El Síndrome de la Prostituta Digna
Por. José Martín Díaz Díaz
Hace años, cuando a Cuba no había llegado la primera jirafa,
muchas personas creían haber tenido alguna delante, se hizo una encuesta para
corroborar la opinión y efectivamente un elevadísimos por ciento de personas
estaban convencidas de que en el Zoológico de 26 siempre las hubo, algo que
solo sucedió años después. No podían creer que esa imagen tan familiar la
tuvieran en base a referencias, algunos estaban dispuestos a discutirle a la
mismísima institución recreativa, lo equivocada que estaba sobre su propia
historia. A esta interesante confusión de los sentidos se le llamó el síndrome
de la jirafa.
Igual que con la jirafa, hay muchas otras cosas que a fuerza
de verlas reproducida en los medios creemos conocerlas en la realidad. En mi
opinión, uno de estos casos es el de la prostituta. Un buen número de personas
al escuchar esta palabra evocarán una imagen que ya les resulta familiar,
conformada a partir de la pantalla pero que consideran realidad objetiva.
En la ficción se les encuentra con bastante asiduidad pues
se ha convertido en un personaje tipo, como el del gángster, el vaquero o el
asesino múltiple. Ella, como todo personaje así tiene características muy
oportunas para desarrollar una trama interesante, ventaja sobre la cual incluso
han hecho carrera grandes estrellas del cine. Tal y como lo asume la pantalla
su oficio casi nunca es el asunto, el socorrido personaje sirve para tejer
conflictos extremos acerca de temas que a todos nos competen.
Utilizarla no es reprochable en sí, los personajes tipos son
convenciones o referentes que sirven al juego de la ficción y a través de ellos
se pueden expresar grandes ideas y construir historias de muy alto valor. Lo
que si me parece reprochable es tomar esta convención y a partir de ella
intentar profundizar sobre sus equivalente reales.
Durante décadas en Cuba no era posible utilizar este
personaje en tramas de actualidad, primero porque esto no correspondería mucho
con la realidad, donde la existencia de la prostitución era prácticamente nula,
luego, cuando las condiciones socioeconómicas provocaron un resurgimiento bien
importante del fenómeno, se intentó evadir y por buen tiempo debíamos hacer
como si no existiera. Afortunadamente se ha comprendido la necesidad de abordar
esta como cualquier otra triste arista de nuestra realidad social y se permite
incluir a alguien con este oficio en un argumento sobre la Cuba de hoy. Sin
embargo, me parece hay que diferenciar, la licencia de utilizar el personaje
tipo de marras y el posible serio abordaje de este realidad social. Porque lo
primero, aunque lícito no es un mérito, si no más bien una ventaja aprovechada.
Este personaje de la ficción es básicamente atractivo y por
tanto sedimenta simpatías en imaginario popular. La prostituta de la ficción
tiene virtudes envidiables: es una mujer muy seductora, a veces despampanante y
sobre todo con mucha dignidad, rayana en la soberbia, que desatiende las
convenciones morales, tiene altas aspiraciones y está resuelta a conseguirlas,
valiente y dispuesta a renuncias importantes, buena amante, apasionada hasta lo
épico-trágico y que generalmente tuvo o tiene un potencial gran romance que se
frustró por azares del destino, conduciéndola a
la vida que ahora lleva y de la cual no puede escapar. También se le
puede incorporar su desquite de género, convirtiéndola a los ojos de otras
damas en un supuesto paradigma de mujer liberada, que ha decidido abusar de
quienes abusan. Ella suele además ser el sueño de algún atractivo galán, o de muchos,
dispuestos a perdonarle lo que sea con tal de merecer sus favores carnales o su
amor.
Cualquier mujer, pienso, desearía en ciertos momentos ser
todo esto. Por supuesto el personaje tendrá defectos, pero eso no quita que nos
provoque mucha admiración. La cuestión de su “oficio” en sí, queda tras un velo
medio rosa. Las escenas de alcoba suelen ocurrir con algún amante de grata
apariencia y generalmente algún significado sentimental, escenas para explotar
la sensualidad que suele acompañar a este personaje tipo y que sin querer
provocan la ilusión de ser el cotidiano de “la vida de placeres” por la que
optan las prostitutas. El suculento físico de ella parece asegurar belleza y
poesía a su intimidad sea cual fuere el caso. Olvidamos que en la cama ella no
se mira a sí misma, que su cotidiano son imágenes que la cámara no agradecería.
Coccotte roja. Ernst Kirchner. 1914 |
El mito de que la prostituta es por condición una buena
amante creo que merecería ser revisado. Ella conoce de prácticas que
técnicamente provocan placer, una información que le era exclusiva en viejos
tiempos, sobre todo debido a la moralidad reinante, pero esta moralidad ha ido
cambiando, y hoy por hoy, cualquier mujer puede superar el conocimiento de una
prostituta sobre tales asuntos, con la ventaja de que puede incorporarlos a su
conveniencia o hasta prescindir de ellos si considera que su relación carnal
contiene goces más sublimes.
La prostituta en cambio tiene una sexualidad marcada por el
sello de su condición. La prostitución, más que un oficio es una filosofía de
vida, filosofía que comparten también los clientes, como es natural, y otras
muchas personas. Es una filosofía que parte de la veneración al dinero o su
representación en bienes, a un grado tal que prácticamente anula al sujeto, hay
que tener al sujeto muy devaluado para admitir como una práctica razonable la
venta de cuestiones tan básicas como la sexualidad o el cuerpo. Una prostituta
es alguien que devalúa totalmente al sujeto y a su vez se considera solamente
sujeto, lo material lo pone el otro. El cliente no paga por hacerle homenajes y
ponerla en alta estima como a veces se infiere de las tramas, él, ha
considerado un precio para ella, un monto que asume equivalente a la dignidad
de la cual ella debe hacer dejación, y esto es algo en lo que ambos están de
acuerdo.
La prostituta altanera y soberbia que se pasea por la
pantalla haciendo desfallecer a los hombres, no tiene mucho que ver con las de
la vida real, que lejos de pavonearse asedian a los potenciales clientes con la
más patética indignidad, aclarando así de antemano cuan dispuestas están a
olvidar su condición humana si alguien les hace el favor de unos pesos.
Para prostituirse el primer paso es abandonar la dignidad. Y
no se puede ser prostituto en un horario y en otros cambiar el punto de vista.
Convertir la sexualidad en un servicio tiene muy serias implicaciones no
solamente prácticas sino sobre todo psicológicas.
Por supuesto es un fenómeno que se da en distintos grados, a
veces es difícil establecer la línea divisoria entre esto y el convenio
matrimonial, que a fin de cuentas parte de una base parecida, aunque se haya
logrado hacer de él una saludable institución.
Es razonable que nuestros ancestros disminuyeran las relaciones amorosas y
carnales a una especie de comercio, entendiendo lo material como la única razón
humana importante, pero creo que ya contamos con argumentos suficientes como
para percatarnos de la necesidad de superar tan primitiva visión.
Ella, sumada al arcaico criterio moralista de considerar lo
sexual como un asunto de poca importancia, es la que permite ver razonable
tales negociaciones. Olvidándonos del derecho de todo ser humano a una
sexualidad plena.
Me atrevería a decir que la prostitución no es solamente
hija de determinadas condiciones económicas sino de una educación sexual
deficiente.
Las prostitutas son nada más la más palpable, evidente y
soez representación de esta mentalidad. Su proliferación, un reflejo de que
todos nos hemos prostituido un poco. Esta contaminación de la conciencia es lo
suficientemente alarmante como para que se le preste la debía atención y se
trate con la mayor seriedad.
Puedo disfrutar de una obra que utilice como recurso a la
popular prostituta de la ficción, pero luego, cuando esto se interpreta como un
el abordaje de la verdadera problemática social, me quedo pensando en lo que
tales juicios pudieran ocasionar, porque al tomar una cosa por otra estamos
alimentando una imagen falta y perjudicial acerca de un fenómeno que merece la
mayor claridad posible.
Fuente
http://www.atenas.cult.cu/content/el-s%C3%ADndrome-de-la-prostituta-digna
La mayoría de las IMAGENES han sido
tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por
favor enviar un correo a
alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas
gracias por la comprensión.
En este blog las imágenes son afiches,
pinturas, dibujos, no se publican fotografías de las personas en prostitución
para no revictimizarlas.
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