domingo, 27 de octubre de 2013

Explotación sexual comercial y masculinidad -3-

Explotación sexual comercial y masculinidad. Un estudio regional cualitativo con hombres de la población general  - 3 (extracto)
José Manuel Salas Calvo y Álvaro Campos Guadamuz
El texto completo se encuentra en


Capítulo IV
Reflexiones Generales

En esta parte, proponemos un nivel de análisis de mayor integración que pretende darle una visión de conjunto a la cuantiosa y calificada información recopilada.

Las categorías de análisis son entrelazadas en un nivel superior de comprensión, por lo que podría darse la sensación de que se reiteran algunos pasajes (en algunos casos así será en forma literal).

Las consideraciones que se hagan para una categoría, en unos casos, necesitará de la alusión a otra, para lo cual será necesario reiterar ciertos planteamientos y frases ilustrativas. Los diversos ejes de análisis aludidos forman un solo conjunto que se divide únicamente para efectos expositivos.

Los siguientes son los ejes transversales de la investigación y sus principales resultados.

A) LA RACIONALIDAD DE LA MASCULINIDAD PATRIARCAL EN LA BASE DE LA EXPLOTACIÓN SEXUAL COMERCIAL: DESCOMPONIENDO SU LÓGICA

Como hemos sostenido en forma reiterada, para entender por qué algunos hombres participan en la ESC, es preciso acceder a su lógica de pensamiento, a su estructura cognitiva, a su visión del mundo, a lo que los lleva a establecer determinadas formas de interacción con los otros. Esta lógica es la lógica patriarcal, que crea sentidos y significaciones muy claros y precisos, sin que estas mismas características sean así percibidas por los sujetos individuales y colectivos.

Y desde ya hay que afirmar que tal lógica la encontramos en la mayoría de los hombres investigados, pertenecientes a la población general; en cierto sentido, es probable que nos muestren la forma de razonar y actuar del grueso de la población general masculina de nuestros países.

Es decir, es preciso tener claro que no estamos hablando de hombres proxenetas, clientes o intermediarios de la ESC, sino de hombres comunes y corrientes, que son hijos, hermanos, esposos, padres, amigos, como cualquier otro. De lo que damos cuenta es del pensamiento dominante en muchos hombres de la región, que no tienen que ser percibidos como necesariamente interesados en la ESC.

De ellos, podemos decir algunas cosas.

Estos hombres son socializados en la masculinidad hegemónica y arquetípica patriarcal.

Esto es factible afirmarlo no solo por los contenidos de los pensamientos que sostienen, sino por el hecho de que, con muy pocas excepciones, es la estructura y el contenido del pensamiento de la mayoría de los hombres indagados, con independencia de sus características sociodemográficas. Incluso en aquellos hombres que tienen una mayor sensibilidad y grado de conciencia en
algunos de los aspectos analizados, en otros momentos retoman ideas tradicionales acerca del ser hombre y su sexualidad. Como lo hemos afirmado, una concepción de sexualidad más integral no es garantía de que no se asuman mandatos de la masculinidad hegemónica patriarcal, aunque sea en forma parcial, incluyendo grados de tolerancia con la ESC.

Sorprende tal similitud. Incluso, hay utilización de las mismas frases sin que para ello interfieran las diferencias por país, región o nivel educativo. Aun con las esperadas diferencias, lo similar del discurso también podría ser asumido como no sorpresivo, en tanto estamos en presencia de la masculinidad tradicional o dominante de los sistemas de corte patriarcal; este atraviesa a grupos y personas y les aplica un mismo rasero.

En ese sentido, podemos afirmar que, por lo tanto, la socialización recibida por estos hombres, además de similar, ha sido sumamente efectiva. Los mensajes recibidos han calado profundo en la subjetividad de ellos, lo cual se puede afirmar viendo la firmeza y convencimiento que denotan de que las cosas son así y que están bien. Salvo pocas excepciones, no hay mayor contradicción ni malestar con el estado de la cuestión. El ser hombre, el ser mujer y la sexualidad que las personas pueden desplegar obedece a las más tradicionales convenciones dentro del patriarcado. Pese a lo violento, crudo y, por momentos, hasta bizarro, que parece el razonamiento de muchos de ellos, no hay disonancia en sus pensamientos y afectos. La sensación general es que les parece que las cosas están bien así o, por lo menos, no hay mayor cuestionamiento. Quizá en un exceso en el uso del lenguaje clínico, podemos afirmar que predomina un manejo egosintónico 9 de la situación.

La estructuración de los géneros, la construcción de las identidades masculina y femenina, los mandatos para cada uno de ellos y los más arraigados estereotipos de pensamiento y acción son avistados sin dificultad en el grueso de la población estudiada, como ha sido ilustrado con muchas de las expresiones recogidas.

Podemos afirmar que, en buena medida, estos hombres podrían ser fieles representantes de esta masculinidad hegemónica de nuestras poblaciones.

Por tal razón, con prontitud se aprecian algunos elementos ideológicos de fondo que dan sentido a su estructura cognitiva y vincular. Junto con ellos, muestras de la presencia de las principales instituciones del patriarcado también son fáciles de detectar; aunque no quisiéramos verlo, el patriarcado está más a flor de piel de lo deseado. La misoginia, la homofobia, el falocentrismo y el androcentrismo están nítidamente presentes en los hombres del estudio y en aquellos de quienes emitieron opiniones.

Como es frecuente en el trabajo con diversos grupos poblaciones, en este caso, se presentó la tradicional confusión de la condición de género con la orientación sexual. Reaparece el ya comentado razonamiento de que ser hombre es no ser mujer y no ser homosexual o no presentar ciertas cosas que pudieran dar pie a lo homosexual. Que conceptualmente existan esas confusiones no es extraño, pero lo que sí debe llevarnos a meditar más es que en estos hombres se detecta en forma clara el destierro de cualquier elemento que los pudiera acercar a algo que oliera a homosexual. Lo más importante es que si esto se lograba se era más hombre. La homofobia, uno de los ejes de la construcción de la masculinidad, tiene fuerte arraigo en los hombres estudiados.

Es obvio que, por lo tanto, las principales características de la sexualidad masculina estén atravesadas por los mandatos y las exigencias de aquella masculinidad hegemónica: no puede ser de otra manera, en virtud de que es la sexualidad quizá el ámbito humano en el que con mayor facilidad se ponen en juego las instituciones patriarcales y el control sobre las personas, aun en sus más íntimos rincones.

9 Que está en sintonía con el yo. Lo que haga o piense, no le produce ningún malestar al sujeto.

Así, pues, detrás de la tolerancia que estos hombres tienen de la ESC, se está en presencia de una sexualidad que responde de manera típica a la masculinidad hegemónica.

Es una sexualidad más heterocéntrica, coital y genital. Qué y cómo deben ser los hombres en su nivel genital, es la nota dominante en la vida de estos hombres. Este significado y vivencia concretos se encuentran en prácticamente todos los hombres estudiados, dentro de lo cual es llamativo que se dé con independencia de su edad; aún en las nuevas generaciones estos esquemas siguen vigentes.

Las imágenes de hombre y de mujer y los vínculos que se establecen con base en ellos, retratan los estereotipos más tradicionales de nuestra condición genérica.

El discurso de los hombres apunta a que ser hombre y ser mujer responde a los mandatos que el sistema impone; por ejemplo, ser hombre es sinónimo de sexo activo, y ser mujer es sinónimo de pasividad (en varios ámbitos, incluido el sexual).

El convertirse en hombre requiere de ser iniciado en técnicas coitales, acompañadas o no de aspectos afectivos, ya sea con mujeres para sexo ocasional, o bien, mediante el pago por servicios sexuales. En muchos de ellos, acudir a la prostituta fue un ritual obligado, que no en pocas ocasiones era alentado o exigido por sus propios padres. Esto era complementado por las conversaciones con amigos, adultos, la lectura u observación de pornografía, la enseñanza de la calle, que sobre todo alentaban el acceso coital con mujeres. El quid del asunto era poner al pene en funcionamiento, como garantía de que se estaba haciendo o ya era hombre.

La consigna era acceder a mujeres, ya fuera mediante la conquista o mediante el pago. En ambos casos, se podía alardear: o tenía buena labia o tenía poder adquisitivo para pagar y exigir. En todo caso, había que penetrarlas como muestra imborrable de que se era hombre. La mayoría reporta que esa es la agenda aprendida.

Y esto es independientemente que sea con mujeres adultas o con personas menores de 18 años.

Si bien en algunos grupos, tal condición de género y de sexualidad correspondiente se les comprende dentro de procesos sociales y políticos (incluso con directa alusión a que son procesos de construcción social), la tendencia general, específicamente en la noción de hombre, se acerca a una suerte de esencialismo biologista, en el cual el sujeto cuenta solo con su dotación biológica e instintiva, que hay que atender en forma inmediata.

Hay un llamado de la naturaleza animal que se impone a la voluntad de las personas. Le hemos llamado a esto “el hombre en estado natural”.

Esta es la imagen del hombre acompañado solo de sus bases instintivas que, como ya indicamos, requieren de satisfacción inmediata. Pero el asunto va más allá. La sexualidad masculina es básicamente genital, coital y de penetración. La tríada erección, penetración y eyaculación, sigue siendo el modelo convencional de la sexualidad de muchos hombres. Tan prominente es esta imagen que es frecuente el reporte, aunque no así entendido por parte de ellos, de falta de autocuidado en el ejercicio de su sexualidad; ello aparece cuando algunos hombres manifiestan que el sexo con personas menores de edad podría acarrear menos riesgo de alguna infección.

Crudamente hablando, ser hombre es aprender a “meterla”; si no se penetra no hay sexualidad, no se llegó a nada. Es una clara muestra de la importancia que la masculinidad y los hombres le otorgan al pene funcionando de manera eficiente; en otros términos, es el culto al falo. Es una sexualidad falocéntrica ávida de complacencia, para lo cual no importa si se debe pagar o no, no importa la edad de la otra persona, lo que interesa es saciar la necesidad de la casi divinidad, que es el falo.

El falo es pene en erección, es la potencia, es el poder de penetrar y de romper. Esto puede ser interpretado no solo como la penetración del cuerpo femenino (y masculino también), sino también como la potestad del hombre de invadir y conquistar territorios, entendidos estos también como el cuerpo de las mujeres, independientemente de que se trate de niñas, adolescentes o mujeres adultas.

Ahora bien, si tal conquista se hace de territorios o de bienes preciados, adquiere ribetes de mucho mayor peso e importancia para los hombres. La virginidad aparece aquí también, según ya fue descrito. Esa sexualidad que debe ser complacida toma un nivel superior de satisfacción si el hombre logra internarse en terrenos prohibidos o que no han sido tocados. La virgen y la virginidad es la mayor conquista a la que puede aspirar un hombre, según se lee en lo manifestado por uno de los entrevistados. Lograr la penetración de una mujer virgen, que es vivido como dejar el “sello personal”, en algún sentido, equivale a clavar el mástil de la bandera en el territorio recién conquistado. Es una toma de posesión.
Para satisfacer su sexualidad, los hombres parten de que las mujeres deben estar a su servicio y bajo su dominio. Por eso deben aprender con mujeres mayores, que hagan lo que ellos quieren, y luego se lo hacen a las que no saben y no protestarían (incluidas las personas menores de edad).Aquí la virginidad o “pureza” de la mujer no es determinante, en tanto estas mujeres cumplen a cabalidad con lo que el patriarcado necesita: disociar la sexualidad en la pertinente para el placer y para la reproducción. Ambas, unidas, es difícil aceptarlas.

Por tales motivos, en la concepción de sexualidad de estos hombres también está presente la antigua disociación de la mujer en esposa y prostituta. Tal disociación no está dada solo por la división entre sexo para la reproducción y sexo para el placer, sino también entre sexo “decente” y sexo “desenfrenado”: con la esposa, las “bajas pasiones” no pueden ser satisfechas, sino que para ello se debe recurrir a la irremediable medicina que ofrece la prostituta. Escindiendo a las mujeres de esta forma, los hombres se escinden a sí mismos y a su sexualidad. Si para resolver esta división se debe recurrir a vínculos mediados por el comercio, el sistema no tiene el mayor empacho en hacerlo y tolerarlo.

Esto, además, entronca con la comentada relación de maestras y alumnas que, en materia de sexualidad, los hombres establecen con mujeres mayores y con las más jóvenes. A las mayores, especialmente prostitutas, se les asigna el papel de maestras y a las jóvenes, el de inexpertas que deben ser instruidas.

Un buen sector de los hombres posee una concepción misógina de la mujer, la que además es percibida y tratada como un objeto. Este objeto puede y debe estar al servicio de las necesidades masculinas, por lo que al rebajarles sus propiedades humanas (son como autos) las mujeres pueden ser utilizadas para muchas cosas. Creemos que aquí está una de las matrices para comprender la existencia del comercio sexual, que puede incluir la ESC. En el mejor de los casos, si no son explotadas, sí son el receptáculo de las fantasías y necesidades sexuales de muchos hombres.

En nuestro criterio, el ancestral temor masculino al poder femenino, pasado y presente, está en la base de esta necesidad de sujetarlas al arbitrio masculino. Para muchos de estos hombres, las mujeres necesitan y desean ese control por parte de los hombres. En un caso extremo, la posesión del cuerpo de mujeres jóvenes es la venganza que los hombres toman con la feminidad. No es el momento para desarrollar la cuestión, pero sí conviene señalar que, de manera particular, el temor acotado tiene hondas raíces en la sexualidad; lo cierto es que la sexualidad femenina tiene para el hombre un halo de profundo misterio y enigma que debe ser conocido y dominado. Muchas de las instituciones patriarcales de control de la sexualidad femenina tienen este razonamiento en su génesis y desarrollo. Nuestra particular visión de esto es que los temores deben ser contrarrestados o exorcizados de alguna manera.

En la comprensión de la tolerancia hacia la ESC, si la masculinidad y la sexualidad masculina son tradicionales, la socialización sexual también lo es. Tanto es así que aquellas instancias que el establecimiento dice son las encargadas de la formación de género y de sexualidad, no aparecen en las biografías de estos hombres; la referencia a la familia, la escuela, la iglesia u otras instancias oficiales es muy poca en sus relatos, no son señaladas como instancias de gran peso en la formación de las personas en materia de sexualidad. En muchas ocasiones, hay una queja explícita acerca de la falta de educación sexual, incluso como base explicativa para la ESC u otras conductas inapropiadas de los hombres en particular.

Es importante hacer ver que, salvo muy pocas excepciones, la temática general de la investigación no ofreció mayores temores, dudas o inquietud en los hombres indagados. En general hubo apertura y confianza para manifestar opiniones y puntos de vista, sobre todo considerando que, tradicionalmente, la sexualidad es un tema tabú, del que poco hay que hablar. Cuando sí se manifestó temor de hacerlo (dicho de manera explícita o mediante la solicitud de no grabar las sesiones) se argumentó que la temática es privada y que en ese país, la sexualidad prácticamente adquirió carácter político; en estas condiciones, la sexualidad fue decretada como de carácter privado.

 Por lo anterior es que habría que repensar el asunto en términos de si más bien, entonces, esta socialización no es convencional; es decir, que no la realizan las entidades oficiales, pero que sí es convencional en tanto responde a la forma usual como estos procesos se llevan a cabo. Lo cierto es que la investigación con estos hombres adultos nos coloca nuevamente en posición de afirmar que la educación “oficial” de la sexualidad sigue ausente (Campos y Salas, 2002) y que la sexualidad sigue encontrando sus propios cauces de aprendizaje y vivencia.

En síntesis, la mayor parte de los hombres indagados manejan una concepción de sexualidad patriarcal, que legitima y reproduce las concepciones tradicionales de la masculinidad y, con ella, de las instituciones que las soportan. Esta gama de ideas y pensamientos son incorporados sin mayor cuestionamiento y se les asume bajo el esquema de que así son las cosas. En múltiples casos, ni de esto último hay noción.

Este sustrato ideológico proporciona la base sobre la que se monta la estructura de tolerancia que presentan los hombres hacia la ESC.

B) EXPLOTACIÓN SEXUAL COMERCIAL, EROTISMO, SEXUALIDAD Y PODER EN EL HOMBRE PATRIARCAL

Para iniciar esta parte del análisis, es preciso acotar que, para una notable mayoría de hombres, está totalmente legitimada la atracción por el cuerpo joven y el deseo de poseerlo, de tocarlo y de apropiarse de él. Es una cuestión que no merece mayor discusión ya que se asume que ello forma parte del ser hombre y de la sexualidad masculina. El solo hecho de indagar acerca del tema causó extrañeza -y sorna- en muchos de ellos, en tanto es algo que se da por sentado. La juventud es un bien preciado, ya sea teniéndola directamente o bien por medio de acceder al cuerpo, la subjetividad y el deseo de la persona joven (en especial mujeres, aunque los hombres homosexuales manifestaron posiciones muy similares en relación con otros hombres jóvenes).

Junto con lo anterior, el mayor factor que fue presentado como más determinante para gustar más de las personas jóvenes es que, en virtud justo de su juventud, son más fáciles de dominar o controlar. Dentro de ese más fácil dominio, por supuesto que está lo referente al área de la sexualidad, en la que las personas jóvenes deben ser instruidas por otros con mayor experiencia y sabiduría. Además, ello es inevitable pues para estos hombres los cuerpos jóvenes están sedientos de placer, quieren que se les proporcione satisfacción; por ello, las “chiquillas” andan buscando a los hombres y los seducen para ser complacidas. 

Esta última idea nos servirá de base para la discusión que viene más adelante.

Esta atracción por el cuerpo joven, ¿cómo se relaciona con la sexualidad y qué nexo tiene con la ESC? De la primera parte de la pregunta nos ocuparemos de inmediato; la segunda queda para ser abordada en el apartado específico para ello.

Está claro que la conexión que existe entre sexualidad y poder no solo está debidamente documentada y discutida por prominentes autores y autoras, sino que en la experiencia concreta de los hombres del estudio también. Esa incorporación está tan arraigada que no es siquiera cuestionada por ellos; se da por sentada.

Lo que aquí nos ocupa es una particularidad de esa cuestión general. La pregunta es: ¿qué sucede con la relación entre erotismo y poder cuando el contacto sexual se da con personas jóvenes en general o menores de 18 años en particular?

Creemos que semejante interrogante puede ser abordada desde dos perspectivas, estrechamente enlazadas.
Una primera perspectiva nos lleva a la discusión acerca del poder que da estar con una persona joven o el sexo que se pueda mantener con ella. Una pista al respecto la brinda la fantasía que manifestaron muchos de los hombres de que si se tiene contacto con personas jóvenes, sobre todo de tipo sexual, todas las virtudes de la juventud le serán trasladadas. La lozanía, la energía y la vitalidad, la tersura, la suavidad de la piel, la firmeza muscular, y todos los atributos que puede poseer la persona joven serán transmitidos al hombre adulto que acceda a ellos. De hecho, la fantasía es que se volverá a la época de joven o que su vida será revitalizada casi mágicamente. Es vivir de nuevo la adolescencia o la juventud.

Hay una suerte de absorción que el hombre haría de las cualidades de las personas jóvenes y que, incorporadas, les permitiría retornar a momentos pasados de su juventud. Esto no se aparta del todo de la antigua búsqueda de la eterna juventud que ha desvelado a la humanidad. Para algunos de ellos la situación no es experimentada en un como si, sino que adquiere rebordes de realidad concreta. Así, la fantasía toca los linderos de la realidad.




La fantasía de rejuvenecerse es una de las principales razones que los hombres argumentan para su preferencia por tener sexo con personas menores de edad; lo que contribuye a fomentar la explotación sexual

Abundando más en el punto, es llamativa, aunque aparece poco en los relatos recogidos, la referencia que se hace del calor corporal que emana del cuerpo juvenil, a diferencia de la frialdad del cuerpo adulto o “más viejo”. En el contacto sexual con ellas, ese calor es fácilmente percibido, según lo manifiestan. El comentario es realmente importante en tanto remite con mucha facilidad a la teoría del dimorfismo sexual de Aristóteles, con la cual el sabio griego trataba de explicar la diferencia entre los hombres y las mujeres. Para Aristóteles, las mujeres son más frías; para estos hombres, son frías las mujeres mayores. En ambos razonamientos el resultado es el mismo: se desvaloriza a las mujeres y se las coloca en lugares secundarios.

Es obvio admitir que también se adquiere mayor vitalidad sexual. La energía y fuerza libidinal que se les otorga a las mujeres jóvenes y adolescentes, igual le será transferida a los hombres, con lo cual su potencia y virilidad se reactivarán. Este contacto sexual tiene entonces poderes de un potente afrodisíaco. El efecto, dada la importancia de la sexualidad en la conformación de la identidad masculina, es que los hombres se sentirán más hombres y asegurados de su virilidad. Por ello, a la acompañante joven y adolescente se le debe exhibir ante el juicio envidioso de los otros. Paradójicamente, esa vitalidad podría quedarse solo en el plano público en tanto lo que se exhibe no es muestra fehaciente de sus efectos; mucho se juega en el imaginario también, del hombre poseedor y de aquellos que lo estén observando.

La otra perspectiva que se puede incorporar es la concerniente a reflexionar acerca de qué es lo que causa placer realmente, ¿es el acceso carnal a la mujer joven o es la sensación de poderoso que de ello se deriva?, ¿es el contacto coital erótico o el ejercicio del poder?, ¿son ambas?

Estas interrogantes nos colocan de frente a la importancia del poder para los hombres. Ya hemos afirmado que en la sexualidad se escenifica con mayor dramatismo la necesidad de estar en posición de poder o las acciones que se puedan desplegar para tenerlo. Si bien, el dominio de lo privado ha sido poco abordado para ver en él la horma básica de las relaciones de poder social, nosotros creemos que verlo ahí es de singular importancia. Este es precisamente el ángulo olvidado de las luchas sociales libradas por la humanidad, por lo que la sexualidad, la afectividad y la subjetividad quedan fuera de toda consideración de cambio social y político. Ello porque el panorama podría ser muy preocupante para los sectores dominantes, si la población adquiere autonomía e independencia en la vivencia y manejo de su sexualidad y vida íntima; personas liberadas en ese ámbito son “peligrosas”.

Según el relato de los hombres indagados, coexisten rasgos de placer derivados de la atracción física y la genitalidad (“están ricas”) y rasgos del placer de ejercer el poder. Muchas expresiones apuntan a lo placentero de tocar, ver y admirar las virtudes del cuerpo joven; otras directamente aluden al placer del contacto sexual, con especial énfasis en la penetración (incluyendo lo particular de que sea con una mujer virgen). Las manifestaciones son de sensaciones altamente gratificantes, excitantes y, por lo tanto, muy deseadas por ellos.
Hasta aquí, es claro que el placer deriva de la actividad coital y de todo aquello que emana del cuerpo joven, sin importar que se trate del cuerpo de una persona menor de edad. Junto con ese placer, el otro efecto importante es el de la revitalización que se logra. Es decir, tener sexo con jóvenes es altamente apreciado por sus componentes eróticos o, por lo menos, así pretendidos.

Pero a la vez, en forma inmediata, ello tiene que ser colocado en el plano del conocimiento público. Aquel placer mío, íntimo, profundo, si lo publico, me proporciona también poder, prestigio y estatus, lo cual es vivido también como muy gratificante. Por momentos, ambas dimensiones se entremezclan y no se sabe dónde termina una e inicia la otra. Es decir, el vínculo de poder se erotiza, se carga de energía sexual.

En otras palabras, somos del criterio de que ambos juegan y se complica cuando el poder ejercido se liga con el componente de placer erótico. Claro que hay placer en ambas dimensiones, pero la fusión se consolida cuando del placer público se desprende o afianza el placer directo de la genitalidad o sexualidad. 

En un esquema pavloviano, el condicionamiento se logra mediante la asociación de un estímulo incondicionado (el placer sexual) con uno que se condiciona (el placer del poder); una vez establecido el condicionamiento, la relación se fortalece y es difícil de modificar.

Los comentarios de los hombres indican, en efecto, la presencia de ambas dimensiones; algunos de ellos son incluso groseros o violentos, denotando nuevamente las características de una mujer objetivizada y de una sexualidad masculina primitiva, genitalizada y mecanizada. Pero, luego se deriva al placer de mandar, de dominar y de dar a conocer ese poder. En otras palabras, se “enamoran” del poder, sobre todo si se confirma que no solo se ejerce sobre ellas, sino que también se le muestra a los otros. Es obvio que la perspectiva es tenebrosa, porque muchos hombres entran en el juego y sus relaciones se tornan en una pasarela de quién tiene más poder y más control.

Con lo anterior, topamos de nuevo con un aspecto ya analizado. Permite comprender que, al igual que ocurre con las mujeres en general, en particular con las jóvenes y adolescentes, el vínculo se objetiviza y la persona adquiere los caracteres de objetos que pueden ser tomados, comprados, vendidos y exhibidos. La metáfora del vehículo nuevo entra a escena otra vez. La relación que muchos hombres establecen con vehículos de su propiedad, sobre todo si son nuevos, parece identificar rasgos de una suerte de fetichismo en ello. En cierto sentido algo similar pasa con el cuerpo joven. Esa posesión, cierto, se le disfruta; pero, a veces, parece disfrutarse más la mera sensación de poseerlo y que de ello se enteren los demás.

En el apartado de ESC se verá la situación de los inhibidores que actúan en algunos hombres para no entrar en la dinámica de la ESC. Uno de ellos tiene que ver con lo que estamos planteando: los hombres dicen que no le harán a otros lo que no les gusta que les hagan a ellos. No le harán daño al otro como no quiero que me lo hagan a mí; el sufrimiento no es tanto de la hija o la hermana ofendida sino del hombre que ve amenazado su honor y buen nombre. El daño, pues, es para ellos, en tanto lo que le pueda pasar a “sus” mujeres.

Dentro de ese escenario de competencia que se abre, también adquiere mucho sentido la relevancia que tiene para muchos hombres “ser el primero” o la fantasía de serlo. El mensaje es claro: ya la “usé” y ese privilegio nadie más lo puede tener. No se requiere de mucho esfuerzo encontrar ese tipo de comunicados en muchas canciones o refranes populares. Es decir, el control y el poder sobre el cuerpo de la joven o adolescente trasciende el plano físico inmediato para trascender al control de la subjetividad o del mundo interno de las mujeres. Fantasía de poder más grande es difícil concebirla. Es llamativa, aunque aparece poco en los relatos recogidos, la referencia que se hace del calor corporal que emana del cuerpo juvenil, a diferencia de la frialdad del cuerpo adulto o “más viejo”. En el contacto sexual con ellas ese calor es fácilmente percibido, según lo manifiestan.

Todo lo anterior permite postular la tesis de que se produce una participación en la metamorfosis del cuerpo infantil al cuerpo joven, lo mismo que de la psique, acto al cual asisten tanto los hombres adultos como las personas jóvenes y menores de edad directamente. Es para estos hombres como un rito de iniciación, a cargo del adulto, que transmite la experiencia y sabiduría y que, a su vez, recibe una nueva dosis de rejuvenecimiento; es una suerte de transmutación mutua, por medio de la cual la persona joven y menor de edad adquiere experiencia y deja atrás su inocencia y el hombre adulto adquiere juventud. Aún así, en este juego de te doy me dás, la relación de poder está del lado del mundo adulto o al menos la reafirma, estableciéndose una combinación entre el adultocentrismo con el androcentrismo.

Estamos en posición de afirmar, de manera contundente, que para la mayoría de los hombres indagados, la edad cronológica o civil es el criterio infalible para establecer con seguridad la condición de persona menor de edad; por el contrario, el criterio para acceder sexualmente a las muchachas y los muchachos no se relaciona con los criterios legales o civiles.

El universo simbólico que se teje detrás de la expresión de que no hay edades mínimas para efectos de inicios en lo sexual es más que ilustrativa. Connota toda una manera de concebir las relaciones humanas. Lo mínimo es el cuerpo con “rasgos de mujer”, con independencia de la edad cronológica y con desconocimiento de su desarrollo psicosexual, así como de sus derechos en cuanto persona. Las frases que aluden a que si la joven aguanta la penetración ya es mujer, es una trasposición de la psique masculina, en el sentido de que sigue siendo lo coital aquello que define muchas situaciones de las personas. Demás está comentar que aquí se cuela la lógica masculina de ser poderoso y que no cualquiera soporta sus embates, aun con lo burdo y primitivo de este tipo de pensamiento.

Lo anterior explica el por qué para muchos hombres el tener sexo con personas menores de edad no implica transgresión alguna. En el imaginario masculino ya son mujeres y, por lo tanto, para ellos no hay nada censurable en la conducta sexual descrita.

La lógica que subyace y apuntala este prototipo de pensamiento es la que creemos que sostiene y legitima la ESC. Junto con otros determinantes de esa expresión de comercialización de la sexualidad, será abordada en apartados más adelante.

C)  SEXUALIDAD Y LÓGICA DEL MERCADO COMO MARCO ESTRUCTURAL EXPLICATIVO DE LA EXPLOTACIÓN SEXUAL COMERCIAL

Es un cuerpo al que tú accedes porque le pagas.
Yo le pagué a usted por un servicio, me lo
tiene que dar completo, tú vas a hacer
lo que yo quiero.
La ESC tiene sentido en una economía de mercado, en donde el sexo y los cuerpos adquieren carácter de mercancía y, por lo tanto, los hombres acceden al sexo comercial desde una lógica del mercado.

Es como un mercado y si querés vender tenés que ofrecer lo más nuevo. Para comercializar, tenés que buscar chavalas nuevas, bonitas, que sepan bailar, decididas a hacer cualquier cosa: salir con un viejo, con un chavalo, o irse con mujeres; con quien sea. Y el mercado está lleno de solo de gente joven ahora. (Nicaragua)

Con mi dinero, yo puedo comprar estas chavalas más jóvenes. (Nicaragua)

Es un valor de uso y un valor de cambio, y vea si tanto es así que la mujer que no es virgen está devaluada en el mercado del matrimonio. (Costa Rica)

En las frases anteriores, se observa cómo los hombres asumen una lógica de mercado, de oferta y demanda para acercarse al fenómeno de la prostitución en general y de la ESC en particular. Eso les ayuda a no sentirse mal, ya que lo ven como un asunto económico, no ético.

“En los tiempos modernos, la sexualidad representa otro bien de consumo - entre tantos- que se pueden adquirir en el mercado. La experiencia denominada sexualidad se vive fundamentalmente en la esfera de la externalidad, - como algo que no le pertenece al sujeto- mientras que en la internalidad esta experiencia deja una sensación de vacío, de falta que, la mayor parte de las veces, aparece metaforizada en el síntoma o en la “perversión” tal y como se la entiende convencionalmente (Campos y Arrieta, 1996: p. 1).

Para la mayoría de los hombres de la región que participaron en el estudio, la ESC se encuentra justificada en la medida que es vista como un comercio, en el cual se venden mercancías y hay clientes que tienen el dinero para pagar por esas mercancías. ¿Cómo es que los hombres invisibilizan que se trata de una violación de los derechos humanos? Para ello operan varios procesos, uno de ellos es el de mercantilizar los cuerpos y el sexo y, al ser convertidos en mercancías, pasarlos por el proceso de fetichización.

Marx (1976) se refería al concepto “fetichismo de la mercancía” para explicar la lógica de la producción mercantil capitalista y sus implicaciones en la subjetividad. A grandes rasgos, el concepto hacía referencia al doble carácter de la mercancía (valor de uso y valor de cambio) y al aparente carácter impersonal y anónimo de las mercancías, despojadas de todo acto humano, en donde se mistifican y ocultan las relaciones sociales que le dieron razón de ser.

………………………

¿Cómo podemos entender este fenómeno?

Vidales (1978) plantea que en el proceso de fetichización, las personas se cosifican y las cosas se personalizan. Para este autor,

“El reino de los fetiches depende del grado de deshumanización del hombre, quien al dejar de ser responsable de su acción sobre los demás, para convertirse en objeto de fuerzas objetivas y naturales, se degrada y se enajena” (p. 15).

Con el dinero comprás lo que querés… hasta algunas fantasías. (Guatemala)

Se tiene la idea de que se está pagando porque en la casa no se les complace y las prostitutas sí porque son una máquina. (Panamá)

Parafraseando a Campos y Arrieta (1996), en la sociedad occidental, el aspecto físico desempeña un papel muy importante en el atractivo sexual y basado, al menos, en parte, en las características corporales externas, las cuales varían según el contexto histórico social.

El cuerpo en la sociedad mercantil contemporánea adquiere el carácter de mercancía. Se difunde un ideal de belleza localizado en el cuerpo, el cual se presenta como una serie de características en cuanto a edad, color de piel, color de los ojos, color del cabello, determinada talla y altura, determinada forma de contextura física, determinado estilo de voz, determinada forma de vestir, ciertas características genitales que incluyen desde el tamaño y forma de los genitales externos hasta las técnicas “copulativas” que están de moda en el mercado. Esta mercantilización del cuerpo es parte de una mercantilización más global de la que el sujeto como totalidad es objeto en esta sociedad. El sujeto se convierte a sí mismo en mercancía y sus procesos pasan a regirse por las leyes del mercado. Estos procesos psicosociales son analizados por varios autores (Cushman,1991; Benhabib, 1992; Rosenau, 1992; Giddens, 1991; Gergen, 1991; entre otros)

Gergen (1992) considera que lo individual ha sido deprivado de la racionalidad, la intencionalidad, el autoconocimiento y la coherencia. La experiencia intensa con el otro ha sido sustituida por la adquisición de objetos sin vida.

“Reemplazar el amor humano con mercancías sexuales es uno de los mejores negocios e industrias en la cultura occidental. Los hombres pueden adquirir mujeres inflables, caras de mujeres artificiales con los labios abiertos y vaginas completas de estereofón con vello púbico” (Gergen, 1992: p. 141).

 La mercantilización del cuerpo conlleva al mantenimiento de una industria del cuerpo, industria que se encarga de promover el cuerpo bello del momento, elevado (o denigrado) al rango de mercancía. En el caso de los hombres, es el pene el que adquiere rangos de fetiche; en el caso de la mujer es su cuerpo fragmentado en partes el que adquiere ese rango. En el caso de la ESC, precisamente, el cuerpo infantil y adolescente está fetichizado, se le despoja de lo humano (no se le mira como un niño o niña, como un adolescente que es sujeto de derechos) se le ve solamente como un cuerpo, cuerpo para otros, para el placer- /poder de otros, cuerpo que devuelve juventud, vitalidad, estatus a quien lo compra, cuerpo sin subjetividad.

El cuerpo bello se acompaña de determinadas características psíquicas, es un sujeto “completo y feliz”, realizado sexualmente. Por lo general, el cuerpo bello se asocia con sensualidad y erotismo. El que posee un cuerpo bello y joven posee además sexualidad plena. Este constituye un mito que se explota principalmente en la industria de la pornografía.

El sexo, las personas menores de 18 años, al convertirse en mercancías, como toda mercancía

“… adquiere sustancia propia, desconectada cada vez más de lo que es: relación social entre los hombres y se convierte en una esfera trascendente, objeto que subyuga al hombre” (Vidales, 1998: p. 17).
Por eso los hombres dicen frases como las siguientes:

Yo tengo plata, voy a ir a buscar a una chiquilla y le pago. (Costa Rica)

El hombre que paga, siente y piensa que esas mujeres le pertenecen. (Costa Rica)

En este contexto de mercantilización de la sexualidad y del cuerpo, se ponen en escena las relaciones de poder de género patriarcales. Eisler (2000) plantea al respecto que

“Hoy en día, al menos en principio, se condenan casi universalmente la posesión del cuerpo de una persona por otra, la apropiación de sus servicios y la negación de su derecho a tomar opciones de vida fundamentales. Pero hay un área que, incluso en principio, ha sido particularmente resistente al cambio. En relación al cuerpo, servicios y opciones de las mujeres, gran parte del mundo está ideológica, legal y económicamente vigente la noción tradicional de que los hombres deben tener el poder, escoger las opciones y controlar el cuerpo femenino” (Eisler, 2000: p. 183).

La prostitución es una empresa, grandes segmentos de la economía global dependen de ella.

“Esto no solo incluye a niñas y mujeres que trabajan en la industria del turismo sexual y en los incontables bares y tiendas sexuales donde los hombres beben, juegan y tienen sexo con prostitutas, sino también a las familias que venden a sus hijas a la prostitución” (Eisler, 2000: p. 184).

 En la cultura patriarcal, en el contexto del capitalismo tardío, la sexualidad femenina se usa para vender y las mujeres aprenden que el sexo es su principal bien; el trabajo sexual es una transacción comercial privada.

“Lo que la prostituta finalmente vende es la ritualización de la sumisión sexual femenina.... la esencia es que el hombre elige y la mujer está ahí para el uso y abuso del cliente“ (Eisler, 2000: p. 185).

La prostituta es la mayor testigo de la “debilidad” masculina, que busca amparo y/o hipercompensación a través de un cuerpo de mujer objetivizado, convertido en mercancía.

“Poderosa en lo privado, ella será, en cambio, despreciada y humillada en público, pues su poder (su saber) deberá ser violentamente neutralizado. Ellas saben aún más que las otras mujeres “puras”, los secretos masculinos (sus temores, necesidades, perversiones...), pero acaban pagando muy caro –socialmente- el poder (el goce...) que recaban de ese saber…Cada acto sexual remunerado encara al hombre con su propia impotencia sustancial y con la constatación de que no es deseado como tal sino como un cliente más… El hombre es quien manda, ‘al pagar por unos servicios determinados, lo que le provoca seguridad y la ilusión de no ser controlado’” (González, 1998: pp. 211-212).

El dinero le da al hombre una sensación de amo, dueño, cliente con derechos. Pagar lo convierte en un consumidor y desde esa lógica del consumidor, está justificado lo que compre: comprará aquello que se anuncia y ofrece para la venta en el mercado y no es su problema lo que se esté vendiendo pues, al fin y al cabo, en la lógica mercantil, lo que se anuncia es para comprarse, el cliente tiene el deber de comprar y no tiene que problematizarse acerca de por qué se venden determinados productos.

La sociedad de consumo en la que estamos nosotros ahora mismo nos vende el placer carnal. (República Dominicana).

Donde él paga y espera que se le remunere el producto de lo que ha pagado, estoy pagando y vas a hacer lo que yo digo, como yo quiera. (Honduras)

Cuando uno paga tiene derecho a exigir y existe un mayor control por el pago. (El Salvador)

Con base en lo anterior, podemos afirmar que el hombre que está involucrado en relaciones de ESC, en lógica mercantil se posiciona ante el producto como un consumidor. Schiffman y Lazar (1991) plantean que una de las necesidades del consumidor es la necesidad de poder.

“Esta necesidad parece estar estrechamente relacionada con la necesidad de ego, en tanto que muchos individuos experimentan un autorrealce incremental cuando ejercen poder sobre los objetos o sobre la gente...” (p. 93).

La mujer virgen, inocente, que “no sabe” de la sexualidad, especialmente si es menor de edad, le permite al hombre realizar sus fantasías de dominio. Al ser inocente y supuestamente “no saber”, al pagar, al “comprarla” (desde su imaginario) el hombre puede imponerle todos sus deseos, así vence su ansiedad por el desempeño, ante un otro que no sabe, que es inocente y que está reducida a una mercancía. No hay que demostrar nada, excepto que soy el amo. Algo así como yo pago, “necesito que no sepas, que no me exijas nada y, además, que me complazcas en todo lo que te voy a pedir/obligar a hacer”, y todo ello en un ambiente de inocencia, de un desconocimiento obligatorio por parte de ella.

Desde esta perspectiva, el sexo remunerado con personas menores de edad, les ofrece a los hombres, como diría Qualls (1997) placer, excitación y vitalidad.

“Ella es la amante cuya belleza es excitante, cuya naturaleza virginal trae nueva vida y conduce a la Sabiduría” (Qualls, 1997: p. 133).

Esto hace que los hombres hayan expresado lo siguiente:

Pagar por estar con una chiquilla.... Es como que lo convierten en un trofeo, es un premio, es una medalla por estar con una mujer, y entre menos edad tenga la mujer más grande es el trofeo, más orgulloso se siente él de decirlo delante de todos. (Costa Rica)

D) LA RUTA CRÍTICA DE LOS HOMBRES HACIA LA EXPLOTACIÓN SEXUAL COMERCIAL
Es como el vicio del licor; primero, empieza con un trago y luego no lo puede controlar. Primero se empieza pagando en burdeles con mujeres mayores, después se pasa a las chiquillas.

Una de las principales conclusiones de esta investigación es constatar que en los hombres adultos de la población general existen altos niveles de tolerancia hacia las relaciones sexuales con personas menores de 18 años, aunque sucedan en un contexto de explotación sexual comercial. Esta tolerancia es mayor si es hacia adolescentes de 12 años en adelante, coincidiendo con la aparición y desarrollo de las características sexuales secundarias.

Como se ha expuesto anteriormente, para los hombres las personas menores de 18 años se clasifican en dos grandes grupos:
a)      Los niños y las niñas: aquellas personas que aún no presentan características sexuales secundarias; aunque algunos hombres señalaron menos edad, la mayoría consideró los 12 ó 13 años como la edad límite. La mayoría de los hombres censuró y/o condenó la actividad sexual con esta población menor de los 12 ó 13 años por considerarlo parte de la paidofilia o de una aberración sexual. Les es más fácil identificar la actividad sexual con este último grupo de edad (comercial o no) como un delito, por lo cual no se encontró tolerancia hacia las personas que tienen actividad sexual con este grupo. Las reacciones en general fueron de desagrado y rechazo.
Yo considero a una persona que anda buscando niños o niñas a estas edades, ya no es una persona normal. Yo todavía te puedo aceptar si vos querés, entre comillas, al que busque a una adolescente, hablando de una adolescente, una chavala de 16 años para arriba, pues. Pienso que todavía podría ser aceptable.
b)      Las personas adolescentes, de uno y otro sexo, mayores de 12 ó 13 años, que están experimentando los cambios de la pubertad. Se les considera ya no como niños o niñas, se les percibe como personas que, por estar en proceso de desarrollo, tienen necesidades y deseos sexuales muy fuertes y ansían que otros (especialmente las personas adultas) les enseñen y les satisfagan sus deseos. La actividad sexual con este grupo (remunerada o no) sí goza de altos niveles de tolerancia por parte de la mayoría de los hombres de la investigación.

Cabe mencionar que la tolerancia de la que estamos hablando se refiere a actividades como ser “cliente” en la compra de relaciones sexuales directas, en la participación de espectáculos sexuales y hasta de la pornografía por internet (situación que aparece muy poco en los relatos recogidos) en la medida, como ya se dijo, de que se trate de adolescentes mayores de 12 ó 13 años. Pero, aún para este grupo de edad, se encontró un rotundo rechazo hacia las siguientes formas de ESC:
 a) participación en redes de proxenetismo
b) trata de personas
c) formas de violencia sexual o tortura
d) tomar por la fuerza a las víctimas

Sin embargo, el que existan altos niveles de tolerancia hacia la ESC de personas mayores de 12 años, en cuanto a anuencia de relaciones sexuales, no significa que todos los hombres de la población general participan de este tipo de relaciones de explotación en su carácter de “clientes”. ¿Qué factores hacen que unos lo hagan y otros no?

La respuesta a esta interrogante nos lleva directamente a la identificación de la ruta que algunos hombres tienen para llegar a la ESC. Retomando a Claramunt (1998) entendemos el concepto de ruta como aquel proceso que permite alcanzar un determinado objetivo. En esta investigación entendemos por ruta crítica el proceso que permite a algunos hombres acercarse y permanecer en la ESC.

Podemos identificar rutas diversas en el camino de los hombres hacia la ESC. Todas ellas tienen un eje común: la construcción de la sexualidad masculina en el contexto del patriarcado y su relación con el poder; el erotismo relacionado con el poder, tal y como se explicó en el apartado “Explotación sexual comercial, erotismo, sexualidad y poder en el hombre patriarcal”. Las rutas tienen sentido en un contexto ideológico simbólico, que es el patriarcal, en el cual el poder y el dominio sobre los demás es el elemento central. No se puede dar una explicación psicologista clínica a una estructura vincular que trasciende ese ámbito y que conecta la sexualidad desde el nivel simbólico intrasubjetivo hasta el nivel político.

En este nivel simbólico, la estructura de pensamiento o directamente la ideología que subyace a los hombres que inician la ruta hacia la ESC se caracteriza por la presencia de los siguientes elementos, a manera de eslabones que establecen relaciones de sentido entre sí.

………………….

Con base en lo anterior, exponemos a continuación lo que, a nuestro juicio, corresponden los diversos niveles y rutas posibles que hacen que los hombres concreten acciones conducentes a la ESC.

Primera situación. Los hombres socializados en la masculinidad hegemónica y arquetípica patriarcales

En esta situación se encuentran los hombres socializados en el modelo patriarcal tradicional, con los encargos propios de la masculinidad hegemónica y arquetípica, pero que tienen pocas posibilidades de participar de actividades de ESC. Esto debido a que los encargos de demostración de la masculinidad por medio de las aventuras sexuales y del arquetipo del amante 10 no fueron tan desarrollados o estimulados en estos hombres, tanto en su historia personal como en las instancias socializadoras en las que participaron. Quizás a estos hombres les fueron estimulados otros encargos de la masculinidad como por ejemplo: el ser proveedor y/o protector, la no expresión de sentimientos y la responsabilidad; así, asumiendo tales encargos demuestran, su virilidad.

Estos hombres son más permeables a criticar el ejercicio de la masculinidad tradicional y a asumir roles alternativos. No obstante, pueden presentar en su estructura cognitiva niveles de tolerancia hacia la ESC, aunque no participen directamente de ella ni de otras formas de comercialización de la sexualidad o del sexo sin compromiso. En estos hombres podría esperarse, incluso, algunas formas de rechazo o de desacuerdo con la ESC.

10 Gillete y Moore (1993), como representantes de la corriente mítico poética de masculinidad, proponen el arquetipo del amante como aquel que se caracteriza por la búsqueda incesante de la sexualidad y del erotismo. Los otros arquetipos que señalan son el del Rey, el Guerrero y el Mago.

Segunda situación. Hombres socializados en la masculinidad tradicional que buscan sexo casual sin compromiso.
………….

Se trata de hombres que, independientemente de su orientación o preferencia sexual, desde su masculinidad tradicional, aprendieron a manifestar su virilidad por medio de la sexualidad falocéntrica. Los encargos de demostración, por medio de tener sexo con muchas personas (hombres o mujeres) y el arquetipo del amante, fueron ejes centrales en la construcción de su identidad masculina. Esto los lleva a buscar y establecer relaciones sexuales sin compromiso afectivo con múltiples parejas ocasionales.

En este grupo se ubican los típicos “casanovas”, los cuales encuentran gran gratificación en su capacidad de conquista y seducción, como una manera de alimentar sus necesidades narcicísticas. Por su estructura comportamental, estos hombres podrían frecuentar actividades sexuales comerciales (clubes nocturnos), pero no necesariamente son clientes frecuentes de la prostitución, pues lo verían como un indicador de pérdida de su capacidad de seducción. Podrían involucrarse en actividades sexuales con personas muy jóvenes (inclusive menores de 18 años) en un contexto de conquista y seducción, pero no abiertamente de ESC. Aunque podrían hacerlo de manera indirecta, haciéndose acompañar de una persona joven para “alardear” y mostrarla ante los otros hombres y, por lo general, esto los lleva a “invertir” dinero en ese proceso de conquista.

Estos hombres, al paso de los años, podrían involucrarse en actividades de sexo comercial como una manera de compensar sus “encantos perdidos”, con todas las implicaciones que esto conlleva.

Tercera situación. Hombres que se involucran en sexo comercial
……..
En esta categoría tenemos a los hombres socializados en la masculinidad patriarcal tradicional, que buscan sexo casual, impersonal, sin compromiso y que frecuentan actividades de sexo remunerado (clubes nocturnos y/o centros de prostitución, acceso a pornografía en general), independientemente de su orientación sexual. Estos hombres contratan los servicios sexuales de la prostitución y se encuentran cómodos con el hecho de frecuentar estas actividades. La frecuencia puede variar desde eventos aislados a prácticas habituales. Esto depende de varios factores, especialmente del poder adquisitivo que estos hombres posean y de la facilidad que tengan para salir de sus casas de noche de manera habitual, específicamente en el caso de hombres casados o con parejas estables.

Muchos hombres consideraron que el estar involucrado en el sexo comercial es como iniciar una carrera de farmacodependencia (hablan del “vicio”), ya que la persona se va acostumbrando a experimentar cada vez nuevas experiencias en relación con el sexo comercial, al punto de que va perdiendo sus inhibiciones y aumentando sus deseos de experimentar más. Eso puede significar experiencias con personas cada vez más jóvenes, al punto de caer en la ESC; algo así como que el hombre se va desensibilizando al punto de que va adquiriendo mayores niveles de tolerancia y desinhibición para involucrarse comercialmente con personas cada vez más jóvenes.

Sí puede hacerlo, porque como va haciendo esa trayectoria él va ansiando más a las chavalas y pueden hasta llegar a ese extremo. Él ya, cuando dice “Si lo hice con esa chavala que tiene tantos años y me sale esa chavalita más pequeña”, ya comienzan a incitarla también. (Nicaragua)

Yo me imagino que sí. Un hombre que va a tener sexo pagado con una mujer de 30 ó 25 años se imagina:“¿Cuantos hombres habrán pasado por ella?”. Dice el hombre: “Si puedo agarrar una de 18, que hayan pasado menos hombres por ella, pues mucho mejor para mí”. Como dicen: “carne fresca”. (Nicaragua)

Y si puedo con una de 16 que ha tenido menos hombres en su vida que una de 18, ¡pues mejor!”, dice el hombre. Y creo que ahí va hasta que se llega al extremo: una de 14, una de... (Nicaragua)

No debe verse el involucrarse en la ESC como un resultado mecánico de la sexualidad comercial. Inciden varios factores que podríamos resumir de la siguiente manera:
 a) grado de involucramiento en la sexualidad remunerada y en su ambiente (frecuencia e intensidad)
b) necesidad de experimentar nuevas situaciones y vivencias en torno a la sexualidad
c) inclinación por la atracción física por el cuerpo joven (en particular de adolescentes), el que podría “admirar” por medio de pornografía
d) poder adquisitivo
e) facilidad para salir de su casa en horas de la noche o para “escaparse” de su trabajo en horas del día sin tener que dar cuentas
f) entrar en contacto con las redes de proxenetismo en centros de prostitución que manejan la “oferta” de personas menores de 18 años
g) condiciones de vulnerabilidad de las personas menores de 18 años, debido a la pobreza o pobres redes de apoyo familiares.
h) esquemas cognitivos caracterizados por altos niveles de tolerancia hacia la ESC.
i) impunidad o ineficiencia de las leyes que atacan y penalizan la ESC
j) vencimiento de los factores inhibidores mencionados por los hombres

En este sentido, aunque la intención inicial de estos hombres no es participar de la ESC, su actividad en el sexo remunerado los coloca en situaciones de riesgo para entrar en la ESC, al menos de personas entre los 12 ó 13 años y los 18 años. Y para ellos no significa ningún acto paidofílico, significa una variedad más dentro de una actividad sexual comercial, pues desde su estructura cognitiva están pagando por el “servicio sexual”.

Algunas frases son ilustrativas:
Ya te lo voy a explicar. Es un prostíbulo, en una silla tenemos a Juana, tiene 33 años, aquí tenemos a una de 25, pero allá en un pórtico de atrás tenemos a tres de 14… ¿Qué despierta eso, qué despierta en el hombre? Es el libido. Un hombre puede decir: “Yo ya me he acostado con las de 35, yo ya conozco las de 23, diay, ¿cómo serán las de 14?” Eso es como una cosa enfermiza en un hombre, pero existe en todos los ámbitos. (Costa Rica)

¿Las personas que pagan por estar con las de 14? Yo creo que es por la juventud, yo creo que es por la juventud, definitivamente es la juventud. Sería experimentar lo no conocido, es como salirse de la rutina. Si usted es un tipo de bares y usted se mete a un bar y el bar está equilibrado entre 25 y 30 y algo de años y le traen a una niña joven, usted es cliente de ese bar y usted es capaz de que se haya correlacionado con varias de ahí; y la niña joven, la nueva del bar, va a ser la joven del bar, es como dicen: va a ser la pieza que más brilla en ese momento en ese negocio. (Costa Rica)

Lo anterior se plantea además en las reflexiones de Yokohama (2001)

“... los clientes de los niños prostituídos a menudo son simplemente miembros de los grupos más amplios de usuarios de personas prostituídas en general, y no usuarios cuyo interés sexual se concentra exclusivamente en los niños. En otras palabras, muchos individuos llegan a explotar sexualmente a los niños como usuarios de personas prostituídas en general, y no porque usen la prostitución para tener acceso a las relaciones sexuales con niños.
... Cuando la prostitución está organizada de manera transaccional como cualquier otro intercambio de bienes o servicios, el comprador puede creer que el poder que ejerce sobre un niño es legítimo. De esa manera, se está comportando como cualquier consumidor soberano en un mercado libre...” (p. 5).

Cuarta situación. Hombres que se involucran en sexo comercial y en relaciones de ESC

Creemos que en esta categoría se ubican dos grupos de hombres, con rutas distintas.

Una corresponde a los hombres de la situación anterior que, producto de su participación frecuente en el sexo comercial, van involucrándose en relaciones de ESC, al punto de que se convierten en explotadores sexuales habituales. Estos hombres necesitan vencer sus inhibiciones para sintonizar con la ESC. Lo más probable es que se involucren con personas menores de 18 años, pero mayores de 12 ó 13 años, pues la búsqueda de las características sexuales secundarias de la pubertad sigue prevaleciendo.

……………………..

El otro grupo corresponde a los hombres que encuentran motivación para las relaciones sexuales con personas menores de 18 años, probablemente debido a tendencias paidofílicas. La paidofilia o pedofilia, de acuerdo con la clínica psiquiátrica expuesta en el DSM IV-TR (2002)

“... supone actividades sexuales con niños prepúberes (generalmente de 13 o menos años de edad). El individuo con este trastorno debe tener 16 años o más y ha de ser por lo menos 5 años mayor que el niño... La gente que presenta pedofilia declara sentirse atraída dentro de un margen de edad particular. Algunos individuos prefieren niños, otros niñas y otros los dos sexos. Las personas que se sienten atraídas por las niñas generalmente las prefieren entre los 8 y los 10 años, mientras que quienes se sienten atraídos los prefieren algo mayores. La pedofilia que afecta a las niñas como víctimas es mucho más frecuente que la que afecta a los niños....
... Estas actividades se explican comúnmente con excusas o racionalizaciones de que pueden tener ‘valor educativo’ para el niño, que el niño obtiene ‘placer sexual’ o que el niño es ‘sexualmente provocador’, temas que por lo demás son frecuentes en la pornografía pedofílica” (p. 639).

Las personas con tendencias paidofílicas pueden cometer actos de abuso sexual infantil y de ESC. Sin embargo, tal y como lo plantean las reflexiones de Yokohama (2001) no todos los paidofílicos son explotadores sexuales, ni todos los explotadores sexuales son paidofílicos.
Retomando los factores que menciona Finkelhor (1980), como explicativos del abuso sexual, en estos hombres podría operar un mecanismo parecido. En los grupos de hombres que participaron en la investigación, aparentemente, no se logró identificar a ninguno que estuviera de acuerdo con este tipo de prácticas. Pero, creemos que si se presentan los factores que menciona Finkelhor, la ESC podría operar de la siguiente manera:
a) Motivación hacia tener contacto sexual con personas menores de edad (o sea, tendencias paidofílicas)
b) Vencimiento de los factores inhibidores internos
c) Factores de vulnerabilidad en las víctimas (considerando las que menciona Claramunt, 1998 y 2002)
d) Vencimiento de las barreras externas (la existencia de oferta de personas menores de 18 años en redes de ESC)
e) Altos niveles de tolerancia e impunidad hacia la ESC en la sociedad

Probablemente estos hombres entran directamente en la ESC, sin tener que pasar por el proceso previo por el que pasan los hombres del otro grupo y es de suponer que la edad de las víctimas no necesariamente sea mayor de 12 años, sino que el límite de edad puede ser menor. Sin embargo, es necesario efectuar investigaciones con este tipo de población para detallar y estudiar mejor su ruta crítica, dadas sus particularidades. Es probable que en este grupo se encuentren aquellos hombres que presentan una mayor tendencia a consumir e intercambiar material pornográfico infantil, pudiendo utilizar para ello diversas vías
(Internet, películas). Es esperable que esta tendencia no aparezca de manera significativa o sistemática en los hombres de la población general que no presentan tendencias paidofílicas, ya que no forma parte de sus preferencias sexuales.

Los esquemas anteriormente expuestos no pretenden dar la última palabra en cuanto a establecer cuál es la ruta crítica de los hombres que se involucran en la ESC; son tan solo instrumentos de trabajo para ser desarrollados en futuras investigaciones. Sin embargo, queremos resaltar los elementos constantes en la ruta crítica que hemos encontrado:
a) Un universo simbólico tolerante hacia la masculinidad patriarcal y sus mecanismos de ejercicio del poder, mediante la sexualidad
b) Elementos ideológicos que legitimen, en la construcción de la masculinidad, el sexo ocasional y comercial
c) Ausencia de espacios de educación de la sexualidad integral para los hombres
d) Clima de tolerancia hacia la ESC
e) Incumplimiento de la legislación relacionada con la ESC
f) Ausencia de campañas preventivas de la ESC dirigidas a la población masculina que se adapten a sus estilos cognitivos y lógicas de producción de discursos
Los hombres que se encuentran en mayor condición de riesgo son los ubicados en la tercera y cuarta posición, según el esquema propuesto. Por lo tanto, las medidas de tipo preventivo deberían ajustarse a estas condiciones, aunque en las dos primeras situaciones podría haber mayor probabilidad de efectividad en las acciones por desarrollar.

No obstante las posibles rutas delineadas, podemos afirmar que se pueden dar situaciones esporádicas en donde no se requiere un proceso de preparación previo para que los hombres se involucren en la ESC. Es el caso de los hombres que no acostumbran visitar clubes nocturnos o centros de prostitución, debido a limitaciones económicas o a que no lo han incorporado como prácticas cotidianas. Pero, si en un determinado momento cuentan con algún dinero y visitan un lugar de estos y en el mismo se “ofrece” como parte del comercio sexual la presencia de personas menores de 18 años, desde una lógica de mercado, existen probabilidades de que este hombre “escoja” esta opción. Es esperable que estos hombres tengan esa conducta en determinada ocasión y que no necesariamente la repitan en el futuro.

Si hay donde escoger, es mejor todavía. (El Salvador)

Claro que si cuando se está decidido a tener sexo o buscar en la calle, en muchos casos, no se discrimina si es niña, adolescente o joven. (Honduras)

Muchos de los hombres (la mayoría) afirmaron que si a un hombre se le presenta la oportunidad de tener relaciones sexuales con personas menores de edad, aunque sea en forma remunerada, se dan las condiciones necesarias (motivación del hombre para involucrarse sexualmente con menores de 18 años, existencia de la “oferta”), se garantiza que nadie lo va a denunciar legalmente y que no va a haber ninguna consecuencia para su reputación ni para su familia, la respuesta fue casi unánime: “¡Lo haría!”.


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