Su derecho a un burdel propio
07/01/2020
AUTORA Cruz Leal
Abolicionista, porque el
abolicionismo es la revolución del feminismo como último ideal universalista.
Su nombre es Rosen Hicher y es una de las supervivientes de la prostitución que
lidera el Mouvement du Nid, junto a otras supervivientes llevan años creando
conciencia en contra de la esclavitud sexual. A ellas debemos en parte, que el
Estado francés optara por una ley abolicionista de la prostitución inspirada en
el modelo nórdico. Es autora del libro Une prostituée témoigne, testimonio de
la actividad a la que dedicó más de veinte años de su vida. Entró y salió de la
prostitución en varias ocasiones a lo largo de décadas, ella misma manifiesta
que nadie le obligó a entrar, nadie le puso una pistola en la cabeza. Decidió
no volver nunca más el día en que un putero habitual le ofreció dinero por su
hija de doce años.
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Rosa Hicher |
Se llama Alika Kinan también es una superviviente de la prostitución, su
abuela, su madre y sus tías fueron prostitutas. Ella misma cuenta, cada vez que
acude a una conferencia, que nadie le obligó a entrar, nadie le puso una
pistola en la cabeza. A lo largo de dieciséis años esa fue su vida y cuenta con
pelos y señales, a todo el que quiera oírlo, cómo transcurre el día a día de
algunos millones de mujeres; los controles sanitarios que ellas mismas se
costean; los controles policiales; las deudas, extorsiones, amenazas y abusos
de tantos chulos, médicos, policías, funcionarios, políticos, jueces, taxistas,
vendedores, caseros, camellos… incluso las propias familias y por supuesto
también de los puteros; nos cuenta del miedo, del asco, de la soledad, del ser
y sentirse insignificante, de cómo todos estamos enterados y no queremos saber.
Hasta que un día en el interrogatorio posterior a una redada, una jueza le
preguntó si pensaba que ser prostituta sería una buena ocupación para sus
hijas. Define ese momento como un golpe que le hirió profundamente y la
movilizó para revelarse contra el destino que nadie admitía haberle impuesto y
por el que campaba desde la adolescencia.
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Alika Kinan |
La explotación consentida
Nadie le puso una pistola en la
cabeza, pero tampoco nadie le había ofrecido nunca otra posibilidad para poder
romper el círculo de pobreza y exclusión que venían repitiendo durante
generaciones las mujeres de su familia y de su entorno próximo. No hubo libre
elección, nacieron en el camino y solo
siguieron la lógica del trazado. En 2016 el Tribunal Federal de Tierra de Fuego
condenó a su proxeneta a siete años de cárcel, a una indemnización de más de siete mil pesos y el Estado argentino
fue considerado cómplice de trata. Fue un hecho histórico de reconocimiento de
todo un sistema de explotación sexual de mujeres y niñas, de todos los
elementos que lo constituyen, tantos, que llegan a implicar a todo un Estado y
lo convierten en un Estado cómplice y proxeneta.
Este logro de Kinan es suficiente
para autorizar su voz y todo el conocimiento que nos aporta sobre un fenómeno
social que se ha desvinculado de sus formas de explotación tradicionales y que
la globalización ha impulsado a escala planetaria, convirtiendo la prostitución
en un sistema criminal de explotación total que incide en la economía tanto
como en la política y repercute en los Estados y en toda la sociedad. La
prostitución es en estos momentos la expropiación absoluta de la humanidad de
millones de mujeres, niñas y niños, su cosificación para la violación y el abuso sexual sistemático en
todas sus formas. La prostitución es ahora una industria globalizada de
explotación sexual, liderada internacionalmente por grupos de inversores
organizados en red que participan impunemente de su criminalidad. Su nicho de
negocio en cambio, es el viejo sistema de acumulación por extracción y
fabricación de pobres de toda la vida.
En palabras de Sheila Jeffreys,
la prostitución no puede ser explicada al margen de la economía política; es
una industria clave para el capitalismo neoliberal criminal y su funcionamiento
está sólidamente racionalizado y estructurado como el de cualquier
multinacional. En ello se amparan como organización para exigir reconocimiento
como trabajo regulado, de interés social y exigir trato de favor en la
fiscalidad. Una criminalidad profesionalizada.
Solo desde los planteamientos
abolicionistas del movimiento feminista se ha tomado conciencia de la gravedad
del fenómeno y de la necesidad de investigar el sistema prostitucional, los
vínculos que se establecen entre sus actores principales y de éstos con el poder
político, económico y financiero. De
cómo se tejen las redes criminales, cuáles son sus modos de actuación y
consecuencias para la sociedad, el Estado y la democracia. Y también qué
políticas son necesarias para su erradicación.
La sociedad siempre quiso ignorar
el significado de la prostitución, pero las mujeres conservamos la cicatriz
atávica de las violaciones de guerra. Lo primero que se instala en una colonia
militar es un burdel. El primer botín que se entrega a un ejército como
recompensa o para levantar el ánimo del combate es el burdel. El papel de puta
reservado para mujeres y niñas es imprescindible en cualquier conquista. Calmar
la frustración de cualquier ejército o animarlo al horror de la batalla
requiere el sacrificio y la entrega de mujeres y niñas para alimentar a la
bestia. Violar mujeres y niñas es un arma de destrucción masiva que aniquila
comunidades enteras desde tiempos inmemoriales. Su eficacia avala su
pervivencia en las guerras actuales, incluidas aquellas que se han desarrollado
hace apenas unos años en la cultivada Europa. Incluso, como hemos sabido por
titulares, las intervenciones de los cascos azules de la ONU dejan un reguero
de abusos, y violaciones de menores que se intentan justificar con el
intercambio de unas monedas o un plato de comida, es decir el burdel legitimado
de cualquier ejército. En la guerra, las violaciones de mujeres y niñas son una
repugnante costumbre justificada por el embrutecimiento, y en la paz también.
La sociedad necesita legitimar su indiferencia con la lógica del burdel
apuntalada por la libre elección, la biología masculina y el intercambio de
dinero. Para las mujeres nunca se ha firmado un tratado de paz.
En el burdel la violación y la
deshumanización están permitidas y legitimadas por el intercambio de dinero que
corre a manos del proxeneta. Seguir el rastro de ese dinero y de los grupos
inversores, llevó al periodista Joan Cantarero a infiltrarse en la Asociación
de Empresarios de Locales de Alterne-Anela. Pudo demostrar, destapando la red de
prostitución de niñas en Valencia (1985), las relaciones de éstos grupos con la
extrema derecha, con políticos corruptos, con individuos de familias
franquistas de reconocido renombre entre las élites, todos ellos haciendo
negocio con la prostitución. Individuos referentes del régimen, de misa diaria,
hombres y algunas mujeres de clases pudientes, élites económico-financieras,
políticos de factoría franquista, todos en conexión con la ultraderecha
política. Y ahora desde alguna supuesta izquierda siguen apuntalando sus
intereses, reivindicando su derecho al negocio y también a la violación y el
abuso. Y también se esmeran en defender a una organización que vomita sobre la
palabra sindicato y que ya había echado sus cuentas de beneficios en cómodos
plazos de cuotas mensuales, sobre lo que dicen es el trabajo empoderante de
unas trescientas mil mujeres en el territorio español. No hay que ser contable
para calcular los multimillonarios beneficios que recibiría la organización con
el cierre de ejercicio de un solo trimestre.
Sabemos que el negocio es tan
multimillonario que organismos internacionales como el FMI recomiendan su
cuantificación y cotización en el PIB. Porque todos los que defienden la
prostitución como un trabajo tienen intereses en su perpetuación. Todos
obtienen algún tipo de beneficio. Desde el negocio multimillonario de
inversores y proxenetas a la discreta mordida del asalariado para completar el
mes. Desde el postureo cómplice que te abre a la aceptación del grupo y te
proporciona reconocimiento y silloncito, a la posibilidad de autoafirmación y
el compadreo ocioso y salvaje del putero.
Las únicas que no tenemos interés
en la prostitución somos las mujeres, de ser así el mundo sería un inmenso
prostíbulo. Solo la necesidad nos obliga y como cuenta Beatriz Ranea en su
investigación sobre la prostitución ocasional, el sistema prostitucional y sus
redes nos está esperando en cualquier lugar, una cafetería, un banco de una
plaza, una parada de autobús, encarnado en cualquier hombre dispuesto a follarnos
a cambio de unas monedas. Ante nuestra necesidad no nos ofrecen ayuda sino la
posibilidad de hacer de puta.
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Amelia Tiganus |
Amelia Tiganus también superviviente de la prostitución, cuenta que
el sistema te construye como puta igual que te construye como emigrante,
refugiada, mano de obra barata o mendigo.
Te deja a la intemperie y espera a que ocupes tu lugar mediante los
mecanismos perversos de la exclusión y reproducción de la pobreza. A todas
estas mujeres la prostitución les estaba esperando, explica, y sobreviven
mientras se les despoja de toda libertad, dignidad, salud física y psicológica,
derechos humanos, incluso la vida, concluye. Es un aprendizaje de servidumbre y
renuncia a la humanidad. Las hacen mujeres de deuda eterna y serán expulsadas a
otro sector de explotación o abandonadas a su suerte, cuando sus captores decidan que ya no les pueden extraer
más beneficio. Su supervivencia en el sistema prostitucional solo es posible
colaborando en la explotación de otras, y esto es así desde el principio de los
tiempos, la criminalidad se perpetúa consigo misma.
La prostitución es desde siempre
el reino alucinado de las falacias y las mentiras burdas que nos contamos para
poder soportarlo y las que nos cuentan para que miremos en otra dirección. El
glamur que venden es sordidez, el dinero que corre siempre lo hace en la misma
dirección y hacia los mismos bolsillos. Cuando una administración pública se
decide a intervenir en el hecho social de la prostitución, lo hace siempre
previa intervención policial y necesariamente a través de los servicios
sociales y lo que encuentran son mujeres y menores en la más absoluta de las
precariedades, un “trabajo” del que te rescatan con la policía. Las mujeres,
ninguna, jamás hemos corrido al burdel, pero al parecer en algún sitio se ha
decidido que este debe ser nuestro destino.
Su supervivencia en el sistema
prostitucional solo es posible colaborando en la explotación de otras, y esto
es así desde el principio de los tiempos, la criminalidad se perpetúa consigo
misma.
En el último informe de ABITS de
2017 encargado por el ayuntamiento de Barcelona, nos encontramos con el hecho
peculiar de que solo han atendido a un hombre en prostitución. El cinismo y el
empeño en disfrazar la realidad no pueden ocultar los porcentajes estadísticos.
Otra realidad que muestra el mismo informe es que casi el noventa por ciento de
las mujeres prostituidas son emigrantes africanas, seguidas de latinas, rumanas
y en menor medida de origen marroquí, la prostitución local no llega ni a un
escaso diez por ciento. Es pertinente preguntarse por qué las mujeres dejan sus
comunidades y países en los que sobran puteros y se van a miles de kilómetros a
prostituirse, sin redes, desconociendo el idioma, la cultura, sus
instituciones, sin apoyos de familiares ni amigos y acostumbran a dejarse la
documentación olvidada, cuando no a perderla.
Y la pregunta del millón; cómo es
que ante un negocio multimillonario y empoderante, los hombres no le encuentran
la oportunidad o la gracia y no tienen interés en prostituirse. La respuesta es
conocida por todos, incluso por quienes se empeñan en negarlo; nosotras somos
el producto y los hombres dirigen el negocio, tanto en la demanda como en la
extracción de beneficios. Si de verdad fuese un “trabajo cualquiera” hace ya
mucho que lo hubiesen industrializado a su favor excluyéndonos por no ser
suficientemente aptas o buenas putas.
De puteros y colaboracionistas
Para Rosa Cobo, en su investigación sobre el sistema prostitucional, la
industria de la explotación sexual es la clave para que algunos países se
incorporen a la economía global dirigida por los fundamentalistas del mercado.
El neoliberalismo en su conquista de los países y con la implementación de sus
políticas de destrucción del Estado afecta a sus élites, una parte de ellas
entran en crisis y su economía y negocios peligran. La también socióloga Saskia
Sassen refuerza esta hipótesis al señalar cómo dichas élites reconstruyen
su patrimonio a partir de las economías ilícitas (armas, narcotráfico,
prostitución, venta de órganos…) y crean redes, comparten rutas, estrategias,
asesores, abogados, grupos de inversión… Sus actividades son intercambiables
según las circunstancias y estas actividades criminales sirven para recomponer
las economías nacionales cruzando sofisticados sistemas de blanqueo de
actividad y capitales que crean circuitos cuasi-institucionales e
internacionales que permiten acumular grandes cantidades de dinero en poco
tiempo.
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Rosa Cobo |
Con Rosa Cobo coinciden muchas
otras investigadoras del sistema prostitucional y todas constatan su incidencia
en la violencia contra las mujeres, después las estadísticas demuestran su
clara incidencia en el aumento de la criminalidad. El resultado de un sistema económico de acumulación
despiadado provoca un cambio social de valores que despierta las alarmas de
supervivencia, alimenta los discursos de odio y promueve la mercantilización de
niñas y mujeres en la prostitución, los vientres de alquiler o la pornografía
en estrecha relación con las anteriores.
Los interesados en la promoción
del sistema prostitucional hablan de empoderamiento. A propósito de este
palabro Daniel Bernabé desenmascara
su doblez y critica la perversión de la lógica neoliberal, te puedes empoderar
como persona o como mercancía, dice. Como ser humano te reconocerás en otra
humanidad, arrancarle la dignidad te envilecerá y te pasará factura social. Si
lo haces como mercancía, al otro, solo le otorgarás un precio siempre devaluado
por el uso y el tiempo. Es el viejo mantra neoliberal del “todos tenemos un
precio” que niega la posibilidad civilizatoria y solo ve la lucha descarnada
por la supervivencia. El mantra anticivilizatorio de los que han convertido el
mundo en un mercado repugnante y la vida en él
en un callejón sin salida.
En la prostitución, lo que
siempre fue un tabú y una alianza de ocultación de la fratría masculina, ahora
es secretismo. Hay un empeño en no conocer, en no querer saber, en negar la
evidencia de su brutalidad porque lo que está en juego es la pérdida de nuestra
inocencia, el tener que asumir la complicidad del consentimiento y la
indiferencia.
Los negacionistas, en la defensa de sus intereses, aparentan ser críticos
y alimentan activamente la ignorancia, ocultando hechos, cifras, actores, sus
intereses, la función que cumple y las consecuencias para toda la sociedad.
Niegan las voces de las pocas supervivientes que se deciden a dar testimonio y
se aferran al dogma de la libre elección individual. En palabras de Amelia Valcárcel, las mujeres han sido
prostituidas con independencia de su voluntad durante casi todo el periodo
conocido que abarca nuestra memoria histórica ¿Cuál sería la novedad? Que ahora
decidieran hacer por sí mismas lo que en el pasado se las obligó a hacer sin el
concurso de su libertad.
Ahora ya sabemos qué es la
prostitución y que nuestro país es destino de turismo sexual, es así como
aparece en las guías de viajes. España es el país con mayor consumo de
prostitución de Europa y el tercero en el ranking de demanda según la ONU y
recalca que el 39% de los hombres en nuestro país ha pagado en alguna ocasión
por sexo. Las cifras sobrepasan los dos millones de consumidores, por lo tanto
no hay que hacer mucho cálculo para saber que en algún momento tenemos un
putero cerca.
El putero es el mayor conocedor de lo que es la prostitución. Él es
quien mantiene el negocio con su demanda. Su deseo lo vale todo. La trata es
una atención a su gusto por el exotismo, la niñas prostituidas son un regalo a
su deseo de dominación, aquellas que están sin estrenar halagan su exquisitez
elitista, las que están rotas por el alcohol, las drogas o la mala suerte son
un saco de boxeo ideal donde descargar toda su frustración de manera individual
o en manada. No hay perfiles cerrados, todos tienen en común que son hombres de
toda clase y condición social, cultural o económica y son una especie de animal
mitológico que solo se encarna en el compadreo entre iguales.
El putero es ese amable policía
que te va a salvar de los malos o que colabora poniendo los neones al burdel,
por ejemplo en el caso Carioca. El
encantador padre de familia que se ofrece a recoger a tu niña del colegio. Los
estudios reflejan que la mayoría son hombres casados y admiten ser conocedores
de que en los burdeles hay menores, incluso las han visto y nunca han
denunciado. El médico que te hace el reconocimiento diagnóstico, el profesor de
tu hija, el dentista que mete sus manos en tu boca, el funcionario que tramita
toda tu documentación de extranjería y residencia, el del INEM que te inscribe
en el paro, el tendero, el taxista, el panadero, el paleta, el del bar… Son los
putos amos y solo reclaman su derecho a un burdel propio ¡Déjenme ser un putero,
tengo derecho!
Pero prefieren que sean ellas,
las mujeres, las que den la cara y en un ataque de total libertad empoderada
exijan su derecho a ser prostituidas. Su coro son las que solo pueden hacer de
su necesidad virtud, defienden su explotación y la de otras muchas, porque
piensan es su única salida. Sus voces son amplificadas por otras que ponen su
clasismo, elitismo e hipocresía al servicio de una nómina o una oportunidad de
crecimiento personal. Y caminando arropadas por su ego, pero sin ir más allá de
su ombligo, promueven la prostitución de otras mujeres con la expectativa de
favor de un putero halagado que en algún momento pudiera ser un promotor.
Son mujeres en condiciones de
elegir y decidir, con trabajos garantizados, en instituciones o pertenecientes
a una burguesía acomodada que saben sus derechos plenamente garantizados, y
convencidas de que no son deudoras de la barbaridad de sus propuestas, porque
siempre encontrarán la condescendencia y el reconocimiento del sistema de
privilegios que defienden. Los hechos y los datos para ellas no cuentan, la
realidad es siempre una mentira. Con la excusa del debate solo pretenden el
control del discurso y que la explotación sea un largo río tranquilo. Su
impostura discursiva pone las claves en la defensa de la libertad individual y
en la prostitución como trabajo. Lo que solo es un modo desesperado de
supervivencia, como la mendicidad, solo los capos explotadores quieren
legitimar su crimen hablando de trabajo. Un ejemplo, el capo brasileño que
llegó a crear un imperio y en los registros telefónicos, ante algunos
comentarios suplicatorios de sus chulos, su orden era No hay chicas cansadas.
Están allí para trabajar. Aparte de ellos, que haya quienes teniendo toda la
información sigan blanqueando la prostitución y digan que el problema está en
la necesidad de una ley para regular la explotación y la esclavitud, en vez de
cargar sobre las exigencias de los puteros de poder abusar y violar mediante
pago, es cinismo canalla. Pero también una complicidad con el sistema
prostitucional que podemos llamar sin tapujos colaboracionismo.
Dado que el deseo de prostituirse
de cualquier mujer solo existe en la mente calenturienta de los puteros, ellas
lo validan y como no tienen intención de dedicarse, defienden nuestro derecho a
poder prostituirnos. No se interesan por nuestro derecho a un trabajo digno y
en condiciones deseables. Solo les motivan que las putas estén limpias y sanas.
Se prestan a recoger las
prebendas del sistema prostitucional, igual que el taxista recoge la mordida
por acercar un cliente. Y cuentan que prostituirse es un derecho que tenemos
las mujeres trabajadoras, pobres y emigrantes. Ellas prefieren dedicarse a una
profesión o hacer modus vivendi de la política en cualquier partido o de la
reivindicación social en cualquier movimiento. Mientras canalizan su narcisismo
en la defensa de las minorías vulnerables porque da puntos al carnet de
esnobismo y postureo, desprecian a la gran mayoría que somos las mujeres,
porque ellas son la abeja reina. La única mayoría que consigue conmoverlas en
su vulgaridad numérica es la de millones de puteros. Ante el rechazo social
creciente, antes se ponen la venda y ya tienen preparado la campaña del NO punitivismo. Algo así como, podéis
pensar que son despreciables pero que no les pongan una multa y sobre todo que
no se la envíen a casa, tienen familia. Las putas en cambio, son seres de luz
que existen porque sí al margen de
cualquier estructura o condicionante social, solo viven por su voluntad de
prostituirse y ser folladas. Simplemente aparecen, y algún día ya no están en
la esquina o rotonda.
Algunas de estas señoras han
hecho de la defensa de la prostitución como trabajo su carrera de éxito, sacan
manifiestos escandalizadas e indignadas por la falta de libertad, escriben
artículos y dan conferencias como si no hubiera un mañana. Cobrando por
supuesto, y sin poner un pie en la realidad, también. Y no como esas feministas
fanáticas que defienden su militancia a escote.
Ellas sí son buenas feministas,
de las que jamás molestarán al patriarcado, y ni se les ocurre considerar las consecuencias para la sociedad o para todas las mujeres del
hecho posible de naturalizara la prostitución como un trabajo cualquiera ¿qué
condiciones de trabajo y salud para las mujeres? ¿Qué tipo de regulación y de
qué? ¿cómo afectaría al derecho laboral y a los derechos de todas las personas
trabajadoras? ¿Qué riesgos asumiría la sociedad y las mujeres si fuese un
trabajo? Sabiendo como saben y ya sabemos todos, que en los países que ha sido
regulada como trabajo, en todos, constatan el fracaso, el aumento de la
violencia hacia las mujeres y de la criminalidad. No hace mucho supimos por
titulares de la apertura del primer burdel con muñecas de silicona y que en
menos de una semana estaban destrozadas por prácticas violentas,
afortunadamente no eran mujeres.
A este coro de entregadas a la
causa puteril las apodo ofendiditas. Tomo el término prestado de Lucía Lijtmaer
en alusión a su libro sobre la criminalización de la protesta de las mujeres
feministas contra el abuso sexual y su negación a seguir soportándolo. Las
ofendiditas son estas señoras siempre escandalizadas, que desde su privilegio nos
dictan a las demás cómo debemos interpretar la realidad, en base a sus
convicciones. Porque solo ellas saben lo que nos conviene. Les molesta que
hablemos de esclavitud porque no llevamos grilletes, y la defienden porque ese
sistema y no otro, ha sido el que ha sustentado y amalgamado a las élites desde
siempre. Al final resulta que es la vieja lucha de clases de toda la vida.
Pero la supervivencia de la
prostitución siempre ha requerido de la ocultación y la doble moral, por lo
tanto de grandes dosis de hipocresía y ceguera selectiva. La narración que
mejor refleja esta doblez, así como la función que cumple la prostitución y la
imposición de una casta de mujeres y niñas destinadas a la misma sí o sí, es
este párrafo de Gonzalo Torrente
Ballester en su Don Juan –Hasta que las madres de familia se reunieron en
junta y acordaron ir a ver al señor Corregidor… Total, que un día surgió el
tumulto, y asaltaron esta casa, lo destrozaron todo y sacaron de ella a las
arrepentidas y las devolvieron a su lugar de origen…¡Cómo se fornicó en Sevilla
aquella noche!- Las arrepentidas de la novela eran aquellas mujeres de la
prostitución que no tenían otra alternativa. Aquí el autor se apiada de ellas y
hace que se refugien y se nieguen a ejercer, lo cual subleva a las señoras de
bien que entran a la casa y arrastran a las putas por los pelos hasta la puerta
del burdel para que se dediquen.
Nosotras somos mucho más
afortunadas y como mujeres libres, nuestras desgracias son solo culpa nuestra,
algo habremos hecho mal, salvo que sea merecimiento, claro está. Pero tenemos
unas valedoras generosas, son aquellas que dicen se han trabajado su posición y
nos regalan un nuevo derecho, el derecho a prostituirnos. No nos van a dar unas
mejores condiciones laborales o salariales por limpiar sus casas, de ser así y
dada nuestra condición subalterna pudiéramos darnos a la pereza. Si no tenemos
suficiente salario siempre podemos meter horas de atención y cuidado de sus
mayores o dependientes. Y si tampoco así nos llega nos soltarán el haber
estudiado. Y después nos harán la empoderante oferta de elevar la autoestima de
los hombres de su entorno amorrándonos a sus genitales u ofreciéndoles
amablemente nuestro culo para aumentar un salario que siempre les parecerá
excesivo.
…¡y que vengan los puteros a debatir!
Quien debería conocer el fenómeno
social de la prostitución, los intereses de sus diferentes actores y las
consecuencias que acarrea a toda la sociedad, sería la institución académica.
Pero la universidad ha contribuido al desprestigio de los valores de la
Ilustración, solo se salvó la libertad como única medida del deseo. La
fraternidad y la igualdad, más próximas
a la redistribución que a la meritocracia y la excelencia, han sido
despreciadas. Y cuestiones como la democracia o el feminismo son tan debatibles
y puestas en duda como los Derechos Humanos. Entiéndase debate como simple
cuestionamiento de su necesidad o transcendencia.
Un relativismo de bolsillo
acompañado de un cheque o subvención para la implementación de un determinado
modelo que solo favorezca al mercado,
junto con una posmodernidad que nadie necesitaba, han dado validez
normativa a la posverdad, populismos varios y el fundamentalismo neoliberal
declarado culto obligado y representado por las más peregrinas teorías o
afirmaciones dogmáticas.
La universidad ha renunciado a la
investigación de la realidad y también prescinde de su función social. Rehúsa comprender y explicar un hecho social
como la prostitución que afecta a millones de mujeres y niñas en todo el planeta.
Son hastiadas las críticas abolicionistas por las trabas a sus investigaciones,
no solo económicas sino administrativas, metodológicas y la escasez de
comparativas que pudieran rebatir sus planteamientos. Está claro que tampoco
hay interés en demostrar el beneficio de los supuestos regulacionistas, porque
es más que probable que sean inexistentes.
En cambio el poder legitimador de
la academia sigue intacto y ha tomado carta de facto en la justificación de la
prostitución como una realidad sociolaboral necesaria para las mujeres más
desfavorecidas. Mientras la reivindicación del acceso a la educación y a la
educación superior de las mujeres son un clásico feminista aún sin plena
consecución, la misoginia de la institución académica es un broche de oro de
ostentación diaria. La formación superior es el mayor garante de ascenso
social. Pero aunque las cifras demuestran que somos más y mejores en las aulas,
en la universidad son menos las profesoras, catedráticas y rectoras. Con estos
datos y el conocimiento de que las mayores tasas de pobreza son femeninas, los
representantes de la academia han creído oportuno recordarnos que siempre
podemos trabajar de putas.
Mientras nos ponen paños
calientes para la aceptación de la precariedad y cada ruindad se disfraza con
un palabro inventado, el derecho de los puteros se reclama como si de una
revolución se tratara al grito de; fuera puritanas, censoras, fascistas y
feminazis ¡queremos putas y tiene que haber mujeres dispuestas y suficientes!
Mientras la academia francesa ordenaba no tocar a sus putas, la nuestra fue más
allá. Se coordinó en menos de una semana para organizar seminarios en veinte
universidades públicas sobre el trabajo sexual como un trabajo cualquiera, e
invitaron a representantes del sistema prostituyente a promocionar su
actividad. Alguna universidad decidió incluso que los seminarios eran
obligatorios. Y el arrebato era tan intenso que hubo rectores que llamaban al
debate a los puteros para que fuesen ellos quienes reclamaran su derecho a un
burdel propio ¡Déjenme ser un putero, tengo derecho!
No hablaron de prostitución, ni
invitaron a abolicionistas, se posicionaron a favor del trabajo sexual desde el
título de cada convocatoria, ese era el objetivo. Y por lo tanto se
posicionaron a favor de la trata, la explotación sexual, el neoliberalismo salvaje,
en contra de los Derechos Humanos y por supuesto y siempre a favor del
patriarcado, porque van juntos en el mismo sistema de valores. Para el sistema
prostitucional ha sido una de las mejores campañas, el poder encontrase en un
espacio público de reconocimiento y hacer coincidir la oferta y la demanda.
Podemos suponer que en pleno alborozo solo les quedaba intercambiar teléfonos y
fijar precios por servicio.
Solo podemos ver en este suceso
una maldad deliberada, la insistencia en no querer ver o entender y la
imposición del mandato patriarcal más rancio y retrógrado; o casada o puta,
siempre esclava. El odio feroz contra las mujeres que se suma al elitismo, la
hipocresía y conforman el colaboracionismo de una institución que apuesta por
un tipo de sociedad donde una casta de mujeres y niñas tiene su destino decidido de antemano; tienen
que hacer de putas, porque los hombres
tienen derecho a ser puteros. Definitivamente la lucha de clases se ha trocado
guerra despiadada entre sexos.
Por último y como ya no viene de
unos párrafos, quienes deberían saber qué es la prostitución y qué implica, son
nuestra clase política. Porque son ellos quienes tienen que decidir las
políticas adecuadas para su erradicación. Las de promoción ya son añosas, desde
el laissez faire de toda la vida, hasta la promoción activa de algunos
ayuntamientos que subvencionan cursos para hacer de puta. Sabemos por titulares
que algunos son bien conocedores del sistema prostitucional, en calidad de
puteros. Se puede sospechar que algunos además tengan intereses propios, pues
los grupos de inversores no son entelequias. La reacción social suele ser de
indiferencia cuando no de mero chascarrillo. Ser putero es tan natural como
respirar. Como, bebo, duermo o voy de putas, es normal. Creo que si en algún
momento los medios que contribuyen a la normalización del sistema
prostitucional por la difusión y el marketing, nos contaran las cifras que se
gastan en prostitución nuestros políticos y en qué tipo de demandas, se nos
congelaría la sonrisa.
Pero lo peor es la aceptación
generalizada de la cultura puteril, ya sean puteros o no. Una cultura que se ha
hecho hegemónica y que solo cuestionan como partido, y con la boca pequeña,
socialistas y comunistas. Todo el resto de partidos, desde la extrema derecha,
a la más rancia conservadora y la moderna neoliberal, juntamente con los que se
dicen nueva izquierda, todos, la aceptan como natural e inevitable. Se empeñan
en imponer la idea de que el sistema
prostitucional no puede dejar de existir y que debemos aceptarlo sin plantear
otros horizontes porque ellos no son capaces de imaginarlos. Cuando
precisamente la proyección de un mejor futuro, el posibilismo de la utopía, es
la única garantía de la izquierda frente al conservadurismo. El mandato neoliberal
comulgado por todos y apoyado en una sola verdad, la suya, es negacionista.
Impone el no hay alternativa de manera tan natural como la brisa de verano.
Han abrazado sin ambages la
ideología neoliberal y ésta se parapeta detrás de una supuesta buena intención;
ya que es inevitable, ya que están atrapadas en el sistema y que hay puteros
suficientes, ¡hagámoslo bonito! Pero no
hay nada rescatable del hecho de que tu cuerpo sea penetrado, baboseado,
manoseado… por alguien que no deseas. Todos los hombres lo saben, por eso no
aceptan ser prostituidos ¿por qué nosotras sí deberíamos aceptarlo? Las mujeres
llevamos peleando más de tres siglos por conseguir nuestra completa ciudadanía.
Nuestros problemas son los de todos, un trabajo digno y en buenas condiciones,
hace mucho decidimos que ¡no queremos ser las putas de nadie!
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Ana de Miguel |
Como dijo Ana de Miguel, después de desmontar la falacia de la libre
elección, si la prostitución es un
trabajo como cualquier otro, sugiero que la legislatura y los responsables
políticos lo practiquen durante una semana antes de tomar una decisión. Es la
mejor manera de aumentar la aceptación social y reducir el estigma. Las
feministas sabemos de lo que es capaz la derecha, la política es su mejor
negocio porque gobiernan siempre a su favor. Ellos no se molestan en defender
la prostitución, solo hacen uso de su derecho natural, las mujeres somos
esclavas de su propiedad. Su batalla no es partidista, es contra todas las
mujeres para que acaten el orden establecido por el patriarcado. Parten de su
natural supremacista y su único rival ideológico es el feminismo.
Quienes nos helaron el corazón
fueron las supuestas nuevas izquierdas. Convencidas como estábamos que eran
nuestras aliadas y que era su deber cambiar el mundo. Vimos primero como nos
quisieron entregar el cielo, cuando lo único que pedíamos era la realización de
nuestros derechos en la tierra. Más tarde se sumaron a la dialéctica de la
barbaridad y mientras decían pactar con los mercados la total
desmercantilización de la vida, ofrecían sin tapujos nuestros cuerpos,
íntegramente. Como si de un sacrificio ritual se tratara. Y resultó algo así
como que las mujeres éramos chanchos de los que se podía aprovechar todo,
óvulos, leche, úteros… y el cuerpo para el uso y abuso. Solo que los chanchos
pasaron a tener más derechos que nosotras en sus propuestas. Nosotras somos la
moneda de cambio, nuestros derechos, nuestra dignidad y humanidad les resultan
una revolución caduca, nuestra exigencia un atentado contra su vanidad y el
narcisismo infantiloide de una generación satisfecha.
Hemos comprobado que si hay algo
verdaderamente transversal son la misoginia, el sexismo, el machismo y un odio
feroz y profundo hacia las mujeres. Estas autodenominadas nuevas izquierdas,
parten de su supuesta superioridad moral para cargar contra el feminismo como
rival político. Y pugnan cada día por el control del discurso, la
interpretación de la realidad acorde a sus intereses y por fijar un marco
conceptual que sobrepase la teoría política feminista. Lo cual no es posible
porque; no puedes inventar la realidad cada día, despreciar toda influencia,
vaciarla de todo tipo de interpretaciones y apostarlo todo al albur del
relativismo y un neolenguaje hueco. El adanismo es simplemente idiota y el
feminismo aunque moleste, es mucho más que una filosofía política.
Haríamos bien las feministas en
recordar cómo fue la aparición de esta supuesta nueva izquierda, sus orígenes
fundacionales en aquel 15M del 2011. Conservar la memoria previene tener que
lamentar el engaño. Nuestro 15M vino precedido de otras movilizaciones y otras
primaveras en diferentes países latinoamericanos, las causas eran las mismas;
rechazo y hartazgo de unos sistemas corruptos que solo ofrecían austeridad y
precariedad sin alternativa posible. En las concentraciones de todas esas
primaveras, las feministas presentes fueron rechazadas y agredidas.
Como relata Nuria Varela en su último libro, en nuestro 15M también sucedió. Al
querer unir su causa con todas en una reivindicación común y escenificarlo con
una gran pancarta, las feministas fueron agredidas. La pancarta llevaba escrito
el eslogan “la revolución será feminista o no será” y las feministas fueron
abucheadas y la pancarta fue arrancada entre aplausos de los presentes. El
feminismo ha sido un movimiento maldito justo hasta ayer, que en un ataque de
cinismo algunos lo han impreso en miles de camisetas con el susodicho eslogan y
lo han cambiado por unos cuantos votos. Está desactivado, o eso creen.
Tras el suceso de la pancarta
¡Vuelta al siglo XVIII! dice Varela al relatar el suceso, aquellos jóvenes
revolucionarios, tal y como hicieron los franceses ilustrados, pretendían hacer
una revolución contra los privilegios de clases acomodadas sin renunciar a uno
solo de sus privilegios como hombres. El enemigo era el capitalismo; el
patriarcado, ni tocarlo, concluye escéptica.
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Nuria Varela |
No puedes decir que eres de izquierdas, ver estructuras de poder y
dominación incluso en el vaho de tu aliento y cuando una mujer te dice que no
tiene trabajo decirle que se haga puta, que es un trabajo cualquiera. La
convicción de que las mujeres pueden ser usadas, compradas y vendidas es el
pilar fundamental del patriarcado. Naturalizarnos como inferiores y
deshumanizarnos es lo que cimienta la dominación y justifica toda la violencia
que ejerce el poder masculino. No puedes decir que eres de izquierdas cuando el
único universalismo que entiendes es el de millones de puteros. No puedes decir
que eres de izquierdas y sacar a la venta a mujeres y niñas. No puedes
mercadear nuestro derecho a un trabajo
digno por el privilegio de millones de puteros a un burdel propio. No puedes
abrazar el eslogan ¡Déjenme ser un putero, tengo derecho! Y seguir vendiendo
que eres de izquierdas.
Cruz Leal. Abolicionista, porque
el abolicionismo es la revolución del feminismo como último ideal
universalista.
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