La prostitución, la excepción patriarcal
Hablamos de violencia sexual, de cosificación, de misoginia
y de otras formas de violencia en la que excluimos a la prostitución… ¿Tanto se
habrá colado el discurso de la industria del sexo?
Graciela Atencio
Antes de encender la televisión y ver Salvados, que aborda
en su último programa una de las violencias machistas más devastadoras de la
sociedad humana global, pienso que socialmente nos atrevemos a hablar de la
trata con fines de explotación sexual pero no de la institución patriarcal más
antigua que la sostiene: la prostitución. Es peligroso el momento histórico que
vivimos en España y en el mundo, con la irrupción del movimiento feminista como
un sujeto político fuerte y potente que lo cuestiona todo: el Estado, el
capitalismo salvaje, el colapso ecológico, los cuidados, el reconocimiento y
sanción de las violencias machistas y tantos otros temas centrales en la
sostenibilidad de la vida. ¿Por qué es peligroso? Porque el sistema patriarcal
encuentra en cada momento histórico rearmarse y volver a fortalecerse. Lo
cierto es que parte de la estrategia del rearme patriarcal en el siglo XXI está
en la preservación y legitimación social de la prostitución y si no la ponemos
en el centro, ya no solo del debate feminista, sino en el centro del debate
sobre la sostenibilidad de la vida, probablemente dejaremos avanzar y crecer a
las mafias transnacionales de la trata –incluso más fuertes y con mayor poder
que los propios Estados- y las consecuencias que esto conlleva: la
deshumanización, la proliferación de las violencias machistas como producción
pandémica de las sociedades capitalistas contemporáneas y un genocidio
particularizado en el feminicidio del sistema prostitucional (mujeres
asesinadas por puteros, proxenetas y traficantes con fines de explotación
sexual).
PARTE DE LA ESTRATEGIA DEL REARME PATRIARCAL EN EL SIGLO XXI
ESTÁ EN LA PRESERVACIÓN Y LEGITIMACIÓN SOCIAL DE LA PROSTITUCIÓN
Hoy por hoy, la prostitución es inseparable de la
pornografía y por ende, del nexo que conecta y retroalimenta a ambas: la
industria del sexo. La trata de personas con fines de explotación sexual es
solo la cara más despiadada y la línea que separa a la prostitución ilegal (la
trata) para proteger a la prostitución legal y el proxenetismo, pero ambas son
caras de una misma moneda. La trata, ese crimen intocable de la fratría
masculina en el poder, funciona como la reproducción masiva de la prostitución
(industria del sexo) y coloniza sociedades desde una especie de multinacional protegida
por los Estados. Esa línea de protección, a su vez, sirve para que la
prostitución legalizada o alegal (como es el caso de España) y el porno,
expandan su consumo y con ello, también dichas actividades se convierten en
medios de propaganda de la prostitución, medios que contienen el mensaje y
modifican el significado de lo que es la prostitución hasta convertirlo en
cool, guay, atractivo y deseable, un “derecho humano”, un “trabajo digno”, un
“derecho laboral” que hay que defender (por deconstruirlo con la mirada de
Marshall McLuhan).
El debate ya no se centra en legalizar la prostitución a
nivel global sino en convertir a la trata en una industria totalmente legal y
el proxenetismo en una actividad empresarial en la que también deben participar
las mujeres en su camino hacia la igualdad (igualdad para ser proxenetas); de
hecho el discurso del lobby de la industria del sexo es utilizado aquí en
España y en América Latina, por cierto activismo de los “derechos de las
trabajadoras sexuales” como eufemismo de captación y explotación sexual de
mujeres. Existe toda una neolengua bien articulada, que ha entrado en la
academia feminista y también se la han apropiado organizaciones de derechos
humanos como Amnistía Internacional. En la era de la posverdad, se trata de un
auténtico vaciadero de significantes relacionados a la prostitución, no
solamente para legitimar el término “trabajadora sexual”, sino otros muchos
términos como “el consentimiento”, clave en la industria del sexo que lo
tergiversa para justificar la trata. En el Protocolo de Palermo se especifica
en el artículo 3 que el consentimiento dado en una situación de vulnerabilidad
no se tendrá en cuenta (sin embargo, en el discurso perverso del proxenetismo,
si la mujer captada consiente aunque sepa de antemano que va a ser víctima de
una serie de abusos, y firma un contrato y da su consentimiento, entonces ya no
hay trata).
EL DEBATE YA NO SE CENTRA EN LEGALIZAR LA PROSTITUCIÓN A
NIVEL GLOBAL SINO EN CONVERTIR A LA TRATA EN UNA INDUSTRIA TOTALMENTE LEGAL Y
EL PROXENETISMO EN UNA ACTIVIDAD EMPRESARIAL
La industria del sexo también impregna su propaganda en los
grandes medios, en programas de televisión, radios, artículos en periódicos…
expandida por youtubers e influencers y así llegamos a mensajes como el del
“porno ético”, “sin putas no hay feminismo”, “ni abolición ni regulación,
derechos para las trabajadoras del sexo” o que se eduque sexualmente a través
del porno (cuando el porno hegemónico es porno duro, es decir, explotación
sexual, cosificación y vejación hasta llegar a su máxima expresión con la
violación y otras formas de tortura sexual).
¿Cuál es el límite de la expansión de la prostitución y sus
derivados, la trata y el porno? Todavía no lo conocemos pero sabemos que es uno
de los más rentables del planeta: cuerpos de mujeres (materia prima)
explotables y desechables en diversas cadenas de producción, con enormes
beneficios económicos para las élites del poder patriarcal. También parece que
el límite de su expansión no se lo pueden poner los Estados, ni los partidos
políticos, ni los medios de comunicación, ni la academia ni movimientos
feministas. No todavía. Pero el movimiento feminista cumple un papel clave en
desenmascarar a la industria del sexo y el proxenetismo. Históricamente, el movimiento
feminista ha sabido deconstruir al patriarcado, ha sabido resistirlo y
encontrar caminos de lucha hacia la igualdad real entre hombres y mujeres.
Hemos dado pasos gigantes en tres siglos y ahora toca dar uno clave, porque en
este paso se libra la principal batalla para que las mujeres podamos ser
individuos y sujetos de derecho en total igualdad con los hombres: erradicar la
prostitución.
Dejémonos de ser embaucadas y embaucados por dicotomías y
eufemismos posmodernos (que también proliferan en artículos académicos):
“prostituciones (por eso de que existe una prostitución buena y una
prostitución mala)”, como el capitalismo bueno y el malo o el putero bueno y el
putero malo, el empresario del sexo y el proxeneta, víctima de trata y
trabajadora sexual autónoma.
Atrevámonos a abrir la caja de la barbarie que existe
alrededor de la trata, la prostitución y el porno, dulcificados por ese actor
perverso e invisible que es la industria del sexo.
Nos rasgamos las vestiduras y hacemos campañas contra la cosificación
de las mujeres en anuncios de publicidad o en medios de comunicación pero nos
olvidamos de las prostituidas en las calles que ofrecen sus servicios en webs y
periódicos y muestran sus cuerpos como meros objetos y mercancías.
Nos escandaliza y con razón que una directora de cine,
actriz y escritora como Leticia Dolera, haya tenido la valentía de denunciar el
acoso sexual por parte de un director de cine, pero no reparamos en el acoso
sistemático que sufren las mujeres en la calle, por puteros, policías o dentro
de los prostíbulos, en los que los hombres tienen barra libre para sobar culos
y tetas.
Tampoco nos escandaliza que la explotación sexual dentro de
los prostíbulos sea tan difícil de demostrar y que a diferencia de otras
explotaciones laborales, caiga solo sobre la víctima el peso de la denuncia.
El caso de La Manada de los Sanfermines causó un inmenso
revuelo social, pero: ¿hemos profundizado en que la fuente de inspiración de
los cinco jóvenes que violaron a una joven, está en el gangbang, un tipo de
porno que fascina y una práctica del consumo de prostitución? Las Manadas
también están dentro de los prostíbulos, usuales entre futbolistas y otras
tribus de puteros. ¿Por qué esas manadas no nos espantan?
¿Por qué a algunas personas les extraña que Amelia Tiganus,
una activista de derechos humanos de las mujeres, que ha sobrevivido a la trata
y a la prostitución, defina a los prostíbulos “campos de concentración
exclusivos de mujeres”?
LAS MANADAS TAMBIÉN ESTÁN DENTRO DE LOS PROSTÍBULOS, USUALES
ENTRE FUTBOLISTAS Y OTRAS TRIBUS DE PUTEROS. ¿POR QUÉ ESAS MANADAS NO NOS
ESPANTAN?
Hablamos de violencia sexual, de cosificación, de misoginia
y de otras formas de violencia en la que excluimos a la prostitución… ¿Tanto se
habrá colado el discurso de la industria del sexo que nos impide reconocer a la
prostitución como una violencia machista?
Si es así, valdrá la pena prender la llama de la revolución
del discurso político antes que nada. Y para eso, primero tendremos que sacar a
la prostitución del lugar de la excepción patriarcal. Tal vez así podremos
empatizar con las miles de víctimas invisibles en España que no tienen la
oportunidad de contar su experiencia dentro de los campos de concentración como
ha podido hacerlo Amelia Tiganus en Salvados. Tal vez así podamos arrinconar al
sistema prostitucional para que de una vez por todas comience su fin. El camino
es largo. Pero, aquí y ahora, bien vale la pena que el movimiento feminista
tenga en su agenda política ese objetivo.
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Graciela Atencio es periodista y directora de
Feminicidio.net
http://ctxt.es/es/20180307/Politica/18327/prostitucion-feminismo-sexo-machismo-salvados.htm#.WqV9tsEPtT4.facebook
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