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lunes, 30 de diciembre de 2024

“El regulacionismo de la prostitución debería considerarse captación velada”

 

 

Carol L, a la derecha, y en el centro, Sarah Berlori, en las jornadas de EHFAK. A su lado, la presentadora de la mesa, Itziar Blanco. FOTO: IXA LOPEZ - LANBROA



EGUNEKO GAIACAROL L | SUPERVIVIENTE

 

“El regulacionismo de la prostitución debería considerarse captación velada”

 

MERTXE ARRATIBEL27 MARTXOA, 20230

 

Para las abolicionistas de la prostitución y las supervivientes, el regulacionismo no puede tener cabida ni dentro del feminismo ni en la sociedad. Carol L., quien fue engañada por un proxeneta cuando era menor de edad, considera que los discursos que legitiman la prostitución deberían “tipificarse como captación velada” y a las feministas que defienden esa postura les lanza el siguiente desafío: ¿Tienen los tíos el derecho de cosificar el cuerpo de una chica? ¿Tiene derecho a comprar el consentimiento de mujeres precarizadas?”

 

Esta activista participó en la jornada ‘Política sexual de la pornografía y la prostitución,’ organizada por la coordinadora abolicionista vasca EHFAK. Le acompañaron en el cartel otra activista, superviviente y miembro activa de la coordinadora, Sarah Berlori, y la teórica Mónica Alario Gavilán.

 

Tanto Berlori como Carol, nacidas en el Estado español, ofrecieron discursos políticos en los que compartieron muchos aspectos, también biográficos, de su paso por la prostitución. Ambas fueron captadas siendo jóvenes con la promesa de que ganarían mucho dinero, vivieron la violencia extrema que caracteriza a ese mundo, tuvieron problemas para abandonarlo, no consiguieron ninguno de sus objetivos y las instituciones les fallaron cuando demandaron ayuda.

 

Carol empezó a ser prostituida con 17 años. Estaba tutelada y había huido. La camelaron con “el discurso que se utiliza ahora en todos los ámbitos académicos, en la universidad, y también en Bachiller y en la ESO”, advierte. Esto es, que “ser puta es una postura política” y que una puede “rentabilizar el capital erotico, la ‘follabilidad”.

 

El coño como ‘varita mágica’

“Me dijeron que los hombres son como niños y que el coño es como la varita mágica de Harry Potter. Luego vi que no era mi coño, sino los billetes la varita mágica”, admite.

 

Pero el dinero no era para ella. “Viví la indigencia dentro de la prostitución. No tenía casa. Dentro de los clubs de puteros, no de putas, hay un montón de indigentes, mujeres sin casa”. Sin nada.

 

También comprendió que la prostitución “no tiene nada que ver ni con sexo, ni con el erotismo. El sexo es algo beneficioso, sano, placentero, y de mutuo acuerdo. Todo lo que viví allí eran parafilias y otros procesos”.

 

El hombre que la introdujo en la prostitución le prometió que no tendría que hacer nada que no quisiera. Sin embargo, comprobó en seguida que el consentimiento se compra, no así el deseo. “El tema del consentimiento es una trampa, algo que se nos ha vuelto en contra”. Opina que lo mismo ha sucedido con los conceptos de género y empoderamiento.

 

“Los puteros no sólo son puteros; la mayoría son pedófilos”

 

Cuando se relacionó con los primeros puteros les dijo que tenía 18 años ‘recién cumplidos’. “Sabían perfectamente que era menor. El hombre que me llevó lo primero que hizo fue retirarme el DNI y decir que era mayor”.

 

Los demandantes de la prostitución buscan chicas cada vez más jóvenes, según alertan distintas voces. Carol L. afirma que, de hecho, “los puteros no sólo son puteros; la mayoría son pedófilos”.

 

Educación sexual

Esta es la razón por la que esta activista y superviviente centra ahora sus esfuerzos en la educación de la infancia y la juventud. Lo hace en la Comunidad Valenciana, fundamentalmente, y se muestra crítica con la información y las propuestas que se les ofrecen como educación sexual.

 

En lugar de trabajar en el “consentimiento sexual” ve más conveniente centrarse en el “sexo deseado” entre dos personas. “¿Qué tiene que ver el consentimiento con despertar, descubrimiento, autoexploración física y placer?” Además, subraya que conviene tener muy en cuenta que “el imaginario sexual no es el mismo para los hombres que para las mujeres”.

 

El constructo social-sexual de las mujeres se basa en “consentir siempre, en dejarse hacer”

 

El constructo social-sexual de las mujeres se basa en “consentir siempre, en dejarse hacer. No conozco todavía una mujer heterosexual que no haya tenido una relación sexual sin deseo, sostiene. “A nosotras se nos ha negado el placer. No tenemos algo que se ponga duro. El agujero no se cierra y ahí cabe todo. Desde ahí y desde la idea difundida por el porno de que la mujer es promiscua lo hemos construido todo”.

 

Ese punto de partida erróneo es también, a su juicio, la base de la educación sexual . “Qué necesidad tiene una niña de 14 años de saber que es el ‘fisting’, es decir, que te metan el puño en el culo, cuando no se habla de poner límites. Se vende la idea de puta como identidad política y el puño en el culo como práctica sexual normalizada. Eso es lo que aparece en la guía de educación sexual de la Comunidad Valenciana. Que me expliquen cuál es el punto educativo y qué beneficios les va a ofrecer esto a las chicas en su sexualidad”, exige.

 

Sarah Berlori había expuesto previamente puntos de vista similares sobre los procedimientos de captación de chicas jóvenes para la prostitución y alertó también de que el proxenetismo ha penetrado en las universidades.  “Existe el peligro de que vayan a contarles a las jóvenes lo guay que es ser prostituidas, pero sólo van a por las chicas. Siempre somos nosotras las putificables y ellos futuros puteros”, denunció.

 

Ley orgánica abolicionista

Se les convence de las ventajas de ser ‘scorts’, señoritas de compañía que tiene la posibilidad de elegir, que se prostituyen porque quieren y porque quieren costearse lujos con la prostitución. Nada de esto es cierto, según Berlori, que califica esa propaganda de “superhumillante. Nos deshumanizan dentro y fuera de la prostitución, como si fuéramos basura, cuyo único fin en la vida es tener un bolso de marca. Es un discurso tolerado por la izquierda y la derecha y es asqueroso”, lamentó.

 

Berlori expuso las dificultades que existen para abandonar la prostitución y reivindicó la aprobación de la Ley Orgánica de Abolición del Sistema Prostitucional (LOASP) elaborada por la Plataforma de Organizaciones por la Abolición de la Prostitución (PAP) y que está “guardada en un cajón”. Se trata de una ley integral que cubre las necesidades de las mujeres en prostitución, la formación y la concienciación, entre otros aspectos.

 

De hecho, las supervivientes aclararon que las políticas abolicionistas requieren ir más allá de regulaciones que únicamente castiguen a los consumidores de cuerpos de mujeres. Necesitan financiación y recursos para atender las necesidades de las mujeres prostituidas. Medios que vayan más allá también del asistencialismo que practican algunas asociaciones.

 

Fuente:

http://andra.eus/el-regulacionismo-de-la-prostitucion-deberia-considerarse-captacion-velada/?fbclid=IwAR29noy68VYpdAgAC1-QK_Z0c2MnWJEITtqj77cUPHeH_fAKcCavcMjO_Ug

viernes, 7 de agosto de 2020

La otra tortura

La otra tortura

Más allá de toda fantasía sobre la prostitución, la investigación de una psicóloga sobre casos concretos indica que “estas personas, cuyos cuerpos son invadidos permanentemente, a través de los años sufren consecuencias de tal gravedad que sólo son comparables a las de quienes han sufrido tortura física y psicológica”.

Por Magdalena Gonzalez *

 

Cuando era estudiante visité, en el hospicio de mujeres de Lomas de Zamora, el pabellón de mujeres que habían estado en situación de prostitución. Me llamó la atención que fueran tantas. Cuando le pregunté al director, me contestó: “Son muchas por las cosas que les hicieron y que les hicieron hacer”.

Ya como psicóloga, a partir de relatos de pacientes, hombres y mujeres, en el consultorio y en el hospital, pude conocer, entre otras inequidades de género en nuestra cultura, la apropiación masculina del cuerpo de la mujer.

Es sabido que una ideología instalada valora como masculinas ciertas actitudes de coraje, decisión, iniciativa y poder sobre el otro/a. Por este motivo, los sentimientos de temor, incertidumbre, humillación que puedan tener los varones son reprimidos o inhibidos o, si llegan a hacérseles conscientes, les producen vergüenza. Estas vicisitudes se traducen frecuentemente en violencia, y una forma habitual de descarga es la relación sexual como actuación de mandatos inconscientes o creencias conscientes. La violencia padecida por el varón, cuando se la inflige otra persona o él está en circunstancias de impotencia, deriva hacia el sexo violento. Esta necesidad sexual masculina a la que se le atribuye el carácter de apremiante, inaplazable, es, en el imaginario social, uno de los motivos que justifica el prostituir a las mujeres.

Por parte de la mujer, en no pocos casos existe una falta de apropiación de su cuerpo y de su sexualidad. Esto impide un buen proceso de autonomía, dando lugar a un yo frágil e indefenso, con el permanente temor a la pérdida del afecto del otro y a la pérdida de la relación.

De la Asamblea Raquel Liberman tomé el concepto de “mujer en situación de prostitución” –que ubica esta actividad como algo de lo que se puede salir– y el criterio de llamar “prostituyente” al cliente, ya que de su solicitud depende la situación. El cumplimiento de los deseos del prostituyente produce, en algunas mujeres, el orgullo de ser “una verdadera puta”. En las mujeres más que en los hombres es frecuente la actitud de anticiparse a la realización del deseo del otro, y en algunos casos llega a producirse una desapropiación del propio deseo: su deseo consiste en la realización absoluta del deseo del otro. Por su parte, el prostituyente, el cliente, valora narcisísticamente esta anticipación, esta particular servidumbre sexual, y la refuerza. El prostituyente disocia a la persona y la ve como si fuera un objeto, la des-humaniza y disocia sus propios sentimientos de su sexualidad. En la mayoría de los casos de prostituyentes, uno de los móviles es el abuso de poder, la voluntad de someter.

Del mismo modo, el cafishio –llamado en el ambiente “marido”– lleva al extremo el poder sobre la mujer, entre amenazas y ofrecimiento de protección, en una relación de dominación a veces absoluta: “No sos nada”, le dice. Ella misma está negada como persona –“A quién le importo”, “Una puta no es nada”– y sólo le resta el ser utilizable por el dinero que proporciona. Pero a la vez se le hace sentir que ella no tiene valor. Incluso hay mujeres que jamás tocaron dinero, no pasa por ellas.


También es paradojal la situación que se da cuando los propios padres de la mujer, para ser mantenidos, retienen como rehén a un hijo de ella con la excusa de estar “cuidándole el chico”. Estas y otras situaciones paradojales van socavando en estas mujeres la posibilidad de pensamiento necesaria para desarrollar sus propias vidas de modo autónomo.

Ya el hecho de tener obligadamente múltiples relaciones sexuales durante cada jornada constituye vejación. Esto queda claro cuando algunas prefieren realizar la práctica en la calle, donde por lo menos pueden elegir a los clientes. Por otra parte, cada cliente solicita o exige la realización en acto de sus fantasías en el cuerpo de la mujer o exige que ella presencie actos sumamente perturbadores. En uno u otro caso habrá sufrimiento corporal y psicológico y deterioro de la relación con el mundo externo. Teniendo en cuenta que el Yo es ante todo corporal, el daño al cuerpo es un daño a la totalidad de la persona y será necesario el cese de la práctica o la asistencia, para que pueda producirse una reflexión. Sin estas condiciones es imposible la elaboración de semejantes hechos traumáticos y también es difícil que puedan elaborarse las fantasías depositadas en sus cuerpos por ellas mismas y por los otros de la sociedad.

Pude observar que, independientemente de las diferencias individuales, estas mujeres, además de padecer una disociación entre su racionalidad y su afectividad, tienen una enorme dificultad para dirigir sus impulsos, y una tendencia a veces extrema a refugiarse en la fantasía. En muchas aparece una tensión intrapsíquica que llega a impedir casi totalmente su capacidad de reflexión. Padecen enorme temor a las relaciones interpersonales, sobre todo donde se juegue la afectividad. Paradójicamente tienen marcada dependencia afectiva, y también un gran rechazo a su propia sexualidad: no ponen en juego su sexualidad en la práctica, o sea, no incluyen su cuerpo erótico sino el cuerpo físico –éste, incluso, disociado de su mente– y por lo tanto no hay deseo sexual, en la mayoría de los casos ni siquiera con el hombre al que quieren.

Sufren repetidas angustias por baja tolerancia a la frustración y sentimientos de culpa que, en algunos casos, se relacionan con que, habiendo sido abusadas cuando niñas, se hicieron cargo de esa culpa que no les correspondía. Y se sienten culpables por realizar una actividad que, aunque es tan inducida por la sociedad, está tan censurada por ella.

Aparecen también tendencias a negar la realidad, por la falta de recursos para poder operar sobre ella. Por el mismo motivo aparecen tendencias agresivas que reprimen y que, a veces, son actuadas contra sí mismas produciendo síntomas orgánicos.

En la mayoría de los casos se observa que sienten temor a la desestructuración y fragmentación; sufren ansiedad referida a la sexualidad masculina; tienen tendencia a la fabulación y vivencia de hostilidad con inclinación al aislamiento como mecanismo de defensa. Se genera una depositación de sus deseos de realización en sus hijos, como intento de reparar a través de ellos sus propias historias. Esto puede presentarse bajo la forma ambivalente amor-odio.

En lo corporal sufren frecuentes jaquecas, hemorragias menstruales y, por el contacto, dolores crónicos de todo el cuerpo –sobre todo mamas y genitales–, desgarros múltiples de vagina y recto, VIH y sida. También he recibido permanentes comentarios sobre suicidios de compañeras.

Al estar dificultada la mediación del pensamiento, se generan conductas compulsivas que no les permiten elegir adecuadamente. Por lo tanto, tienen obstaculizada la elaboración de duelos y, más aún, la salida de la prostitución. La sintomatología sigue agudizándose por la acumulación de situaciones graves sin elaboración.

 

Tan espantoso

En algunos casos, no se trata para el hombre de tener una aproximación sexual sino de poder relatarle cosas que los desbordan, pero esto no se basa en la confianza sino que es una circunstancia más del ejercicio de control y dominio sobre ella, ya que la coloca en la obligación de tolerar todo tipo de relatos, a veces muy angustiantes y perturbadores, por haber cobrado su hora. El varón daña a estas mujeres al descargar sobre ellas sus sentimientos displacenteros valiéndose del anonimato.

Por otra parte, estas mujeres muestran una falsa fortaleza yoica, con actitudes de desparpajo que ocultan su extrema indefensión. Necesitan rea-lizar un simulacro ante los prostituyentes y su disociación se incrementa aún más, ya que para resultar atractivas fingen ser fuertes. He comprobado de distintas maneras que estas personas, cuyos cuerpos son invadidos permanentemente con esas prácticas, a través de los años sufren consecuencias de tal gravedad que sólo son comparables a las de personas que han sufrido tortura física y psicológica.

Para realizar una elaboración mínima, sería necesario que pudieran reflexionar y hacer un relato sobre las actividades a las que están sometidas, pero esto generalmente se ve impedido porque no les es posible tolerar la angustia. Un ejemplo es este comentario que hizo Adriana: “Una vez, un grupo que estábamos reunidas a la madrugada porque no había clientes, quisimos imaginar con cuántos hombres se había acostado cada una. Fuimos imaginando micros llenos de hombres, para poder tener una idea, pero nos sentimos muy mal y algunas se descompusieron. Fue tan espantoso que nunca más tocamos el tema”.

El retiro de esa actividad siempre es difícil, aunque siempre deseado. Para poder retirarse, deberían liberarse de los proxenetas, cuestión que a muchas se les plantea como inimaginable porque viven en un sistema de cautiverio que coadyuva a que se produzca un deterioro a veces total de su relación con el mundo externo. Tras retirarse, en algunos casos las mujeres sufrieron durante años graves depresiones y fobias. En otros casos, después de breves períodos de interrupción, volvían compulsivamente a la práctica ya que, sin ningún tipo de asistencia, la intensidad de la angustia por el proceso de elaboración se les volvía insostenible.

 

* Extractado de un trabajo que será publicado en Topía revista. Psicoanálisis, sociedad y cultura.

Fuente:

https://www.pagina12.com.ar/diario/psicologia/9-52127-2005-06-09.html?fbclid=IwAR1SxvL9GJ2D2UCgeqQFMxtEIk4tFdv5qcLzoWqCRYX6CKfPxeL9br7h_x0






"Conocimos los inicios de AMMAR, hoy estamos con el abolicionismo"

"Conocimos los inicios de AMMAR, hoy estamos con el abolicionismo"

 Publicado: 27 JUNIO 2020


 

Cristina Ércoli, activista por los derechos humanos de las mujeres, sostuvo que la prostitución no puede ser regulada como un trabajo y que el Estado debe garantizar políticas públicas para que las personas puedan elegir un empleo sin violencia.

 

La integrante de Mujeres por la Solidaridad fue consultada en Periodismo Turno Mañana acerca de su posicionamiento político respecto a considerar la prostitución como un trabajo o como una violación a los derechos humanos de las mujeres, trans y travestis empobrecidas. Sobre esto, la histórica militante feminista y una de las voces principales por el esclarecimiento del femicidio y desaparición de Andrea López, sostuvo que su mirada no fue siempre igual, pero que hoy su posicionamiento es abolicionista.

 

"Para Mujeres por la Solidaridad es una dicotomia que no hay que tomar friamente. Es un tema complejo y dificil de explicar, personalmente tengo una experiencia política desde hace más de 20 años atrás. Conocí, conocimos los inicios de AMMAR", afirmó.

 

 Y agregó: "en ese momento, más de veinte años atrás, conocimos a Elena Reinaga en CTA (Presidenta RED TRASEX), yo era miembro de esta Central también. El Gremio se había ido formando a raíz de las persecuciones policiales que sufrían, de la necesidad de terminar con enfermedades venéreas, sobre todo con el tema de HIV y por toda la falta de derechos. En ese momento, nosotras las veíamos como trabajadoras sexuales, ellas incluso habían creado un colegio para las mujeres en prostitución, habían desarrollado un trabajo para protegerse entre ellas mismas y era muy importante todo eso. Sin embargo, al tiempo, compañeras que eran trabajadoras sexuales y que habían fundado el gremio se fueron separando para trabajar en una línea que tuviese que ver con los Derechos Humanos desde el abolicionismo. Algunas de ellas son conocidas, Graciela Collantes y Sonia Sánchez, y empezaron a convertirse en lo que ellas mismas denominaron: sobreviventes de la prostitucion. Ahí nosotras empezamos a pensar de otro modo y la verdad que no, la prostitución no puede ser considerada un trabajo. Nadie puede decir ojalá que mis hijas y mis hijos tengan un trabajo de prostitución."

 

"En ese entonces, empezó a tallar mucho dinero del proxenetismos internacional y empezaron a llegar remesas de dinero con el tema del VIH. Se instaló el trabajo sexual. Inclusive, y no me arrepiento de haberlo hecho, acá empezamos a recorrer los barrios y a invitar a las mujeres en prostitución a sindicalizarse, porque claro que necesitaban protección y había que trabajar para derogar los edictos, pero en ese periodo también ocurre la desaparición de Andrea (Lopez). Pudimos mamar, sentir, internalizar de qué se trataba la prostitución a través de los relatos de las mujeres prostituidas y de Julia Ferreira".

 

"Todas, o la enorme mayoría, tienen un proxeneta detrás, nosotras lo comprobamos. Nosotras creemos que hay una disputa que entra desde el movimiento feminista, pero alentada por otras causas, por otros factores, por la cosificación de los cuerpos, por el mercado de la pornografía y de mezclar el placer y el deseo con esto."

 

"Mi posición hoy es claramente que de ninguna maneras las personas prostituídas están ejerciendo un trabajo. Creo que no hay que intelectualizar este tema, hay que hablarlo a calzón quitado. Si hubiera empleo digno, educación, políticas públicas, nadie va a elegir eso y quien lo elija, nadie le va a decir que no lo haga. Nosotras no somos prohibicionistas", cerró.

 

Foto de La.Dag


Fuente

http://www.radiokermes.com/noticias/3060-conocimos-los-inicios-de-ammar-hoy-estamos-con-el-abolicionismo?fbclid=IwAR1pAJci6xrgI_cXIYB5-yCV8-uu6QR7cYk021ywyWdmwAGW2M_BZmyLBTA#.Xve_Sd6vc0U.facebook

Nota: las negritas y la imagen son copia del original.



 

sábado, 9 de mayo de 2020

Posicionamientos importantes sobre la prostitución



Opiniones / Por emujeres
Autoría: v.a

Marcela Lagarde y de los Ríos.  Doctora en Antropología y etnóloga mexicana,  ha sido diputada y presidenta de la Comisión Especial de Seguimiento a los Femicidios en la Cámara de Diputados de México.
Para mis socias de la vida, pág. 80, Edit. horas y HORAS

“Por definición las mujeres que ejercen la prostitución no son autónomas. Por definición son cuerpo objeto para el placer de otros. Su cuerpo subjetivo, su persona está cosificada y no hay un “yo” en el centro.  En esa situación no existe la posibilidad de construir una persona que se autodefine, que se auto limita, que se protege y se desarrolla a sí misma. Aun cuando pueden ser independientes económicamente y hasta mantener hijos, maridos, amantes.

La autonomía es un concepto dinámico del desarrollo personal, de enriquecimiento de la propia persona.  En las mujeres que ejercen prostitución no la hay. Como tampoco hay autonomía en las mamás de diez hijos, pues qué autonomía puede haber ahí. Pueden ser mujeres que hacen muchas cosas, que van y vienen, pero están cosificadas como seres que encuentran su sentido práctico y filosófico en los otros.

En ambos casos, en las mujeres que trabajan en la prostitución y en este tipo de mamás, son ambas profundamente enajenadas.

Para ser autónomas, todas las mujeres, prostitutas, madres, castas, puras, monjas  y célibes, necesitamos redefinir nuestras vida en torno a nosotras mismas y dejar de ser objeto.  La autonomía es muy puntual y pasa por que las mujeres dejemos de ser cosificadas para los otros., Mientras lo seamos,  podemos tener riqueza o pobreza,  pero ninguna somos ni sujetos ni autónomas.”

Victoria Sau Sánchez, Licenciada den Historia Contemporánea, Doctora en Psicología, ha sido profesora de la Sección de Psicología de la facultad de Filosofía y Ciencias de la Educación de Barcelona, investigadora y escritora feminista.
Ponencia presentada en la Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer y de Igualdad de Oportunidades, 12 de  julio de 2006.
“Mi opinión desde hace mucho tiempo sobre la prostitución es que es la última esclavitud del mundo occidental, atenta al sentido mismo de democracia.
Es una institución masculino-patriarcal según la cual un número  indeterminado de mujeres  no llega a ser distribuido a hombres concretos por el colectivo de varones a fin de que  queden a merced no de uno solo sino de todos aquellos que deseen tener acceso a ellas…

En los cuadernos de quejas previos a la revolución francesa, las mujeres ya pedían la abolición de la prostitución.

Yo sería partidaria de prohibir a los varones comprar sexo esclavo. El modelo sueco me parece, de momento, dentro de Europa, el más interesante hasta conseguir la abolición absoluta…

Pienso que el voto de las mujeres que ahora ya tenemos todas las europeas, tiene que contribuir a la abolición de la prostitución…”



Somalí Mam, Premio Príncipe de Asturias, Presidenta de la Asociación MAM-AFESIP ESPAÑA. ACCIÓN PARA LAS MUJERES EN SITUACIÓN PRECARIA. Ponencia presentada en la Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer y de Igualdad de Oportunidades, julio de 2006.

Otro resultado  horrible de la normalización de la prostitución es el aumento de la violencia; presenciamos casos donde las jóvenes han sido objeto de prácticas muy violentas por los clientes en la pornografía, y vemos cómo se generalizan conductas como la violación en grupo. En Asia también hay lo que se llama la violación colectiva. La violación colectiva  se produce mucho en Asia y está aumentando mucho. Es un grupo de chicos que piden una prostituta y cuando la prostituta llega, han sido violadas por cuarenta o cincuenta personas… hace tres años, y este año han cambiado el concepto de violencia, han comprado dos mujeres, dos chicas, dos víctimas que han sido violadas y después matan a una y dejan a la otra para que vuelva y hable con otras mujeres.
Y las drogas también, y el sida. Las drogas en este momento, y hablo de Claude Pen, la prostitución en Camboya, el 80 % son adictas a las drogas. Y me gustaría  preguntarles si hay algún trabajo  en el que hay un perfil normal donde estas circunstancias puedan ser admisibles. Si se considera la prostitución como profesión sin analizar los índices de violencia y las consecuencias sobre el cuerpo y la salud física de las mujeres, estamos actuando con hipocresía, incluso de forma absolutamente estúpida”.

Gemma Lienas. Escritora. Comparecencia en el Congreso de los Diputados, 4-6-2006.
Al argumento de: -es preciso legalizar esta actividad para que  las prostitutas puedan realizarla en mejores condiciones-
Si esta es la razón, legalicemos, entonces, la ablación del clítoris para las niñas subsaharianas o asiáticas.

Al argumento de: -Es un trabajo como otro cualquiera-

Algunos datos Entre el 63% y un 80% de las prostitutas han sido víctimas de violaciones. Las prostitutas corren un riesgo 40 veces mayor de ser asesinadas que el resto de la población femenina. Mías del 68% de prostitutas sufren estrés postraumático  ¿Se puede considerar un trabajo una actividad que comporta tanto riesgo para la integridad de las mujeres?

La prostitución es un negocio mundial casi de la misma magnitud que el del tráfico de armas y del tráfico de drogas. Y en España se supone que la cifra de negocio se sitúa sobre los 18.000 millones de euros.

Teniendo en cuenta estos datos no es de extrañar que los llamados empresarios del sexo estén luchando duramente por conseguir la legalización de su negocio.

Alguna frontera habrá que ponerle al mercado, o terminaremos fagocitados por él. Por ejemplo, en Estados Unidos se están planteando ya regular la compra-venta de órganos humanos para atajar –justifican- un mercado negro cada vez más floreciente. Si regulan ese mercado en lugar de perseguirlo, la injusticia del sistema se acentuará porque los ricos comprarán órganos, mientras que los pobres no tendrán otra opción que venderlos y, además, no podrán acceder a los transplantes, que quedarán fuera de sus posibilidades económicas…”

UGT. La prostitución una cuestión de género. Secretaría para la Igualdad. Diciembre 2005.

“La prostitución, para UGT, es una manifestación de violencia  de género, y como tal debería tratarse  e integrarse en nuestro ordenamiento jurídico, en las políticas, en nuestra educación y en nuestra cultura social.

El origen  de la prostitución se encuentra en el antiguo esclavismo y en la trata de mujeres.
Según Peter Szil, psicoterapeuta especializado en educación sexual y con larga experiencia en la materia, pone de relieve en sus trabajos que, a parte de los perfiles individuales de los hombres que compran sexo, hay una visión compartida por el resto de la población masculina que hace posible la práctica de la prostitución.

Dicha visión, según este experto, está basada en la certeza de que su sexo les otorga derecho a disponer de su entorno, del espacio y del tiempo de otros y, en primer lugar, de otras. Este derecho se extiende también al cuerpo  y a la sexualidad de las mujeres. Tratándose de un derecho, es legítimo conseguirlo y preservarlo, aunque sea con violencia.

Los estudios de este psicoterapeuta ponen de manifiesto que la pornografía y la prostitución enseñan y reafirman el rol masculino.”



Rosa María Hermoso Martínez (Jefa del Servicio del Área de Igualdad del Ayuntamiento de Sevilla) Centro Municipal de Atención a Mujeres Prostituidas “Leonor Dávalos” Comparecencia ante en la Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer y de Igualdad de Oportunidades, julio de 2006.

“El ejercicio de la prostitución en sí mismo es un atentado contra los derechos humanos.

No hacemos una distinción entre prostitución libre y forzada. Para nosotras la prostitución es un fenómeno en sí, en diferentes condiciones, pero es un fenómeno único y exclusivo.

Andrea Dworkin dice que el incesto es el campo del cargador para la prostitución, según la experiencia que ellas han tenido con mujeres en prostitución. Este dato, que nosotras también hemos ido observando a lo largo de nuestro trabajo, lo hemos tenido nosotras mismas silenciado, el hecho en sí que también es silenciado por las víctimas, nosotras también lo teníamos silenciado porque no nos atrevíamos, desde nuestra humildad de atención en nuestro Centro, a darlos. Pero posteriormente, con la constatación clara y con la investigación con datos, sobre todo, de Melissa Farley hemos podido comprobar que es cierto.”

Rosa Cobo Bedia, Doctora en Ciencias Políticas y Sociología, profesora de Sociología de la Universidad de la Coruña. Ponencia presentada en la Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer y de Igualdad de Oportunidades, julio de 2006.

“Uno de los grandes mitos que está alimentando el reglamentarismo es la idea de la libertad sexual. La libertad sexual es uno de los conceptos que se oponen de una manera más radical a la prostitución. La prostitución es una forma onerosa y una forma extraordinariamente dura de ganarse la vida.  Y fíjense ustedes que allá donde aumentan los niveles de bienestar de una sociedad y donde disminuye la desigualdad, de una manera inmediata las personas de esa sociedad, las mujeres de esa sociedad dejan de ser ese grandísimo contingente, que cuando había más pobreza eran de la prostitución. De hecho, como ustedes sabrán, más del 90 por ciento de las mujeres que ejercen la prostitución en España son inmigrantes, de modo que es imprescindible para poder entender el fenómeno social de la prostitución entender que hay una relación de necesidad entre prostitución y desigualdad, entre prostitución y pobreza. Y ese es el único motivo por el cual la mayoría de las mujeres que ejercen la prostitución son mujeres inmigrantes…..  El contrato tiene que tener límites, y las sociedades en las que vivimos ponen límites al contrato, pese a que el liberalismo haga una exaltación de que el contrato no tiene que tener límites. Existe el límite en la propia esclavitud, existe límite, por ejemplo, al trabajo infantil, existen límites a contratar que tú puedas vender tus propios órganos; la libertad de contrato ha de ser limitada.

La libertad sexual está vinculada al deseo y al placer, y en las mujeres prostituidas no hay libertad sexual ni placer, sólo hay una forma de ganarse la vida, y esto es ya suficiente para que las feministas mostremos toda nuestra solidaridad con estas mujeres…

El neoliberalismo tiene un deseo ilimitado, que es el de que todo lo que existe forme parte del mercado, que todo se pueda vender y todo se pueda comprar, incluidos los cuerpos de las mujeres.”



Vivas Larrui, Presidenta de la Comisión de Igualdad de Jueces para la Democracia, magistrada de la Sala del Tribunal Superior de Justicia de Cataluña.
Ponencia presentada en la Comisión Mixta de los Derechos de la Mujer y de Igualdad de Oportunidades, julio de 2006.

“Cabría preguntarse cómo vamos a armonizar que en una cadena de producción de una empresa con convenio colectivo en la que se regulan las buenas prácticas y en la que hay prevención de riesgo decir –abro comillas de una sentencia-: “me gustas más cuando no llevas las bragas debajo de la bata” –cierro comillas-. Es una humillación y se sanciona a quien lo haga, al trabajador, acosador y a la propia empresa si no ataja esa conducta.

El Instituto de la Mujer y el Consejo Audiovisual tienen apartados para denunciar los anuncios sexistas que den una visión de subordinación de la mujer y al mismo tiempo las páginas de los diarios de más tirada contengan bajo el epígrafe “contactos“ la mayor escenificación de la subordinación, la desigualdad y el insulto anunciando la venta de sexo con frases como las siguientes que extraigo del apartado de contactos 56, apartado relax, del mismo periódico que leí anteriormente ese dato del 20 de junio, en el que se dice, por ejemplo, nuevo local, preciosas esclavas; amas severas, sumisas, complacientes; bueno, bonito, barato; nuevas señoritas, noche y día, experiencia de 25 años nos avala; furcia obscena sin espera; sumisa vocacional; joven atractiva y erótica para amos exigentes; 25 euros, preciosas barbies rusas y brasileñas; minifalda y sandalias, 18 años, francés sin, aniñada y desnuda.

¿Es que vamos a tener trabajadoras a las que se pueda humillar, maltratar, acosar, porque forma parte de un contrato? ¿ Les vamos a aplicar una ley diferente? ¿Señalaremos cuántos coitos pueden hacer en una jornada de ocho horas? ¿Felaciones? ¿Si han de dejarse atar o insultar? ¿Regularemos el periodo de descanso cuando estén menstruando? ¿No es eso estigmatizar? ¿Diremos cuáles son los tiempos mínimos de permanencia en cada prostíbulo? ¿Aceptaremos que el cuerpo es una “cosa” y que no sirven las mujeres de cierta edad o de cierta complexión? ¿Dónde queda la dignidad y el respeto a la imagen de esas mujeres y de todas las mujeres  y de todos los hombres? ¿Dónde ponemos el valor de las personas, de la igualdad? ¿Cómo cumplimos el mandato constitucional de remover los obstáculos que impidan lograrla?

Elaborar un estatus de trabajo no suprime la estigmatización y suprimir la estigmatización de las mujeres prostituidas no pasa por dar normalidad al hecho de vender sexo por dinero.

La prostitución, en conclusión, es una discriminación y es atentatoria a la igualdad entre los hombres y las mujeres.”

Hace pocos años nadie hubiera apostado por que la violencia intrafamiliar se examinara más allá de los tribunales penales. Hoy, no lo consideramos privado; hoy entendemos que una agresión no es tolerable, incluso se la mujer quiere dejarse pegar o no lo denuncia.  No es tolerable para nosotros vender ovocitos o riñones, podemos donarlos, pero no sería tolerable regular el trabajo infantil solo porque hay muchos niños trabajando o admitir, parafraseando a Gemma Lienas que las empresas de pasarela pueden contratar a anoréxicas de la talla 34 porque hay que salvaguardar el derecho de las anoréxicas. Se puede y se debe respetar el derecho individual, pero que una o varias personas se prostituyan, vendan sus órganos o de dejen morir en la extrema delgadez no implica que el Estado sea neutral y a su demanda lo regule.”

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viernes, 8 de mayo de 2020

Los foros de puteros se frotan las manos con la extrema situación por el coronavirus de las mujeres prostituidas



A sabiendas de que se han cerrado prostíbulos, los prostituidores buscan en Internet información para conocer dónde seguir explotando mujeres o recomendarse a las esclavas sexuales a las que, por la situación de desesperación que viven, regatean y obligan a aceptar precios más ajustados, así como a prácticas más violentas.

MADRID
NURIA CORONADO SOPEÑA

"Aquí solo van a quedar las africanas más desesperadas y que no le temen ni al ébola. Pasarán muchos años hasta que nos volvamos a follar a una lumi"; "Yo lo que no sé es cómo permiten el cierre de puticlubs. ¿Pero, señores, acaso no es un establecimiento donde se busca y encuentra la medicina para el alma y el cuerpo? ¡Animo muchachos, dentro de muy poco volveremos a nuestra rutina de diversiones!".

Estos son solo dos de los miles de mensajes que se pueden encontrar en los foros de puteros durante la covid. Comentarios más que ofensivos y degradantes y que el Colectivo Hiparquía -la organización abolicionista radicada en Elche que ofrece apoyo emocional y comida a las mujeres prostituidas-, ha querido estudiar para mostrar los niveles de misoginia de quienes los dicen.
Según María Arenas, representante de dicho colectivo, todos tienen en común una cosa: "Los prostituidores saben que se han estado aprovechando -y siguen pensando hacerlo- de mujeres en situación de vulnerabilidad a las que, en circunstancias normales y con las necesidades básicas cubiertas, no podrían prostituir". Un modus operandi que es reflejo de que a los puteros "no les gustan las relaciones sexuales, sino la esclavitud sexual".

Y es que, a golpe de clic, quienes alimentan al sistema patriarcal se están frotando las manos con la situación de vulnerabilidad de las mujeres prostituidas. "Están convencidos que la industria prostitucional se va a ver fortalecida [por la crisis y gracias al porno]. Por un lado, van a tener más variedad de mujeres entre las que escoger (más españolas, y en general, más mujeres que caerán en el sistema prostitucional al perder sus trabajos y no encontrar opciones de subsistencia). Por otro lado, saben que, a mayor vulnerabilidad entre las mujeres actualmente en situación de prostitución (sobre todo si no tienen las necesidades básicas cubiertas), menos billetes van a necesitar para prostituirlas cuando todo haya acabado", subraya Arenas.


Putero, el rol del macho por antonomasia
Una opinión que refrenda Zúa Méndez, la actriz, activista abolicionista y cofundadora de Towanda Rebels. "El que los puteros se salten el confinamiento para esto es sinónimo de no respetar los límites, y, en general, de no respetar a las personas. Son profundamente narcisistas, solo hay que leerles para darse cuenta de que más allá del yoísmo no hay nada. Dentro de este rol de macho, no respetar las normas y realizar prácticas de riesgo es lo más usual. Se jactan de ello y se animan los unos a los otros".
A este rol de macho alfa, la actriz y también cofundadora de Towanda Rebels Teresa Lozano añade cómo estos foros les sirven a los puteros para saber quiénes son los más cracks. "Para comprender la prostitución tenemos que tener claro que la masculinidad es un carnet que te lo dan tus pares, los otros hombres. Para conseguir ese carnet de macho debes demostrar una y otra vez que eres un hombre de verdad, y, para ellos, tener sexo con muchas mujeres, cuantas más mejor, da puntos. Su masculinidad la construyen colocándose por encima de las mujeres, a través de la dominación. Por eso la prostitución no va de sexo, como nos quieren hacer ver, sino de poder. De seguir perpetuando la jerarquía y el orden patriarcal. La única diferencia entre una violación y la prostitución es un sucio billete". 
La clasificación misógina
Los mensajes de los foros que el Colectivo Hiparquía ha rastreado muestran a cinco tipos de prostituyentes. Los primeros son los simpáticos. "Se ríen entre sí comentando que lo están pasando putas e imaginándose a las mujeres que conocen sin poder subsistir, y recurriendo a pedir ayudas sociales". En segundo lugar, están los colonialistas, que lamentan que mientras dure la crisis sanitaria sólo van a poder comprar a "africanas desesperadas" porque tendrán que verse obligados a esperar a que la industria les haga disponible "mejores mujeres", añade María Arenas.
Los más paranoicos argumentan que el coronavirus y el confinamiento "son una trama del feminismo y el gobierno, al que consideran feminista", para impedirles seguir prostituyendo a las mujeres. Uno de los mensajes de un putero así lo refleja: "De todas formas no quiero pensar que esto del bicho se ha montado con el objetivo de impedir que puedas irte de putas por causa de una trama de intereses ocultos. Pues claro que se ha montado por eso joder, o es que no se nota. ¡Qué casualidad, justo después del 8M!".
En este ranking también están "los que se sienten negados del derecho a prostituir que creen que tienen y merecen por culpa de la crisis sanitaria y del confinamiento, y proyectan esa misma culpa -y su frustración- sobre la mujer en situación de prostitución, afirmando que debe perseguirlas la policía por ser la fuente de contagio; es decir, el estigma del coronavirus para ellas", añade Arenas.



Algunos de los mensajes que se pueden leer en los foros de los puteros recopilados por Hiparquía.

Por último, destacan los puteros "solidarios", que son los que aconsejan a sus compañeros "aprovechar el momento de necesidad y presentarse en el domicilio de las mujeres llevando comida para prostituirlas y a la vez poder justificar a la policía que vienen de comprar. También abren camino a sus compañeros prostituidores ofreciéndose para aconsejarles cómo saltarse el confinamiento para prostituir tras intentarlo ellos mismos", recalca la portavoz del Colectivo Hiparquía.
Según Zúa Méndez, esta categorización en realidad viene a resumirse en una sola: la de quien no tiene sexo en igualdad. "Sabemos por los múltiples estudios que se han llevado a cabo a partir de cientos de foros y de entrevistas con ellos, y especialmente por el testimonio de las supervivientes del sistema prostitucional, que nos encontramos puteros de todas las clases sociales, de todas las etnias, de todas las edades; lo único que tienen en común es el hecho de que son hombres (el 99% de los que pagan por sexo). Es un reflejo de los hombres que existen en nuestra sociedad. Nos sorprenderíamos si supiéramos cuántos de los hombres que nos rodean han acudido o acuden al puticlub, al piso de prostitución o a la rotonda. Es imposible que esos hombres nos vean como iguales, cuando creen que pueden acceder al cuerpo de las mujeres cuando quieran porque su dinero se lo permite".
Ni traumatizados ni enfermos
Así las cosas, para Teresa Lozano "el hombre no nace putero, al putero lo hacemos". La explicación la da mencionando a la filósofa feminista Ana de Miguel, según la cual los puteros crecen con una doble verdad: "Por una parte, se les ha dicho que sus compañeras tenían los mismos derechos que ellos, mientras que por otra las mal llamadas industrias del sexo, sobre todo la pornografía, les han enseñado que las mujeres somos objetos y que pueden hacer lo que quieran con nosotras, o al menos con algunas. Claro que están enfermos, pero su enfermedad se llama machismo y se cura con educación porque no existe el gen putero".
Por ello, Méndez añade que estos foros, haya covid o no, son el lugar perfecto para comprobar para qué sirve la prostitución. "Creo que es imposible leer un foro de puteros y seguir manteniendo la postura de que la prostitución es un trabajo como cualquier otro y que los puteros no son violadores, sino respetables clientes. Es imposible seguir diciendo que son personas que se preocupan por las mujeres prostituidas y que actuarían en cuanto vieran algún síntoma de que esa mujer es víctima de trata. Lo que nos dicen estos foros es que saben que las mujeres no están ahí por gusto, sino por necesidad, y se aprovechan. No tienen problemas en estigmatizarlas, en sacar toda su misoginia, su clasismo y su racismo cuando hablan de ellas. Cuentan cómo a peores condiciones de vida de esas mujeres, mejor para ellos para extorsionarlas y obligarles a hacer prácticas de mayor riesgo y de violencia por menos dinero", añade.
Acabar con esta situación de violencia de género extremo solo pasa, según coinciden todas las expertas consultadas, por una cosa: abolir la prostitución. "Mientras haya una mujer prostituida todas somos susceptibles de serlo", dice Lozano. "Hasta que no consigamos la abolición de la prostitución todas las mujeres somos putificables. Me llaman la atención los comentarios en los que se jactan de que la crisis económica derivada de la covid-19 va a permitirles acceder al cuerpo de mujeres a los que, en circunstancias normales, no accederían. Con esto lo que queda claro es que los puteros saben perfectamente que las mujeres en prostitución lo están por necesidad económica y que eso les da exactamente igual o, peor aún, les gusta. Ven esta crisis (o cualquier otra) como una oportunidad para tener sexo con las inalcanzables o para conseguir un menú más variado. Saben perfectamente que las crisis nos afectan más a las mujeres - ya de por sí empobrecidas respecto a ellos - y esperan, cual buitres, una nueva hornada", agrega. 
Por eso también coinciden en destacar que el discurso del trabajo sexual es un discurso de puteros. "Ellos tienen claro que, de regularse la prostitución, lo van a tener todavía más fácil para acceder a nuestros cuerpos. Esto también pone de manifiesto que no exageramos cuando decimos que si legalizamos la prostitución nos podrían ofrecer un puesto como trabajadora sexual en el INEM e incluso nos podrían privar de la prestación por desempleo en el caso de no aceptarlo. Ellos están deseando que la sociedad les legitime y nos toca al conjunto de la sociedad decidir si las mujeres estamos en venta y si el Estado debe convertirse - legalmente- en un Estado proxeneta. Con una crisis sin precedentes sobre nuestras cabezas, es urgente tomar medidas que nos protejan frente a estos depredadores deseosos de convertirse en clientes", finaliza Zúa Méndez.
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Ver porno infantiliza el cerebro



 December 17, 2019
Author
Rachel Anne Barr
PhD Student, Neuroscience, Université Laval

Hasta donde alcanzan nuestros conocimientos en historia, la pornografía siempre ha existido y se ha transformado con la evolución de los medios de expresión.
En las ruinas de la ciudad romana de Pompeya, sepultada tras la erupción del Vesubio, se encontraron cientos de frescos y esculturas sexualmente explícitas.

Desde la aparición de internet, el consumo pornográfico se ha disparado hasta niveles asombrosos. Pornhub, la web de porno gratuito más grande de la red, recibió más de 33.500 millones de visitas solo en 2018.



Si bien la ciencia está dando aún sus primeros pasos en la investigación de las consecuencias neurológicas del consumo de porno, está claro que la salud mental y la actividad sexual de su amplia audiencia están experimentando efectos sumamente negativos, entre los que se pueden identificar la depresión y la disfunción eréctil.

En mi propio laboratorio nos dedicamos a estudiar las conexiones neuronales que subyacen bajo los procesos memorísticos y de aprendizaje. Las características de los vídeos pornográficos disparan la plasticidad, que es la capacidad del cerebro para cambiar y adaptarse tras una experiencia determinada. Esta, combinada con la accesibilidad y el anonimato proporcionado por el consumo de porno online, nos convierte en sujetos extremadamente vulnerables a sus efectos hiperestimulantes.

Secuelas del consumo de porno
A largo plazo, el porno parece provocar disfunciones sexuales, especialmente en forma de incapacidad para conseguir erecciones o para alcanzar el orgasmo al mantener relaciones con otra persona. De la misma manera, el grado de satisfacción con la relación y el compromiso con la pareja también pueden verse afectados.
Con el fin de tratar de dar explicación a estos efectos, algunos científicos han establecido paralelismos entre el consumo de pornografía y el abuso de sustancias. El diseño evolutivo hace posible que el cerebro responda a la estimulación sexual liberando dopamina, un neurotransmisor asociado principalmente a la anticipación de recompensa que actúa también en la programación de recuerdos e información en el cerebro. Esto significa que cuando el cuerpo quiere, por ejemplo, comida o sexo, el cerebro recuerda lo que debe hacer para obtener el mismo placer que en ocasiones anteriores.

En lugar de dirigirse a su pareja para lograr una realización o gratificación sexual, los consumidores habituales de porno recurren a su teléfono u ordenador cuando el deseo llama a su puerta. Además, las explosiones de placer y recompensa, cuando son antinaturales, generan potentes niveles también antinaturales de habituación en el cerebro. El psiquiatra Norman Doidge lo explica así:
“La pornografía satisface cada uno de los requisitos previos para el cambio neuroplástico. Cuando los pornógrafos se jactan de que están yendo un paso más allá al introducir temáticas nuevas y más fuertes, obvian que deben hacerlo porque sus clientes están desarrollando una tolerancia al contenido habitual”.

Las escenas que se pueden ver en el porno, como ocurre con las sustancias adictivas, son desencadenantes hiperestimulantes que producen una secreción antinatural de altos niveles de dopamina, lo cual puede deteriorar el sistema de recompensa de la dopamina e inutilizarlo de cara a fuentes de placer naturales. Este es el motivo por el cual los consumidores de pornografía experimentan dificultades para excitarse en compañía de su pareja.

Más allá de disfunciones
La desensibilización de nuestro circuito de recompensa sienta las bases para el desarrollo de disfunciones sexuales, pero las repercusiones van más allá. Los estudios elaborados demuestran que las alteraciones en la transmisión de dopamina pueden facilitar la depresión y la ansiedad. Los resultados obtenidos indican que los consumidores de pornografía manifiestan más síntomas depresivos, una menor calidad de vida y una salud mental más pobre que aquellos que no ven porno.

Otro de los hallazgos concluyentes del estudio es la necesidad de un consumo cada vez mayor en los usuarios compulsivos, incluso aunque no disfruten de lo que ven. Esta desconexión entre lo que desean y lo que les gusta es una de las características distintivas de la desregulación del circuito de recompensa.
Siguiendo una línea de investigación similar, expertos del Instituto Max Planck de Berlín descubrieron que al elevar el consumo de porno en un sujeto la activación cerebral era menos intensa al exponerlo a imágenes pornográficas convencionales, lo cual explica por qué los usuarios tienden a explorar gradualmente tipos de pornografía cada vez más alejados de lo habitual.

Los datos recabados por Pornhub revelan que el sexo convencional cada vez interesa menos a los consumidores, que lo sustituyen por temáticas como el incesto o la violencia.

La perpetuación de la violencia sexual es especialmente preocupante, ya que podría influir directamente en las estadísticas de episodios violentos en la vida real. Algunos científicos atribuyen esta relación a la actividad de las neuronas espejo, cuyo nombre no podría ser más acertado: se trata de unas células cerebrales que se activan cuando el individuo lleva a cabo una acción, pero también cuando observa esa misma acción elaborada por otra persona.



Las áreas del cerebro que se activan cuando alguien ve porno son las mismas que cuando practica sexo. Marco Iacoboni, profesor de Psiquiatría en la Universidad de California en Los Ángeles, conjetura con la probabilidad de que estos sistemas posean el potencial de estimular el comportamiento violento: “El mecanismo imitador del cerebro indica que nos vemos influenciados automáticamente por todo aquello que percibimos, por lo que cabe la posibilidad de que exista un mecanismo neurobiológico que contagie la conducta violenta”.

Aunque no es más que una mera especulación, esta hipotética asociación entre el porno, las neuronas espejo y el aumento de las cifras de violencia sexual puede hacer que se enciendan todas las alarmas. Aunque el consumo elevado de porno no tiene por qué hacer que los usuarios lleguen a extremos inquietantes, todo apunta a que puede modificar el comportamiento de otras maneras.

Desarrollo moral
Se ha relacionado el consumo pornográfico con el desgaste de la corteza prefrontal, la parte del cerebro encargada de la función ejecutiva, que comprende la moralidad, la fuerza de voluntad y el control de los impulsos.

Para comprender de forma precisa el papel de la función ejecutiva en el comportamiento, es importante saber que se encuentra subdesarrollada durante la infancia, razón por la cual a los niños les cuesta tanto regular sus emociones e impulsos. El daño de la corteza prefrontal en la edad adulta, que predispone al individuo a exhibir una conducta compulsiva y a tomar malas decisiones, se denomina hipofrontalidad.
No deja de ser paradójico que el entretenimiento para adultos pueda devolver a nuestras conexiones cerebrales a una etapa temprana. Sin embargo, lo que resulta realmente irónico es que el porno se deshaga en promesas de satisfacción y gratificación sexual pero proporcione todo lo contrario.

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jueves, 16 de abril de 2020


Desmontando el discurso del “trabajo sexual” (segunda parte)

12/03/2020

AUTORA
Tasia Aránguez Sánchez

Resposable de Estudios Jurídicos de la Asociación de Afectadas por la Endometriosis (Adaec) y profesora del Departamento de Filosofía del Derecho de la Universidad de Granada
Desmontando el discurso del “trabajo sexual” (primera parte)


El lobby proxeneta ha realizado importantes esfuerzos, tanto económicos como publicitarios, para lograr la aceptación social de su negocio criminal. Lo sorprendente es que muchas personas autodenominadas “feministas” han aceptado tesis favorables a la legalización de la prostitución. Los argumentos pseudofeministas tienen tanto predicamento que se ha impuesto la absurda idea de que el feminismo se encuentra dividido acerca de si la prostitución es compatible con la libertad de las mujeres. Dicha confusión es insidiosa, pues la abolición de la prostitución ha sido un objetivo feminista desde el sufragismo. En este artículo continuamos analizando los argumentos más populares que emplea el pseudofeminismo para blanquear el negocio de la explotación sexual.

Un trabajo como otro cualquiera:
Hay quien compara la prostitución con trabajos duros y feminizados como la limpieza o la recogida de fresas. También hay quien lo compara con trabajos del sector servicios como ser camarera, o con cualquier tipo de trabajo “pues en todos se vende el cuerpo o la mente” (sostienen quienes realizan estas comparaciones). Incluso sostienen que, como cualquier otro trabajo, la prostitución se beneficiaría de una capacitación laboral (como un taller para aprender a hacer felaciones). Quienes así argumentan evitan responder a la cuestión de si el Servicio Público de Empleo Estatal debería obligar a mujeres y hombres desempleados a aceptar este tipo de vacantes so pena de perder la prestación como pasaría con otro “trabajo cualquiera”.

La prostitución no es un trabajo como otro cualquiera, pues lo que se vende no es la “fuerza de trabajo” o un “servicio” sino la persona misma y la subordinación de las mujeres. En la mayoría de trabajos las habilidades y experiencia te hacen un trabajador/a más valioso, pero en la prostitución eres más valiosa cuando eres una niña y no sabes ni lo que ocurre. Es la prostitución la habilidad vale mucho menos que la juventud porque lo que se vende es la persona y no sus conocimientos. No es casual que el exponencial aumento de la prostitución haya surgido tras la aparición del feminismo de los años setenta del siglo XX, que cuestionó la dominación masculina en el sexo y denunció la ausencia de reciprocidad. Frente a dicha ola revolucionaria, el patriarcado ha reforzado el mandato de la cosificación sexual femenina y ha multiplicado vorazmente el consumo de los cuerpos de las mujeres más vulnerables.

Las posiciones que sostienen que la prostitución es un trabajo prefieren ignorar los detalles físicos inherentes a la prostitución, que supone una auténtica invasión del interior del cuerpo de la mujer. Rosa Cobo explica que la prostitución no puede ser considerada un trabajo porque su función es posibilitar que los hombres accedan sexualmente al cuerpo de las mujeres.

 La prostitución es libertad sexual:
El pseudofeminismo señala que las feministas somos puritanas porque nos oponemos a la prostitución. Argumentan que la prostitución es un peligro para el patriarcado porque rompe el binarismo entre la “buena mujer” (la esposa) y la “mala mujer” (la prostituta). A esta última se la presenta como modelo de emancipación para todas las mujeres. Como explica Alicia Puleo, aunque estas ideas sobre la “transgresión sexual” parezcan modernas y juveniles, se remontan al siglo XVIII con Sade y los libertinos, que no eran feministas precisamente.

Lo cierto es que renunciar al deseo propio para satisfacer el masculino no es “libertad sexual”. La prostitución autoriza el acceso al cuerpo de las mujeres sin tomar en consideración sus deseos y con formas agresivas y prácticas sexuales que producen dolor e infecciones. Como señala Rosa Cobo, el feminismo reivindica una sexualidad basada en el deseo mutuo. En la prostitución, en cambio, la pobreza, la precariedad o un pasado marcado por los abusos sexuales te empujan a la industria del sexo.

La forma de vivir la sexualidad que tienen los puteros representa la falta de todo compromiso y reciprocidad. La prostitución se banaliza y se ve como un mero acto de consumo que proporciona un momento de diversión, relax tras el trabajo o romper la monotonía “de comer siempre el mismo plato”. Los prostituidores lo comparan a ir al cine o comprar ropa. Los puteros describen el placer de seleccionar, elegir y “follarse” a mujeres que sin dinero de por medio no estarían a su alcance. Para ellos el placer está en obtener sin dar, sin tener que continuar la relación, sin obligaciones; es el modelo sexual promovido por la pornografía. En ese coito, los hombres pueden despreocuparse por completo del placer de ella y centrarse en el suyo. Rosa Cobo explica que la prostitución es cómoda para los hombres porque tienen sexo de modo inmediato, ahorran tiempo, no tienen que cortejar, no tienen que hablar, ni seducir y no temen ser rechazados. Es la opción ideal para los que rechazan la reciprocidad emocional: algo rápido y al grano. La prostitución es la negación del deseo de las mujeres. Los hombres satisfacen su deseo y las mujeres complacen, no dicen “eso no me gusta” o “no me apetece”.

La defensa de la prostitución se basa en el argumento machista de la irrefrenable sexualidad masculina. Según ese argumento, la prostitución cumpliría la función de satisfacer una urgencia sexual masculina que está inscrita en la biología. Hay que sacrificar a una clase de mujeres para que los hombres puedan tener mujeres a su disposición. El hecho de que las mujeres puedan ser usadas sexualmente por los hombres envía a la sociedad el mensaje de la inferioridad de las mujeres y niñas. Los deseos de los hombres son transformados en derechos.

 La prostitución como trabajo socialmente necesario:
Hay quien sostiene que la prostitución es un trabajo necesario comparable al trabajo reproductivo o a uno que cubra necesidades emocionales. Una de las versiones de moda de este argumento es la que sostiene que las personas con discapacidad necesitan “asistencia sexual” sufragada por las administraciones públicas para poder cubrir sus necesidades sexuales y sanitarias.

Entre las principales funciones que tiene la prostitución, según este tipo de argumentos, se encuentra la de desfogar a los hombres. Se expone que, gracias a la prostitución, los hombres no violarán a las mujeres, estarán más tranquilos al llegar a casa y no maltratarán ni violarán a sus esposas. Además, según ese argumento, la prostitución permite hacer efectivo el “derecho al sexo” o a la “salud sexual” (el discurso del “trabajo sexual” confunde deseos con derechos). Quienes defienden la postura del “trabajo sexual” elevan el sexo a categoría de necesidad imperiosa: sexo es salud y, si no lo tienes, está justificado que hagas casi cualquier cosa para obtenerlo.

Los regulacionistas consideran que la prostitución es un trabajo femenino que hay que valorizar, al igual que ocurre con el trabajo doméstico sin salario que ha sido habitualmente ignorado (se compara así un trabajo que constituye una necesidad social con la prostitución, que solo es necesaria para mantener el dominio masculino).

 
Burdel El Delfín. Foto diario Página12

El argumento de que el abolicionismo es racista y colonial:
Kapur, regulacionista india, acusa a las abolicionistas de su país de hacer el juego a occidente presentando a las mujeres indias como víctimas de la dote, los asesinatos por honor, la trata y la prostitución. Considera que las activistas indias que ven a las mujeres prostituidas como “víctimas” reproducen una mirada heterosexual, blanca, de clase media y occidental. Según Kapur, las abolicionistas de su país traicionan sus intereses de mujeres racializadas. Los argumentos como el de Kapur suponen que cualquier mujer que denuncie la opresión o la violencia que sufren otras mujeres está siendo clasista y condescendiente. Kapur considera que tenemos que centrarnos en la fortaleza que tiene la “trabajadora del sexo” que es madre, trabajadora y objeto sexual. Al mantener de forma simultánea el binomio madre/prostituta desafía las normas sexuales y familiares indias. El punto de vista de Kapur, que ella misma define como “posmoderno y postcolonial”, consiste en no centrar la atención sobre los factores estructurales opresivos, sino en los “espacios de empoderamiento” que hay en el interior de las situaciones de victimización.

Sheila Jeffreys señala que no es cierto que las madres prostituidas representen un nuevo modelo familiar en India. Hay familias y maridos que llevan a las jóvenes a los prostíbulos y hay castas tradicionalmente dedicadas al “entretenimiento”. La teórica añade que si elegimos ignorar los aspectos estructuralmente opresivos de la prostitución es muy fácil considerar que estas mujeres “están empoderadas”. Las abolicionistas no queremos apartar la atención de los aspectos estructurales (de clases, de sexo, de dominio colonial) sino que queremos ponerlos en primer plano.

El activismo contra la trata también recibe acusaciones de racismo provenientes de voces posmodernas. Las regulacionistas usualmente se refieren a la trata con el eufemismo de “migración laboral”. Las defensoras del sexo como trabajo acusan a las activistas contra la trata de complicidad con las políticas antimigratorias y desvían la atención hacia vulneraciones de derechos humanos que también afectan a los hombres migrantes, como las relacionadas con los CIE (centros de internamiento de extranjeros). Las abolicionistas compartimos con las regulacionistas las justas reivindicaciones en relación con las políticas migratorias pero rechazamos que se usen como cortina de humo para blanquear la trata.

Es evidente que tanto la trata como el turismo sexual son fenómenos asociados a una historia de colonialismo económico. Las mujeres migrantes son percibidas como más indefensas y “exóticas”, mientras que los hombres que consumen sus cuerpos suelen ser más acomodados que ellas, blancos y occidentales. Los hombres incluso viajan a otros países con la finalidad de acceder a mujeres que se prostituyen por extrema necesidad. El turismo de prostitución confirma el poder del primer mundo y permite a los hombres acostarse con mujeres a las que perciben como más sumisas que sus compatriotas. Como vemos, no es en el abolicionismo donde se encuentra lo racista y colonial.

  Minimizar la trata:
Las asociaciones defensoras del trabajo sexual han recibido grandes subvenciones públicas desde los años ochenta y gracias a eso han logrado imponer con cierto éxito el uso del término “trabajo sexual” y han conseguido que la prostitución se vea como “un trabajo cualquiera”. El nuevo objetivo de estas asociaciones “de trabajadoras sexuales” vinculadas a la industria del sexo es legitimar la trata, logrando que se perciba socialmente como un fenómeno de migración en busca de trabajo. Así, las mujeres víctimas de la trata son denominadas con el eufemismo “trabajadoras sexuales migrantes” y los tratantes son “organizadores de inmigración”.

El trabajo forzado por deudas, reconocido por los tratados internacionales como una forma moderna de esclavitud, se convertiría en “trabajo con contrato”. Según las regulacionistas, las mujeres tienen un contrato y saben a lo que vienen, pues han dado su consentimiento. El trabajo forzado por deudas lo consideran “pagar una tarifa para ser trasladadas”. Los defensores del trabajo sexual minimizan la trata sosteniendo que son muy pocas las mujeres que realmente han sido forzadas o engañadas. Señalan que las deudas por las que las mujeres se ven forzadas a trabajar surgen por la ignorancia de las mujeres, que no estaban familiarizadas con las tasas de cambio y acaban pagando más de lo que esperaban.

Los regulacionistas señalan que hablar de las mujeres como víctimas es insultarlas, pues ellas son trabajadoras empoderadas. A quienes luchan contra la trata las acusan de colonialistas y racistas que victimizan a las mujeres inmigrantes. Los únicos daños a las mujeres prostituidas y víctimas de la trata que reconocen es el que sufren de parte de las abolicionistas, que les obstaculizan el trabajo. También admiten el daño causado por las injerencias de la policía, las autoridades migratorias, el estigma de la puta…Es decir, reconocen como daño todo aquello que perjudica al negocio.

Frente a las mentiras del lobby del sexo, la mayoría de las mujeres prostituidas extranjeros han sido extorsionadas económicamente para venir, ya que las mujeres de países pobres no tienen los recursos para migrar ni saben cómo hacerlo. Las víctimas de la trata son obligadas a trabajar en prostíbulos y apartamentos, que las regulacionistas describen como un ambiente de trabajo multicultural y ameno donde las “trabajadoras extranjeras” pasan horas charlando entre ellas y con otros trabajadores como camareros y personal de seguridad. Según estas teóricas, muchas mujeres se adaptan al “trabajo”. Sin embargo, como explica Jeffreys con sarcasmo: “algunas no se adaptan”, porque la explotación sexual es un mundo aterrador y alienante en el que las mujeres son vendidas y alquiladas entre hombres. Los proxenetas trasladan con frecuencia a las mujeres a nuevos países y ciudades para que los clientes vean constantemente “género nuevo” y para mantener a las mujeres desorientarlas y evitar que aprendan la lengua local y que puedan denunciar su situación.


El precio de un pase no es lo que piensas


Ocultar al putero:
El énfasis en la “libre elección” de la mujer prostituida oculta el papel del putero en la prostitución. Sheila Jeffreys expone un estudio de 2007, realizado en Londres, en el que los puteros confiesan que no les importa si la mujer a la que están pagando es víctima de trata o no. Según el mismo estudio, el 77% de esos hombres consideran sucias e inferiores a las mujeres que venden sexo.
Como expone Rosa Cobo, el término “cliente” despolitiza y permite ocultar la violencia que ejercen los prostituidores. Además, todos los estudios académicos que no hablan del putero contribuyen al sostenimiento de la prostitución, pues parece como si la existencia de la misma dependiera únicamente de la “elección” de las mujeres prostituidas. Los medios de comunicación también ignoran a los puteros. Sin embargo, sin ellos no existiría la industria del sexo. Sin demanda no hay oferta.

Debemos tomar conciencia de que hay muchos puteros en la sociedad (y en nuestro país hay muchísimos). Son hombres que prefieren renunciar a la reciprocidad emocional en la sexualidad y que la sustituyen por el dominio. Consumen prostitución porque existe un sistema social que lo permite y justifica. Durante los años setenta y ochenta el putero estuvo sometido a cierta condena social gracias al feminismo. Pero durante la edad de oro del neoliberalismo sexual, en las décadas de los noventa y los dos mil, esa crítica despareció. Hay que volver a hablar de ellos.

Tanto hombres marginados como hombres exitosos consumen prostitución. Hay prostitución callejera y prostitución en hoteles de lujo. En la prostitución todos los hombres se sienten poderosos e importantes, porque todos ellos pertenecen al sexo dominante: no importan su cultura, su clase ni su cualificación profesional. En la prostitución las mujeres son propiedad colectiva de los hombres. La superioridad sobre las mujeres permite establecer cierta hermandad entre los hombres. Su masculinidad se construye sobre la diferenciación con las mujeres: ellos no son mujeres, son machos dominantes. Los prostituidores pueden actuar como en los patriarcados más duros: las mujeres prostituidas pueden ser humilladas y abusadas. Las “putas” son deshumanizadas, a ellas no hay que tratarlas con reciprocidad. Con ellas los puteros “pueden hacer de todo”.

  Argumento de que las mujeres también pueden ser clientas:
Desde las posiciones del sexo como trabajo se enfatiza el hecho de que las mujeres pueden ser puteras y hay hombres que se dedican al “trabajo sexual”. La finalidad de ese argumento es que nos olvidemos de que la prostitución es una institución machista. Aunque es verdad que hay algunos hombres que son prostituidos, la clientela de los mismos es masculina. Además esos hombres prostituidos suelen ser incluidos en el lugar simbólico de lo femenino (es decir, son tratados como “putas”).

Quienes defienden el trabajo sexual consideran que las “clientas de prostitución” irán aumentando conforme las mujeres vayan perdiendo “sus tabúes e inhibiciones sexuales”. Para justificar el carácter no patriarcal de la prostitución ponen el ejemplo del turismo sexual en el Caribe, en cuyas playas algunas mujeres occidentales mantienen relaciones con muchachos a cambio de dinero.
Jeffreys refuta la pertinencia del ejemplo del Caribe. En primer lugar, la escala del turismo sexual femenino es, en términos de número, mucho, muchísimo menor que el turismo sexual masculino. En segundo lugar, la hermenéutica de la sexualidad es inherentemente patriarcal. A modo de ejemplo: un joven de Barbados describía su entusiasmo sexual por las turistas diciendo que “las mujeres acá no saben coger, ni siquiera quieren chupar. Tienes que rogarles que lo hagan, y aún así se rehúsan, y si lo hacen, actúan como si te estuvieran haciendo un favor. Ahora bien, a una blanca tienes que rogarle que se detenga”. En este caso, sostiene Jeffreys, la turista sexual está al servicio de los hombres del lugar más que a la inversa. La dinámica de poder de la dominación masculina parece seguir bien preservada. Los hombres en los lugares turísticos siguen teniendo el control de la interacción sexual en virtud de la construcción de la sexualidad masculina dominante. En tercer lugar, los peligros que experimentan las personas de uno u otro sexo no son comparables. Las mujeres prostituidas del Caribe cuentan experiencias como la de un cliente que atacó a la mujer con un machete porque no estaba satisfecho con el trabajo. Otra mujer cuenta que acordó un encuentro con un cliente que luego apareció en el cuarto del hotel con otros seis hombres. Las mujeres afirman que siempre tienen mucho miedo porque no saben qué puede pasar. Los hombres no corren ningún peligro comparable.

La prostitución no puede aislarse de su contexto patriarcal. Los regulacionistas utilizan la “interseccionalidad” (apelación a la clase y a la raza) no para mostrar que las mujeres prostituidas también sufren explotación por su clase social y experimentan racismo, sino para argumentar que puede haber mujeres privilegiadas (puteras adineradas que instrumentalicen a hombres pobres). La cortina de humo es un uso habitual que los regulacionistas dan a la “interseccionalidad”.

  No es el momento:
Cuando el abolicionismo logra aceptación en el discurso público, la posición regulacionista se refugia en el “soy abolicionista pero…”. Uno de los “hits” de este pseudoabolicionismo es la postura “después de la revolución”, que sostiene que la prostitución terminará cuando se termine la pobreza, de modo que es la pobreza la que debe ser atacada y no la prostitución. Según ese punto de vista, primero hay que crear trabajos para las mujeres y procurar el desarrollo económico y solo después podrá afrontarse el problema de la prostitución. El “no es el momento” permite a la industria del sexo prosperar sin ataduras.

Como denuncia Jeffreys, esta excusa no se pone para otros temas como el matrimonio forzado o la violencia de género, aunque esas prácticas también sean exacerbadas por la pobreza. Pilar Aguilar compara este argumento con el que usó parte de la izquierda española para oponerse al sufragio femenino durante la Segunda República (la izquierda consideraba que era justo que las mujeres votasen, pero que el voto femenino daría el poder a la derecha y acabaría con la República, de modo que decían que “no era el momento”). Las abolicionistas de hoy, como las sufragistas de antaño, rechazamos el argumento de “no es el momento”.




El argumento de que la “regulación” es el mal menor:
El regulacionismo argumenta que la legalización de la prostitución es el “mal menor”. Este argumento es un clásico al que se enfrentaron ya las sufragistas en el siglo XIX. Josephine Butler se opuso a la legalización de la prostitución argumentando que el robo y el asesinato también son males que “siempre han existido”, pero a nadie se le ocurre decir: “como no podemos eliminar el robo o el asesinato, pongamos controles y que la ley determine en qué lugares, a qué horas y en qué condiciones se podrá robar y matar”. La idea del “mal menor” se basa en la creencia de que el impulso masculino de prostituir mujeres es natural e incontrolable.

Además es falso que la legalización sea “el mal menor”. Cuando la prostitución se legaliza, los que salen ganando son los proxenetas, tratantes y clientes, que se benefician de la complicidad social con la misma. Un número muy pequeño de mujeres queda incluido en el segmento legalizado de la industria y la inmensa mayoría de esta sigue siendo ilegal. Poquísimas mujeres se dan de alta como autónomas o trabajadoras (y muy pocas quieren hacerlo). Las condiciones de seguridad y las tarifas de las mujeres disminuyen, pues aumenta la competencia. Cuando la prostitución se legaliza, la intervención de la Administración pública se limita a financiar a las “asociaciones de trabajo sexual”, cuya tarea fundamental es legitimar la industria del sexo. Estas asociaciones utilizan esos fondos estatales para repartir folletos informativos a las mujeres prostituidas y preservativos.

Los folletos informativos consisten en recomendaciones de seguridad para las mujeres prostituidas. Ejemplos reales de estos folletos que cuenta Sheila Jeffreys son: usar el preservativo para evitar ETS y embarazos, examinar el pene de los clientes para ver si tienen signos de enfermedad, que las mujeres revisen los coches para ver si encuentran cuchillos, armas de juego, almohadones, cinturones o sogas (porque todos esos elementos son armas potenciales), etc.

Como vemos, las recomendaciones transfieren la responsabilidad a las mujeres prostituidas para que ellas mismas se cuiden de graves peligros. Pero, dada la situación de impotencia en la que viven las mujeres prostituidas, estos consejos son ridículos. Es obvio que si una mujer prostituida intenta mirar el pene del hombre para ver si tiene algo, el cliente puede enfadarse y ser violento o simplemente, marcharse sin pagar “el servicio”. Con respecto al uso del preservativo, ni siquiera está garantizado en los prostíbulos legales, porque las mujeres aceptan por más dinero que no se use o aceptan a un hombre que no quiere usarlo porque no han tenido un cliente en toda la noche. Aunque se utilice, este puede romperse o salirse, o  incluso el hombre puede quitárselo en mitad del coito. Mientras que en “un trabajo cualquiera” como la obra o las oficinas, la inspección de trabajo puede evaluar el cumplimiento de las medidas de seguridad, en la prostitución el Estado no hace nada y los proxenetas se desentienden. El apartado de “seguridad e higiene en el trabajo” se despacha con unos consejos absurdos que dejan toda la responsabilidad a la víctima y que incluso la culpan si es atacada (por no haber cumplido bien las reglas de seguridad). En la prostitución las mujeres experimentan violaciones y golpes por parte de los clientes, proxenetas y tratantes y sufren la violencia cotidiana de la penetración no deseada (y a menudo dolorosa) por la cual les pagan. Ningún folleto con “recomendaciones” puede hacer nada frente a estos problemas.

Sheila Jeffreys expone que la sociedad está aceptando que la dominación sexual masculina es inevitable. Cuando hablamos de violencia de género en la pareja, las feministas no trabajamos bajo la premisa de que lo mejor que se puede hacer es repartir tiritas porque los hombres no pueden evitar pegar. Ya es hora de pensar que un mundo sin prostitución es posible. Debemos exigir políticas públicas eficaces frente a esta forma de violencia machista.


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