DIGNIDAD
Por Alberto B Ilieff
INTRODUCCIÓN
El concepto de dignidad nos interesa por varios
motivos.
Uno de
ellos es porque es el centro insustituible de los derechos humanos. Es el único
principio que puede fundamentar los derechos, aún los básicos como son la
libertad e igualdad.
Otro motivo es que resulta ser también el
fundamento del rechazo a la prostitución y la trata de personas. Cuando se ven
estos dos temas a la luz de la dignidad no quedan dudas, de inmediato aparecen
nítidamente como violaciones a los derechos humanos.
Desde la dignidad, la palabrería tejida
alrededor de estos temas y que busca impactar en la opinión pública y que nos
habla de “derechos”, “libertad”, “elección”, “trabajo”, se muestra
inconsistente al mismo tiempo que deja ver los intereses que esconde.
Esta relación no es nueva, ya en el Preámbulo
del Convenio para la represión de la trata de personas
y de la explotación de la prostitución ajena adoptado por Naciones Unidas en 1.949, con total
claridad se dice:
”... que la prostitución y el mal que la acompaña, la trata de personas
para fines de prostitución, son incompatibles con la dignidad y el valor de la persona humana y ponen en peligro el
bienestar del individuo, de la familia y de la comunidad..”
No hay dudas que el ser humano es
un valor en sí mismo y que por lo tanto carece de precio alguno, que su
integridad psico-física-social y en función de esto, sus derechos sexuales y
reproductivos, su autonomía y su derecho a una vida saludable y con pleno
desarrollo, deben ser respetados y este
respeto es exigible universalmente. También resulta claro que la prostitución y el mal que la acompaña, la trata de
personas para fines de prostitución dañan esta integridad, ponen en riesgo
a la persona y a la comunidad toda.
Si la persona no puede ser
sometida a intereses o fines ajenos a ella misma, ya sea en beneficio del
gobierno, el estado, o una empresa o institución, también es cierto que la
finalidad de un individuo no puede poner en riesgo a la comunidad. Es necesario
en cada situación ir realizando este difícil equilibrio entre lo particular y
lo general.
Estamos en momentos en que este principio
central pretende ser dejado de lado, ser olvidado y considerado anacrónico.
Esto tiene sus motivos interesados pues la dignidad es el único principio que
iguala a todos las/os humano/as y no admite restricciones ni está sometido a
condiciones, no es necesario hacer o dejar de hacer algo para ser
merecedor porque es intrínseco a la
condición humana. Es un límite firme ante el avance de los gobiernos y
totalitarismos, por eso no es casual que su auge haya comenzado en el siglo
pasado, en los años de dos guerras mundiales, de dos bombardeos atómicos, de
los campos de concentración, de totalitarismos y genocidios.
Una fuerte presión se ejerce para poner en su
lugar a la libertad, como si esta fuera original y no estuviera basada
precisamente en la dignidad. Es un intento de llevar al individualismo a su
extremo y avanzar en la destrucción de la idea de comunidad, del mismo modo que
las de nacionalidad, territorialidad, de libre determinación, están siendo
demolidas para imponer una globalización extrema.
Sabemos que la libertad no es absoluta, que
esta sometida a diversas condiciones, que los humanos disponemos de diversos
grados de libertad y que estos no son iguales entre unos y otros. También
sabemos que los mismos que pregonan la libertad son los que cierran las
fronteras, los que impiden la migración de aquellos que buscan un futuro que
los libere del hambre y la muerte, son los mismos que incentivan la xenofobia y
el racismo.
Entonces, ¿de qué libertad hablamos?
Es la libertad de la oferta y demanda, de los
mercados, del libre tránsito de mercaderías y finanzas, de que todo aquello que
proporcione dinero debe ser reconocido y regulado como legal. En definitiva,
estamos hablando de consideraciones netamente económicas, del endiosamiento de
la rentabilidad, de la ganancia y la acumulación del capital donde la persona
humana queda reducida a mero instrumento para la creación de riqueza, la
persona convertida en mercadería.
La anulación del principio de dignidad
implicaría la caída de la igualdad, volveríamos a épocas en que algunos se
creerían con superioridad, con mayor valor que otros, a que la esclavitud
podría ser considerada como una herramienta más, a que la tortura y genocidios
también fueran reconocidos y aceptados.
Podría caber entonces, el absurdo, de que una persona pudiera decidir
darse a otra en esclavitud.
La prostitución en cuanto reduce a la persona a
un objeto para la satisfacción sexual de otro mediante un precio, encarna todos
estos posibles males que he señalado, desconoce
profundamente la dignidad al cosificar, ata a la persona al yugo de la
rentabilidad y la vuelve una variable económica, una herramienta de producción
y al cuerpo la maquinaria de esta fábrica.
El derecho a la dignidad. Ma. Laura Capurro
DIGNIDAD
Hoy es muy común escuchar hablar
de dignidad y ubicarla en distintas actividades o cosas, por ejemplo, se habla
de un trabajo “digno”, de un sueldo digno, de
vivienda, comida, educación digna, etc.
Muchas veces es un uso amplio y
muy poco preciso del término, otras veces es claramente objeto de manipulación
para beneficiar intereses particulares.
La conciencia que tengo de mi
propia experiencia ya me anticipa el concepto de dignidad. La experiencia
comienza en el reconocimiento de que “yo soy”, de mi diferenciación de los
demás humanos y de los animales y cosas del universo, mi existencia es
mía. Yo soy radicalmente otro, lo que me da una identidad definida, y el reconocimiento de mi subjetividad como mía
e intransferible. Me poseo a mí mismo y por eso soy responsable, sólo yo puedo
dar respuesta de mi propia conducta. Todo esto es lo que me constituye
irrepetible, único.
La experiencia de ser origen y
dueño de mis actos implica la experiencia íntima de mi libertad: soy dueño de
mis actos de tal manera que puedo elegir
llevarlos a cabo o no, por eso no acepto la imposición, el autoritarismo,
cuando se me fuerza a hacer lo que no quiero. Esto implica tener la dirección
de mi vida, aún cuando puedo decidir que otro la dirija por mí o aún cuando no
me haga cargo de ella y atribuya a fuerzas externas mis propios actos. Todas estas
capacidades trascienden la esfera puramente biológica. Esta trascendencia es la
que explica la posibilidad de establecer relaciones intersubjetivas, de
conocimiento de lo que me rodea. Es la capacidad de salir de mí mismo para
contactar con las cosas, buscar penetrar sus características, apropiarme de esa
intuición llevándola a mi interior para convertirla en palabras, en ideas que
nuevamente me llevarán a esa realidad para comprobarlas. La persona humana
posee esta intimidad por la que puede interiorizar el mundo y reflexionar, como
un acto de libertad frente a ese mundo y a sí mismo.
Todo esto es lo que supone el concepto
de “dignidad”, la capacidad que únicamente la humanidad tiene de crear su
propio mundo, de conocerlo y actuar libremente, libertad que se manifiesta como
poder.
La libertad no significa que sea
completa y absoluta indeterminación, pues remite siempre al ser libre que le da
sentido y límite, por lo tanto, a la dignidad. La afirmación de una libertad
absoluta llevaría a la negación de la propia libertad. Los condicionamientos de
la naturaleza y la presencia del otro como otras libertades constituyen sus
límites externos.
¿Qué es esta dignidad de la que
hablamos? ¿Qué entendemos por dignidad de la persona humana?
El concepto de dignidad no es
fácilmente captable porque son distintas vertientes y tiempos los que le fueron
dando forma. Desde religiones diferentes y culturas distintas; con el paso de
los siglos ha recibido aportes y modificaciones, por lo que carga con el peso
de una larguísima tradición en la historia del pensamiento. Hoy cuando hablamos
de dignidad, sin darnos cuenta, estamos englobando todos estos sentidos.
Quizá en los primeros
tiempos se ha intuido que la humanidad
posee algo incondicional, un plus, que la hace diferente al resto de quienes
habitan y forman el planeta y el universo. A la vez que es diferente, forma parte
del mundo y lo trasciende. Muestra una
singular capacidad, por su inteligencia y por su libertad, de establecer
relaciones diferenciadas.
Debemos comprender que cada
persona por estar y ser construida en la cultura excede el universo
natural, por lo que solamente puede ser
comprendida integralmente a partir de esta cultura. Su raciocinio, su habla, la
capacidad de crear intelectual y artísticamente, le permiten configurar un mundo con
características propias, una forma de vivir y hacer su historia. Esto es lo que
lo diferencia de los otros individuos y también lo que tiene en común con
ellos. Por esto cada persona es singular al mismo tiempo que universal y esto
es lo que constituye su dignidad y por
esto debe ser respetada.
La persona humana se siente
impulsada a la acción con esta finalidad. Podemos aceptar por tanto que el
valor del ser humano es de un orden superior con respecto al de los demás seres
del cosmos. Y a ese valor lo denominamos "dignidad humana".
Esta intuición de la que venimos
hablando, se concretó en la historia en dos planos: el teórico y el práctico.
El primero trata acerca de las elaboraciones que ha recibido el concepto, el
segundo es la puesta en práctica del principio de dignidad y la abolición legal
de prácticas inhumanas. Entre estos dos planos no hay relación de causa y
efecto, el desarrolló teórico no necesariamente se tradujo y traduce en la
realidad de la vida política.
Con el paso de los siglos se ha
ido afirmando en la sociedad la idea de que todos los hombres, cualquiera sea
su origen, sexo, condición social o edad, poseen una misma e igual dignidad.
La filosofía de los derechos
humanos desarrollada por la Modernidad hunde sus raíces precisamente en esta
misma intuición, ya que su tesis principal consiste en sostener que la dignidad
y los derechos que de ella derivan corresponden al hombre por el sólo hecho de
ser hombre.
En el "Preámbulo" de la
Declaración Universal de los Derechos Humanos (1948) se afirma el
" reconocimiento
de la dignidad intrínseca y de los
derechos iguales e inalienables de todos los miembros de la familia humana”
El art. 1ro expresa:
“Todos los seres
humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos”
El 2do precisa:
“sin distinción
alguna de raza, color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier
otra índole, origen nacional o social, posición económica, nacimiento o
cualquier otra condición.”
En estas pocas líneas queda
plasmada la universalidad del concepto de identidad. Representa un carácter
único perteneciente a la humanidad, insustituible e intransferible,
independiente de cualquier condición, de la situación económica y social, de la
edad, del sexo, de la religión, orientación sexual, etc.
Inmediatamente se relaciona con
el respeto absoluto que se le debe a la persona humana.
Al referirnos a "dignidad humana" y "derechos
humanos" estamos enunciando conceptos universales que trascienden a
cualquier sistema político o social.
El concepto de dignidad en el pensamiento
El siguiente esquema
solamente intenta dar algunos puntos acerca
de lo contenido en el concepto de dignidad, en modo alguno busca dar razón de
los distintos pensadores nombrados ni hacer un listado completo de quienes se
han dedicado a este tema. Sobre todo porque estamos ante un concepto complejo
no solamente por su historia sino por la diversidad de ideas que lo conforman,
a punto tal que muchos pensadores
contemporáneos tienden a rechazar cualquier explicación racional del
fundamento de la dignidad considerándolo “vacío” pues cualquier explicación que
se intente será subjetiva y sometida al momento histórico social. Sostienen que
aunque no pueda ser definida, el concepto debe ser sostenido y defendido.
Podemos preguntarnos si no puede ser enunciada claramente, ¿cómo nos daremos
cuenta cuando la dignidad es violentada?
Estos filósofos nos dicen que será la intuición la que advertirá de
aquellos casos en que la dignidad es desconocida, por eso más que en
definiciones se basan en situaciones
concretas en los que pudiera ser puesta en cuestión.
La visión premoderna era
teocéntrica, la moderna es antropocéntrica, ambas coinciden en considera a la
especie humana como singular respecto de cualquier otra. A partir de la
modernidad la humanidad ya no está al servicio de un dios ni tiene fines
trascendentes, sino que es un fin en sí misma, no un medio.
A pesar de sus diferencias en
cuanto al fundamento, estos dos puntos de vista acerca de la dignidad tienen en
común que otorgan un valor absoluto, de excelencia, al ser humano.
Ya sea por su esencia divina o
por su capacidad de razonamiento, autonomía, o la libertad de hacerse a sí
mismo, aparece desgajado del mundo que lo rodea. Esto implica dos ejes, uno de
ellos hace que la dignidad humana tenga
un alcance vertical, su
superioridad respecto del
universo que lo rodea, y otro, horizontal dado por la igualdad de los seres
humanos entre ellos.
La palabra latina "dignitas",
de la raíz "dignus", significa una grandeza y excelencia por las
que el portador de esta cualidad se distingue y destaca entre los demás, al
mismo tiempo denota el merecimiento de cierto tipo de trato. Así la dignidad se
puede definir como una excelencia que merece respeto o estima.
De este modo la dignidad implica
no solamente una cualidad sino también un trato, una conducta determinada, por
lo que este concepto antropológico nos sirve como base para elaborar una ética.
Al saber que la humanidad es así,
sabemos también que debería ser tratada de una manera particular.
De aquí también resulta clara la
relación entre la dignidad humana y los derechos. Si por su estatuto humano, la
persona merece un trato especial, las características de este trato son las que
se enuncian en los derechos humanos. Por
este motivo, se le debe a la humanidad el acceso a los bienes que favorecen su
realización integral como persona.
En vista de todo esto, es
probable que no haya otro concepto de más importancia para el futuro cultural y moral que el
concepto de la dignidad de la persona humana. Siendo la persona el centro y el
punto de referencia de la sociedad, lo positivo o negativo de una cultura se
mide precisamente por su actitud hacia la persona.
En las culturas antiguas este
concepto estaba aplicado únicamente a aquellas personas sobresalientes y en
muchos casos estaba ligado al cargo que ocupaba la persona. Aún hoy es usado
con este significado: dignatario, la dignidad del cargo. Al mismo tiempo que se
refería a su superioridad indicaba que se le debía un trato especial.
Es con los estoicos que el concepto
de dignidad es extendido a todo ser humano, por estar dotado de racionalidad y,
por ello, ser capaz de penetrar en el orden cósmico y lograr el dominio de sí
mismo.
Ya distinguen entre aquello que
tiene precio y lo que tiene valor o sea lo que tiene dignidad. Consideran que
todo ser humano es un bien cuyo valor no puede cifrarse, porque no tiene
precio. Este reconocimiento universal del valor, de la dignidad de todo ser
humano se manifiesta políticamente en la crítica de los estoicos a cualquier
forma de esclavitud.
Marco Aurelio
Las perspectiva platónica,
aristotélica y estoica, abrieron el camino que siguieron otros pensadores y
convergen en que la dignidad está basada en que la humanidad posee un alma
racional (este pensamiento implica dos tesis que hoy están puestas en
discusión: la existencia del alma, y que el pensamiento sea exclusivamente
humano).
Aristóteles (384-322) dio la
primera definición de persona como “animal racional” o como “animal que posee
razón”.
Fundamento religioso judeocristiano
El concepto de dignidad está
profundamente ligado al de persona. A lo largo de los siglos ha ido
enriqueciendo su significado. En el mundo griego, el hombre no se consideraba
persona, en cuanto que estaba sometido al destino y no podía romper el círculo
de la necesidad.
La noción de persona es un
concepto cristiano que proviene del siglo 3 y toma su nombre del griego
prosopon (máscara). Prosopon era el nombre de la máscara que usaban los actores
en escena con la que tapaban su rostro y permitía que la voz resonara
fuertemente, de ahí que también significara personaje (recordemos las dos
máscaras que representan al teatro entre nosotros).
El concepto «persona» fue poco
utilizado hasta los primeros siglos de la era cristiana, convirtiéndose luego
en un concepto clave para la revelación con el dogma de un solo Dios en tres
personas (Trinidad) y con el dogma de una persona divina en dos naturalezas
(Cristo con una naturaleza divina y otra humana). Para explicar estos misterios
los teólogos recurrieron a la voz griega “prosopon”.
En los primeros siglos de la Iglesia cristiana se
aplicó el término persona para tratar de echar luz al misterio de la Trinidad.
Los Padres griegos en vez del término persona (prosopón) usaron la expresión hypóstasis, traducida al
latín por suppositum o subsistentia, por cuanto indica una realidad objetiva.
Expresan que en Dios hay tres maneras de poseer
la misma naturaleza, estas formas serían la persona (Padre, Hijo y Espíritu
Santo y una única naturaleza divina). En Jesús se da una única persona con dos
naturalezas plenas: la divina y la humana (unio hypostatica).
San Agustín utiliza la palabra persona en el sentido de hypóstasis,
desligándola del término prosopón (máscara). El término persona lo usa tanto
para referirse a Dios como a los hombres.
Para los
Padres de la iglesia la persona tiene las siguientes características:
1) es
existente en sí
2) es sujeto
activo con responsabilidades y derechos;
3) es una
identidad, irrepetible, distinto.
El fundamento religioso
judeocristiano de la dignidad de la humanidad es el hecho de haber sido creada
a imagen y semejanza de Dios, está dotada de un alma espiritual e inmortal,
posee entendimiento y voluntad, por lo que no es algo sino alguien. Se
distingue del resto de la creación, esto le confiere un lugar especial y único
que constituye su dignidad, ocupa un lugar privilegiado, desde el punto de
vista ontológico y axiológico. No hay diferencia de grado entre la humanidad y
el resto del universo, sino de cualidad; hay un salto cualitativo que es el que
nos permite elaborar una ética referida a la humanidad.
La comprensión de la persona como
centro de los valores morales pertenece a la cosmovisión bíblica.
Un hecho importante refuerza
estas ideas y es que para esta religión cristiana Dios ha tomado la condición
humana en su hijo, Jesús, o sea que la Segunda persona de la Santísima Trinidad
ha tomado la naturaleza humana.
Otra idea muy importante es que por la
gracia la humanidad adquiere la dignidad especial de hijo de Dios. Todo
esto la caracteriza de manera muy especial en relación al resto de la creación.
Junto a esto hallamos el
principio del libre albedrío como capacidad humana para autodirigirse, esta
libertad forma parte del concepto de dignidad cristiano.
Para el catolicismo expresamente
la dignidad tiene consecuencias, por ejemplo, respecto al cuerpo humano pues este participa de la dignidad de la
persona y debe ser tratado con el respeto y cuidado correspondientes.
De los principios de respeto a la
persona, reconocimiento de su fin en sí misma y no instrumentalidad, el
cristianismo saca otras consecuencias como por ejemplo:
Principios de No-malevolencia y
de benevolencia: exige que en cada conducta se evite dañar y, por el
contrario, se busque el bienestar a los
demás.
Principio de Doble Efecto: se
debe asegurar que nuestra conducta no
produzca efectos secundarios dañinos.
Principio de Integridad: actuar
en todo momento con honestidad y el respeto debido a los demás y a uno mismo.
Principio de Justicia: tratar a
cada uno de forma similar en circunstancias similares, lo que se aplica a los
diversos tipos de justicia establecidos socialmente.
Principio de Utilidad: si se
puede optar entre dos conductas moralmente equivalentes, se debe elegir aquella
que produzca el mayor beneficio para el mayor número de personas.
Severino Boecio (480-525), influido por Aristóteles
da una definición más precisa de persona, la que es retomada por Santo Tomás de
Aquino y por toda la filosofía
medieval y gran parte de la moderna:
“persona est
naturae rationalis individua substancia”
la persona es una sustancia individual de naturaleza racional. ("De persona et duabus naturis")
Para Boecio
entre todas las sustancias, solamente persona son aquellas substancias
racionales, de este modo establece un principio de dignidad.
Santo Tomás retoma la definición de Boecio agregándole el atributo de relacionalidad. Para
él las Personas divinas son relaciones subsistentes.
La persona es el centro del universo y lugar de los valores
morales. La dignidad humana aparece fundada en la condición de la humanidad de
ser imagen de Dios. Para Tomás cada individuo de naturaleza racional se llama
persona en virtud de su dignidad.
El teólogo franciscano san
Buenaventura presentaba la dignidad como rasgo distintivo de la
persona.
Saltando los siglos y llegando al 20, hallamos que el Concilio Vaticano II en el documento llamado “Gaudium et
Spes” resume lo que el catolicismo entiende por dignidad
“19. La razón más alta de la dignidad humana
consiste en la vocación
del hombre a la unión con Dios. Desde su mismo
nacimiento, el hombre es invitado al diálogo con Dios.”
De este desarrollo ya se pueden
obtener rasgos que se mantendrán a lo largo de los siglos.
Teniendo la sustancia como
significado el ser-en-sí, o sea, no dependiendo de otro, podemos inferir que la
persona es quien se pertenece a sí mismo, que existen en sí y por sí, con una
unidad interna propia, o sea diferente de otros (individuo), por lo que cada
persona es única e irrepetible. El decir “racional” indica no una acción sino
todas las capacidades superiores de la humanidad (inteligencia, amor,
sentimientos, moralidad, libertad).
Por todo esto podemos decir que
ser persona pertenece al orden ontológico, por tanto, no es pasible de ser
adquirida o disminuida como tampoco acepta graduaciones (más o menos persona).
La dignidad implica una
diferencia en el orden del ser que lo convierte en persona y no en individuo.
El Renacimiento del siglo XV
dirige el pensamiento hacia la humanidad, la individualidad, y con ello especialmente hacia la dignidad.
Francisco Petrarca, Juan Luis Vives, Nicolás de Cusa, Marsilio Ficino, Erasmo
de Rotterdam y otros pensadores van haciendo este camino. La expresión dignidad
del hombre se puede hallar en las portadas de libros como el de Pico della
Mirandola (1486) o el de Fernán Pérez de Oliva (1546).
La dignidad se apoya sobre la
libertad y sobre la capacidad de la humanidad.
Pico della Mirandola
Para Pico della Mirandola ( De
hominis dignitate - 1488), el hombre supera todo lo que hay en el mundo;
mientras las otras criaturas sólo pueden desarrollarse a partir de lo que su
propia especie les marca, la humanidades carece de estos límites, para ella todo es posible, no hay frontera
insuperable, es ella misma la que fija sus propios límites y de esta manera
crea su propio mundo. Por esto es capaz de las mayores bajezas como de las más
altas virtudes. La humanidad es un conjunto de posibilidades que va
seleccionando según su inteligencia, por eso la distingue la libertad. Es un
ser racional, capaz de inventarse a sí mismo, de superar la naturaleza, de crear
un mundo de arte y de cultura. Della
Mirandola tiene una visión optimista y esperanzada.
(las filosofías de la finitud
critican esta postura omnipotente de la humanidad, la aceptan para algunos
individuos pero no para toda la humanidad. Ellas partes de una visión indigente
y vulnerable. Otros discuten que el abismo entre la animalidad y la humanidad
no es tal).
Descartes
Para Descartes entre el cuerpo y
el espíritu hay una unión puramente accidental: la persona se identifica a la
res cogitans (cosa pensante), en oposición a la res extensa, que es el cuerpo.
La persona queda reducida a su dimensión pensante y el cuerpo convertido en
parte del mundo exterior, un objeto más entre los objetos, una especie de
máquina movida por el pensamiento. Por esta razón, buena parte de la filosofía
contemporánea, siguiendo el dualismo cartesiano, tiende a hablar ya no del
hombre sino del "yo", del cual la corporeidad no es más que un
elemento accidental. El dualismo es el que ha permitido considerar al cuerpo
como una herramienta para la producción, como un elemento material que puede
ser “usado” para producir beneficios, que puede ser pesado y medido y sometido
a criterios de eficacia y utilidad, este cuerpo no es la persona, es un objeto
más. Este criterio ha llevado a considerar que lo que se le hace al cuerpo o lo
que sucede con este, es independiente de la persona.
La visión cartesiana de la
persona fue desarrollada y radicalizada por algunos pensadores posteriores,
especialmente anglosajones -Locke, Hume. La "conciencia de sí" o la
"memoria" comenzaron a ser considerados como constitutivos de la
persona.
Las distintas concepciones
filosóficas fueron agregando características. La humanidad es autoconsciente,
capaz de conocerse, es un ser racional, capaz de pensar y de amar, de poseerse y de darse libremente y entrar en
comunión con otras personas; capaz de creatividad y de sentimientos,
responsable. En el siglo XX, las filosofías personalistas destacarán el valor
de la relación, de un yo abierto a un tú, del
diálogo.
Lo distintivo es que hay un obrar
específicamente humano que trasciende lo biológico, que es intencional, una
apertura y eso será una característica de la persona.
Immanuel Kant
El pensamiento de Immanuel Kant
(1724-1804) constituye, indiscutiblemente, un hito en la reflexión ética sobre
la noción de dignidad a tal punto que el concepto moderno de la dignidad humana
está estrechamente unido a Kant y a su filosofía. Ha abordado explícitamente el
concepto de dignidad humana y su interpretación sigue siendo relevante. Le da
una entidad basada exclusivamente en las características de la humanidad,
desgajándola de toda idea religiosa, lo que no significa necesariamente
contraposición de conceptos, pues en la
significación profunda ambas ideas tienden a la coincidencia al reconocer a la
persona humana una excelencia que aparece indicada en la dignidad.
La dignidad ha de ser entendida
de manera trascendental, o sea, no vinculada a las cualidades empíricas. Por
eso dice una fórmula kantiana: «Respeta
la humanidad de cada hombre».
Para Kant es por la unidad de la
conciencia a través de todos los cambios como el hombre es una persona, la
persona es identificada a la "posesión del yo", a la unidad del
sujeto pensante.
Con Kant el desvanecimiento de la noción clásica de
persona llega a su cúspide, la noción de "substancia" comienza a ser
vista como cada vez menos apta para definir la persona. El ego de Descartes
todavía era algo real y más aún, era la primera realidad. Con Kant el
"yo" pierde esta última realidad, la persona es reducida al espíritu
por lo que escapa totalmente a nuestro
conocimiento.
Para este filósofo la dignidad es
un valor intrínseco de la persona moral, sin equivalentes. No debe ser
confundida con ninguna cosa, no es mercancía, algo útil, intercambiable o
provechoso. La cosa, aquello que puede ser reemplazado y sustituido, comprado o
vendido, no posee dignidad, sino precio. La dignidad es un tipo de valor
invariable, «valor incondicional e
incomparable», atribuido a las personas, mientras que el precio es un
tipo de valor fluctuante que se atribuye a objetos
materiales, es un valor condicionado y comparativo. Esto implica que la dignidad de una persona
es independiente de su status social, de su popularidad, de sus bienes o
conocimientos e incluso de su «utilidad» social, puesto que estos factores
pueden variar si las circunstancias cambian.
El valor de lo que tiene dignidad es superior a todo lo que tiene
precio.
Cuando a una persona se le pone
precio se la trata como a una cosa, un objeto, una mercancía. Por esto, la
dignidad humana es una cuestión fundamentalmente moral.
Este autor se basa en la
autonomía moral y de su calidad como sujeto, destacando la unicidad y la
no-repetibilidad de cada individuo.
Esta autonomía tiene fundamento
en la facultad de la voluntad de darse a sí misma las reglas,
independientemente de las condiciones externas, lo que implica la capacidad de
conciencia y de legalización. La humanidad en cuanto tiene razón y libertad, es
capaz de hacerse preguntas, entre ellas las morales acerca de lo justo e
injusto, el bien y el mal, y es capaz de elaborar principios, de distinguir
entre conductas y obrar de manera responsable, por eso es imputable. Esta capacidad
indica que las personas son autónomas, capaces de fijar sus propios fines, sus
propias metas, por lo que son un fin en sí mismas, y por lo tanto no están
sujetas a consideraciones exteriores. El
valor de la persona no remite al mercado ni a apreciaciones subjetivas como
podrían ser de conveniencia, de utilidad, satisfacción, etc. Esto significa que la dignidad exige que uno
se pueda considerarse a sí mismo sometido a exigencias morales que sean
razonables para todos y que sean sentidas interiormente.
La autonomía moral es el concepto
central con que Kant caracteriza al ser humano y constituye el fundamento de la
dignidad humana:
"La autonomía, es, pues, el fundamento de la dignidad de la
naturaleza humana y de toda naturaleza racional" (Fundamentación de la metafísica de las
costumbres).
Kant dirá que la persona es un
absoluto moral: la persona es un fin en sí misma y no puede ser tratada nunca
como un medio.
«Si suponemos –dice Kant– que hay algo cuya existencia en sí misma
posee un valor absoluto, algo que como fin en sí mismo puede ser fundamento de
determinadas leyes, entonces en ello y sólo en ello estaría el fundamento de un
posible imperativo categórico, es decir, de una ley práctica. Ahora, yo digo
que el hombre y, en general, todo ser racional existe como fin en sí mismo y no
sólo como medio para cualesquiera usos de esta o aquella voluntad... Los seres
racionales se llaman personas, porque su naturaleza los distingue como fines en
sí mismos, o sea, como algo que no puede ser usado meramente como medio.»
(“Fundamentos de la metafísica de las costumbres”)
La consecuencia de todo este
desarrollo es que toda persona merece respeto. Este respeto implica que debe
ser tratado como fin y nunca como medio, y del mismo modo como quisiera ser
tratado yo mismo. Siempre que las demás personas son tratadas como objetos o
instrumentos se lesiona su dignidad.
Kant lo enuncia con el conocido
imperativo categórico:
“Obra del tal modo que siempre tomes a la humanidad, tanto en tu persona
como en la de cualquier otro, siempre al mismo tiempo como un fin y nunca
solamente como medio" (Kant
“Fundamentación de la metafísica de las costumbres”)
Una persona puede perder su
estatuto cívico o de ciudadano cometiendo delitos graves, pero aún en estos casos no puede privarse de
su dignidad a ningún ser humano.
Como la dignidad debe ser
comprendida como integrante de la humanidad toda, debe atribuirse a todos los
agentes morales, inclusive a aquéllos que cometen acciones indignas. En tanto
yo como el otro somos parte de la humanidad, gozamos de una misma dignidad, por
eso en la medida en que la niego en mí también la niego en el otro, en la
medida en que la lesiono en los demás también lo hago en mí.
La igualdad me obliga a que en
cualquier circunstancia actúe conforme a
lo que exige este respeto pero esto no aparece dado sino que es necesario irlo
construyendo, ir independizándonos de los factores externos e ir adaptando
nuestra conducta, mediante el autodominio, a lo que exige nuestra dignidad y la
de los demás. Esto en definitiva es lo que separa a la humanidad del universo natural.
El concepto de dignidad humana es
una expresión eminentemente ética pues quita al sujeto de lo estricto de la
especie, de la especificidad genética, y
lo lleva a la comunidad de seres morales. La autonomía moral es el concepto
central con que Kant caracteriza al ser humano y constituye el fundamento de la
dignidad humana: "La autonomía, es,
pues, el fundamento de la dignidad de la naturaleza humana y de toda naturaleza
racional" (o.c.)
El concepto de dignidad implica
los de igualdad y libertad. La igualdad exige
paridad, o sea que excluye toda noción de superioridad o inferioridad, e impone
el trato recíproco. Esto implica que al actuar debemos estar concientes que
nuestra conducta se erige como modelo de lo que creemos corresponde hacer y que
aceptamos que los demás actúen del mismo
modo con nosotros.
La conducta no es un acto
individual sino social, en cada una estamos diciendo que esa es la que
consideramos la mejor manera de desempeñarse en una situación.
La libertad implica que si el hombre es un ser
con fines propios, estos sólo pueden ser realizados por decisión personal, por
lo tanto requiere estar exento de la coacción de otros individuos y de los
poderes públicos.
Tenemos que tener en cuenta que ambos conceptos
son relacionales, no se dan en abstracto sino en el intercambio social. La libertad implica falta de coacción
y también, por reciprocidad, no coaccionar a los otros. Implica la posibilidad
de elegir entre varias posibilidades, ahí donde no hay posibilidades de
elección no hay libertad. Por este motivo el esclavo no es libre, no puede
elegir entre ser o no una propiedad, si pudiera elegir, ya no sería esclavo.
Del mismo modo si encaramos el tema de la igualdad, para que este sea posible
es necesario que al menos exista una persona más que yo mismo.
Estas ideas implican la comunidad
de los humanos, es inútil o sería imposible hablar de igualdad o de libertad en
un mundo donde no existieran los otros.
Es común el error de reducir la
dignidad a la libertad entendida como autonomía absoluta, lo cual imposibilita
una recta comprensión de los derechos humanos y quita la posibilidad de
distinguir entre verdaderos derechos y meras preferencias personales. La libertad no significa que sea completa y
absoluta indeterminación pues remite siempre al ser libre y, por tanto, a la
dignidad. La afirmación de una libertad absoluta llevaría a su propia
negación. La libertad nos habla siempre
del ser que le da su sentido y la posibilita, a la vez que la limita, un ser
sometido a los condicionamientos que la naturaleza física impone y a la
presencia de las demás libertades y el descubrimiento de la propia dignidad
personal del sujeto que actúa y de los demás con los que se relaciona. La
libertad si es un valor lo es por la dignidad pues esta exige independencia y
autonomía.
Tal como lo estamos viendo, el
concepto de dignidad se halla inscripto en la humanidad más allá de las
situaciones individuales, o sea que no
depende de capacidades particulares sino
de su naturaleza, y por eso es común a todos los miembros de la familia humana.
Del mismo modo que todo ser nacido humano participa igualmente de la humanidad,
todos poseen una igual dignidad.
Este principio es la regla por la
que puede medirse el grado de evolución cultural, el valor de una sociedad, y
es la marca indicativa de lo que falta por avanzar para su logro.
La historia pasada y aún la
actual nos muestran que todavía estamos lejos de aceptar la dignidad de los
otros, de reconocerlos como iguales. Los nazis excluían a los judíos,
homosexuales, comunistas y otros del estado de aquellos que decían tener una
dignidad propia, durante siglos se negó la dignidad a las personas de piel
color negra y por esto se sentían autorizados a someterlos a la esclavitud como
seres inferiores, del mismo modo a los llamados pueblos originarios, el papel
de la mujer ha avanzado en los últimos siglos, pero todavía no ha llegado a un
pié de igualdad con el del hombre.
La humanidad es, según esta
perspectiva, una realidad absoluta y no relativa. La persona no es un ser que
se constituya por referencia a otro. Lo que genera la condición para que algo
sea fin en sí mismo no tiene meramente valor relativo o precio, sino un
valor interno.
La dignidad debe ser considerada
la piedra basal de los derechos humanos, estos adquieren sentido a partir de
ella como instrumentos de su concreción.
Por eso, los derechos humanos preceden al poder político e incluso a la
sociedad, este, para ser legítimo, debe organizarse a partir y en función de
ellos pues parten del ser mismo de la humanidad.
De este modo los derechos humanos
basados en la dignidad son el límite al poder de los estados. Por lo tanto,
aparecen como derechos inalienables e irrenunciables, en la medida que ningún
hombre puede renunciar desde el punto de vista ético a su propia dignidad como
persona.
La dignidad coloca a la humanidad
en una situación única y especial. La persona no puede ser comparada, medida,
reducida a alguna de sus circunstancias, por esto no puede ser intercambiada o
rechazada aún con el pretexto que se hace en función de otra de igual o mayor
dignidad. Las personas son irreemplazables, no tienen precio sino un valor
inconmensurable en el sentido de que no se puede valorar su excelencia. La
dignidad humana consiste en reconocer que cada hombre es irreemplazable.
(Algunos autores no aceptan la
distinción entre el hombre nouménico y el hombre fenoménico, ni tampoco la
argumentación según la cual el ser humano es un fin en sí mismo, mientras que
todos los otros seres, incluidos los animales superiores, son medios al
servicio de la humanidad. Consideran que Kant es también un exponente del
antropocentrismo occidental de corte cristiano.)
Friederech Schiller
Posteriormente a Kant, el
pensador romántico Friederich Schiller opone a la frialdad racionalista de las
Luces el culto de las pasiones vehementes.
Publica “De la gracia y de la
dignidad” (1793). En esta obra aparece la célebre figura del
“alma bella”. El alma bella es la que, superando la antítesis kantiana entre
inclinación sensible y deber moral, logra cumplir su deber con espontánea
naturalidad, estimulada por la belleza.
El alma bella es la que logra la
síntesis, la que armoniza el instinto con la ley moral.
Relaciona la noción de dignidad
con la idea de fuerza moral, con la capacidad de dominar la naturaleza
instintiva y elevarse en la esfera espiritual. El hombre no es un animal
fijado, ni determinado por la necesidad, sino que tiene capacidad para
distanciarse de dicho mundo y actuar libremente. Esto le confiere la
posibilidad de intervenir y actuar creando su propio destino, cambiando los
acontecimientos y la naturaleza.
Esta capacidad de autodominio
frente a los instintos que eleva la persona a un plano superior lo hace digno.
“Así como la gracia es la expresión de un alma bella, la dignidad lo es
de un carácter sublime.”
“La dominación de los instintos por la fuerza moral es libertad de
espíritu, y dignidad se llama su expresión en lo fenoménico”.
“En la dignidad el espíritu se conduce frente al cuerpo como soberano,
porque tiene que afirmar su autonomía contra el instinto imperioso que,
prescindiendo de él, obra directamente y trata de sustraerse a su yugo.”
De estas frases se desprende que
para Schiller la dignidad es la expresión de un carácter sublime, y consiste en
la supresión de las inclinaciones instintivas.
Para él la inclinación y el deber no coinciden naturalmente, por eso el
alma bella tiene que superar esta contradicción y convertirse en un alma
sublime. Su expresión en el fenómeno es la dignidad. La dignidad despierta el
sentimiento del respeto, impide que el amor se pervierta en deseo.
“La dignidad es expresión de la resistencia que el espíritu autónomo
ofrece al instinto natural.”
Es interesante resaltar el papel
de la libertad en el pensamiento de Schiller. Para este autor la libertad no es el libre albedrío, no es la capacidad
de optar entre alternativas, es la posibilidad de liberarse de esas barreras
que hay en la naturaleza humana. En este sentido la libertad es un esfuerzo, un
resultado al que se llega y no la simple entrega a los deseos y pasiones, a la
realización de los caprichos.
De este modo la dignidad también
es un resultado, no es algo inherente a la humanidad, no tiene valor
ontológico, no participa del ser, sino que se obtiene por medio del hacer, por
eso admite gradaciones. El grado superior es el de aquel individuo capaz de controlar sus actos, de resistir con
serenidad, de colocarse por encima de la necesidad y de las inclinaciones.
Libertad y dignidad van unidas, el humano que alcanza la libertad del espíritu
es el que alcanza la dignidad.
Johan Gottlieb Fichte
Su concepción de la dignidad
humana está íntimamente relacionada con su filosofía del yo (Ich) concebido
como principio de todo. El yo no es un
simple observador de la realidad (el no-yo), sino un actor. Lo que dignifica al
ser humano es el actuar en el mundo. Por lo tanto, el yo es el fundamento de la
dignidad humana, lo que convierte al ser humano en un ser radicalmente distinto
de la naturaleza (no-yo).
En este autor la contraposición
es entre actuar e inercia o inactividad.
La inactividad hace que la persona quede en el plano de la cosa, de la
naturaleza, del «no-yo».
Esta actividad implica a los
otros, la persona realiza en plenitud su dignidad cuando entra en relación con
las demás personas.
El yo es un principio de orden, regularidad y
armonía en la naturaleza, introduce orden en el caos.
Actúa en el mundo como demiurgo,
como un principio ordenador y ahí es donde reside su dignidad especial en el
conjunto del cosmos. De este principio
se desprende que para Fichte la humanidad es totalmente independiente de la
naturaleza, el humano es “simplemente
para sí mismo”
Jürgen Habermas
Uno de los filósofos actuales que
más ha ahondado en el concepto de dignidad
Se aleja del pensamiento
metafísico y se ubica en el plano de la razón dialógica. Su modo de entender la
dignidad se aleja de posturas teológico-religiosas y se aproxima a la noción de
autonomía tal y como la manifiesta Immanuel Kant.
Parte de la idea de que es la
comunidad de diálogo la que debe discernir el valor o la dignidad que tienen
los seres humanos. No parte de una visión de la dignidad como un atributo
intrínseco u ontológico, como algo que se diga del ser, sino como un valor que
se atribuye a una vida en particular por determinadas razones.
Admite que la discusión en torno
a la dignidad humana es una discusión abierta, donde no hay consenso explícito,
pero, desde su punto de vista, toda vida humana es merecedora de respeto, es
acreedora de dignidad.
Considera que sólo puede
aplicarse a los seres morales, a los miembros de una comunidad de seres
lingüística y comunicativamente competentes que buscan resolver sus conflictos
de forma libre, racional y justa. Esta
capacidad moral que es la base de la noción de dignidad humana, es inherente a
la constitución lingüístico-comunicativa de los seres humanos, lo que permite
comprender lo que es bueno no sólo para mí y para nosotros, sino también para
toda la humanidad. Exige la simetría y respeto absolutos.
O sea que la moral consiste en
"tratar a los seres humanos como seres humanos"
Concuerda con Kant en que la vida
humana debe ser tratada con un respeto especial, y tiene que ser considerada
como indisponible e inviolable, o sea, no debe ser instrumentalizada.
Humanismo
En un sentido general llamamos
“humanista” a toda teoría filosófica que coloca a la humanidad como centro,
destaca su valor frente a otras realidades.
Este movimiento aparece en Italia
a finales del siglo XIV y se extiende por Europa durante los siglos XV y
XVI. Se caracteriza por la
reivindicación de la libertad y la dignidad humana y del pensamiento libre de las ataduras de la
religión.
Pico della Mirandola (1463-1494),
Marsilio Ficino (1433-1499), Erasmo de Rotterdam (1466-1536), Luis Vives
(1492-1540), son algunos de los autores más destacados de este humanismo
renacentista.
A partir de este punto con el
paso del tiempo surgieron otras formas como por ejemplo:
.el humanismo existencialista.
. humanismo marxista, entiende a
la humanidad desde el ámbito de la finitud, y reivindica la dignidad y libertad
humanas a partir de la crítica a la alienación.
. humanismo cristiano, que pone
la dignidad humana en su dimensión espiritual y sobrenatural.
. humanismo “transhumano” que
busca la superación de las limitaciones actuales (dolor, enfermedad, vejez,
muerte, limitaciones físicas y psíquicas varias) y lograr así la creación de
una nueva humanidad.
A continuación veremos un ejemplo
de cada uno de estos humanismos.
Humanismo existencialista: Sartre
En primer lugar debemos entender
que para Sartre "el existencialismo es un humanismo", y es
precisamente este el título de uno de sus libros.
Para este pensador el humanismo
implica que la humanidad está constantemente proyectándose y persiguiendo fines
trascendentes y sólo así puede existir; pero esta trascendencia no es una
relación a Dios (su negación de lo sobrenatural es absoluta) o a un plano
suprapersonal, sino que es la misma
subjetividad humana que sobrepasa los objetos, toda
verdad y toda acción implica un medio y subjetividad humana.
La visión netamente humanista atraviesa toda su
obra, no hay apelación a nada que este más allá de lo humano por eso puede
afirmar que “la existencia precede a la esencia, o, si se prefiere, que hay que
partir de la subjetividad”.
Da un paso más adelante al de aquellos
pensadores que, aunque no buscaban fundamento en entidades o valores
extrahumanos, sostenían el concepto de “naturaleza humana”, por ejemplo Kant.
Para Sartre el hombre no posee una naturaleza, sino una condición humana. El
hombre empieza por no ser nada, y se define después: “La existencia precede a la esencia”. O sea que la humanidad no puede ser definida por
ningún concepto. No hay naturaleza, características, valores previos a la
existencia a los que se puede recurrir: “no
hay naturaleza, porque no hay Dios para concebirla”
El mundo escolástico y
mecanicistas estipularon la idea de la esencia, de la naturaleza de manera
estática, inmodificable, mecánica,
afirmar que «la existencia precede a la esencia» significa terminar con
estos puntos de partida que por sí implican también un desarrollo ya pautado,
por otro que parte de la nada y la libertad.
El punto de partida del
existencialismo de Sartre es que Dios no existe, es por ello que no hay
absoluto. Tampoco hay una esencia del hombre, la cual supondría la
presencia de lo absoluto en la dimensión de lo humano. De modo que la
existencia debe preceder necesariamente a la esencia. El ser sólo aparece mucho
después del "impulso" inicial hacia la existencia. Ese impulso es el
propio querer del hombre, una especie de voluntad de existencia, pero que no
tiene razón de ser, precisamente porque el ser arranca de la nada, y antes del
ser no hay nada y, por consiguiente, no hay razón ni "fundamento". No
hay naturaleza humana porque no hay un dios que la pueda concebir ni fijar anticipadamente. La afirmación de que
la existencia precede a la esencia significa que lo humano empieza por existir,
empieza por no ser nada, surge en el mundo y después se define. Es un proyecto,
nada existe previamente, será, no lo que quiera ser, sino lo que habrá
proyectado ser "porque lo que entendemos ordinariamente por querer es una
decisión consciente que, para la mayoría de nosotros, es posterior a lo que el hombre
ha hecho de sí mismo".
Sartre niega la existencia de
Dios y como consecuencia rechaza la idea de valores presentes en algún cielo o
espacio atemporal, por lo que la humanidad es la responsable en determinar
tanto el bien como el mal, no hay moral general que pueda indicar lo que hay
que hacer, no podemos decir a priori lo que hay que hacer.
Por todo esto Sartre dice que la
humanidad esta “arrojada a la
existencia”, no hay un plan, no estamos puestos para algo, no hay intención
divina, no hay sentido previo a nuestra existencia, por esto la vida carece de sentido, es
absurda. El tomar conciencia de esto genera la “nausea”, una sensación que nos impulsa a librarnos del sinsentido.
"Si considero que tal o cual acto es bueno, soy yo el que elegiré
decir que este acto es bueno y no malo"
De este modo llega a identificar
la existencia con la libertad.
Sartre |
Este pensamiento acepta que
vivimos en unas circunstancias, una situación, pero niega la existencia de
determinismos de todo tipo: teológico, biológico, psicológico o social, no hay
poder interno o externo que nos obligue a actuar de una determinada manera.
Somos lo que hemos querido ser y siempre podremos dejar de ser lo que somos.
Este proyecto se realiza mediante
la elección libre, la persona es libertad. Sartre no entiende la libertad como una cualidad que
se atribuye a la esencia del hombre, sino como la posibilidad de hacerse a sí
mismo, no es una propiedad del hombre sino su raíz. Por esto la humanidad es libertad
en la que siempre tiene que actuar. Por esto mismo la humanidad es angustia,
porque nos damos cuenta que siempre estamos eligiendo ser y somos legisladores
que al elegirnos elegimos a la humanidad entera, lo que nos lleva a un
sentimiento de profunda responsabilidad. Los que tratan de rehuir esa angustia
en el compromiso de realizar su vida en la libertad actúan de mala fe.
El reconocimiento de la propia
libertad implica el reconocimiento de la libertad de los otros. La humanidad no
es sólo subjetividad, un ente aislado, sino también intersubjetividad, no hay “yo” sin “tú”. La libertad de cada uno de nosotros se enfrenta a otras
libertades.
La paradoja de estar «condenados
a ser libres», significa que nuestra conciencia no está determinada, que el
hombre no tiene una esencia, sino una conciencia relacional de la que no puede
liberarse. La libertad no es algo que “tenemos” sino algo que “somos” porque
nuestra conciencia es relacional. La humanidad está continuamente fuera de sí
misma, proyectándose y perdiéndose fuera
de sí es como llega a existir la humanidad.
La libertad sartriana no es la
del racionalismo clásico, la capacidad de elegir lo que el entendimiento me
presenta como algo bueno, sino que es la conciencia misma en “situación”.
La situación no es límite sino
condición de la libertad.
La existencia, como la libertad,
es transcendencia porque no se agota en
una esencia cerrada y firme sino
constante elección y creación, en un proyecto. Sólo la muerte transforma mi
existencia en esencia.
Por esto mismo la filosofía de
Sartre empuja a comprometerse en una situación concreta dejando de lado la pura
abstracción conceptual; siempre estamos
en una “situación” determinada y debemos ser responsables (responder a ) de
ella. La neutralidad no es posible. Esto
lleva al sentimiento de abandono, angustia, desesperación, pues no hay nada externo (valores, dioses) de
los que agarrarse y por los que justificarse, todo depende de nosotros mismos.
Esta es la diferencia importante
con la moral kantiana que está regida por la ley, por el imperativo categórico
(“Obra de tal manera que la máxima de tu conducta sea válida para todos los
hombres de todos los tiempos”), en
“situación” no es posible
resolver apelando a principios abstractos.
Si bien no existe una naturaleza
o esencia humana, si hay una “condición humana” que sería la que limita nuestra
conducta y nos permite relacionarnos, está constituida por:
Estamos arrojados en el mundo
Tenemos que trabajar
Vivimos en y con los demás
Somos mortales.
No aceptar que constantemente
estamos eligiendo y creándonos es renunciar a nuestra propia humanidad porque
nos “cosificamos”, nos vemos como una
simple cosa que las circunstancias u otros manejan. Pero Sartre nos recuerda
que ya no hay excusas, que debemos asumir nuestra libertad, y la angustia y el
desamparo que la acompañan porque con cada elección comprometemos a la
humanidad entera.
"el existencialismo suele declarar que el hombre es angustia. Esto
significa que el hombre que se compromete y que se da cuenta de que es no sólo
el que elige el ser, sino también un legislador, que elige al mismo tiempo que
a sí mismo a la humanidad entera, no puede escapar al sentimiento de su total y
profunda responsabilidad".
Para este existencialismo es
incómodo que Dios no exista porque entonces no se puede tener el bien “a
priori”. Todo está permitido si Dios no existe, la humanidad está abandonada.
No hay excusas, aunque se reniegue de ella, la humanidad es libre, es libertad,
está condenada a la libertad. Esta libertad
otorga al hombre una responsabilidad inmensa. No es posible no elegir. Siempre
se elige, incluso cuando no se elige (entonces se elige el no elegir). La vida
no tiene sentido “a priori”. Le corresponde al hombre darle un sentido. El
valor es ese sentido que uno elige.
Por todo esto dice que la
humanidad es angustia, desamparo, desesperación. La angustia es la ausencia
total de justificación y la responsabilidad. El existencialismo hace recaer
en la humanidad la responsabilidad total
de su existencia.
Si no hay Dios, no hay tampoco
esencias, valores objetivos: el hombre debe crear los valores; su
"proyecto" los hace ser y en esto es enteramente responsable: se
encuentra abandonado a sí mismo sin poder apoyarse en nada objetivo; si lo
hiciera, sería de mala fe y dejaría de ser libre.
Esto es lo que constituye la dignidad humana:
la persona empieza por existir y se lanza al porvenir, se proyecta de manera
conciente, será, se construye, de acuerdo a lo que ha proyectado ser. La
dignidad humana está en su libertad, que es la categoría antropológica
fundamental, y gracias a la cual el hombre siempre trasciende de su situación
concreta, aspira al futuro sin estar determinado por su pasado o por las
circunstancias, se traza metas y a
partir de ellas va construyendo su ser; de ahí que el existencialismo sea
también una filosofía de la acción, las personas se definen por lo que hacen.
“Es también lo que se llama la subjetividad, que se nos echa en cara
bajo ese nombre. Pero ¿qué queremos decir con esto sino que el hombre tiene una
dignidad mayor que la piedra o la mesa? Pues queremos decir que el hombre
empieza por existir, es decir, que empieza por ser algo que se lanza hacia un
porvenir, y que es consciente de proyectarse hacia el porvenir. El hombre es
ante todo un proyecto que se vive subjetivamente, en lugar de ser un musgo, una
podredumbre o una coliflor; nada existe previamente a este proyecto; nada hay
en el cielo inteligible, y el hombre será, ante todo, lo que habrá proyectado
ser.”
Por esto la persona es responsable y no de sí
misma solamente sino de toda la humanidad:
“cada uno de nosotros es elige….al elegirse
elige a todos los hombres” “eligiéndome elijo al hombre”
La dignidad humana implica la
superioridad sobre los objetos
materiales porque está constituida
"por valores distintos del reino material, precisamente por esto
el hombre no está encerrado en sí mismo, sino siempre presente en un universo
humano". "No tiene otro
legislador que él mismo…”
El hombre es angustia porque se sabe
responsable de su elección: “estoy obligado a cada instante a hacer actos
ejemplares”.
El camino de la persona como la
moral son como obras artísticas dirigidas por la creación, a priori no se puede
saber qué hay que hacer ni su resultado
solamente pueden ser apreciadas una vez terminadas, es creación desde la nada a
cada instante. La moral es una invención
humana.
Humanismo marxista: Marx
Es importante tener en cuenta la
relación conflictiva de Marx con la moral y con los derechos humanos y, en lo
que hace a nuestro tema, vale resaltar que en esta controversia el tema de la
dignidad aparece como un fondo estable del que el filósofo no ha renegado.
Quienes abordan la obra de Marx
suelen oponerse y no concordar pues no existe un único Marx no solamente por
las distintas épocas de su pensamiento sino también por la complejidad del
mismo, por ejemplo, en el Manifiesto Comunista si bien descalifica a la moral
como prejuicio burgués, por convertir a la “dignidad” en un valor de cambio,
este enunciado mismo ya implica una postura moral. Y esto es lo resaltable en
relación a nuestro tema, el filósofo puede echar por tierra toda la moral
burguesa pero sostiene, rescata la idea de la dignidad humana.
Si crítica al capitalismo como el
causante de los males sociales es para apuntar, praxis mediante, a una nueva
sociedad en la que estos desaparezcan y la humanidad se libere de la opresión y
explotación y se reencuentre con su dignidad.
El capitalismo enajena al
trabajador y lo deshumaniza convirtiéndolo en simple objeto o mercancía
sometido a la explotación que le impone el capitalista al forzarlo a vender su
fuerza de trabajo y apropiarse de la plusvalía que crea.
Sin embargo, aunque a lo largo de
la obra de Marx predominan los pasajes que permiten asegurar en ella un lugar a
la moral, no puede negarse que existen otros que lo niegan, poniéndose así de
manifiesto la contradicción señalada.
El centro de la cuestión acerca
del marxismo y los DDHH estriba en que
mientras que la visión marxista esta centrada en lo social o comunitario, la
visión liberal de la que surgen nuestros derechos occidentales, esta basada en
lo individual.
Cuando hablamos de derechos
humanos nos estamos refiriendo a una clase especial de derechos que se
caracterizan por ser preexistentes o anteriores a las leyes positivas. Esto
implica el reconocimiento de una fuente previa y diferente a la legislación de
los estados; este origen puede ser la dignidad humana, la naturaleza humana o
Dios. En cualquiera de estas concepciones lo importante es que es una fuente
distinta a la autoridad del estado, y al contrario, este es el que debe
ajustarse, conformarse a esa base para no resultar injusto o arbitrario.
Marx en la “Cuestión Judía” dice
que los llamados “derechos del hombre” deben diferenciarse de los derechos del
ciudadano, aquellos
“…son los derechos del miembro
de la sociedad civil, es decir, del hombre egoísta, del hombre separado del
hombre y de la comunidad”
Considera que los derechos
proclamados en la declaración francesa entienden a la persona replegada sobre sí misma como una mónada
aislada, no reposan en la unión de la persona con la persona, no atienden al
resto de la humanidad, por ello son el derecho al egoísmo, reducido a su
interés privado y a su arbitrio particular, separado de la comunidad.
El verdadero hombre es el social,
el hombre colectivo, por eso sólo transformándose en sociedad y desapareciendo
como individuo, podrá el hombre emanciparse integralmente, y para esto es
necesario romper con la división impuesta entre vida privada y vida social.
Desde esta visión, los derechos humanos liberales al apuntar al individuo
constituyen otra forma de alienación.
Desde el marxismo una postulación
de DDHH sería imposible dado que el individuo no es una entidad autónoma y
capaz de determinar libremente su conducta porque la unidad es la sociedad y no
es libre pues está formado por relaciones sociales de las que no es responsable, por lo tanto,
difícilmente puede ser sujeto de derechos.
Asimismo porque el marxismo tiene
una visión positivista del derecho que niega la existencia de cualquier
instancia no surgida del poder estatal, el que a su vez esta determinado por
las relaciones de producción económica,
no podrían existir unos derechos humanos previos a los que el estado
debería ajustarse. Para el marxismo los DDHH liberales son una posición
reformista que tratan de corregir o reformar las estructuras injustas, y por
esto, en última instancia, sancionan lo ya existente.
A este resultado también lleva
que el marxismo es una teoría y práctica revolucionaria que niega al derecho como
elemento social permanente. Marx concibe a la sociedad futura sin clases
sociales en la que el derecho ya no existirá dado que estará determinada por “cada uno según su capacidad, a cada uno
según sus necesidades”
No es menor el dato de que el
derecho actual es netamente individualista y emergente de las condiciones
sociales.
Al ser la sociedad el todo, desde
el marxismo el concepto de responsabilidad personal y el de protección jurídica
en tanto que individuo carece de sentido. Es modificando las condiciones
sociales, cambiando la sociedad como los individuos, que pertenecen a la misma,
lograrán su liberación.
El humanismo esta en el centro
del pensamiento de Marx, a diferencia de la
concepción teológica y formal, este pensador sienta sus bases y parte de
las condiciones de vida de las personas en cuanto personas y no de
abstracciones, por eso toma en cuenta el
tipo de relaciones económicas, políticas y culturales que las
determinan.
Estas condiciones de vida son
siempre históricas, las sociedades humanas van evolucionando y esto genera que
se den relaciones distintas entre los grupos.
El humanismo marxista está
íntimamente ligado a la transformación social, a la construcción de una nueva
sociedad, a la humanización de las relaciones entre las personas. Para Marx el
papel de la filosofía es claro y se halla íntimamente ligado a este planteo de
cambio social. La tarea filosófica ya no será la del pensar desgajado del medio
social, sino que debe convertirse en práctica, ponerse al servicio del hombre concreto
para liberarlo de las alienaciones a las que se ve sometido. Para eso debe ocuparse del mundo real, de la
realidad empírica y material, para sentar las bases de la transformación activa
de esa realidad. Por eso integra la praxis como elemento principal de la
filosofía.
A la par que la humanidad va
construyendo esta nueva sociedad, se va también construyendo a sí misma porque
el individuo es un individuo social en medio de condiciones sociales. Es a
partir de estas condiciones que se puede definir al individuo. De este modo
Marx lo saca del encasillamiento
biológico-naturalista y lo ubica como ser social, histórico, consciente,
reflexivo y racional.
La visión que tiene Marx acerca de las personas la podemos dividir en tres
aspectos principales: su condición netamente material, rechazo a los dualismos; su condición de trabajador que
implica estar en contacto con el medio al que modifica; su carácter social, la persona es netamente
social por eso más que el individuo lo que interesa es la agrupación, la clase
social.
El concepto de material no
implica algo inerte, sino por el contrario algo de gran movilidad y capacidad
de modificación. Por eso para Marx la persona
no está dada de manera definitiva sino que es una realidad abierta y
dinámica, capaz de desarrollo. De aquí también a su rechazo de una “esencia”
porque eso implica algo dado e inmutable. La humanidad es capaz de hacerse a sí
misma al producir sus medios de subsistencia y modificar la sociedad en que se
halla.
Esta historicidad de la persona
tiene dos matices, el primero indica que la persona se hace en la historia o es
hecha por ella, el segundo es que somos protagonistas y construimos esta
historia.
Todo esto también implica que la
persona siempre está en situación, en la historia, no es un ser abstracto
ideal, sino concreto, en medio de un conjunto de relaciones sociales, lo que
nos lleva a determinar que siempre estamos conectados a los otros, a nuestra
sociedad.
Esto nos lleva a dos momentos que
en la práctica deben ser uno, el pensamiento acerca de la realidad social y su
transformación. Es en la praxis en que se hace el camino de autoconstrucción y
de liberación de la opresión, de recuperación de la alienación.
En Marx la noción de trabajo es
clave, el trabajador y sus condiciones son el centro de su desarrollo. La persona es, ante todo, un ser trabajador.
El trabajo es la condición básica y esencial de la vida humana. Mediante él, el
hombre transforma la naturaleza y se construye a sí mismo.
El trabajador no es un valor en
sí mismo, sino que es la fuente creadora del
valor. Desde este punto de vista
el pensamiento marxista no es economicista sino que prevalece una concepción ética personalista
profundamente antropológica.
Su dignidad es inseparable de su
corporalidad e irreductible a lo estrictamente pensante o hablante, trasciende
todo horizonte de comprensión o sentido históricamente determinado. La dignidad
se halla a partir del propio cuerpo, más allá de la capacidad de pensar y
pensarse, más allá de la palabra.
En el sistema capitalista la
persona es convertida en objeto, en
medio, instrumento del propietario de los medios para la producción de bienes.
En el trabajo, el hombre es elienado, no es dueño de sus propia capacidad de
creación ni de los objetos que resultan de su trabajo, que se convierten en ajenos y llegan a
dominarlo. Su corporeidad, sus necesidad, deseos, placer y desarrollo personal,
en definitiva, su dignidad, son ignoradas.
Al trabajador es negado como fuerza de trabajo y convertido
en una mercancía más, sometida a la lógica capitalista que es la de la máxima
obtención de plusvalía.
Esta fuerza de trabajo (entendida
como el valor social promedio de los medios de subsistencia del trabajador, o
sea, el trabajo promedio requerido socialmente para la reposición de las
fuerzas vitales del trabajador, desgastadas en la jornada laboral) es una
categoría perversa porque significa la cosificación, la cuantificación, de la
persona, por lo tanto atenta contra su dignidad.
La plusvalía es trabajo
objetivado, no retribuido bajo el capitalismo. El esfuerzo y desgaste físico es
apropiado y por lo tanto enajenado de la corporalidad, por eso el trabajador es
convertido en un abstracto, es despersonalizado, descarnalizado y enajenado de
su propia humanidad. La despersonalización obedece a esta relación de dominio y, por ende, de
enajenación de su corporalidad misma.
Romper con este dominio significará la liberación de la persona, de la
humanidad, de su sensibilidad- corporeidad
Al hablar de corporalidad Marx se
aleja de esquemas idealistas y solipcistas, porque la sensibilidad, la
necesidad y el placer nos remiten inmediatamente a otro/a, a la sociabilidad,
lo que nos lleva inmediatamente a su
visión interpersonal y comunitaria.
Para el capitalismo la relación
fundamental es entre individuos
considerados como mónadas aisladas, en el marco de una relación
contractual. Se trata de un individuo abstracto, desligado de vínculos y que se
relaciona mediante contratos en base a su libertad y voluntad libre y autónoma al margen de toda
relación interpersonal. Esta relación entre individuos está marcada por la
hostilidad de mercado, la rivalidad económica en la que los intereses netamente
egoístas se contraponen tratando de obtener la mayor ganancia en detrimento del
otro. De este modo se constituyen relaciones sociales perversas, de
sometimiento que atentan contra la dignidad humana.
Al contrario, para Marx la
persona siempre está situada en el interior de una comunidad. En el mundo
socialista la comunidad estará fundada en el desarrollo del individuo y la
consideración de la productividad en términos comunitarios.
¿Qué sería para Marx una relación
que tuviera en cuenta la dignidad humana?
Serían relaciones dónde el
dominio estaría ausente, las personas se reunirían para satisfacer sus
necesidades sociales, consensuarían la producción de bienes, mantendrían
armonía con el medio ambiente. Propendería a un hacer autodeterminado y con
libre cooperación, en libertad, donde todos seríamos sujetos de lo que hacemos.
Estarían reducidas al mínimo las
fuerzas de trabajo y en las mejores condiciones, donde existiría un
reconocimiento ético interpersonal y a la vez de dependencia respecto de la
naturaleza. Esto les permitiría trabajar lo necesario para cubrir sus necesidades y aumentar el tiempo
destinado al desarrollo de sus facultades humanas.
La propuesta de Marx no es
reducir la explotación, no es una cuestión cuantitativa sino cualitativa, es la
desaparición de la alienación que lesiona a la dignidad humana y el logro de la
autodeterminación.
Humanismo cristiano: Gabriel Marcel
Para Gabriel Marcel la persona y
la dignidad no pueden ser objetos de pensamiento racional porque no pueden ser
tomadas como objeto a analizar, porque ambas son un misterio.
Distingue entre misterio y problema.
“Distinción entre lo misterioso y lo problemático. El problema es algo
que se encuentra, que obstaculiza el camino. Se halla enteramente ante mí. En
cambio, el misterio es algo en lo que me hallo comprometido, a cuya esencia
pertenece, por consiguiente, el no estar enteramente ante mí. Es como si en
esta zona la distinción entre en mí y
ante mí perdiera su significación”. ( Diario Metafisico, Editorial Guadarrama, Madrid, 1969)
La persona es parte en cuanto es misterio y a su vez el misterio
la trasciende, por este motivo no puede
pensarlo como un objeto más, no puede ser encarado y resuelto
lógicamente como si fuera un problema.
Al misterio solamente se puede
acceder mediante la experiencia la que necesariamente superará al lenguaje
objetivo. Esta experiencia directa implica la abolición del yo frente y
diferente del objeto; se trata de una captación directa que excede las
clasificaciones y palabras y a la que se llega mediante el recogimiento. El
recogimiento es una característica de la persona, aquella que le permite
penetrar en su propio interior, a partir de la cual la persona es capaz de
trascenderse.
Como consecuencia, la dignidad
también queda en este ámbito del misterio
Para Marcel la persona es un ser encarnado, en el que se
da la más estrecha unidad cuerpo-alma. Esto lo expresa con la frase:
“yo soy mi cuerpo”.
No implica una visión
materialista en que la persona se reduzca a su mera corporalidad, la parte
espiritual sigue siendo la clave en este pensamiento. Es el cuerpo el que le posibilita
estar en el mundo y en situación, lo que implica una íntima relación con las
cosas y las otras personas. Para Marcel no es posible hacer filosofía sin
llevar a cabo un examen fenomenológico de las situaciones.
En relación con la persona Marcel
elabora una serie de conceptos que no buscan definirla sino que implican rasgos
de lo que constituye a la persona: disponibilidad, dación o don,
responsabilidad, compromiso, apertura, intersubjetividad, presencia, vocación,
respuesta, llamada. Estas no son categorías separadas sino estrechamente
vinculadas, relacionadas entre sí, de tal modo que una remite a la otra y
solamente pueden ser entendidas en esta relación.
A partir de la “disponibilidad”
se define a la persona como abierta, accesible, abierta, dispuesta a…Esta
disponibilidad esta siempre dirigida a los otros, implica una relación yo-tú, y
en última instancia implica la apertura a Dios como el Otro. Desde este punto de vista no acepta la
definición de la persona como ser racional como definitoria, sino que debe ser
completada por esta otra que implica la disponibilidad.
Para Marcel no existe una esencia, una persona
dada, sino que se va construyendo juntamente con los otros, es concebida
como algo donante que se tiene que hacer participando con las demás existencias
que le rodean. Por esto, el sujeto no es
completamente de sí mismo, sino que debe llevar una vida concreta que lo
desborde y lo lleve al corazón de su ser y en última instancia al ser que lo
trasciende, Dios.
En última instancia la persona
solamente puede ser comprendida acabadamente en referencia a Dios pues es imago Dei.
Es a partir de esto que aparece
el concepto de dignidad humana, la
persona humana va más allá de sí misma, es una apertura a la trascendencia pues esta creada a imagen de Dios y, por lo tanto, está
más allá de su utilización o cosificación. De este modo la persona es
constituida en sagrada por esta posibilidad de abrirse, de estar
disponible, a la experiencia de lo
trascendente que es el mismo Dios.
En esto consiste ser persona, su
dignidad y la base de los derechos humanos. Para Marcel sin este fundamento
hablar de dignidad o de derechos humanos, es un simple juego de palabras.
Por este motivo para Marcel
nuestro mundo tecnológico, en la medida en que vuelve a la persona esclava de
su propia creación, que la convierte en un objeto manipulable capaz de ser
usada y obtener de su trabajo utilidad, se opone a la dignidad humana. La integridad personal y la dignidad son
inseparables.
El transhumanismo (H+)
El transhumanismo
es un pensamiento surgido en la última
década del siglo XX que postula la
superación del ser humano actual, en sus capacidades físicas y psíquicas, lo
que originará otra humanidad, la
posthumana.
Todavía es muy
temprano para hacer un análisis de esta propuesta porque todavía esta en pleno
desarrollo, las corrientes internas son
varias y los problemas que van surgiendo no están suficientemente delineados ni
cuestionados en el propio pensamiento.
De todos modos nos interesa bosquejarla porque tiene relación directa
con la ideología que a partir del capitalismo neoliberal se impone: el
individualismo, el racionalismo materialista que prescinde de ideas tales como
los valores y reduce la creación espiritual o los sentimientos a simples efectos
de la materia.
Cala de manera
profunda en el tema que nos convoca en este artículo pues apunta a una
concepción determinada de la naturaleza humana, la persona y de la dignidad.
Confirma la idea
de que el concepto de “dignidad” molesta porque es un tope a los gobiernos, a
los poderes y a la “libertad de mercado” para la que los negocios son la
prioridad y única justificación de la conducta humana.
Representantes de
este pensamiento son Nick Bostrom, J. Harris, R. Naan, G. Stocky J. Savulescu.
Hablar de transhumanismo
(cuyo símbolo es H+) no es solamente decir de una etapa superadora de “lo
humano”, sino de la constitución de un ser diferente. Es el camino hacia el
logro de ese ser tan diferente que solamente podrá ser definido como posthumano
por aquellos que obtengan esta posición, serán aquellos que romperán con esta etapa del desarrollo
que nosotros somos.
Ya el
perfeccionamiento humano no pasa por la profundización moral, por lo
espiritual, por algún tipo de trascendencia, no importa a qué llamemos con ese
nombre. Para esta línea de pensamiento el perfeccionamiento esta dado por las
tecnologías.
El concepto
“transhumanismo” fue introducido por Julian Huxley en 1927:
“la especie humana puede, si lo
desea, trascenderse —no sólo esporádicamente, un individuo aquí de una manera,
otro allí de otra forma— sino en su totalidad, como humanidad. Necesitamos un
nombre para esta nueva creencia. Quizás Transhumanismo pueda servir: el hombre
sigue siendo hombre pero transcendiéndose, a través de la realización de las
nuevas posibilidades de y para su naturaleza humana”.
Quizá en inspirado en las ideas de su hermano,
el escritor Aldoux Huxley publicó “Un mundo feliz” en el que se habla de una
sociedad ideal en el que todos sus habitantes son felices. Para el logro de
este objetivo se utilizan todos los
medios de la ciencia y la técnica y
también las drogas. En esta novela
escrita en 1932 aparece la dependencia a lo externo, al consumo, pues los
habitantes de este mundo feliz para serlo, deben recurrir necesariamente a una droga sintética: el Soma.
Para la Asociación
Transhumanista Mundial (World Transhumanist Association) el transhumanismo es
un modo de pensar sobre el futuro basado en la premisa de que la especie humana
en su forma actual no representa el punto final de nuestro desarrollo, sino más
bien una fase comparativamente temprana
Dado que su
interés primordial es la superación de los seres humanos en general y de los
individuos en particular, se consideran dentro del lineamiento humanista.
De esta idea
transhumanista surgen dos puntos claros, el primero es que la trascendencia depende únicamente de la
humanidad, es una tarea que se debe llevar a cabo, es un trabajo, no una dádiva
de algún dios ni producto de la naturaleza; el segundo, que implica la
realización de nuevas posibilidades. Es aquí donde el concepto deja de significar la superación de la humanidad
en virtud de la gracia y la acción de Dios, del cumplimiento de determinadas
normas morales, del ejercicio de la propia autonomía, de asumir la propia
responsabilidad por los actos llevados a cabo, y pasa a ser la superación por medio de la tecnología como
obra puramente humana. Su énfasis está centrado en el potencial de “llegar a
ser” del que disponemos.
Uno de los
exponentes más importantes del movimiento transhumanista contemporáneo, Nick
Bostrom dice:
el transhumanismo es “el movimiento intelectual y cultural que afirma la posibilidad y el
deseo de mejorar, en modo fundamental, la condición humana a través de la razón
aplicada, especialmente por medio del desarrollo y la larga puesta a
disposición de tecnologías para eliminar el envejecimiento y potenciar
grandemente las capacidades humanas intelectuales, físicas y psicológicas”.
“un movimiento cultural,
intelectual y científico, que afirma el deber moral de mejorar la capacidad
física y cognitiva de la especie humana y de aplicar las nuevas tecnologías al
hombre, de manera que se puedan eliminar los aspectos no deseados y no
necesarios de la condición humana como el sufrimiento, la enfermedad, el
envejecimiento e incluso, el ser mortales”.
Es aquí donde
aparece con total claridad la meta: “la
superación de las limitaciones humanas a través de la razón, la ciencia y la
tecnología”
Gracias a la
tecnología el transhumano obtendrá
capacidades físicas, intelectuales, psicológicas mejores que las de un ser
humano normal, pero todavía será la transición, el camino hacia el posthumano.
Este último es concebido como un ser tanto “natural” como artificial, con vida superior a 500 años sin
deteriorarse, un cuerpo fabricado a medida, del que podrá hacerse copias, sus
capacidades cognitivas duplicarán las capacidades máximas de un ser humano
actual, tendrá el control de todos los estímulos sensoriales y no sufrirá a
nivel psicológico pues ejercerá un control emocional total, tendrán una
capacidad más grande para el placer, el amor, la apreciación del arte y la
serenidad; experimentarán estados de conciencia que el cerebro del humano
actual no puede siquiera sospechar.
Esta superioridad
será de tal envergadura que eliminará
cualquier cercanía entre el ser humano y el posthumano, este último será completamente distinto, más perfecto que el ser humano y el
transhumano. El posthumano es un ser futuro cuyas capacidades básicas exceden
radicalmente las de los humanos actuales hasta el punto de que no pueden ser
calificados de ningún modo como humanos según nuestros criterios.
Por este motivo
plantean la necesidad de desarrollar al máximo la investigación en nuevas
tecnologías y rechazan cualquier limitación o prohibición de su uso o
desarrollo. Sostienen el derecho moral de utilizar los métodos tecnológicos,
por parte de aquellos que los deseen, para potenciar las capacidades físicas e
intelectuales y para aumentar el nivel de control sobre su propia vida.
Se apoyan
principalmente en las llamadas cuatro tecnologías identificadas por sus
iniciales NBIC: nanotecnología, biotecnología, tecnologías de la información,
tecnologías cognitivas.
Según estos pensadores nos encontramos en un
momento especial en el cual ya estamos en condición de cambiar nuestra
naturaleza por medio de las biotecnologías. Algunos de sus expositores dicen
que ya estaríamos en el camino transhumano en la medida en que intervenimos en
nuestra materialidad mediante los
psicofármacos, los medicamentos para mejorar el tono muscular, la ingeniería
genética, aplicaciones de la biónica (artefactos mecánicos que se integran en
el cuerpo, por ejemplo para sustituir un miembro amputado). Esto podría
ampliarse en la curación de enfermedades desde el interior del propio cuerpo
con nanorobots.
Un ejemplo
concreto de este pensamiento es el de la paternidad. El transhumanismo
considera que los padres tienen el derecho de conseguir los mejores hijos
posibles, esto se ha llamado eugenesia liberal.
Se logra mediante
dos caminos:
1-eugenesia
negativa: consiste en la eliminación de los embriones o fetos que presenten
alteraciones genéticas o malformaciones. Su fundamento es obtener el mejor
individuo capaz de alcanzar el mejor estándar de vida.
2- eugenesia
positiva: consiste en la obtención del sujeto mejor logrado mediante la
modificación genética de los embriones humanos para
crear “bebes de diseño”.
Para estos autores
la naturaleza humana está constituida por materia y la persona por conexiones
neuronales.
De este modo,
cuando seamos capaces de comprender los procesos materiales podremos
controlarlos y de esa manera modificar según nuestra voluntad el funcionamiento
cerebral, logrando así controlar a los seres humanos. Esta intervención
implicará la modificación de la naturaleza humana, por este motivo ellos
sostienen que carecemos actualmente de la posibilidad siquiera de imaginar cómo
será el posthumano.
La manipulación de
los procesos cerebrales permitirá una nueva psicología libre de malos
recuerdos, traumas, frustraciones, abierta a la felicidad, incapaz de sentir
dolor psíquico y libre de sentimientos negativos.
Este proceso
mental podrá ser escaneado, captado y llevado a otro soporte, como puede ser
una máquina, así el aparato se constituirá en un ser inteligente. La persona
convertida en proceso se habrá independizado de la materialidad humana y podrá
ser extensiva a animales o soportes no biológicos.
De este modo la
persona no es el ser con capacidad subjetiva sino la subjetividad vuelta
independiente de su soporte. Un punto importante en relación a nuestro
desarrollo es que el transhumanismo no hace diferenciación entre seres humanos,
inteligencias artificiales, animales o posibles seres extraterrestres.
Como puntos
fundamentales de la teoría transhumanista se pueden considerar tres:
1) una gran
confianza y optimismo en las posibilidades de la ciencia
2) la naturaleza humana, reducida a pura
materia
3) la mente humana, reducida a simples
conexiones neuronales.
El cuadro general
presenta, por lo tanto, una idea de la ciencia como algo absoluto, en la cual
los genes y las neuronas desempeñan toda actividad.
La visión
antropológica que tienen es materialista, mecanicista, el cerebro y sus
informaciones se pueden reducir a la sola materia. De este modo toda la
subjetividad, la experiencia humana es concebida como proceso físico cerebral,
de modo tal que si este puede ser por algún medio tecnológico captado y se lo
pudiera trasladar por ejemplo a una computadora, se lograría crear una máquina
con partes humanas, “máquinas superinteligentes” o distintas combinaciones entre una parte cibernética y otra parte
orgánica, los llamados “cyborg” (cybernetics organism).
El hombre, es
considerado como un mecanismo material complejo, que funciona como una máquina
en base a conexiones neuronales, porque
en definitiva, para estos autores el hombre es su cerebro. Por eso la
importancia de entender su funcionamiento y poder intervenir en el mismo
mediante la tecnología para producir los cambios que se quieran. De este modo
se fija como principio un materialismo mecanicista.
A su vez lo fundamental
del cerebro está dado por su capacidad racional, o sea que la racionalidad es
lo que fundamenta el hecho de ser persona ( fetos, embriones, discapacitados
privados del uso de razón, las personas en estado vegetativo o en coma no lo
serían). O sea que la persona se define como aquella que efectivamente razona. De este modo, si se logran máquinas
superinteligentes, también podrán ser consideradas personas.
Desde esta
perspectiva es ilógico hablar de una “naturaleza humana”, o de establecer una
ética.
La idea de
dignidad en el transhumanismo sigue las líneas planteadas. Debemos tener en
cuenta que para estos pensadores la persona esta dada por la racionalidad en
funcionamiento, y esta responde a la materia, por lo que tenemos una misma base
con el resto del universo, no habría, entonces, en el humano ningún tipo de
diferenciación respecto de otros organismos y cosas. Desde esta postura no
existe ninguna dignidad ontológica, intrínseca a todo ser humano en cuanto tal.
Hasta este momento, la diferencia a su favor que tiene la humanidad es que
cuantitativamente es más inteligente y compleja que los animales y máquinas,
pero, siguiendo el hilo de los argumentos transhumanos, podrá llegar el momento
en que esta diferencia a favor se pierda. Por este motivo se ha llegado a
considerar que la idea de dignidad debería ser eliminada del todo la discusión por ser un concepto vacío e
inútil.
La eliminación de
esta idea desde un punto de vista lógico resulta, si se quiere, necesaria. Si
se pretende hacer manipulación genética, “descartar” embriones o fetos que
presentan anomalías, e incluso se ha llegado a hablar de infanticidio en casos
similares de alteración, la “dignidad” complica el cuadro, sostenerla obligará
a tener que argumentar y mucho, a determinar los parámetros que hacen que
alguien sí sea digno o quién no. De este modo de ser un principio constitutivo
de la humanidad pasaría a ser una calificación otorgable, algunos serán los que
determinaran quien es digno.
En su lugar
colocan conceptos como “calidad de vida”, entendida en sus propios términos, no
enfermedad, control absoluto de las emociones, carencia de dolos psíquico,
prolongación de la vida, desarrollo increíble de la inteligencia, control de
los procesos cerebrales, lo que en el fondo nuevamente nos lleva a la
racionalidad.
De este modo
también el concepto de igualdad deberá ser eliminado, ya no tendrá sentido
hablar de la igualdad de los derechos, si no hay un fundamento que nos hace
intrínsecamente iguales, si no es posible reconocer que todos y todas tenemos
un mismo valor independiente de cualquier condición.
En este sentido es interesante considerar la clasificación de posturas
existentes en la bioética respecto de la dignidad que hace Ashcroft. Para él habría cuatro posiciones:
1-los que aducen que es incoherente e inútil como concepto.
2-los que la reducen a la idea de autonomía.
3-los que la toman como un término más para referirse a una capacidad,
función o modalidad de relación social.
4-para los que es una propiedad metafísica poseída por todos los seres
humanos.
Ahora bien, si debemos rastrear el concepto de dignidad en estos
autores, sin contradecir lo que acabo de exponer, encontraremos que esta dado
por la capacidad humana de no resignarse a las condiciones dadas, de buscar la solución de los problemas y la
superación de las limitaciones, entendiendo que estas son: la enfermedad, la
muerte, el dolor, la decadencia, o sea todo aquello en la naturaleza que
resulta deficiente. Esto es lo que nos diferencia del resto de las especies,
ellas van evolucionando al azar, el humano puede ir determinando su propia
evolución. Acá juega un papel fundamental la inteligencia pues es por ella que
el ser humano va logrando su perfeccionamiento, por ella se organiza el azar y
el caos y es ella la que fija la meta a lograr.
La dignidad no tiene para ellos una cara moral, al contrario, debemos
dejar de lado el aspecto moral y atenernos a los hechos y su modificación.
Parten de que en la actualidad la humanidad está en situación de inferioridad y
que su capacidad de no someterse a lo dado será la que la lleve a conquistar
una nueva condición, la de posthumanidad. La dignidad transhumanista se fundamenta en la negación consciente de sí
mismo, de este modo rompe con las conceptualizaciones de los pensadores que
hemos visto en este artículo. No interesa la conducta moral de la persona, las
que vale son aquellas que implican la no aceptación de lo dado y la búsqueda de
una autosuperación. Nuevamente aparece acá la ruptura, la dignidad humana ya no implica que somos
seres moralmente responsables, dignos de juzgar lo que otros hacen y de ser
juzgados por lo que hacemos. De igual manera la idea del respeto debido, de no
hacer aquello que no queremos que nos hagan, también cae. Como vemos la dignidad pierde su factor
relacional y termina siendo un elemento de aislamiento, del individuo en total
soledad y ajeno a su entorno.
Quizá resulte más
clara la postura transhumanista comparada con la de quien es su ferviente
opositor, Francis Fukuyama, quien también se opone a las intervenciones tecnológicas ya fueren
genéticas o de cualquier otro tipo en el ser humano por considerar que atentan
contra la dignidad. Este la considera
una de las “ideas más peligrosas del mundo”. Considera que en toda persona
existe aquello que llama “factor X”, aquello que es central e independiente de
las condiciones externas y contingentes de las personas y que configura su
humanidad y dignidad de las que surgen las exigencias de igualdad y respeto.
El concepto de dignidad fue construido a lo largo de los siglos con diversas significaciones religiosas y filosóficas. Si bien tiene su origen en la época pre-moderna, su alcance ha sido desarrollado en la modernidad, de este modo es deudor de aquella época en la medida que recupera esos rasgos humanos pero los reinterpreta de forma secularizada al considerar que la persona es valiosa en sí y no por su relación con lo divino.
En todos los casos indica una diferenciación, muestra una ruptura de continuidad, sintetiza una separación, diferencia humanidad-universo, o humanidad-resto de la creación, que constituye a la persona humana. Esta ruptura es una diferencia de cualidad, no cantidad, con el resto del universo.
Ser digno indica que estamos ante un ser en sí, ante un alguien no un algo, que no depende de otro perteneciéndose a sí mismo, con unidad interna que lo diferencia de los otros de manera única e irrepetible.
La persona pertenece al orden ontológico, por tanto, no es pasible de ser adquirida o disminuida como tampoco acepta graduaciones.
Mientras las otras criaturas sólo pueden desarrollarse a partir de lo que su propia especie les marca, la humanidad carece de estos límites, es ella la que mediante su libertad fija sus propios límites y de esta manera crea su propio mundo. Este mundo es trascendencia, ya sea en un proyecto o en la unión con el otro o con Dios.
Al no ser la persona un animal fijado ni determinado por la necesidad, sino que tiene capacidad para distanciarse de dicho mundo y actuar libremente, tiene la posibilidad de intervenir y actuar creando su propio destino, cambiando los acontecimientos y la naturaleza.
Esta capacidad de autodominio frente a los instintos y de modificar la naturaleza que eleva a la persona a un plano superior, es la dignidad.
Las distintas concepciones filosóficas fueron agregando características. La humanidad es autoconsciente, capaz de conocerse, racional, capaz de pensar y de amar, de poseerse y de darse libremente, de entrar en comunión con otras personas o con lo divino, de creatividad y de sentimientos, responsable. Lo distintivo es que hay un obrar específicamente humano que trasciende lo biológico, que es intencional, una apertura y eso será una característica de la persona.
Esto implica que la dignidad de una persona es independiente de su status social, de su popularidad, de sus bienes o conocimientos e incluso de su «utilidad» social, puesto que estos factores pueden variar si las circunstancias cambian.
La humanidad es, según esta perspectiva, una realidad absoluta y no relativa. No se constituye por referencia a otro. Al tener el fin en sí misma no tiene un valor relativo o precio, sino un valor interno. Como ser autónomo o sea que establece sus propios límites y finalidades, no admite ser usada, ser tratada como un objeto para la finalidad de algún otro, sea este una persona o la economía o el estado.
La dignidad no se reduce a la libertad sino que la contiene. La libertad no significa que sea completa y absoluta indeterminación pues remite siempre al ser libre y, por tanto, a la dignidad. La afirmación de una libertad absoluta llevaría a su propia negación. La libertad si es un valor lo es por la dignidad pues esta exige independencia y autonomía.
De la igualdad de los miembros que integran la humanidad se deduce la necesidad de un trato mutuo respetuoso el que resulta garantizado por las herramientas jurídicas que son los derechos humanos. De este modo, a partir de la dignidad se genera la igualdad jurídica y política de los individuos a pesar de sus posiciones sociales y desigualdades naturales.
La dignidad debe ser considerada la piedra basal de los derechos humanos, estos adquieren sentido a partir de ella como instrumentos de su concreción. Por eso, los derechos humanos preceden al poder político e incluso a la sociedad. Este poder, para ser legítimo, debe organizarse a partir y en función de ellos pues parten del ser mismo de la humanidad.
De este modo los derechos humanos basados en la dignidad son el límite al poder de los estados. Por lo tanto, aparecen como derechos inalienables e irrenunciables, en la medida que ningún hombre puede renunciar desde el punto de vista ético a su propia dignidad como persona.
La dignidad coloca a la humanidad en una situación única y especial. La persona no puede ser comparada, medida, reducida a alguna de sus circunstancias, por esto no puede ser intercambiada o rechazada aún con el pretexto que se hace en función de otra de igual o mayor dignidad. Las personas son irreemplazables, no tienen precio sino un valor inconmensurable en el sentido de que no se puede valorar su excelencia. La dignidad humana consiste en reconocer que cada hombre es irreemplazable.
Dignidad y Derechos Humanos
Vuelvo a uno de los filósofos enunciados porque es uno de
los que pensaron la vinculación entre el concepto de dignidad humana y los
derechos humanos, Jürgen Habermas.
Sus ideas, usando su terminología, nos servirán de portal
para transitar desde las distintas posturas vistas y el derecho.
Habermas dice que si bien el concepto de dignidad existe desde la
antigüedad, recién en las últimas décadas ha adquirido la importancia de la que
ahora goza, mucho después de que los derechos humanos fueran enunciados. Lo
expresa de esta manera:
“ resulta bastante llamativa la discontinuidad temporal que existe
entre la historia de los derechos humanos—iniciada en el siglo XVII—y la
relativamente reciente aparición —a mediados del siglo pasado— del concepto de
dignidad humana en codificaciones nacionales, en el derecho internacional y la
administración de la justicia.”
Si bien en lo evidente es
así, este autor considera que siempre ha
existido, aunque fuera de manera implícita, un vínculo conceptual interno entre
los derechos humanos y la dignidad y que si bien explícitamente esta conexión
aparece en nuestra época, desde un comienzo la dignidad constituye la fuente
moral de la que todos los derechos fundamentales se sustentan.
“Nuestra intuición nos dice, en cualquier caso, que los derechos
humanos han sido producto de la resistencia al despotismo, la opresión y la
humillación…. La defensa de los derechos humanos se nutre
de la indignación de los humillados por la violación de su dignidad humana.”
Esta íntima conexión es la que
permite sostener la indivisibilidad de la totalidad de los DDHH. Es la
dignidad humana, que es una y la
misma en todas partes y para toda persona humana, la que le da fundamento, la
que hace de punto de unión original desde el cual la colaboración recíproca de
todos los derechos les permite cumplir la promesa moral de respetar por igual
la dignidad humana de cada persona.
Esta visión es la que permite
medir las relaciones sociales horizontales entre individuos y grupos por esto
la dignidad es la garante del orden democrático legal entre personas libres e
iguales lo que constituye al ciudadano, o sea aquellos sujetos de iguales
derechos y que tienen la facultad de
exigir ser respetados en su dignidad humana.
La dignidad es la bisagra, o como dice el mismo Habermas, es “el
portal” que comunica la moral con el derecho, de modo que los DDHH tienen dos
caras, la que mira a la moral y la que mira al derecho. Considera que al
desintegrarse el derecho natural cristiano la moral y el derecho siguen caminos
opuestos, una anclada en la conciencia individual y el otro en las normas
positivas y coercitivas. Es así que “El
concepto de derechos humanos es el producto de una síntesis inverosímil entre
estos dos elementos: la “dignidad humana” sirvió así como el eje conceptual
que permitió establecer dicha conexión.”
Este “portal” permite el tránsito desde la moral como perspectivas
simétricamente entrelazadas de respeto y estima por la autonomía del
otro a la posibilidad de exigirle al
otro el reconocimiento de la autonomía personal.
“la dignidad humana configura el portal a
través del cual el sustrato igualitario y universalista de la moral se traslada
al ámbito del derecho. La idea de
la dignidad humana es el eje conceptual que conecta la moral del respeto
igualitario de toda persona con el derecho positivo y el proceso
de legislación democrático, de tal forma que su interacción puede dar
origen a un orden político fundado en los derechos humanos.”
Por este motivo aunque su contenido sea exclusivamente moral, tienen la
forma de derechos subjetivos exigibles que conceden libertad y pretensiones
específicas. Es la legislación democrática la que debe traducirlos a las
situaciones concretas de cada caso nombrando sus violaciones.
“ De modo que los derechos
humanos se circunscriben de manera precisa sólo en aquella parte de la moral
que puede ser traducida al ámbito de la ley coercitiva y transformarse en una
realidad política mediante la fórmula robusta de derechos civiles efectivos.”
(Las citas pertenecen a: Habermas, Jürgen. “El concepto de dignidad humana y la utopía realista
de los derechos humanos”
El principio de la dignidad
humana es necesario para otorgar universalidad a la totalidad de los Derechos
Humanos dado que es la única base capaz de dar un punto de partida mínimo
abarcativo de toda la humanidad, sin ningún otro tipo de consideración o
distinción más que el hecho de haber nacido humano/a. Si este principio
estuviera ausente se abriría un abanico de posibilidades arbitrarias respecto
de a quién se podría considerar humana/o o quien pudiera ser digno.
Nuestra historia debe advertirnos
acerca de no desandar el camino para no reiterar aquellos episodios aún muy
cercanos en el tiempo, de masacres por motivos diversos.
A partir del principio de la dignidad los Derechos Humanos tienen sentido porque
a- Porque
hay exigencias morales o jurídicas por las que la humanidad tiene derechos por
ser persona.
b- Porque
todos las personas tienen la misma naturaleza o condición.
Por esto se considera que los
DDHH no son dados sino reconocidos pues ya parten de una situación previa y son
constituidos, o sea tomados y formalizados socialmente por el derecho positivo,
lo que significa que aún partiendo de una instancia superior, esta debe
materializarse en un tiempo y espacio históricos.
La dignidad humana no es un
derecho del hombre, es el fundamento de los derechos que se conceden al hombre.
Las disposiciones o normativas no
otorgan o conceden una "dignidad humana" sino que se limitan a
reconocerla como algo natural propio de la humanidad, y a partir de ese
reconocimiento sí conceden, otorgan e imponen derechos y obligaciones que se
derivan de esa dignidad previamente reconocida.
Por este motivo muchos derechos
no tienen una relación directa con un valor determinado (justicia, libertad,
vida) sino que hacen referencia a todos los valores y a su raíz común que es la
dignidad.
Este principio ofrece una base universal para
establecer comparaciones o grados de desarrollo de una sociedad pues es en la
relación que se establece entre el principio superior y su realización
histórica que una sociedad puede ser evaluada.
Toda norma jurídica tiene el
mismo valor que cualquier otra similar, pero los bienes o valores que protegen
no todos tienen la misma jerarquía sino que pueden ser ubicados en una escala
de importancia, por ejemplo, el bien de
la vida es superior a otros como puede ser el de comprar y vender.
En esta escala el primero es el
de la dignidad humana (se puede discutir si esta en el mismo nivel o hay
diferencia con respecto al valor vida, pero esto nos aleja de nuestro tema.).
A partir de este punto surgen
todos los otros derechos que deben estar acordes con esta dignidad: trabajo,
educación, salud, vivienda, medio ambiente, desarrollo personal, etc.
Inseparablemente unido a la ella
se halla el principio de la autonomía personal, o sea la capacidad de
autodeterminación que implica que el todo social o estatal es accesorio,
instrumental, está al servicio de la persona pues la persona no debe ser
tratada como un medio sino como un fin en sí misma. Autonomía significa regular
sus conductas según sus propias normas, lo que implica la capacidad de
discernir entre distintas posibilidades.
La voz griega (αὐτονομία) al igual que
la latina, indica que la persona no es un súbdito, no está bajo la norma
de otro, puede gobernarse a sí mismo,
tiene como primer derecho su libertad, su posibilidad de
autodeterminación; lo que también implica independencia respecto de las
necesidades e imposiciones naturales o sociales.
A partir de esto se deduce que
las condiciones juegan un papel importantísimo al momento de la elección y la
autodeterminación. Si la persona, por ejemplo, no ha recibido lo requerido para
su desarrollo, posibilidades educativas,
capacitación, se halla en situación de indigencia, precariedad, ha sido
vulnerada, aunque es digna en plenitud, se halla con variables grados de
impedimento para completar su desarrollo,
su horizonte de posibilidades entre las que elegir en base a una vida
plena se halla reducido. Por esto, cuando las circunstancias circunscriben a
las personas a la supervivencia, las
atan a condiciones naturales o sociales elementales, no se puede hablar de autonomía
o de libertad en el sentido pleno de las palabras.
Este es el principio de
inviolabilidad pues impide usar a la
persona para fines transpersonales, sean éstos del estado, de raza, de clase
social, o de cualquier otro grupo o realidad sociales.
Tener la capacidad de
autodeterminación y la libertad para elegir entre acciones significa que somos
responsables de nuestros actos, que no podemos adjudicarlos a fuerzas externas,
a las condiciones o aún internas que puedan determinarnos como los genes. Ya en
la obligatoriedad del respeto a los demás está implícita la responsabilidad que
nos cabe en el cumplimiento de ese acto.
Por esto mismo la dignidad es un
derecho que también implica obligaciones.
Los DDHH son entonces la
concreción y el desarrollo histórico de los valores de la persona, que los
integran y unifican en el mundo jurídico moderno, por esto se hallan situados
entre la moral y la política, constituyen la realización social -a nivel
formal-jurídico- de la moral positiva por parte del poder. Por tanto, tienen un doble fundamento: están
determinados por los valores; y por el
constitutivo formal que permite que sean
designados con el rótulo de "derechos humanos", o sea su asunción por
la norma positiva, por el derecho válido.
Esto trae como consecuencia que
el poder político para ser legítimo se debe organizar en función de los DDHH
pues estos no surgen de la sociedad o del poder político, sino de una instancia lógica y
ontológicamente anterior: la humanidad.
La dignidad y su índole personal
son el fundamento de los derechos, que aparecen así como instrumentos de
realización. Los derechos humanos fijan los límites al poder social en
cumplimiento de su función organizadora constituyendo las libertades de que gozan los ciudadanos para
concretar su desarrollo personal.
Este reconocimiento de la
libertad emana del principio de dignidad. La dignidad exige el respeto de la
persona como sujeto de una independencia
y autonomía que hay que garantizar socialmente, puesto que la persona y los
grupos humanos no se reducen a su presencia social o en el Estado; es más, la sociedad misma
tiene como fin el desarrollo del ser personal.
Es a partir de estas
consideraciones que podemos decir que los DDHH son inalienables e
irrenunciables, puesto que son parte integrante de la propia humanidad. Por
esto precisamente, la primera base del ordenamiento político es la dignidad de
la persona y su libertad, y en segundo término están los valores instrumentales
de justicia, igualdad, etc.
Como un claro ejemplo del aspecto fundante del
principio de dignidad, copio a continuación un extracto del documento “Estudio preliminar sobre la promoción de los derechos humanos y las
libertades fundamentales mediante un mejor entendimiento de los valores
tradicionales de la humanidad” del Consejo de Derechos Humanos- Comité
Asesor de las Naciones Unidas. Noveno
período de sesiones. 6 a 10 de agosto de 2012
Reitero, en él aparece de manera
clara la preponderancia del principio de dignidad humana y su carácter básico
en relación a los Derechos Humanos:
“ B. Dignidad
12. En las normas de derechos humanos la dignidad es un aspecto
inherente del ser humano. Está directamente vinculada con el concepto de
igualdad y del respeto que cada ser humano merece.
13. La dignidad aparece mencionada por primera vez al principio de la
Carta de las Naciones Unidas: "Nosotros los pueblos de las Naciones Unidas
resueltos a reafirmar la fe en los derechos fundamentales del hombre, en la
dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de derechos de hombres
y mujeres y de las naciones grandes y pequeñas...".
En el preámbulo de la Declaración Universal de Derechos Humanos se
afirma que "la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base
el reconocimiento de la dignidad intrínseca y de los derechos iguales e
inalienables de todos los miembros de la familia humana". El artículo 1 de
la Declaración Universal dispone que "todos los seres humanos nacen libres
e iguales en dignidad y derechos".
14. En instrumentos posteriores, en particular, el Pacto Internacional
de Derechos Civiles y Políticos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, la Convención sobre la eliminación de todas las formas
de discriminación contra la mujer, la Convención sobre los Derechos del Niño y
la Declaración y Programa de Acción de Viena, se hace referencia a esas
declaraciones. En los preámbulos, tanto del Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos como del Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales, se declara que esos "derechos se derivan de la
dignidad inherente a la persona humana". En esos usos de la palabra
"dignidad", el concepto está relacionado con la igualdad y la idea de
que la dignidad humana, que pertenece a todos por igual, es la fuente de todos
los derechos7.
15. La dignidad no es solo una base de derechos, sino también un
aspecto del contenido de ciertos derechos. La dignidad aparece en artículos
específicos de la Declaración Universal de Derechos Humanos, como los artículos
22 y 23, donde se conecta con los derechos económicos, incluido el derecho a la
seguridad social y a una remuneración justa.
Está asociada con las condiciones de privación de libertad en el
artículo 10 del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, que
dispone que "toda persona privada de libertad será tratada humanamente y
con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano"8. En la
Convención sobre los derechos de las personas con discapacidad, la dignidad
está vinculada a la autonomía9. Los órganos de tratados de las Naciones Unidas
se refieren normalmente a la dignidad en relación con la prohibición de la
tortura y otros tratos o penas crueles, inhumanos o degradantes10, la
discriminación11, las condiciones de la privación de libertad12 y el derecho a
un nivel de vida adecuado13.
16. También aparecen referencias a la dignidad en muchos instrumentos
regionales. Por ejemplo, en la Carta de la Organización para la Unidad Africana
(ahora Unión Africana) se declara que "la libertad, la igualdad, la
justicia y la dignidad son objetivos esenciales para la realización de las
legítimas aspiraciones de los pueblos africanos". El artículo 5 de la
Carta Africana de Derechos Humanos y de los Pueblos vincula el respeto de la
dignidad con la prohibición de la esclavitud, la tortura, el castigo y el trato
cruel, inhumano o degradante.
Un vínculo similar se establece en los artículos 5 (tortura) y 7
(trabajo forzoso) de la Convención Americana sobre Derechos Humanos. Según la
Corte Interamericana de Derechos Humanos, el concepto de igualdad "es
inseparable de la dignidad esencial de la persona"14.
17. La dignidad es uno de los principios fundamentales de las
constituciones nacionales y la jurisprudencia en varias regiones, como el
Canadá, la India, Polonia, Sudáfrica y Uganda. En particular, los tribunales
del Canadá y Sudáfrica vinculan la dignidad con la idea de la igualdad15. Por
ejemplo, el magistrado Ngcobo del Tribunal Constitucional de Sudáfrica
considera en un escrito que "la protección de la diversidad es el sello
distintivo de una sociedad libre y abierta. Es el reconocimiento de la dignidad
intrínseca de todos los seres humanos. La libertad es un elemento indispensable
de la dignidad humana"16. En Uganda, la Constitución dispone que "las
leyes, culturas, costumbres o tradiciones que sean contrarias a la dignidad,
bienestar o interés de la mujer o que mermen su condición quedan prohibidas por
la presente Constitución". En la India, se asocia la dignidad con un nivel
de vida adecuado17.”
( Ver las citas en el original. Texto completo en http://www.ohchr.org/Documents/HRBodies/HRCouncil/AdvisoryCom/Session9/A.HRC.AC.9.2_sp.pdf
)
El concepto de dignidad es el fundamento
mismo de la paz, la base universal que unifica sin ningún tipo de
diferenciación a toda la humanidad.
Buscar su relativización o
directamente su supresión abriría las puertas a las arbitrariedades y
violencias, recordemos que para justificar la esclavitud se decía que el
esclavo no era persona humana, sino un objeto, al igual que judíos, gitanos,
comunistas y homosexuales durante el nazismo. En la época del colonialismo, se
decía lo mismo de los pueblos originarios, que no tenían alma y por lo tanto no
poseían dignidad humana.
Es constante en la historia de la
humanidad negar la dignidad humana para justificar y justificarse en los
atentados contra ella.
La Dignidad en los
Documentos Internacionales de Derechos Humanos
La dignidad aparece nombrada en diversos
documentos internacionales de Derechos Humanos,
lo que significa que desde un comienzo mismo del pensamiento acerca de
ellos este principio estuvo presente como su fundamento.
Todas las declaraciones de
Derechos Humanos desde el texto de la Declaración de 1948 hasta el presente,
han establecido que el principio de la dignidad humana sea entendido como
fundamento último del orden moral y legal.
Ya la Carta de las Naciones Unidas, firmada el
26 de junio de 1.945 en su Preámbulo expresa:
“reafirmar la fe en los derechos fundamentales
del hombre, en la dignidad y el valor de la persona humana, en la igualdad de
derechos de hombres y mujeres”
Citaré solamente algunos documentos:
.Declaración Universal
de los Derechos Humanos cuando dice:
Preámbulo:
“Considerando
que la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el
reconocimiento de la dignidad intrínseca….
Considerando que los pueblos de las Naciones Unidas han reafirmado en
la Carta su fe en los derechos fundamentales del hombre, en la dignidad y el
valor de la persona humana”
Artículo 1ro. “Todos los seres
humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos y, dotados como están de
razón y conciencia, deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.”
.Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José),
en su artículo 11, inc. 1ro bajo el título de “Protección de la honra y de la
dignidad” (noviembre 1969) dice:
“1. Toda persona tiene derecho al respeto de su honra y al
reconocimiento de su dignidad. “
.Declaración Americana de los Derechos del Hombre (1948) en su
Considerando expresa:
“Que los pueblos americanos han dignificado la persona humana y que sus constituciones
nacionales reconocen que las instituciones jurídicas y políticas, rectoras de la vida en sociedad, tienen como fin principal la protección de los derechos esenciales del hombre y la creación de circunstancias
que le permitan progresar espiritual y materialmente y alcanzar la felicidad;
Que, en repetidas ocasiones, los
Estados americanos han reconocido que los derechos esenciales
del hombre no nacen del hecho de ser nacional de
determinado Estado que tienen
como fundamento sino los atributos de la persona humana;”
.Declaración sobre la Protección de Todas las Personas contra la
Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (dic.
1975) reconoce como primigenia la
dignidad cuando expresamente dice:
Artículo 2: “Todo acto de tortura u otro trato o pena cruel, inhumano o degradante
constituye una ofensa a la dignidad humana…”
.Convención contra
la Tortura y otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos o Degradantes (dic.
1984)
“Considerando que,
de conformidad con los principios proclamados en la Carta de las Naciones
Unidas, el reconocimiento de los derechos iguales e inalienables de todos los
miembros de la familia humana es la base de la libertad, la justicia y la paz
en el mundo,
Reconociendo que
estos derechos emanan de la dignidad inherente de la persona humana”
.Convención relativa a la Lucha contra las Discriminaciones en la
Esfera de la Enseñanza (dic.
1960), al hablar de discriminación dice:
Art. 1ro inc. d: “ Colocar a una persona o a un grupo en una
situación incompatible con la dignidad humana.”
.Declaración de los Derechos
del Niño (1.959)
.Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos (1.976) en su Preámbulo dice:
“Considerando
que, conforme a los principios enunciados en la Carta de las Naciones Unidas,
la libertad, la justicia y la paz en el mundo tienen por base el reconocimiento
de la dignidad inherente a todos los miembros de la familia humana y de sus
derechos iguales e inalienables, Reconociendo que estos derechos se derivan de
la dignidad inherente a la persona humana,..”
. Pacto Internacional de Derechos Económicos,
Sociales y Culturales (1.976) en el Art. 7 dice:
“condiciones de existencia digna para ellos y para
sus familias”
. Convenio para la Represión de la Trata de
Personas y de la Explotación de la Prostitución Ajena (1949) en
cuyo Preámbulo
dice:
“... que la prostitución y el mal que la
acompaña, la trata de personas para fines de prostitución, son incompatibles
con la dignidad y el valor de la persona humana…”
.Convenio para la Protección de los Derechos Humanos y de las Libertades Fundamentales (1.950)
. Carta Africana de los Derechos del Hombre y de
los Pueblos (1.981)
.Declaración sobre la Eliminación de la
Discriminación de la Mujer (nov. 1.967)
. Convención
Internacional sobre la Represión y el Castigo del Crimen del Apartheid (oct
1973)
.Carta Social
Europea (oct. 1961)
.Convención
Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial
(dic. 1965)
.Convención sobre
la Eliminación de Todas la Formas de Discriminación contra la Mujer (dic.
1979)
.Convención sobre
Derechos del Niño (nov. 1989)
.Declaración y
Programa de Acción de Viena (1.993) dice:
“Reconociendo y
afirmando que todos los derechos humanos tienen su origen en la dignidad y el
valor de la persona humana”
En otros documentos:
.Que los DDHH están por encima de las consideraciones culturales
quedó de manera clara plasmado en la declaración "Human Rights are essential tools for an effective intercultural
dialogue", de un grupo de
expertos de las Naciones Unidas sobre el Día Mundial de la Diversidad Cultural
para el Diálogo y el Desarrollo, 21 de mayo de 2010, en la que se expresa:
“La diversidad cultural [...] solo puede prosperar en un entorno que
salvaguarde las libertades fundamentales y los derechos humanos, que son
universales, indivisibles e interdependientes y están interconectados. Nadie
puede invocar la diversidad cultural como pretexto para violar los derechos
humanos reconocidos por el derecho internacional o limitar su alcance, ni
tampoco se debe utilizar para apoyar la segregación y las prácticas
tradicionales nocivas que, en nombre de la cultura, tratan de santificar
diferencias que van en contra de la universalidad, la indivisibilidad y la
interdependencia de los derechos humanos.”
.La resolución
12/21 del Consejo de Derechos Humanos, de 2 de octubre de 2009, “Promoción de los derechos humanos y las
libertades fundamentales mediante un
mejor entendimiento de los valores tradicionales de la humanidad” expresa:
“Reafirmando la
Declaración Universal de Derechos Humanos y que toda persona tiene los derechos
y libertades proclamados en esa Declaración, sin distinción alguna de raza,
color, sexo, idioma, religión, opinión política o de cualquier otra índole,
origen nacional o social, posición económica, nacimiento o cualquier otra
condición,
……..
Reiterando que todos
los derechos humanos son universales e indivisibles, están relacionados entre
sí, son interdependientes y se refuerzan mutuamente, y que deben tratarse de
manera justa y equitativa, en pie de igualdad y dándoles a todos el mismo peso,
y que, si bien es necesario tener en cuenta la importancia de las
peculiaridades nacionales y regionales y los diversos antecedentes históricos,
culturales y religiosos, todos los Estados, independientemente de cuál sea su
sistema político, económico y cultural, tienen la obligación de promover y
proteger todos los derechos humanos y libertades fundamentales…”
. “Estudio preliminar sobre la promoción de
los derechos humanos y las libertades fundamentales mediante un mejor
entendimiento de los valores tradicionales de la humanidad” del Consejo de
Derechos Humanos- Comité Asesor. Noveno período de sesiones. 6 a 10 de agosto
de 2012
Agosto 2013
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