor, sí mi vida... y le andan tirando besos al de al lado...                                                                                                1’) - No, depende, que nosotros seamos de esa forma no quiere decir que ellas lo sean. Además una cosa es mirar y otra cosa es desear, mirar siempre se va a mirar.
 - Pero si está con vos te tiene que respetar. Si yo veo a mi novia mirando a otro la dejo sin ojos. (Se ríe).



 2)   - Ahora los chicos en su gran mayoría, buscan iniciarse con alguna prostituta...
 - Pero ahora con la liberación femenina es más fácil la cosa.
    - Claro, uno no tiene necesidad de ir y pagar.

 - Te ahorrás el costo.

 3) - No, yo no voy a hacerlo sólo por sexo. Mi novia  siente más amor haciéndolo, lo hace mejor. Y yo siento amor por ella.

 4) - A un flaco le puede atraer la novedad, por unos pesos hacés negocio.
    - Lo hacen porque les gusta ir a esos lugares. La mayoría son los que tienen plata.
    - Los que tienen plata... ya probaron todo, ya no tienen qué probar.

 5) - Hay que probar con un flaco ¿no?.
    - Pero si te dicen: vamos al departamento de una mariposa ¿vos vas a ir?.
    - Pero eso lo hacen porque están drogados, les da todo igual.
    - Las prostitutas se drogan...para estar toda la noche ... para aguantar.

    6) - Y algunas deben disfrutar. Ganan plata y pasan un buen momento.
    - A mí me parece que una prostituta puede llegar a disfrutar, no sé, los primeros dos días de su trabajo, o la primera hora nada más.
    - Yo una vez fui a una despedida de soltero, y había una piba, jovencita, de diecisiete ó dieciocho años, muy linda la piba. Pero era: bueno, el que sigue... ¡Qué va a disfrutar!.
    -La mayoría te dice que hace eso porque tiene que mantener una casa...
    -Para mí no. Para mí buscan el camino fácil. Les gusta eso y entonces...¡bueno!.
    - ¡Ojo!, hay muchos casos que se inician en eso, después quieren salir y no pueden... porque es una mafia.
    - Porque la ven fácil, porque es un modo de ganarse la plata fácil...
    - No, por ahí es gente que no tiene familia, que viene de la provincia...o que la engañaron.

   Se da un intercambio de opiniones, subiendo la intensidad, hasta que uno irrumpe:
 7) - Para mí hay que matarlas a todas.
   - ¡¿Por qué?!.
   -Porque son una raza inferior.
   - ¡Qué  decís! ¡Cómo decís eso! ¡No es así!.
   - Cada uno tiene su derecho de hacer lo que le guste. Y si  a ella le gusta...
   - Hay que agarrarlas a esas y a los narcotraficantes y liquidarlos.
   - Esa es otra historia. A veces han entrado y han querido salir y no se lo permiten porque es una mafia.
   - El día que yo fui eran dos pibas, eran como siete lungos grandotes, traje, mejor departamento, todo....
   - Te das cuenta, vas caminando por la calle y están lo chabones con trajecito, saco... Te dicen: mirá flaco, y te dan la tarjeta, te llevo a ver la mercadería, y si te gusta....
   - Sí, aparte, es la mercadería, es como un pedazo de carne.
   - Y bueno, fijate qué feo es eso. Por eso, me entendés. Yo las mataría.
   - ¡No!, Además vos no podés entrar y decir: no, no me gusta ninguna. A veces, si vos bajas, no subís. Un amigo mío fue a comprar sábanas al Once. Le dieron una tarjeta. Pensó que era de un boliche, entonces bajó. Entró y vio chicas bailando... y el pibe se dio la vuelta y se iba. Se le pararon dos tipos así en la puerta: no, no, acá tenés que consumir o consumir, si no, no te vas. El tipo tuvo que gastar en un trago. Uno se da cuenta en esos momentos que las minas no salen más de ahí.
 - Es terrible, yo vi una piba con quince flacos, ella tendría diecisiete años. Ella controla y es diez minutos por flaco. Con cuántos flacos tiene que pasar la noche.
   - Yo en su lugar me muero.
   - Qué asco... yo las mato.
   - Matarlas no..., habría que ayudarlas.
   - Para ellas es un trabajo, bueh...dicen que es un trabajo.
   - Para mí no. No es un trabajo.  ¿No escucharon lo que dijeron ellos?.
   -Nacen prostitutas.
   - ¡No!, si vos sos hija de prostituta, hermana de prostituta, y nieta de prostituta, vos, ¿qué vas a ser?


    En (1) un representante del poder patriarcal marca el territorio, reclama el ejercicio de su “propiedad” bajo la forma de la exclusividad como mirada, retener la pulsión de la mujer hasta dentro del campo escópico. Si la mujer mira a otro no es de él, y es considerada infiel porque el goce de mirar o ser mirada es acaparado para la mirada exclusiva del “propietario”, así, hasta ese instante de la mirada les pertenece. Hay quienes necesitan que la chica sea “muy difícil”, es decir fácil de dominar, que no haya accedido a la autonomía, que a él le garantiza, ilusoriamente, el ser exclusivo, sin competencia.
    Un compañero de grupo acota que las mujeres “no son como ellos” (1’), y le aclara que el mirar no obliga al deseo, y que es normal, pero el opresor, recurre al “respeto”-temor, “la dejo sin ojos”, con el chiste expresa el alcance de su prohibición a la mirada, y el castigo de castración.

   Salen del ámbito de la mirada y manifiestan cómo se aborda a una mujer y lo difícil que es para algunos hombres. (2) Las “compran” o como veremos más adelante, o las tratan como compradas. Aparece nuevamente reconocido como ritual social el iniciarse sexualmente con mujeres prostituidas, y se refieren a esto manifestando su naturalización.   La liberación femenina es enunciada por uno, e inmediatamente denigrada con ironía por otro: “te ahorrás el costo” significa “son las putas que no cobran”.

   Considero el pago en prostitución como un simulacro de contrato que actúa como salvoconducto para la apropiación ilimitada del psiquismo y el cuerpo de las mujeres, que en la mayoría de los casos producen el efecto de lo que son, verdaderas torturas.  Para C.Pateman, el pago en prostitución, actúa dentro del pacto sexual, para el hombre, como indemnización que impediría (injustamente) que la mujer pudiera reclamar por los daños sufridos. 

 En ese instante alguien separa y se separa, de lo que dicen los otros: él tendrá relaciones sexuales por amor, y en una relación de paridad. Más allá de lo imaginario, según los tiempos lógicos (Lacan), empieza el momento de comprender, que en este grupo dura solo un instante, “...no voy a hacerlo solo por sexo” (3)  Pero inmediatamente comienza el tiempo de concluir, cae el argumento lógico (4) “...por unos pesos hacés negocio” otra vez la mujer como objeto. Esto es conocido en psicoanálisis, “sólo por sexo” es sin empatía, desubjetivizando al otro. Falta el factor erótico, los sujetos, sus particularidades, en fin... falta la relación. Sin esto, no existe la satisfacción para estos hombres, Freud ya se había referido a esta falta de satisfacción en “Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa” y es importante remarcar, es una de las características en la relación prostituidora. Lo que se puede dar es solamente a nivel de descarga pulsional, no hacia un otro como objeto de deseo. Y en esas condiciones, como pulsión agresiva, sin la componente relacional, libidinal en sentido amplio, podemos considerarlo manifestación de la pulsión de muerte por la condición de objeto a la que someten a la otra persona. Desde la naturalización de transformar la privación de los Derechos Humanos en transacción comercial, es el no límite.

   También incluyen el prostituir a hombres, que en este caso tiene semblante de mujer, (5) y si es “mariposa” está en la misma categoría que ella. El otro sexo y el propio son desarticulados en parcialidades.

   Como primer tiempo lógico la mirada inicia un proceso, que da lugar a un segundo tiempo lógico que es el tiempo de comprender, que comienza cuando empiezan a trabajar (6)   qué quiere una mujer y aquí aparecen los prejuicios, insostenibles,  acerca de que “algunas deben disfrutar y ganan plata haciéndolo”, “ Ganan plata y pasan un buen momento”, difícil les resulta reconocer el abuso que cometen, aunque aparece esbozado “por unos pesos hacés negocio”, imaginan muy a menudo que ellas gozan con ellos, creyendo que tal cosa es posible solo por su propio narcisismo, pero esa fantasía tampoco es tolerada, ya que tienen que darles dinero para ser aceptados.

   Continúa la conversación manteniendo cada subgrupo su posición, por un lado la realidad de lo que es esa práctica de la prostitución para las mujeres: el encierro, el miedo, la amenaza, el no poder aguantar a los prostituidores clientes, el no disfrutar, la responsabilidad económica con los hijos,  la actuación de las mafias. Aquí están a punto de concluir lo que preguntaba Freud ¿Qué quiere una mujer? Vemos diferentes imaginarios acerca de qué las hace gozar.

Hasta que impacta la violencia más desembozada: (7) “para mí hay que matarlas a todas (...) porque son una raza inferior”. Hay que matarlas a todas: si una mujer goza, entonces hay que matarla aunque sea con la palabra. Aparece lo femenino como una raza inferior. Cuando se le aclara que las mujeres prostituidas son tratadas como un pedazo de carne, contestará : “por eso, mirá que feo, por eso hay que matarlas a todas”. Saben que es feo lo que hacen con las mujeres en general, y es por esa depositación en ellas de todo lo cometido en su contra, que se las victimiza, además se maltrata a la mujer que ha sido vulnerada.   En el caso de las mujeres a quienes ellos han prostituido, son más castigadas precisamente por eso.

    Encontramos la expresión de las múltiples violencias de las que son víctimas las mujeres a quienes han prostituido: por ser mujeres, paradojalmente por haber sido prostituidas por ellos mismos, y por racismo,  y expresan además su fantasía de irreductibilidad del estado de ellas, fijándolas a ese “destino”. La realidad reflejada en este imaginario son niñas y mujeres inducidas, o secuestradas para cubrir el requerimiento masculino permanentemente en crecimiento.


    Continúa la argumentación, alguien dice que  “para ellas es un trabajo, bueh...dicen que es un trabajo” tal vez confundido con lo que se dice en los medios de comunicación, de todos modos sosteniendo el imaginario esclavista. Otro apela a un antiguo mito determinista como argumento: “nacen prostitutas”. Desde argumentos lógicos le contestan invitándolo a ponerse en el lugar de ellas, mostrándole el peso del aspecto cultural “si vos sos hija de prostituta, hermana de prostituta, y nieta de prostituta, vos ¿qué vas a ser?”

    En este grupo podemos apreciar que hay una lógica masculina en defensa de la mujer en general y de la mujer en situación de prostitución, en una posición realista. Y hemos conocido la expresión del paradigma patriarcal arcaico, basada en prejuicios tan antiguos como éste. A pesar de estar en América, donde sus pueblos originarios no dieron lugar a este tipo de explotación de las mujeres, sino recién a partir de la dominación europea (en nuestro caso la española). Incluso aún hoy algunas de estas culturas,  continúan preservándose de este tipo de esclavitud, del mismo modo que muchos otros hombres en todo el mundo, que no prostituyen a las mujeres.  Es importante valorar este tipo de datos, pues desmiente mitos que pretenden naturalizarla, con argumentos tales como que la prostitución es universal, y que siempre existió.

   Este antiguo mito de que las mujeres en esa situación “gustan de eso y ganan plata haciéndolo” además de liberar al prostituidor y a la sociedad de algún sentimiento de culpa, en este momento está muy utilizado en los medios para presentar la prostitución como algo atractivo y rentable para las mujeres.

   Los falaces argumentos de los tratantes de mujeres y niñas se siguen sosteniendo en estos mitos esclavistas, favorecidos por los medios de comunicación visuales y virtuales que las subyugan poniendo énfasis en la imagen de lo externo, bello y joven, y les miente nuevamente promesas de triunfo, placer, y también fama. Vemos ejemplos en T.V., internet, revistas y artículos en diarios y hasta en libros. Pero tanto las “escorts”, como las chicas V.I.P. algunas pertenecientes a familias acaudaladas, incluyendo a las que han comenzado casi niñas, comentan el pasaje de la prostitución a estar bajo trata como algo que en algún momento le sucede casi a cualquiera. Es asombrosamente fácil para ellos captarlas. Sony, jovencita de origen de clase media alta, de diecinueve años comenta “Había estado enferma, ya no tenía qué vender, me iba a quedar sin lugar donde vivir, y algo así era impensable...mientras no te sucede ni lo imaginás, pero cuando vienen los problemas, ya te falta la fuerza para afrontarlos, y en este ambiente, siempre aparece un tipo que te hace de “protector” y se queda con la mayor parte. Después... ya no podés salir,  además... tenés que irte a otro lado, a nadie le gusta verte desmejorada. Te quieren siempre divina, siempre alegre, siempre nena, pero sobre todo, ¡quieren que eso te guste! Para peor, aunque estés bien, se cansan enseguida, las buscan más chicas, Y es así...me muestro princesa porque a los hombres les gustan las chicas así pero...mirá...en esto...si me pongo a pensar...¡Es mejor no pensar!

    Para soportar la situación les es preciso no pensar, y para atraer a esos varones con ese imaginario, deben cumplir sus fantasías de uso, sobre todo, una de las fantasías-excusas del dominador, que es que “ellas lo eligen, a ellas les gusta”.

    En este momento podemos constatar en el mundo el peso del imaginario social patriarcal, a través del aumento y la gravedad de la violencia hacia las mujeres en general, y los horrores, entre otros, cometidos contra las mujeres en situación de prostitución, mientras en los medios de comunicación se las muestra como “oportunidad de empoderamiento para la mujer”.  Este argumento es esgrimido también por algunas  organizaciones internacionales que otorgan subsidios a proyectos para mujeres prostituidas, con la condición de que presenten a la prostitución como “trabajo sexual”, es decir, colocando a los proxenetas y sus mafias en el lugar de empresarios legales.

    Pero también podemos apreciar que cuando nos diferenciamos, como sociedad, de tales paradigmas arcaicos, podemos asumir que es posible una sexualidad al servicio de la pulsión de vida.








Patio de atrás del sexo



Patio de atrás del sexo –
Magdalena González

Una vez fundada Roma, Rómulo convoca a gente de otras comarcas para poblarla. En su mayoría concurren delincuentes, buscando mejores oportunidades que las que tienen en sus pueblos. No asisten mujeres. Entonces, los romanos convocan a los pueblos vecinos a una gran fiesta, pero estos vecinos, advertidos de la peligrosidad de los romanos, no aceptan la invitación. Sólo los sabinos, gente trabajadora y guerrera, llegan al festejo. Según un plan preconcebido de apropiación, en determinado momento los romanos se lanzan sobre las mujeres jóvenes y las secuestran. Tiempo después los sabinos, habiendo preparado su ejército, vuelven para rescatarlas. Pero ya las jóvenes estaban embarazadas o habían parido hijos y “quedarían unidas con ellos por el vínculo más dulce que pueda enlazar a los seres humanos, el de la maternidad. Debían por consiguiente moderar su rencor y dar sus corazones a aquellos a quienes la suerte había hecho dueños de sus personas” (Tito Livio, Historia de Roma, Madrid, ed. Spes).

Magdalena González
“Los mitos cumplen una doble función en la cultura, el intento de respuesta a los enigmas que nos presenta la vida y el ocultamiento de la violencia para la justificación de algún sistema social” (New Larousse Encyclopedy of Mithology, Hamlin, Londres): es necesario no perder de vista ni la riqueza de la ficción alegórica ni la justificación y el ocultamiento de los sistemas opresivos que portan los mitos, por ejemplo el mito del Rapto de las Sabinas sobre la fundación de Roma. Su argumento refuerza a las mujeres en un lugar que aún ocupan: el de tolerar la violencia de la apropiación indebida; reforzar la unión hombre-mujer sin objeción posible de parte de ella en función de un rol que debe estar por encima de todo: la maternidad.

Este modelo de abuso, de violencia, de apropiación y de engaño es el que sostiene la explotación sexual a lo largo de la historia.

Es sólo un ejemplo de los mitos patriarcales que impregnan nuestra cultura, manipulando las mentes de los sujetos para lograr apropiarse de las riquezas de los pueblos y los cuerpos de las mujeres, que operan como mercancía: un bien más. Esto nos introduce en el tema de las mujeres como preciado botín para satisfacer a ese tipo de cultura. Según Marx, no entran ni siquiera como valor de cambio, sino de uso.

Esta característica de uso se conecta con la apropiación de las mujeres en general y, en el extremo de este continuo, prostituirlas.

Hay factores que son clave para la existencia de la prostitución:

- El sistema patriarcal productor y reproductor de la opresión, esclavización y muerte de mujeres, y básicamente de las mujeres a quienes prostituye.

- La demanda del prostituidor cliente, que determina la existencia de la prostitución.

- El imaginario social prostituidor.

- Las crisis económicas.

- El capitalismo en su fase neoliberal, como productor de esclavitud.

- El prostituidor reclutador, personaje clave para destruir la resistencia de las mujeres con el objeto de ingresarlas a la prostitución, llegando incluso al secuestro. Estos personajes, mediante extraordinarias maniobras manipulatorias que, como dice Masud Kahns refiriéndose a los sujetos perversos (Alienación en las perversiones, ed. Nueva Visión, 1987), exigen y consiguen de sus víctimas “la suspensión de la discriminación y la resistencia, en todos los niveles de la culpa, la vergüenza y la separación”.

- La globalización que propicia las redes internacionales de tráfico, produciendo el brutal incremento del secuestro, tráfico y muerte de jóvenes, niñas y niños.

- Los medios de comunicación masiva, que inducen y ofrecen modelos sexuales prostituidores, actuando sobre el imaginario social y favoreciendo la dominación proxeneta. Así se consolida la opinión pública afín a la prostitución, y se genera también su expansión, produciendo en este caso una réplica masiva de lo que hacen los proxenetas, en lo individual, para socavar la resistencia de las mujeres que prostituyen.

- El tráfico de mujeres avalado por los Estados y el sistema patriarcal-neoliberal favorecido por la globalización pretenden hacer pasar la explotación sexual como si fuera trabajo, buscando legalizar el poder obtenido mediante la violencia y el secuestro, y así incrementar aún más sus ganancias.

- La participación de sectores de los gobiernos vinculados a las redes de tráfico de mujeres que, a su vez, se relacionan con los demás tráficos (drogas, armas, etcétera).

El imaginario social prostituidor es una muestra de lo instituido. Veremos cómo la mujer está colocada en el lugar del goce del otro, no en el lugar del deseo del otro, en algunos comentarios de un grupo de hombres entre 26 y 36 años, en el curso de una investigación de imaginario social realizada con técnica de grupos motivacionales.




“Un cliente se transforma en un cliente porque paga. Está haciendo una transacción comercial.” Cuando una persona está cometiendo abuso de otra, el pago por el abuso no lo transforma en acto comercial; es un acto que priva a la otra persona de su lugar de sujeto, por lo tanto de sus derechos humanos. El pago, así, es un acto de perversión: no se pueden comprar personas.

“La mujer de uno no puede hacer cosas que la prostituta puede hacer.”
La mujer en situación de prostitución tampoco puede “hacer cosas” sin sufrir daño, agravado en el caso de ella por la frecuencia y por la diversidad de prácticas perniciosas que se le exige que cumpla.

“Hay cosas que moralmente no se hacen con una persona querida, pero que con una prostituta ni lo pensás porque está para eso, no lo vas a hacer con la madre de tus hijos.”
Aquí encontramos dos aspectos disociados en la cultura patriarcal y en el individuo: la sexualidad cosificadora y el amor; el primero, depositado en la mujer prostituida, y el segundo en la mujer-madre. Además, se trata de una doble moral. Lo que él considera inmoral de sí mismo se lo impone a la mujer prostituida, obligándola porque le paga, y deposita en ella su propia inmoralidad. Lo que para estos varones no es “moral” con la persona querida es su sexualidad de dominio: con la mujer a la que prostituyen, esa “inmoralidad” queda negada.


“Yo no creo que la prostitución sea un mal. Es un mal que se lo haga público, porque puede afectar a tu familia. ¡Si vos tenés una hija y ve por la tele que se gana tanta plata haciéndolo! Y no se ve que se las atormente todo el año.”
Este varón entiende que sería un mal si una hija de él cayera en esto, pero no considera que sea un mal para las que no son cercanas a él. Tiene conocimiento de la realidad: sabe que ganan plata; también sabe, pero en forma separada, que es “un tormento”. Con esa disociación justifica la acción del prostituidor y el sistema proxeneta.

“El hombre puede recurrir a la prostituta por necesidad sexual o porque le gusta. ¿Sabés por qué? Por la fantasía que uno tiene, tal vez tu novia no te hace ciertas cosas. Y vos sabés que a la otra mina le decís ‘Hacé esto’ y lo hace, porque vos le estás pagando. No te van a decir: ‘No, yo no lo hago’. Y es una fantasía que el tipo quiere que se le cumpla. Mis amigos fueron todos porque dicen que son tremendas. Bah, tremendas en el sentido de que hay morochas muy lindas. Las brasileñas son muy lindas, y las venezolanas.”
Cuando este hombre expresa “‘Hacé esto’, ella lo hace porque le estás pagando”. El imaginario social prostituidor es una muestra de lo instituido. Veremos cómo la mujer está colocada en el lugar del goce del otro, no en el lugar del deseo del otro, es lo “tremendo” de sus fantasías pero, sobre todo, lo excita saber que ella está obligada a realizarlas: otra vez vemos la sexualización de la inermidad y del ejercicio del poder. Pero él no lo reconoce en sí mismo. Lo “tremendo” es desplazado y depositado en ella. Él mismo hace un intento de rectificación poniendo el énfasis en la belleza cuando dice: “Bah, tremendas... son muy lindas”.

“Ahora que las mujeres se liberaron, uno no tiene necesidad de ir y pagar. Te ahorrás el costo.” Este joven ironiza sobre el rol de la joven que se avenga a mantener relaciones sexuales, y en general sobre la liberación sexual de las mujeres: es mal visto que ellas elijan libremente acerca de su comportamiento sexual, porque de esa manera ellos pierden el control, y muchos hombres no toleran esa pérdida, pues no accedieron a una independencia interna tal que les permita relaciones de paridad y confianza. Nuevamente vemos cómo se equipara a las mujeres liberadas del control masculino con “putas”, que en este caso no les cobran. La libertad sexual de las mujeres es entendida e implementada por estos varones como la ventaja que ellos tienen ahora para acceder a relaciones sexuales; las consideran aptas para actos sexuales casuales, con la connotación de desechables. Es otra instancia de control y dominio.


No obstante, el prostituidor-”cliente” puede necesitar a alguien que lo mire en su acto: exige un ser humano, él sabe que ella no es una cosa, pero su goce consiste precisamente en rebajarla a una condición de uso: la trata como objeto, pero espera y exige que ella, como persona, ponga la mente y el cuerpo a su servicio. Necesita de la sensibilidad de ella para satisfacer su goce, es decir, su destructividad; y la necesita, además, como testigo de su acto. Trata a las personas, sabiendo que son personas, como si no lo fueran; denigra a la mujer en tanto ella realiza actos humillantes: ese acto denigratorio, el acto de destruirla como sujeto, le produce placer.

A veces buscan mujeres por su belleza o por su educación. Estos casos evidencian que valoran a la mujer como botín: lo que ellas representan. El nexo es emblemático: él, si “la tiene”, participa ilusoriamente de las características de ella.

Este lugar desde el cual se puede acceder a la degradación del otro produce la degradación del varón en cuestión como sujeto mismo (S. Freud: “Sobre la más generalizada degradación de la vida amorosa”). Por eso la existencia de la prostitución y, en este momento, su expansión, tienen graves efectos en la cultura y la sociedad.


Mujeres de la vida. Gutierrez Solana. 1932
Es necesario advertir sobre las consecuencias que tienen estos comportamientos en las mujeres prostituidas (ver Magdalena González, “La otra tortura”, Página/12, sección “Psicología”, junio de 2005). En muchos casos, estas consecuencias son comparables a las de las personas que han sufrido tortura física y psíquica, llegando al suicidio; también, a ser víctimas de asesinato por parte de los proxenetas y prostituidores-”clientes”.

Además de los casos de prostituidores-”clientes” que, en formas difíciles de imaginar, torturan a mujeres en situación de prostitución, en todos los casos se da el proceso de desubjetivización, lo que dos mujeres en prostitución describen así: “Los clientes a veces te tratan bien, pero siempre te dan a entender que vos sos lo que sos, nunca vas a ser otra cosa”; “Te sentís basura, ellos te dejan su mierda adentro”. Esto es considerado por Jacques Lacan el peor lugar: ser objeto del goce del otro. Las mujeres sometidas a la situación de prostitución estarían, no en el lugar de objeto de deseo, sino en el lugar de objeto de goce sádico.

El o la proxeneta han manipulado a la joven reclutada para que ilusione estar en el lugar de “la piola”, mientras ocupa el lugar de resto para ellos, para los clientes y para la mayor parte de la sociedad. Ellas viven esa dualidad mediante un proceso de renegación, intentando sostener la ilusión, pero cuando logran integrarse y de-silusionarse, lo expresan así: “Las gilas somos nosotras”.


Se viene incrementado la exigencia de los prostituidores-"clientes" a los proxenetas: así, pueden requerir mujeres cada vez menores, hasta niñas y niños pequeños. La falta de límites ha ido más allá del horror: hay varones que solicitan y obtienen bebés para abusarlos sexualmente. En estos casos está bien claro que lo que cuenta es, antes que una atracción sexual hacia los niños como tales, el goce de la inermidad, la inocencia, el sufrimiento del sujeto, el poder ejercido sobre criaturas victimizadas que ni siquiera saben qué está sucediendo.

Dice una mujer en prostitución (Integrante de Ammar, Asociación Argentina de Mujeres Meretrices Argentinas): “No hay diferencia entre la prostituta de lujo y las de la calle: los golpes son los mismos golpes, las quemaduras son las mismas quemaduras”. Y otra mujer, prostituida en el más alto nivel social y económico, dice: “En esto, límites no hay”.

Se trata de la exploración perversa, sin límites, del otro (contando con la impunidad conferida), y el deseo de dañar, de herir, de vejar la inocencia. No existe, en tal falta de límites, sino la comprobación de un poder. No hay ley psíquica y no hay peligro desde la ley social: la sociedad no la procesa esta destrucción, la reproduce, y la depredación de los más débiles no tiene freno.

En el interjuego permanente entre la sociedad y el individuo, la prostitución, como las guerras, puede verse como una forma social de la pulsión de muerte. Y podemos preguntarnos, desde la teoría freudiana: ¿es la prostitución una forma degradada de la pulsión de muerte? ¿Es el “patio de atrás” de la sexualidad?

En el mundo, anualmente, alrededor de cuatro millones de mujeres y niñas son ingresadas a la prostitución. En la Argentina, cientos de ellas son secuestradas y desaparecidas por las redes de proxenetas, y muchas han sido y están siendo asesinadas. Como expresaron los jueces del Juicio de Nuremberg sobre los crímenes de lesa humanidad, no se trata de problemas individuales, sino de un sistema que los produce.

Autora:  Magdalena González - Psicóloga e Investigadora Feminista
Fuente: Página 12, publicado el 5 de julio de 2009






Consumo de mujer



CONSUMO de MUJER

Las mujeres en situación de prostitución
Magdalena Gonzalez

Por Magdalena González - Publicado en Agosto 2005




Mientras cursaba la escuela secundaria   visité por primera vez, junto con una profesora y un grupo de compañeras, el hospicio de mujeres de Lomas de Zamora. En un momento dado, me   entretuve hablando con algunas de las internas y, cuando quise volver a reunirme con mi grupo, ellas me señalaron un atajo.   Así me encontré atravesando lo que después supe era el pabellón de mujeres que habían estado en situación de prostitución.   Me llamó la atención la gran cantidad de mujeres que había en ese pabellón. Cuando le pregunté al Director por qué esa cantidad me contestó “Son muchas por las cosas que les hicieron y les hicieron hacer”.
  
En ese momento fui testigo del costo de esa forma de vida.   Lo innegable era la destrucción que para estas mujeres había significado. También me pareció innegable su padecimiento. ¿Qué acontecimientos pudieron haber producido un daño tan profundo como extenso?  
  
Cuando ya estaba trabajando como psicóloga, a partir del relato de pacientes que atendía en el consultorio y   en el hospital - tanto varones como mujeres- pude conocer en muchos casos, bajo múltiples formas de manifestación, las inequidades de género en nuestra cultura,   y, entre otras fundamentales, la apropiación masculina del cuerpo de la mujer. 

SEXUALIDAD-VIOLENCIA-DOMINACIÓN
Es sabido que   en   nuestra cultura hay una ideología instalada que valora como emblemas de la masculinidad atribuciones de coraje, decisión, iniciativa y poder sobre el otro/a. Por este motivo, los sentimientos y representaciones de temor, incertidumbre, humillación, sensibilidad, ternura que puedan tener los varones,   son reprimidos e inhibidos   o   les producen vergüenza   si   llegan a hacérseles concientes.   Al ser inhibidas,   estas posiciones son exhibidas en una “inexistencia” o “dificultad de expresión” como modalidades de carácter y blasones de virilidad. De cualquier modo estas viscicitudes de los sentimientos son transformadas frecuentemente en violencia que se actúa en diversos   ámbitos, uno de los cuales es el doméstico donde una de las formas habituales de descarga,   son las relaciones sexuales como actuaciones de mandatos inconcientes o creencias concientes que relacionan la frecuente actividad sexual con la valoración de una supuesta virilidad y por lo tanto una reafirmación de potencia.

 Este equívoco es facilitado y sostenido por el prejuicio de una necesidad perentoria de la actividad sexual masculina. Se trata en realidad de la descarga de ansiedad no reconocida como tal y podemos afirmar que mientras se sostenga   esta estructura, el varón quedará impedido de contactar con sus propios sentimientos y sus representaciones inconcientes, no conocidos por él y, por lo tanto, no elaborados.
  
Junto a la valoración de esa supuesta virilidad, en el trabajo con los analizandos encontré que se da por descontado que sus mujeres están en función de “satisfacer esa necesidad” y deseosas de hacerlo algunas veces,   independientemente del deseo sexual de ellas, como expresión conciente o inconciente del dominio que ejercen los varones.

 Esta necesidad sexual masculina a la que se le atribuye el carácter de apremiante, inaplazable, es el imaginario social uno de los motivos que justifica el prostituír a las mujeres.   Esta falta de desarrollo en la percepción de los propios deseos y las fantasías que los soportan, así como a sus sentimientos y este hábito de descarga de los sentimientos displacenteros, impide que se los elabore apropiadamente para el desarrollo de la persona. Y continúa la repetición. Y se sigue reforzando la conducta, contribuyendo a la reproducción cultural de las asimetrías de género.

 Lo mismo ocurre con los sentimientos de violencia.   La violencia padecida por el varón, cuando se la inflige otra persona o él está ante diversas circunstancias de impotencia, deriva también hacia el sexo violento por esa vía de descarga   ya instalada.   Por parte de la mujer,   en no pocos casos, existe una falta de apropiación de su cuerpo y de su sexualidad. Estas dos condiciones, generadas desde la cultura, formadoras de la intimidad del psiquismo de las personas, permiten la apropiación indebida por parte del hombre.     Dicha apropiación se incrementa por la fantasía inconciente masculina que da como supuesto un goce femenino en el sufrimiento y  por la fantasía del amor como equivalente de la sumisión
  
Esta falta de apropiación de la mujer de su cuerpo y de su sexualidad, impide un buen proceso de autonomía como persona dando lugar a un Yo frágil e indefenso, con el permanente temor a la pérdida del afecto del otro y el temor a la pérdida de la relación.   Asimismo, la enajenación de su sexualidad la ubica en una situación de vergüenza: tradicionalmente no era bien vista como mujer si no hubiera respondido a los requerimientos de su marido.   Fácilmente se instala aquí la idea de la prostitución en una pareja, cuando un hombre le dice a su mujer “Si no encuentro satisfacción en mi casa la voy a buscar afuera”.   
 Este tipo de subjetividad inducida en las mujeres por el patrón cultural, produce el sometimiento: la mujer accede al requerimiento del marido sin participar del deseo ni de la posibilidad de disfrutar de la relación sexual; finge agrado cuando en realidad   estas relaciones sexuales son vividas como actos coercitivos.   No debemos olvidar que la patología de la sexualidad en nuestra cultura, al estar jugada sobre el eje del dominio, hace que el victimario, violento desde la misma apropiación, vaya empobreciéndose como persona y transformándose, en parte, en dispositivo destructivo de ambos. Mediante una continua manipulación de los sentimientos de la mujer la lleva al convencimiento de que ya no podrá modificar su situación.
   
En muchas familias la violencia se expande aún más, apareciendo grados que implican cualitativamente efectos de mayor denigración y peligrosidad lo que se exacerba aún más cuando se agregan el alcoholismo y la drogadicción.   Como es sabido, uno de estos grados   es el maltrato corporal donde las mujeres y los hijos sufren restricciones, amenazas, extorsiones y golpes. Escalando en la violencia se llega a la violación, al abuso sexual infantil intrafamiliar y al grado mayor que es el asesinato de las mujeres o los chicos a manos de sus maridos o padres.  

En este crescendo de situaciones que producen humillación, vergüenza y muerte, las víctimas tienden a creerse cómplices de la violencia para tolerar psicológicamente semejante inermidad.   Por lo tanto, es claro el daño que producen estos hechos traumáticos tanto en la sana evolución del narcisismo como en los sentimientos de esperanza y en la confianza en las propias realizaciones.   Esto se produce   debido a    la disociación y a la falta de simbolización, procesos de los que hablaremos más adelante en este artículo.
  
  En las investigaciones realizadas, encontré que en la gran mayoría de los casos, las mujeres en prostitución provenían de familias donde se vivían situaciones de violencia. Transcribo acá textualmente uno de ellos:
Lily: “Mis padres son testigos de Jehová, fueron siempre muy reprimidos, cuando éramos chicas a mí y a mi hermana nos castigaban siempre corporalmente.   Hice la primaria, en 4to. año de bachiller me bautizaron en la religión de ellos en un estadio de football lleno de gente.
Luego comienzo a estudiar el profesorado de comunicación de los sordomudos porque mis padres querían que hiciera eso, a los 8 meses me rebelé, no estudié más y les planteé que quería ser una chica como las demás, con un jean, los ojos un poco pintados, nada del otro mundo. Comenzaron las discusiones todos los días y mis viejos siempre metiendo a Dios en el medio. Mi viejo me echó, me hice un bolso y cuando entré a la pieza de mi vieja le dije: “no te olvides que soy tu hija”   y me contestó que me dejaba en manos de Dios.
Viví un mes en un auto abandonado por Flores, hasta que me rajaron los vecinos, entonces una noche en la estación de Once, una prosti de madrugada se sienta al lado mío y me da una factura (hasta ese momento me alimentaba de la basura de las hamburgueserías y pizzerías de Lavalle).   Empecé a hablar con ella, me llevó al hotel donde estaba, ahí me hizo bañar, me dio de comer y dormí en una cama. A la semana yiraba en la calle con ella.   Me levantó la cana, estuve en el departamento de policía una semana y mis viejos ni aparecieron, cuando por fin salí, me fui a laburar a un sauna”

  Lily ha vivido diferentes tipos de violencia por parte de sus padres: violencia corporal; el acoso del control en vez de la protección; la imposición para estudiar algo que no entraba en sus proyectos de ninguna manera, aunque como metáfora aludiera a la falta de comunicación en la familia. Y cuando plantea a sus padres su anhelo de ser una chica como las demás, ellos consuman uno de los actos más temidos para cualquier joven: la expulsan del hogar donde ella había sentido la única protección, ya que no tenía vínculos afectivos importantes fuera de su casa por la actitud excluyente de sus progenitores.

 El mundo externo había sido mostrado por sus padres como sumamente peligroso y no había sido preparada para subsistir fuera de su casa.   La sociedad repite la misma violencia cuando no le permite permanecer en el único lugar que había conseguido y no la provee de algo mejor.   La mujer en prostitución que la ampara le ofrece lo que ella tiene, su casa, su comida y su práctica. Esta fue la “posibilidad de elección” de Lily. 






EL RECLUTAMIENTO
En todos los casos estudiados, estas mujeres realizaron sus “elecciones” ya desde la niñez, condicionadas por situaciones externas e internas. En este sentido,   es decisivo el enlace que realizan con el mundo de la prostitución los reclutadores, personajes claves del ámbito del proxenetismo, ya que la enorme mayoría de las mujeres que llegaron a la situación de prostitución son inducidas, cuando no obligadas,   por ellos.  

 En algunos casos el que inicia a la joven- se trata de niñas o jóvenes menores de edad- es el   propio padre o la madre. En América Latina hay un dicho atroz por parte de algunos hombres : “Donde hay hembras no hay hambre” . Obviamente se las hace cargo, desde tempranísima edad, de la enajenación total de su persona para conseguir el sustento de sus padres y de sus hermanos varones   con ese uso explotador y   tiránico.  

 Otro tipo de reclutador   se hace el novio y, entre seducción y presión, les pide que “atienda algún amigo”, o las conecta con un prostíbulo.   También puede reclutarla una mujer en prostitución al encontrarla desprotegida: me estoy refiriendo a las especialistas en captar mujeres para el sistema de la prostitución. En el caso de Lily no se trata de una reclutadora por motivos de beneficio personal, aunque de todos modos se produce el ingreso al sistema.

 Se agrega otro tipo de reclutador en el ámbito de las Discos o lugares donde se toman copas, quien le sugiere a la joven seleccionada que hay un tipo interesado por ella deseoso de invitarla a salir. Es común que estas jóvenes reciban regalos importantes, participen de fiestas, etc., sintiéndose muy halagadas por sus clientes, a los que ellas no reconocen como tales. Sin que ellas lo sepan,   también se les sacan fotos manteniendo prácticas sexuales. 

Cuando ellas toman conciencia de esta situación y quieren retirarse, estas fotos serán usadas como extorsión para ser mostradas a sus familias. Algunas de estas jóvenes mantendrán esta doble vida bajo terror.   Otras encontrarán el suicidio como única salida.

De la misma manera que las víctimas de otros tipos de violencia, las mujeres en situación de prostitución, como ya dijimos,   también tienden a creerse cómplices de la violencia para tolerar psicológicamente semejante inermidad.   Confunden su situación de víctima   con “no haber valido nada” ya desde antes   de que las ingresaran a esa situación o antes del abuso sexual, y justifican esas vejaciones   infiriendo que la violencia y el abuso   son consecuencia de lo poco que valen. Por un lado, esto se debe a la desvalorización que se les ha venido transmitiendo desde la infancia y, por el otro, les permite tener de sí una imagen menos desvalida suponiendo ellas que han tenido alguna responsabilidad en lo sucedido.
  
A su vez, el proxeneta ejerce una acción de objetivación,   es decir que realiza una negación de la persona por medio de la cual no se le reconoce la posibilidad de pensamiento, decisión ni sentimiento atribuyéndose él, omnipotentemente, el poder de disponer de la mujer según su conveniencia, a su arbitrio, justificando de esa manera cualquier acción contra ella.   Esta objetivación es una de las acciones más destructivas contra estas mujeres ya que les niega su condición humana.   Tanto el cliente como el proxeneta, en muchos casos dan por supuesto   que la disponibilidad de la mujer es absoluta y su poder sobre ellas también. Resulta claro   que semejante exigencia por parte del prostituyente lleva a la servidumbre sexual y a la esclavitud.

 El aspecto económico es un determinante clave en la apropiación que los proxenetas realizan sobre la persona de las mujeres pues, si estas   mujeres se liberasen, ellos perderían su “mercadería” y, a veces, el intento de salida de ellas está penado con la muerte. Frecuentemente estos casos de asesinatos no son resueltos por la justicia. Finalmente, debemos recordar   que el proxenetismo está avalado por los organismos de poder.  
 
George Grosz
El IMAGINARIO SOCIAL
Considero que la prostitución es abuso porque la mujer no elige libremente sino que llega a eso, a veces, para no morir de inanición,   otras, porque se la convenció de que es para “lo único que sirve”, o bajo amenaza, o por manipulación del proxeneta, o por secuestro, o por mandato inconciente. Por ejemplo, una de las madres de estas mujeres le dice a su hija “acá hace falta plata, hay que trabajar o hacer la calle. Vos para trabajar no servís”. Otra, modista de alta costura quien, desde que   su hija era niña la   vestía   como a una de sus clientas ricas, le decía: “Sos una muñequita de lujo para usar buena ropa y tomar champagne”. En estos casos las madres, a partir de su propia devaluación, son sostenedoras inconcientes del paradigma patriarcal.
  
Por otro lado la censura social naturaliza estos abusos contra las mujeres en prostitución, “puta una   vez, puta para siempre”,   y   también ellas mismas: “una puta no vale nada”.   Se intenta destruirles la dignidad y la esperanza de modificar su forma de vida, pues si esto sucediera podrían escaparse de la situación o, por lo menos, intentarlo.   Los vecinos, los clientes, el proxeneta, la sociedad desplazan y dejan depositadas en las mujeres en situación de prostitución algunas de sus fantasías y deseos puesto que cada uno, por distintos motivos, no se hace cargo de la responsabilidad que   les cabe.
  
Como muestra del imaginario social transmitiré opiniones emitidas en grupos motivacionales (2) de hombres y mujeres de diferentes edades y diferentes sectores sociales, comentándolos brevemente:

Grupo de hombres
“Les gusta la plata fácil”. En realidad, es una plata sumamente difícil, pero puede llegar a ser obtenida rápidamente, que no es lo mismo.
  “Son mujeres muy ardientes que necesitan muchas relaciones con los hombres” Lo cierto es que   son mujeres que ya no tienen sensibilidad alguna como consecuencia de su actividad.
  “Un hombre puede pasar por cualquier cosa que siempre es un hombre; una mujer cuando cayó,   ya no se levanta más”.   Fantasía estereotipada y paradigmática del castigo social patriarcal contra la mujer.
  “Que estén en lugares determinados, ocultos, que el ciudadano pueda vivir dignamente, como elija vivir”. Para este hombre   las mujeres en prostitución no son ciudadanas y por lo tanto, no pueden elegir dignamente ni elegir dónde ejercer su actividad. Cabe señalar que de esa manera no quedan a salvo de ningún tipo de peligro.
  “Es irrecuperable y comparable a los casos de los chicos de la calle”. Para quien opina así, estas personas tienen un destino marcado fuera de la sociedad.  
  “Ponele a una chica muy linda un tipo sumamente desagradable. No me digas que lo hace por dinero. Es porque le gusta”. Vuelve a aparecer la fantasía de una sexualidad desbordante hasta el punto de necesitar hacerlo con alguien sumamente desagradable. Estas fantasías de una sexualidad   desbordante, coinciden con las fantasías que socialmente se tienen respecto de los hombres.  

Grupo de mujeres
“Son personas que se sienten disminuidas”. “Claro, para levantar el ánimo”. “Yo creo que tiene más que ver con la cosa salvaje de uno”. “Podés obligar a alguien a hacer lo que vos querés”. ”Haceme sentir tal cosa y chau”. “Yo creo que ella es más viva que cualquiera”.   En estas fantasías hay proyecciones y negaciones como para confundir el rol de la mujer en situación de prostitución con el rol del cliente.

“La prostitución tiene que existir porque si no todos esos hombres estarían violando a nuestras hijas”. Es sabido   que los violadores no tienen relaciones con mujeres en situación de prostitución. Además es una frase paradigmática que pone de manifiesto cómo la prostitución es funcional al   sistema.

 En todos estos ejemplos el imaginario social nos muestra que, tanto por parte de los   hombres como de las   mujeres, la explotación de las mujeres en prostitución está justificada.     
ALGUNAS CONSECUENCIAS de la PRÄCTICA de la PROSTITUCIÓN
En el ámbito de la prostitución el cumplimiento de los deseos del prostituyente produce, en algunas mujeres, el orgullo de ser “una verdadera puta”.   Es frecuente, en las mujeres más que en los hombres, la actitud de anticiparse a la realización del deseo del otro y en algunos casos puede verse que se ha producido una desapropiación del propio deseo y una transformación. Su deseo consiste en la realización absoluta del deseo del otro.

 Por su parte el prostituyente, el cliente, valora narcisísticamente esta anticipación, esta particular servidumbre sexual, y la refuerza.   El prostituyente disocia a la persona y la ve como si fuera un objeto, la deshumaniza y disocia sus propios sentimientos de su sexualidad. Pero en la mayoría de los casos de prostituyentes uno de los móviles es el abuso de poder, la voluntad de someter.
  
De la misma forma el cafishio -llamado en el ambiente “marido”- lleva al extremo el poder sobre la mujer entre amenazas y ofrecimiento de protección,   en una relación de dominación a veces absoluta: “No sos nada” le dice. Ella misma está negada como persona -“una puta no es nada”, “a quién le importo” -   y sólo le resta el “ser utilizable” por el dinero que proporciona.   
Pero, a la vez,   se le hace sentir que ella   no tiene valor. Incluso hay mujeres que jamás tocaron dinero, pues no pasa por ellas.
  
Para la mujer prostituída, el maltrato del proxeneta produce efecto traumático con el agravante de que se le hace creer que siempre el maltrato es merecido por el hecho de ser una prostituta.   Habría que notar, además, que el hombre que la castiga es   el mismo que la llevó a la situación de prostitución.
  
Otra situación paradojal podemos observarla cuando los propios padres de la mujer, para ser mantenidos, retienen como rehén a un hijo de ella con la excusa de estar “cuidándole el chico”.   
Estas y otras situaciones paradojales en las que viven,   van produciendo un socavamiento en la posibilidad   de pensamiento de esas mujeres, cuando este proceso es necesario para desarrollar sus propias vidas de un modo autónomo.  
  
Solamente el hecho de tener obligadamente múltiples relaciones sexuales durante cada jornada constituye inexorablemente vejación,   ya que en ellas no hay libre elección sino elección del mal menor dentro del sometimiento. Esta situación queda clara cuando, por ejemplo, algunas prefieren realizar la práctica en la calle porque pueden elegir a los clientes.

 Por otra parte, debemos tener en cuenta que cada cliente solicita o exige la realización en acto de sus fantasías en el cuerpo de estas mujeres, o exigen que ellas presencien actos que, por su diversidad y   características, son sumamente perturbadores. En un caso como en el otro habrá sufrimiento corporal y psicológico y deterioro de la relación con el mundo externo.  
  
Teniendo en cuenta que el Yo es ante todo corporal,   el daño al cuerpo es un daño a la totalidad de la persona y será   necesario el cese de la práctica,   o la asistencia,   para que se produzca la reflexión con el sostén necesario.   Sin estas condiciones es imposible la elaboración de semejantes hechos traumáticos   y también es dificultoso que puedan elaborar las fantasías depositadas en sus cuerpos por ellas mismas y por los otros: la familia, la sociedad, la cultura en general.

 Un común denominador que pude observar, independientemente de las diferencias individuales,   es que cualquiera sea el sector   social en el que se desempeñaron y las vicisitudes atravesadas en su infancia, estas mujeres tienen una gran tendencia no sólo a la ya mencionada   disociación entre su racionalidad y su afectividad, sino también una enorme dificultad para dirigir sus impulsos y una tendencia a veces extrema a refugiarse en la fantasía.

 En muchas aparece una tensión intrapsíquica que a veces impide casi totalmente su capacidad de reflexión.   Padecen enorme temor a las relaciones interpersonales, sobre todo donde se juegue la afectividad. Paradójicamente tienen marcada dependencia afectiva y también un gran rechazo a su propia sexualidad.   Me estoy refiriendo a que no ponen en juego su sexualidad en la práctica,   o sea, no incluyen su cuerpo erótico sino el cuerpo físico -incluso éste disociado de su mente- y por lo tanto no hay deseo sexual en la mayoría de los casos, ni siquiera con el hombre al cual quieren.
 Sufren repetidas angustias por baja tolerancia a la frustración y sentimientos de culpa que, en algunos casos, se relacionan con haber sido abusadas siendo niñas y por haberse hecho cargo de esa culpa que no les correspondía.   Asimismo,   se sienten culpables por estar realizando una actividad que, aunque es tan inducida por la sociedad,   está tan censurada por ella.

 Aparecen también   tendencias a negar la realidad o a hacer un recorte importante de ella, por la falta de recursos para poder operar sobre esa realidad que las desborda. Por el mismo motivo, aparecen tendencias agresivas que   reprimen y a veces, son actuadas contra sí mismas produciendo síntomas orgánicos.
  
En la mayoría de los casos se observa que sienten temor a la desestructuración y fragmentación; sufren ansiedad referida a la sexualidad masculina; tienen tendencia a la fabulación y vivencia de hostilidad con inclinación al aislamiento, como mecanismo de defensa. Estas son tendencias autodestructivas que, a veces,   aparecen como único escape de sus realidades.
  
Sus proyectos en general no coinciden con sus realidades, lo que las lleva a generar una depositación de sus deseos de realización en sus hijos, como intento de reparar a través de ellos sus propias historias.   Esto se relaciona con su propia inmadurez emocional y se presenta de la forma ambivalente amor-odio.
  
Teniendo en cuenta otro aspecto en el que se manifiesta la problemática, podemos observar que en la sintomatología manifestada en el aspecto corporal aparecen frecuentemente jaquecas, hemorragias menstruales y, por el contacto, dolores crónicos de todo el cuerpo -sobre todo mamas y genitales- desgarros múltiples de vagina y recto, portación de HIV y enfermedad de SIDA. También he recibido permanentes comentarios de suicidios de compañeras.

 La falta de procesamiento que señaláramos más arriba impide el desarrollo de la reflexión y la mediación del pensamiento, lo cual genera muchas veces conductas compulsivas que no les permiten elegir adecuadamente. Por lo tanto tienen obstaculizada la elaboración de duelos y en consecuencia, más aún, la salida de la prostitución.   Y la sintomatología sigue agravándose   por la acumulación de situaciones graves sin elaboración.  


  

El CONSUMO DE MUJERES
Una mujer en situación de prostitución expresó en una oportunidad en un programa de televisión? “No me da vergüenza mi actividad, ¿por qué me va a dar vergüenza si me consumen?”.   Ella expresa, aún de manera inconsciente, el doble aspecto de reconocerse a sí misma como objeto de consumo asumiendo la postura del proxeneta y del prostituyente y, el de ser “consumida” como ser “devastada”.   De esta manera, no sólo no se reconoce como persona en el trato con el prostituyente que “consume” de ella la integridad de su corporeidad y psiquismo, sino que esta relación la ubica en un punto de vista desde el cual, claramente, no se considera persona. Estamos aquí ante la tremenda paradoja de que hay gente que consume personas, y que para llegar a esto es necesario creer que esa mujer es una “cosa” pasible de ser usada, abusada y consumida, tal como ya se había sostenido al hablar del proceso de objetivación.  
  
El proxeneta y el consumidor se encuentran en una posición narcisista sostenida en el poder. En el caso de la mujer prostituída se trata en cambio de una posición devaluada .   El sólo hecho de pagar coloca al hombre en una situación de superioridad respecto a la mujer.   En algunos casos no se trata de tener una aproximación sexual sino de poder relatarle   cosas que los desbordan.   Pero esta situación, contrariamente a lo que se puede detectar en el imaginario social, no se basa en la confianza, sino que es una circunstancia más del ejercicio de control y dominio sobre ella, ya que la coloca en la obligación de tener que tolerar todo tipo de relatos, a veces de índole eminentemente angustiante y perturbador, por haber cobrado su hora.

 Todas éstas son situaciones en las que el varón daña a las mujeres descargando sobre ellas sus sentimientos displacenteros y sus fantasías más temibles por sus aspectos más denigrados, valiéndose del anonimato, sin atinar a buscar para él contención o asistencia que le permita algún tipo de resolución que no quede solamente en la descarga circunstancial.

 De la misma manera es llamativa la falta de cuidado que la mayoría de los hombres tienen en cuanto a la prevención de las infecciones de transmisión sexual. En muchos casos es difícil,    independientemente de las edades, que ellos accedan al uso de preservativos. Este es un riesgo más en la práctica de la prostitución y las mujeres tratan de   implementar técnicas varias para   usarlos sin que ellos lo adviertan Una situación arquetípica de la relación sexualidad – locura – muerte,   se da por ejemplo cuando una mujer le advierte al cliente que está enferma de SIDA, mostrando inclusive manchas producto de la enfermedad, y el cliente no cree en esa afirmación y realiza el acto sexual sin profiláctico. La relación sexual se convierte en una ceremonia propiciatoria de la enfermedad y la muerte.   
  
Por otra parte, estas mujeres muestran una falsa fortaleza yoica, con actitudes   de desparpajo que ocultan su extrema indefensión. Les resulta imprescindible realizar un simulacro ante los prostituyentes y su disociación se incrementa aún más ya que para resultar atractivas fingen dando una idea de fortaleza dentro de esa ficción.   He comprobado de distintas maneras que estas personas cuyos cuerpos son invadidos permanentemente con esas prácticas   a través de los años, sufren consecuencias de tal gravedad que sólo son comparables a las de personas que han sufrido tortura física y psicológica.   Algunos ejemplos dan muestra de ello:
 María: “Yo tengo muy bien formada mi ‘doble personalidad', a veces me río sola. Una sola vez me dijo un tipo “O lo hacés muy bien o lo actuás muy bien”. Yo a todo el mundo le digo que sí que lo siento, que lo hago porque me gusta, pero en realidad lo hago pensando en otra cosa. Hago todo tan rápido, digo todo tan rápido y manejo la situación, cuando puedo, que no me lleva tanto tiempo, cuando tengo ganas de actuar, me desarmo toda diciendo pavadas para que puedan terminar rápido. Pero a mí nunca me llega nada. A veces los agarraría a trompadas por rechazo, por asco”.
  
Soledad: “A veces, aunque con cara bonita hago todo bien, estoy con ellos y no pienso ni siquiera en el dinero, solamente tengo náuseas. Si tengo que estar con mi pareja también es como con un cliente porque no siento nada. Es como que   ya la mujer está anulada”.
   
Sonia: “Mi hermano me violó cuando tenía 13 años. Me tapó la boca y me violó y me gritaba ‘Puta, puta, sos una puta'. Yo no sabía nada no entendía nada. Y era como si yo no estuviera ahí. Es lo mismo que me pasa cuando estoy con los clientes. Hago un personaje, hablo, me río, pero es como si yo no estuviera ahí”.
   
Las tres mujeres expresan una realidad doliente, tanto María como Soledad y Sonia, separadas, escindidas, de su sensualidad, de su sexualidad, no exponen ya un cuerpo erótico sino órganos sexuales.   Para realizar una elaboración mínima, sería necesario que pudieran reflexionar y hacer un relato sobre las actividades a las que están sometidas,   pero esto se ve impedido, en general, porque no les es posible tolerar la angustia.

 Un ejemplo de ello es este comentario que hizo Adriana: “Una vez un grupo que estábamos reunidas a la madrugada porque no había clientes, quisimos imaginar con cuántos hombres se había acostado cada una. Fuimos imaginando micros llenos de hombres para poder tener una idea, pero nos sentimos muy mal y algunas se descompusieron. Fue tan espantoso que nunca más tocamos el tema”



El RETIRO AÑORADO
Siempre es difícil, aunque siempre deseado el retiro de esa actividad.   Para poder retirarse, deben liberarse en primera instancia de los proxenetas, cuestión que a muchas se les plantea como inimaginable porque viven en un sistema de cautiverio que coadyuva a que se produzca un deterioro a veces total de su relación con el mundo externo. Y decimos que el cautiverio es total porque aunque la actividad se desarrolle en la calle lo hacen vigiladas por el proxeneta desde la vereda de enfrente; si la realizan   en departamentos, de allí no pueden salir salvo que sea en compañía de los proxenetas   o están recluidas en casas destinadas a tal fin.

 La base de la relación entre el proxeneta y la mujer en situación de prostitución se apoya en la inducción por parte de él a que ella crea que cualquier agresión de su parte, es siempre producida porque ella “no se portó bien”.   Esta “razón“ arbitraria produce en la mujer un miedo crónico y el sentimiento permanente de peligro cierto; paradójicamente se observa que la persona que la mantiene en este estado es quien pretende convencerla de ser su protector, lo cual le genera además, un estado de confusión.
  
En algunos casos, las mujeres sufrieron durante años graves depresiones y fobias como consecuencia de intento de elaboración de esas situaciones vividas. En otros casos, después de breves períodos de interrupción, volvieron compulsivamente a la práctica ya que, sin ningún tipo de asistencia, la intensidad de la angustia por el proceso de elaboración se les volvía insostenible.
  
Quiero volver a destacar que uno de los impedimentos psicológicos más importantes para poder retirarse de la actividad, es la falta de elaboración y simbolización de las situaciones traumáticas vividas.  

LA INDUSTRIA DE LA PROSTITUCIÓN
Finalmente, debemos mencionar un tema central al desarrollo de la prostitución, en el sentido de que ha sido históricamente funcional al sistema y representa una “industria” que ocupa, después del tráfico de drogas y de armas, el tercer lugar en el mundo   en rédito económico.

 En la sociedad se presentan falsas opciones: por un lado, la “industria” de la prostitución recibe el aporte de algunos medios de comunicación que muestran esta actividad como una opción posible y sumamente atractiva para la mujer. En un programa de televisión emitido el año pasado se presentaba una figura argentina – vedette ya mítica, atractiva, inteligente, graciosa, enormemente exitosa, capaz de concitar la simpatía de casi toda la audiencia - expresando que había tenido relaciones sexuales por dinero y lo había pasado muy bien! Tal banalización de una actividad capaz de producir un daño tan profundo, opera como publicidad para la industria de la prostitución, extendiéndola aún más.

 Por otra parte, la defensa de los derechos civiles y humanos está vedada en el ámbito donde los proxenetas pretenden adquirir el rol de ejecutivos legales.   Así como me refería a la banalización como falsa opción atractiva, en el otro extremo existe la fantasía generalizada de que los daños son “demasiado irrevocables”, que “vienen desde el fondo de la historia de la humanidad” y “son tan vastos que no hay posibilidad de revertirlos socialmente por política alguna”.   Sin embargo, es necesario y posible desenmascarar esta “naturalización”, y poner bajo una mirada ya advertida la abrumadora carga cultural de estas prácticas.

 Tal desenmascaramiento es necesario   para que quede clara la posibilidad y necesidad de políticas que modifiquen este estado de cosas. Así como también es de vital importancia no dar por supuesto que el daño es tan irreparable, y que la cosa pertenece tanto a “la condición humana” que no se puede hacer nada para evitarlo.
  
Se exalta y banaliza la prostitución mostrándola como una ocupación atractiva, pícara, con “onda”, y muy redituable económicamente para la mujer. Sin duda, esto facilita la tarea de los reclutadores ya que consiguen generar sobre esta falacia una expectativa que no se corresponde de ninguna manera con la realidad.   Son múltiples los personajes en connivencia que se benefician con esta “industria”.

 Por éstas y otras tantas razones como las que he sostenido a lo largo de este trabajo es preciso que resignifiquemos la idea acerca de la irreversibilidad de la actividad de la prostitución. La fantasía de que cuando se entra en la prostitución ya no se puede salir da lugar, en esas mujeres y en la sociedad, a que esta victimización se perpetúe.

 El incremento de la pobreza y la miseria en el país significó una tremenda violencia para la sociedad toda, que paralelamente se tradujo en un fuerte ingreso de mujeres a la situación de prostitución.   Este ingreso se dio fundamentalmente en aquellas mujeres provenientes de sectores de menores ingresos aunque también ha sucedido con mujeres de clase media, bancarias, amas de casa, profesionales, etc.    A partir de este momento también se dio un fenómeno inédito: mujeres mayores de cincuenta años, hasta sesenta o más, para poder subsistir entraron por primera vez en su vida en la situación de prostitución.   Las mujeres que ya estaban en esta actividad comentaban asombradas la rapidez del efecto devastador que la actividad producía en las recién iniciadas.   A la vez, hubo un notable aumento del abuso con mayor violencia y mayor denigración por parte de los prostituyentes hacia las mujeres.
  
Simultáneamente,   la industria de la pornografía realiza estragos en el psiquismo de los hombres que se identifican con prácticas de sadismo y denigración de la mujer. Muchos hombres llegan con la promesa de que se las iniciará en el cine y después de la primera película en que se les pide,   “por excepción, escenas especiales ” , ellas sienten que es tarde para volver atrás.

 Otro efecto de la pornografía es la imitación:   “se pone de moda” golpear a las mujeres. “ Ahora desde la onda de la pornografía, hombres que eran tranquilos...cualquiera quiere pegar, y ni siquiera quieren pagar extra como antes por este servicio especial” (María).
  
En la pornografía, menos el asesinato, todo lo demás es legal porque hay “consentimiento”. El concepto de “consentimiento”, como es obvio es en este caso un eufemismo, ya que las mujeres llegan a estas situaciones, engañadas y , casi siempre,   drogadas. Esta escalada llega hasta la pornografía “snuff” donde, además de la tortura se llega al asesinato, que no por ilegal es impracticable.

 Es evidente que esta sociedad ha producido el pasaje del ciudadano/a al consumidor/a y de esta manera se ha realizado una facilitación para el pasaje del consumo de los objetos al consumo de las personas. La situación de prostitución aparece entonces como paradigmática de este modo de producción del capitalismo salvaje. Es el lugar del goce ilimitado en el que, como vimos, la mujer es destruida en el ejercicio de su”profesión”, sin legalidad psíquica para el cliente y el proxeneta.
  
Por lo tanto, como sociedad es preciso que asumamos nuestra propia disociación. Integrar permitiría modificar mandatos sociales, incluyendo la reflexión sobre los temas que producen esta situación para modificar estos procesos. Pero es indudable que se necesita también de una vocación política que   permita desmontar la industria de la prostitución, facilitando la generación de programas que posibiliten esta transformación.

 Cuando avancé en la investigación de este trabajo, comprobé que el daño producido en las mujeres en situación de prostitución era mucho más grave de lo supuesto después de aquella experiencia en el neuropsiquiátrico de Lomas de Zamora.   Y en esta tarea, al igual que las personas que me acompañaron, necesité elaborar permanentemente el impacto producido.

Durante el transcurso de este trabajo encontraron respuesta algunas de mis preguntas: cómo habría sido su niñez, cómo se reconocieron más tarde en lo que habían sido sus   anhelos de adolescente, en las ilusiones de realización.   La respuesta que el   psiquiatra me había sugerido en el pabellón donde se encontraban estas mujeres -“son muchas por lo que les hicieron y les hicieron hacer” - fue lo que más tarde pude comprobar en ese largo recorrido de contacto, entrevistas y terapias. Allí   también pude conocer la dignidad, el dolor y el sufrimiento de estas mujeres.

Notas
1.   Durante mi permanencia en la “Asamblea Raquel Liberman” tomé el concepto de a) “mujer en situación de prostitución”, noción que implica que puede tratarse de una actividad coyuntural de la cual se puede salir y b) llamar “prostituyente” al cliente ya que de su solicitud depende toda la situación.
 2.   Se denominan así a aquellos grupos en los que se indaga sobre fantasías conscientes o inconscientes acerca de productos, circunstancias y problemáticas. En este caso el tema abordado fue   información y fantasías relativas a la prostitución.   Estos grupos estaban compuestos   por personas que no ejercían la prostitución.