Si me tengo que prostituir, no es mi revolución!
Por qué este documento
Este documento surge de una
necesidad. Poder dar a conocer nuestra mirada sobre la prostitución y la trata.
Porque hemos comprendido que esta disputa ideológica se está dando sobre cimientos
poco claros o que no se han dado a conocer al margen de las que nos vemos
directamente comprometidas con la causa. Es así que vemos que dentro del
movimiento de mujeres este tema se viene erigiendo como tabú: ha dividido las
aguas dentro del feminismo, donde lo políticamente correcto está siendo tomar
posturas que rechazan la polaridad reglamentarismo/abolicionismo y apuntan a
lograr terceras posiciones altamente difusas que suelen concluir que hay un
debate pendiente. La ambigüedad o la no toma de postura nos parecen, en
cualquier caso, cómplices de que las cosas sigan como están, con las putas
solas criminalizadas y chantajeadas por la policía y los proxenetas. Pues bien,
salgamos de la rueda de hámster. Valga este documento radicalmente abolicionista
como invitación a la discusión y toma de posición.
Decir que es una necesidad, es
responder a las representaciones que se están haciendo circular desde las voces
que defienden el reglamentarismo y que consideramos que no hacen justicia con
el posicionamiento abolicionista, ya sea por desconocimiento (en su versión más
ingenua) ya por la difusión de acusaciones y falacias (en su versión peor
intencionada).
Los principales puntos que nos
interesa argumentar y desmentir, según el caso, son dos: la dimensión
económica, que implica plantear la relación entre trata y prostitución a nivel
internacional junto a los intereses que están detrás y la cuestión de “la
moral” en relación al abolicionismo, que implica detenernos a ver de qué moral
se está hablando y desde dónde. A la vez, para pensar ambos puntos,
consideramos clave reflexionar en torno a dos apartados más: el primero tiene
que ver con desnaturalizar la ideología posmoderna y su impacto en la
producción de teoría y acción dentro del activismo lésbico y feminista,
acompañado por la academia; el otro apartado es una invitación a escuchar esos
otros testimonios de mujeres bio/trans que pasan/pasaron por la prostitución y
que están muy lejos de querer considerarla un trabajo. Finalmente, uno
autogenerado al calor de los anteriores y que nos prepara para un cierre final
pero inconcluso, porque de lo que se trata es de seguir pensando juntas.
Antes de comenzar con el
desarrollo de nuestra posición, queremos dejar en claro que a las mujeres
bio/trans que están en situación de prostitución y que reivindican la
prostitución como trabajo son respetadas en su decisión no sólo porque están en
su sano juicio y tienen derecho a afirmar lo que sea, como cualquiera, sino
también porque ellas traen consigo la propia experiencia y entendemos que
tendrán sus motivos para haber llegado a sostener lo que sostienen. Sin
embargo, también hay otras voces que desde la misma experiencia de prostitución
la repudian como trabajo, que hablan de las violencias sistemáticas padecidas y
de la necesidad de salir. Con estas últimas hemos hecho empatía las activistas
que están detrás de estas líneas. Este documento va dirigido principalmente a
las mujeres y lesbianas que desde el feminismo, el activismo lésbico y/o la
teoría académica son sostenedoras del reglamentarismo. El texto es por lo tanto
visceral. No políticamente correcto. Descortés. Violento. Porque nada que salga
de las entrañas como proyectil en respuesta a las violencias mismas y a las
violencias que disfrazan las violencias puede ser pacífico. Estamos hablando de
esto, y somos violentadas-violentas en ese sentido.
Trata y prostitución, la sexualidad industrializada
Vamos a partir de una primera
gran confusión, muchas veces simplificada también desde el abolicionismo mismo:
el hecho de afirmar que trata y prostitución son lo mismo. Un mismo sistema
productivo, una industria de la sexualidad, no significa que se trate de la
misma cosa. Como abolicionistas comprendemos que hay algo llamado sistema
prostituyente que las articula, y aunque no son lo mismo, son instancias
diferentes de una misma industria perversa que naturaliza el consumo máximo de
cuerpos humanos.
Tenemos una perspectiva de clase
y desde ahí entendemos que la producción-distribución-circulación y consumo de
algo son parte de un mismo proceso capitalista. Allá puede ser el maíz, que de
la cosecha va al granero, de ahí a la molienda para hacer harina, de ahí el
viaje a la fábrica de pan, a la panadería, hasta la mesa con mate de un hogar.
De principio a fin, desde que se planta la semilla, el negocio todo está
contemplado: se planta la semilla para que los humanos consumamos ese alimento
en un formato cualquiera de pan a fideo, a torta, etc. Aquí, el cuerpo de las
mujeres que se extrae por voluntad propia o por engaño y secuestro, se traslada
hasta su consumo que culmina en un cuerpo disponible para el sexo que se cambia
por dinero entre paredes o a las sombras, lejos de la vista del resto de las
personas no consumidoras.
La trata con fines de explotación
sexual ya se define a sí misma, el fin, el para qué, es para un mismo tipo de
consumo, sexo por plata. La trata es para la prostitución, no es para vender
churros a la salida del zoológico. Sin esa finalidad no hay trata, porque el
negocio de los proxenetas está en la prostitución. No tiene sentido disociar
algo que es parte de un negocio mismo, pierde la lógica.
Por su parte, al cliente no le
importa mucho de dónde salió esa mujer bio/trans, si porque le pusieron un arma
en la cabeza, la cagaron a palos y la drogaron, o porque era pobre, o porque
tomó la decisión de entrar en la prostitución porque la consideró una salida
viable de supervivencia. No le importa, como no le importa cómo mataron a las
vacas a la hora de comer un asado. Como no le importa si Monsanto barrió sobre
la soja con el pesticida llamado glifosato que es altamente mortífero a la hora
de comer una milanesa de soja. El consumidor consume ese producto final sin
saber el proceso previo. Y ese es el secreto del capitalismo.
La trata con fines de prostitución,
es el segundo negocio ilegal más redituable del mundo, y esto es así en parte
porque la prostitución en sí misma es altamente redituable: no sólo es un
negocio para los proxenetas y prostíbulos, sino también para la industria
hotelera, los transportes, el llamado turismo sexual, las cajas chicas de la
policía, y toda una red de complicidades que van desde la policía a
profesionales de la salud, a abogados, jueces y políticos. El hecho es que el
dinero que genera la prostitución ha levantado la economía de muchos países y
no suele verse reflejado en las protagonistas que ponen el cuerpo noche a
noche. A nivel internacional, el 90% de las mujeres en situación de
prostitución resultan de las redes de trata, o sea que no están por voluntad
propia. En los países donde la prostitución está legalizada, es decir, cuando
se la considera como si fuera cualquier otro trabajo de explotación
capitalista, la trata aumenta.
Ejemplos de Estados donde la prostitución está reglamentada
Caso holandés:
Del 50% al 90% de las mujeres en
prostitución con licencia "trabajan" contra su voluntad.
Un caso testigo del año 2008,
revela que dos procuradores turco-alemanes junto a 30 cómplices fueron
condenados por explotación y violencia contra más de 100 mujeres en Holanda, Alemania
y Bélgica. Lo llamativo del caso es que todas esas mujeres, que han sido
explotadas con extrema violencia estaban en burdeles legales, con licencias,
impuestos y habilitación estatal.
Un informe hecho por el
Ministerio de Justicia de Holanda en el año 2011 muestra que de hecho gran
parte del sector legal de la industria sexual perpetúa la explotación y el
tráfico de seres humanos y está asociada al crimen organizado.
Uno de los argumentos para la
legalización de la prostitución en Holanda era que la legalización iba a ayudar
a terminar con la explotación de las desesperadas mujeres inmigrantes que eran
traficadas para entrar en la prostitución. El informe realizado por el grupo
gubernamental ''Budapest'' muestra que el 80 por ciento de las mujeres de los
prostíbulos en los Países Bajos son traficadas desde otros países (Grupo
Budapest, 1999: 11). En 1994, la Organización Mundial sobre la Inmigración
(IOM) declaró que, sólo en los Países Bajos, el 70 por ciento de las mujeres
traficadas provenían del centro y del este de Europa (OIM, 1995: 4).”
Caso canadiense: Un estudio hecho en Toronto sobre mujeres
prostituidas en la calle reveló que el 90% querría abandonar esa práctica y no
puede, el impedimento está muchas veces en manos de proxenetas, esposos,
novios, adicciones, o la mera supervivencia propia y la de sus hijos e hijas.
Caso Reino Unido: El 50% de las mujeres en prostitución comenzó
siendo niñas, cuando tenían entre 13 y 14 años.
Caso Alemán: En Alemania, la unión de servicio ver.di ofreció asociarse
a las "trabajadoras sexuales" de Alemania. Habían sido inscriptas en
coberturas de salud, ayuda legal, treinta días de vacaciones al año, entre
otros beneficios. De un estimativo de 400.000 mujeres en situación de
prostitución, solo 100 se asociaron. Esto es 0,0025% de prostitutas alemanas.
La legislación no borra el estigma de la prostitución y puede incluso volver
más vulnerables a las mujeres ya que las saca del anonimato.
Ahora, en Alemania es legal la
promoción de la prostitución, el proxenetismo y los prostíbulos. En 1993,
después de que se hubiera dado el primer paso para la legalización, se
reconoció (incluso por parte de los defensores de la prostitución) que el 75
por ciento de las mujeres que en Alemania estaban dentro de la industria del
sexo eran extranjeras que procedían de Uruguay, Argentina, Paraguay y otros
países de Sudamérica (Altink, 1993: 43). Después de la caída del Muro de
Berlín, los dueños de los prostíbulos informaron que 9 de cada 10 mujeres que
estaban dentro de la industria del sexo en Alemania procedían de los países del
Este de Europa y de otros países que pertenecieron a la antigua Unión
Soviética.
Caso australiano: “Los argumentos que defendían que la legalización
iba a terminar con los elementos criminales de la industria del sexo han
fracasado. El aumento de la prostitución en Australia desde la legalización se
ha dado en el sector ilegal. Desde la llegada de la legalización en Victoria,
los prostíbulos se han triplicado y se han expandido, y la mayoría de ellos no
tiene licencia aunque se anuncien y operen con total impunidad (Sullivan and
Jeffreys: 2001). En 1999, el número de prostíbulos en Sydney había aumentado de
manera exponencial a 400-500. La mayoría no tiene licencia.” Datos extraídos
del trabajo publicado en el sitio: http://www.gadeso.org/sesiones/gadeso/web/14_paginas_opinion/sp_10000124.pdf
El hecho es que en países donde
la prostitución se ha reglamentado como trabajo, Holanda, Alemania o Australia,
por mencionar los más conocidos, el tráfico de mujeres ha aumentado a su vez
por cuatro. Ello indica que más que inhibir o frenar, la reglamentación
favorece a los traficantes.
Cuando un negocio se legaliza,
puede legalizarse toda la industria, incluso en su fase extractiva. Así si se
legalizara la marihuana, se podría cultivar y cosechar en tierras al lado del
maíz o el girasol. Se sabe que al ser legal, los costos bajarían, aún cuando
ello implicara el pago de impuestos, que serían más baratas que las coimas que
sostienen toda industria clandestina. Para sostener el mercado, entonces, se
establece la industria. Ahora, ¿qué pasa cuando la industria es del sexo? ¿de
dónde salen los cuerpos para la prostitución? ¿de una semilla plantada en la
tierra? si nadie nació para puta, ¿de dónde salen las putas?
Pues bien, sin ánimos de
simplificar, y sabiendo que la prostitución en Argentina es legal en sí misma
(o esa, no está prohibida y no debería ser criminalizada), entendemos que la
causa principal que lleva a mujeres bio/trans a prostituirse es la pobreza,
situación en la que se sabe, no se puede hablar en términos de libre elección,
sino de falta de la misma justamente, donde se parte de tomar decisiones sin
oportunidades ni salidas a las situaciones de violencia y exclusión, y donde la
prostitución se constituye como una opción de supervivencia, por demás
inteligente y racional, dentro del estrecho horizonte. La mayoría entonces, no
están ahí porque quieren, o porque quisieron, por vocación, están ahí porque no
les quedó otra. Parece obvio pero lo recordamos porque rápidamente queda
naturalizado, invisibilizado ese origen. Luego, hay una mínima porción de
mujeres bio/trans que se han insertado en un círculo de consumo prostituyente
de elite o vip más visible o mediatizado que reporta mejoras a nivel económico,
y queda culturalmente asociado a una prostitución exitista depurada de los
riesgos de la calle, de una prostitución elegida y bienaventurada. Ahora más
allá o más acá de estas porciones de población que se ha metido
"sola" (siempre hay alguien que te lo "sugiere" pero
dejemos este detalle de lado por el momento) está la trata. La trata con fines
de explotación sexual nutre y aporta con cuerpos la máquina, sin materias
primas no hay negocio de ningún tipo. Un cuerpo de mujer tiene aproximadamente
10 años de explotación sin descanso, y genera escasísimos costos de
mantenimiento en comparación a las altas ganancias que reporta. Al no ser una
planta que crece de la tierra, la industria de la prostitución se sostiene
gracias al secuestro, traslado y venta de mujeres bio/trans para la explotación
sexual, lo que implica, desde el minuto uno, una consecución interminable de
golpizas, amenazas, drogadicción forzada, violaciones, y otras torturas dentro
de lo que es el cautiverio.
Así lo entendieron en Suecia, que
tiene un estado realmente abolicionista, donde se relevó que el número de
personas explotadas en prostitución se redujo a la mitad desde 1999 (mientras
que en Noruega y Dinamarca se triplicó en el mismo período). El hecho es que,
además del cambio legal, en esto hubo una política comprometida con cambiar la
cultura patriarcal a partir de la educación y eso se vio reflejado en la baja
del consumo prostituyente y la reducción de la trata. Igual, nada de idealizar
ni compararnos desde tan lejanas latitudes latinoamericanas.
De todo esto se desprende que
para que la industria funcione, hay un componente elemental que es la provisión
de mujeres bio/trans para ser prostituidas, un reclutamiento que se da mediante
el engaño, y lo que se ve reflejado es que la mayoría de ellas son de países
más pobres que el país donde son prostituidas. Su condición migratoria suele no
estar en regla, lo que significa que ingresaron “ayudadas” por terceros con
poder de hacerlas entrar, es decir, de una manera clandestina y esto a su vez
confirma redes criminales que trafican personas detrás de todo esto.+
Por otro lado, está en relación
con todo lo demás la diferencia de financiamientos internacionales que percibe
el movimiento reglamentarista en relación al movimiento abolicionista en
nuestro país. El primero, nucleado primeramente en AMMAR CTA percibe millones
de dólares que fluyen desde la REDTRASEX (Red de Trabajadoras Sexuales de
Latinoamérica y el Caribe). Muy diferente es lo que ocurre con las cooperativas
que llevan adelante compañeras abolicionistas que estuvieron en situación de
prostitución que bien conocemos porque son integrantes como nosotras de frentes
más amplios como el FAN (Frente Abolicionista Nacional) o de la Campaña ni Una
Mujer Más Víctima de las Redes de Trata y Prostitución. Nos consta desde
adentro que el financiamiento es escaso o nulo en muchos casos. Es altamente
difícil acceder a este financiamiento porque va contra los intereses económicos
del poder.
La profunda implicancia entre
trata y prostitución se ve incluso en las lamentables actoras sociales,
referentes de la prostitución reglamentarista que estarían implicadas en redes
de trata. Algunas "trabajadoras sexuales" referentes del
reglamentarismo han sido arrestadas por proxenetismo, entre ellas: Robin Few,
Maxine Doogan, Norma Jean Almodovar y Margo St. James. Sin embargo, ellas se
siguen presentando como trabajadoras sexuales y no como proxenetas. En la Argentina,
país desde el cual hablamos, está el caso de Claudia Brizuela, la cara visible
de AMMAR CTA, procesada en una causa de trata, donde 31 mujeres eran explotadas
sexualmente bajo la pantalla de estar ejerciendo la prostitución por voluntad
propia (nota prensa 29/11/2013 y 16/10/2014, link abajo en las referencias).
Esto queda expresado en la nota
del diario Página 12 del 16 de octubre de este año se expresa: “La red obligaba
a las mujeres a hacer turnos de 12, 24 y 36 horas seguidas y llegaban a
realizar hasta 18 `pases´ por día. Las amenazaban con quemarlas con ácido si no
atendían a todos los hombres que les imponían, según surge del expediente
judicial. Y las hacían practicar simulacros de allanamiento para que dijeran
que `trabajaban por su cuenta en cooperativas´. (…) A Brizuela se le imputa ser
`partícipe necesaria, en orden al delito de trata de personas en 31
oportunidades, agravado por haberse aprovechado de la situación de
vulnerabilidad de las víctimas…´”.
Una de las cuestiones claves es,
entonces, ante la legalidad de la prostitución, ¿cómo haría la lucha contra la
trata para detectar las redes de proxenetismo ilegales? ¿No es acaso dicha
legalidad el disfraz perfecto para el aumento de este prolífico negocio?
Finalmente, la supuesta
“seguridad” que otorgaría la reglamentación de la prostitución, ¿en manos de
quién estaría? ¿del Estado?, que lejos está de defender el derecho de cualquier
mujer, empezando por el hecho de que ni siquiera se encarga de proveer las
condiciones para que se den los abortos no punibles en los casos en los que son
necesarios. ¿de la policía?, brazo armado del Estado, que se encarga de fusilar
mediante el gatillo fácil a un pibe cada 36 hs. Ni hablar de sus vínculos con
las redes de trata.
Dentro del manejo de las grandes
cantidades de dinero que hay en las organizaciones reglamentaristas, viene
incluido el juego de poder de sus dirigentes, quienes deciden qué hacer y qué
no con ese dinero, manejándose con las lógicas burocráticas de muchos otros
sindicatos. Grandes financiamientos internacionales, relaciones con el
proxenetismo local y las redes de trata, sindicalización y lucha por la
legalidad... todo sobre ruedas.
Pero para que este negocio sea
exitoso como es, es necesario que sea socialmente aceptado y naturalizado, que
nuestra cultura lo vea bueno, incluso atractivo. La plasticidad del sistema que
le dicen.
Veremos algunas de sus
implicancias en lo que sigue.
Mi cuerpo es mío y mi mente también
Hasta aquí, puede argumentarse
que justamente, la industria de la prostitución no es otra cosa que cualquier
otra industria del capitalismo patriarcal, y por tanto, no habría por qué
diferenciarla en relación a su componente de trabajo. La diferencia con
cualquier otra industria y cualquier otro trabajo, es que se trata de cuerpos
sensibles, subjetivos, que se niegan para exponer su autodeterminación y
sensibilidad al servicio de un otro, la máxima enajenación de la voluntad. Pero
no sólo eso, lo peculiar de este trabajo no es siquiera que se usen órganos
sensibles como si fueran cosas, además hay algún que otro trastorno psíquico
que puede interesarnos a la hora de pensar si estamos por considerar que luchar
por que sea un trabajo reglamentado es una buena idea. Y aquí vamos con esta
cuestión: cuando a las abolicionistas nos desacreditan por ser “moralistas”.
Como si fuéramos un conjunto de
puritanas que nos escandalizamos por ver una mujer cogiendo fuera de los votos
matrimoniales, se nos dice moralistas. Y de una manera inteligentemente
tergiversadora se nos corre por izquierda con uno de los lemas feministas más
conocidos “mi cuerpo es mío”. Con una versión algo superficial de dicho lema,
te podés tatuar una esvástica en la frente porque mi cuerpo es mío. También te
podés amputar un brazo porque mi cuerpo es mío, y así al infinito. Las acciones
sobre el cuerpo son inscripciones culturales e ideológicas. Convengamos que no
es lo mismo tatuarse una esvástica que tatuarse un símbolo de lucha, claramente
la misma acción lleva a lecturas opuestas de la realidad. No es lo mismo estar
caliente y querer coger toda la noche con personas que ni sabés el nombre que
no estar caliente, estar cansada, y tener que coger toda la noche con mil
personas para hacer el mango.
Podemos no querer mirar, pero los
estudios hechos hasta ahora revelan que hay una fuerte y sistemática
disociación psíquica para ejercer la prostitución. Hay testimonios que se
repiten una y otra vez y que tienen que ver con las estrategias “para no
sentir”. La prostitución es comparada no ya con cualquier trabajo, sino con los
efectos que producen las situaciones de estrés y violencia más radicales como
son las guerras. De hecho, las consecuencias psicológicas que deja el ejercicio
de la prostitución son muy similares al punto que se trata de un mismo
trastorno llamado de “estrés post traumático” (TEPT / PTSD) que implica
síntomas de depresión, ataques de pánico, ansiedad, angustia, nervios, etc. En
relación este diagnóstico, simplemente decir que no es joda, y que no es ni un
poquito relativo: si te pasa, las dendritas de tu hipocampo (zona del cerebro
que tiene un registro contextual y se activa en situaciones de miedo) se
deforman y eso te puede traer no sólo depresión y ansiedad crónicas sino hasta
pérdida de memoria. Lindo, no? mata que un trabajo contemple ese efecto como
algo normal y esperable. Esto, aclaramos por las dudas, no es patologizar a
nadie, es hablar de los efectos que puede tener la prostitución al margen de la
capacidad de empoderamiento individual de cada mujer bio/trans.
Desde ya que mi cuerpo es mío, y
creemos que más que nunca es mi cuerpo en su versión revolucionaria. Mi cuerpo
y mi mente son uno y soy yo. Si hago algo con mi cuerpo que me obliga a
disociarme de lo que éste siente, estamos en problemas amigas. La enajenación
más depuradamente capitalista, cae sobre nosotras.
Claro que cada una puede hacer lo
que quiera con su cuerpo, pero si nos interesa revolucionarnos tenemos que
hacernos cargo de qué es lo que hacemos con ese cuerpo. Si vamos a entender que
mi cuerpo es mío, al igual que cualquier otro objeto de propiedad privada, es
una cosa, si vamos a entender que mi cuerpo es mío porque me constituye en un
todo con mi identidad y libertad, es otra muy distinta.
Hoy encontramos el discurso que
defiende la prostitución como trabajo como pobremente excusada detrás del
caballito de batalla de “pro-sexo”, aparentemente rupturista. No por
embanderarse detrás del simbolismo de “libertad sexual” eso significa algo. Es
curioso ver cómo se corre el eje hacia argumentaciones aparentemente osadas que
se erigen sobre la defensa del “sexo”, llamándose “pro sexo” (¿?) creando la
falsa dicotomía sexualidad-libre versus
moral-que-se-escandaliza-ante-el-sexo-sin-amor. Surge la necesidad de aclarar
lo siguiente: acá nadie está hablando de sexo. Porque el sexo no tiene que ver
sino sólo como imaginario, uno que reduce la potencialidad infinita de la
sexualidad libre, variable, sensible y deseosa. El problema es político,
económico e ideológico. Y este tedioso documento no pretende más que
problematizar este último tópico dentro del movimiento de mujeres, lesbianas y
travestis: cómo desde las ideologías de lucha y resistencia se despertaron
fuerza conservadoras. A tal punto el sexo no tienen nada que ver, que nos
acordamos de Foucault cuando refirió hace ya tiempo que la aparente “libertad
sexual” contemporánea más que romper y revolucionar no hacía más que crear
nuevos dispositivos de disciplinamiento, llegando el poder y el control a donde
antes no llegaba, o no llegaba tanto.
En cambio, nuestro
posicionamiento está lejos de la moral pacata que nos quieren adjudicar desde
la “libertad sexual”. Buscando definirnos desde afuera, desconociéndonos como
interlocutoras dentro del activismo feminista anticapitalista que busca romper
con las constituciones burguesas de sexualidad y familia. La moral que nos
quieren achacar es de una mojigatería aplastante horrorizada con la vida de
“libertad sexual” aparente de una mujer o travesti en situación de
prostitución. A ver, vamos a decirlo sencillo: las que estamos detrás de estas
palabras estamos lejos de creer en los valores burgueses de amor romántico,
familia nuclear, heteronorma, monogamia y demás sustentos del capitalismo
patriarcal. Somos en su mayoría tortas feministas que apostamos por nuevas
formas de relacionarnos sexo-afectivamente en este mundo y ni mella nos hace
una persona que pueda coger con muchas, de las infinitas maneras que les
resulten más placenteras.
Entonces, si hay que hablar de
valores, en todo caso hablemos de los valores de la libertad y dignidad humanos,
que antes que morales los consideramos éticos y revolucionarios, y que en
primer lugar buscan recuperar la sensibilidad anestesiada por el capitalismo
heteropatriarcal. Una sensibilidad emancipatoria que nos realice como vidas
plenas a través de relaciones igualitarias, sin normas morales que nos opriman.
A la dignidad la defendemos no como valor moral judeocristiano sino como
ejercicio pleno de la libertad más libertaria. Por eso consideramos que la
prostitución es un reducto siniestro del capitalismo patriarcal, no porque nos
resulte escandalosa ni “inmoral” sino porque pone en jaque ese valor al
convertir las potencias sexuales en tristes mercancías.
Que la abolición de la
prostitución esté muy muy lejos, al igual que el resto de las aspiraciones
revolucionarias como la caída del patriarcado o del capitalismo, no por ello
significa que debamos olvidarla y menos aún legitimar sistemas que aseguren su
perpetuidad.
La posmodernidad es el opio del activismo
Ante todo, llamamos posmodernas o
“posmo” no a toda las ideas valiosas y heterogéneas de más de dos décadas de
discusión y teorías, sino al estigma ideológico presente, que como fantasma
recorre una buena parte de la misma: las premisas de que no existe ninguna
verdad, y que por tanto, todo es relativo.
Ello lleva a la caída de los
grandes relatos de la realidad, la feliz decadencia de las historias oficiales,
y de muchas otras “verdades” construidas desde la hegemonía. Hasta ahí todo
bien, ¿quién no está en contra de los absolutismos y de los conocimientos
producidos de manera autoritaria? El problema o sesgo posmoderno, que en este
debate vemos gozar de toda vitalidad, es que ese relativismo se vuelve tan
extremo que se pierden las escalas y parámetros críticos para mirar la
realidad. Un hecho, por más reconstruido que pueda ser desde los discursos,
existió o no existió (una violación o un genocidio, por ejemplo, no son
relativos). Muchas veces ese relativismo lleva a paralizar todo
posicionamiento, a relajar el espíritu crítico, una sedación altamente tóxica
para los espacios de lucha y resistencia, justamente.
Lo que veremos ahora es cómo en
los discursos reglamentaristas la cultura de la prostitución se ha lavado la
cara en las aguas de la posmodernidad. Esto se ve claramente cuando escuchamos
que más allá de lo desagradable o violento que pueda resultar, las prostitutas
tienen amplios márgenes de empoderamiento y control o poder sobre la situación,
lo que implícitamente lleva a justificar la perpetuación del sistema
prostituyente. Y no sólo eso, la prostitución asociada a la “libertad sexual”
se vio en discursos de los últimos años extrañamente alineada a la idea de
“disidencia sexual”, comparada con acciones potencialmente disidentes o
contrahegemónicas, como afirmarse como lesbiana o pronunciarse como abortista,
estas últimas asociaciones ubicadas en un curioso horizonte no
reproductivo...Al respecto, hay una proclama de lesbianas feministas que se
llaman a sí mismas “prosexo” y que están a favor de reglamentar la prostitución
como un trabajo cualquiera y que al mismo tiempo asocia ese pedido con estos
sentidos de resistencia al patriarcado (los links están al final).
El reglamentarismo pugna porque
se reconozca la prostitución como trabajo, comenzando por instalar el rótulo
“trabajadora sexual” al referirse a una mujer o travesti en situación de
prostitución, buscando diferenciarla de aquella en la misma situación cuyo
inicio tuvo que ver con la trata. La lucha es por adquirir los mismos derechos
laborales del que cualquier otro trabajo goza, jubilación, seguro social por
accidentes, cobertura de salud, etc. Así también, lucha porque se deje de
criminalizar a las personas que ejercen la prostitución, que la policía deje de
cometer abusos de toda índole y cobros de coimas. Esta búsqueda es legítima y
profundamente compartida por el abolicionismo, sólo que desde este último
consideramos que no es desde una política de reivindicación de la prostitución
como trabajo que se van a lograr los derechos humanos y la libertad plena para
este grupo.
Esta corriente en su versión
académica, no sólo reivindica la prostitución, sino que exalta la dimensión de
la agencia (la capacidad de acción) de la mujer o travesti en situación de
prostitución. Así, se pone de relieve el empoderamiento y el margen de acción
-que nunca estuvo en duda- por sobre las relaciones de desigualdad estructural.
Lo mismo sería decir que una persona pobre tiene un margen de acción para
empoderarse frente al jefe que lo explote, entonces se reivindica la pobreza
para que las cosas sigan así. Claro que en relación a la clase existen estos
razonamientos, son los de la derecha conservadora, nunca de un movimiento
social de izquierda. Resulta llamativa la forma en que se adoptó este
relativismo de parte de muchas feministas que no se identifican como liberales
sino al contrario, muchas son de izquierda o anarquistas.
En esta clave de resaltar la
agencia y el empoderamiento, una acusación muy fuerte que es común escuchar
desde reglamentaristas hacia abolicionistas es que estas últimas victimizamos a
las mujeres bio/trans en situación de prostitución. Consideramos una acusación
reaccionaria que nos digan esto, incluso de ser “amarillistas” cuando en
realidad estamos poniendo en palabras lo que pasa cuando se queda sola una
mujer bio/trans con un varón cliente. Y lo que pasa, es la exposición
sistemática y cotidiana a riesgos que atentan contra la integridad física y
psíquica de las primeras: 1. Riesgo a la violencia de ser penetrada sin
consenso, es decir, a ser violada, 2. Riesgo a la violencia que puede acompañar
la relación sexual consensuada como la humillación verbal; 3. Riesgo a ser
golpeada y asesinada; 4. Riesgo de contracción de enfermedades de transmisión
sexual o a los embarazos no deseados, cuando al cliente se le ocurre coger sin
forro. Ello, descontando el desgaste físico cotidiano y la abrasión en la zona
genital que sería en todo caso la menor de las violencias más arriba
mencionadas. Ni hablar de la posibilidad de quedarse con los síntomas del TEPT
(trastorno de estrés post traumático, mencionado más arriba) después de años de
prostitución.
Desde ya, que casi todo, por no
decir todo trabajo, dentro de este sistema capitalista conlleva niveles de
explotación, relaciones de poder, alienación, y por tanto, violencia. Ahora,
lejos de relativizar la violencia, sino al contrario, buscando situarla en
estructuras históricas de desigualdad, sabemos que no es lo mismo que un jefe
de oficina nos dé órdenes, nos exija atender más el teléfono, o limpiar mejor,
o atender más rápido al cliente, no es lo mismo que el abuso de poder que puede
haber en un contexto donde la sexualidad se pone en juego de una manera
central: no es lo mismo estar expuestas en nuestra labor cotidiana a que te
metan la pija o las manos o un objeto por cualquier orificio del cuerpo sin que
queramos ¿quién puede poner límites en esa situación? Las mujeres bio/trans en
situación de prostitución que no hayan sido abusadas ni violentadas que
levanten la mano. Hasta ahora, sabemos de relatos de abusos sistemáticos (3/4
de las personas en prostitución son violadas, hola). Y que no nos corran de
amarillistas (ahora nombrar la violencia es ser amarillista): una cosa es el
detalle morboso de un medio masivo de comunicación que insiste con detalles de
violencia contra los cuerpos de las mujeres bio/trans violentadas, otra muy
distinta es denunciar lo que pasa en la vida cotidiana de una mujer bio/trans
expuesta a la práctica prostituyente. Dejemos por un momento las ponencias para
congresos y miremos lo que les pasa a esas otras. Y si la prostitución fuera
tan disidente, ¿por qué las antropólogas y las tortas no van a la esquina a
chupar una pija por 30 pesos como parte de su activismo? ¡Por favor!
Una cosa es victimizar y otra es
hablar de la realidad, si no podemos hablar de determinados temas porque
estamos victimizando a las mujeres, entonces no hablemos de que las mujeres
seguimos siendo violadas por varones en quiénes confiábamos, seguimos siendo
cagadas a palos por nuestras parejas, seguimos sin poder abortar en los
hospitales poniendo en riesgo nuestras vidas y así sucesivamente. O no, ¿mejor
no hablar de ciertas cosas? Pero ah! El feminismo planteaba politizar la vida
cotidiana, hablar de lo que pasa en la esfera de lo privado, poder romper el
silencio... ¿entonces? ¿en qué quedamos?
Si hablamos de victimización, son
las activistas por el reglamentarismo que se adjudican que no pueden decidir
sobre su propio cuerpo. Consideramos esta inversión, un acto de manipulación
ideológica, sabiendo que no está prohibido ejercer la prostitución (el
abolicionismo no lo reprueba). Sí es una realidad que la policía las persigue y
criminaliza insistentemente, y contra esa violencia hay que luchar para que se
las respete y deje tranquilas. No somos las feministas abolicionistas las que
estamos reprobando dicho ejercicio, lo que reprobamos es la lucha por
reglamentarlo, en lugar de luchar por abolirlo porque entendemos que ello es
favorecer a que la institución prostituyente que ya de por sí es opresiva goce
de mayor legitimidad.
Hay una cuestión que se juega en
el dualismo de las argumentaciones victimización/empoderamiento y que tiene que ver cuando se los usa de
manera acusatoria y/o abusiva. Caracterizar a una mujer en términos de
“víctima” puede servir para señalar con claridad el lugar estructural de
desigualdad en el que se encuentra en situación de prostitución, que no es otro
que el lugar en que nos encontramos todas las que tenemos cuerpos géneros
feminizados pero potenciado. Es así que insistir solo en el carácter de víctima
puede llevar a la parálisis, la infantilización y demás sensaciones de
precariedad que atentan contra la fuerza para resistir a las violencias. La
otra cara de la moneda, el empoderamiento destaca esto último y es sumamente
importante no perderlo de vista para crear fortalezas y estrategias de
resistencia. Por otra parte, sobredimensionarlo es muy peligroso
ideológicamente por dos razones. La primera es que suele desdibujar lo
estructural e histórico de la prostitución y la desigualdad de género, y la
segunda es que termina operando en un sentido culpabilizador al recargar sobre
los hombros de la mujer bio/trans la responsabilidad de la violencia: cuando es
ella la que debe estar lo suficientemente empoderada para resistir o responder
la violencia, se naturaliza la situación. Se ve cómo nada recae sobre los
varones-cliente. Jodido. Creemos que este culto a las estrategias individuales,
lleva a relativizar la violencia a tal punto de no verla, o de desconocer la
dirección que tiene, lo que a su vez lleva a criterios tibios que impiden
establecer mínimos marcos desde donde tomar posición, lo que lleva a avalar la
chorredera de violencias ultrapatriarcales que se descargan en las prácticas
cotidianas de la prostitución.
Afirmamos por tanto, que es FALSO
que la agencia individual y la caracterización de violencia estructural se
oponen, ambas son niveles de la misma realidad y no deberían ser
sobredimensionadas ni olvidadas ninguna de las dos. Lo que desde el
abolicionismo señalamos es lo que es tan fácil de ver en otras discusiones: la
desigualdad histórica, la violencia, el silencio cómplice de la cultura
heterocapitalista. Esto NO niega la fuerza que pueda tener la prostituida, la
capacidad de resistir, de crear estrategias de empoderamiento. No es víctima,
es sobreviviente y en tanto tal, tiene herramientas para elaborar y resistir su
realidad.
Dentro de creer que la
prostitución es un acto de disidencia, muchas la reivindican por el lado de que
es una práctica sexual no reproductiva, y sería por tanto una forma de resistir
a la reproducción del heterocapitalismo. Es un mito cínico considerar que la
prostitución atenta contra la reproducción, nunca una institución como la
familia se vio tan bien acompañada y reforzada por la institución de la
prostitución. La norma moralista heteronormativa que nos manda a ser madres se
regocija creando la fantasía de la libertad sexual, asociada a la prostitución.
Cuando te acercás apenas un poco, no hace falta mucho, te enterás que la
mayoría de las mujeres bio/trans en situación de prostitución tienen hijos e
hijas. No existe esa idea de la prostitución como resistente al mandato de la
familia, más que en la idea de una norma que se legitima creando lo ilegítimo
para sostenerse. Estamos hablando que la prostitución es inmoral sólo para la
moral burguesa que la celebra, para nosotras es irrelevante en términos
morales. La mujer o travesti no pierde su dignidad humana al prostituirse,
porque cambie sexo por plata, porque “esté mal” hacer tal o cual cosa. Más
bien, pone en riesgo su dignidad humana al poner en riesgo su vida, no por lo
que hace sino por las consecuencias que puede tener lo que hace.
A las corrientes poscoloniales
que tanto disfrutan de exaltar la
agencia y los relativismos antes que
mencionar algo parecido a la desigualdad y la injusticia, les preguntamos si no
se percataron de que los países ricos consumen mujeres bio/trans prostituidas
que provienen de países pobres, muchas ex colonias como países
latinoamericanos, africanos y del sudeste asiático. ¿No tendrá algo que ver con
el racismo capitalista la selección de cuerpos a ser prostituidos? Y eso ¿no
significa nada al leer la “libre decisión” de cada una a la hora de
prostituirse?
No hay forma de convertir a la
prostitución en un trabajo seguro porque su misma práctica es ya un abuso: como
ya mencionamos, implica el desdoblamiento emocional, la disociación entre la
mente y el cuerpo, para no sentir, para “consentir” relaciones sexuales sin
deseo. Entendemos que esta realidad la pueda defender el patriarcado, si los
varones clientes salen a las calles para pedir que la prostitución se
reglamente sería mucho más esperable y comprensible que las lesbianas
feministas declamando la prostitución como un acto disidente.
Algo muy curioso en esta lucha de
sentidos y activismos es que hemos preguntado a representantes del
reglamentarismo si habían escuchado esas otras voces de compañeras putas que
son abolicionistas. Y lo extraño, es que o bien se nos han reído socarronamente
descalificándolas diciendo que estaban locas (esto pasó en el debate de una
jornada llamada “Reflexiones actuales sobre prostitución" viernes 31 de
Mayo del 2013, 19 hs, aula 128, FFyL. Coloquio Organizado por el PRI, debates
contemporáneos de la teoría feminista. Implicancias y aportes para la
investigación social) o bien se ha hecho un silencio y se ha cambiado de tema o
respondido algo colateral dentro de la discusión como que los casos de
violencia son aislados y no se puede hacer de eso una generalización (esto pasó
en una discusión en Facebook, a propósito de una nota donde una antropóloga
afirmaba que las redes proxenetas pueden jugar como una suerte de “red de
cuidado”, link abajo referenciado)
En cuanto al nombramiento de
proxenetas como si fueran cuidadores, no nos meteremos de lleno, sólo vamos a
decir que el significado de la acción de “cuidar” a alguien lo entendemos como
una preocupación por otro ser que involucra afectividad y acciones en pos de su
bienestar físico, psíquico y emocional, algo demasiado alejado de lo que puede
ser una persona que gana dinero con la explotación del cuerpo de otra. Es
decir: todas formas de esquivar nuestra pregunta.
Aún hablando con mujeres que se
llaman trabajadoras sexuales y que están por el reglamentarismo, su motivo
central para esta lucha suele ser la necesidad de sostener la familia, de que
sus hijos e hijas puedan estudiar, etc. Ninguna reivindica la práctica como
algo deseable, sino como algo que se convirtió en el inevitable sustento de sus
vidas. Justamente, a ella las queremos acompañar, aunque disintamos en su modo de
lucha, porque no vamos a victimizarlas y menos aún a ser cómplices de su
criminalización y estigmatización social.
Planteamos escuchar y apoyar
voces que, como ellas, vienen transitando la vida desde la prostitución y
llegan a otras conclusiones. Vamos entonces a invitarlas a todas a escucharlas.
Sus voces, nuestras voces.
“Fui prostituta más de 15 años, desde los 17; y digo que lo que he
vivido en la prostitución callejera, en los suburvios de La Matanza, no puede
ser CUBIERTO - en el caso de reglamentarse - por ninguna obra social, ni una
ART”, Diana Sacayán.
“La prostitución es una cuestión siniestra y si vamos a discutir con
las compañeras sinceremos la agenda, debatamos las nefastas consecuencias que
provoca en las personas que nos hemos visto sometidas a esta situación. Me
parece una cuestión fundamental. Cuando rápidamente salen a sostener que la
prostitución no es trata, ¿para qué se las trata a las mujeres? Para la
prostitución. (…) el relato más amargo de nuestras vidas, lleno de dolor, de muerte,
de ausencia, de violencia sobre nuestros cuerpitos. (...) Si bien creo que hay
que aggiornar el abolicionismo, soy absolutamente abolicionista. La
recuperación del cuerpo es uno de los actos más fuertes de libertad.
Eso me hizo acercarme, declararme y ser”, Lohana Berkins.
“Lo único que esperás es que la tortura sea lo más breve. No ves, no
mirás. Tus sentidos están puestos en la sobrevivencia y en la vigilancia de tu
lucha por la vida y no el cuerpo del prostituyente. (…) El que transita de un
espacio a otro con libertad es el varón. El consumidor puede ser
simultáneamente padre de familia y esposo en un territorio, y ser prostituyente
en el otro sin que ese juego ponga en cuestión su dignidad, ni su reputación.
Por lo tanto esta frontera entre zonas de prostitución o zona de familia vale
como frontera y límite sexual de división entre mujer decente y mujer puta (…)
Somos mujeres perseguidas, vigiladas, registradas y controladas. Esta es una
condición inherente a la situación de prostitución. No pertenecemos a una
categoría de libertad, ni de ninguna forma de "ciudadanía". Sonia
Sánchez.
¡Qué lindo es coger sin ganas!
Hay un amplio grupo de mujeres
feministas militantes que no tienen una posición tomada respecto del tema de la
prostitución, como dijimos. Con algunas de estas mujeres nos encontramos el año
pasado en el taller de prostitución del Encuentro Regional de Mujeres, que tuvo
lugar en el barrio de José C. Paz. Ahí había varias compañeras de espacios
militantes de inserción territorial en localidades del Oeste, como Moreno,
Pilar, Hurlingham, además de José C. Paz. Estas compañeras, en general, eran de
clase baja, venían de barrios muy humildes, según nos contaban, y carecían en
este tema de un posicionamiento tanto personal como grupal, o sea, las
agrupaciones o movimientos a los que pertenecían no tenían una postura tomada
al respecto. Pero todas coincidieron en no poder considerar a la prostitución
como un trabajo y menos una opción de vida, ni para ellas, ni para sus hijas,
ni para ninguna mujer. Estas compañeras hacían alusión a ver en sus barrios
como las chicas de 12, 13, 15 años se metían en la prostitución, para subsistir
y cómo no había luego de esto nada más que un círculo de relaciones violentas,
adicciones, rechazo familiar, imposibilidad de retomar los estudios, etc. Estas
compañeras, ven muy de cerca la falsa opción de la prostitución, y con mucha
menos reflexión al respecto que las académicas de un lado y del otro. Dicen,
directamente: no es trabajo. Este es un ejemplo pequeño pero muy puntual y
revelador, de que cuanto más nos acerquemos a las mujeres que por una cuestión
de clase, más a la mano tienen el trabajo sexual como medio de vida, o sea las
más pobres, son las que más convencidas están de que la prostitución no es un
trabajo como cualquier otro y no se lo desean a ninguna mujer.
Nos preguntamos cómo es tan
difícil de ver para el resto, para las muchas mujeres de clase media o media
alta, que tienen el poder de la palabra legitimada por la academia y el de
alimentar discursos y posturas, cómo ellas no pueden ver la magnitud de
violencia intrínseca a la prostitución, creer en las palabras de quienes la
padecen y aunque sobrevivan a través de la misma plantean que no es deseable
para nadie y que desearían haber podido tener otra oportunidad, incluso hoy,
poder salir de la prostitución.
Nos preguntamos por qué es tan
difícil de entender, especialmente para las feministas para quien la voz de la
mujer o travesti debería ser escuchada y no puesta en cuestión. Nos hace
acordar a cuando somos violadas por un conocido o golpeadas por nuestras
parejas y nos dicen que seguramente exageramos o que fue una extralimitación.
Acá estamos hablando de prácticas de violencia sistemáticas. Y es muy jodido no
atender a ellas.
La doble vida tan clásica del
marido careta que mantiene la fachada de la familia feliz, y entre la casa y el
trabajo se va de putas, la madre y la puta, ¿no les suena de algún lado? Qué
más funcional al capitalismo que la familia nuclear reproductora de mano de
obra, con todos los mandatos de la mujer que debe casarse y tener hijxs, versus
la prostituta de vida pública y liberal con quienes lo varones pueden coger de
maneras “inmorales” que nunca se atreverían a sugerir a sus esposas-madres y sí
a las putas, ya que lo hace “porque le gusta” y si no le gusta no importa “lo
hace porque le pago”.
Y todo lo que como feministas
sabemos, hay que recordarlo al parecer...
La pregunta es ¿cuándo la
prostitución se volvió algo revolucionario o disidente?
La prostitución es que te puedan
coger a cambio de dinero, que la carne sensible deba entregarse por plata con
algo de ganas, muchas, pocas o sin ganas en absoluto. Estamos hablando de una
entrada de dinero para sobrevivir. Apelamos a la empatía de las académicas de
clase media que están viviendo sus vidas en su casa propia, charlando con
amigas o familia con un vinito que no es de veinte pesos. Y con empatía nos
referimos a poder pensar desde una qué nos pasaría si la prostitución fuera
nuestro trabajo diario, si el miedo y el asco fueran nuestras emociones
diarias…porque además vale preguntarnos si el asco a limpiar un inodoro ajeno
(típico ejemplo citado como un trabajo más desagradable que la prostitución) es
el mismo asco que tenemos a que un borracho desagradable -que en general buscamos
tener bien lejos- esté con su pija en nuestro cuerpo jadeándonos al oído. Y acá
sí que hay tabúes culturales y de clase, limpiar un inodoro ajeno parece
horrendo y asqueroso, y tragarse el esperma de un tipo que no nos gusta
pareciera hasta irreverente! Siempre los cuerpos femeninos poniendo el cuerpo
para la violencia, nada más natural-izado. Ni hablar de las tortas activistas
que no sabemos en qué punto del chip les converge la idea de que disidencia
sexual y prostitución son algo compatible.
Vamos. Porque la puta es otra nos
parece copado.
Para algunas puede resultar una
salida de supervivencia, para otras una situación forzada, para ninguna una
situación deseada. El mito de que la prostitución trae dinero rápido, es eso,
una mentira para justificar la condescendencia neoliberal de ascenso en la
escala social. Ni las mujeres ni las mujeres trans se han visto enriquecidas
después de haber pasado la vida en la prostitución, al contrario, la mayoría de
las veces terminan igualmente pobres. Ni siquiera repone el no acceso a los
derechos humanos producto de la desigualdad. Por la experiencia en otros
países, reglamentar la prostitución, no quita el estigma social ni la violencia
cotidiana que la misma conlleva. Es ingenuo pensar que la policía se va a correr
del negocio y el abuso, no hay chances.
Después de toda la información
que existe y circula para quién quiera oír, desde las voces de las
protagonistas, a los estudios, a la reflexión, a los datos duros, después de
eso alzar la bandera feminista de mi cuerpo es mío para legitimar la
prostitución como clave de disidencia sexual antipatriarcal nos parece mucho. Y
ese mucho es que nos parece cínico y con un grado de violencia latente atroz.
Por eso explotamos con este documento. Ya basta de los discursos falsamente
progres que encierran un conservadurismo aberrante.
Desde ya que estamos en contra de
toda política represiva, desde las políticas prohibicionistas (un cambio hacia
la libertad no puede venir de la represión y la censura). Y no hemos hablado mucho
del estado, porque no era el punto, simplemente decir, que este estado
argentino es, formalmente, abolicionista (firmó el tratado abolicionista
internacional de 1949, donde dice que la prostitución atenta contra la dignidad
humana). Ello no es ni más ni menos que un seguro formal, al igual que un
montón de otros tratados de derechos humanos que no se ejercen de manera cabal
en los hechos, básicamente porque un estado capitalista nunca va a respetarle
los derechos humanos a la totalidad de la población. Podemos luchar a distintos
niveles de igualdad, ir por la revolución o la reforma, pero a la escala que
sea que nos dé el cuerpo, creemos que siempre hay que tirar para el mismo lado:
acompañando los cambios que vayan por la liberación de las potencias. Poner
energía activista de lesbianas y teóricas en acompañar una ley que reglamente
la prostitución como trabajo es, como dijimos, algo más que retrógrado e
incoherente. Es tan tristemente de una resignación e hipocresía del activismo,
que nos remitió a lo que a su turno propone la iglesia con los pobres, hay
pobres, es una realidad, bueno hagamos caridad, nada de buscar la autogestión y
la lucha de clases.
Proponemos, en cambio, poner las
energías vitales en luchar porque el abolicionismo sea cada vez más real, a
partir de cambiar los modos patriarcales de pensar y de sentir, y animarnos a
crear relaciones sexoafectivas más creativas y que no sean a costa de los
cuerpos de nadie. Usar las energías de lucha a favor de crear espacios de
organización creativa de cooperativas y otros trabajos autogestivos que puedan
surgir, obligar al estado que el abolicionismo que firmó sea algún día real, o
lo que sea que se nos ocurra para revolucionarnos a todas, ¿por qué no?
Creando resistencias: descolonizarnos, reinventarnos.
Abolir algo, es desear su
inexistencia, y en tanto exista, desear su destrucción. Es inevitable por la
misma historia de la palabra no remitirnos al fuerte deseo de destruir la
esclavitud. Todo grupo que desee ser libre, desea destruir las formas opresivas
y violentas que lo someten. Nosotras, mujeres, lesbianas y bisexuales
feministas, nos posicionamos en contra del reglamentarismo porque lo entendemos
como ULTRAPATRIARCAL: ni siquiera reformista, es un giro hacia el
conservadurismo más asqueroso del patriarcado disfrazado de “libertad sexual”,
o mucho peor, de “disidencia sexual”.
Con este texto quisimos mostrar
que la prostitución no es una cuestión de sexo, es una cuestión de poder: la
compra de sexo implica la negación del deseo de la otra persona, relegar su
derecho al placer y relegar la integridad subjetiva, disociando la mente del
cuerpo para no sentir. Y eso, al igual que la clandestinidad del aborto, es
TERRORISMO SEXUAL.
Lo que es seguro, es que estamos
lejos de poder leer esa relación en términos se libertad del deseo, o sea, no
hay nada parecido a la libertad sexual. Una libertad que sólo puede aceptarse
en el idioma burgués, una libertad de libre-cambio individualista, no de
dignidad humana. Porque no somos “pro sexo” pero sí somos abortistas,
disidentes sexuales, antimonógamas, anticlericales, y ambicionamos con
revolucionarnos y romper con las fantasías mercantilistas con las que nos han
colonizado los deseos.
No queremos ni una sola mujer ni
travesti en situación de prostitución. Creemos que se está jugando un juego del
revés muy jodido porque los costos para el movimiento de mujeres y lesbianas
pueden ser muy altos. Queremos que nos erotice pensar que la prostitución es
una mierda de supervivencia. A destruir y reinventarnos. Vamos por ese cambio.
Dejamos a disposición las fuentes de donde tomamos toda la información
compartida aquí, con la esperanza de que al ser socializada, pueda discutirse y
tomar posición. Ya no hay excusas, y es tiempo.
GRUPO MALEZA
Octubre 2014
Referencias de las que hablamos!
http://prostitutionresearch.com/category/quickfacts/
http://www.apoyo-mutuo.org/la-prostitucion-aunque-se-le-cambie-el-nombre-sigue-siendo-explotacion/
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/subnotas/8790-893-2014-04-22.html
https://www.facebook.com/notes/noe-gall/una-proclama-de-lesbianas-feministas-prosexo-a-favor-de-las-trabajadoras-sexuale/560491100682534
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-8303-2013-09-15.html
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-7354-2012-07-06.html
http://justicewomen.com/cj_sweden_sp.html
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-8351-2013-10-06.html
http://www.gadeso.org/sesiones/gadeso/web/14_paginas_opinion/sp_10000124.pdf
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-234625-2013-11-29.html
http://www.clarin.com/zona/mundo-prostitucion-posible-sociedad-igualitaria_0_489551164.html
http://www.redtrasex.org/
HTTP://AMMAR-CAPITAL.BLOGSPOT.COM.AR/
MARÍA GALINDO, SONIA SÁNCHEZ. Ninguna mujer nace para puta. 2007. Edición
ilustrada de La vaca Editora, 220 pp.
Sheyla Jeffreys. La industria de
la vagina. 2011.
Melisa Farley. Prostitución,
tráfico y estrés post traumático:
http://potenciatortillera.blogspot.de/2013/08/activistas-varias.html
Joseph Le Doux. El cerebro emocional. 1999
https://www.facebook.com/FrenteAbolicionistaNacional
http://campanianiunavictimamas.blogspot.com.ar/
“Lugar común. La prostitución”
Silvia Chejter, 2011, Eudeba.
http://campaniaabolicionista.blogspot.com.ar/
http://www.malezagrupo.blogspot.com.ar/
http://www.pagina12.com.ar/diario/sociedad/3-257623-2014-10-16.html
FB: Grupo Maleza
Las imágenes aparecen en el texto original.
En este blog las imágenes son afiches,
pinturas, dibujos, no se publican fotografías de las personas en prostitución
para no revictimizarlas; salvo en los casos en que se trate de documentos
históricos.
Se puede disponer de las notas publicadas siempre y
cuando se cite al autor/a y la fuente.