El triunfo de los pornógrafos
“Dedicado
especialmente a las personas de izquierda”
JULIO 2016 POR
LIERRE KEITH, TRADUCCIÓN DE ANA G. AGUILAR
LOS ANGELES, CA –
ENERO 16: Hugh Hefner (C) posa con las conejitas Playboy (Foto de Rachel Murray/Getty Images
para Playboy)
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El triunfo de los
pornógrafos es una victoria del poder sobre la justicia, de la crueldad sobre
la empatía, de los beneficios sobre los derechos humanos.
Podría hacer
declaraciones contra Walmart o McDonalds y los progresistas estarían ansiosamente
de acuerdo. Todos entendemos que Walmart destroza las economías locales, y que
ha provocado un empobrecimiento implacable de las comunidades a lo largo de los
EEUU, ya casi completado. Y que esto, también depende de las condiciones de
semi esclavitud de los trabajadores en China para producir las montañas de
basura barata que vende Walmart, y, finalmente, del crecimiento sin fin del
modelo capitalista que está destruyendo el mundo.
Nadie en la
izquierda afirmaría que la basura barata que produce es sinónimo de igualdad o
libertad. Nadie defiende a Walmart diciendo que los trabajadores chinos o
americanos, quieren trabajar allí. Los izquierdistas entienden que la gente
hace lo que tiene que hacer por una cuestión de supervivencia, que cualquier trabajo
es mejor que ningún trabajo, y que el salario mínimo y la ausencia de
beneficios son causa de revolución, no hacen una defensa de dichas condiciones.
Lo mismo con
McDonalds. Nadie defiende lo que McDonalds hace a los animales, a la tierra, a
los trabajadores, a la salud humana, y a nuestras comunidades, señalando que la
gente delante de la grasa hirviendo consiente en sudar todo el día, o que los
granjeros de cerdos firman “voluntariamente” contratos que casi no les da para
vivir. El asunto no está en el consentimiento, sino en el impacto social de la
injusticia y en la jerarquía, en cómo las corporaciones son, esencialmente,
armas de destrucción masiva. Enfocarse en el momento de la elección individual
no nos llevará a ningún lado.
El problema son las
condiciones materiales que hacen que llevar a una persona a quedarse ciega en
una factoría de micro chips en Taiwán, sea la mejor opción para algunas
personas.“Esas personas son seres vivos”, reivindican los izquierdistas
apelando a los derechos humanos como argumento base y como estrella guía:
nosotros sabemos que las mujeres taiwanesas no son diferentes de nosotros en
ningún aspecto realmente importante, y si cegarse por unos céntimos sin
descanso ni para ir al baño fuera nuestra mejor opción, estaríamos ante una
difícil situación.
¿Y las mujeres
soportando dos penes empujando en su ano? No es ninguna exageración, ni
“ponerse en lo peor”, algo de lo que son acusadas muchas feministas. El
“doble-anal es de lo más normal en el “gonzo”, el porno hecho realidad gracias
a Internet, el porno que no necesita un argumento, el porno que,
arrolladoramente, prefiere la mayoría de hombres. Esa mujer, justo como la
mujer que ensambla computadoras, sufrirá daños físicos permanentes con una alta
probabilidad. De hecho, la media de lo que aguantan las mujeres en el porno
gonzo son tres meses, antes de que su cuerpo diga “hasta aquí”. Así de
castigadores son los actos sexuales requeridos. Cualquiera con conciencia, en
lugar de una erección, puede entenderlo con sólo verlo. Si pasas unos minutos
viéndolo –no masturbándote con él, sino viéndolo de verdad – podrías estar de
acuerdo con el profesor Robert Jensen en que “la pornografía es lo más parecido
al fin del mundo”:
“Con eso no me
refiero a que la pornografía vaya a traernos el fin del mundo, no tengo
visiones apocalípticas. Ni quiero decir que de todos los problemas sociales con
los que lidiamos la pornografía sea el más amenazante. En su lugar, lo que
quiero sugerir es que si tenemos el coraje de mirar honestamente a la
pornografía actual, captaremos un guiño – de una forma muy poderosa y visceral
– de las consecuencias de los sistemas opresores en los que vivimos. La
pornografía es a lo que se parecerá el fin si no revertimos el curso patológico
por el que vamos en esta sociedad patriarcal, de supremacía blanca, y de
corporaciones depredadoras y capitalistas.
Imagina un mundo en
el que la empatía, la compasión y la solidaridad – las cosas que hacen posible
una sociedad humana decente – están final y completamente aplastadas por una
sociedad individualista, y emocionalmente separada por la búsqueda del placer
inmediato. Imagina esos valores acabados en una sociedad estructurada por
múltiples jerarquías en las cuales las dinámicas de dominación/subordinación
dan forma a las relaciones y a nuestra interacción…
Cada año mi
sensación de desesperación se acentúa al ver el camino por el que la
pornografía y nuestra cultura pornográfica nos lleva. Esa desesperación está
enraizada, no en el hecho de que un montón de gente pueda ser cruel, o en que
un número de ellos, aún a sabiendas obtengan placer de esa crueldad – los
humanos siempre han tenido que lidiar con ese aspecto de nuestra psicología-,
sino en ¿qué pasa cuando la gente ya no puede ver la crueldad, cuando el placer
en la crueldad ha sido tan normalizado que ha quedado invisibilizado para
muchos? ¿Y qué pasa cuando para una parte considerable de la población
masculina de nuestra sociedad esa crueldad se vuelve una parte rutinaria de la
sexualidad, definiendo las partes más íntimas de nuestras vidas?”
Lo que todos los
izquierdistas necesitan hacer es atar cabos de la misma manera que hacen con
cada una de las demás formas de opresión. Las condiciones materiales que los
hombres crean como clase (la palabra es patriarcado) se traducen en que en EEUU
la violencia machista es el delito violento más comúnmente cometido: hombres
maltratando mujeres. Los hombres violan a una de cada 3 mujeres, y abusan
sexualmente a una de cada 4 niñas antes de los 14 años. El número uno de perpretadores
de abusos sexuales a niños se llama“Papá”.
Andrea Dworkin, una
de las mujeres más valientes de todos los tiempos, entendió que esto era
sistemático, no personal. Ella vio que las violaciones, el maltrato, el
incesto, la prostitución y la explotación reproductiva trabajan todas juntas
para crear una barricada de “terrorismo sexual”en el que todas las mujeres son
forzadas a vivir. Nuestro trabajo como feministas que forman parte de una
cultura de resistencia, no es aprender a erotizar esos actos; nuestra tarea es
tirar ese muro abajo.
De hecho, los
hombres de la derecha y la izquierda se alían para hacer un cómodo mundo para
sí mismos que sepulta a las mujeres bajo condiciones de subordinación y
violencia. Criticar la supremacía masculina trae acusaciones de censura,
conservadurismo, puritanismo, y de ser aguafiestas, pero si eres capaz de
ponerte en el lugar de las mujeres, verás que la derecha y la izquierda se
alían para crear la misma hegemonía sin fisuras.
Gail Dines escribe,
“Cuando critico a McDonalds, nadie me llama anti-comida.” La gente entiende que
lo que esta siendo criticado es una serie de relaciones sociales injustas – con
componentes ideológicos económicos y políticos – que crean más de lo mismo.
McDonalds no produce comida normal. Manufactura industrialmente un producto
para obtener beneficios capitalistas. No hay diferencia con los pornógrafos.
Los pornógrafos han construido una industria de $100 billones anuales,
vendiendo, no sólo sexo como una mercancía, que sería ya lo suficientemente
horrible para nuestra humanidad colectiva, sino crueldad sexual. Ese es el
corazón profundo del patriarcado, el lugar que los izquierdistas temen tocar:
la supremacía masculina coge actos de opresión y los convierte en sexo. ¿Acaso
puede haber un premio más poderoso que el orgasmo?
Y como se siente
tan visceralmente, tales prácticas son defendidas (en el extraño caso de que
una feminista sea capaz de exigir una defensa) como “natural.” Incluso cuando
es envuelto con racismo, muchos en la izquierda se niegan a ver opresión en la
pornografía. “Putitas latinas”, o “Trafica a mi adolescente negra” no les
provoca indignación alguna, excepto placer sexual al consumir dicho material.
Una sexualidad basada en la erotización de la deshumanización, en la dominación,
en la jerarquía, atrae otras jerarquías y encuentra riqueza en la explotación
del racismo. Lo que nunca hará, es construir una sociedad igualitaria de
cuidados y respeto, el mundo que los izquierdistas dicen perseguir.
A escala global, el
cuerpo desnudo de las mujeres – demasiado joven y demasiado delgado como para
soportarlo – está en venta en todos lados, definiendo la edad y la imagen
correcta de las mismas, y como una realidad brutal: las mujeres y las niñas son
ahora el producto número uno en ventas en el mercado negro global. De hecho,
hay países cuyos presupuestos se sustentan completamente en la venta de
mujeres. ¿Es la esclavitud un entretenimiento sexual o un abuso de los derechos
humanos? ¿De qué sirve un movimiento de cambio social que no es capaz de ver
eso?
Necesitamos exponer
nuestras reivindicaciones como personas que apuestan por la libertad, no la
libertad de abusar, explotar y deshumanizar, sino la libertad de no ser
degradadas en una cultura que celebra la violación.
Esta es la bancarrota
moral de una cultura construida sobre la violación y sus subyacentes
privilegios. Una ligera variante del Romanticismo, sustituyendo la emoción por
el deseo sexual inmediato y un “estado natural”de privilegios. Su versión
sexual es una herencia directa del “movimiento bohemio”, quienes comenzaron a
exhibir en público representaciones de“transgresoras y desmesuradas atrocidades
sexuales”. Gran parte de esta filosofía, inspirada en el ejemplo del Marqués de
Sade, torturador de mujeres y niños. Aún así, fue tildado de ser la base e
inspiración de escritores como “Baudelaire, Flaubert, Swinburne, Lautréamont,
Dostoevski, Cocteau, y Apollinaire” así como de Camus y Barthes. Camus
escribió, “Hace dos siglos… Sade exaltó las sociedades totalitarias en nombre
del la libertad desenfrenada. Sade también presentó una teoría cercana a la
Voluntad de poder de Nietzsche. En última instancia, su ética defiende“las
raíces eróticas del fascismo”.
Una vez más, es
hora de elegir. Las advertencias están ahí y es hora de escucharlas. Los
estudiantes universitarios de hoy tienen un 40% menos de empatía que los de
hace veinte años. Si la izquierda quiere articular una verdadera resistencia,
una resistencia contra el poder, que rompe huesos y corazones, ríos y especies,
tendrá que escuchar – y conocer finalmente – esta valiente frase de la poetisa
Adrienne Rich: “Sin ternura, estamos condenados.”
Este ensayo ha sido
extraído del capítulo 4 “Cultura de resistencia” , Deep Green Resistance (La
profunda resistencia verde) de Lierre Keith.
Fuente:
https://plataformaantipatriarcado.wordpress.com/2016/08/07/el-triunfo-de-los-pornografos/
Nota: la fotografía es del original
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