Comprar sexo no debería ser legal
5/7/2018
Publicación original: Buying Sex Should Not Be
Legal
Rachel Moran
28 de agosto 2015
Traducción: Joan Marco Perales
Colaboración: Olga Baselga
A principios de mes, en Dublín,
mi ciudad natal, el Secretariado Internacional de Amnistía Internacional
respaldó una nueva política que busca la descriminalización del tráfico sexual
global. Sus partidarios defienden que la descriminalización de la prostitución
es el mejor método para proteger «los derechos humanos de las trabajadoras
sexuales», aunque la norma también se aplicaría a proxenetas, dueños de
burdeles y puteros.
El objetivo final de Amnistía es
acabar con el estigma que se cierne sobre las mujeres prostituidas para que
sean menos vulnerables frente al abuso de los delincuentes que se mueven en las
sombras. El grupo también quiere que los gobiernos «garanticen una cobertura
legal completa e igualitaria que proteja de la explotación, la trata y la
violencia a las trabajadoras sexuales».
El voto de Amnistía se produce en
un contexto de debate internacional prolongado sobre cómo solucionar el
problema de la prostitución y proteger los intereses de las denominadas
trabajadoras sexuales. Es un debate en el que yo tengo voz, y creo que Amnistía
ha cometido un error histórico.
Entré en la trata sexual, como la
mayoría, antes de ser una mujer. A los 14 años estaba bajo la tutela del Estado
después de que mi padre se suicidara y porque mi madre sufría una enfermedad
mental.
En un año estaba en la calle sin
casa, educación o habilidad laboral alguna. Todo lo que tenía era mi cuerpo. A
los 15 años conocí a un joven que pensaba que sería buena idea que me
prostituyera. Como era «carne fresca», era mercancía con una gran demanda.
Durante siete años me compraron y
vendieron. En la calle, eso podía llegar a ser diez veces en una noche. Es
difícil describir el efecto de la coacción psicológica y cómo ésta erosionó la
confianza que tenía en mí misma. Al final de mi adolescencia, consumía cocaína
para atenuar el dolor.
Me entran escalofríos cuando
escucho las palabras «trabajo sexual». Vender mi cuerpo no era un sustento, no
había ninguna semejanza con un trabajo corriente en el ritual de degradación
que realizaban unos desconocidos cuando usaban mi cuerpo para saciar sus
deseos. Fui doblemente explotada, por los proxenetas y por los que me
prostituyeron.
Sé que hay algunas activistas que
piensan que las mujeres prostituidas venden sexo como adultas y dan su
consentimiento para ello. Sin embargo, este grupo suele ser una minoría
privilegiada (normalmente mujeres blancas y occidentales de clase media de
agencias de escorts, cosa que no representa a la mayoría global). Su derecho a
vender su cuerpo no está por encima de mi derecho, y el de otras, a no ser
vendidas en una trata que se alimenta de mujeres que ya han sido marginalizadas
por su clase social y raza.
El intento de descriminalizar la
trata sexual a nivel global no es una táctica progresista. Si se aplica esta
propuesta, se fosilizaría en la ley el derecho de los hombres a comprar sexo,
mientras que descriminalizar a los proxenetas sólo los protegerá a ellos.
Rachel Moran es la fundadora de
Space International, que defiende la abolición de la trata sexual, y autora de
la autobiografía Paid For: My Journey Through Prostitution.
Visita nuestro canal de Youtube
con interesantes videos traducidos y subtitulados en español: https://www.youtube.com/channel/UCuDKy2DjYr3Egw6iX1h1tcQ/videos
Fuente
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https://traductorasparaaboliciondelaprostitucion.weebly.com/blog/comprar-sexo-no-deberia-ser-legal
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