Diez argumentos que desmontan la
teoría de que hay que legalizar la prostitución
En esta problemática materia todo
el mundo parece lejos de haber dicho la última palabra
Vida | 05/03/2015 –
Maricel Chavarría
En materia de prostitución todo
el mundo parece lejos de haber dicho la última palabra. La sociedad sigue
encauzada en la senda del debate y la reflexión, forjándose opiniones de amplio
espectro que van desde el prohibicionismo recalcitrante de raíz moral/religiosa
hasta el legacionismo pragmático que asume que el cuerpo es susceptible de
liberarse de toda emoción que le impida sacar partido mercantil de sí mismo. El
problema, según el legacionismo, se reduce al estigma.
Son posturas ambas que pivotan
sobre la atávica idea de la carne culpable, necesitada –o no– de liberarse de
tal culpa.
Sin embargo, entre estos dos
extremos de un mismo hilo conductor han ido surgiendo estas últimas décadas
posturas de mayor calado social que intentan observar la cuestión desde un
punto de vista más amplio y constructivo. Ahí se dan la mano las feministas que
buscan defender los derechos de las personas prostituidas, si bien desde
distintas perspectivas. Las hay que consideran que el mejor medio para este fin
es una regulación de la actividad que permita a esas personas prostituirse
libremente, empoderarse económicamente, liberarse del estigma social y, al fin,
tener opciones de abandonar el negocio y optar –o no– por otro modus vivendi.
Ahí la continuidad favorable y el reconocimiento social de la prostitución
sería considerados un peaje, un mal menor en el marco de una sociedad del
bienestar en la que el Estado pasaría a recaudar impuestos y se convertiría,
según la ley en vigor, en proxeneta.
Al mismo tiempo, ha ido tomando
fuerza la ambiciosa postura del movimiento abolicionista que busca ir a la raíz
de un problema que atañe, aseguran, a los derechos humanos. Derechos que en
tanto que esenciales están fuera de discusión: los de toda persona a no ser
abusada ni utilizada sexualmente, ni de forma gratuita ni a cambio de ninguna
prebenda o compensación económica. En este caso, el foco del asunto pasa a
dirigirse a las personas que se sitúan al otro lado del mostrador, esto es, la demanda,
la clientela, los puteros y las puteras. Sin demanda la oferta desaparece, y
según esa elemental ecuación de las leyes del mercado, la sociedad se pondría a
trabajar para extinguir el llamado oficio más antiguo del mundo.
En este marco ya de por sí
complejo irrumpen periódicamente nuevas generaciones de políticos entusiastas
que en ocasiones creen aportar una mirada fresca y liberada sobre un asunto que
a simple vista va de sexo, por lo que el hecho de estar dispuesto a abordarlo
ya les confiere valentía y atrevimiento. En su argumentario –para el que no
siempre ahondan previamente en lo ya discutido en los hemiciclos europeos– es
recurrente la descalificación de ideologías abolicionistas basándose en el
supuesto conservadurismo de las feministas que lo defienden. Y también en su
edad.
Valga este como primer ítem de
una guía para defender más eficazmente la legalización de la prostitución.
1. Evitar invalidar a las mujeres
feministas abolicionistas tildándolas de "mayores". Denota sexismo,
del más elemental y arraigado de la sociedad patriarcal.
2. Evitar establecer paralelismos
normalizadores alegando por ejemplo que también "las secres se someten a
sus jefes".
3. Evitar reducir todo el asunto
a que "la sociedad ha sacralizado el sexo" y proponer acto seguido
como solución el desacralizarlo, aprovechando sus réditos comerciales para de
este modo engrosar el PIB.
4. Evitar dar por sentado que la
prostitución es sexo. Y dar por sentado que de él participa la persona
prostituida... una idea muy literaria que en muchos casos sólo consigue ponerse
en duda cuando se plantea la relación inversa a la mayoritaria: esto es, un
prostituto que se ve obligado, por ejemplo, a utilizar su boca para dar placer
a una mujer que no le resulta sexualmente apetecible ni atractiva.
5. Evitar presuponer que la
clientela está esperando el momento en el que poder pasearse abiertamente por
los prostíbulos legalizados. Baste preguntarse si no es el lado oscuro y la
clandestinidad lo que más dividendos aporta a la caja.
6. Evitar escudarse en que una
cosa es explotación sexual y otra prostitución sin aportar estrategias claras
sobre cómo discriminar entre quienes se prostituyen a gusto en un prostíbulo y
quienes no.
7. Evitar descalificar opiniones
contrarias alegando que sólo las prostitutas saben de qué hablan y es a ellas a
quienes hay que escuchar (no está de más recordar que la pervivencia de la
prostitución es el resultado de determinados pensamientos políticos que rigen
las relaciones entre sexos y la identidad sexual de las personas, condicionando
las mismas en el seno de la sociedad, por lo que nadie es ajeno a ellos).
8. Evitar ignorar lo andado por
movimientos feministas más avanzados, como el de Suecia, donde ya en los años
sesenta del siglo pasado muchas jóvenes creyeron liberarse sexualmente mediante
la práctica de la prostitución para luego darse cuenta de que el tabú y el
estigma social era el menor de los problemas en "el oficio".
9. Evitar anclarse en la idea de
que lo retrógrado es ser contrario/a a la prostitución. Si es el más antiguo de
los oficios y el patriarcado lo ha avalado en todas sus formas hasta el día de
hoy, por lo que muy moderna no debe ser.
10. Evitar pensar que es de
ilusos/as tener fe en el género masculino como impulsor del abolicionismo de la
prostitución.
Fuente:
http://www.lavanguardia.com/vida/20150305/54427903603/argumentos-desmontan-teoria-legalizar-prostitucion.html
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