Kajsa Ekis Ekman: 'La
puta y la virgen representan a dos industrias en el mercado'
La prostitución es uno de los temas que genera más debate
dentro del movimiento feminista, dividido en dos posiciones opuestas: la
reglamentarista o pro trabajo sexual, que defiende la normalización de la
prostitución en nuestra sociedad, y la abolicionista, que sostiene que la
prostitución es incompatible con la igualdad entre hombres y mujeres. Kajsa
Ekis Ekman (Estocolmo, 1980) defiende la segunda posición y lo argumenta a
partir de la teoría feminista y marxista
Glòria Casas Vila — Feminicidio.net — 29/01/2015
España, Barcelona - Kajsa Ekis Ekman, periodista, escritora
y activista sueca ha escrito dos libros: El ser y la mercancía. Prostitución,
vientres de alquiler y disociación, sobre prostitución y 'vientres de alquiler
(la maternidad subrogada)', escrito en sueco y traducido al inglés y al francés
y Stolen Spring, que trata de la eurocrisis económica vista desde la
perspectiva de Grecia. Kajsa ha participado en la creación de diferentes
colectivos feministas, como Feminist Against Subrogacy. En junio de 2014 visitó
Barcelona y dio varias conferencias invitada por la Plataforma Catalana por el
Derecho a No Ser Prostituidas (@dretanoser) (ambas conferencias fueron grabadas
y se encuentran en el blog de la Plataforma). Kajsa es una habitual de la
capital catalana pues tiene un hijo “medio sueco, medio catalán” y habla un
perfecto castellano
Kajsa Ekis Ekman |
- ¿Por qué has
escrito el libro sobre la prostitución y los vientres de alquiler?
- Yo vengo de dos lados, uno teórico y otro práctico. De
hecho, todo empezó en Barcelona, donde viví en el año 2005-2006 conviviendo con
una mujer rusa que se prostituía en la carretera. Su vida estaba muy lejos de
la idea que se nos da hoy de la prostitución como el acto de una mujer fuerte,
que sabe lo que quiere, que gana mucho dinero y que lo hace para salir de la
pobreza. Ella se hundía más y más en la pobreza y también en el alcoholismo.
Traía a los proxenetas a casa, que también intentaban convencerme a mí de que
fuera con ellos. Regresé a Suecia y cuando volví de visita a Barcelona, un
tiempo después, ella había muerto a causa del alcoholismo y apenas tenía 30
años. Era el momento en que surgía todo este discurso de “la prostitución es
libertad”, “la prostitución es feminismo”. Como sabía que, por lo menos en su
caso, y en el caso de tantas otras que llegué a conocer, no era así, me puse a
leer todo lo que se había escrito sobre la prostitución y decidí escribir el
libro, que es más teórico.
- ¿Y cómo definirías tú la prostitución?
- En realidad, es muy simple. Es sexo entre dos personas:
entre una que quiere sexo y la otra que no quiere. Y como el deseo está
ausente, el pago lo sustituye. Esta desigualdad de deseo es la base de toda
forma de prostitución, tanto de los servicios de escort de lujo como de la
esclavitud moderna que se produce con la trata de personas. El dinero permite
obtener un consentimiento al comprador y eso muestra todavía más que la otra
parte tiene una relación sexual aunque no la quiera. No importa todo lo que se
dice o se hace para esconder este hecho porque, si hubiera deseo mutuo, no
habría pago. Por eso, la prostitución es el enemigo de la liberación sexual,
del deseo recíproco, del placer compartido.
- ¿Qué te ha llevado
a tratar también la maternidad subrogada, los (mal) denominados vientres de
alquiler?
- Para defender los vientres de alquiler se utilizan los
mismos argumentos que con la prostitución: una mujer puede hacer lo que quiera
con su cuerpo, es su decisión, gana dinero, puede salir de la pobreza... Se
entiende que todo el mundo tiene derecho a tener sexo o tener hij@s aunque no
haya ninguna convención de la ONU ni ningún otro texto legal que lo diga. Yo
pienso que aquí tenemos dos industrias y que las dos venden el cuerpo de las
mujeres como si fuera un producto: en el caso de la prostitución, es el sexo,
sexo sin hij@s; en el otro, es el contrario, hij@s sin sexo. Tenemos la vieja
dicotomía entre la puta y la virgen, dos industrias que ahora están en el
mercado, y yo digo que eso es totalmente incompatible con la igualdad de género
y con la liberación de las mujeres.
- En tu libro hablas
de una campaña que se hizo en Barcelona bajo el lema 'Yo también soy puta'.
¿Cómo explicas que una parte del movimiento feminista reivindique la palabra?
- La mayoría de las personas que la reivindican no son
prostitutas y, por lo tanto, reivindican una palabra que no tiene nada que ver
con ellas. Tú, como blanca o heterosexual, no puedes reivindicar las palabras
negro o maricón. No te pertenecen. Pienso que reivindicar la palabra puta es
una especie de fetichismo, se ve como un tipo de empatía y, en realidad, es una
muestra más de la distancia con la realidad de la prostitución. La palabra puta
no es una creación femenina, sino una invención masculina. El patriarcado
define a las mujeres en función de su sexualidad. Si llamas a una mujer puta,
no ves que es un ser humano. Es como decir “¡Ah! Tú eres puta, yo te respeto
porque eres puta”. Pero esta mujer no es una puta, antes de ser puta era una
niña que quizás tenía sueños, que quizás quería hacer otra cosa. Si tú
preguntas: “¿quieres que tu hija sea puta”?, ninguna prostituta te responderá
que sí.
- ¿Por qué crees que
hay sectores muy amplios de las izquierdas y el feminismo que defienden la
prostitución?
- El discurso a favor del trabajo sexual ha convencido a las
feministas con el argumento de que la prostitución es resultado del hecho de
que las mujeres dispongan libremente de su cuerpo. A la gente de izquierdas, se
le dice que la prostituta es una trabajadora y una sindicalista; a los
liberales, se les dice que es una cuestión de libertad personal y que la
prostituta es una empresaria del sexo; a la gente de los movimientos LGBT y
queer, se le dice que las prostitutas son un grupo estigmatizado como los
homosexuales. El discurso protrabajo sexual intenta apropiarse del tema central
de todas las ideologías para infiltrarse en todas las esferas de la sociedad.
Tiene la propiedad increíble de combinar la idea de revuelta (los oprimidos y
las oprimidas contra el poder) con el capitalismo (la libertad de vender). La
prostitución está rodeada de mitos que nos impiden ver la tragedia que supone
que un ser humano compre a otro. Un ser humano reduce a otro ser humano al
estado de objeto, de mercancía: “Te compro. Existes para satisfacerme”.
- Sabemos bien poca
cosa de la ley integral sueca (de nombre Kvinnofrid, de 'la paz de las
mujeres'), que penaliza a los clientes de la prostitución por primera vez en la
historia. ¿De dónde viene y por qué se promulgó?
- La ley se basa en las investigaciones que se empezaron a
hacer en el año 1977. Se realizaron muchas entrevistas con mujeres que se
dedicaban a la prostitución y no solamente con ellas, sino también con los clientes
y todas las personas relacionadas con esta actividad. Las investigadoras
dejaron los despachos y estuvieron haciendo trabajo de campo durante tres años
para comprender cómo era esta realidad en Suecia. El resultado fue un informe
de 800 páginas, 140 de las cuales tratan sobre los testimonios de las
prostitutas. La investigación fue una bomba y cambió la orientación de todas
las investigaciones escandinavas –y más tarde, mundiales-. Desde entonces, la
prostitución –de la misma manera que la violación– es una cuestión de política
de género. Y a partir de esa encuesta empezó el trabajo que 20 años más tarde
resultó en la ley, según la cual (por la primera vez en la historia) la
prostitución no se define por quien vende, sino por quien compra.
- ¿Cuáles son los
resultados 15 años después de su aprobación?
- Lo primero que hay que saber es que la ley sueca no está
hecha para combatir la prostitución, igual que la ley contra los homicidios no
está hecha para medir si hay más o menos asesinados. La cuestión es cambiar las
normas en la sociedad: ¿comprar sexo es un derecho o no? A lo largo de la
historia, la prostitución siempre se ha prohibido de una manera u otra, pero
siempre se ha penalizado a la persona que vende sexo. Incluso en Alemania,
donde la prostitución es legal, te multarán si lo haces al lado de una escuela
o de una iglesia. En Suecia, en cambio, la venta de sexo está completamente
despenalizada, no te multarán ni te pondrán en la prisión, no importa dónde te
prostituyas, no te pasará nada; lo que hacen es multar al cliente. La ley dice
que quien comete el acto de prostitución no es la mujer, la prostituta, sino el
cliente. Él es responsable, él tiene la opción.
- ¿Y qué sabemos, de
los resultados de la ley?
- El año 2010, se hizo un estudio y se vio que hay menos
hombres que compran sexo: antes, lo hacía un hombre de cada ocho; ahora, un
hombre de cada 13 –en el Estado español, es un hombre de cada cuatro. Claro
está que hay suecos que van a Tailandia a comprar sexo, pero no van cada día.
Con respecto a la opinión de la población sobre la ley, entre el 70% y el 80%
de la gente está a favor, dependiendo del estudio. También muestra que tenemos
muy poca prostitución, por ejemplo, si lo comparamos con Dinamarca –donde la
prostitución es legal. Dinamarca es un país mucho más pequeño y cuenta con
10.000 prostitutas, con respecto a las 1.000 o 2.000 de Suecia. Los jóvenes
suecos de hoy piensan que el que paga por sexo es un ser patético que no puede
conseguir una mujer. No puedes aprobar una ley así y creer que lo resuelve
todo. Hay que contar la cantidad de prostitutas que hay y saber de dónde
vienen, si están en manos de mafias y redes internacionales, etcétera. La trata
de personas se desplaza muy rápido. Por ejemplo, en Suecia, teníamos las mafias
de Nigeria, pero se acabaron desplazando a Noruega; y cuando Noruega aprobó una
ley como la sueca, se marcharon a Dinamarca. Se desplazan, claro está, sin
embargo, si esta ley se extiende por toda Europa, ¿dónde irán?
- Aparte de las
medidas penales, ¿qué otro tipo de medidas aporta la ley?
- En Suecia tenemos casas de acogida donde te ayudan con
terapias psicológicas y recursos para buscar trabajo. Hay un trabajo social
importante por hacer: si hay más prostitución, hay más trabajo social. Incluso
si optas por la legalización, hay que hacer mucho trabajo social porque la
prostitución se acompaña de miseria, drogadicción y alcoholismo.
- ¿Y cómo ves el
trabajo social que se hace para ayudar a las mujeres a prostituirse de manera
más profesional, dándoles preservativos, etc.?
- Dicen que hacen reducción del daño (harm reduction). Según
mi opinión, no es así. Si tú estás con el cliente y éste te pega, ¿de qué te
sirve tener un preservativo? Si después sufres estrés postraumático, si sufres
porque no puedes sentir una parte de tu cuerpo, si sufres porque te han violado
tantas veces... ¿De qué te sirve un preservativo? Para mí, la reducción del
daño es la reducción de la prostitución.
- Pero hay ONG que
también dan folletos con consejos para responder delante de un cliente
violento, por ejemplo.
- Imagínate que trabajas en una oficina de correos y te
dicen: “Si el cliente te pega, haz eso; si el cliente te viola, haz aquello”.
¿Este tipo de trabajo sería legal? ¿Si es tan común? ¡No lo creo! Un trabajo
donde sufres una tasa de mortalidad 40 veces más elevada que en cualquier otro
trabajo no sería legal, todos los sindicatos estarían en contra. Pero, en el
caso de la prostitución, los supuestos sindicatos dicen: “Adelante, muy bien.
¡Fantástico!” Es como en El mundo al revés, de Eduardo Galeano. La prostitución
es el mundo al revés. Cualquier sindicato dice: “nuestro trabajo es muy duro,
nos tratan mal”... e intentan demostrar que es una tarea peligrosa, que se
tendrían que reducir las horas, además de luchar contra los patrones de la
industria. Los supuestos sindicatos de la prostitución dicen: “nuestro trabajo
es fantástico, no sufrimos”. Dicen que la zona roja de Ámsterdam tiene que
estar abierta las 24 horas del día. Yo les pregunté si alguna vez habían tenido
un conflicto laboral y me respondieron: “¡Noooo!”.
- ¿Qué hay detrás de
los 'sindicatos de trabajadoras sexuales'?
- El movimiento global del trabajo sexual tiene la misma
estructura por todas partes. Son grupos de 3 o 4 personas en cada país, con muy
pocas personas que realmente están en la prostitución. Siempre los solicitan
para que hablen con los medios de comunicación. Después hay algunos académicos,
trabajadores sociales, sex liberals, gente queer que les da apoyo. En
Inglaterra son los proxenetas, patrones de las agencias de escorts, o en
Holanda, el Estado mismo, quienes financian este movimiento.
- En el libro
explicas la paradoja que supone el hecho de que la prostitución sea
reivindicada como un trabajo, pero, en la práctica, se tenga que esconder que es
un trabajo...
- Yo digo que la prostitución es una mentira. El hombre que
compra sexo, ¿qué quiere? ¿Quiere a una mujer que actúe como una trabajadora?
¡No! Porque una trabajadora mira el reloj, está pendiente del final de la
jornada. El hombre que compra sexo quiere a una mujer que esté siempre
pendiente de él, alguien que, una vez recibe el dinero, actúe como si estuviera
en una cita normal. Ella tiene que hacer que el cliente olvide que es una
prostituta y lo tiene que convencer que está allí porque está muy caliente, de
que tiene orgasmo tras orgasmo. ¡Los hombres creen eso! Si vas a internet a ver
foros de puteros, dicen: “Ah, mira, esta mujer se corrió cuatro veces”. Y
piensas: ¡qué tonto! ¿Cómo puede creer que se corrió cuatro veces si seguro que
estaba pensando en otra cosa? Es obvio que, para ella, es muy difícil y aquí es
donde empieza la disociación, la reificación. Porque ella tiene que actuar como
si estuviera en una cita normal, pero, a la vez, intenta apagarse, no pensar y
no sentir porque, si no actúa así, no aguantará la prostitución. Es una
estrategia de autodefensa.
- En el libro hablas
de la disociación en la prostitución, ¿por qué?
- Porque todos, todos los estudios internacionales sobre la
experiencia de la prostitución muestran esto, la disociación. Si lees
testimonios de la prostitución, no importa si la mujer está a favor o en
contra, siempre dice lo mismo: que no piensa en sexo cuando ejerce, que piensa
en otra cosa porque, si no fuera así, no aguantaría tener diez clientes o más al
día. Y claro está, acaba no teniendo sexo. Por eso la mujer prostituida es la
mujer más asexual que existe.
- También explicas
que hay sectores que minimizan la realidad de la trata de personas, como Laura
Agustín. ¿Cómo es posible?
- Agustín dice que “la trabajadora sexual migrante es muy
afortunada porque es súper cosmopolita” y que, si está encerrada en algún lugar
“ella prefiere eso porque puede pasar todo el día ganando dinero”. Es muy
fuerte, es de un cinismo inmenso. Primero de todo, la diferencia más importante
entre la prostitución y la trata de personas es que la víctima de este segundo
sistema no gana dinero, es una esclava, no gana nada, mientras que la
prostituta quizás se queda con un poco de beneficio, si tiene proxeneta. Esta
esclavitud, la trata, es una consecuencia de la prostitución y eso es muy
obvio. Hay muy pocas industrias -especialmente hoy, cuando hay tanto paro y
tanta migración– que tengan que salir a secuestrar personas, ¿verdad? La
mayoría de las industrias tienen gente esperando encontrar trabajo y no tienen
que gastar dinero para ir a Ucrania o Rumania a secuestrar gente. Este hecho
nos muestra de qué trabajo se trata. Mucha gente no lo quiere hacer, a pesar
del paro que hay. Pero es obvio que, especialmente en los países ricos, hay
mucha demanda y no hay tanta oferta. Entonces, claro está, la prostituta se
gasta muy rápido y las quieren frescas, jovencitas. Si tú quieres una industria
del sexo sólo con prostitutas voluntarias, será muy pequeña. No puedes tener
una industria como en Alemania, el Estado español u Holanda sin trata de
personas.
DE VÍCTIMAS A
SOBREVIVIENTES
Los ataques contra la noción de víctima son muy fuertes por
todos los países neoliberales. Hasta el punto de que nosotras mismas negamos la
noción de víctima con eslóganes como “Ni víctimas ni pasivas, mujeres
combativas”. En su libro, Kajsa Ekis Ekman defiende la noción de víctima.
Contrariamente al dogma neoliberal que pretende que las víctimas son el
contrario del sujeto, Kajsa argumenta que se puede ser víctima y sujeto y que
vivimos una estigmatización muy fuerte del estatuto de víctima. Una víctima lo
es porque otra persona le hace alguna cosa, no se trata de lo que haces tú, no
se trata de tu actitud; una persona muy fuerte también puede ser víctima. Porque
el contrario de sujeto no es víctima, es objeto y el contrario de víctima es
agresor. El movimiento internacional de mujeres que han ejercido la
prostitución se llama sobrevivientes, hecho que significa que no se es víctima
para siempre, que se puede salir de la victimización. Hablar de sobrevivencia
implica que se ha pasado por una experiencia muy dura. Algunos grupos
representantes de este movimiento son Whisper (Women Hurt in Systems of
Prostitution Engaged in Revolt), fundado por Evelina Giobbe; EVE (Formerly
Exploited Voices Now Educating), Survivors Connect Network o blogueras
sobrevivientes como Rebecca Mott, Trisha Baptie, Angel K o Rosen Hicher, que
acaba de hacer una marcha de 800 kilómetros en Francia, para reivindicar la
penalización de los clientes (medida que el Senado francés revocó este verano).
En Suecia, existe el grupo PRIS, Prostitutes' Revenge In Society (la revancha
de las prostitutas a la sociedad).
¿Reglamentar, prohibir o abolir?
En Europa, encontramos diferentes respuestas políticas ante
la prostitución: los países que la reglamentaron a principios de ese siglo como
Alemania, Holanda o Suiza y los países (neo)abolicionistas, como Suecia,
Noruega, Islandia, Francia e Irlanda del Norte. Los primeros han despenalizado
el proxenetismo y han equiparado la prostitución a “un trabajo como otro”,
medida que ha comportado un auge de la trata de personas, reconocido en los
mismos informes gubernamentales. La mayoría de mujeres de estos países no
disfrutan de los derechos laborales prometidos por las reformas de la ley
(porque la mayoría son inmigrantes clandestinas, entre otras razones). Los
segundos, que han firmado la convención abolicionista de la ONU de 1949 (contra
la trata de personas y la explotación de la prostitución de terceras personas),
han equiparado la prostitución a una forma de violencia de género y han optado
por penalizar la demanda y despenalizar a las mujeres (y hombres) que la
sufren. Es el llamado modelo nórdico (ver el libro reciente The Nordic Model,
de Trine Rogg Korsvik y Ane Stø), del cual el Estado español está bien alejado.
El Estado español es conocido como “el mayor burdel de Europa”. El proxenetismo
está parcialmente despenalizado desde 1995 y el actual anteproyecto de reforma
del Código Penal del dimitido y abortado ministro de Justicia, Gallardón,
pretendía despenalizarlo completamente. La prostitución está presente en los
anuncios de periódicos-proxenetas, que –a diferencia de los grandes rotativos
europeos– consiguen beneficios astronómicos gracias a la explotación sexual (El
País gana más de cinco millones de euros anuales con este tipo de publicidad).
Tenemos una patronal de proxenetas legal, la Asociación Nacional de Empresarios
de Locales de Compañía (Anela), que mantiene relaciones cordiales con la extrema
derecha, como han demostrado las investigaciones del periodista Joan Cantarero.
En el norte de Cataluña, en la Jonquera, se han instalado cómodamente diversas
fábricas de explotación sexual de mujeres, megaburdeles que algunos denominan
Paradise (¿paraíso para quién?), donde el 80% de los clientes son franceses.
Diferentes ordenanzas prohibicionistas completan un panorama desastroso en
términos de derechos humanos de las personas que son prostituidas y que, a
diferencia de Suecia, son criminalizadas. El abolicionismo no es
prohibicionismo; este último es el modelo legal en Estados Unidos (excepto en
Nevada, donde la prostitución es legal), China o la mayoría de países árabes.
(*) Entrevista realizada y traducida por Glòria Casas Vila,
socióloga, activista feminista @glorinsurgent. La primera versión de esta
entrevista fue publicada en diciembre de 2014 en catalán en el semanario de
información independiente La Directa (@La_Directa), número 374. La entrevista
ha sido traducida al italiano por Nicola Tanno y publicada en enero de 2015 en
la web de información alternativa Il Corsario.
Fuente
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