Abolir la Prostitución
por Alberto B Ilieff
“Desde
el abolicionismo, luchamos por un mundo en que ningún ser humano sea
prostituido, explotado ni oprimido, donde la libertad sea sinónimo de inexistencia de opresión y explotación.”
Abolicionismo: Doctrina que propugna la
anulación de
leyes, preceptos o costumbres que se consideren atentatorios a principios
humanos o morales. (Diccionario de la lengua española © 2005 Espasa-Calpe)
Este término que se aplicó principalmente a la corriente que
propugnaba la abolición de la esclavitud,
posteriormente se extendió al movimiento que busca la terminación definitiva de la práctica de la prostitución, apoyando a las mujeres a salir
de tal situación además de combatir la causas que la
provocan, seas estas simbólicas o
materiales, entendidas como condiciones socio-económicas en un momento histórico determinado. De este modo
establece una conexión
significativa entre la esclavitud tradicionalmente entendida y la acción prostituyente que se ve
claramente expresada en la trata de personas con fines de explotación sexual, aceptada como la
esclavitud del siglo.
El abolicionismo surgió en Inglaterra en l879 por iniciativa de Josephine Butler como un
movimiento de cambio social que quita a la prostitución de la esfera privada para
llevarla a la pública, considerándola un asunto político. Aparece
como reacción contra
los sistemas reglamentaristas adoptados por los gobiernos europeos que basados
en razones higienistas de salud pública ejercían
restricciones que sometían aún más a las mujeres en situación de prostitución.
Butler lidera una campaña contra la ley de Enfermedades
Infecto-Contagiosas inglesa de 1869. En
1875 funda en Liverpool la «Federación británica y continental a favor de la abolición de la reglamentación oficial de la prostitución», denunciando el proxenetismo y
visualizando como responsables de la existencia de la prostitución
a los clientes.
Este movimiento tuvo rápido eco y es así que en 1902 se celebra en París
la 1ª Conferencia Internacional
aprobando el Acuerdo Internacional Para la Represión de la Trata de Blancas que será firmado por trece países.
Al ser este Convenio una declaración de derechos humanos, el tema que
contiene queda indisolublemente unido a ellos, de modo tal que en adelante la
prostitución debe ser
considerada dentro de este marco.
Este documento internacional comienza en su
Preámbulo con
el siguiente párrafo:
“Considerando
que la prostitución y el mal que la acompaña, la trata de personas para fines de prostitución, son incompatibles con la dignidad y el
valor de la persona humana y ponen en peligro el bienestar del individuo, de la
familia y de la comunidad”
Una nota que no es posible olvidar es que el
abolicionismo desde su comienzo fue un movimiento crítico de la modernidad,
cuestionador del sistema imperante, de los privilegios y de la inmovilidad
tradicional. Por eso se opone desde su propia filosofía y práctica a las tendencias
reglamentaristas o prohibicionistas que son simplemente una variación de lo ya establecido, cambiar
algo para que nada cambie.
El abolicionismo desmorona la naturalización de estas prácticas y las devuelve a su base
sociohistórica. De
esta manera propugna que ellas son pasibles de modificación y aún de supresión. Desnaturaliza, difunde y busca
la desactivación
definitiva de todos los factores socio políticos y culturales que implican desigualdad y sometimiento, en especial
de la mujer. Estos mecanismos son los responsables de que gran parte de la
humanidad se halle en situación de vulnerabilidad
y por lo tanto de riesgo.
Es un
dato conocido que las personas en situación de prostitución, en
general, tienen bajo nivel educativo y
económico,
proceden de familias desestructuradas, un porcentaje muy elevado de ellas ha sufrido
abuso sexual, viviendo situaciones de marginalidad social o exclusión, llegando en muchos casos a la
drogadependencia. De esta misma situación proceden o llegan las mujeres migrantes que suelen tener hijos y otros familiares a cargo en su país de origen, frecuentemente en
situación
irregular, sin conocimiento de los recursos ni de la cultura del país de acogida, en ocasiones con
formación y
capacitación
profesional pero que les resulta inútil pues no se halla homologada por su misma condición de migrante, mucho más si es ilegal. Con esto no quiero
decir que la pobreza sea causa de la prostitución, no existe una relación lineal, porque esta se da en
todas las capas sociales, pero sí implica una situación de
desigualdad importante que unida a otras se convierten en terreno propicio.
Una institución social fundamental para comprender este fenómeno es la del patriarcado. Este
estructura la sociedad de manera jerárquica estableciendo la superioridad del hombre sobre las mujeres, lo
que implica un rango de poder. El ordenamiento social, educación, costumbres, premios, castigos,
el cuerpo, los vínculos, la
religión y
cualquier otro vector que se quiera analizar están configurados de manera patriarcal. Esto
supone una desventaja inicial, una violencia basal hacia todas aquellas
personas nacidas mujer o asimiladas a esta condición (homosexuales, travestis,
transexuales). Desde esta perspectiva es “natural” que existan un grupo de
personas “públicas”
disponibles para la satisfacción sexual
de los hombres, tan natural como que estos cuando así lo quisieren puedan pagar para acceder
al cuerpo de otro/a.
Este ordenamiento implica, como dijimos, una
diferencia de poder, la que se verifica en la menor posibilidad que tienen las
mujeres para acceder a la educación, capacitación, a su
desarrollo personal integral, lo que desde un comienzo las vulnera y deja en
situación de
riesgo.
La prostitución es una cuestión de género en la medida en que la mayoría de las personas en prostitución son mujeres.
El abolicionismo entiende que la prostitución es una consecuencia de estas condiciones, es
resultado de prácticas de
desigualdad y sometimiento. Desde esta perspectiva la prostitución nunca es una elección (trabajo) sino
una forma de subordinación social.
Una crítica reiterada al postulado abolicionista es el de “moralismo”. Más allá del afán de desacreditarlo, es necesario reivindicar que efectivamente se
parte de principios morales y éticos basados en los derechos humanos, en
postulados filosóficos y en
los logros conquistados en las luchas libradas por los movimientos sociales,
especialmente los movimientos feministas. De ahí que su reclamo sea para lograr la igualdad,
la no discriminación, la
restitución de
derechos.
La abolición de la prostitución se
enmarca dentro de los movimientos que
impulsan la prevalencia y la
concreción de los Derechos
Humanos y surge como una exigencia de aplicación de los
mismos.
Un principio básico de
estos derechos es el de la dignidad, entendido como inherente a las personas,
sin importar ningún tipo
de condición. Esto implica que todo ser
humano, por el único hecho
de serlo, tiene su fin en sí mismo que es irreductible, por lo tanto nunca puede
ser tomado como objeto o fin para otra persona o puesto al servicio o para la
satisfacción ajena.
La dignidad es un Derecho Humano básico y como todos los otros,
irrenunciable. Esto significa que no existe posibilidad alguna de que una
persona pueda consentir o renunciar a su libertad o dignidad.
Esto aparece plasmado en uno de
los documentos fundantes del abolicionismo, el Convenio para la Represión de la
Trata de Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena, surgido de Naciones
Unidas, del que hablamos en párrafos anteriores.
El abolicionismo busca la
desaparición de la prostitución, en cuanto esta es un acto que atenta contra la
dignidad humana, por lo tanto violatorio los Derechos Humanos. Atenta contra
este principio al colocar a una persona como si fuera un objeto dispuesto para
la satisfacción sexual de algún otro, lo que aparece reflejado claramente en el
precio. Este acto de convertir a una persona en objeto es denigratorio,
discriminante y, por lo tanto, un acto de violencia.
Las acciones abolicionistas
apuntan a modificar las condiciones de posibilidad que permiten la emergencia
de la prostitución como fenómeno social, nunca individual. Estas condiciones son
múltiples haciendo de este un fenómeno complejo. Una de
ellas es el sistema patriarcal, en sí mismo también múltiple y complejo; otra son los condicionantes económicos englobados en el capitalismo, que al impedir el acceso a la
educación y capacitación, así como a la salud en su sentido
amplio, impiden el desarrollo pleno de las propias capacidades, reduciendo la
posibilidad de elección, defensa, inserción social, y promoción, llegando a la exclusión social.
En cuanto a la legalidad el
abolicionismo exige la aplicación de políticas públicas restitutivas de derechos, y la erradicación de la desigualdad de género. Considera a toda persona sujeto de Derecho, en oposición a objeto de Derecho.
Desde el punto de vista penal
busca la sanción de los
proxenetas, rufianes y tratantes, así como el cierre de los prostíbulos bajo cualquier denominación (saunas,
whiskerías,
clubes, etc.) también la visibilización y responsabilización del
prostituidor, mal llamado “cliente”, por ser este parte activa y necesaria en
el proceso prostituyente.
Considera que las personas en
situación de
prostitución deben
ser asistidas mediante la aplicación de políticas públicas capaces de restituir y garantizar los derechos
que les han sido negados.
De este modo las conductas de las
personas en prostitución
se consideran emergentes de un marco mayor, de una situación social, por lo que la visión sobre
estas personas es protectora, reivindicativa de sus derechos, y rechaza
cualquier intento de penalización, sanción, persecución, registro, control médico o de
otro tipo de las mismas.
El abolicionismo de la
prostitución es una consigna básica de gran parte del feminismo ya que considera
que esta institución forma parte del sistema patriarcal de subordinación de la mujer. Hace una clara diferenciación entre la mujer en
situación de prostitución, con la que es netamente solidario, y la
prostitución como fenómeno social a la que critica radicalmente. Para este feminismo que propugna un efectivo
cambio social, la prostitución es el resultado más claro y efectivo
de lo que ha llamado desigualdad de género.
Desde esta perspectiva basada en
el principio de la dignidad, no existen, y sería ilógico sostener otra postura, distintos tipos de prostitución. Las corrientes reglamentaristas establecen dos modalidades, la
forzada que estaría dada por la trata de personas y la libre o voluntaria que sería aquella ejercida por propia voluntad de las personas. Estas
corrientes, de neto corte individualista,
ven a la prostitución que llaman “voluntaria” como una cuestión personal, que hace a la libre decisión de las personas
implicadas y no como lo que es, una cuestión social. Por el
contrario, la prostitución no es un tema individual, que depende de la
postura personal de alguien determinado, sino que es una problemática social que atraviesa todas las capas conformando el sistema
prostituyente. La prostitución como sistema y como
institución social
destina un grupo de mujeres, niñas y niños para ser convertidas en objetos fragmentados
disponibles para el uso y satisfacción de quienes puedan pagarlo. Y
como dije, al ser un acto de violencia que objetiva a la persona, se constituye
en una conducta que daña la dignidad humana y que por lo tanto viola los
Derechos Humanos, por lo que nunca puede ser considerada un hecho individual,
dependiente de la propia decisión, por lo que, entonces, no cabe distinguir ningún tipo o
modalidad de prostitución. Como consecuencia de este razonamiento, el
abolicionismo considera que la persona en prostitución es víctima.
Suecia que ha sido señera en su elaboración y concreción del abolicionismo, considera a la
prostitución como una
violencia ejercida sobre las mujeres, por ello la persona en situación de prostitución es tratada como una víctima mientras que los
prostituidores son perseguidos penalmente. La prostitución es considerada como un aspecto
de la violencia masculina contra mujeres, niñas y niños. En
1999 en Suecia se aprobó una ley
que penaliza la compra de servicios sexuales y no penaliza la venta de dichos
servicios. Esta ley fue aprobada por el 80% de la población.
Vale destacar que esto no ha sucedido sin una clara intervención gubernamental pues se han
invertido muchos recursos en campañas de información
destinadas a la población, a la
capacitación de
funcionarios especialmente policía y justicia, y en capacitación y ayuda a las personas en prostitución.
Desde una visión centrada en los derechos humanos y en los
principios democráticos, la
satisfacción sexual
mediante pago es éticamente inadmisible porque implica cosificación de la persona humana,
subordinación y abuso,
basados en la menor posibilidad de desarrollo personal. En este caso no importa
que quien paga por su propia satisfacción sea de igual clase social o hasta que tenga menor capacidad económica que la persona en prostitución. Eso no invalida el hecho del
pago a cambio del uso.
Desde estos principios éticos la desigualdad
no puede ser aceptada ni tolerada, la democracia seguirá siendo un anhelo lejano mientras
gran parte de la población tengan
sus derechos vulnerados y su capacidad de desarrollo notoriamente disminuida.
Del mismo modo no es posible aceptar que haya dos tipos de mujeres, las que
pueden elegir como manejar su libertad y quienes se hallan en una posición subordinada explícita.
El abolicionismo se opone tanto al
prohibicionismo como al reglamentarismo:
-
Al prohibicionismo porque persigue
y reprime tanto a quienes explotan la prostitución ajena como a las personas en
situación de
prostitución,
igualando la responsabilidad entre todos los involucrados, sin cuestionar las
relaciones de poder propias del sistema prostituyente. Recordemos que para el
abolicionismo la persona en situación de prostitución no debe ser penada porque es víctima de
una situación dada en
la que esta actividad es una forma de sobrevivencia.
-
Al reglamentarismo porque legaliza
los prostíbulos y la
explotación de la
prostitución de otras
personas, convirtiendo a los proxenetas y rufianes así como a los tratantes en
“industriales” honestos. Al decir que la prostitución es un “trabajo” como cualquier
otro la está
promoviendo, ofreciendo como posibilidad a los/las jóvenes. Convalida socialmente, estabiliza
y reafirma la naturalización de una situación de desigualdad.
-
También porque hace girar toda la actividad en torno a
la mujer y la somete a condiciones denigratorias tales como la
inscripción
obligatoria en un registro especial, les impone exámenes médicos periódicos,
especialmente ginecológicos,
para garantizar la salud de los “clientes” (prostituidores); las persigue si
ejercen la actividad en la vía pública así como a
aquellas que no se hallen registradas.
Concluyendo, el abolicionismo propone examinar
las condiciones de posibilidad que dan como resultado el fenómeno de la prostitución, sean estas del orden
estructural de las condiciones económicas como simbólicas y
actuar decididamente hacia su abolición, incluso aplicando la ley penal y políticas públicas que eximan de responsabilidad penal y moral a la mujer y le
provean recursos para su inserción y promoción social.
.
“Defendemos
el abolicionismo como una postura, fundamentalmente, de profunda solidaridad
con las mujeres prostituidas y expresamos nuestra crítica radical a la prostitución como fenómeno social de subordinación femenina.”