LA PROSTITUCIÓN DE MUJERES, UNA
ESCUELA DE DESIGUALDAD HUMANA 1
Ana de Miguel Álvarez
Profesora Titular de Historia e
Instituciones Económicas y Filosofía Moral
Universidad Rey Juan Carlos
SUMARIO
I. Prostitución y autoconciencia
de la especie.- II. Las Prostituidas son mujeres, los puteros son hombres: la
Perspectiva de género.- III. La tolerancia con la prostitución, La ideología de
la prostitución.- IV. Desplazando el debate: Del enfoque del consentimiento de
las prostituidas a la Agencia del cliente prostituidor.- V. Algunas
consecuencias De la normalización y legalización de la prostitución desde La
perspectiva de clase.- VI. La prostitución como escuela de Desigualdad entre
chicas y chicos.- VII. Visibilizar y teorizar Al “cliente”: poner un espejo
ante los hombres que van de Putas.- VIII. Bibliografía.
PALABRAS CLAVE
Prostitución; Desigualdad
humana; Movimiento feminista; Concepto de ser humano; Democracia participativa
y deliberativa.
RESUMEN
El objetivo de este artículo es
contribuir a desplazar el debate actual sobre la prostitución de mujeres desde
el tema del consentimiento de las prostituidas a la reflexión sobre el
prostituidor. Mantenemos que el tema del consentimiento invisibiliza la parte
fundamental sobre la que se funda la institución de la prostitución: el hombre
que demanda que su deseo sexual sea satisfecho y la ideología que encuentra
normal, natural y deseable que lo haga. El artículo reflexiona sobre las
consecuencias que el acceso libre y reglado al cuerpo de las mujeres tiene
sobre el carácter de los varones, su percepción de las relaciones con las
mujeres y su socialización en los valores de la igualdad y la reciprocidad
sexual. Por último, se sostiene que una sociedad que banaliza, normaliza e
idealiza la prostitución de mujeres es una sociedad que fortalece las raíces de
la desigualdad humana.
I. PROSTITUCIÓN Y AUTOCONCIENCIA DE LA ESPECIE
Contra todo pronóstico, la prostitución de
mujeres está en proceso de aumento y expansión en las sociedades formalmente
igualitarias.
Decimos “contra todo
pronóstico” porque el compromiso con el valor de la igualdad, unido a la nueva
libertad sexual que ya han disfrutado varias generaciones, generó la idea
difusa de que la prostitución acabaría convirtiéndose en un fenómeno residual y
marginal. Y así ha sido para las mujeres que han crecido en los países con
mayores índices de igualdad sexual. Sin embargo, en estos mismos países, como
es el caso de España, han entrado de forma masiva cientos de miles de mujeres,
procedentes de los países más vulnerables, desestructurados y patriarcales del
mundo, destinadas a satisfacer los deseos sexuales de una parte de nuestra ciudadanía
masculina. La enorme visibilidad de este mercado humano está polarizando y
agriando más si cabe el debate entre dos posturas teóricas y políticas
enfrentadas, las favorables a normalizar la prostitución y las que plantean
como horizonte normativo la desaparición de la misma2.
Durante décadas el debate se ha centrado en
la cuestión filosófico- política del consentimiento. Por un lado, se argumenta
sobre los derechos de las mujeres a elegir prostituirse y normalizar la
industria del sexo; por el otro, se sostiene que es irracional e injusto
argumentar seriamente en torno al “consentimiento” en un planeta globalizado y
atravesado por las desigualdades económicas, étnicas y, muy especialmente, de género.
Dadas las dimensiones que está adquiriendo la trata, cada día es más habitual
dejarse llevar por el discurso fácil, sencillo y directo de la legalización y abandonar la
reflexión sobre las raíces de la prostitución y las consecuencias no deseadas o
no previstas de su normalización. El discurso reglamentarista tiene un notable
éxito en el mundo académico y además se expresa en frases sencillas, que
establecen nexos con valores apreciados por la opinión pública. Tales como que
“la legalización sirve para combatir las mafias3”, “los derechos de l@s
trabajadores del sexo”, “el sexo es bueno, basta de puritanismo y
represión”,“en todos los trabajos se vende el cuerpo: ¿qué diferencia hay entre
vender ideas y vender el cuerpo?”.
Si la filosofía puede definirse como la
autoconciencia de la especie en un momento histórico concreto, las sociedades
democráticas no pueden ya seguir evadiendo el hacerse cargo de la imagen que
sobre nosotros mismos, nuestro proyecto común
y nuestra ciudadanía, arrojan las cifras y el espectáculo de la continua
prostitución de mujeres de todos los países del mundo4. Especialmente sobre la
imagen de los hombres.
La reflexión sobre la prostitución tiene que
girar en torno a nuestro horizonte normativo y el mundo que queremos construir
y legar a las generaciones futuras. Si queremos construir un mundo en que se normalice
el acceso reglado a un mercado de cuerpos de los que se pueda disponer para su
uso sexual o no. Y un mundo en que la práctica totalidad de esos cuerpos son
mujeres. Este de la prostitución es un tema en el que nos jugamos el propio
concepto de ser humano y sobre el que corresponde debatir desde el conocimiento
y no desde frases cortas, eslóganes y tópicos. Mucho
menos desde la asunción acrítica de que “así son los hombres y esto no hay
quien lo cambie”. Este trabajo quiere contribuir a poner en marcha los
mecanismos habermasianos propios de una democracia participativa y
deliberativa, una democracia que se toma en serio sus debates y anima a que
todas las posiciones se muestren claramente en el ágora pública y argumenten
sus buenas razones en torno
En concreto, el objetivo de este trabajo es
contribuir a desplazar el debate desde el tema del consentimiento de las
mujeres prostituidas a la investigación de las características de la acción o
agencia que ejerce el prostituidor, cliente o putero. Examinaremos la ideología
que legitima su acción y la influencia de esta agencia en su conformación como
persona y ciudadano. Asimismo plantearemos algunas consecuencias de la normalización
y banalización de la prostitución desde la perspectiva de clase y, por último,
las implicaciones para las relaciones de dominación y sometimiento entre
hombres y mujeres.
II. LAS PROSTITUIDAS SON MUJERES, LOS PUTEROS
SON HOMBRES: LA PERSPECTIVA DE GÉNERO
Estamos tan acostumbrados al hecho de la
prostitución de mujeres que al abordarlo se nos pasa detenernos en lo que
asumimos como evidente. Pero, como es sabido la filosofía comienza por
cuestionar lo que hasta el momento se había aceptado con “normalidad y
naturalidad”, como una “tradición inevitable”. En un orden racional de
investigación la pregunta primera sobre la prostitución no debiera ser la de si
hay personas dispuestas a prostituirse, más bien debería ser esta otra: ¿Por
qué la mayor parte de las personas destinadas al mercado de prostitución son
mujeres y no son hombres? ¿Por qué tantos hombres aceptan con normalidad que haya
cuerpos de mujeres que se observan, se calibran y finalmente se paga para
disponer ellos? ¿Cómo es posible que los hombres obtengan placer de personas
que se encuentran en una situación de clara inferioridad y que, en general,
sólo sienten indiferencia o asco por ellos?
Estas preguntas, en realidad determinantes
para comprender el fenómeno, no son ni mucho menos las habituales en los
debates sobre el tema. Lo habitual es que los varones desaparezcan del
“problema” de la prostitución. Sheila Jeffreys, una de las autoras más
implicadas en el debate, ya planteó en su día cómo es el propio lenguaje
utilizado el que se encarga de invisibilizar a los hombres y remitir a las
prostitutas, como si ellas fueran la causa de que existiera la prostitución6.
De igual modo la designación de “trabajador@s del sexo” o “trabajadores
sexuales”, aparte de otorgar la consideración de “un trabajo cualquiera” envía
otro mensaje muy claro a la sociedad: la prostitución no tiene género,
cualquiera puede prostituirse, no es algo que haga referencia a las relaciones
entre hombres y mujeres.
La arroba se convierte en una
forma de invisibilizar y falsear la realidad de forma que la sociedad civil, la
opinión pública no perciba a priori la desigualdad inherente al papel que
desempeñan hombres y mujeres en este “trabajo”. La propuesta que recogió la
propia Jeffreys fue la de utilizar la palabra “mujer prostituida” para intentar
señalar que la prostituta no existe en el vacío, no existe sin el otro polo de
la relación, al que se pasa a denominar prostituyente o prostituidor frente a
la aséptica y pasiva denominación de “cliente”, más propia de la industria y
los empresarios del sexo. En palabras de la filósofa Celia Amorós,
“conceptualizar es politizar” y de ahí la necesidad de comenzar por plantearse
el contexto en que nos introduce el propio lenguaje que utilizamos para nombrar
la
realidad7.
Otra de las cuestiones que se tiende a
invisibilizar, también por “evidente”, es el hecho de que la mayor parte de las
mujeres rechaza con firmeza la idea de que exista un mercado de prostitutos.
Incluso hay que reparar en que las teóricas posmodernas y queer que defienden
la prostitución lo que defienden es que las mujeres sean putas no que las mujeres
vayan de put@s. Estos parecen ser, paradójicamente, los límites de lo que
definen como una transgresión del orden patriarcal, aceptar la parte que les
toca en “el oficio más viejo del mundo”.
El rechazo de la prostitución masculina por
parte de las mujeres no radica en su falta de poder o dinero sino en que no
encuentran placer en tener relaciones sexuales con quienes se encuentran en una
situación de clara inferioridad –semidesnudos en fila, en los parques,
polígonos y burdeles- y, además, no las desean en absoluto. Las mujeres han
accedido al espacio público, pero no han adoptado, ni mucho menos y frente a lo
que suele afirmarse, los comportamientos que definen la masculinidad, han adoptado
los que tras la autodesignación de masculinos se han revelado como humanos8.
Detenerse a pensar en los fundamentos de rechazo de las féminas arroja luz
sobre la particularidad del comportamiento de los hombres que encuentran placer
en disponer de mujeres prostituidas.
Parece que uno de los núcleos
del placer que experimentan reside en entrar en relaciones físicas definidas
por su situación de poder y falta de reciprocidad.
En los últimos tiempos, especialmente en
nuestro país, hemos avanzado mucho en materia de igualdad entre hombres y
mujeres. Las mujeres han accedido a numerosos estudios, trabajos y actividades
que se consideraban tradicionalmente masculinos. De forma similar, aunque aún minoritaria,
los hombres están comenzando a ser amos de casa; compran, limpian, cocinan y
comparten el cuidado de los hijos y los mayores. Ahora es el momento de
plantearse que, justo al mismo tiempo que se producían los cambios hacia una
mayor igualdad sexual, la oferta de mujeres iba en aumento y también lo hacía
la demanda por parte de los hombres de un producto tan “bueno y barato”. Los
burdeles y los parques de nuestro país se llenaban de chicas rubias del este de
Europa, de chicas negras recién traídas de África, de orientales que se
anunciaban como especialmente dulces y sumisas, “chinas, muy jóvenes, nuevas”9.
No es posible comprender el aumento de la
prostitución en las sociedades formalmente igualitarias y comprometidas con los
valores de igualdad sin saber de dónde venimos, sin tener presente la
perspectiva feminista. Hombres y mujeres no hemos vivido nunca en situación de igualdad.
Los hombres, como grupo social o “género” han tenido el poder sobre las
mujeres. El poder económico, el poder político y el poder simbólico. Nuestras
sociedades ya no son, ni mucho menos, patriarcados basados en la coacción pero
las mujeres carecen del papel político, social y económico de los hombres. Y,
sobre todo, para lo que ahora nos interesa argumentar, carecen del poder
simbólico.
Nancy Frazer ha señalado con firmeza que
toda lucha por mejorar las condiciones materiales de un colectivo tiene que
incorporar una lucha específica por redefinir el imaginario simbólico que
también determina sus vidas10. El poder simbólico o cultural es tan importante
como el económico y el político en cuanto que legitima los anteriores. Es el
poder de las ideas, de los relatos, también el de las películas y las
canciones. Es el poder que modela lo que pensamos y sentimos. El mundo del
pensamiento, de la creación y de la cultura actúa dando sentido a nuestras
vidas, modela nuestras normas morales, nos enseña a aceptar unas situaciones y
a condenar otras. Tiene el poder de definir lo que es un hombre, lo que es una
mujer y qué es lo que se puede cambiar y lo que no debe cambiar en su forma de
relacionarse. En el siguiente apartado vamos a exponer cómo se ha teorizado y
legitimado el derecho de los hombres a acceder al cuerpo de las mujeres por un
precio variable.
III. LA TOLERANCIA CON LA PROSTITUCIÓN, LA IDEOLOGÍA
DE LA PROSTITUCIÓN
Existe una ideología, un conjunto de ideas
que podemos denominar la ideología de la prostitución11. Son un conjunto de
definiciones favorables a que los hombres vayan con mujeres prostituidas. Y a
que las mujeres lo acepten, “hagan la vista gorda” o declaren que no les
importa. Esta ideología sostiene, por un lado, que los hombres tienen derecho a
satisfacer sus necesidades sexuales. Por otro, que la sociedad tiene que
proporcionarles, de una u otra forma, un mercado de mujeres para satisfacer
esas necesidades. En la prensa diaria nos informan de que un cargo público
español ha sido descubierto utilizando su tarjeta visa para ir a burdeles, de
que un presidente de gobierno italiano organiza fiestas con prostitutas, de
empresas que premian a sus directivos y clientes con mujeres prostituidas… y la
sensación es la de que lo hacen con casi total impunidad.
Una parte importante de la legitimidad
procede, tal y como sucede con la desigualdad entre hombres y mujeres, de su
carácter casi universal.
Hay que recordar que la
prostitución ha estado legalizada durante siglos en Europa. Hasta tal punto ha
sido una práctica habitual y aceptada que el parlamento inglés niega el voto a
las mujeres en 1867 y casi simultáneamente propone ampliar la reglamentación de
la prostitución de mujeres y niñas en las calles y los burdeles. Y decimos
niñas porque la edad del consentimiento estaba en los trece años. Las leyes se
encontraron con la férrea oposición de un movimiento organizado de mujeres que conocían
de primera mano los problemas de las mujeres prostituidas y estaba logrando
concienciar a la opinión pública de la injusticia y la doble moral que
implicaba su ejecución. Aquellos fueron los inicios del movimiento por la
abolición de la prostitución. Un movimiento liderado por Josephine Butler, y que a
pesar de su relevancia, espectacularidad y éxito pareciera no haber existido
jamás. La ideología de la prostitución no sólo radica en lo que expresa sino
también, como toda ideología, en lo que se oculta y silencia12.
La ideología de la prostitución es muy
elástica y consigue conciliar argumentos opuestos para legitimar su práctica,
su necesidad, su inevitabilidad. Una de las claves para comprender esta
ideología es saber que no se corresponde con las posturas clásicas de
izquierdas o derechas.
La prostitución se ha legitimado
y se legitima tanto desde posturas conservadoras, como liberales y
progresistas. Igualmente encontramos personas de todas estas ideologías que se
oponen con firmeza a la explotación sexual.
La tolerancia con la prostitución desde
argumentos conservadores se ha basado durante siglos en lo que se denomina la
doble moral sexual. La doble moral sostiene que lo que es bueno para los
hombres es malo para las mujeres y al contrario. En términos sexuales mantiene
que las mujeres no deben tener ningún tipo de vida sexual hasta el matrimonio,
al que deben llegar con el himen intacto. Este elogio de la virginidad sólo es
válido para las mujeres. Los hombres, al contrario, deben tener relaciones
sexuales antes del matrimonio. Y cuanto más promiscuos más viriles y admirados.
Este modelo tradicional de
sexualidad se asienta en el presupuesto de que los hombres necesitan y es bueno
que tengan relaciones sexuales variadas.
Se esperaba y aceptaba que los
chicos tuvieran sus primeras relaciones con prostitutas, los encargados de
llevarles a los burdeles podían ser sus padres, también los amigos o familiares
cercanos. Todo ello se ha argumentado en la cultura formal, tratados teológicos
y científicos incluidos y en la cultura popular de forma más ocurrente y
festiva. La prostitución se consideraba “un mal menor”. El “mal mayor” sería,
lógicamente, el que se seguiría de que los hombres no pudieran tener sus
“necesidades” satisfechas13.
Foto: Salvador Batalla |
La revolución sexual de los años sesenta
puso fin a una parte de la hipocresía y la injusticia que suponía la doble
moral sexual. Sin embargo, tuvo y tiene una vertiente que reproduce en nuevos
términos la ideología de la prostitución. Así fue analizado por teóricas
feministas como Kate Millett, que realizó una extraordinaria y aún hoy modélica
crítica de la carga misógina y patriarcal que permeaba los escritos de los
santones de la revolución sexual, como DH Lawrence y Henry Miller, autores que
tanto han contribuido a redefinir con éxito la nueva normativa sexual14.
Según las nuevas normas sexuales el sexo es
bueno y tener muchas relaciones sexuales es bueno, moderno y transgresor, es
anti-sistema. Mostrar sentido crítico con lo que tiene que ver con el sexo es
represor y conservador per se. El juicio moral es que los juicios morales deben
quedar fuera del territorio del sexo. La revolución sexual multiplicó la
presencia de mujeres desnudas en los medios de comunicación y publicidad, no
así la de hombres. Fue crítica con la doble moral pero no con la sexualidad tradicional
masculina. Una de las consecuencias fue que se comenzó a idealizar la figura
del putero15.
Una de las claves de la reconceptualización
de la prostitución a partir de los sesenta fue la teoría de la libre elección y
el consentimiento. Si la prostitución es voluntaria, si hay consentimiento, la
libertad individual aparece como un factor determinante para su aceptación.
Incluso, y paradójicamente, en autores que condenan con gravedad la ideología capitalista
y neoliberal de la free choice en otros aspectos de la vida económica. Las
consecuencias de la revolución sexual fueron en este caso concreto similares a
las de la doble moral tradicional: el mercado de prostitutas quedaba asegurado,
reforzado y ampliado. Decimos “ampliado” porque, como hemos desarrollado en
otros trabajos, la izquierda siempre había considerado la prostitución una
forma de explotación extrema16.
Las mujeres tuvieron una voz propia y
fueron protagonistas de la revolución sexual. Sin embargo, las autoras y
activistas que criticaron el carácter patriarcal de la nueva normativa sexual,
es decir, la identificación de la sexualidad con el placer masculino y el libre
acceso al cuerpo de las mujeres, fueron ignoradas y silenciadas. También su
designación como frígidas, reprimidas y puritanas o feministas y lesbianas, en
función del contexto, supuso una sencilla pero eficaz forma de descalificación.
A partir de la década de los ochenta y con
el desarrollo de los nuevos enfoques teóricos pos, posmodernos, poscoloniales y
posfeministas el debate entre defensores y detractores de la prostitución ha
cuajado en dos corrientes enfrentadas. Una postura favorable a que se normalice
la prostitución y una postura favorable a poner las bases para su desaparición.
La bibliografía actual sobre el
debate no deja de crecer pero es posible sintetizar algunos de los argumentos
más repetidos en estos textos.
Desde la postura pro prostitución, en
realidad no existen las prostitutas, existen l@s trabajadores sexuales. La
prostitución es un trabajo más, en que se intercambian servicios por dinero.
Alguien ofrece una mercancía alguien paga por ella. Cualquier contrato entre
adultos en que haya sexo y consentimiento debe ser respetado y tal vez
legislado. Las remesas de inmigrantes que se mueven de unos países a otros para
el trabajo sexual generan muchos bienes económicos que tienen que cotizar mediante
impuestos al Estado. La legalización del trabajo sexual protege el bienestar de
las prostitutas. La legalización acabaría con las mafias, que hoy se embolsan
los enormes beneficios que produce el tráfico de mujeres y niñas para el
mercado sexual. Los problemas que sufren l@s trabajadores sexuales, como el
tráfico y el estigma proceden de la falta de reconocimiento social, no de las
características intrínsecas al oficio.
Frente a estas tesis, la posición
abolicionista mantiene que la prostitución de mujeres sólo puede analizarse
desde la perspectiva de la historia de la desigualdad entre hombres y mujeres.
La mayor parte de las mujeres prostituidas son víctimas de una sociedad injusta
y patriarcal. La prostitución, que definen como violencia contra las mujeres,
no es comparable a ningún otro trabajo. En realidad, es el núcleo de una
relación de dominación en bruto, sin mediación alguna. Cuerpos desnudos, en fila,
sin nombre, a disposición de quien tenga dinero para pagarlos. Una sociedad
comprometida con la igualdad y la justicia no puede fomentar la relación de
prostitución entre las mujeres vulnerables y todos los hombres que quieran
acceder a sus cuerpos. El abolicionismo plantea con radicalidad la posibilidad
de que una sociedad puede poner fin a la prostitución si se lo propone. También
en su día parecía imposible que las mujeres llegaran a tener derecho al voto.
Además la idea de que los hombres son puteros por naturaleza es una rancia
falsedad que tiene como fin justificar a los que sí lo son17.
IV. DESPLAZANDO EL DEBATE: DEL ENFOQUE DEL
CONSENTIMIENTO DE LAS PROSTITUIDAS A LA AGENCIA DEL CLIENTE PROSTITUIDOR
El gran argumento favorable a la prostitución
de mujeres es el de la libre elección o el consentimiento. Pero, como ha
señalado Valcárcel
“No siempre el consentimiento
legitima una práctica, ni mucho menos la convierte en trabajo”.Y tampoco el
consentimiento de las partes implicadas es una razón suficiente para legitimar
instituciones en una sociedad democrática. Casi puede interpretarse al
contrario: la democracia pone límites a los contratos “voluntarios” que en
sociedades caracterizadas por la desigualdad firmarían sin duda los más
desfavorecidos. Por ejemplo, hoy día casi nadie en nuestro país defiende la
legalización del contrato matrimonial múltiple o la poligamia. Raras son las
voces que sostienen que si es consentida el Estado tiene que legalizarla, tal y
como está legalizada en otros países.Y, sin embargo, eso es lo que se mantiene
con la prostitución, que si es consentida hay que legalizarla. Otro ejemplo de
institución que estuvo legitimada por la costumbre y “no hacía daño a nadie”
pues se basada en el libre consentimiento de las partes, es el duelo, pero tras
su redefinición social y un sostenido esfuerzo fue finalmente erradicado18.
La ideología de la prostitución es el
conjunto de ideas, creencias y actitudes que de manera implícita subyacen a y
legitiman la prostitución. Pero, ¿qué es la prostitución? La definición no es
sencilla ni evidente, ni se presta a una supuesta objetividad. La definición
escueta que pone el acento en “el intercambio de sexo por dinero” encubre dos
características fundamentales: el hecho clave de que las prostituidas son
mujeres y el no menos importante de que no es sexo, es un cierto tipo de sexo,
que consiste en que el varón tenga un orgasmo usando como medio un cuerpo de
otra persona.
Desde una posición crítica y retomando las
tesis de Pateman vamos a proponer una definición alternativa a la prostitución.
La prostitución es una práctica por la que los varones se garantizan el acceso
grupal y reglado al cuerpo de las mujeres19. El acceso es en grupo porque todos
los varones pueden acceder, digamos en fila, al cuerpo alquilado, es un “bien
público”. Es cierto que hay que tener dinero, pero esta condición no invalida
el carácter accesible, abierto a todos, de la mujer prostituida.
El acceso es reglado porque no
tiene nada de natural y espontáneo, responde a una serie de normas conocidas y
respetadas: las prostituidas están en determinados sitios, hay que preguntar
cuánto es y qué se ofrece a cambio.
El libre acceso al cuerpo de las mujeres
está garantizado en la casi la totalidad del planeta. Un hombre puede viajar de
Valencia a Pernambuco, pasar por Taiwan o Egipto. Basta con que pare a un
taxista y formule esta sencilla pregunta “¿aquí, donde están las mujeres?”,
“¿dónde están las chicas?”, “tú ya me entiendes”. Cualquiera de estas frases es
comprendida en el lenguaje universal de las sociedades patriarcales. El
imaginario simbólico de lo que es una mujer no puede expresarse con más
claridad y sencillez. Es la sencillez que reclamaba el filósofo René Descartes
para las verdades evidentes, claridad y distinción.
La prostitución como institución
internacional y globalizada se basa en sostener que todo hombre tiene “derecho”
a satisfacer su deseo sexual por una cantidad variable de dinero. A costa de
quién sea, como sea y sean cuales sean las consecuencias. Si las familias de
los países más desolados por la desigualdad y el sexismo venden a sus hijas,
ése no es el problema de los clientes. Si las chicas han sido traficadas desde
Somalia o Etiopía, no es ése el problema de los clientes. Ellas no son sujetos,
son los objetos, las mercancías expuestas para que el comprador, el cliente,
elija, pague y se corra.
Si como hemos tratado de exponer las
mujeres son los objetos y no los sujetos activos que con su derecho
desencadenan todo el proceso que finalmente conduce a las mujeres a los
prostíbulos, lo lógico y racional es que el desarrollo del debate pase a
focalizarse en el prostituidor como la causa primera de la existencia de un
mercado de cuerpos. En los apartados siguientes, y con el fin de comprender
mejor el perfil de este agente caracterizamos algunas de las implicaciones de
la normalización y la legalización de la prostitución.
V.ALGUNASCONSECUENCIASDELA NORMALIZACIÓN
Y LEGALIZACIÓN DE LA PROSTITUCIÓN DESDE LA PERSPECTIVA DE CLASE
En las últimas décadas no sólo ha aumentado
la prostitución, también lo han hecho los defensores de la tesis de que la
prostitución es un trabajo como otro cualquiera, incluso mejor que otro
cualquiera. Es un mensaje machacón que procede de la industria del sexo y de la
posición pro- prostitución y que se difunde de forma reiterada desde los medios
de comunicación. Medios que, a menudo, son juez y parte, porque, como sucede
con la prensa generalista o seria de nuestro país, ganan millones de euros
anuales con los anuncios de prostitución en sus páginas20.
Esta visión de la prostitución contrasta con
la realidad de que la mayor parte de las mujeres proceden de los países más
pobres y desestructurados del mundo. Según los cálculos de Naciones Unidas hay
millones de mujeres y niñas que son víctimas de la trata, que son captadas en
los países más pobres y machistas para que los varones de todo el mundo
disfruten con sus cuerpos. Y como sostiene Alicia Miyares, en democracia los
números cuentan, y mucho. Hablamos de trata y tráfico de mujeres no sólo por la
forma en que las chicas son captadas y pasadas de unos países a otros sino
también de unas provincias y burdeles a otros. Los proxenetas son sensibles a
la demanda de novedades por parte de la clientela y han adoptado la práctica de
intercambiar a las mujeres que viajan de burdel en burdel. Otra de las razones
para trasladarlas es que no creen lazos entre ellas ni con los “clientes”,
lazos que podrían poner en marcha mecanismos de empatía y solidaridad.
El filósofo moral Scott A. Anderson ha
desarrollado la tesis de que frente a la idea establecida de que la
prostitución se legitima en el derecho de las mujeres sobre sus cuerpos, a la
larga, en un mundo que legalice y normalice la prostitución las mujeres, las
personas acabarán perdiendo el derecho a la autonomía sexual21. La autonomía
sexual consiste en el derecho de marcar claramente los límites de acceso a
nuestros cuerpos. En la actualidad y de la mano de nuestra concepción de la
sexualidad como una forma especial de relación y como una relación
innegociable, no sólo podemos negar el acceso, sino que podemos denunciar como
acosadores sexuales y violadores a quienes vulneran este derecho a la
intimidad. En este sentido, el derecho a la autonomía sexual es una barrera
crucial frente al poder de los otros. Ahora bien, los teóricos pro prostitución
quieren cambiar la concepción de la sexualidad como una capacidad y una
relación distinta a otras. Filósofas como Martha Nussbaum mantienen con vigor
que es un trabajo como otro cualquiera y que los problemas que acarrea a l@s trabajadores
del sexo no proceden de ninguna característica específica sino de factores
coyunturales, sobre todo del estigma social que rodea a la profesión. Si esto
es así, ¿qué argumentos van a encontrar en el futuro las chicas de las clases
más bajas para no dejar abierto el acceso a sus cuerpos?
Nos interesa señalar cómo la perspectiva de
la normalización y el consentimiento no sólo conduce a la reproducción de la
desigualdad de género sino a la de clases y países. En los países más
endeudados y colonizados del planeta tendrán sucursales todos los proxenetas
legales y podrían difundir con el apoyo del estado su buena nueva22. ¿Hay
familias con problemas económicos? Ahora los podéis solucionar: en España, en los
burdeles españoles, se apreciará mucho a vuestras hijas más guapas. Traednos a
vuestras jóvenes, nosotros nos ocupamos de todo. Y ahora, vamos a visibilizar
al cliente o putero: dejadnos a vuestras jóvenes que ya les enseñamos, en un
par de tardes, cómo se trata a un cliente, cómo se complace a los chicos
españoles. A los chicos, a sus padres y a sus abuelos.
Cuando una actividad es legal, lo primero
que hace es multiplicarse y la ley del libre mercado determina que la oferta
tenga que ser cada vez más atractiva para los clientes. ¿Tendrían que ofrecerse
atractivos descuentos por grupo? O con eslóganes publicitarios del tipo “¿por
primera vez en brazos de una trabajdor@ sexual negra? Te regalamos diez minutos
extra… con el servicio extra que elijas”. Uno de los contra argumentos esgrimidos
desde posturas pro normalización matiza que aunque un objeto de consumo sea
legal su publicidad puede estar limitada. Así sucede con el tabaco y el
alcohol. Por supuesto, es posible imaginar un mundo en que la publicidad esté
limitada, y verdaderamente sería todo un avance respecto al trato que reciben
ahora las mujeres en las webs de pornografía y prostitución: guarras.com, muy
zorras.com, babosas. com. Pero no acabamos de ver cómo alteraría esta
limitación el argumento anterior sobre el ciclo del aumento de la oferta y la
demanda.
En las familias de las clases con menos
recursos económicos y las más dañadas por la crisis económica y los ataques al
estado de bienestar también tendría consecuencias la consideración de la prostitución
como “un trabajo cualquiera”. Si una chica no encuentra trabajo su hermano bien
le podría recriminar su conducta: “papá y mamá lo están pasando mal, mamá ya
está mayor, pero tú puedes colocarte de puta, no seas puritana, es un trabajo
como otro cualquiera”23. Ante la normalización y banalización de la sexualidad,
que en palabras de sesudos filósofos es tan natural y necesaria como lo es el
agua, los argumentos para no entrar en el mercado de la carne acabarán perdiendo
sentido24. Tal y como argumentara Anderson el valor de la autonomía sexual
quedaría seriamente cuestionado.Y cabe preguntarse si, tras siglos de lucha por
una sociedad más justa, es finalmente éste el mundo que queremos legar a las nuevas
generaciones. Un mundo en que se normalice que las jóvenes con menos recursos
se conviertan en cuerpos para ser tocados y “penetrados” por los hombres con
ganas y dinero en la cartera. Como si fueran vasos de agua.
La mayoría de las personas que viven en
sociedades con estados de bienestar más o menos consolidados piensan que la
prostitución no es un problema, o no lo es frente a otros. También piensan que
nunca llegará a entrar en su mundo, un mundo protegido por una situación
acomodada. A veces esas personas, si son hombres, incluso pueden ir de putas
pero también pensar que la prostitución no es su problema ni el de las mujeres de
su entorno, madres, compañeras, hijas. En el siguiente apartado desarrollamos
la idea de que la prostitución afecta a la vida y los valores de todas las
personas.
Foto: Salvador Batalla |
VI. LA PROSTITUCIÓN COMO ESCUELA DE DESIGUALDAD
ENTRE CHICAS Y CHICOS
La práctica de la prostitución no afecta
solamente a las mujeres prostituidas, sino que, de alguna manera, afecta a
todas las personas y de todas las partes del mundo. Esta tesis ya fue formulada
en su día por los teóricos marxistas Friedrich Engels y Alexandra Kollontai.
Kollontai, que escribe en la Rusia de principios del siglo XX, denuncia las
consecuencias de que la prostitución sea una escuela de sexualidad para los
hombres. En tal escuela no sólo aprenden que el único placer importante es el
suyo sino que salen con un absoluto desconocimiento de la sexualidad femenina.
Para la autora de Autobiografía
de una mujer sexualmente emancipada, la extendida y silenciada insatisfacción de
las mujeres con la sexualidad hegemónica tiene su base en que la ficción de
placer que están obligadas a “representar” las mujeres prostituidas es lo que
los varones aprenden a reconocer como “el sexo”25.
La prostitución afecta al imaginario de lo
que es una mujer y lo que se puede esperar de ella, también a lo que se puede
hacer con ella. Refuerza la concepción de las mujeres como cuerpos y trozos de
cuerpos de los que es normal disponer y de los que no importa preguntarse cómo
ni por qué están ahí. De hecho, la mayor parte de las mujeres que ejercen la
prostitución no hablan la lengua del “cliente”. La relación puede definirse
como una relación “abre las piernas y cierra la boca”. El mensaje de la
industria del sexo insiste en que trabajar en ella es liberador y empoderador
para las chicas que lo hacen, que es producto del “girl power”. No es lógico
pensar que estar desnuda frente a hombres vestidos e investidos del derecho a
acceder a tu cuerpo sea una fuente de poder y autoestima pero la industria de
la comunicación es tan potente que hace falta desarrollar una visión crítica
frente a ella26. Estos son algunos de los argumentos que encontramos en la
tradición pro prostitución y que los medios de comunicación repiten una y otra
vez: los clientes, en realidad, más que sexo buscan una amiga, una persona que
les escuche, los clientes sienten respeto por las prostitutas, están en
inferioridad de condiciones respecto a ellas. La prostituta es la que manda. La
prostitución es un trabajo en que se puede ganar mucho dinero y conocer a gente
interesante. La prostitución es mucho mejor que el servicio doméstico.
Frente a esta visión amable de la
prostitución reproducimos unos comentarios de clientes reales sobre mujeres
reales. Están extraídos de la web inglesa punternet, web en la que los puteros,
punters, pueden dejar sus comentarios para orientar sobre lo que ofrece el
mercado prostitucional.
Primer comentario, “puta vieja
y consumida. Debe de tener unos cuarenta y se le descuelgan las tetas y la
tripa. Además tiene el coño peludo. Una mierda de polvo. No le va que la follen
duro. Acabó haciéndome una paja porque dijo que le hacía mucho daño. Es tirar
el dinero”. Segundo comentario, “escogí a Jessica y en cuanto entró la polla en
juego me puso un condón. Todavía la tenía floja pero siguió haciéndomelo con la
boca hasta que se me levantó. Hablaba muy poco pero empecé a chuparle los
pezones y protestó: “No me gusta, me hace daño”. A partir de ahí parece que la
cosa se torció, se tumbó boca arriba con los ojos cerrados sin moverse ni hacer
ruido hasta que me corrí, me limpió y se fue. Ni siquiera vino a decirme algo
cuando me marché. Otra mierda de puta de Europa del Este”. Tercer comentario,
“rubia menudita. Talla 36 con tetas grandes. 18 años. Muy guapa, con extensiones.
¡Y tiene mal polvo! No se abre de piernas para que se la metas del todo. La
taladré hasta que me corrí, me limpié y me fui”. Cuarto comentario, “todo
bastante limitado. No muy habladora, en realidad daba la impresión de que no
quería estar allí. Hicimos el misionero y se limitó a quedarse tumbada mirando
el techo con una cara que daba bastante bajón. Al final llené el chubasquero y
me largué”27.
El hecho de que los varones busquen y
encuentren placer sexual en personas que obviamente no les desean en absoluto
es, sin duda, una importante materia de reflexión sobre el abismo que se abre
bajo la aparente igualdad y reciprocidad en las expectativas y vivencias sobre la
sexualidad entre las y los jóvenes. Las chicas continúan leyendo libros románticos,
de hecho hay un auténtico boom comercial de novelas de amor para adolescentes.
Mientras ellas se socializan en el romanticismo de la entrega mutua es
necesario preguntarse qué influencia puede tener en los chicos jóvenes saber
que por muy poco dinero pueden acceder a tocar y penetrar el cuerpo de chicas y
mujeres de casi todas las partes del mundo, africanas, asiáticas,
latinoamericanas, de los países del Este de Europa28.
Diferentes autoras han coincidido en afirmar
que para los hombres relacionarse con una prostituta supone acceder a una
relación de poder con “la mujer”, con todas las mujeres, y supone una
restauración simbólica de la dominación masculina en sociedades formalmente
igualitarias. Si un joven es rechazado por una de sus iguales puede elegir
acceder al cuerpo de otra con el dinero que tiene en la cartera. Puede decidir
no hacerlo, pero sabe que puede disponer de una “chica” las 24 horas. Vive en
una sociedad que le garantiza este servicio, esta satisfacción inmediata de sus
deseos. ¿Qué consecuencias tiene este comportamiento para la concepción
igualitaria de las personas y la reciprocidad en sus relaciones?
Terminamos esta breve reflexión
con el comentario de un señor adulto sobre los bienes de la prostitución “A mi
edad ya me correspondería una maruja de 50 años y de repente encuentras en tus
manos una periquita de 25, hermosa, durita, etc.”29.
Esta despersonalización de los seres
humanos, aparte de la injusticia que pueda significar, supone la reproducción
activa de las identidades más arcaicas y reaccionarias del patriarcado. Por un
lado, están las mujeres madres, esposas e hijas, compañeras de trabajo, mujeres
a las que se reconoce el derecho a limitar el acceso a su cuerpo, a su
autonomía sexual y por otro, las prostituidas, las mujeres que por definición
no pueden impedir el acceso y son las célebres “mujeres públicas”. Hoy, en que
la sexualidad es un objeto de consumo hasta en los diarios más conservadores ya
no nos parece que responda a la realidad la división entre “chicas malas” y
“chicas buenas”30. El mandato sexual posmoderno y queer impone más bien la
norma de ser todas chicas malas. Pensamos que la nueva división patriarcal de
las mujeres se encamina hacia el grupo de las que pueden controlar el acceso a
sus cuerpos y las que no. Y se diga lo que se diga la mayoría de las
prostitutas no pueden elegir a sus clientes o se quedarían sin ellos31.
VII. VISIBILIZAR Y TEORIZAR AL “CLIENTE”: PONER
UN ESPEJO ANTE LOS HOMBRES QUE VAN DE PUTAS
Virginia Woolf escribió en Una
habitación propia que los hombres habían convertido a las mujeres en espejos en
que se veían reflejados al doble de su tamaño. Cuando los hombres van a un
burdel es posible que se vean reflejados al cuádruple o quíntuple del mismo.
Las teóricas y los teóricos anti prostitución están tratando de devolverles una
imagen más ajustada a su realidad. Peter Marneffe ha escrito que los hombres
que piensan que las prostitutas están a gusto con ellos o bien se engañan o
bien carecen de empatía32. Y ninguna de estas dos cualidades caracteriza a una
persona en la que se pueda confiar. Ni en el espacio privado ni en el espacio
público.
Una de las razones que explica el aumento de
la prostitución es el aumento de la demanda. En un estudio reciente se ha
señalado que cuatro de cada diez españoles van de putas habitualmente. También
abundan los reportajes que califican nuestro país como “el burdel de Europa”.
Hay agencias que organizan los
viajes turísticos con la posibilidad de incorporar “una chica” en el paquete.
Ahora bien, que una industria trate de multiplicar sus negocios no es motivo de
reflexión, sí lo tiene que ser la cantidad significativa de hombres que han
aceptado de forma acrítica la oferta de mujeres procedentes del tráfico y la
trata. Socializados en las películas de directores como Almodóvar, León de
Aranoa o Segura han aprendido que las mujeres prostituidas son vocacionales y,
en general, felices. Y la que no lo es, pues ya alguien le ayudará a dejar la
profesión y con la conciencia tranquila a casa. Temas como la trata de mujeres
o la reflexión sobre lo que pueda significar para una persona ser sobada y
penetrada durante años por millares de hombres no aparece ni por casualidad en
el imaginario que proyectan estos reconocidos directores33.
Sabemos que si no hubiera hombres
dispuestos a pagar por usar sexualmente mujeres no existiría la prostitución,
pero todavía no sabemos mucho del perfil de esos hombres34. La mayor parte de
los estudios parecen confirmar que el prostituidor no tiene un perfil definido.
Son igualmente hombres casados y solteros, de izquierdas y de derechas,
cristianos, musulmanes o ateos. En los burdeles pareciera no ser tan
problemática la
esquiva alianza de
civilizaciones.
Dos características fundamentales que
rodean la vida del cliente son la impunidad y el secretismo. Aunque casos como
el de Berlusconi, Tiger Woods y Strauss Kahn nos llevan a pensar que el pacto
de silencio está comenzando a resquebrajarse, estas dos condiciones son
importantes para que el cliente persevere en su acción porque, en realidad,
casi nadie quiere que trascienda que su presidente, su padre o su pareja son
unos puteros. La tolerancia frente a la prostitución reside en que nadie
reconoce abiertamente que los hombres cercanos, familiares y amigos son los “clientes”.
Los hombres hacen como si el tema no fuera con ellos y lo que es también
crucial, las mujeres prefieren no ver o mirar hacia otro lado.
La impunidad y el secretismo con que se
convive en nuestra sociedad con la prostitución de mujeres es exactamente igual
a la que hasta hace pocos años protegía a la violencia contra las mujeres. Ha
sido un proceso
largo y lento, y en el que ha
tenido un papel decisivo la redefinición de la violencia como un problema de
todos, el que finalmente ha conducido a la ruptura del mandato social del
silencio y el encubrimiento, del “no son malos, sólo un poco brutos” y “las
mujeres tenemos que aguantar”35.
Una de las justificaciones más escuchadas
para legitimar la existencia de un mercado de cuerpos para los hombres es la de
que su sexualidad es una fuerza incontrolable y que si no hubiera prostitución
habría más violaciones y abusos de menores. Verdaderamente hay que dejar de lado
los tópicos y pensar, poner en marcha los resortes del pensamiento crítico.
Reflexionemos sobre el tópico de la sexualidad masculina como una fuerza
incontrolable. Paradójicamente los filósofos siempre teorizaron a las mujeres
como la parte de la humanidad carente de razón y voluntad, sometida a sus
afectos, emociones, y pasiones, con lo que de paso justificaron su exclusión de
la esfera pública y la ciudadanía. Si los hombres fueran realmente así, no
sabemos qué consecuencias podría tener esto en relación con su estatuto pleno
de ciudadanía ya que implicaría que carecen de libertad frente a sí mismos, de
la humana capacidad de elegir, fundamento de la razón práctica o moral. No es
ésta, ni mucho menos
nuestra concepción de los
hombres.
La filósofa Laura Torres ha explicado de
forma certera las dosis de conducta racional que implica “ir de putas”. “El
prostituidor dispone de tiempo y de dinero (indicadores de poder en la
sociedad), adopta una decisión racional sobre el tipo de prostitución que va a
demandar (anuncios de prensa, chicas de alterne, club de carretera, domicilios
particulares…) y encamina su acción para acceder a ella. Esta decisión le
obliga a postergar su deseo y disciplinar su conducta, adaptándola, por
ejemplo, al momento del mes en que cobra, o a la posibilidad de tener una
coartada ante su pareja sentimental (de hecho la demanda de la prostitución se
incrementa por la mañana, cuando el prostituidor despierta menos sospechas y
puede ocultar su infidelidad)”36.
Los hombres que de la mano de la conducta
racional, al menos como cálculo, van con prostitutas y vuelven a ir, es porque
realmente disfrutan. Disfrutan de lo que podemos denominar un derecho de
pernada democrático o un harén colectivo que sufragan a escote. Los varones, al
mismo tiempo y como siempre han hecho, también quieren formar familias y tener
hijos legítimos, transmitir sus genes, su apellido y su herencia. Y quieren
esposas compañeras que colaboren o se subordinen a ese proyecto de vida. Pero,
por qué habrían de renunciar a algo que la
sociedad en general y los
proxenetas en particular les ponen en bandeja.
Mujeres. ¿Por qué habrían de
renunciar a las mujeres?37 La idea que subyace
a la ideología de la prostitución es, finalmente, la de que todo varón tiene
derecho a ambas cosas, a tener su vida familiar y ordenada con una igual, con
una compañera que les otorga respetabilidad para su vida profesional y tal vez
también delante de sus padres e hijos. Y que tiene derecho a disfrutar a lo
largo de su vida de los cuerpos de mujeres que pueda y quiera pagar.
Los hombres del siglo veintiuno, inmersos en
la sociedad de la información, son conscientes de que existe la trata y el
proxenetismo y de sus escalofriantes cifras, pero como clientes parece que les
da igual. Lo que preguntan es el precio y los servicios. Si nos guiamos por los
anuncios en la prensa demandan sumisión y lascivia. La idea fuerza que subyace
a los anuncios es “te hacemos lo que quieras”. A ellos está dedicado este texto
escrito por una mujer que se retiró de la prostitución hace dieciséis años: “El
prostituyente cliente es el más perverso, consciente o no, es el que produce
todo el círculo, produce la red de trata (…) porque es él que busca a la chica,
sea cual sea la situación en que esta se encuentre”38.
Las reflexiones y los argumentos expuestos
en este artículo se resumen en una pregunta lanzada a ese espacio público que,
en términos habermasianos, debe ser la democracia participativa y deliberativa.
¿Qué tipo de mundo están construyendo los hombres que con su demanda determinan
la existencia de la prostitución? Un mundo más injusto en el sentido fuerte de
la palabra. Un mundo en el que cada día tiene menos sentido la máxima kantiana
de que las personas no son medios sino fines en sí mismas. La prostitución de mujeres
es para los hombres una escuela de egolatría y prepotencia y la negación de
toda empatía, donde priman sus deseos y no importa en absoluto lo que vivan y
sientan las mujeres prostituidas. Es una auténtica escuela para aprender e
interiorizar las relaciones de desigualdad.
NOTAS
1- Este trabajo se ha realizado
en el contexto del Proyecto de Investigación Debates Teóricos sobre la
Prostitución, Referencia URJC-CM-2010- CSH-5101. Quiero agradecer la
implicación y trabajo de todas las profesoras e invitadas al proyecto. En
especial a Laura Nuño su detallada y rigurosa revisión del artículo, y a Celia
Amorós, Amelia Valcarcel, Alicia Puleo, Alicia Miyares, Mª Luisa Femenías y Eva
Palomo el continuo intercambio de ideas.
2-Este debate no es específico
de nuestro país y de hecho arranca con fuerza al finalizar la segunda ola del
movimiento feminista. El debate ha trascendido el marco de la teoría feminista
para convertirse en objeto de otros interlocutores como la industria del sexo y
la filosofía moral y política. Una excelente exposición de las distintas
posturas y de la necesidad de superar los términos actuales del debate se encuentra
en la reciente obra de Beatriz Gimeno: B. Gimeno, La prostitución, Bellaterra,
Barcelona, 2012.
3-Diversos estudios sostienen
que la legalización no termina con las mafias y genera problemas nuevos sin
resolver los antiguos. Cfr. M.
Sullivan, Making Sex Work: A failed experiment with legalised prostitution,
Spinifex Press, North Melbourne, 2007. Remitimos a la página Web de la
Coalición Internacional contra el Tráfico de Mujeres.
4-Las mujeres no han sido
sujetos del discurso filosófico y cuando lo han sido, sus obras acabaron
desvalorizadas e ignoradas. Ni Olympe de Gouges, ni Mary Wollstonecraft, ni Josephine
Butler, Flora Tristan o Alejandra Kollontai figuran en la historia del
pensamiento occidental. Y, sin embargo, sus libros son clásicos del feminismo,
la tradición crítica que tematizó la situación de servidumbre y exclusión de
las mujeres y sentó las bases para desmontar los discursos sobre su
inferioridad respecto a los hombres. Todas ellas, junto con filósofos como John
Stuart Mill, Auguste Bebel y Friedrich Engels elevaron su voz y escribieron
indignados en contra de la prostitución de niñas y mujeres en el siglo
diecinueve.
5-Las voces de las mujeres
prostituidas en este debate son tan diversas como las de la sociedad en
general. Quienes elevan mucho la voz diciendo que “no se puede hablar de prostitución
sin escuchar a l@s trabajadores sexuales” en realidad sólo escuchan y difunden la
voz de las que piensan exactamente como ellas.
6- S. Jeffreys, The idea of prostitution, Spinifex
Press, North Melbourne, (1997) 2ª ed. 2008, p.141.
7- Cfr. C. Amorós, La gran
diferencia y sus pequeñas consecuencias… para la lucha de las mujeres, Cátedra,
Madrid, 2005, pp. 295 ss.
8-Cuando se habla de que aumenta
el turismo sexual de las mujeres se hace referencia aunas relaciones que no
tienen que ver con lo que aquí vamos a tratar. Remitimos al análisis de Beatriz
Gimeno en la ya citada obra La prostitución, pp. 196 ss.
9-La prostitución de mujeres es
muy visible en todo el país pero un gran negocio en zonas concretas. Sólo en el
Alt Empordà hay dieciséis clubs, tres de ellos considerados macroburdeles:
Paradise, Gran Madam’s y Lady Dallas. A esta cifra hay que añadir el creciente
número de mujeres en las calles, la mayoría rumanas, pero también rusas, ucranianas
y nigerianas, prostitución que se califica como low cost. http://www.lavanguardia. com/vida/20120425/54285208369/mafias-proxenetas-operan-anchas-alt-emporda.html,
consultado 25/4/2012.
10-Cfr. N. Frazer,”Redistribución y
reconocimiento: hacia una visión integrada de justicia del género”, Revista
Internacional de Filosofía Política, nº 8, 1996, pp. 18-40.
11-Kathlen Barry, Sheila
Jefferys y Carole Pateman han sido tres de las autoras más influyentes en su
definición.
12-Cfr. J. Butler, Personal
Reminiscences of a Great Crusade, Marshall and Son, Horace, 1896; A. de Miguel
y E. Palomo Cermeño, “Los inicios de la lucha feminista contra la prostitución:
políticas de redefinición y políticas activistas en el sufragismo inglés”,
Brocar. Cuadernos de Investigación histórica, nº 35, 2011, pp. 323-342.
13-Cfr. F. Vázquez (coord.),
Mal menor. Políticas y representaciones de la prostitución. Siglos XVI- XIX,
Editorial Cádiz Universidad, Cádiz, 1998.
14- K. Millett, Política
Sexual, Cátedra, Madrid, 2010.
15-Un brillante análisis del
núcleo patriarcal de los discursos de la transgresión sexual se encuentra en
las obras de Alicia Puleo: A. Puleo, Dialéctica de la sexualidad, que se centra
en autores clásicos como Sade, Weininger y Bataille. En los capítulos 4 y 5 de
Ecofeminismo para otro mundo posible, analiza su reformulación en clave
psomoderna y queer.
16-Así lo hicieron socialistas
como Anna Wheeler, William Thompson y Flora Tristan y los pensadores marxistas
Auguste Bebel, Friedrich Engels y Alejandra Kollontai. La segunda república
española puso fin a la regulación estatal de la prostitución, que volvería a legalizarse
en la dictadura. Las anarquistas Mujeres Libres abrieron casas de acogida a las
que llamaron “Liberatorios de prostitución”. Cfr. J. L. Guereña, La
prostitución en la España contemporánea, Marcial Pons-Ediciones de Historia,
Madrid, 2003, pp. 408 ss.
17-Históricamente ha habido y
sigue habiendo una tercera postura, la prohibicionista. Desde el
prohibicionismo se persigue y penaliza tanto a la prostituta, como al
proxeneta, como al “cliente”. Para las diferentes posturas remitimos a la
bibliografía final del artículo.
18-Respecto al tema del duelo y
los esfuerzos institucionales para su erradicación véase el capítulo sexto de
la obra de Robert Munchembled: R. Munchembled, Una Historia de la violencia,
Paidós, Madrid, 2010.
19- Cfr. C. Pateman, “What is Wrong with
Prostitution”, en The Sexual Contract, Polity Press, Cambridge, 1988.
20- La diferencia la marcó en
su día el diario Público, que se negó explícitamente a beneficiarse del mundo
de la prostitución.
21-S.A. Anderson, “Sexual Autonomy. Making sense of
the prohibition of Prostitution”, Ethics, nº 112 (4), 2002, pp. 748-780.
22- En realidad ya viene siendo
así en algunos países. Agradezco a Mª José Guerra que nos diera a conocer
trabajos como el de Anne A. Lacsamana sobre las relaciones entre prostitución,
capitalismo, colonialismo y militarización. Su trabajo, que critica con dureza la
complacencia de la perspectiva posmoderna sobre “las trabajadoras del sexo” se
centra en Filipinas donde los soldados norteamericanos describían a las mujeres
filipinas como “Little Brown Fucking Machines Powered by Rice”. Cfr. A.A. Lacsamana, “Sex Worker or Prostitued Woman.
An Examination of the sex Work Debates in Western Feminist Theory”, Women and
Globalization, Humanity Books, Amherst, N.Y, 2004, pp. 387-403.
23-Mientras revisamos este
artículo el diario ABC publica una noticia de una empresa que reparte unas
tarjetas con el texto: “Trabaja Ya! Curso básico de prostitución profesional.
Anuncian clases teóricas y prácticas y garantizan un trabajo al finalizar”.
http://www.abc.es/20120508/local-comunidad-valenciana/abci-curso-prostituta-
profesional-201205081015.html.
Fecha: 8/05/2012.
24-Esta frase lapidaria se
atribuye a Lennin y la han recogido otros como L.O. Ericsson, “Charges Against
Prostitution: An Attempt at a Philosophical Assessment”, Ethics, 90 (3), 1980,
pp. 335-366.
25-Cfr. A. de Miguel, Alejandra
Kollontai, eds. Del Orto, Madrid, 2000, pp. 45-48.
26-Un caso de referencia en el
tratamiento de la prostitución en el cine es la película Pretty Woman. Como ha
escrito Pilar Aguilar, la protagonista afirma muy ufana que “hace de todo menos
besar”, pero nunca, en toda la película se la ve ejercer con ningún putero. Y
cuando un amigo de Richard Gere le insinúa que quiere contratar sus servicios
su expresión no puede ser más ofendida y recatada.
27-Punter es la palabra de
argot inglesa para el que paga, John es la americana. Los comentarios se
encuentran en la obra de Natasha Walter: N. Walter, Muñecas vivientes, Turner Noema.
Madrid, 2010, pp. 76-77.
28- Hemos desarrollado este
tema en A. de Miguel, “Feminismo y Juventud en las sociedades formalmente
igualitarias”, Revista de Estudios de Juventud nº 83, 2008, pp. 29-45.
29-http://mulheresrebeldes.blogspot.com.es/2009/05/los-prostituidores.html,
consultado el 15 de abril de 2012.
30-Desde las posiciones pro
prostitución es habitual insistir en que la existencia de prostitutas permite
dividir a las mujeres en “chicas buenas y chicas malas” y que una posición
feminista transgresora es la de afirmar que todas somos chicas malas. Por
nuestra parte pensamos que la industria de consumo y el entretenimiento ya ha
generalizado la imagen de la chica mala como un exitoso reclamo publicitario,
con lo que cualquier imagen de transgresión ha quedado neutralizada.
31- Cfr. P. Marneffes, Liberalism and prostitution,
Oxford University Press, Oxford, 2010, p. 21.
32- Ibidem, pp. 21 ss.
33-Recomendamos leer los
magníficos trabajos de la crítica de cine y ensayista Pilar Aguilar. Especialmente
los que abordan el imaginario que proyecta el cine de la prostitución. Eso sí, hay
que saber que entrar en su mirada crítica puede destrozar muchas películas.
34-Esta situación está
cambiando y cada día encontramos nuevos acercamientos a la figura del
prostituidor, entre ellos el trabajo de Maribel Cárdenas: M. Cárdenas,
Silencios, masculinidad y prostitución, TFM, 2011, dirigido por Encarna
Bodelón, Barcelona, Máster en Estudis de Dones ,Génere y Ciutadanía.
35-Hemos reconstruido los hitos
de este largo proceso en A. de Miguel, “La construcción de un marco feminista
de interpretación: la violencia de género”, Cuadernos de Trabajo Social, monográfico
coordinado por Maribel Nebreda, nº 35, 2005, pp. 231-248.
36- L. Torres San Miguel, “Por qué la
prostitución no es un trabajo”, en Prostitución: Análisis y opciones para su
erradicación, Asociación Flora Tristan, León, 2008.
37-Lo vemos en continuas
declaraciones de artistas e intelectuales en la prensa: “me gustan mucho las
mujeres”, dicen, “me gusta el vino, viajar y las mujeres”. Ellos no
discriminan, todas. Lo mismo da cuál sea su profesión, ideología o personalidad,
una política, una profesora que su vecina o su cuñada. Pensamos que, en realidad,
lo que esta expresión significa es “me gusta mucho cómo se subordinan a mi
proyecto de vida las mujeres”.
38-Recogido en Magdalena
González: M. González, “Imaginarios de la prostitución”, Revista Brujas, año
28, nº 35, ATEM, Buenos Aires, p. 16.
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TITLE
Prostitution: a school of human inequality
Summary
I. Prostitution and self-awareness of the species.-
ii. The
Women are prostituted, the johns are men: gender.-
iii.
Tolerance with prostitution, the ideology of
prostitution.-
Iv. Moving the debate: the approach of consent of the
agency
Prostituted prostituidor customer.- v. Some
consequences
Of standards and legalization of prostitution from a
class.-
Vi. Prostitution as a school of inequality between
girls and
Boys.- vii. Visible and theorize “client”: put a
mirror to the men
Who brothels.- viii. Bibliography.
KEY WORDS
Prostitution; Human inequality; Feminist movement;
Concept of human being; Participatory and deliberative democracy.
ABSTRACT
The objective of this paper regarding the present
discussion on the prostitution of women is that of contributing to shift the
debate from the matter of consent of those prostituted, to a deeper reflection
on male buyers. We maintain that focusing on the issue of consent prevents the visibility
of the main basis on which the institution of prostitution is built: Men who
demand satisfaction of their sexual desire and the ideology which considers
pursuing it as something normal, natural and desirable. The article reflects on
the consequences of the free and regulated access to women’s bodies for the
male character, men’s perception of relationships with women and their
socialization in such values as equality and sexual reciprocity. Finally it is
held that by addressing the prostitution of women in a trivial manner which
normalizes and idealizes it, society is reinforcing the very roots of human
inequality.
Fecha de recepción: 02/06/2012
Fecha de aceptación: 30/06/2012
Revista Europea de Derechos
Fundamentales • ISSN 1699-1524
Núm. 19/1er Semestre 2012.
Páginas 49 - 74
Las imágenes han sido agregadas por mí,
no aparecen en el texto original.
Las imágenes fueron tomadas de la muestra realizada en la Jornada Abolicionista de la Prostitución y la Trata de Personas realizada en 2015 en Santa Fe.
En este blog las representaciones son
afiches, pinturas, dibujos, no se publican fotografías de las personas en prostitución
para no revictimizarlas; salvo en los casos en que se trate de documentos
históricos.
Se puede disponer de las notas publicadas siempre y
cuando se cite al autor/a y la fuente.
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