La prostitución en
contexto
por Rosa Dominga Trapasso
Trabajadora social residente en el Perú desde
el año 1954, nacionalizada peruana. Fundadora del Movimiento El Pozo en el año
1976 e integrante del Círculo de Feministas Cristianas "Talitha
Cumi".
Ha sido muy importante para nosotras, que hemos
trabajado con la problemática de la prostitución durante muchos años, notar la
emergencia del tema en la escena social desde los últimos tres o cuatro años.
De una actividad que ha acontecido en las sombras de nuestras urbes durante
tantos años, asociada con delincuencia, drogas, crímenes pasionales y la
inmoralidad, el ejercicio de la prostitución empieza a asumir una visibilidad y
dinamismo propio. Temas como la prostitución y explotación sexual de menores, la
pornografía de niños/niñas en internet y el fenómeno de tráfico de mujeres y
niños con fines de prostitución y explotación sexual, han irrumpido en los
medios de comunicación, haciendo evidente la falta de conocimiento frente a
estas realidades y las graves deficiencias de nuestra legislación para afrontar
la explotación sexual. Se hacen evidentes, también, las contradicciones y
ambigüedades con que se maneja el tema de la prostitución: condenación,
aceptación, protección y encubrimiento. Es dentro del marco de este nuevo
momento que aceptamos la oportunidad de responder a las inquietudes y
preocupaciones frente a las muchas expresiones de la explotación sexual en
nuestra sociedad, y aceptamos también el compromiso de contribuir al
esclarecimiento del fenómeno de la prostitución y al contexto socio, económico
y cultural en que subsiste.
¿Qué es la
prostitución?
La prostitución es un fenómeno social que
afecta a diversos aspectos de la sociedad y que no se limita sólo a actividades
individuales (prostituta y cliente).Todo análisis de la prostitución requiere
que se la ubique dentro del contexto político, social, económico y cultural que
la ha dado origen y que la sigue alimentando. Requiere un esclarecimiento de
los actores que la protagonizan y de las estructuras económicas y los sistemas
sociales que la sostienen.
Empezaré con la definición de la prostitución
de Kate Millet, feminista y activista, en el Movimiento Feminista de los años
70.
La prostitución es un
paradigma de la condición femenina.
La prostitución es una
modalidad de explotación, ejercida mediante una actividad histórica y
organizada, basada en los roles sexuales… a cambio de un pago inmediato en
dinero o bienes que son apropiados en parte por la víctima de la explotación y
frecuentemente también por terceros organizados en torno a esa explotación.
Dr. Víctor Carlos Lora, abogado peruano.
La prostitución es un negocio que otorga
ganancias a un conjunto de intereses y forma parte de una industria
socio–económica que incorpora todas las características de explotación social,
racista, étnica y sexista, vigentes en nuestras sociedades globalizadas y
patriarcales.
¿Qué percibimos cuando
miramos la prostitución bajo una perspectiva de género?
Cuando miramos la prostitución bajo esta óptica,
resaltan a la vista los roles sexuales de hombres y mujeres que aún persisten
en nuestras sociedades modernas y que definen los parámetros y carac47 La
prostitución en contexto terísticas del comercio sexual. La construcción social
de la masculinidad y femineidad afecta profundamente nuestra socialización como
hombres y mujeres y nuestro comportamiento sexual.
La creencia profunda y generalizada de que los
hombres tienen derecho a los favores sexuales de la mujeres, implícita en la
sexualidad masculina, es inculcada en hombres y mujeres desde temprana edad.
Este derecho y necesidad masculinos, la idealización de la mujer como objeto
sexual, la adquisición de los servicios sexuales por dinero, son los factores
que perpetúan la prostitución.
Son éstas, ideas culturales del privilegio
sexual masculino y de que las mujeres son propiedad de los hombres, las que
definen la sexualidad masculina y que caracterizan las relaciones entre cliente
y prostituta: una relación que le otorga al hombre el derecho de tener acceso a
mujeres que nunca digan NO, que aceptan todas sus demandas y donde él no estará
cargado con ninguna responsabilidad personal. Este mismo concepto de sexualidad
apoya el comportamiento de los proxenetas, al colocar el control de sus mujeres
involucradas en la prostitución dentro de los confines de las relaciones de
dominación, sometimiento y dependencia.
La prostitución es fundamentalmente una
expresión de poder. La prostitución pone al descubierto un concepto de
sexualidad que privilegia la gratificación masculina, por medio de un acuerdo
comercial que se caracteriza por la dominación y control de parte de quien paga
(el cliente), para poder utilizar el cuerpo de una persona (la prostituta).
Dado el poder que el dinero otorga al cliente y las relaciones asimétricas
entre cliente y prostituta, la prostitución puede propiciar brutalidad y
violencia.
Si la socialización de los hombres conlleva a
considerar que la esencia de su identidad reside en su proeza sexual, sabemos
que la socialización de las mujeres ha sido orientada hacia la sumisión, la
pasividad, la dependencia y el intercambio de sexo por seguridad afectiva y
económica. La inseguridad y la vulnerabilidad de la mujer siempre ha operado en
provecho de la dominación sexual masculina.
El abuso sexual, del que tantas mujeres han
sido objeto, les ha transmitido un doble mensaje: uno, que son vulnerables; y
dos, que son valorizadas como objetos sexuales. Dentro de los roles sexuales
operantes en sociedades patriarcales, toda mujer ha percibido que el sexo es
rentable y que su cuerpo es un recurso. No debe sorprendernos que haya
aumentado notablemente, en la actual crisis económica, el número de mujeres que
recurren a la prostitución como medio de sobrevivencia y para el mantenimiento
de su familia.
No obstante los muchos cambios sociales y
culturales que han ocurrido en los últimos 30 años en el estatus de la mujer, y
a pesar de la emergencia de las mujeres en la escena social, laboral y
política, los roles sexuales aún mantienen un alto grado de dominación
masculina; prueba de ello lo vemos a diario en las estadísticas de violencia
doméstica, en las imágenes y mensajes de los medios de comunicación y en la
disconformidad de tantas mujeres con las expectativas y demandas de sus
parejas.
Es dentro de este marco que la prostitución
persiste como “un hecho de vida” y es considerado como un necesario derivado de
las relaciones de género. Considero que la “naturalidad”y la “necesidad” con
que la sociedad acepta la prostitución es lo que encubre su verdadera
naturaleza y oculta lo que realmente da origen a su existencia: la demanda de
los hombres. El hecho de que se centre nuestra percepción de la prostitución
casi exclusivamente en las mujeres –las proveedores del sexo– oculta la
naturaleza de la prostitución. Centrar la prostitución en las mujeres refleja
la doble moral que persiste en toda sociedad con raíces patriarcales y que ha
sido registrada históricamente en todas las normas, leyes y en las
prohibiciones religiosas diseñadas para controlar la sexualidad de las mujeres,
desde el Código de Hamurabí, recopilado en el ano 1750 AC (antes de la era
cristiana). La prostitución continúa hasta nuestros tiempos como reflejo de la
doble moral de las sociedades patriarcales y como forma de controlar la
sexualidad de todas las mujeres.
Todas las medidas para erradicar, controlar o
legalizar la prostitución se centran casi exclusivamente en las mujeres, siendo
el cliente el gran ausente (una excepción son las leyes de Suecia y Finlandia
que penalizan a los clientes pero no a las mujeres que ejercen la
prostitución). Son las mujeres quienes son “registradas”, “fichadas”, las que
tienen que acudir al “control sanitario”, quienes son calumniadas, hostigadas,
deportadas, humilladas y aun “profesionalizadas”. Mientras tanto, el cliente y
los proxenetas gozan de invisibilidad, inmunidad y protección. Es dentro de
esta distorsión de quiénes son los actores de la prostitución que tengo que
cuestionar el uso del término “trabajadoras sexuales”, que cobra cada vez más
vigencia. Me identifico con la intención de superar las actitudes
discriminatorias y peyorativas contra mujeres involucradas en la prostitución;
pero calificar a las mujeres que están involucradas en la prostitución como
“trabajadoras” y el “trabajo sexual“ como un “oficio” o una opción laboral
viene a ser un encubrimiento de las relaciones de poder, de dominación y
explotación constitutivas de la prostitución. La prostitución sigue siendo
prostitución aunque se profesionalice y legalice a una de sus componentes,
puesto que no han cambiado las reglas de juego ni los actores de este comercio.
¿Cuál es la libertad
de opción?
Al hacer mención de trabajadoras sexuales y la
figura laboral de esta actividad, conviene hablar de la “opción” para ejercer
la prostitución. Quiero referirme también a la distinción que se ha levantado
entre “prostitución voluntaria” y “prostitución forzada”.
Nuestros contactos, en el Movimiento El Pozo,
con tantas mujeres que ejercen la prostitución callejera nos han proporcionado
mucho conocimiento de las motivaciones que llevan a las mujeres hacia la
prostitución. Si muchas de ellas ingresan en la prostitución, conscientes de lo
que estaban haciendo, nunca ha significado una opción voluntariamente escogida.
¿Qué significa el concepto de “prostitución
voluntaria” para una joven peruana, madre soltera con dos niños, que está sin
trabajo, cuando toma la tremenda decisión de ir a trabajar en un prostíbulo en
el barrio rojo de la ciudad o de dejar a sus hijos con un familiar para migrar
a Alemania y ponerse a la vista de los hombres en los sex shops? ¿Aceptaría
trabajar en la prostitución si tuviera otras posibilidades que no fueran las de
explotación?
¿Qué significa el concepto de “prostitución
voluntaria” para una joven que migra a Suiza para trabajar en la industria
sexual como bailarina/prostituta, a la luz de las economías de nuestros países
donde las posibilidades de trabajo para miles de mujeres son casi inexistentes?
Es innegable que son cada vez más las mujeres
que recurren a la prostitución o a trabajos que conllevan a prostituirse. Pero
¿quién puede medir el grado de libertad o voluntariedad con que cada una de
ellas ha tomado esa decisión? Nosotras sabemos por nuestra propia experiencia
de vida, cómo nuestras motivaciones y decisiones son casi siempre marcadas o
determinadas por las obligaciones y necesidades familiares. ¿Qué grado de
libertad tiene una mujer, con dos niños, que está sin trabajo y está
desesperada para poder mantener y educar a sus hijos? ¿Aceptaría trabajar en la
prostitución si tuviera otras posibilidades de trabajo? Aunque no sea un
proxeneta o una red de traficantes el que obliga a tantas mujeres a entrar al
mundo de la prostitución, no puedo calificar sus decisiones como “libres” o que
lo que ellas deciden hacer es “prostitución voluntaria”. Para millones de
mujeres escoger entre hambre, abuso, aislamiento o prostitución, apenas
representa una verdadera opción.
Pero tengo otra dificultad con esta
diferenciación que se pretende hacer entre “prostitución forzada” y
“prostitución voluntaria”. Aparentemente, al hacer esta distinción se supone
que cuando la prostitución es “voluntaria” la mujer mantiene derechos sobre su
cuerpo, puesto que ha optado libremente ejercer esta ocupación. Y cuando la
prostitución es “forzada”, porque ha habido coerción, engaño, violencia al
introducir a la mujer en prostitución, ¿se aceptaría que la mujer no puede
ejercer sus derechos sobre su cuerpo y en estas instancias, se puede considerar
la prostitución como un acto punible? Yo considero que esta visión es
extremadamente miope pues se limita a ver la prostitución solamente en función
de las motivaciones de la mujer. Pero ¿cuáles son las intenciones del cliente
que utiliza el cuerpo de la mujer? ¿Acaso él hace una distinción entre lo que
es la prostitución forzada o la prostitución voluntaria cuando contrata los
servicios de una joven? ¿Le interesa saber las motivaciones que llevan a una
mujer a ejercer la prostitución? ¿Considera que una prostituta tiene derechos
sobre su cuerpo? Esta distinción entre prostitución “voluntaria” y ”forzada”
¿influye o afecta su trato o sus demandas? Dudo que la diferenciación entre
“voluntaria” y “forzada” vaya a alterar el significado de la prostitución para
el cliente, tampoco alterará el ejercicio del poder que él ha adquirido con su
dinero. Y tampoco creo que altera los sentimientos despreciativos que tantos
clientes demuestran hacia todas las mujeres. La distinción entre prostitución
voluntaria y forzada es otro ejemplo de centrarse solamente en las mujeres y no
en la institución de la prostitución ni en el contexto socioeconómico de
nuestros tiempos.
Un punto final sobre la opción libre para el
“trabajo sexual”: ¿Es siempre un derecho personal y una expresión de libertad?
¿Se puede hacer cualquier cosa con su propio cuerpo? ¿Qué diremos de las
“chicas que participan gustosas” en el juego “Cazando a Bambi”, donde ellas
ganan $1000 si las cazan y $2,500 si logran escaparse de las balas de pintura
roja, disparadas a una velocidad de 310 kilómetros por hora? Las chicas corren
desnudas (salvo por un casco, unas gafas y un par de zapatillas) por un rancho
en el desierto de Nevada escapando de la puntería de bravos cazadores, armados
con rifles reales y pelotas de pintura roja. Todo esto en el Rancho de “Real
Men Outdoors Production” en el Estado de Nevada en los EE. UU.
¿Es válido hablar de la libertad de opción
frente a tales aberraciones?
La Trata de mujeres
Si hoy en día el tema de la prostitución está
tan presente en la agenda pública y en los medios de comunicación, se debe en
gran parte a una nueva realidad de la prostitución: su expansión como uno de
los negocios más lucrativos de nuestros tiempos. La prostitución se ha
extendido a todos los continentes y forma parte de una vasta industria que
comercializa el cuerpo de mujeres, de niños y niñas, siendo hoy un negocio
billonario. Entre las distintas modalidades de la prostitución mencionaremos el
turismo sexual, la prostitución para bases militares, la pornografía, la
comercialización del sexo por medio de las páginas de internet y los
matrimonios por correo. El crecimiento de la prostitución de mujeres y menores
demuestra hasta qué grado la globalización de la economía ha podido sacar
ventaja de la ideología patriarcal, que otorga a los hombres el derecho de
adquirir el acceso al cuerpo de la mujer. La globalización de la economía ha
facilitado el contrabando de seres humanos para la comercialización del sexo,
para crear una mega industria que mueve más de 17 mil millones de dólares al año.
Se requiere, pues, considerar el tema de la “trata de personas” para comprender
las dimensiones y características de la industria sexual en un mundo
globalizado.
Según el Protocolo para Prevenir, Reprimir y
Sancionar la Trata de Personas, especialmente de Mujeres y Niños, que
complementa la Convención de las Naciones Unidas contra la Delincuencia
Organizada Transnacional, se define la “trata de personas” como “la
captación, el transporte, el traslado, la acogida o la recepción de personas,
recurriendo a la amenaza o al uso de la fuerza u otras formas de coacción, al
rapto, al fraude, al engaño, al abuso de poder o de una situación de
vulnerabilidad o a la concesión o recepción de pagos o beneficios para obtener
el consentimiento de una persona que tenga autoridad sobre otra, con fines de
explotación. Esa explotación incluirá como mínimo, la explotación de la
prostitución ajena u otras formas de explotación sexual, los trabajos o
servicios forzados, la esclavitud o las prácticas análogas a la esclavitud, la
servidumbre o la extracción de órganos”.
Ningún país es libre de las garras de este
tráfico de seres humanos, sea como país de origen, país de tránsito o país de
destino. Un Informe del Departamento de Estado de los EE. UU estima que entre 800,000–900,000
personas son traficadas internacionalmente cada año y entre 18,000–20,000
entran clandestinamente en los Estados Unidos.
La trata de personas no es exclusivamente para
fines de prostitución y explotación sexual, pues se recurre a este negocio también
para la colocación de mujeres y menores en el trabajo doméstico y otras formas
de trabajos forzados, y para el rapto de menores. Pero, sin lugar a dudas, la
mayor proporción de este multibillonario negocio ilegal es con fines de venta y
colocación de mujeres y menores en actividades de explotación sexual en las
modalidades de prostitución, turismo sexual, esclavitud sexual y pornografía.
Las estadísticas sobre mujeres y niños traficadas a países de Europa, Norte
América, Japón y Asia son estremecedoras, casi al punto de parecer imaginarias.
De un informe reciente del Consejo de Europa, he seleccionado unas estadísticas
para poner en su real perspectiva esta situación. La Interpol estima que
300,000 mujeres desde Europa del Este están involucradas en prostitución en
Europa Occidental. No menos de 120,000 de estas mujeres y niños son víctimas de
grupos controlados por mafias internacionales. La Organización Internacional de
Migración informa que, solamente en Italia, ingresan anualmente 20,000–30,000
mujeres y menores de África, ilegalmente, para fines de prostitución. La
Oficina Internacional de Migración ha calculado en 7,000 millones de dólares,
la cantidad de dinero que se mueve en Europa proveniente de la trata de
mujeres. Y se podría añadir muchas estadísticas más que revelan las dimensiones
de este negocio que ha sido llamado por el Secretario General de las Naciones
Unidas como la esclavitud de nuestros tiempos.
Sin miedo a equivocarme, voy a decir que más
del 75% de todas las mujeres y menores traficados de los países de África,
América Latina, Asia y Europa del Este son traídos con fines de explotación
sexual, obligados a ejercer la prostitución bajo condiciones que violan sus
derechos como personas. También considero válido afirmar que la demanda masculina
para la prostitución y la disponibilidad de la oferta desde los países del
Tercer Mundo crean un mercado garantizado para la trata de personas. Sin la
demanda no habrá la comercialización sexual masiva de mujeres y niños. El
estereotipo de mujeres exóticas de los países del tercer mundo pone al
descubierto los conceptos racistas y sexistas presentes en la cultura de la
sexualidad masculina. Es importante denunciar la vigencia de conceptos
racistas, sexistas y patriarcales que consideran a las mujeres como objetos
sexuales, y unir nuestros esfuerzos para combatir el crecimiento de la trata de
personas. Debemos exigir de nuestros gobiernos que se tomen en serio el
Protocolo para prevenir, reprimir y sancionar la trata de personas,
especialmente de mujeres y niños y, en especial, el Artículo 9º, inciso 4 y 5,
para defender los derechos humanos de mujeres y niños.
Art. 9º inc 4: Los Estados Parte adoptarán medidas o
reforzarán las ya existentes, recurriendo en particular a la cooperación
bilateral o multilateral, a fin de mitigar factores como la pobreza, el
subdesarrollo y la falta de oportunidades equitativas que hacen de las persona,
especialmente las mujeres y los niños, vulnerables a la trata.
Art. 9º inc 5: Los Estados Parte adoptarán medidas
legislativas o de otra índole, tales como educativas, sociales y culturales, o
reforzarán las ya existentes, recurriendo en particular a la cooperación
bilateral y multilateral, a fin de desalentar la demanda que propicia cualquier
forma de explotación, conducente a la trata de personas, especialmente mujeres
y niños.
Derechos Sexuales y
Derechos Humanos
“Los Derechos Sexuales son un elemento
fundamental de los derechos humanos.... El respeto por los derechos sexuales
como derechos humanos brinda la base para la eliminación de la violencia contra
las mujeres, (la violencia) que viola, menoscaba o nulifica las libertades
fundamentales de mujeres jóvenes y adultas, abandonándolas al riesgo de la
mutilación genital, el acoso y el abuso sexual, la violación, la prostitución,
el maltrato doméstico y la esclavitud sexual.”
(Salud y Derechos Sexuales y Reproductivos de
las Mujeres: Hojas de Acción: International Women’s Health Coalition)
La misma fuente enumera como derechos sexuales:
• El derecho a la felicidad, sueños y
fantasías.
• El derecho a vivir la propia sexualidad sin
violencia, discriminación ni coerción, dentro de un marco de relaciones basadas
en la igualdad, el respeto y la justicia.
• El derecho de ser libre y autónoma/o en la
expresión de la propia orientación sexual.
• El derecho al pleno respeto de la integridad
física del cuerpo.
• El derecho de expresar la sexualidad
independientemente de la reproducción.
52 La prostitución en contexto
• El derecho a insistir en el sexo seguro y a
practicarlo para la prevención de embarazos no deseados y de enfermedades
transmitidas sexualmente (ETS), incluido el VIH/SIDA.
La Plataforma para la Acción de la IV
Conferencia Mundial sobre las Mujeres, de Beijing 1995, en el Artículo 96º
afirma los mismos principios:
“Las relaciones igualitarias entre mujeres y hombres respecto de las
relaciones sexuales y la reproducción que incluyan el pleno respeto de la
integridad de la persona, exigen el respeto y el consentimiento mutuo y el
asumir de forma compartida las responsabilidades del comportamiento sexual y
sus consecuencias”.
Si somos fieles a nuestras propias luchas y si
somos consecuentes con estas demandas de relaciones basadas en la igualdad,
mutualidad, intimidad y libertad, tendríamos que rechazar todas las modalidades
del ejercicio de la sexualidad que se fundamentan en roles sexuales que
perpetúan la dominación masculina y el sometimiento femenino y que reduzcan a
las mujeres a mercancía. Es evidente que prostitución no es compatible con el
ejercicio de los derechos sexuales, aun en los casos en que la prostitución
está denominada “voluntaria”. Dentro de nuestra perspectiva feminista, donde
afirmamos que todos los derechos están interconectados y son interdependientes
en su realización, los derechos sexuales están íntimamente unidos a los
derechos humanos. El derecho a vivir nuestra sexualidad sin violencia, sin
coerción, sin discriminación, con pleno respeto a la integridad física del
cuerpo, son derechos inalienables de cada persona, derechos que no pueden ser
entregados a otros ni arrebatados. La prostitución, por ser una relación de
poder y de dominación ejercida sobre otra persona, vulnera el derecho a la
dignidad inherente al ser humano. El ser humano es un fin en sí mismo y la
utilización de su cuerpo como un medio para la gratificación de otra persona es
un atentado contra su dignidad como persona.
Demandamos la vigencia de los derechos sexuales
para todas las mujeres, sin ninguna excepción. Si creemos que toda mujer es
dueña de su cuerpo y tiene el derecho de vivir y gozar de su sexualidad dentro
de relaciones de igualdad, mutualidad, respeto y justicia, es totalmente
inconcebible proponer que la prostitución sea una opción laboral y una valida ocupación
para cierto sector de la población. Es inaceptable apoyar posiciones que
promuevan la prostitución y facilitan que hombres, cuyas parejas les ponen
condiciones acordes con los derechos sexuales y les exigen un actuar más
responsable, sigan teniendo acceso a mujeres y jóvenes en situaciones que ellas
no pueden demandar relaciones igualitarias ,ya que no pueden decir NO al
cliente, del que han recibido un pago.
La prostitución en
contexto
Nuestros largos años de trabajo con mujeres
involucradas en la prostitución nos han enseñado muchas cosas, y seguimos
aprendiendo: el valor y coraje de tantas mujeres, el alto grado de
humillaciones, abusos, daños físicos y psicológicos a que ellas han sido
sometidas, los miedos, frustraciones, la culpabilidad que sienten. Aprendemos
mucho también sobre los hombres que acuden en busca de “los servicios
sexuales”, sus actitudes de dominación, superioridad y avaricia, pero también
observamos sus miedos, frustraciones e inseguridad. Vemos y sentimos la
tremenda complejidad de la prostitución, las ambigüedades, los mitos, la
intolerancia y la corrupción de autoridades de toda índole. Sentimos el entrampamiento
de mujeres que anhelan tener otros caminos de vida. Hemos sido tocadas por la
hipocresía de la sociedad, del Estado, de nuestras instituciones religiosas y
de nuestras propias organizaciones sociales.
La prostitución está insertada en el engranaje
de múltiples sistemas de opresión y explotación: estructuras económicas y
sexistas que limitan las posibilidades de desarrollo personal, laboral,
educativo y político de todas las mujeres. Es solamente con la modificación de
sistemas sexistas y la eliminación de estructuras económicas injustas, que
podemos abrir camino para las mujeres entrampadas en situaciones de explotación
sexual. Afirmamos la importancia de enfocar el debate sobre prostitución,
explotación sexual y la trata de personas, sobre las injusticias económicas y
las adjustes estructurales que han afectado nuestros países y, especialmente, a
las vidas de las mujeres. Si somos fieles a nuestro compromiso en favor de los
derechos humanos y los derechos sexuales de mujeres, tendremos que unir fuerzas
contra uno de los más persistentes bastiones del patriarcado: la dominación
masculina de la sexualidad de la mujer en la prostitución.
POSICIÓN DEL
MOVIMIENTO EL POZO SOBRE LA PROBLEMÁTICA DE PROSTITUCIÓN Y TRÁFICO DE MUJERES
MOVIMIENTO EL POZO es una ONG con sede en Lima–Perú,
que trabaja con la problemática de la prostitución.
Reconocemos la importancia de ubicar la
problemática de la prostitución y del tráfico de mujeres dentro del contexto
socio–económico, político y cultural de nuestros tiempo. Ambos problemas
revisten todas las características de la dominación política, económica,
racial, étnica y sexista vigentes dentro de estructuras neoliberales y
patriarcales de nuestra sociedad. Es importante afirmar la relación que existe
entre la prostitución y el tráfico de mujeres con la actual crisis económica
que afecta drásticamente a nuestros países y, en especial, las vidas de las
mujeres.
Consideramos que la prostitución y el tráfico
de mujeres reflejan las relaciones de poder que hombres ejercen sobre mujeres.
Consideramos que la prostitución y el tráfico de mujeres llevan una relación
directa con la cultura sexual machista y los roles sexuales de género que la
sociedad atribuye a hombres y mujeres, otorgando mayor poder y privilegio a lo
masculino. En sociedades patriarcales, la identidad masculina es sinónimo de
virilidad y conquista sexual. Las mujeres son consideradas como objetos
sexuales o sirvientas domésticas. A pesar de los movimientos de liberación
femenina, la subordinación sexual de mujeres no ha sido erradicada.
La prostitución y el tráfico de mujeres también
están enfocados dentro del contexto de roles tradicionales de género: mujeres
como objetos sexuales y hombres como compradores de sexo El tráfico de mujeres
forma parte del mercado de trabajo femenino y del fenómeno internacional de la
feminización de la migración.
Somos conscientes de que la prostitución y la
industria sexual son medios de subsistencia para millones de mujeres.
Frecuentemente, se debate sobre la prostitución como una opción laboral, pero
hemos cuestionado la validez del concepto “una opción libre”. ¿Qué significa el
concepto de “opción” cuando las estructuras de poder dentro de la sociedad no
ofrecen válidas alternativas de vida? ¿Qué significa el concepto de escoger una
profesión o un oficio voluntariamente cuando las opciones laborales están
determinadas por los estereotipos de género y las demandas del mercado? Creemos
que el debate sobre la prostitución no debe centrarse en trabajo voluntario vs.
trabajo forzado, sino en el hecho de que la prostitución constituye una
relación de poder sobre el cuerpo de la mujer y atenta contra su integridad
sexual y sus derechos humanos. Se requiere examinar por qué la prostitución le
es tan importante al hombre y por qué su sexualidad se expresa a través del
poder.
Somos conscientes del movimiento en favor de
los derechos de las personas que están involucradas en la prostitución.
Consideramos válido que mujeres se organicen en defensa de sus derechos
humanos, contra la violencia y para la protección de su salud. Sin embargo,
creemos que la defensa de las mujeres denominadas “trabajadoras sexuales” es
una medida de corto plazo puesto que no cambia o modifica las relaciones de
dominación y subordinación entre el cliente y la persona proveedora de sexo. La
defensa de los derechos de las mujeres que ejercen la prostitución no cambia el
hecho de que los hombres compran el cuerpo de la mujer. Si creemos que toda
mujer es dueña de su propio cuerpo y tiene el derecho de vivir su sexualidad
dentro de relaciones de mutualidad, respeto y justicia, entonces, la
prostitución y el tráfico de mujeres son totalmente inaceptables. Mas bien,
estando convencidas de que los derechos sexuales son elemento fundamental de
los derechos humanos, entonces, toda manifestación de explotación sexual
tendría que ser desterrada.
Creemos que la prostitución es una negación del
ejercicio de los derechos sexuales de mujeres y hombres, derechos que tienen
que ser animados por principios de equidad, placer mutuo y responsabilidad.
Fuente: “Prostitución: ¿trabajo o esclavitud sexual?”
Cladem - Diciembre 2003 – Lima, Perú
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