Apuntes para discutir el abolicionismo –
Por Silvina Perugino,
Abogada, Especialista en Género y Comunicación (En etapa de Tesis) e
integrante de la Secretaria de Género- Facultad de Periodismo y Comunicación
Social, UNLP
El debate sobre la prostitución está abierto, y no sólo
entre las filas del feminismo sino que atraviesa la sociedad en su conjunto.
Una fuerte campaña nacional e internacional para considerar la prostitución
como trabajo, cruza la realidad social en la que vivimos, los lobbies en favor
de la reglamentación son cada vez más fuertes. Proponemos, a través de una
serie de artículos, pensar la teoría abolicionista a la luz de los argumentos
del reglamentarismo, intentando desmenuzar sus implicancias sociales y
políticas.
Las posiciones acerca de la prostitución, en líneas
generales, se resumen en tres: el prohibicionismo que plantea terminar con la
prostitución a través de la represión, tanto de prostituyentes como de personas
prostituidas; el reglamentarismo que plantea la necesidad de reconocer a las
personas en situación de prostitución como trabajadoras sexuales y enmarcarlas
en un régimen legal; y la postura abolicionista que plantea la necesidad que el
Estado impulse políticas públicas encaminadas a generar posibilidades reales de
acceso al mundo laboral para personas en situación de pobreza en general y de
prostitución en particular, independientemente de quien, teniendo todas las
posibilidades de desarrollarse en el mundo laboral, decida prostituirse. El debate
entre estas dos últimas posturas es el que resulta sin dudas, más interesante
para el análisis.
Ciclo Prostitución. Museo Jorge Rando |
Uno de los argumentos más fuertes dentro de la postura
abolicionista, es la equiparación al ejercicio de la prostitución con la
esclavitud, o al menos con alguna forma de ella, en cierta en medida y en
determinadas condiciones, en el siglo XXI.
Resulta difícil pensar pacientemente que, aún en la
actualidad somos capaces de naturalizar formas de sometimiento humano similares
a los sistemas esclavistas del siglo XVI. Esa idea, en principio genera un
rechazo guiado a primera vista por los avances en Derechos Humanos que las
sociedades han llevado adelante.
Sin embargo, uno de los argumentos del reglamentarismo nos
retrotrae necesariamente a esa época. Marca, esta corriente, la necesidad del
reconocimiento de la prostitución como un trabajo a partir del derecho a la
libre determinación de las mujeres. Y aquí está la clave.
En épocas donde comenzó a discutirse la idea de la
esclavitud y del poder político, los teóricos contractualistas, ensayaron la
ficción jurídica del “contrato social” a partir del cual las personas libres y
soberanas renunciaban en cierta medida a estos atributos y los cedían a otros a
fin de ser gobernados por estos últimos, esto se llevaba a cabo a través de un
contrato. Esta idea, acuñada desde la más íntima convicción anti-monárquica
tuvo un obstáculo importante en su desarrollo, ya que sus teóricos, no acuñaban
tantas similitudes con respecto a la esclavitud, la misma seguía siendo un punto
en discusión: ser anti-monárquico no necesariamente los posicionaba como
anti-esclavistas. Así, la disputa del poder a la monarquía, se daba desde una
burguesía que, tomaba para dicho fin, la bandera de los Derechos Humanos, más
sin reconocer a la humanidad en su plenitud: de esa humanidad quedaron
excluidos/as esclavos/as y mujeres.
De ésta manera, la esclavitud va a sobrevivir un tiempo más
y la teoría deberá ensayar argumentos con los cuales sostener, dentro de la
perspectiva de la libertad individual fundante del contrato social, el sistema
esclavista.
La clave va a estar puesta en la libertad. La libertad que
tenemos los seres humanos para decidir sobre nuestras vidas, sobre nuestros
cuerpos, hasta incluso decidir sobre nuestra propia libertad. Así, la dimensión
de la decisión sobre nuestros cuerpos pendula entre la libertad y el
liberalismo.
Según el liberalismo de Locke, uno de los teóricos
contractualistas, el hombre es libre de decidir su propia esclavitud, digamos
que aun con la espada del amo en el pecho, el esclavo es por un instante dueño
de decidir sobre su propia libertad. Hoy, esta idea de contrato entre esclavo y
esclavista, esta desechada. Sin embargo en el plano sexual, va ganando terreno,
¿Tal vez porque se basa en pilares anteriores a la esclavitud? También se va
perfeccionando, buscando la misma salida que los estados modernos y burgueses
encontraron con la esclavitud: convertirla en trabajo asalariado.
Ciclo Prostitución. Museo Jorge Rando |
La feminista Carole Pateman en su “Contrato sexual” plantea
que antes que los varones se pusieran de acuerdo con la forma de ser
gobernados, ya habían dejado a las mujeres presas de aquel contrato, que le da
nombre a su libro. Ese contrato las objetiviza, las corre del espacio político,
pasan a ser “propiedad del varón”, en todo caso es él quien las representa. De
allí se desprende según la autora la ley basamento del patriarcado que es: la
ley del libre acceso por parte de los varones al cuerpo de las mujeres. Esta,
es la premisa que el patriarcado debe garantizar para su subsistencia.
Ese acceso del que habla Pateman, se cumple básicamente con
dos contratos: el matrimonial y el de prostitución, para la autora estos
contratos son subsidiarios, es decir, no puede existir el uno sin el otro. La
idea de familia monogámica y monoparental necesita la institución
“prostitución” para sostenerse. Los atributos sexuales que el sistema
patriarcal asigna al varón, no puede desarrollarse sin la prostitución. El
instinto sexual del varón es, en términos patriarcales, incontenible y por
definición extremadamente lujurioso, cuestiones no permitidas para el
estereotipo patriarcal de la mujer-madre, se crea entonces la figura de la
prostituta a la que sí le es “permitida” cierta conducta sexual. Por ello estos
contratos son subsidiarios, van de la mano, se complementan, son dos caras del
mismo sometimiento. Los dos son contratos de sujeción: la prostitución no es la
liberación de lo oprimida mujer casada, la prostitución sostiene al contrato
matrimonial.
Siguiendo a Pateman entonces, este contrato sexual del que
habla y las instituciones matrimonio y prostitución son anteriores al
esclavismo. Engels, también hará un planteo en ese sentido. Estas instituciones
van a sujetar a la mujer bajo el poder político y sexual del varón, luego los
varones harán el contrato político entre ellos, aquí la mujer ya no es libre de
decidir.
Se ha recorrido un largo camino en cuanto al derecho a la
libertad, pero ese avance parece estancarse en el terreno sexual, a nadie se le
ocurriría hoy en un caso de esclavitud laboral pensar en que puede soslayarse
la responsabilidad legal del esclavista, si media consentimiento; con lo sexual
sucede algo distinto. La voz de la mujer, silenciada por años, aquí cobra un
valor inusitado, y la libertad de decisión para prostituirse cobra una envergadura
poco probable en lo que respecta a la historia de la prostitución. Siguiendo
esta línea de pensamiento, la libertad personal puede justificar cualquier
menoscabo en el propio cuerpo, cualquier sometimiento a la autoflagelación;
puede que en algunas oportunidades actos de este tipo puedan no evitarse pero,
¿El estado debe garantizar el espacio para que se desarrollen?
Otra idea que es necesario abordar es la idea de “Libertad”,
entonces cabe preguntarse: ¿La libertad es una idea absoluta? ¿Es lo mismo la
libertad de una niña nacida en una familia de la oligarquía argentina que
asiste al Colegio Liceo Franco Argentino, que la de una niña nacida en una
“villa” y que sale a la calle a pedir limosnas desde los 6 años, o la de una
niña travesti que es expulsada de su hogar cuando decide su identidad de
género? ¿Todo es lo mismo? ¿Libertad para decidir es igual a reglamentar la
explotación? ¿O libertad será generar una situación de igualdad material, para
que realmente la decisión sea tomada sin condicionamientos?
Ciclo Prostitución. Museo Jorge Rando |
El liberalismo, desde su propio nombre entraña una trampa,
tal vez la más terrible dentro de las teorías políticas, la trampa de hablar de
la libertad desde un lugar abstracto, desde un imaginario ideal, y sin
problematizar el concepto. La libertad no en sentido de acceso material a los
derechos, sino desde la concepción intimista, personal. La libertad no como un
concepto político sino como un sentimiento emocional, “sentirse libre” para
decidir, “ser libre” desde la sensación, más allá de lo que pase en el día a
día. La idea de sentirse libre, desvinculado de la situación material en la que
se vive.
El discurso reglamentarista hace hincapié en la libertad de
elección, de la libertad de elegir sobre nuestros cuerpos; sin embargo al
“trabajo sexual” ligan indefectiblemente la situación de pobreza de las
“trabajadoras Sexuales”, nos preguntamos entonces ¿Cómo se relaciona la pobreza
material con la idea de la elección en libertad? ¿La pobreza no actúa como
condicionante de esa libertad? ¿La pobreza como condicionante es asimilable a
otros condicionantes de personas que no están atravesadas por la misma?
El liberalismo encontró obstáculos determinantes a las
ficciones que desde su seno pretendían justificar la esclavitud, seguramente
también ha encontrado nuevas formas de explotación de la clase que exceden este
articulo, el feminismo deberá concentrar parte de sus fuerzas en poner frenos a
los avance del liberalismo o el neo-liberalismo en el terreno sexual, en
cuestionar la legitimación de una de las formas más brutales de esclavitud
moderna, en evitar que el cuerpo de las mujeres sea terreno donde el
capitalismo despliegue su batalla de ideas, imponiendo una de sus más
importantes
premisas: que todo, absolutamente todo, hasta nuestra propia
libertad es negociable y tiene un precio.
Fuente
http://radiocadenanacional.com.ar/2016/10/12/apuntes-para-discutir-el-abolicionismo-el-debate-sobre-la-prostitucion/
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