miércoles, 17 de enero de 2018

¿Por que la izquierda no puede aceptar que la prostitución se construye sobre un racismo brutal?


¿Por que la izquierda no puede aceptar que la prostitución se construye sobre un racismo brutal?
12/21/2017
Julie Bindel
 Por Julie Bindel

 Traducción: Vito Pinillo
Publicación original: “Why can’t the left accept that prostitution is built on brutal racism?”



​Un entrevistado admitió abiertamente que recurría a mujeres chinas en la prostitución para realizar una fantasía que tenía de ellas. “Puedes hacer mucho más con las chicas orientales …”


Varios de los "compradores de sexo" que he entrevistado me han dicho que a menudo seleccionan mujeres específicas en base a estereotipos racistas y colonialistas. Getty

No es ningún secreto que el comercio sexual está atravesado por la misoginia. La izquierda liberal y otros llamados "progresistas" a menudo se despiden de sus principios para apoyar un comercio global multimillonario basado en el dolor y la opresión de mujeres y niñas. Esto no sorprende teniendo en cuenta el sexismo de la izquierda, pero los mismos apologistas a menudo también guardan silencio sobre el hecho indiscutible de que las mujeres y niñas negras, latinas e indígenas de todo el mundo son las primeras en ser compradas y vendidas a la prostitución.

Durante una extensa investigación para mi libro sobre el comercio sexual, he conocido y entrevistado a mujeres y hombres que se resisten a la normalización del racismo dentro de la prostitución.

Conocí a Ne'cole Daniels en 2015, sobreviviente de la prostitución afroamericana e integrante de la organización abolicionista SPACE International  en una conferencia en los Estados Unidos. Daniels lo tiene claro: el racismo sostiene los sistemas de prostitución en los Estados Unidos. "El comercio sexual es como el racismo. Están diciendo que algun@s valemos menos que otr@s".

A Pala Molisa, un académico del Pacífico y activista contra la violencia masculina de Nueva Zelanda, se le ha acusado a menudo de ser “putófobo” desde que escribió sobre la prostitución como una forma de opresión. Molisa ha sido amenazado con perder su trabajo, blanco de una campaña de hostigamiento y acoso en línea, y acusado por los propagandistas de trabajo sexual de ser un “desgraciado sexualmente reprimido”.

Molisa dice que ha aprendido de su madre y de “otras hermanas indígenas” sobre la supremacía blanca y la base colonial de la prostitución.
“No sólo queremos que se responsabilice a los hombres por reducir las mujeres a ganado sexual. Queremos que se desmantele toda la institución de la prostitución, que es la base de la cultura de la violación patriarcal colonial”, dice Molisa. “El modelo dominante de la masculinidad bajo la supremacía masculina también está determinado por la raza y la clase, por el capitalismo y la supremacía blanca”.



Bridget Perrier es una activista nativa canadiense y sobreviviente de la prostitución. En 2015, Perrier apareció en televisión en el Reino Unido debatiendo con una miembra (blanca) del “Colectivo de Prostitutas de Inglaterra” (ECP). Perrier, que crió a dos hijos de las víctimas de Robert Pickton (asesino en serie) fue acusada por la portavoz de ECP de tener “sangre en las manos” por sus campañas para criminalizar a chulos y puteros. “Esto es sólo una mierda colonialista”, dice Perrier. “Estoy harta de que me digan que la prostitución es buena para mí y para mis hermanas indígenas cuando obviamente no es lo suficientemente buena para ellas mismas”.

Courtney, también una sobreviviente nativa canadiense, me dijo: “El comercio sexual se basa en el racismo y el colonialismo, así como en la misoginia. Para las mujeres nativas y afroamericanas, y todas las mujeres y niñas de color, es otra forma que tiene el hombre blanco de tomar lo que quiere de nuestras comunidades, nuestras culturas y nuestras almas”.

Varios de los puteros a los que he entrevistado me han dicho que a menudo seleccionan mujeres específicas en base a estereotipos racistas y colonialistas. La etnicidad misma se erotiza en la prostitución. Un hombre dijo: “Yo tenía una lista de razas a probar; Las he probado todas durante los últimos cinco años, pero resultaron ser lo mismo”. Otro entrevistado admitió abiertamente que recurría a mujeres chinas en la prostitución para realizar una fantasía que tenía de ellas. “Puedes hacer mucho más con las chicas orientales, como una mamada sin condón y puedes correrte en la boca... Las veo sucias”.

La publicidad de servicios sexuales a menudo depende de estereotipos racistas y colonialistas. Durante una reunión con la Sociedad de Mujeres Asiáticas por la Igualdad en Montreal, me informaron de una investigación donde se analizaban 1.500 anuncios de prostitución en Internet. Se descubrió que el noventa por ciento de éstos utilizaba estereotipos racistas como factor de venta, como las mujeres asiáticas que se describen como “sumisas”, “exóticas”, “recién inmigradas”, “recién llegadas” y “jóvenes y con experiencia”. “Esto es lo que los hombres están buscando en las mujeres asiáticas”, dijo una miembra de los colectivos.

En el principal distrito del Barrio Rojo de Ámsterdam, donde la mayoría de las mujeres prostituidas que se muestran como carne en los escaparates de los burdeles son de Rumania y África Occidental, se ofrecen tan pocas mujeres nacidas en Holanda vendiendo sexo que los proxenetas colocan pegatinas con la bandera holandesa o “NL” (Países Bajos) en los ventanales con fines publicitarios. Las mujeres blancas holandesas se han convertido en una rareza.

La trata de esclavos está viva y goza de buena salud, pero ha sido reestructurada bajo el capitalismo neoliberal. Durante el acto de la prostitución, los cuerpos de las mujeres y las niñas son colonizados por los hombres que los usan. Cómo la izquierda puede ignorar este hecho, mientras afirma estar luchando por una sociedad igualitaria y libre de opresión, es algo que me supera. Puede que gran parte de la izquierda masculina no se preocupe demasiado por la opresión de las mujeres en situación de prostitución, pero ¿no podrían aceptar al menos, aunque sea con la boca pequeña, que el sistema prostituyente se sustenta en parte sobre un racismo brutal?


El libro de Julie Bindel The Pimping of Prostitution: Abolishing the Sex Work Myth se publicó en septiembre 2017 en Palgrave Macmillan. Los detalles del lanzamiento y del debate alrededor del tema tratado pueden encontrarse aquí. ​

Fuente

https://traductorasparaaboliciondelaprostitucion.weebly.com/blog/por-que-la-izquierda-no-puede-aceptar-que-la-prostitucion-se-construye-sobre-un-racismo-brutal



Los hombres no quieren ver qué hay detrás de la prostitución

ENTREVISTA - Richard Poulin, profesor emérito de la Universidad de Ottawa

"Los hombres no quieren ver qué hay detrás de la prostitución"


Richard Poulin se tapa los ojos durante la entrevista.

IRENE HDEZ. VELASCO | Madrid
02/01/2017



Richard Poulin se presenta a la entrevista con una chapa en la solapa de la chaqueta que deja ya muy claros cuáles son sus principios: "Ninguna mujer nace para puta", un lema que recoge el título del libro escrito por la colombiana Sonia Sánchez, una superviviente de la prostitución. Porque este canadiense, profesor emérito del Departamento de Sociología y Antropología de la Universidad de Ottawa y autor de numerosos libros y estudios sobre la prostitución y la trata de seres humanos con fines de explotación sexual, está considerado como uno de los mayores estudiosos mundiales en esa materia.

Las encuestas en España muestran como cada vez son más fuertes los llamamientos a favor de que se regularice la prostitución como si se tratara de un trabajo más. ¿Qué le parece?

Me parece una monstruosidad. Pero déjeme decirle que mientras los llamamientos a favor de una reglamentación de la prostitución son muy fuertes en Europa, son relativamente débiles en América del Norte. Además es necesario distinguir entre quienes están a favor de que no se reglamente para nada la prostitución y de quienes parten de la premisa de que la prostitución es un trabajo como cualquier otro, y que lo que hay que hacer es aplicarle las leyes laborales y punto. Según el razonamiento de estos últimos, los burdeles son lugares de trabajo, ambientes laborales como los de cualquier empresa, y sería ilegal la prostitución que se llevara a cabo fuera de esos lugares reglamentados. Lo que le puedo decir es que no hacer nada ante la prostitución o regularla como un mero trabajo más sería algo muy grave que haría subir de manera inaudita el número de mujeres y niñas dedicadas al sexo de pago y al turismo sexual. Y eso que ahora mismo cada vez se necesitan más prostitutas, porque cada vez son más numerosos los hombres que pagan para tener relaciones sexuales. Es algo que estamos viendo en Alemania, en Holanda, en Tailandia, en España...

¿Está aumentando entonces en España el número de hombres que pagan por sexo?

Sí. De hecho, España es el país con mayor demanda de mujeres que ejercen la prostitución de toda Europa.

¿Y cómo se explica que, en una sociedad en la que existe desde hace tiempo libertad sexual, el negocio de la prostitución sea tan suculento?

A finales de los años 70 las feministas norteamericanas ya plantearon si esa enorme libertad sexual no implicaba también una sumisión sexual, porque para que la liberación sexual sea realmente una liberación es necesario antes que la opresión contra las mujeres desaparezca, y la opresión no ha desaparecido. La prostitución de hecho es una forma de opresión contra la mujer, y sigue existiendo a pesar de que existe libertad sexual porque sigue existiendo opresión.


¿Qué les diría entonces a quienes sostienen que hay mujeres que ejercen la prostitución libremente, porque les da la gana?

Hay muchos niveles de respuesta. A nivel sociológico les diría que se sabe que buena parte de las mujeres que son reclutadas para la prostitución son menores de edad. Y se sabe que muchas de ellas son chicas que han huido de su casa porque han sufrido agresiones sexuales y que justo en ese momento en que escapan y están lejos de sus familiares es cuando son reclutadas para la prostitución. Es también por eso por lo que para ellas es más fácil hacerse prostitutas, porque para sobrevivir a las agresiones sexuales ya desarrollaron la capacidad de disociarse de su cuerpo. Piense que, según los estudios, entre un 75% y un 83% de las prostitutas fueron anteriormente víctimas de violencia sexual.

¿La prostitución es entonces una continuación de la violencia sexual?

Sí. Es complicado, pero se lo voy a tratar de explicar con un ejemplo. Cuando yo empecé a hacer encuestas e investigaciones sobre la industria del sexo, entrevisté en Canadá a varias strippers, a varias de esas mujeres que bailan desnudas delante de hombres sin que estos puedan tocarlas, sólo mirarlas. Cuando hablaba con ellas, estas jóvenes decían estar encantadas de bailar desnudas ante esos hombres que no podían tocarlas, lo consideraban como una especie de venganza por las agresiones sexuales que habían sufrido anteriormente, sentían que ahora eran ellas las que podían explotarlos a ellos... Pero después de pasar algunos meses en la industria del sexo, bailando desnudas, esas mujeres cambiaban de discurso y decían que un culo es un culo, subrayando que los hombres no van a ver mujeres, sino culos. Y lo mismo ocurre en la prostitución. Al principio hay mujeres que creen que ejercen un poder sobre los hombres, pero luego acaban dándose cuenta de que son los hombres los que tienen poder sobre ellas. Para mí en estos momentos como sociólogo es más interesante hacer entrevistas a mujeres que han sobrevivido a la prostitución que a mujeres que la ejercen. Porque las que están activas en la industria del sexo tratan de legitimar su actividad, como hace seguramente usted como periodista cuando alguien ataca a los medios de comunicación.

¿Cuál es la responsabilidad de los hombres que pagan por sexo?

Su responsabilidad es absoluta, total. Si los hombres no pagaran por la prostitución se acabaría con la prostitución, así de sencillo. Porque la industria de la prostitución se ha hecho para el disfrute de los hombres. Da igual que implique a niños, a niñas, a jóvenes de ambos sexos, a mujeres adultas... Es una industria dirigida al placer del hombre.

Y si es así, ¿por qué muchos hombres no quieren hacerse esos planteamientos? Porque no se los hacen, ¿no?

No, evidentemente no se los hacen. Como mucha gente no se hace reflexiones cuando compra una camiseta o unas zapatillas fabricadas por niños del tercer mundo. Los hombres no quieren oír ni quieren ver lo que hay detrás de la prostitución. No quieren saber que al llegar a los 16 años una de cada tres mujeres ha sufrido agresiones sexuales, lo que significa que la violencia hacia las mujeres es gigantesca. En Canadá, el movimiento feminista es muy fuerte y tenemos buenas cifras al respecto. Y si existen esas cifras tan enormes de violencia sexual es porque hay muchísimos hombres que cometen violencia sexual contra las mujeres, es posible que ascienda a un hombre de cada tres. Todo esto se lo comento para hacerle ver que las relaciones sociales entre hombres y mujeres son complicadas y que eso explica en parte por qué a los hombres les parece normal pagar por sexo. Muchos hombres siguen pensando que la mujer debe ser sumisa y que la que no lo es, se merece ser agredida.



Escuchándole resulta claro que usted está en contra de la prostitución. Pero la pregunta del millón es: ¿Cómo se puede acabar con ella?

No, no es la pregunta del millón. En realidad resultaría bastante fácil acabar con la prostitución si se implantara el modelo sueco. Ese modelo, que se aplica en Suecia desde 1999, penaliza al proxeneta y penaliza a los clientes de la prostitución, pero no a las mujeres que ejercen la prostitución. Además, lo que también es importante es que ofrece medios a las mujeres que quieren salir de la prostitución, muchas de las cuales no tienen estudios porque como ya le he dicho fueron captadas con 14 o 15 años. Asimismo, el modelo sueco también cuenta con programas educativos en las escuelas dirigidos a evitar que el día de mañana las niñas puedan ser reclutadas para la prostitución y que los niños puedan convertirse en clientes de prostitutas, en prostituidores. Gracias a todo esto, el número de mujeres que se prostituyen en Suecia ha bajado muchísimo, así como el de hombres que pagan por sexo. Allí, por ejemplo, ya no hay trata de mujeres, porque para los proxenetas no resulta rentable.
Sin embargo, lo que muestran las encuestas en España y lo que denuncian numerosos especialistas es que cada vez más jóvenes consideran el sexo de pago como algo normal, como una forma de diversión, de ocio...
La prostitución está banalizada y la industria del sexo y de la pornografía aún han banalizado más la prostitución. Podríamos definir a la pornografía como propaganda de la prostitución, y cada vez son más los jóvenes que consumen pornografía y a edades más tempranas. En Canadá, por ejemplo, la edad de los violadores ha bajado.


Usted también relaciona capitalismo y prostitución. Sin embargo, la prostitución existe desde siempre, desde mucho antes de que surgiera el capitalismo...

Sí, pero lo que ha hecho el neoliberalismo es impulsar esa idea de la que hablábamos al principio de que la prostitución debe desregularse. El neoliberalismo considera que cada uno es responsable de lo que hace, y según esa premisa las mujeres que se prostituyen son responsables de prostituirse. Antes se reglamentaba la prostitución por cuestiones de higiene y de salud pública, para evitar la propagación de enfermedades venéreas. Hoy se desregula porque se considera que quien la ejerce lo hace libremente. Es una diferencia enorme.


https://amp.elmundo.es/sociedad/2017/01/02/58692f5f468aebbd108b45e0.html?__twitter_impression=true




Putas, putas

Putas, putas
La única voz que se permite es la de las putas contentas, no la de aquellas que cuestionan el sistema prostitucional
Respuesta al artículo de Gabriela Wiener 'Hola, puta'
Beatriz Gimeno


Beatriz Gimeno   - Diputada de Podemos en la Asamblea de Madrid
15/12/2017 -


Ya soy mayorcita, la palabra puta no me asusta, no me da morbo, no me parece guay, ni sexy. He superado la etapa juvenil de espantar a los conservadores contando hazañas sexuales. No quiero hacerme la moderna, ni la guay, contando mis prácticas sexuales, que son muy raritas (uy, ya lo he dicho), porque creo que no viene al caso.

Soy una mujer adulta y feminista, no más que nadie, pero tampoco menos que nadie. Y me gustaría que fuéramos capaces de hablar de la prostitución sin decir simplezas y complejizando la cuestión como se merece. Esto es, entre otras cosas, sin apelar siempre y casi de manera exclusiva a la experiencia individual. Porque eso es lo que solemos hacer cuando hablamos de cualquier otra institución política, dejar a un lado, o dejar para otro debate, la experiencia individual. Al menos eso es lo que hacemos las personas que creemos que los problemas políticos deben abordarse desde lo social y lo estructural, y no desde lo individual, como quiere el neoliberalismo y como hacemos cuando hablamos de prostitución.

No es que lo personal no importe, que naturalmente que importa; y más en una experiencia como esta, tan dura, tan connotada. Pero no podríamos hablar de ninguna institución (ni de política) si únicamente apeláramos a la experiencia personal de cada una de los millones de mujeres que en el mundo son putas; que lo son en todos los países, en países ricos y pobres, en situaciones terribles la mayoría y en situaciones mejores otras; habiendo sido engañadas, esclavizadas, explotadas o habiéndolo escogido dentro de sus limitadas opciones. Siempre que hablamos de otros derechos, de otras instituciones políticas o sociales, de otras luchas, tenemos en la cabeza una idea del bien común y de transformación social, eso es el feminismo. Pero en la prostitución no sólo no podemos debatir acerca de eso, sino que al contrario, parece que huimos de ese debate para enfrentar los casos particulares de unas contra otras (“yo lo elegí y me gusta”, “yo lo viví como un infierno”); o para recriminar a otras que no hablen del asunto porque no son putas, mientras que parece ser que contratar a una sí que te permite hablar del asunto porque te da un conocimiento profundo del tema. Según esto los puteros son los más cualificados para hablar de la prostitución.

Lo cierto es que ya ese mismo debate está sesgado porque las putas no tienen en absoluto una única opinión sobre la prostitución; pero lo que sí ocurre es que sólo unas pocas tienen acceso a la palabra pública. Normalmente las que están en mejor situación, las que son pagadas por la industria para decir lo que sea, las que están en situación de poder elegir, las que dicen lo que buscan los medios o los programas de televisión, las que coinciden con la deriva mercantilista de la vida que se promociona desde el sistema. La mayoría no tienen ese privilegio, y si alzan la voz son acalladas. La única voz que se permite es la de las putas contentas, no la de aquellas que cuestionan el sistema prostitucional. Luego está la voz de las que no somos putas. Pues lo mismo: Yo en cambio creo que de la institución de la prostitución podemos hablar todas las mujeres, como del matrimonio, el amor romántico, la lactancia, o el trabajo doméstico. Porque son instituciones políticas que nos incumben a todas.



La prostitución es casi la única institución patriarcal que no logramos politizar para el debate; por algo será. La prostitución, junto con el matrimonio, es una institución que se crea para regular el acceso de los hombres al cuerpo de las mujeres de manera ordenada. Para eso sirven las instituciones, para ordenar los comportamientos sociales y evitar la violencia. La prostitución pone a los hombres en un sitio y a las mujeres en otro; es nuestro cuerpo aquel que es el objeto de regulación, no el de los hombres. Es nuestro cuerpo al que ellos acceden pagando. Y eso tiene un significado concreto y tiene unos efectos muy concretos también: materiales y subjetivos. El bien común en disputa aquí es el de la igualdad entre hombres y mujeres. Porque, de nuevo, es esa idea de igualdad la que las feministas tenemos en mente cuando hablamos del amor romántico, del sexo, del matrimonio, de la maternidad, etc.; entre todas debatimos y pensamos qué hacer con estas cuestiones para que, al final, avancemos hacia una mayor igualdad social entre hombres y mujeres.

Ahí es donde hay que preguntarse si la prostitución como institución es una rémora para la igualdad o es un apoyo a la misma. Curiosamente, Gabriela Weiner eso lo sabe y así lo reconoce en su artículo. Reconoce que una cosa es el debate sobre lo personal y otro debate es el de la institución. Muy bien, estamos de acuerdo, queremos debatir sobre la institución. Ella admite que dicha institución cosifica y es perniciosa para la igualdad… pero de ahí no se sigue, según ella, nada; no hay una sola propuesta para combatir una institución que dificulta la consecución de la igualdad; ni una sola propuesta que nos permita avanzar hacia su desaparición. ¿Por qué combatimos todas las instituciones patriarcales excepto esta? Las razones son muy complejas y no caben en este artículo, pero algo tendrá que ver que esté por ahí el interés de uno de los negocios, de las industrias transnacionales, más grandes que existen. Un interés que, por cierto, jamás se hace visible como tal porque siempre pone a empleadas suyas como pantalla. Esto tampoco ocurre en ningún otro debate en el que esté implicada una multinacional, en ninguno. Cierto que en todos los debates políticos, los patronos, los dueños, las empresas, intentan pasar desapercibidos, pero no les dejamos. En este sí, y con la colaboración de gente que se supone de izquierdas. Deberíamos pedir a la industria del sexo que hable en su propio nombre y así todas sabríamos quién defiende qué intereses. La desaparición de la mano que mueve los hilos del debate público es lo que hace que este esté viciado, nunca sabes con quien estás debatiendo.

La propuesta de regular los derechos laborales y las comparaciones con otros trabajos que hace Weiner, no sabemos de dónde viene más allá de que esta exigencia es un mito. Hay muchas putas que no quieren que se regulen sus derechos laborales y hay muchas asociaciones que no desean tal cosa. La mayoría también quiere que no se las persiga, que no se las explote, que no se las detenga, que no se las expulse. En España, la prostitución no es ilegal y quien quiere, puede inscribirse como autónoma y acceder a los mismos derechos que otras trabajadoras. Otras no quieren regularse de ninguna manera porque lo que quieren es ahorrar lo más posible en el menor tiempo posible también, no quieren pagar impuestos, no quieren estar controladas. La mayoría además, no quiere darse de alta como “trabajadoras sexuales”, no quieren depender de un empresario, no quieren estar en un puticlub, no quieren que dicha calificación penda sobre sus vidas para siempre. Regular es regular la actividad empresarial en este caso. De hecho, hace años que se fundó una sección sindical para trabajadoras sexuales y no se apuntó nadie (o casi nadie) y así ha sido en otros países también. Lo que las regulaciones vienen a regular, en realidad, son relaciones de explotación; lo que las regulaciones hacen es facilitar la vida a los empresarios. Me parece que Weiner no ha hablado con muchas putas (más allá de una a la que contrató)


Ya casi nadie dice (ni siquiera las defensoras de la prostitución) que este sea como cualquier otro trabajo. No es lo mismo mamar una polla que pasar la fregona. ¿Por qué? Porque así es el sexo, ese significado tiene en nuestra cultura, así lo hemos construido. Si fuera lo mismo entonces también sería lo mismo que un jefe te toque una teta o un codo. Y no es lo mismo. Las putas son mujeres como cualquier otra, el sexo significa lo mismo para ellas que para cualquier otra mujer, Su subjetividad también se construye en parte ahí. Las mujeres no tenemos ningún gen que nos haga más agradable el sexo sin deseo; no más agradable que a ellos. Los hombres deberían probar a chupar coños de mujeres a las que jamás desearían. Muchos al día, años, deberían probar a dedicarse a ello, deberían probar a que esa fuese la única opción cuando son pobres. Mientras ellos tengan otras opciones y nosotras no, me permito sospechar y, como feminista, protestar.

Hay muchas profesiones feminizadas, sí. Y como feministas lo denunciamos. Analizamos por qué están feminizadas y tratamos de que no lo estén, no sólo de ofrecer más o menos derechos a las mujeres. Y lo cierto es que casi todas esas profesiones pueden pensarse reversibles, excepto la prostitución. Si pudiéramos poner a los hombres en la situación de la mayoría de las mujeres en prostitución es posible que el patriarcado no existiera. El patriarcado es un patriarcado sexual, la sexualidad es una frontera para hombres y mujeres. La prostitución no es reversible porque la ideología que la sustenta es la frontera que pone a los hombres en un lado y a las mujeres en otro: sujeto/objeto; el patriarcado es el que decide qué cuerpos son más valiosos que otros, cuáles son mercantilizables y cuáles no.

Queremos politizar la prostitución y sacarla de las experiencias personales, como hacemos con las cuestiones políticas.¿Por qué no nos preguntamos por el papel que juega en la desigualdad, para qué fue creada, por qué se mantiene? ¿Por qué no nos preguntamos por qué su uso no para de crecer cuanto más iguales y más libres son las mujeres? ¿Por qué no nos preguntamos si el hecho de normalizar y legitimar la prostitución tiene o no tiene algún tipo de consecuencia en la consideración social de las mujeres? Ya hay muchos estudios sobre eso. O si esto tiene alguna consecuencia en la manera en que los hombres aprenden a relacionarse con las mujeres. ¿Podemos o no podemos analizar qué papel que juega en la expansión de la prostitución que detrás de ella esté la segunda empresa transnacional en importancia? ¿Podemos hablar de cómo se construye la sexualidad masculina y la masculinidad en su conjunto y ver cómo se relaciona con la prostitución? ¿Podemos preguntarnos qué papel juega la prostitución en la desigualdad global cuando el Banco Mundial recomienda a los países pobres que dediquen a las mujeres a esto como manera de reducir su deuda? 

¿Tiene esto consecuencias en la situación de las mujeres y niñas de esos países? ¿Podemos preguntarnos por qué sólo escuchamos a aquellas que dicen estar a gusto pero por qué no sufrimos con las que narran experiencias terribles? ¿Qué nos pasa para llegar a bloquear la empatía con estas? 

Si lo pensamos con desapasionamiento veremos que la palabra “puta” está tan connotada desde el punto de vista de la transgresión sexual (y esta es percibida como positiva en un mundo hipersexualizado) que esta connotación bloquea mucha de nuestra capacidad de empatía. Hemos visto a la gente salvando refugiados, pero nunca hemos visto a nadie entrando en los puticlubs a preguntar cómo se encuentran las mujeres que están dentro. Algo nos pasa con este debate. Yo lo que quiero es discutir de la prostitución desde una perspectiva social y política, y no personal y neoliberal.

Fuente:

http://www.eldiario.es/tribunaabierta/Putas-putas_6_718888139.html