Noviembre - Diciembre de 2012
Niños y niñas: sujetos de derecho o
mercancía?
Una mirada psicopolitica sobre la
Explotación Sexual Comercial de Niños,
Niñas y Adolescentes
Víctor Giorgi
Resumen
A partir de las condicionantes
sociales, económicas y políticas que limitaron la recepción de los avances contenidos de la Convención sobre los
derechos del niño en los Estados de la región, el trabajo propone un análisis psicopolitico de
la ESCNNA.
Esta, en tanto anudamiento de la explotación con la sexualidad y la
percepción social de la infancia, constituye un verdadero holograma que
contiene aspectos medulares de la cultura que trascienden los llamados “grupos
de riesgo”. Entre ellos se encuentra: la modalidad patriarcal de ejercicio de
la sexualidad, la mercantilización de la vida incluyendo el sexo, las
representaciones sociales de lo masculino y lo femenino, la infancia y la
adultez, las formas de acceso a los bienes de consumo.
La búsqueda de las explicaciones y las acciones -ya sea en la prevención
como en la restitución de derechos- requieren superar el análisis focalizado en
el microsistema que rodea a los niños, niñas y adolescentes víctimas, para
incluir aspectos sociales más amplios y percibidos como “naturales” y legítimos
por el resto de la sociedad. Esto lleva a proponer el modelo sistémico de
Bronfennbrener, como forma de pensar las interacciones reciprocas entre el
entorno inmediato en que ocurre la ESCNNA y los niveles más amplios de las
estructuras sociales que inciden en estas prácticas.
En las conclusiones se reafirma la convicción de que es imposible pensar
políticas de infancia desde la perspectiva de derechos por fuera de la revisión
y desestructuración de las relaciones de poder y acumulaciónde la riqueza, esto
es: por fuera de la política.
Palabras clave: Explotación sexual de niños, niñas o adolescentes -Derechos
de la niñez - Sexualidad patriarcal
.
Recibido: 22/Octubre/2012. Aceptado: 13/Diciembre/2012
2
Psicólogo Especialista en Administración Sanitaria. Profesor Titular del
Instituto de Psicología de la Salud,
Facultad de Psicología UDELAR, Uruguay. Coordinador del Programa
Psicología y Derechos Humanos. Coordinador de la Maestría en Derechos de la
Infancia y Políticas Públicas (UDELAR). Coordinador del Área de Promoción y
Protección de Derechos del Instituto Interamericano del Niño IIN-OEA. Ex Decano
de la Facultad de Psicología-UDELAR. Ex Presidente del Instituto del Niño y el
Adolescente del Uruguay (INAU). E-
mail:
giorgivictor@gmail.com
Abstract
Based on the determining
social, economic and political conditions that limited t
he receipt of the advances
contained in the Convention on the Rights of Children (CRC) in the States of
the region, this paper propose a psychological and political analysis of the
commercial sexual exploitation of children (CSEC).
This problem, while
combination of the exploitation with the sexuality and the social perception of
childhood, constitute a true hologram that contains core aspects of the culture
that transcend the named “risk groups”. Among them are: the patriarchal
modality of exercise of sexuality, the commodification of life including sex,
social representations of masculine and feminine, childhood and adulthood,
forms of access to consumption goods.
The search for explanations
and actions either in the prevention and the restoration of rights, require overcoming the analysis
focused on the microsystem surrounding children and adolescents victims to include broader social issues
and perceived as "natural" and legitimate by the rest of society.
This leads to propose the systemic model of Bronfennbrener, as a
way of thinking the reciprocal interactions between the immediate environment
in which occurs the CSEC and the wider levels of the social structures
influencing these practices.
The conclusions reaffirm the
conviction that it is impossible to think of childhood policies from the
perspective of rights outside the review and destructuring of power relations
and wealth accumulation, ie outside of politics.
Keywords: Sexual exploitation
of children or adolescents -Rights of Children -patriarchal sexuality.
Resumo
A partir das condições sociais, econômicas e políticas que limitarão a
recepção dos avances contidos na Convenção sobre os direitos da criança nos
Estados da região, o
trabalho propõe um analise “psicopolitico” da ESCNNA.
Esta, em tanto agudizamento da exploração com a sexualidade e a percepção
social da infância, contem um verdadeiro holograma com aspectos medulares da
cultura que transcendem os chamados “grupos de risco”. Eles incluem: o modo
patriarcal de exercício da sexualidade, a mercantilização da vida, incluindo o
sexo, as representações sociais da masculinidade e feminilidade, infância e
idade adulta, a forma de acesso a bens de consumo.
A busca de explicações eações, tanto na prevenção e na restituição dos
direitos, requerem a superação da analise centrado no microssistema que envolve
a meninas, meninos e adolescente vitimas, para incluir questões sociais mais amplas
e percebidas como “naturais” e legitimas pelo resto da sociedade. Isto leva a
propor o modelo sistêmico de Bronfennbrener, pensando como interações
recíprocas entre o imediato em que ocorre a ESCNNA e os níveis mais amplos de
estruturas sociais que influenciam essas práticas.
As conclusões reafirmam a convicção de que é impossível pensar em políticas
de infância a partir da perspectiva dos direitos de fora da revisão e
estruturação de relações de poder e de acumulação de riqueza, ou seja, fora da
política.
Palavras-Chave: Exploração sexual de crianças ou adolescentes -Direitos das
Crianças -Sexualidade patriarcal.
Planteo del problema
Hace más de dos décadas la Asamblea General de las Naciones Unidas aprobó
la Convención sobre los Derechos del niño.(CDN) (Naciones Unidas 1989). Por
primera vez la comunidad internacional contó con un instrumento de Derechos
Humanos (DDHH) específico para niños, niñas y adolescentes, con carácter
vinculante y que rápidamente fue ratificado por casi la totalidad de los
Estados del planeta. La niñez ya no sería objeto de protección y de necesidades
sino sujeto de derechos exigibles, iguales para todos, inalienables e
indivisibles.
Este nuevo paradigma tiene
como uno de sus ejes centrales el derecho a la información, la opinión, la
expresión y a ser escuchado. Estos derechos que la tradición americana agrupa
bajo el rotulo de derecho a la
participación marcan la ruptura entre niño objeto pasivo de compasión y
el niño sujeto de enunciación y actor social.
Este discurso -conocido como perspectiva de derechos - avanza en espacios
de la sociedad civil, en las organizaciones dedicadas a la infancia, en parte
del sistema político y en algunos espacios académicos.
Pero no podemos desconocer una coincidencia histórica y política que
condiciona su incorporación por parte de las sociedades de la región
latinoamericana..
.
Entre los años setenta y los noventa los países de la región y en especial
del Cono Sur latinoamericano experimentaron las dos “escenas temidas” más
terribles que puedan darse en referencia a la relación de los Estados con sus
respectivas sociedades. Se vivió la experiencia de Estados despóticos
omnipresentes, capaces de encerrar, torturar, matar y hasta hacer desaparecer a
sus opositores, utilizando el terrorismo como base para la gobernabilidad. En
los 80 recuperada la democracia pero aun sin resolver los temas pendientes
relacionados al olvido y la impunidad de los crímenes cometidos, los Estados se
repliegan, abandonan su lugar de reguladores de la vida social y pasan de la
omnipresencia aterradora de lo dictatorial a la prescindencia abandonica del
neoliberalismo.,
La difusión de la CDN y su integración a los marcos jurídicos de los
respectivos estados se produce en la década de los 90 coincidiendo con el auge
del neoliberalismo como propuesta económica política pero también como ofensiva
cultural. (Giorgi 2003)
Paradojalmente, mientras los representantes de los Estados latinoamericanos
se comprometían a implementar la Convención y a garantizar los derechos de los
niños, niñas y adolescentes mediante políticas públicas e inversión acorde al
“interés superior del niño”, en el ámbito interno postulaban el repliegue de
los Estados, la derogación de facto de los derechos internacionalmente
consagrados para recolocarlos como bienes de mercado regulados por la oferta y
la demanda. Los mismos Estados que asumían la responsabilidad de garantes
comulgaban con la tendencia a la privatización del sufrimiento y la
legitimación de la exclusión planteada como resultado de fracasos individuales en
el libre juego de la competencia social. Los garantes claudicaron
ante las fuerzas del mercado.
Al estrepitoso fracaso de la propuesta económica neoliberal le siguieron
gobiernos que se propusieron recuperar ese lugar del Estado como regulador de
la vida social y garante de derechos.
Sin embargo la ofensiva neoliberal de los años 90 dejo sus huellas en el
espacio simbólico cultural. La fragmentación de los lasos sociales, el
descrédito de los valores solidarios, el debilitamiento de la cohesión social
son características de estas sociedades pos neoliberales de la región.
En este contexto el discurso basado en la perspectiva de derechos de la
infancia ha ganado espacios pero no ha podido trascender al conjunto de la
sociedad. Se ha mantenido enclaustrado en las organizaciones de infancia tanto
estatales como de la sociedad civil y en algunos espacios político y
académicos. Puede decirse que es un enfoque propio de “niñologos” que no
transversaliza al conjunto de la sociedad.
Siguiendo a A. Baratta podemos afirmar que para construir un nuevo lugar de
la infancia en la sociedad debemos lograr que el principio del interés superior
del niño transversalice el conjunto de las políticas sociales y haga carne en
la vida cotidiana de las sociedades. (Baratta A.1999)
Este artículo toma la explotación sexual comercial de niños, niñas y
adolescentes (ESCNNA) como un ejemplo paradigmático de la escasa penetración
que la perspectiva de derechos de la infancia ha alcanzado en el conjunto de la
vida social.
Esto explica que la sanción legal a los adultos responsables y el discurso
que condena la ESCNNA y la considera como una de las más aberrantes violaciones
a los derechos de la infancia conviva en el seno de nuestras sociedades con un
conjunto de representaciones, valores y comportamientos colectivos que la
legitiman y reproducen. Se trata de una actividad de carácter delictivo pero
que guarda continuidad con valores y representaciones socialmente aceptadas
relativas a lo masculino, lo femenino, la sexualidad, su relación con el
dinero, que la justifican y resultan funcionales a la inclusión de los cuerpos
infantiles como objetos de mercado.
Como afirma V. Arredondo, puede decirse que a nivel de las políticas
públicas esto se refleja en “un discurso que privilegia como objetivo central
su “erradicación, siendo obviados los intentos por su comprensión y análisis,
vinculantes a otras condiciones sociales imperantes en los sistemas
socio-económicos y políticos actuales”.
Para la citada autora “podría pensarse que el intento básico y original se
sitúa más bien en la erradicación de la ESCNNA del espacio público, y no hacia
la erradicación de las condiciones que posibilitan su emergencia y mantención
en la sociedad”.
(Arredondo 2010).
¿Por qué una mirada psicopolitica?
La línea argumental que desarrollaremos en este trabajo parte de la
convicción de que es imposible pensar políticas de infancia desde la
perspectiva de derechos por fuera de la política. En este sentido compartimos
lo planteado por E. Bustelo: “Para una
política por y con la infancia, también el centro de la cuestión es el
poder”. “No hay políticas para la infancia "fuera" de la política y
que por lo tanto, no pasen por la construcción de relaciones sociales más
simétricas. En otras palabras, todo discurso que plantee la pobreza por fuera
de relaciones sociales de dominio y sobre todo, como una situación que requiere
"soluciones" externas a la práctica política concebida ésta como
proceso colectivo emancipador, está asociado directa o indirectamente a
ejercicios argumentativos para justificar el statu quo” ( Bustelo. E. 2005).
Se propone una mirada psicopolítica en tanto la comprensión de la génesis y
reproducción de la ESCNNA requieren incluir en el análisis la dimensión del
poder, sus acumulaciones y asimetrías construidas a partir de lugares
socialmente adjudicados y asumidos y las consiguientes representaciones
sociales que sustentan y reproducen esas asimetrías.
Según Denise Jodelet
las representaciones sociales son “una forma de conocimiento socialmente
elaborado y compartido, orientado hacia la práctica y que contribuye a la
construcción de una realidad común a un conjunto social”(Jodelet, D. 1985).
Esta autora sostiene
que la noción de representación social pone en juego factores psicológicos, cognitivos
y sociales.
Las representaciones
sociales de la ESCNNA se asocian a las de la niñez, de la niñez en situación de
vulnerabilidad, a las de género, y las sexualidades conformando un entramado
ideológico cultural que interconecta los “núcleos duros” de nuestra cultura,
En función de estas
representaciones se asignan lugares en el universo simbólico de la sociedad que
matrizan y habilitan experiencias, producen mandatos identificatorios acerca
del deber ser, ofrecen modelos y valores a partir de los cuales se producen
subjetividades
En trabajos
anteriores hemos identificado un conjunto de prácticas sociales especialmente eficientes
en la construcción de subjetividad:
prácticas, modelos y
matrices de relación que predominan en el ámbito privado (familia, micro grupo)
y prácticas y matrices vinculares predominantes a nivel público (instituciones)
que aportan criterios de prohibición y permisibilidad, derechos y obligaciones
asignadas al sujeto desde el sistema normativo. Imágenes, modelos y valores que
circulan a través de los medios masivos de comunicación (Giorgi, V. 2003).
Estos procesos de
construcción de subjetividad incluyen el par dialéctico dominador - dominado.
Como señala Bourdieu: “Hablar de dominación o de violencia simbólica equivale a
decir que, (...) el dominado tiende a adoptar sobre sí mismo el punto de vista
del dominador” (Bourdieu, P.2000)
De este modo se pasa
del control externo al interno, el poder comienza a operar desde dentro de las
personas. Las relaciones de poder son parte constitutiva del psiquismo y
determinan formas de sentir, pensar, conocer y vincularse en las que se tiende
a reproducir asimetrías. De esto se desprende que lo psicológico y lo político
constituyen aspectos entrelazados en la conformación de las condiciones de
producción de en la ESCNNA como modalidad paradigmática de sometimiento
La sexualidad
masculina de matriz patriarcal aun predominante en nuestra cultura esta
asociada a la sensación de dominio. Este es uno de los ejes de la construcción
subjetiva del varón y de su par complementario, la mujer.
Dominar la sexualidad
del otro o de la otra requiere del control sobre el cuerpo y la subjetividad de
ese otro. La sexualidad masculina entendida desde el modelo patriarcal, se
asocia así al avasallamiento de unos sobre otros y otras. Lo privado adquiere
carácter público y político.
Esta estructuración
básica de la subjetividad masculina explica que existan hombres que se excitan
con la sumisión, la dominación y la humillación del otro.
Se pone así en
evidencia que analizar un fenómeno en que se entrelazan explotación, sexualidad
e infancia es hablar de psicología y de política.
¿Qué entendemos por ESNNA?
Tomando en cuenta lo
planteado en el Primer Congreso Mundial contra la Explotación Sexual Comercial
de Niños (Estocolmo, l996) la explotación sexual comercial de los niños es una
violación fundamental de sus derechos. Esta comprende el abuso sexual por
adultos y la remuneración en metálico al niño o niña, a una tercera persona o a
varias. El niño es tratado como un objeto sexual y una mercancía.
Cuando hablamos de
explotación sexual nos referimos a toda actividad en que una persona usa el
cuerpo de un niño, niña o adolescente para sacar provecho sexual y/o económico,
basándose en una relación de poder. Se considera explotador tanto al que ofrece
a otro la posibilidad de participar en la utilización del niño o niña
(proxenetas y redes) como al que mantiene el contacto (clientes), sin importar
si la relación es ocasional, frecuente o permanente. (SENAME, Chile, 2000
citado por Martínez, R. 2008)
Aparecen aquí dos
aspectos relevantes en relación a la conceptualización del fenómeno, la
relación de poder en que se inscribe y la consideración del “comprador” o
“cliente” como explotador en tanto promueve la explotación realiza sus deseos
sexuales con el niño o niña en una clara situación de asimetría de poder”.
La ESCNNA: desviación u holograma?
La ESCNNA se consuma
en el encuentro entre una persona (por lo general hombre adulto) dispuesto a
pagar o “recompensar” por el acceso sexual a un niño, niña o adolescente que se encuentra en una situación
de vulnerabilidad. Puede o no existir un tercero, individuo u organización, que
actúe como intermediario y obtenga beneficios de esa intermediación. Este
encuentro en condiciones de marcada asimetría refuerza la sensación de poder
del adulto, y como contrapartida cosifica al niño o niña, arrasa sus derechos y
con ellos su subjetividad.
Definir estrategias
para la prevención y la restitución de derechos a las víctimas de estas
prácticas implica actuar sobre la génesis del problema. Requiere identificar y
jerarquizar sus causas.
Esto nos enfrenta a
una primera dificultad dado que la explotación sexual de niños, niñas y
adolescentes es un fenómeno de causalidad compleja con diferentes niveles de
determinantes que a su vez se asocian e interactúan entre sí.
Una segunda
dificultad radica en la existencia de causalidades que operan en diferentes
niveles de las estructuras sociales.
Para comprender y
poder modificar esta situación proponemos pensarla como un holograma (Morín,
1994), o sea como un punto de anudamiento de varias cadenas causales cuya
proyección nos lleva a dimensiones más amplias de la vida social.
El principio
hologramático - propuesto por el referido autor como uno de los principios del
pensamiento complejo- permite comprender un hecho básico a la hora de pensar la
sociedad, la cultura, la constitución simbólica de la sociedad: en cierto modo
el todo está incluido en la parte que está incluida en el todo. Por tanto el
análisis de un episodio concreto (parte) nos conduce a aspectos globales de la
estructura social (todo) y a su vez ese todo amplia la comprensión de lo
concreto. (Morín, E.2004)
La mayor parte de la
literatura sobre ESNNA se limita al análisis del microcosmos en que se da la
situación. Esta forma de análisis genera dos consecuencias. En primer lugar el
problema quedara ubicado en los márgenes de la sociedad. En segundo lugar
encontraremos una serie de problemáticas individuales que nos atraparan en una
lectura psicopatológica tanto del cliente-explotador como de las víctimas y sus
adultos de referencia. Este nivel de análisis oculta el carácter social en la
etiología del fenómeno ESCNNA, su centralidad como efecto de una cultura
hegemónica, y tarde o temprano nos lleva a la privatización del problema, a
responsabilizar a las víctimas de su propio sufrimiento con la consiguiente des-responsabilización
del orden social en tanto estos hechos ocurren en los márgenes.
Por eso proponemos
pensar las causas de la ESCNNA como producto del comportamiento de diferentes
actores que forman parte de un ambiente o sistema considerado como contexto de
explotación que incluye al conjunto de la sociedad.
Entendemos el
contexto de explotación como “aquel sistema perverso de prácticas, relaciones,
incentivos y valores, constituidos de manera gradual, asentados en el tiempo,
que posibilitan, mantienen y perpetúan la ESCNNA” (Martínez, R. 2008).
Este contexto no se
limita al entorno inmediato de las víctimas sino que incluye al conjunto de la
estructura social con sus formas de distribuir la riqueza e el poder y de
generar representaciones sociales que perpetúan y legitiman esas asimetrías
Proceso de producción y reproducción de la ESCNNA
Si bien la ESCNNA es
una práctica tan antigua como la humanidad misma y aun cuando, uno de sus
sustentos, la ideología patriarcal que asegura la supremacía masculina
atraviesa como un continuo el tiempo, el espacio y los sistemas sociales más
diversos, no podemos desconocer que se trata de un fenómeno histórico y
socialmente situado que se re significa en diferentes estructuras socio
económicas. Sus expresiones actuales obedecen a un proceso socio histórico
contextualizado en un determinado orden social y cultural que define ciertas
formas de circulación y acumulación del poder y la riqueza.
Es dentro de este
universo simbólico cultural que de producen un conjunto de operaciones discursivas
que tienen eficacia en la construcción social de la realidad (Berger y Luckman
1986) y en las que participan diferentes actores.
El proceso se inicia
con la existencia de personas (en general hombres adultos) dispuestos a pagar
por el acceso sexual a cuerpos infantiles. La explicación de esta demanda se
encuentra en la vigencia de modelos de ejercicio de la sexualidad de clara
matriz patriarcal. Las relaciones hombre/mujer y adulto/niño, a pesar de los
avances producidos, continúan siendo en buena parte refractarias a los procesos
de democratización de la vida cotidiana. Existen aspectos culturales sumamente
arraigados relativos a la sexualidad, roles de género, relaciones adulto
adolescente, que favorecen prácticas de violencia sexual y tienden a
naturalizar las relaciones de explotación”. (IIN,2012).
Los mandatos
identificatorios transmiten al varón desde el inicio de su socialización que su
identidad de género está asociada a ciertas coordenadas: dominio, control,
potencia, todo lo que lo pone en una situación de auto exigencia que se expresa
en términos muy concretos en relación a su performance sexual. Erección,
penetración, eyaculación son tres componente irrenunciables para que el varón
sienta que ha cumplido con lo deseado, por el pero alineado con lo que de él esperan
los otros. En la intimidad de la relación sexual el testigo de esta performance
es su pareja.
Estudios de campo
realizados con consumidores de sexo infantil reafirman la idea de que la atracción
de estos adultos hacia cuerpos infantiles o adolescentes está centrada en una
“estética del poder” (Salas y Campos, 2004).
Las motivaciones
pueden desglosarse en 4 elementos fuertemente interrelacionados:
La asimetría de
poder con un otro vulnerabilizado resulta erotizante en tanto refuerza la sensación
de dominio
La compra refuerza
esa sensación de apoderamiento y posesión en tanto propiedad, otra institución
fuertemente arraigada en la subjetividad.
La ausencia de un
partener sexual valorado como testigo valido de su virilidad permite una suerte
de libertad o impunidad
La apropiación de
lo único que se valora de ese otro inferiorizado: su cuerpo joven como recuperación
de una juventud perdida o dañada.
Estos elementos configuran una combinación de poder, apropiación,
sometimiento que crea las condiciones
para descargar su sexualidad sobre una persona que en tanto cosificada y negada
en su subjetividad no resiste ni exige una contrapartida de placer en el acto
sexual. El acceso al cuerpo del otro a través del pago configura una apropiación
y estructura una forma de relación en la que lo que predomina en el explotador
es la excitación por el poder culturalmente asociado a la masculinidad.
No podemos desconocer la existencia –por cierto minoritaria- de mujeres que
compran sexo con niños, niñas o
adolescentes pero esto no desmiente la matriz patriarcal de la relación. El
referido estudio (Salas y Campos, 2004) señala que las pocas mujeres
entrevistadas justifican su conducta diciendo “si los hombres lo hicieron por
miles de años porque no podemos hacerlo nosotras”. Esta también se extiende a
las relaciones homosexuales tanto de hombres como de mujeres adultas. La compra
de sexo como institución ancestral, más allá de las particularidades de sus
actores, responde a un conjunto de valores e intereses culturalmente asociados
a lo masculino.
Para que la relación de sumisión apropiación sea posible es necesario que
se desarrolle un proceso de construcción de vulnerabilidad que da por resultado
a la víctima. Dicha vulnerabilidad incluye la intervinculación de diferentes
dimensiones que operan en los procesos de diferenciación social y la
acumulación inequitativa de poder: etnia, raza, clase, género, edad. El cruce
de estas dimensiones define lugares sociales que matrizan la vida cotidiana de
las personas y determinan experiencias y modos de relación a través de los
cuales se construye la subjetividad y la autoimagen.
Esas experiencias cotidianas transmiten en forma codificada el lugar social
asignado en función de un sistema de coordenadas entre las que se destacan
edad, género y condición social. (Giorgi, V. 2011)
Este proceso acumulativo de factores de vulnerabilidad de diferente índole
tiene un punto de quiebre en la construcción colectiva que se hace de un otro
inferiorizado al cual se desconoce parte esencial de su carácter humano y se
acepta con resignación y complicidad su destino como víctima.
Para algunos autores esta construcción de “otro” inferiorizado destinado a
ser explotado puede considerarse una forma de racismo (Bonatto, G. 2012). El
racismo ha sido considerado una construcción ideológica para justificar,
mantener y reproducir relaciones de poder, de explotación y de subordinación de
unos sectores sobre otros. Esta ideología es producida y fomentada por grupos sociales
que por diversos medios han logrado posiciones de dominio y control en la acumulación
de bienes. (Díaz, A. 2010) En este proceso a partir de un rasgo o estigma
fenotípico o cultural no solo se construye a “ciertos otros” como inferiores
sino que se les adjudican “diferencias culturales irreductibles”. De esta
manera la diferencia se coloca en la dimensión de la naturaleza del otro y no
en una situación socialmente construida y por tanto modificable. A partir de
esta diferenciación jerarquizada” el “otro” deviene en inferior al resto del
grupo de referencia. (Pettman, 1996 citado por Bonatto, 2012).
Esto relativiza
las obligaciones morales de los integrantes del grupo dominante hacia esos
otros y justifica diferentes modalidades de violencia, explotación y abuso.
Este mecanismo explica actitudes de justificación de quien paga por sexo con niños
o niñas y la tendencia a la culpabilización de las víctimas como portadoras del
problema.
A partir de un estudio realizado en la frontera uruguayo-brasileña sobre la
base de entrevistas a los operadores sociales Dilacio, Giorgi y Varela, (2011) constatan
que en función de las familias de que provienen las víctimas, de su extracción
social y de los comportamientos de otros integrantes del grupo se “naturaliza”
la condición de potenciales víctimas como si se tratase de una problemática
hereditaria. A partir de esto los referidos autores concluyen que las
experiencias de abuso y la venta de servicios sexuales son naturalizadas y tomadas
como parte de historias esperables de las niñas y adolescentes pertenecientes a
los enclaves sociales más vulnerables y estigmatizados dentro de las
respectivas comunidades. Entre los testimonios citados se reiteran opiniones
como la que sigue: “muchas veces vemos en la historia familiar que la madre
también lo hizo” (...) “son gente con antecedentes de prostitución”.
Según Alfred Schütz las personas en el transcurso de sus vidas se enfrentan
a un conjunto de roles socialmente posibles, vividos como posibilidades o
imposibilidades, deseos o aspiraciones que gobernaran el curso de sus vidas y
que suelen ser aceptadas como parte de la realidad. Se construyen así las
“biografías típicas” que constituyen el limite rígido en el cual toman forma
concreta su edad, su sexo, su forma de vida y, por ende su estructura de
prioridades y oportunidades. (Schütz, 1974).
Estas “biografías típicas” constituyen el “marco de referencia” con el cual
el entorno y el propio sujeto evalúan grado de normalidad o desviación, éxito o
fracaso. Condensan un lugar en el mundo que les ha sido asignado con sus consiguientes
derechos, deberes y obligaciones características de los sujetos de similar
condición social (Giorgi, V. 1988)
Este proceso de construcción de las víctimas se completa con la inscripción
de este destino adjudicado en su propia subjetividad. A través de la
introyección de esa imagen que los otros tienen de ellos se asumen como sujetos
inferiores en un contexto cultural donde la inclusión y la valorización de las
personas pasa por el tener y no por el ser. Esta ecuación “ser-tener” propia
del las sociedades de consumo se asocia a ciertos modelos de desarrollo que
incrementan las desigualdades al exhibir riqueza sin habilitar caminos reales
para que los sectores subalternos accedan a ellas.
En algunas zonas del
continente caracterizadas por bajos índices de desarrollo humano, se ha venido
implementando un “nuevo modo de desarrollo” (Arocena, J. 1995) caracterizado
por un sentido utilitario del territorio. Dicho modelo coloca sus intereses
predominantemente en el espacio global sin invertir en el espacio local. Se
desarrolla así una economía al margen del territorio y de sus habitantes, que
no solo no socializa parte del excedente sino que incrementa la exclusión y
genera riesgos que deben ser asumidos por la comunidad. (Purtscher, L. y Prego,
C. 2010).Este modelo profundiza la brecha entre una intensa actividad comercial
y las limitadas oportunidades de los habitantes de acceder a niveles de consumo
acordes. Convierte a los sectores más vulnerables de la población local en
meros testigos de la capacidad de compra ajena, desarrollando estrategias de
sobrevivencia marginales a las transacciones comerciales pero dependientes de
estas. Proliferan así los trabajos informales que atraen mano de obra infantil
y adolescente profundizando su vulnerabilidad y exposición a las peores
prácticas de explotación.
En este punto
recurrimos a aportes de Silvia Bleichmar. Esta autora discute “el mito de tomar
la transgresión a las normas como resultado de la pobreza”. Esta interpretación
mecánica desconoce la incidencia de dos aspectos relevantes desde la mirada
psicológica. “Por un lado el resentimiento por las promesas incumplidas y, por
el otro, la falta de perspectiva de futuro” (Bleichmar. S. 2008).
Ambos elementos
remiten a un tiempo de larga duración. Las promesas incumplidas refieren a la
generación actual, pero también a sus padres en quienes los adolescentes ven la
marca de las promesas incumplidas y las violencias sufridas. La falta de
perspectivas de futuro, y por tanto de proyectos, lleva a vivir en un eterno
presente, sin posibilidad de orientación en el tiempo, sin sentido del cuidado
del otro y de sí mismo.
Por su parte Grima
afirma que en los sujetos infantiles explotados sexualmente se puede señalar
que la mirada del propio cuerpo es la de un bien de consumo y coinciden en
dicha imagen con sus explotadores. El cuerpo pasa a constituirse como objeto de
consumo “en sí”, se objetiva hasta la cosificación “in extremis”, en éste
sentido se podría hablar de destitución de la subjetividad propia de la
modernidad (Grima, JM. 2012).
El o la adolescente
inducido por el entorno comienza a percibir a su cuerpo como un posible valor
de cambio que le permite el acceso a bienes de consumo que no ve como posible
por otros caminos. Esta es la clave motivacional en que operan los
reclutadores.
Configurada esta
situación el explotador aparece como un “proveedor de oportunidades” en tanto
habilita el acceso de la víctima al mercado. Esto genera su imagen benevolente
y justificatorios de sus prácticas.
El siguiente
testimonio de un agente comunitario reafirma ,la “naturalización” de
estasprácticas de explotación en el imaginario colectivo: “como están en una
situación de vulnerabilidad tan grande, y de carencia económica tan grande ven
como algo normal acceder a un mejor recurso, acceder a un dinero, acceder a
ciertos bienes de consumo utilizando su cuerpo”. “Saben que es un tabú, que es
algo que está prohibido, que no es correcto, pero a la vez económicamente es
algo que inmediatamente trae un ingreso” ( citado por Dilacio, Giorgi, Varela,
2011).
Es de señalar que los
niños y niñas sometidos a estas prácticas por lo general no se perciben como
víctimas por haber sido reclutados, sino que por el contrario se ven como
víctimas de situaciones anteriores relacionadas a su historia de vida (abusos,
mal trato, abandonos) y perciben las actividades sexuales a que son inducidos
como oportunidad de salir de situaciones consideradas peores.
Una vez instalada la
situación de explotación, si bien la Convención y los desarrollos posteriores
basados en ella son claros en que los niños y niñas sometidos son víctimas y
por tanto las intervenciones deben tener el fin de reparar y restituir derechos
reservando las sanciones para los adultos involucrados, no podemos desconocer
que a nivel de las comunidades existe sanción social hacia las víctimas. Estas
son consideradas una especie de “bien social dañado en forma irreversible” con
lo cual se justifica la estigmatización y la discriminación.
En este aspecto
estudios sobre la percepción del problema de parte de los operadores
institucionales destacan la existencia de una continuidad en la forma de ver a
las víctimas de ESCNNA por parte de técnicos y operadores con la mirada de la
población general. Si bien los técnicos adoptan cierta terminología propia de
la perspectiva de derechos y esbozan grados de criticidad en relación a las
concepciones tradicionales acerca del tema, esto no se refleja en las acciones
ni en las convicciones acerca de la situación de las NNA en situaciones de
explotación. Esta vigencia de conceptos y valores pre-convención es consistente
con las culturas institucionales que impregnan a sus respectivas
organizaciones. (Dilacio, Giorgi, Varela, Ob. Cit.).
Esto daría
legitimidad a la hipótesis de que la convergencia de la temática de la
sexualidad con la adolescencia femenina reactiva posturas y actitudes propias
de concepciones caducas pero aun activas en el imaginario colectivo.
Estas
representaciones sociales inducen a intervenciones iatrogénicas,
estigmatizantes o revictimizadoras hacia los niños, niñas y adolescentes en
situación de explotación sexual reafirmando su pertenencia a una categoría
social condenada a ese destino. El carácter de víctimas deriva de adjetivo a
sustantivo y se incorpora como núcleo identitario de las personas tanto en el
auto reconocimiento como en el lugar asignado desde el entorno. Se les cierran
así las posibilidades de integrarse socialmente desde otros lugares.
De la problemática individual a la responsabilidad del
conjunto social
Este proceso de
transformación de cuerpos infantiles en objeto de consumo que hemos intentado
reconstruir no puede explicarse y menos aun pretender desmontarlo, poniendo el
foco en un solo polo de las relaciones de dominación en que se sostiene.
En la búsqueda de un
modelo de análisis que integre los diferentes niveles de la organización social
intervinientes en el proceso y sus consiguientes indeterminaciones recurrimos a
los aportes de Bronfrembrenner (1979). Para este autor la vida de los niños es
afectada por las relaciones que se establecen en los distintos entornos en que
viven y “por los contextos más grandes en los que están incluidos esos
entornos”.. Estos sistemas no deben entenderse estáticamente en relación con la
forma como afectan el desarrollo infantil, por cuanto, por un lado, tienen
relaciones entre sí y las transformaciones en un nivel pueden afectar los
demás, y por otro, porque el niño y la niña al ser sujetos activos de su
desarrollo, también pueden afectar estos sistemas, desde el contexto inmediato
en el cual se desenvuelven. Los factores del microsistema familiar tienen un
efecto más directo sobre el desarrollo infantil, pero este está a su vez afectado
por sistemas más amplios –meso sistema y macro sistema–.
Desde esta mirada
podemos considerar los factores favorecedores de la ESNNA a nivel del entorno
inmediato -microsistema (familia); a nivel intermedio meso sistema (comunidad,
barrio, actores institucionales cercanos) y macrosistema que incluye el
universo cultural del conjunto de la sociedad en la que circulan imágenes y
valores relativos al valor comercial del cuerpo, la relación sexo dinero, los
roles de género y otros aspectos favorecedores de las situaciones de
explotación sexual.
Si por una parte es
real la existencia de familias con figuras adultas fragilizadas y entornos
inmediatos donde las posibilidades de que un niño a niña sea atrapada en redes
de explotación es más alto, esto interactúa
con un modelo de desarrollo que promueve el consumo entre sectores que no
acceden a bienes sociales y culturales básicos. Se trata de un modelo que
exhibe pero no comparte. Esto unido a la ausencia de oportunidades reales para
elaborar proyectos de vida, por parte de niñas y niños provenientes de los
sectores más vulnerables crea condiciones para la manipulación por parte de las
organizaciones que operan con fines de trata y explotación, En este aspecto no
debemos minimizar la acción de los medios masivos de comunicación que
construyen un universo discursivo legitimatorio de muchos comportamientos
asociados a la ESCNNA tales como la valoración del cuerpo y la sexualidad como
herramienta de ascenso social, la erotización temprana que lleva al consumo de cuerpos
infantiles y la fantasía de rejuvenecimiento a través del acceso sexual a un
cuerpo joven.
El carácter complejo
de la ESCNNA también puede ser leído en el nivel meso. Aquí opera el
debilitamiento de las redes de protección, la fragmentación de nuestras
sociedades y el accionar de las instituciones públicas, sean estatales o de la
sociedad civil presentes en la vida de los niños y que intervienen ante éste
tipo de fenómenos. Nos encontramos así con fenómenos tales como la
naturalización de la explotación sexual, la percepción anticipada de un destino
de víctimas que se acepta con pasividad y muchas veces se empuja a través de la
discriminación y exclusión.
La implementación de
políticas y estrategias de intervención que procuren restituir derechos en forma
efectiva, debe necesariamente problematizar y de construir estos preconceptos.
Este cambio de mirada habilitaría acciones comunitarias de protección de los
niños, niñas y adolescentes sin introducir en ellas aspectos discriminatorios
que en última instancia refuerzan la construcción de víctimas y las legitima
como tales en el imaginario de sus comunidades.
Estos procesos de
construcción social de la realidad tienen un importante papel en la
configuración de los contextos culturales de la ESCNNA a nivel meso. La
importancia de dicha relación radica en su incidencia en la percepción del
problema, la construcción de sus causalidades y las respuestas que personas,
organizaciones e instituciones despliegan ante las distintas modalidades de
ESCNNA y los lugares que en su universo simbólico cultural asignan a los
diferentes actores involucrados en el ciclo de producción y reproducción del
fenómeno.
Algunas conclusiones
Coincidiendo con
diferentes autores (Baratta, 1999; Pilotti, 2001; Bustelo, 2005), sostenemos
que la Convención sobre los Derechos del Niño constituye la síntesis más
acabada de un nuevo paradigma para interpretar y enfrentar la realidad de la
infancia. Su carácter vinculante unido al hecho de que combina en un solo
cuerpo legal, derechos civiles y políticos con derechos económicos, sociales y
culturales, considerándolos como componentes indivisibles para construir un
nuevo lugar de los niños en la sociedad, la convierten en una herramienta
fundamental para la transformación de las relaciones adulto céntricas que
hegemonizan nuestra cultura. Sin embargo el poder transformador de este
instrumento se ha visto limitado en la región donde predomino el formalismo
jurídico y el discurso político fácil sin profundizar en las implicaciones
sociales, económicas, culturales y políticas que la coherencia con sus
postulados requiere.
La democratización de
las relaciones cotidianas requiere crear nuevas construcciones de sentido para
que hombres y mujeres, niños, niñas y adolescentes visualicen su masculinidad y
su femineidad, sus pertenencias y diferencias generacionales a través de
vínculos no jerarquizados ni discriminatorios, basados en el respeto reciproco
de la dignidad.
La perspectiva de
derechos articulada con la de género habilita una lectura crítica y cuestionadora
de la realidad para analizar y transformar las relaciones de poder que matrizan
la vida de las personas.
El análisis realizado
en relación a la ESCNNA como practica violadora de derechos en la que se
condensan relaciones de poder ancestrales basadas en las diferencias de edad,
genero y condición social, re significadas, y fortalecidas por la lógica del
mercado nos reafirma en la idea de que resulta difícil -por no decir imposible-
plantearse metas de erradicación de estas prácticas actuando sobre los entornos
definidos como de riesgo sin transformar aspectos más amplios relacionados a
comportamientos, representaciones y valores predominantes en el conjunto de la
sociedad.
Tanto el accionar en
niveles preventivos como en la restitución de derechos de las víctimas requiere
transformar los lugares simbólicos adjudicados a estos niños y niñas
habilitando la posibilidad de otras trayectorias de vida. Esto incluye la des
-estructuración de esas construcciones sociales que los coloca como víctimas potenciales
o concretas y que los cronifica en esta categoría favoreciendo su captura por
parte de los explotadores. Requiere de procesos de fortalecimiento de los
sujetos colocados en los lugares de mayor vulnerabilidad. Se trata de recuperar
la dignidad que muchas veces no encuentra referente claros en las historias
personales de niños, niñas y adolescentes cuyos derechos vienen siendo
vulnerados desde el inicio de sus vidas.
La construcción de
estas posibilidades implica una recepción de los planteos de la Convención que
trascienda los planos jurídicos y el accionar de los espacios especializados
para penetrar el conjunto de las prácticas sociales, redefinir el lugar de la
infancia en nuestra sociedad lo que a su vez modifica el lugar del los adultos,
el Estado y sus instituciones en relación a ella. (Giorgi, V. 2011)
Requiere
transformaciones en las relaciones de poder entendido como un conjunto de
formas de relación que, como, producto de un proceso socio -histórico, y
psico-simbólico adjudica posiciones, permisibilidades y prohibiciones a unos
individuos o grupos de individuos, en relación a otros miembros del colectivo
considerado, y se consolida como valores dominantes internalizados y
transmitidos transgeneracionalmente.
Esto a su vez se
asocia a la inducción al consumo de productos que alimentan una fantasía de
inclusión imaginaria dejando sus huellas en la producción subjetiva y generando
un proceso en que se lleva a confundir las personas con las mercancías. Dicho
proceso envuelve ambos polos de la relación de sometimiento y pasa a
incorporarse como un eje estructurante del vínculo dominador dominado.
Estas estructuras
relacionales reproductoras de las relaciones asimétricas como señala Buordieu,
(2000) ” sólo pueden transformarse mediante una acción política que tome en
consideración todos los efectos de dominación, ejercida a través de connivencia
de las estructuras asimiladas tanto por los hombres como por las mujeres y las
estructuras de las grandes instituciones en las que se realiza y reproduce el orden
masculino adulto y todo el orden social”.
Por tanto la
erradicación de la ESCNNA solo puede concebirse en el marco de la construcción
de una cultura de derechos donde el interés superior del niño no sea un
pretexto para el control tutelar sino el eje articulador de un proyecto de
sociedad y un referente central de la convivencia ciudadana. Y este proceso es
inseparable de las transformaciones políticas y sus correlatos subjetivos.
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