miércoles, 23 de julio de 2014

Indefensión Adquirida y Síndrome de Estocolmo

Indefensión Adquirida y Síndrome de Estocolmo

Por Alberto B Ilieff





Ante la prostitución y la trata de personas surgen reiteradamente una serie de preguntas, por ejemplo: ¿por qué una mujer sometida se queda y sostiene esa situación? ¿por qué motivos no se rebela? ¿por qué aún pudiendo no escapa? ¿por qué no pide ayuda?.Estas son solamente algunas. Surgen del fondo común de pensar que esa situación no es una situación buscada ni deseada, un dato importante es que son las mismas preguntas que suelen darse ante los casos de violencia intrafamiliar de género.
Cuando no se tienen elementos o conocimientos suficientes es muy probable que estas incógnitas sean respondidas mediante: se quedan porque les gusta, sienten placer, es una vida fácil, están ahí porque quieren, nadie las obliga y otras similares. De este modo se termina culpabilizando a quien en realidad es víctima de una serie de maniobras destinadas al quebrantamiento de su personalidad, la destrucción de su autoestima y la manipulación.

Los  psicólogos han establecido dos síndromes que pueden estar presentes y serían los responsables de estas conductas. Ellos son:
-Síndrome de indefensión adquirida
-Síndrome de Estocolmo.

Esto es muy evidente cuando las personas son rescatadas y en lugar de colaborar con sus rescatistas, muchas veces se resisten y oponen y hasta los culpabilizan.
También son responsables de que las personas sometidas no se consideren a sí mismas víctimas.

Ellos  pueden ser detectados en las personas en prostitución como también  en otras situaciones como pueden ser las de violencia intrafamiliar, secuestro, reducción a la servidumbre, esclavitud y otras.

Si unimos estos elementos a los de la persuasión coercitiva,  tendremos un cuadro muy variado de técnicas establecidas para lograr el objetivo de sometimiento y uso de las personas victimizadas.




Algo que no debemos perder de vista es el proceso de socialización.  En  nuestra cultura se da un proceso eminentemente patriarcal que de por sí implica el sometimiento de toda mujer, su propia desvalorización y la limitación de su sentido de la vida a ser servidora de los hombres en sus papel de procreadora, cuidadora del hogar y quien debe satisfacer sexualmente.
El vivir un clima de violencia de este tipo, al que se le pueden agregar los abusos sexuales –más del 70% de las mujeres en prostitución fueron abusadas sexualmente en su infancia-  ante los cuales la niña debió guardar silencio o fue descreída por quienes debían protegerla –en algunos casos ellos mismos fueron los autores-hacen que esta sea naturalizada, considerada como parte del destino de ser mujer y por esto, cuando se reitera, no es identificada como violencia.
En estos casos la niña, la mujer, ya parte de un piso que no es cuestionado porque en la mayoría de los casos ni siquiera es reconocido, que naturaliza y equipara su “ser femenino” con la disponibilidad para satisfacer los roles que le son prescriptos entre los que se encuentra el de “servir” sexualmente al hombre.
Esto implica que en muchos casos la mujer sometida a prostitución cuando defiende la ideología del opresor, cuando ella repite convencida las ideas de quien la usa para sus fines o sea que en su voz habla el proxeneta-tratante, el patriarcado, lo hace desde esta matriz en la que fue constituida su subjetividad, independientemente de ser indefensión adquirida o un síndrome de Estocolmo lo que padece. Esto es responsable de que las mujeres no reconozcan ser víctimas de violencia, y en  el caso de la prostitución de  que estén convencidas de que esta es una forma incluso positiva, una forma de empoderamiento, pues aquello que sufrieron pasivamente en su infancia y luego es impuesto como destino femenino, ellas lo aplican para obtener dinero.
La consideración por parte de las personas en situación de prostitución de ser tenidas  como “trabajadoras sexuales” es la formalización de esta idea basada en la naturalización del abuso y la desigualdad de género. Cuando prestamos oído atento a sus supuestas reivindicaciones descubrimos que a quien escuchamos es al patriarcado, es la voz del proxeneta, de ahí que el resultado sea que, salvo cambiar el nombre, la situación sigue siendo la misma, la tradicional en nuestra sociedad.




Síndrome de Indefensión Adquirida


Este síndrome también lo hallamos presente en las situaciones de violencia intrafamiliar.  Es el que explica por qué las mujeres violentadas manifiestan una actitud de aceptación sumisa,  y aún pudiendo, no huyen de quien las maltrata, e incluso, una vez liberadas, pueden volver a la misma situación.

Su existencia se comprueba negativamente, por la ausencia de conductas defensivas y autoafirmativas normalmente esperables.

Decimos que esta indefensión es adquirida pues ha sido aprendida y a partir de ahí sostenida como un mecanismo de  sobrevivencia. Desde el primer momento en que la persona es  sometida cuando manifiesta algún atisbo de resistencia es brutalmente reprimida  a través de distintas conductas pudiendo ser estas verbales, castigos simbólicos llegando a los golpes, quemaduras con cigarrillos, visualización de torturas e incluso muerte de otras personas, y violaciones reiteradas. Así  aprende a contener e incluso a suprimir cualquier conducta propia autoafirmativa, cualquiera que implique una voluntad  que vaya algo más allá de aquello que los proxenetas o explotadores  quieren.

El modelo de "indefensión aprendidaexplica que una persona sometida a acontecimientos incontrolables, en este caso actos violentos, generará un estado psicológico donde la respuesta de reacción o huida queda bloqueada, lo que se manifiesta en forma de indefensión, incompetencia, frustración y depresión.
La imposibilidad de controlar la agresión generará en la víctima una afectación motivacional y pasividad, dificultad para la resolución de problemas, y por tanto de confrontar con la situación en que fue inmersa.

Este estado psíquico puede ser debido a la conjunción de varios factores como son la extrañeza de la situación en sí misma, la incapacidad para racionalizar las causas y para controlar los efectos y el miedo – terror que le es impuesto mediante una violencia extrema. Desde este punto de vista, la parálisis que presenta la persona es consecuencia de lo que vive y puede ser considerada como una forma adaptativa de respuesta, dado que cualquier otra puede llevarla a sufrir nuevos daños o la muerte.

Algunos signos
·           Baja autoestima

·           Déficit intelectual

·           Deficiencias cognitivas

·           Poca motivación

,            Pasividad


Síndrome de Estocolmo


El Síndrome de Estocolmo es un proceso psicológico de carácter inconsciente,  en el que la víctima de trata, de secuestro, o persona detenida contra su propia voluntad, desarrolla una relación de complicidad con su victimizador. Esta situación puede llegar al extremo en que la víctima  ayude a los captores a alcanzar sus fines o evadir a la policía.

Debe su nombre a un hecho curioso sucedido en la ciudad de Estocolmo, Suecia. En 1973 se produjo un robo en el banco Kreditbanken de la mencionada ciudad sueca. Los delincuentes debieron mantener como rehenes a los ocupantes de la institución durante 6 días. Al entregarse los captores, las cámaras periodísticas captaron el momento en que una de las víctimas besaba a uno de los captores. Los secuestrados defendieron a los delincuentes y se negaron a colaborar en el proceso legal posterior.

Desde el punto de vista psicológico, este síndrome es considerado como una de las múltiples respuestas emocionales que puede presentar el secuestrado a raíz de la vulnerabilidad y extrema indefensión que produce el cautiverio.

Da cuenta de una situación paradójica en la que la persona agredida reinterpreta la realidad a favor de su agresor, considerando que este la está cuidando o que lo que está haciendo es correcto.
Hay que tener en cuenta que en la  trata de personas o en situaciones de grave aislamiento social, como podría darse en la violencia intrafamiliar hacia la mujer, en las que las condiciones y posibilidades de sobrevivencia se hallan en manos de los captores, se establece una regresión dependiente dado que la persona realmente depende material y afectivamente de las decisiones y/o caprichos de quienes la retienen, o sea que la posibilidad de muerte es real  así como la vivencia de situación sin escapatoria.

Es común que en las situaciones de violencia y aislamiento las personas victimizadas ante la necesidad imperiosa de afecto y de una señal esperanzadora se aferren y se sientan agradecidas del menor gesto benevolente de parte de su agresor, provocando esto, en muchos casos, sentimientos ambivalentes. Aún los actos agresivos se los hace encajar en un sistema de necesidad que los justifica, quitándoles de ese modo lo imprevisible e incontrolable.

Se puede observar luego de una liberación un sentimiento  de gratitud consciente hacia los secuestradores, tanto en los familiares como en las víctimas directas. Agradecen el hecho de haberlos dejado salir con vida, sanos y salvos y a veces recuerdan - sobre todo en las primeras semanas posteriores a la liberación - a quienes fueron amables, o tuvieron gestos de compasión y ayuda.

El síndrome sólo se presenta cuando la persona víctima se identifica inconscientemente con su agresor, pudiendo asumir  la responsabilidad de la agresión, o imitando física o moralmente la persona del agresor, o adoptando ciertos símbolos de poder que lo caracterizan. Por ser un proceso inconsciente la víctima del secuestro siente y cree que es razonable su actitud, sin darse cuenta de la identificación misma ni asumirla como tal, la persona no se percata de ello, es el observador externo quien puede encontrar desproporcionado e irracional  que la víctima defienda o disculpe a los agresores y justifique los motivos que tuvieron para secuestrarla.
 


Este mecanismo ayuda a  la persona a negar y no sentir la
 amenaza de la situación y/o la violencia.

Puede ser descripto  como un estado disociativo por el que la víctima niega la violencia del agresor, al tiempo que desarrolla un vínculo con el lado que percibe más positivo de aquel. Para lograr esto  la víctima ignora sus propias necesidades mientras desarrolla una actitud hipervigilante ante las de su agresor, mostrándose dispuesta a asumirlas como propias.

El principal logro podría ser obtener un mejor nivel de ajuste al entorno amenazante sobre el que ejerce nulo control.


Resumiendo, en general este síndrome se puede dar en las siguientes circunstancias:

*      Cuando la persona víctima de trata o en importante situación de vulnerabilidad comprende que en la medida en que coopera es menos agredida.
*      Cuando las personas victimizadas quieren protegerse, en el contexto de situaciones incontrolables, buscando cumplir los deseos de sus captores.
*      Cuando los delincuentes tienen  rasgos de compasión o de reconocimiento afectuoso lo que impacta vivamente en las personas sometidas a extrema carencia de afecto.  De aquí puede nacer una relación emocional de las víctimas por agradecimiento con los autores del delito.
*      Cuando la pérdida total del control que sufre  durante  la trata y el miedo que ello significa, se hace soportable en la medida en que la víctima se identifica con los objetivos y pensamientos del violento a quien se halla peligrosamente sometida.

El síndrome de Estocolmo es más común en personas que han sido víctimas de alguno de las siguientes situaciones de violencia:

Tratadas
Rehenes
Miembros de una orden de culto.
Niñas y niños con abuso psicológico.
Prisioneros de guerra.
Mujeres en Prostitución.
Prisioneros de campos de concentración.
Víctimas de incesto.

Para detectar y diagnosticar el síndrome de Estocolmo, se hacen necesarias dos condiciones: 

1.         Que la persona haya asumido inconscientemente, una notable identificación en las actitudes, comportamientos o modos de pensar de los captores, casi como si fueran suyos.
2.         Que las manifestaciones iniciales de agradecimiento y aprecio se prolonguen a lo largo del tiempo, aún cuando la persona ya  se encuentra integrada a sus rutinas habituales y haya interiorizado la finalización del cautiverio.




 


 La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.

En este blog las imágenes son afiches, pinturas, dibujos, no se publican fotografías de las personas en prostitución para no revictimizarlas; salvo en los casos en que se trate de documentos históricos.

Se puede disponer de las notas publicadas siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.







domingo, 13 de julio de 2014

Trastorno de Estrés Postraumático


Trastorno de Estrés Postraumático


Por Alberto B Ilieff







Uno de los trastornos centrales en las persona en prostitución y en las víctimas de trata de personas es el estrés postraumático.

El Trastorno surge como respuesta tardía o diferida a un acontecimiento o a una serie de acontecimientos estresantes o a una situación  de naturaleza excepcionalmente amenazante o catastrófica, que causarían por sí mismos malestar generalizado en casi todo el mundo (por ejemplo, catástrofes naturales o producidas por el hombre, combates, accidentes graves, el ser testigo de la muerte violenta de alguien, el ser víctima de tortura, terrorismo, de una violación o de otro crimen).

Ciertos rasgos de personalidad  o antecedentes de enfermedad neurótica, si están presentes, pueden ser factores predisponentes y hacer que descienda el umbral para la aparición del síndrome o para agravar su curso, pero estos factores no son necesarios ni suficientes para explicar la aparición del mismo. Es importante resaltar que cualquier persona sometida a determinadas situaciones que superen su posibilidad de procesar subjetivamente lo acontecido sufrirá estas consecuencias. Sus antecedentes no serán los responsables del estrés postraumático.

Se trata de una reacción orgánismica adaptativa ante una situación abrumadora que no puede ser elaborada. Para lograr la adaptación las personas desarrollan una nueva forma de vida  que implica cambios básicos en los modos de sentir, pensar y actuar.

Una cuestión importante al abordar este tema es que hay que estudiar el trastorno por estrés postraumático a lo largo del ciclo vital, por eso se llama postraumático. Incluso se debe considerar la posibilidad del  estrés retardado, llamado así porque  se manifiesta largo tiempo después de la experiencia traumática original y que, en general, se produce cuando la persona nuevamente se ve expuesta a un estímulo similar a aquel que la hubiere dañado.

Una de las características significativas de este  estrés abrumador en los casos de trata de personas y prostitución  es que está provocado por el hombre, a diferencia de los desastres naturales o enfermedades. Aquí el  origen es netamente humano, irrumpe la crueldad, ya no la inconciente de los elementos naturales donde no existe voluntad específica de dañar,  sino la consciente de un igual. De este modo se hace evidente la  destructividad colectiva sancionada socialmente, lo cual destroza  el tejido de la confianza humana. Un hecho azaroso o producto de la naturaleza no provoca tanto daño como el causado por otro ser humano precisamente porque se sabe es un acto conciente y dirigido hacia la persona que es victimizada. Esto hace que se pierda la capacidad de confiar en los demás, de establecer vínculos profundos significativos, lo que también hace que se impida el pedido de ayuda o la aceptación de la misma.

Ante estas situaciones el yo vulnerado se fragmenta, se produce un corte abrupto existencial, todo proyecto de vida es destrozado, los restos que quedan son armados fantasiosamente ya sin posibilidades concretas ni contacto con la realidad. Si la persona es reintegrada al medio social lo hará a partir de un  menor nivel de adaptación.



El Trastorno de Estrés Postraumático aún siendo una respuesta  adaptativa es la base de síntomas y síndromes, siendo una de las más significativas y abrumadoras las repetidas invasiones del presente por el pasado, el resurgimiento irruptivo de miedos y ansiedades, del entumecimiento de la conciencia, de las reacciones de alerta y de los flash-backs, que son el retorno repentino e intrusivo de los fenómenos disociativos en la consciencia total o parcialmente vigil.

Es común que se de  un estado de hiperactividad vegetativa con hipervigilancia, un incremento de la reacción de sobresalto e insomnio.
Los síntomas por su carácter irruptivo se acompañan de fuerte ansiedad y de depresión y no son raras las ideaciones suicidas. El consumo excesivo de sustancias psicótropas o alcohol puede ser un factor agravante.

Algunos otros signos son:

*      Emocionales: miedo, ira, pesadumbre, irritabilidad, depresión, pensamientos o intentos de suicidio, sensación de culpabilidad, de inutilidad, desesperanza, desinterés, sentimiento de vacío, dificultad para disfrutar.

*      Intelectuales: confusión, desorientación, indecisión, dificultad de concentración, problemas de memoria.

*      Físicos: tensión, fatiga, irritabilidad, insomnio, dolores mal definidos, taquicardias, nauseas, temblores, cambios en el apetito o en el impulso sexual.

*      Sociales: desconfianza, serias dificultades para establecer relaciones afectivas, problemas laborales o escolares, sensación de abandono o de ser rechazado.

El comienzo sigue al trauma con un período de latencia cuya duración varía desde unas pocas semanas hasta alrededor de 6 meses. Se estudiaron casos en que la sintomatología surgió incluso mucho tiempo después.

El curso es fluctuante, pero se puede esperar la recuperación en la mayoría de los casos mediante un prolongado tratamiento psicoterapéutico que puede acompañarse con medicación.  Este trastorno en algunas personas puede tener durante muchos años un curso crónico y evolución hacia una transformación persistente de la personalidad

Esta alteración es compartida por las personas en prostitución y trata con los soldados que regresan de la guerra, la población de zonas en conflicto bélico o que han sufrido atentados terroristas.
Menos de un 5% de la población general sufre este síndrome, mientras que entre las personas en prostitución lo sufrirían cerca del 68%,  un porcentaje elevado comparado  con un 15% de los veteranos del Vietnam.

Las personas en prostitución se hallan constantemente sometidas a situaciones de violencia, el hecho de ser prostituida ya es un acto violento. Se calcula que el 82%, además,  ha sido agredida por los prostituidores-clientes, el 88% sufrió amenazas físicas, y  un 68% fue violada y el 46% más de cinco veces. El 87% sufren depresión por prostituirse.
Diaria y reiteradamente las personas que sobreviven con esta actividad sufren intenso miedo debido a los malos tratos y vejaciones que pueden sufrir, que pueden incluir golpes, quemaduras con cigarrillos, cortes, e incluso la muerte.
A todo esto debemos agregar  que  un 57% (algunos estudios indican más porcentaje)  habría sufrido abusos sexuales durante la infancia.

En su trabajo “Prostitución, tráfico y estrés postraumático”  Melissa Farley claramente expone:
“En Holanda donde la prostitución es legal al 60% fueron físicamente asaltadas y el 79% fueron prostituidas como resultado de coacción. Cualquiera que sea la ubicación física, la prostitución causa gran daño a las mujeres. Al margen de que el lugar de la prostitución sea interior o exterior, las mujeres prostituidas son constantemente violadas. Las mujeres en Chicago denuncian que han sido violadas frecuentemente tanto mientras ejercían la prostitución bajo techo como en la calle.”

“Las mujeres prostituidas describen la prostitución como “violación pagada” y como “violación doméstica llevada al extremo”. Hay muchas similitudes entre prostitución y apaleamiento. Las mujeres que se prostituyen reciben múltiples palizas cuando las mujeres no-prostitutas reciben una. Ser pegada por un prostituidor o por un proxeneta es como ser pegada por un marido o un novio. Las mismas partes del cuerpo son apaleadas. Suceden las mismas violaciones. Las mismas palabras son arrojadas hacia ellas. Maltratadores, como prostituidores, utilizan verbalmente el odio racial y sexista para transformar a la mujer en un objeto, así les pueden hacer cualquier cosa impunemente. Los mismos métodos de control empleados por los maltratadores en contra de sus parejas son utilizados por los proxenetas y los que viven a costa de la prostituta: abuso verbal, minimización y negación de la violencia física y abuso, explotación económica, aislamiento social, amenazas, intimidaciones, violencia física, acoso sexual y cautividad.”

“Dos tercios de las mujeres que se prostituyen en 9 países padecen de PTSD. Esta proporción de PTSD es una de las mayores localizada en estudios de población. Proporciones comparables de PTSD han sido registradas entre mujeres apaleadas que buscan refugio, veteranos de guerra, supervivientes de violación y supervivientes de torturas avaladas por el estado.” *



El uso de drogas y alcohol se agregan a este cuadro.
El resultado general es que el promedio de vida de las personas en prostitución es inferior al de la media poblacional, la mortalidad es 40 veces superior a la de la población general.

Es parte integrante de este síndrome y de otros que veremos, que la persona no vislumbra una salida, se siente prisionera de la situación, y en la mayoría de los casos lo está ya fuere por los tratantes, proxenetas o por su extrema vulnerabilidad. Los estudios indican que más del 90% dejarían definitivamente esta actividad si se les brindara el apoyo y las condiciones necesarias.

Para terminar, quiero recordar que para la  Organización Mundial de la Salud  el concepto de salud no implica únicamente la carencia de enfermedad, sino de manera integral,  la suma del bienestar físico, psíquico y social.  La prostitución y la trata de personas quiebran definitivamente  esta posibilidad.

*Este trabajo se puede hallar completo en
http://argentina.indymedia.org/uploads/2011/06/farley_cast.pdf








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En este blog las imágenes son afiches, pinturas, dibujos, no se publican fotografías de las personas en prostitución para no revictimizarlas; salvo en los casos en que se trate de documentos históricos.

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sábado, 28 de junio de 2014

Aproximación al daño 2

APROXIMACIÓN  AL DAÑO 2

Por Alberto B. Ilieff


“Cuando entrás en la habitación, sólo estás esperando que ese momento termine. Tu cabeza se despega de tu cuerpo. Tenés miedo de que traben la puerta y quedes completamente expuesta a los golpes. ¿Esto no es una tortura que se repite varias veces por día? La puta conoce más el cuerpo del varón que la no-puta, pero es difícil hacer algo con ese saber porque es producto de la violación y la tortura. Ese hombre sabe que se está aprovechando de tu cuerpo en el máximo estado de vulnerabilidad. Por eso es mentira que la puta pone el precio: el precio lo pone tu edad, tu hambre y el prostituyente que sabe y usa tu debilidad”.
                                                                                          Sonia Sánchez [1]




Daños en la Salud
La trata de mujeres, niñas y niños en general y  para la explotación sexual en especial, conlleva  consecuencias para la  salud de extrema gravedad.


Daños Físicos
La violencia  física está presente en todo momento ya sea por parte de los tratantes y proxenetas como de los prostituidores, equivocadamente  llamados “clientes”.  Puede implicar moretones, huesos rotos, heridas en la cabeza, heridas por puñaladas, lastimaduras en la boca y en los dientes llegando incluso a la muerte.

Las personas que sufren la explotación sexual corren un riesgo mayor de padecer enfermedades de transmisión sexual (ETS). El embarazo y los abortos forzados o peligrosos son temas comunes. En el caso de los niños nacidos en cautiverio, es muy probable que los mismos sean vendidos, o una vez crecidos, sometidos a prostitución.

También resulta muy importante el contagio de VH/SIDA el que  aumenta en situaciones en las que las mujeres no pueden negociar el uso de preservativos, o no tienen acceso a los mismos.  Los proxenetas pueden exigir que si el prostituidor lo desea, no se usen profilácticos, en otros casos se acepta esta posibilidad para ganar más dinero por ser más alta la tarifa.
Tengamos en cuenta que es muy probable que las personas sometidas sexualmente presenten cortes y desgarros en el tejido vaginal y anal debido al sexo violento, violaciones o ulceras asociadas con enfermedades de transmisión sexual. Las niñas, debido a sus tractos reproductivos inmaduros, son especialmente vulnerables a este tipo de  daños y enfermedades.

A este cuadro debemos sumar las adicciones tanto a las drogas como al alcohol. Ya sea  el consumo forzado como voluntario implican un mecanismo de escape para las mujeres y niños con el que encubren su dolor al mismo tiempo que les permite insensibilizarse y así poder continuar con lo que se le exige. Recordemos que en la mayoría de los casos inmediatamente a la captación e inicio en la prostitución, y como parte de esta, se fuerza o induce  a las personas al consumo de drogas. La adicción es usada como un arma más de sometimiento.

A todo esto debemos agregar la serie de enfermedades provenientes del mínimo cuidado físico, la exposición continua a estímulos patógenos, la falta de comida y vestido adecuados y sobre todo, la falta de asistencia médica.



Daños Psíquicos

Muy variada es la sintomatología psíquica provocada por la violencia sufrida, pudiendo llegar incluso a la psicosis. Depende de su intensidad y duración, la recuperación puede ser muy lenta, trabajosa, pudiendo quedar lesiones de por vida.

De manera esquemática y como simple presentación de los temas, pues es esperable que quien esté interesado buscará profundizarlos, podemos considerar los siguientes cuadros explicativos.

-     Síndrome de Indefensión Adquirida.
-       Síndrome de Estocolmo
-       Persuasión Coercitiva
-       Trastorno de Estrés Postraumático


Estos cuadros reseñados son publicados en este blog Prostitución NO



[1] Entrevista a Sonia Sánchez, una de las autoras del libro “Ninguna mujer nace para puta” –Lavaca Editora- realizada por Verónica Gago y publicada en Página/12 - Las/12-15-2007-
http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-3423-2007-06-15.html






La mayoría de las IMAGENES han sido tomadas desde la web, si algún autor no está de acuerdo en que aparezcan por favor enviar un correo a  alberto.b.ilieff@gmail.com y serán retiradas inmediatamente. Muchas gracias por la comprensión.


En este blog las imágenes son afiches, pinturas, dibujos, no se publican fotografías de las personas en prostitución para no revictimizarlas; salvo en los casos en que se trate de documentos históricos.

Se puede disponer de las notas publicadas siempre y cuando se cite al autor/a y la fuente.




Aproximación al daño 1


APROXIMACIÓN  AL DAÑO 1

Por Alberto B. Ilieff



Este artículo fue escrito teniendo en cuenta la prostitución  pero esta visión no es limitativa ni debe cerrar nuestra comprensión acerca de la  trata de personas. Sabemos que prostitución y trata de personas son dos modos de llamar al mismo fenómeno, solamente separados por necesidad de una terminología legal diferencial, ya que mientras las condiciones que rodean a la primera la constituyen en un  delito, la segunda no lo es.
Más allá de esta diferenciación, las consecuencias físicas, psíquicas y sociales son las mismas, por lo que lo expresado en este artículo puede ser aplicado en general a ambas situaciones.
Vale recordar que se estima que más del 95% de las personas en prostitución son víctimas de trata de personas, restando una pequeña porción de quienes están en esta situación por “voluntad propia”, lo que no impide que también sufran importantes daños. El “cuentapropismo” o la propia decisión son mitos interesadamente sostenidos y divulgados por quienes buscan descriminalizar y legalizar a proxenetas y tratantes.


 
Autor Hermel Melozco

La prostitución constituye una prisión sin barrotes, con cadenas invisibles que encierran a las personas sin posibilidad de salida. Saber que no tienen nivel educativo suficiente ni capacitación laboral les impide proyectar una salida laboral efectiva, también la responsabilidad en el cuidado y sostén de los hijos –en general son madres solas- influyen a que no puedan dejar esta actividad para intentar otras.

También puede suceder que transcurrido el tiempo y pudiendo recuperar su libertad, al tomar conciencia de su situación vital, del “estado” en que se hallan, de su grado de adicciones y deterioro psíquico,  opten por quedarse en esa situación. En estos casos la vergüenza, la culpa, la asunción del rechazo familiar y social, colaboran a este resultado.

Este último hecho no es menor. En nuestra cultura  sigue imperando  la culpabilización de la víctima, buscar en ella las supuestas causas que la llevaron a esa situación. En el caso de la mujer que fue prostituida esto es mucho peor, en general las comunidades tienden a descreer de la victimización y culpabilizan a la mujer, provocando nuevas situaciones dañosas. En muchos casos la exclusión social llega al punto en que la persona se siente compelida a regresar al lugar del que la sociedad no la deja salir: la prostitución.

El descreimiento de la víctima y la sensación de desprotección se agudizan cuando comprenden que personas de aquellas instituciones del Estado que tendrían a cargo su cuidado son precisamente quienes contribuyen a su explotación. Es común que concurran a los prostíbulos  policías, políticos, funcionarios judiciales y municipales de la zona, y en los que no cabe, en base  a su misma profesión, el recurso del “no sabía”, de la ignorancia.


Muchas mujeres, sobre todo al principio, mantienen la esperanza de ser rescatadas. El mito del príncipe azul es muy fuerte, esperan del hombre que  las saque de esa situación y les de el hogar que sueñan. Este hombre puede ser incluso un “cliente-prostituyente”. Con el tiempo esta meta también se va perdiendo.

Todos estos elementos narrados a vuelo de pájaro, aunados entre sí, configuran una situación para la persona víctima de abuso sexual comercial de extrema vulnerabilidad.

A ellos debemos unir los propios de la historia precedente. Es común que las mujeres y niñas sometidas provengan de lugares de muy escasos recursos, muchas de ellas son analfabetas, un alto porcentaje ha sufrido violencia sexual en su infancia, en el caso de las travestis el rechazo familiar puede haber sido también muy dañoso, o sea que la prostitución impacta en personalidades previamente vulneradas.

El clima de violencia en que vivieron unido al posterior de la prostitución, se halla “normalizado” en sus vidas, no está registrado especialmente como tal.  No  pueden reconocer la situación de violencia porque no tienen un fondo sin agresión, de cuidado, con el que comparar, por eso, en principio, esta situación debe ser señalada, dicha desde una exterioridad, es alguna otra persona la que le debe mostrar la situación de agresión y el riesgo que corren.
Su ingreso a esta actividad no es contado como otra forma de abuso –ver Persuasión Coercitiva en este mismo blog-  la mayoría cree que lo ha hecho en total libertad de elección. Estos son algunos de los motivos por los que las personas en prostitución no se consideran víctimas lo que les impide comenzar un camino de recuperación. Alrededor de esto el proxenetismo, la llamada “industria sexual” ha montado todo un aparato que les indica que en realidad quienes las violentan son las otras personas, la moral, incluso quienes buscan ayudarlas.
Parte de esto mismo y también como modo de defenderse de los propios sentimientos e ideas, pueden creer que están en una situación privilegiada respecto de las trabajadoras con escasa calificación.

Esto es confirmado por la sociedad misma con su actitud de “tolerancia” o normalizadora. La niña aprendió que su cuerpo era eso un cuerpo, que el que tiene poder puede usarlo y ese uso está bien, es parte del rol, la parte que le toca a quien es pobre, a quien no tiene poder suficiente, a quien es mujer o niña/o.
La prostitución en cualquiera de sus formas es la aceptación última y más claramente consumada del cumplimiento de las reglas de juego que impone el patriarcado unido al capitalismo.
La interioridad se halla sujeta a estas coordenadas  las que son confirmadas y reafirmadas por la exterioridad: por los clientes que pagan por su cuerpo, por su cuerpo convertido en capital que debe rendir, porque a su uso concurren los referentes sociales: funcionarios, comisarios, políticos, profesionales, etc.; en definitiva, porque la sociedad misma confirma  la “normalidad” del sometimiento.




El impacto de la actividad prostituyente no es menor, a la culpabilidad, a la sensación de suciedad se agregan  la necesidad de interminables mentiras que crean una vida imaginaria con la que encubrir esta actividad ante su familia, la escuela de sus hijos, el barrio, los médicos, y el constante estrés debido al temor que provoca estar en la vía pública, subir a coches o ir a departamentos u hoteles con un hombre totalmente desconocido, sin saber si las  tratará con cuidado o por el contrario, les pegará, cortará, quemará con cigarrillos o matará.

La disociación del cuerpo / mente, la pérdida de la autoestima, la sumisión y humillación que conlleva la venta de la propia sexualidad, que se deja en manos del cliente-prostituidor que pacta con el proxeneta, es un acto o conducta que causa ya en sí lesiones graves, en las que hay que añadir las drogadependencias y los abusos sexuales, secuelas de actos de violencia, o las enfermedades que contraen. Las secuelas psíquicas se describen como similares a las personas torturadas o que han sufrido violaciones o a las de los veteranos de guerra.






Con sus “compañeras” se establece una relación ambivalente, tanto pueden hacer sacrificios para ayudarlas como considerarlas competidoras que deben ser desactivadas.

Un punto aparte es la relación con los/las proxenetas, con quienes obtienen su dinero del uso del cuerpo de “las chicas”. La falta de registro de la victimización, la consideración de que está bien, que es normal, que ellos/as  enriquezcan  a costa de su sufrimiento, del lugar que ocupan en esta historia los “clientes”, hace que el suyo sea un dolor sin causantes externos. Este es un punto muy importante en la psicología de la prostitución, porque al no considerar a proxenetas, tratantes, prostituidores-clientes, como los causantes, como los agresores, la culpa recae en la niña-mujer misma, ella cree que es por su maldad innata, por su desvío que se halla en ese lugar. La culpa le niega toda posibilidad,  la ayuda a ver a la situación sin salida y en lugar de promoverla para un cambio, la empuja a un mayor sometimiento, la prostitución es al mismo tiempo causa de la culpa y el castigo merecido. Esto es conocido e incentivado por los proxenetas y por la sociedad misma que les repite: sos puta, naciste puta, no servís para otra cosa, no sabes hacer nada, sos inútil, tonta, estás sucia.
El vínculo persona en prostitución-proxeneta es plenamente negativo, se confía en quien daña, en la persona que la ha llevado a esa situación y la mantiene en ella, cree en quien le suministra la dosis de droga o el alcohol y también la alquila o la vende a otros proxenetas. Es también quien, llegado el caso, usará violencia para que no deje el lugar o se rebele.
A tal punto se establece un vínculo patológico que muchas “chicas” los llaman “papito”  o “mamita”.

El impacto de la prostitución en sus víctimas, especialmente en las mujeres y las niñas y niños es sumamente lesivo. Hay que considerar que las personas sometidas viven bajo constante coacción y violencia física y psíquica.

Como parte de todo esto tenemos que considerar también las infecciones de transmisión sexual, contagio de VIH/SIDA, abortos o embarazos forzados, las consecuencias físicas y psíquicas de los golpes, quemaduras, violaciones sufridas, el ejercicio mismo de la prostitución, consumo obligado de  alcohol y de estupefacientes, presencia e incluso participación obligada en agresiones, torturas y hasta homicidios u otro tipo de delitos.

De todo esto se deriva que las consecuencias dañosas que sufren las víctimas de prostitución pueden llegar a ser muy graves, siempre difíciles de superar, y en muchos casos irreparables.


Por ese motivo el abolicionismo propone que las personas en situación de prostitución no sean perseguidas ni penadas en modo alguno, sí que lo sean los rufianes, proxenetas y tratantes, así como los prostituidores o puteros (erróneamente llamados “clientes”), todos los que obtienen beneficio del sometimiento de estas víctimas.
Los países abolicionistas se oponen a la prostitución porque la consideran una modalidad extrema de violencia de género. La violencia que ejercen algunos hombres sobre el cuerpo de las mujeres y que no se justifica mediante el pago. El daño que sufren las personas que se hallan en esta situación es considerado similar al de aquellos soldados que han luchado en guerras, como por ejemplo la de Irak, en la mayoría de los casos esta gravedad  hace que el promedio de vida de una persona en prostitución sea inferior al de la media poblacional (en el caso de las travestis es aún menor).



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lunes, 16 de junio de 2014

Persuasión Coercitiva

PERSUASIÓN COERCITIVA

Por Alberto B Ilieff


Muchas veces nos hemos preguntado,  ante una situación en que una persona se veía sumamente perjudicada  ¿por qué no se va? ¿por qué lo tolera?. En general, la costumbre o falta de elementos nos llevaba a respondernos que seguía en esa situación porque le gustaba, porque quería, porque obtenía algún rédito importante.
Del mismo modo otras preguntas: ¿cómo llegó a esa situación? ¿cómo fue capaz de hacer tal cosa? ¿no se da cuenta que eso la daña, la enferma? Y nuevamente las respuestas salían de un fondo de excusas míticas sociales: nació así, le gusta, está enferma, es una desequilibrada, no tiene moral,  solo busca dinero.
La psicología nos brinda un modelo que nos ayuda a acercarnos a estas realidades desde otra perspectiva, nos abre un camino para la investigación.

Me referiré en general a la víctima niña/mujer por ser esta la privilegiada para la prostitución, y en el caso de quien realiza la persuasión coercitiva la llamaré indistintamente persuador/persuadora porque puede ser de ambos sexos, según la modalidad y circunstancias.

El modelo llamado persuasión coercitiva nos permite comprender cómo muchas personas son llevadas a aceptar o tomar como propias conductas que atentan contra su propia integridad pudiendo constituir graves daños.
Nos interesa en relación a nuestro tema, la prostitución, porque explica una de las formas más comunes de captación y convencimiento.

 
Autor: José Ansalone


Partimos del hecho de que el acceso a la prostitución no es lineal ni sencillo. Las niñas y mujeres no llegan a esta situación sin que se den determinadas condiciones. Vestirse para la ocasión, pararse en una ruta,  estar en un burdel, entregarse a cualquier hombre que lo requiera, no son pasos fáciles, exigen algún grado de violencia sobre la persona, cuanto más que se conoce la sanción social que esta actividad conlleva. En todos los casos hallamos la presencia de alguna persona que actuó como captadora. Basada en una relación afectiva preexistente (amigas, familiares, vecinas) o lograda expresamente para este cometido (novios, agencias laborales, agencias de modelos, proxenetas) van induciendo, usando el cariño y la confianza depositada, a aceptar como posible y hasta beneficioso el camino de la prostitución. Logrado este cometido, el paso siguiente será sostener a quien ha ingresado a este mundo que permanezca en el mismo. Se debe actuar de modo tal que la persona en prostitución no vea posibilidades de salir de esta situación y además este convencida de que ha sido una decisión propia, tomada racionalmente y con el pleno ejercicio de su voluntad. Para estos resultados se utilizan las técnicas que denominamos persuasión coercitiva. Tengamos presente que la edad promedio de ingreso a la prostitución es aproximadamente de 12-14 años, cuando los cambios corporales y psíquicos llevan a una situación de inestabilidad, la personalidad esta en cambio y formación y la persona es vulnerable a influencias del medio. Esta es una crisis de crecimiento normal pero que puede ser utilizada por otros para influir fuertemente sobre la adolescente.

La persuasión coercitiva comprende una serie de estrategias que tienen por  finalidad  perpetuar el control del maltratador, en este caso del tratante o proxeneta, sobre la víctima. Estas estrategias generan un progresivo estado de confusión de emociones, distorsión de pensamientos y paralización que dificultan a la niña/mujer abandonar la relación desigual y violenta que es establecida por el sujeto persuasor hasta llegar a un estado de desocialización.

Estos mecanismos también son válidos para el caso de la violencia de género intrafamiliar y explica como la mujer va perdiendo autonomía, autovaloración, hasta llegar a quedar inmovilizada en esa situación vincular de extrema violencia.



Según el diccionario de la Real Academia de la Lengua española persuadir es: Inducir, mover, obligar a alguien con razones a creer o hacer algo.
Esta claramente definida como una acción que tiene por objeto que otra persona crea o actúe de manera determinada. Tengamos en cuenta que el ejercicio de una voluntad sobre otra, no necesariamente implica algo negativo en la medida en que sea de manera dialogal y sin violencia, un modo positivo de la aplicación de técnicas de persuasión es la educación.
En este caso vamos a hablar de un caso especial que es el de la Persuasión Coercitiva.

Los humanos/as establecemos relaciones con quienes nos rodean mediante vínculos, estos son de una intensidad y profundidad variable. Un vínculo significa un tipo de compromiso afectivo que implica un intercambio que necesariamente produce una variación, un cambio en y entre las personas afectadas. En esta variación interviene lo que denominamos persuasión. Este fenómeno no debe ser considerado como patológico o negativo, sino descriptivo respecto a un proceso entre las personas. En nuestras relaciones muchas veces actuamos de manera persuasiva, por ejemplo, cada vez que buscamos convencer a un amigo, un familiar, a que nos acompañe a determinado lugar o que deje de hacer algo. Es parte de nuestro intercambio cultural.

La dificultad comienza cuando al vínculo se le agregan conductas de tipo coercitivo, o sea, cuando se aleja de la participación voluntaria, autónomamente aceptada. En este caso lo que se busca es que la persona actúe de una manera determinada, haga o deje de hacer algo, creando la ilusión de que lo hace por “propia voluntad”, como si ese acto respondiera a un proceso de  libre disposición, pensado y decidido.

La coerción es una forma de violencia, Lourdes Molina  la define de manera clara cuando dice: “implica la utilización de fuerza o violencia para obligar a una persona a actuar contraria a su libre voluntad, pudiéndose plantear su implementación sobre distintas áreas o ámbitos: físico, psicológico y social/ambiental”

Mientras que en la simple persuasión una persona busca  convencer a otra, si bien pudiendo apelar a distintos medios para ganar su voluntad  más allá del razonamiento,  la capacidad de pensar lo que se va a hacer, de analizar el propio deseo y conveniencia,  no están anuladas, la toma de decisión y acción es realizada en un marco de autonomía. Cuando interviene la coerción estas facultades se ven ampliamente disminuidas, incluso llegando a ser obturadas.

La llamada persuasión coercitiva  es una de las elaboraciones que nos permiten entender por qué motivos una persona en determinadas circunstancias, puede ser  “persuadida” “convencida”  para que realice hechos o asumir creencias y valores, las víctimas podrán llegar a hacer cosas que previamente pudieron haber rechazado sin  saber cómo llegaron a ese punto, o incluso creyendo que lo hacen por propia voluntad y deseo.
Tengamos presente que este modelo tiene como antecedentes el llamado “lavado de cerebro” y cercanía con la “indefensión aprendida o adquirida”

Un programa de persuasión coercitiva es una tecnología de cambio conductual aplicado para causar el "aprendizaje" y "adopción" de una serie de conductas o una ideología bajo ciertas condiciones.

Se distingue de otras formas de aprendizaje benignas sociales o de  la persuasión pacífica en función de  las condiciones en que se produce  y por las técnicas de manipulación medioambiental   e interpersonal que tienen como finalidad  suprimir conductas particulares y  entrenar o fijar otras.

Mediante estos procedimientos se pueden cambiar  las actitudes de una persona sin su conocimiento o su voluntad, las víctimas podrán llegar a hacer cosas que previamente pudieron haber rechazado sin  saber cómo llegaron a ese punto, o incluso creyendo que lo hacen por propia voluntad y deseo.

 
Autor: José Guitiérrez Solana


Es una serie de estrategias deliberadas que una persona o un grupo de personas ejerce sobre otras para  determinar sus actividades o conductas, para alcanzar un objetivo. En principio estas estrategias están destinadas a conferir y mantener al agresor en una situación de control y poder y a la víctima en otra de sometimiento.  La persona sobre la que se ejecuta esta presión es ajena a esta finalidad. Es  una presión intensa sobre el sujeto para  limitar su libertad de elección, en vista al fin que se busca obtener. La fuerza puede ser de cualquier tipo,  física, psíquica o social, directa o indirecta, expresa o amenazante, en el caso de la trata  la configuración misma de toda la situación es de por sí un modo de la fuerza como violencia.

Al hablar de estrategias estamos diciendo que implican  actividades variadas, reguladas, con posibilidad de cambio y alternación entre ellas en función de la que resulta más apropiada para obtener el resultado deseado. Desde una postura exterior se podrán observar distintas conductas y no siempre resultará claro el objetivo común que se halla detrás de todas ellas.

Es importante resaltar que estas formas  se dan en un marco general de control y violencia, un constante control sobre el tiempo y el espacio de manera continua y simultánea en el que irrumpen las agresiones específicas.

Una parte de estas técnicas consiste en crear una situación de aislamiento, la víctima es alejada de la familia y de su entorno, el corte abrupto de la persona en relación a sus afectos, su entorno social y recursos propios. Esto crea en la persona la sensación de soledad, de no tener a quién comunicar sus sentimientos y pensamientos, salvo a la persuasora quien aparece, de este modo, como único referente y “continente”, convirtiéndose en la “familia”, la mejor amiga. Logrado esto se sella la ruptura.

Este aislamiento cumple con dos objetivos, el primero de ellos es dejar a la víctima sin soportes creando de ese modo una dependencia importante de su maltratador/a; el otro, consiste en manipular la información que le llega a quien se pretende someter. Aquel que controla la información que llega a nuestros sentidos, controla lo que podemos pensar y  hacer. Usualmente lo que se busca manipular son nuestros sentimientos. Cuando sentimos miedo, amor u odio, nuestro razonamiento se distorsiona  en forma típica y nuestra capacidad para pensar racionalmente disminuye. El manipulador lo sabe y  "juega" con la información buscando controlar emocionalmente de la forma que sirva a sus planes. Una vez logrado esto, las personas caen bajo control.

Las técnicas para lograr el control no son muy difíciles ni son tan complicadas. Solo es necesario carecer de culpa,  de  empatía  genuina  -en los casos de uso de violencia no explícita,  se usará una empatía fingida-  y  emplear las técnicas en manera sistemática. En trabajo conjunto con sujetos que tienen la misma finalidad se  puede aumentar considerablemente la capacidad para manejar a otros.


Se cumple de este modo un paso muy importante el que se ve también en las situaciones de trata de personas, se produce un corte brutal en la historia de la víctima. El escenario físico cambia, ya no está en su casa familiar, incluso puede hallarse en otro barrio o ciudad; se rompe afectivamente con quienes hasta ayer fueron sus referentes, puede ser que viva en la misma casa de el o la persuasora y que dependa económicamente, todo esto lleva a un fuerte sentimiento de vulnerabilidad y constante estrés.

A partir de este momento lo que hasta entonces podían ser sugerencias, comentarios, se convierten en presiones cada vez con mayor carga de violencia y extorsiones no veladas: “te doy casa y comida tenés que colaborar trayendo dinero”, y la forma de traerlo es la prostitución.

Lo que vemos desarrollar desde el comienzo mismo es una situación de desigualdad, la que se va acentuando a medida en que las técnicas son aplicadas y la persona pierde sus referentes tanto exteriores como interiores. El persuador desde el comienzo mismo es el dueño de la relación, el que va manejando los tiempos y las características mediante una manipulación estudiada y con un objetivo claro. La víctima no se percata de esta manipulación ni de lo que en última instancia se pretende de ella, si sucediera eso, quedaría en evidencia el engaño y la finalidad se malograría.

Para decidir si la persuasión coercitiva fue aplicada se requiere un análisis cuidadoso de todas las técnicas de influencia usadas caso por caso y cómo ellas fueron empleadas, el medio usado y el proceso. Recordemos que en este análisis lo importante es captar la forma, el método y no la calidad o validez de las ideas inculcadas, o sea que el contenido ideológico para este tipo de examen es irrelevante.

Un punto a tener en cuenta es  si la persona  retuvo conocimiento suficiente y la capacidad volitiva de tomar la decisión,  para cambiar  sus ideas o creencias,  si adoptó, afirmó, o rechazó esas ideas o creencias por sí sola.

El modelo de persuasión coercitiva, no pretende dar cuenta de las motivaciones profundas individuales del maltratador, ni del contexto cultural o social que lo promueve o silencia. Expresado de otra forma, la violencia de género –la prostitución es una forma de violencia de género- utiliza la persuasión coercitiva como medio posible para conseguir que la víctima permanezca en la relación, pero la violencia de género es en sí un fenómeno aún mucho más complejo.

Tengamos presente que todas las personas son vulnerables a la influencia de la persuasión coercitiva si son expuestas durante un tiempo suficiente, carentes de apoyos afectivos, físicos y de referentes sociales, si se encuentran sin posibilidades  de escapar de la situación y si además de todo esto, son golpeadas, drogadas y  sometidas a prostitución.

En estos casos resulta indiferente  apelar a la historia personal de la víctima, dado que en estas condiciones, cualquiera podría haber sido influenciada con independencia de su pasado. En todo caso,  hay que considerar que sí existe en las mujeres una condición de vulnerabilidad previa definida desde la sociedad misma como es el patriarcado.

Las estrategias de control ejercidas por el tratante o el proxeneta  generan  una serie de emociones  (miedo, amor, culpa, vergüenza, soledad, odio.) las que determinan que la mujer  no pueda abandonar la situación de sometimiento.  Estas emociones, bajo la constante y prolongada acción de la violencia, pueden convertirse  en tonos emocionales de base «impuestos» que se pueden prolongar incluso mucho  más allá de la finalización del maltrato.


Prostituta cansada. Maite Arriaga Arrizabalaga









Culpa-vergüenza



Estas emociones implican una valoración negativa hacia el propio yo, generando un estado desagradable. En el caso de las personas sometidas a prostitución u otro tipo de explotación sexual, esta valoración puede  recaer sobre todo el yo de la persona llevándola a considerar que ya esta manchada, dañada de tal manera que le resultará imposible su reintegro a su familia y a la  sociedad. A esto debemos agregar su miedo  -no pocas veces carente de realidad- de que no será aceptada en su núcleo de referencia.
Estos sentimientos vienen a sellar el proceso, la niña que ha sido llevada a este punto ya se considera sin retorno, sin posibilidad alguna de salir de esa situación de prostitución porque se considera íntimamente dañada. De este modo el sometimiento se ha completado, en adelante, aún cuando pudieran aparecer posibilidades, ella se las negará a sí misma, será una presa sin rejas ni cadenas visibles.

Quienes postulan que la prostitución es un trabajo  y cambian el nombre de quienes están sometidas por el de “trabajadoras sexuales” lo único que hacen es pretender modificar el imaginario social no la situación real. Aún llamándose “trabajadoras sexuales” seguirán atadas por las cuerdas del dominio externo, y lo que también es grave, es que la reglamentación abre la posibilidad a que nuevas niñas sean ingresadas ahora con mayor impunidad, pues será considerado un negocio legal.


Etapas
Sumariamente podemos distinguir dos etapas:
a)       atención, comprensión, aceptación, retención, acción. En la persuasión pacífica el emisor da su mensaje y el interesado toma algo de este, lo profundiza, lo acepta o rechaza. En la coercitiva el emisor “…se centra en la búsqueda  de conversión y adoctrinamiento  del sujeto receptor, lo cual se logra a través de una estrategia de seducción y captación que consta de cinco etapas” [1]

b)      Seducción, captación, conversión, adoctrinamiento, acción.  “Por ello es que resulta inaceptable el planteo de que en los casos de una persona adulta que ha padecido vínculos coercitivos, su consentimiento ha sido totalmente libre. Dicho consentimiento se encuentra viciado  y por lo mismo es completamente nulo….” [2]


Hay personas especialmente dedicadas a la captación de adolescentes para la prostitución. Estas recorren pueblos pequeños o barriadas pobres de las ciudades detectando a quienes serán sus víctimas. En el caso de varones pueden fingir un enamoramiento  a partir del cual iniciarán el proceso ya descripto. Son personas que tienen la mirada puesta en la captación, carentes de empatía. Hay estudios que muestran que incluso tienen cantidad de días estipulados para cada etapa de la seducción hasta la captación, para maximizar las posibilidades y reducir costos.

Las personas sometidas a técnicas de extrema coerción pueden llegar a  sufrir despersonalización persistente y otros síntomas disociativos como por ejemplo: amnesias, comportamientos similares al trance, y entumecimiento emocional; también pueden manifestar flexibilidad cognitiva reducida, regresiones, importantes cambios de valores, actitudes, creencias y sentido del sí-mismo.


El profesional al analizar el tipo de vínculo deberá clasificarlo en virtud de una escala de riesgo que comprende: Alto, Medio o Bajo

La persuasión coercitiva es ampliamente usada en el caso de las llamadas sectas en las que se puede llevar a la persona a situaciones tan graves como a atentar contra la propia vida. Por este motivo no puede ser considerada superficialmente.




[1] Ma. Lourdes Molina “Explotación sexual. Evaluación y tratamiento” Pág. 113
[2]  Op. Cit. Pág. 113







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