El putero moderno se
consiguió una niñera
Mujeres por laAbolición de la Prostitución·
viernes, 16 de septiembre de 2016
Link al original:
http://www.feministcurrent.com/2016/08/24/modern-john-got-queer-nanny/
El putero moderno se
consiguió una niñera
Pasa algo raro en los debates sobre la prostitución:
mientras que la casi todos los que solicitan servicios de índole sexual son
hombres, la abrumadora mayoría de los intelectuales que defienden la
prostitución son mujeres.
Se trata de un fenómeno extraño que, ciertamente, merece que
se lo analice por separado.
En teoría, el putero tiene razones de sobra para
preocuparse. Está, por primera vez, en el centro de la discusión: los
legisladores, cada vez con más frecuencia, los tienen a ellos (o a la
“demanda”, para usar un término empleado por las ONG) en la mira y el modelo
nórdico ha sido elogiado por el Parlamento Europeo, que reconoce que es el
modelo que mejor combate la trata de personas. Además, los movimientos conformados
por sobrevivientes de la prostitución crecen día a día en todo el mundo. Las
mujeres se animan a alzar la voz, como sucede en Prostitution Narratives:
Stories of Survival in the Sex Trade (“Narrativas de la prostitución: historias
de supervivencia en el comercio sexual”), un libro de publicación reciente que
devela lo que los puteros realmente les hacen a las mujeres en prostitución. Es
la primera vez en la historia que tantas mujeres colectivamente revelan lo que
pasa en el mundo de la prostitución, un mundo en el que, hasta no hace mucho,
un hombre podía hacer casi cualquier cosa con una mujer sin que nadie se
enterase. Esos tiempos ya se acabaron: el putero se está volviendo una figura
visible.
Crece la tensión. ¿Hemos llegado a un punto en la historia
en el que a una mujer le tiene que gustar un hombre para que él pueda acostarse
con ella?
A pesar de todo esto,
al putero no se le conoce la voz. No necesita hablar. Como siempre, cuando un
hombre está bajo amenaza, llega una mujer para ayudarlo: a la vanguardia del
discurso que intenta presentar a la prostitución como un “trabajo” no está el
putero, sino la académica mujer. En cualquier revista, conferencia o evento en
el que se esboce una leve crítica al putero, ahí se alzará una académica proprostitución
para defenderlo. ¿Quién es esta académica? Ella se denomina una “subversiva”,
una “revolucionara” o una “feminista”, incluso. Por esa razón es que el putero
la necesita de embajadora: que una mujer como ella defienda la prostitución
hace que parezca el epítome de la liberación femenina: un intercambio de bienes
por dinero que es justo para ambas partes, una práctica moderna y socialista
que además es pro LGBT y queer. Pero, el
putero la necesita más que nada porque, cuanto más hable ella, más nos
olvidaremos de que él existe. El acuerdo tácito pactado entre el putero y la
académica proprostitución es que ella va a hacer todo lo posible por defender
el modo de actuar del putero, al tiempo que se asegura de que nunca se hable de
él. La académica, entonces, habla sin parar sobre la prostitución, pero jamás
nombra al putero, porque ella está para asegurarse de que la discusión sobre la
prostitución siempre termine en las mujeres. La académica queer usa a la mujer
prostituida como escudo protector del putero. Le hace de todo: la analiza, la
reconstruye y la deconstruye, la presenta como modelo a seguir y hasta la usa
de micrófono (es decir, para acrecentar su fama como académica). A través de
este mecanismo, se posiciona como la feminista “buena” que lucha contra las
feministas “malas”. La jugada imita la prostitución a la perfección: la
prostituta es visible, se la ve en la calle y en los bares, pero el putero sólo
pasa por ahí sin ser visto, lo que hace él no genera vergüenza ni hace que se
tejan mitos alrededor de su figura.
La función de la académica queer es asegurar la continuidad
de ese status quo para el putero.
Ante lo que nos encontramos es una defensa de la
prostitución pensada como un escudo doble, ya que a cualquiera que quiera
debatir sobre la prostitución le va a costar llegar al putero, porque en el
medio se encuentran la académica y la “trabajadora sexual”. Cualquier intento
que se haga de hablar de lo que hace, piensa o dice el putero rebota y se
termina convirtiendo en una discusión sobre las identidades de las mujeres o en
una pelea. La académica proprostitución tiene su propia definición de “debate
intelectual”: le dice “escuchar” a cuando ella habla. Asegura que no está de
por sí a favor de la prostitución, sino que solamente “escucha a las
trabajadoras sexuales”. Cuanto más fuerte habla, más asegura de que eso es
prueba de que “escucha”. Cuando se le presenta una persona que no está a favor
de la prostitución, denuncia que se la está “silenciando”. El surgimiento de
los movimientos conformados por sobrevivientes de prostitución ha mostrado que
la supuesta capacidad que tiene la académica para escuchar a las mujeres en
prostitución, está condicionada. Cuando las sobrevivientes hablan en contra de
la prostitución, la académica queer puede proceder de dos formas: o
directamente no las escucha o argumenta en contra de ellas. Ahí es cuando queda
al descubierto que no defiende a la voz
de las “trabajadoras sexuales”, sino al putero.
Canadá penaliza al putero. |
Esta académica es de
las hacen denuncias en las redes sociales si se cruza con un hombre que cree
que sabe más que ella o que acapara mucho espacio en el transporte público, o
si alguien la trata de “preciosa” o si alguien dice que las mujeres se
embarazan y no usa el término “personas”, que es más abarcativo. Uno no puede
evitar preguntarse cómo es que la indignación que le nace ante esos detalles
logra convivir con la insensibilidad que demuestra al hablar de una industria
que, según estudios, es la más mortal para las mujeres. No hay que olvidar que
para ella, al igual que para el putero, la mujer en prostitución es “otro tipo”
de mujer. Es cierto que la académica emplea un tono de admiración para hablar
de la prostituta, mientras que el putero utiliza solamente desprecio, pero, en
el fondo, se trata de lo mismo. La verdad es que la académica queer no es una
revolucionaria o una feminista, ya que ni siquiera intenta defender a las
mujeres, sino que, más bien, es la niñera del putero. Se trata de una de las
funciones más antiguas pertenecientes al patriarcado. La académica lo
tranquiliza cuando está preocupado y considera a sus enemigos como propios.
Vigila que nadie le saque los juguetes, sin importar lo que él les haga a los
demás. Es como aquella niñera de antaño que siempre trataba al hijo varón de la
familia como niño y amo al mismo tiempo: obedecía sus pedidos, limpiaba el lío
que dejaba y lo subía al regazo para que llore. La niñera, más que cualquier
otra mujer dentro del patriarcado, es la figura de la mujer comprensiva. No
soporta ver a su joven amo con hambre y por eso él siempre come antes de que
ella se prepare algo, pero nunca lo trata como a un hombre con
responsabilidades. Sin importar cuántos años tenga, para ella siempre va a ser
un niño que no puede controlar su comportamiento. La niñera fue la que permitió
que los hombres de clase alta sean, al mismo tiempo, jefe y niño irresponsable.
No se puede entender al patriarcado sin comprender cómo la “niñera” le dio
forma a los hombres que se encuentran en los escalafones más altos de la
masculinidad. El putero personifica a este tipo de hombre. El tipo de hombre
que da órdenes y pretende que le cumplan todos los caprichos, pero que no se
hace responsable de su comportamiento. Si le arruina la vida a otras personas,
les contagia ETS a mujeres en situación de prostitución y a la propia esposa,
contribuye a que se mantenga el negocio de la trata de personas, ¿cuál hay? Ni
que fuese problema de él...
El putero de la
actualidad no tiene una niñera literal, pero encontró algo parecido en la
académica proprostitución: una niñera queer que lo tranquiliza cuando está
alterado, se encarga de sus necesidades y lo defiende del mundo exterior. De
esta manera, el putero puede seguir fanfarroneando sobre todas las “putas” que
se va a coger en los viajes que haga, aunque él nunca aceptaría que su hija se
hiciera prostituta (ni tampoco se casaría con una). Puede seguir mirando
películas porno pero cuidado con que la novia se porte como “una puta”. Nunca
la niñera lo va a retar. Nunca va a entrar en los foros de puteros donde los
hombres se congregan para darles una puntuación a las prostitutas a decirles
que no tienen que llamarlas “putas”, que el término correcto es “trabajadoras
sexuales”. La niñera nunca lo va a retar por estigmatizar a las mujeres o por
tener dobles estándares. Los hombres son hombres, después de todo… Bien, si es
así, entonces que crezcan y que hablen y se defiendan ellos solos. Si pagar por
sexo es algo que está muy bien, que hablen y cuenten qué hacen y por qué, y que
lo hagan utilizando sus propias palabras, las mismas que usan cuando van a los
prostíbulos. Y cuando las supervivientes señalen a los puteros, que las niñeras
se corran, que no dejen que los hombres se les cuelguen de la pollera en busca
de protección. A las niñeras queer del mundo, les pregunto: ¿les pagan para
hacer de embajadoras de los puteros, siquiera, o trabajan gratis? ¿Se ofrecen
gratis, como lo han hecho mujeres por siglos, para proteger a los hombres y
para no se los obligue a madurar y hacerse cargo de los que hacen? Niñeras
queer, a ustedes les hablo: renuncien. También ustedes se merecen algo mejor.
https://www.facebook.com/notes/mujeres-por-la-abolici%C3%B3n-de-la-prostituci%C3%B3n/el-putero-moderno-se-consigui%C3%B3-una-ni%C3%B1era/540043682870231/
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