Prostitución y consumo de sexo: La voz del que manda
Autor: Mariangeles Giaimo
Fecha de publicación: 27/05/12
Cuando se piensa en la
prostitución, inmediatamente se visualiza a quien ofrece su cuerpo por dinero.
Pero no a quien lo desea alquilar por placer, por "necesidad" o para
hacerse el macho. Un reciente estudio ahonda en esta parte del fenómeno para
demostrar que "ir de putas" se relaciona con el ejercicio genital
casi mecánico, autorreferencial y sin afecto. El sexo como una forma de
ejercicio de poder sobre un otro.
"La sexualidad masculina
según su definición cultural proporciona la norma (...), los hombres, al
hacerse hombres, asumen una posición en ciertas relaciones de poder en la que
adquieren la capacidad de definir a las mujeres.
Jeffrey Weeks.
Se lo llama el oficio más viejo
del mundo. Con la crisis financiera europea, en España hasta se han publicitado
clases para aprender a ejercerlo: "Trabaja ya. Curso de prostitución
profesional", a un precio de casi cien euros. La prostitución es una práctica
naturalizada, entendida por muchos y muchas (algunas feministas también) como
un trabajo. El Estado no penaliza su ejercicio e incluso reconoce seguridad
social para quienes lo practican.
Siempre que se dice
"prostitución" viene a la mente la imagen de la mujer, de su cuerpo
exhibido, de una calle oscura y unos tacones resonando. Sin embargo, esta
"transacción" de dinero por sexo necesita no sólo de la oferta, sino,
fundamentalmente, de alguien que lo demande.
Ese alguien es el objeto de
estudio del reciente trabajo de Susana Rostagnol: Consumidores de sexo. Un
estudio sobre masculinidad y explotación sexual comercial en Montevideo y área
metropolitana. Según la investigación, la sexualidad masculina es entendida por
estos hombres como una necesidad de liberar el deseo, más que una búsqueda por
la comunicación o el erotismo: "Emir: 'Como el placer de comer'";
"Claudio: 'hay una necesidad, una necesidad que te pide el cuerpo'";
"Carlos: 'Lógico, si te gusta'"; "ves una bombacha colgando y
salís corriendo. Un tipo con 30 años, joven, te volvés loco. 'tas bien
comido... no estás cansado en sí, entonces yo qué sé... Cada ciertos momentos
sí, que haya... que exista la prostitución (Edgar, 50 años, entrevista
individual, camionero)".
SIN CULPAS. En este último
discurso, además de la "naturalización" de las necesidades
fisiológicas hay una justificación de la prostitución. "Se lo considera
como un intercambio justo entre dos partes, como un trabajo. Pero las personas
se reducen a objetos. Tiene un estatus de mercancía para que el otro realice
sus deseos", explica Andrea Tuana de la ONG El Faro, que trabaja con
situaciones de violencia doméstica y abuso sexual intrafamiliar. Para ella, que
la prostitución siempre haya existido, y que la persona es libre para decidir
lo que hace con su cuerpo no son argumentos válidos para justificarla: "La
prostitución responde a un modelo en que los varones pueden acceder al sexo sin
crítica, que los coloca en un lugar de poder y de acceso a los cuerpos de las
mujeres. Y si miramos a esas mujeres, siguen siendo putas, y están ubicadas en
el escalón más bajo de ser mujer. Es por eso que no se puede considerar un
trabajo cuando lo sociedad aún las estigmatiza. Que se repita desde siempre no
creo que sea sano, y más allá de la capacidad de decidir de una persona –de las
circunstancias de su vida– hay que mirarlo como un sistema social y cultural
que trasmite a los varones qué es ser varón".
Justamente, en este estudio se
sigue viendo cómo los hombres construyen la mirada hacia las mujeres, divididas
en "vírgenes" y "putas". La primera, la madre, la esposa,
la que sirve para la reproducción; la segunda, la mala, la sucia, la que
permite que se hagan actividades sexuales que muchos no osan pedirles a sus
mujeres (sexo anal u oral). Claro que en este binomio simple existen otras
figuras. La puta que trabaja y es madre sacrificada por sus hijos tiene un
respeto –por parte del varón– diferente a las otras: "Qué tema bueno
tocaste, porque en el barrio hay una prostituta; todas las mujeres dicen 'Pa,
esa puta de mierda'... pero esa puta que va pasando ahí tiene los hijos bien
vestiditos, van a la escuela, y quizás están mejor que lo que yo crié a mis
hijos mismo. Bien vestiditos. Ella labura, no molesta a nadie, pero siempre hay
uno que dice 'Ah, esa puta, por algo... Discriminan. (Gerardo, 45 años,
obrero)".
A TRAVÉS DE ELLOS. Aunque es
sabido que existe la prostitución de adolescentes y niñas –que para el caso
sería más correcto hablar de explotación sexual–, para el común de los hombres
la prostituta siempre es mayor de edad y no advierte que, cuando no lo es, ese
rato de placer se constituye en delito (ley 17.815) y que él pasa de ser
cliente a delincuente. Según Luis Purtscher, director del "Comité nacional
para la erradicación de la explotación sexual comercial y no comercial de la
niñez y adolescencia" de Uruguay (Conapese): "hay una dificultad de
los operadores judiciales tanto a nivel conceptual como práctico para poder
tipificar este delito, ya que cuando uno ve los números aparecen las víctimas,
los proxenetas, pero los explotantes desaparecen de los fallos
judiciales". El año pasado se registraron 40 casos de explotación sexual
comercial de menores de edad. Cifra que seguramente padece de subregistro,* ya
que resulta muy difícil detectar los hechos.
Pero los clientes no se sienten
explotadores. Salvo en los casos de niñas y niños –en que los entrevistados
remarcaron su rechazo–, con respecto a las adolescentes justifican su accionar
depositando la responsabilidad en la menor de edad. Es la adolescente la que,
según esa mirada masculina, seduce y engaña. Los "niveles de
tolerancia" se identifican en discursos:"Lo que pasa es que hay
mujeres que tienen 12 años y no los aparentan. Aparentan 18, 19 años, ese es el
gran tema' (Mario, 38 años, transportista)".
Ellos dicen...
Brecha consultó a hombres de
distintas edades y ocupaciones sobre la vieja tradición masculina de "ir
de putas", sobre qué significa conseguir sexo pagando. Lo que sigue es un
extracto de esas opiniones.
● "En mi grupo de amigos nunca fuimos
de putas, sólo lo manejamos en el terreno simbólico. Cuando una noche es mala
en términos de 'levante', no me extrañaría escuchar un ¿tendríamos que ir de
putas?, o cuando estás organizando terrible noche de joda decir 'y
después nos vamos de putas'. Es un término anacrónico que evoca al antiguo
macho, la figura del viejo putañero. Utilizar ese lenguaje tal vez sea una
forma de reivindicar 'el macho' que exige la sociedad y el grupo de pares sin
caer en él" (estudiante, 21 años).
● "Hay hombres que hablan de ir a un
prostíbulo porque se criaron así. Hay toda una generación que se crió con la
cultura de 'hacerse hombre' con putas. Esto cada vez se da menos, me parece, o
por lo menos se dice menos. Por otro lado, cuando se habla de ir de
putas es en tono de broma y si alguien realmente consume se mantiene en un
secretismo total. Además está mucho la frase 'yo nunca pagué'. Es una forma de
demostrar hombría y no debilidad, el que paga es porque no es lo
suficientemente hombre" (marketing/comunicación, 32 años).
● "En ámbitos laborales se habla de ir
de putas. Es como algo de reafirmación del ser macho, de hacer lo que con tu
pareja no se puede o no se quiere hacer. Hay, creo yo, mucho de doble discurso:
'yo a mi mujer la respeto y lo diferente lo hago con una puta porque le pago y
está para eso'. Otro momento para ir de putas es cuando se juntan hombres, al
estilo Club de Tobi, y salen específicamente a un boliche para tener una noche
de alcohol y sexo" (periodista, 55 años).
● "Hay estereotipos del macho y vivo criollo
que se asocian. Está la cultura del macho 'vivo' que se curte una puta para
festejar algo, que muchas veces también curte alcohol y otras drogas y comparte
estos 'consumos', estos 'objetos' a modo de lucimiento. Hay otras cosas,
más profundas: homosexualidad reprimida, vacío, carencias profundas en la
conformación del ser. Se creen hombres que 'huyen de las brujas' para juntarse
y compartir largas veladas, siempre hombres con hombres, tomando alcohol,
tomando merca y terminando en algún cabarute con prostitutas o con travestis, a
veces incluso grupalmente. Esto último, con travestis, es más normal de lo que
parece, porque en esa cultura del macho, el hombre sexualmente activo, el que
penetra, no se considera para sí mismo como puto, siempre y cuando sea él el
que somete y no el sometido" (cineasta, 38 años).
Retrato de una prostituta. Rubén García |
Con la antropóloga Susana
Rostagnol*
Una fantasía autorreferencial
—¿Cuál es el aporte de esta
investigación?
—Poner sobre la mesa que el
consumidor de sexo es un actor imprescindible para la existencia de la
prostitución. Hay alguien que quiere consumir sexo, entonces hay una chica que
se prostituye. El gran aporte es colocar la mirada en ese lugar, porque siempre
la explicación es que la prostitución existe porque hay pobreza. Es más, en los
propios entrevistados casi no hay conciencia de la responsabilidad del
consumidor de sexo, sobre todo del que consume sexo con adolescentes. Y el
responsable es el adulto que consume.
—En la investigación se habla de
"prostituyente". ¿Decir "cliente" es sacarle
responsabilidad al individuo?
—El cliente es cualquiera: de la
farmacia, del supermercado, alguien que compra una mercancía cualquiera. De
repente se puede hablar de clientes en prostitución adulta; y hasta es
cuestionable. Hay teorías y perspectivas que dicen que no, que la mujer es
libre con su cuerpo. Pero cuando hablamos de menores de edad decididamente es
un prostituyente porque es el que induce al otro a la acción de prostituirse.
—En las entrevistas a los
hombres, ¿cómo se autodenominan cuando consumen sexo pago?
—Como prostituyentes no. Algunos
como clientes. Como que van y lo hacen. No colocan una figura. Es algo que
forma parte de su ser en el mundo, parte de lo que hacen es eso. Es lo natural.
—¿No es un rol?
—No, hay una naturalización del
fenómeno. Está ligado a la idea bastante extendida en nuestra sociedad
–compartida por hombres y mujeres– de que el hombre tiene necesidades sexuales
que no puede contener. Va con una prostituta, como si fuese algo natural, algo
que le sale. Es una idea mecánica. Frente al estímulo, zácate. Es así.
—En la investigación aparecen
sorpresivamente dos estereotipos de mujer contrapuestos que relacionamos con el
siglo xix: la puta y la virgen. La virgen es la esposa, la hermana, la que
reproduce...
—Siguen estando en los grupos que
más consumen. De pronto no está en aquellos hombres que logran tramitar su
sexualidad con una sola mujer o con un solo tipo de mujer.
—Entonces, una de las razones
para "consumir" es que no se busca entablar una comunicación con un
otro...
—Cada persona tiene su historia y
su porqué lo hace, pero veíamos que en muchos casos era una combinación, por un
lado a la mujer con la que consumían sexo pago le decían que le pedían hacer
cosas que no se atrevían a pedirle a su compañera por un esquema en que eso no
se puede y lo otro se puede. Básicamente todo el que consume sexo está
consumiendo una fantasía: "hago acá lo que no puedo hacer, hago lo que
quiero, pago y hago lo que quiero". Eso estaba muy presente, el tema del poder
ahí estaba muy fuerte: "me hago hacer cualquier dibujo", "pago y
hago". Es una fantasía que tiene que ver con un despliegue de poder
importante. Por supuesto, no hay afecto, no hay nada. No hay preocupación por
el otro, no importa lo que sienta, lo que piense, nada.
Si pensamos que las prácticas
sexuales son un encuentro, una forma de diálogo, una manera de comunicación,
entre muchas otras cosas, acá no hay comunicación, diálogo, nada, es algo
autorreferencial, es una persona a la que se le paga para hacer algo pero no
para entrar en contacto con ella. No hablemos de afecto, porque puede haber
sexo coital entre dos personas sin que medie el afecto pero media una
comunicación, un sentirse bien, compartir eso y después chau.
Pero eso no aparece en el consumo
de prostitución, lo que aparece es algo autorreferencial, por eso insisto en la
fantasía, es el hombre y su fantasía, no hay un otro, una persona con quien
entable algo, sino que es un alguien que se ve reducido a brindarle lo que él
quiere para cumplir su fantasía autorreferencial. Es medio hipotético esto,
pero me parece que va mucho por ahí, porque si no existe diálogo ni
comunicación, tampoco hay un reconocimiento de la otra persona. Creo –o es una
utopía– que en una sociedad en que la gente respete a los otros –y respetar es
reconocer que la otra persona tiene el derecho a ejercer sus derechos humanos,
que son amplísimos– el tratamiento necesariamente va a ser diferente, no puedo
usar al otro. Esperemos.
—En esta investigación ustedes
marcan una forma de ser hombre, pero hay varias formas de ser hombre, ¿no?
—Sí, marcamos la que aparecía
ahí. Y muy vinculada a la masculinidad hegemónica.
—¿Qué es lo hegemónico en estos
temas?
—El modelo de masculinidad que
sobre todo los más jóvenes ven como el modelo que debe ser: no demostrar
afectos, no llorar, no ser emotivo. Puede haber muchas masculinidades que
entran en conflicto por ver cuál es la hegemónica, no hay una que yo diga
"es ésta", es la que en el momento está como el modelo. Hay algunas
decididamente subalternas, otras tal vez no tanto, con otros valores, que
también entran en puja por llegar a ser hegemónicas. Nos importó también ver
qué pasaba con el consumo de sexo entre homosexuales, y vimos diferencias muy
grandes, teníamos la intuición de que era distinto y que era importante entrar
a diversificar. Vimos que había una relación mucho más equitativa entre el
homosexual que consumía sexo y el que vendía, en la prostitución heterosexual
el irrespeto era mayor en general. Y además no existía en aquel que vendía su
cuerpo o que vendía servicios sexuales la idea de puta, "es una
puta", alguien que no vale nada, alguien que está allá abajo.
—Ustedes tomaron una población en
particular, como transportistas, marinos, obreros, entre otros.
—Una aclaración: los grupos que
tomamos no necesariamente son de hombres que consumen, la convocatoria para los
grupos focales y para las entrevistas era a hombres para hablar sobre la
sexualidad masculina incluyendo el consumo de sexo. Era para hablar de eso,
algunos consumían, otros no. No nos importaba demasiado, nos importaba más qué
era lo que todos pensaban o cómo elaborar el consumo, más allá de que alguien
dijera "yo lo hago" o "yo no lo hago". Queríamos saber qué
sentido tiene esto en la vida de ellos. Luego, en el trabajo de campo algunos
entraron en contacto con algunos hombres que sí formaban parte del mundo de la
prostitución. Ahí está el taxista que todo el mundo lo lee y dice "qué
horror", el que lleva algunas chiquitas, un tipo medio proxeneta, que le
ofrece chicas al investigador. Pero en general tratamos de tomar una gama
amplia de sectores populares y medios, un poquito más altos, y hombres que
fuesen de los 18-20 años a los 60-70 años. También entrevistamos muchos
obreros, albañiles, etcétera. En la Ciudad Vieja encontramos locales
específicos para marinos. Los marinos, camioneros, guardas de ómnibus y
taxistas hablaban con más conocimiento del tema. Había algo de eso de que en
esas profesiones en que los hombres están por un tiempo más o menos prolongado fuera
de su entorno, se genera un mayor consumo que entre los que están en su casa
con su familia.
—Entre los estratos medios y
medios-altos por un lado, y bajos por otro, ¿hubo diferencias?
—Había diferencias sobre todo en
la manera en que se referían, pero no en la práctica misma. Te digo esto
recordando algunas de las cosas que aparecían en el grupo de docentes, pero
también recuerdo que en el grupo de albañiles había un par –se trabajó en una
obra– que a cada rato decían "no, ¿no ves que es una nena?, no se
puede". O sea: a una mujer no le podés hacer eso.
—¿Se podría hacer una
investigación más focalizada en el estrato medio alto para desestigmatizar al
obrero?
—Esta fue una investigación
cualitativa más que cuantitativa. Pero sería interesante trabajarlo. Tal vez
sucede lo mismo con estratos más altos –sería interesante para alguna otra
investigación–, con el que viaja, y por eso el turismo sexual. Sería la misma
idea: cuando estoy lejos de mi lugar habitual consumo sexo; cuando estoy en mi
lugar habitual no consumo. Con respecto a la prostitución vip es más difícil
llegar. La gente con dinero tiene posibilidades de poner distancia, de proteger
sus acciones de la vista de los otros. Cosa que no tiene la gente con menos
poder adquisitivo. En esta investigación sólo tratamos de ver culturalmente por
qué los hombres consumían sexo. Pero en otra investigación llegamos a ver redes
de las que formaba parte gente que tiene mucho poder; si no, las redes no
existen. Tienen que tener socios en el Poder Judicial, en la Policía, en el
poder político. Hay un poder económico muy fuerte detrás de eso. ¿Quiénes
cubren y encubren?
* Hace varios años que trabaja
sobre temas de salud sexual y reproductiva, la fecundidad y los varones, pero
es en Historias en el silencio. Prostitución de adolescentes en Montevideo y
área metropolitana que profundizó sobre el tema prostitución. Hace unos días
presentó Consumidores de sexo. Un estudio sobre masculinidad y explotación
sexual comercial en Montevideo y área metropolitana, una investigación que
coordinó junto a otros especialistas y fue financiada por la Red Uruguaya de
Autonomías (ruda) en el marco de la campaña del secretario general de las
Naciones Unidas "Únete Latinoamérica" para poner fin a la violencia
contra las mujeres y las niñas.
http://www.aporrea.org/ideologia/a144131.html
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