Neoliberalismo, Teoría Queer y Prostitución
5/18/2018
Por: Anna Djinn
Publicación original:
“Neoliberalism, Queer Theory and Prostitution”, 8/11/2014
Traducción: Olga Baselga
Colaboración: Maite Sorolla
Desde hace unos 40 años, la
pornografía y la prostitución se han convertido en mainstream y la pornografía
se ha vuelto más misógina, sádica y pedófila. En muchos países, la prostitución
se ha incorporado a la economía como un sector más, y ya computa en el PIB. La
pornografía se ha extendido cada vez más y la prostitución ha prosperado y se
acepta más que nunca, mientras que las condiciones para las mujeres y las niñas
involucradas siguen siendo alarmantes.
Pese a los avances logrados por
el movimiento feminista desde los años 60, los hombres todavía controlan los
grandes bloques de poder: el gobierno, las fuerzas armadas y la policía, las
finanzas y la banca, las grandes empresas y los medios de comunicación. La
‘industria del sexo’ está abrumadoramente destinada a los hombres, y las
feministas han encontrado una ardua resistencia a sus críticas. En este
artículo intento reunir algunas explicaciones a esta resistencia, en aras de un
enfoque diferente.
“Quizás lo más sorprendente es la
dificultad que hemos tenido para encontrar aliados en este esfuerzo. Aunque
existe un consenso bastante amplio entre las personas progresistas o liberales
sobre el valor de la paz, la justicia económica y los derechos humanos, y sobre
los valores negativos de la corrupción y el secretismo en el gobierno, la
excesiva concentración de riqueza en manos de pequeñas élites, etcétera, hay
una notable falta de consenso sobre el poder entre géneros y la explotación
sexual. Los hombres ‘progresistas’ que enarbolan las banderas de la paz y la
justicia siguen reclamando privilegios sexuales bajo las reglas del
patriarcado” (D.A Clarke, 2004).
El auge constante del neoliberalismo
A partir de los años 70, las
grandes empresas norteamericanas y británicas emprendieron una lucha contra los
avances sociales introducidos después de la Segunda Guerra Mundial y se
redefinieron como cumbre de la civilización y fin supremo de la evolución
humana. El capitalismo financiero desplazó al capitalismo industrial; la
desregulación permitió al capitalismo apropiarse de los recursos del mundo y
destruir las condiciones de los trabajadores y el medio ambiente; la brecha
entre ricos y pobres aumentó drásticamente y los empleos bien remunerados
desaparecieron progresivamente. En todas partes, las mujeres han sido las más
perjudicadas por esa estrategia que combinó los recortes del bienestar social,
la erosión del empleo y las condiciones laborales con la destrucción de la
agricultura tradicional de subsistencia.
Tradicionalmente, el comercio y
la especulación llevaban una tensa convivencia con las fuerzas sociales, como
la religión y las organizaciones culturales y laborales en defensa de los
valores ajenos al mercado, como la conciencia social y la responsabilidad
mutua. Pero la balanza se inclinó hacia la exaltación y alarde de la riqueza y
el poder empresarial, el culto al negocio por sí mismo.
Simultáneamente, se produjo un
proceso de comercialización de la cultura de masas: los medios de comunicación,
que en gran parte son propiedad de grandes empresas o dependientes de ellas
para los ingresos publicitarios, se concentraron en cada vez menos manos. La
consecuencia de ello es que ahora el control recae en unos grupos empresariales
cuyo propósito principal ya no es proporcionar noticias y análisis, sino vender
la audiencia a los anunciantes. La pornografía se difundió cada vez más
abiertamente, de forma que gran parte de la cultura actual se habría
considerado pornográfica hace 30 o 40 años. Esto no es sólo una
comercialización de nuestra sexualidad –yo diría que de lo que representa el
ser humano en sí mismo—, sino también la propaganda de un mundo donde todo,
incluida nuestra propia condición humana, puede reducirse a un intercambio
comercial y donde el ‘derecho’ de ver satisfechos todos nuestros caprichos y deseos
es sacrosanto, siempre que podamos pagarlo, por supuesto. Y vaya si pagamos. De
una forma u otra.
“La mayoría de nosotros estamos
familiarizados con la línea adoptada por los CEOs corporativos y sus defensores
con respecto a la mano de obra barata en el extranjero. Si las mujeres en
Filipinas o México, dicen, están dispuestas a trabajar en las fábricas de una
zona de libre comercio por 60 centavos (americanos) al día, entonces esas
mujeres son agentes libres que firman contratos individuales con su empleador.
Han elegido el mejor acuerdo posible, como todos los actores racionales en un
mercado libre, y cualquiera que cuestione los términos de ese acuerdo está
impugnando su personalidad y su racionalidad. Cualquiera que intente que las
multinacionales paguen más a las trabajadoras de sus maquiladoras, o que
mejoren las brutales condiciones bajo las que trabajan, está actuando
directamente contra las mujeres a las que intenta ayudar, porque las empresas
sencillamente cerrarán si sus costes aumentan excesivamente, lo cual dejará a
las mujeres nuevamente sin trabajo.
El lenguaje de los ‘feministas’ y
gente de izquierdas que defienden la prostitución tiene unas similitudes
inquietantes con el de los grandes empresarios y sus valedores. Nos dicen que
las prostitutas eligen su línea de trabajo en un mercado libre, que son agentes
racionales. Criticar la industria que las explota, o incluso decir que son
explotadas, equivale a negar su libre albedrío. Intentar regularlo o
restringirlo no es otra cosa que negarles ‘oportunidades’ y ‘opciones’. La
similitud entre esos lenguajes no es casual, por supuesto: hace décadas que la
irrupción de los valores y creencias comerciales en el mundo académico y la
cultura popular viene cobrando fuerza. Cada vez es más difícil –y cada vez más
marginal o mal visto— sostener una postura que no se ajuste al Mercado.
La cultura popular refleja el
Zeitgeist de manera precisa y poco halagüeña en los esperpentos mediáticos de
los ‘reality shows’ [...], en los que los ‘contendientes’ se enfrentan de forma
no muy diferente de los gladiadores romanos en una cruenta lucha por la
riqueza. Algunos ‘programas de radio’ ofrecen ahora dinero o ‘fama’ a los
‘invitados’ como incentivo para someterse a diversas humillaciones públicas. En
un notorio incidente, Howard Stern convenció a una mujer para que se desnudara
en el estudio y comiera comida para perros de un plato en el suelo, a cambio de
emitir la música grabada por un amigo suyo. La ideología pseudo-smithiana de la
‘elección’ y el resto de la palabrería populista del mercado, por supuesto,
exaltarían la ‘elección’ de esta mujer para soportar tal escena en lugar de
poner en tela de juicio la ética de Stern, a la emisora de radio o sus
anunciantes y oyentes. La escena en sí es paradigmática de la prostitución: un
hombre ofrece algo que una mujer quiere o necesita para inducirla a hacer cosas
que a ella la humillan y a él le divierten.
En una era dominada por la
ideología neoliberal, obviamente es difícil organizar una campaña eficaz contra
la explotación sexual de mujeres y niños. En todos los frentes, las feministas
se topan con un muro.
En primer lugar, el culto al
Mercado preponderante se burla y devalúa cualquier invitación al altruismo; Si
las mujeres que han tenido la suerte de escapar de la explotación sexual en sus
propias vidas se revelan preocupadas y por las mujeres prostituidas y su
cuidado, se las tacha de ingenuas, idealistas poco realistas y (por supuesto)
‘ideólogas’. La ideología pseudo-progresista de la ‘liberación sexual’ se encarga
de que las mujeres que se oponen a la explotación, especulación, coacción y
otras prácticas habituales en la industria del sexo queden como
‘cripto-conservadoras’, ‘neo-victorianas’, ‘antisexuales’, etcétera. Y si
cualquiera de estos obstáculos no desalienta a la crítica social feminista, el
dogma neoliberal se apresura en demostrar que, por ejemplo, la mujer que come
comida para perros en el suelo del estudio de Stern está exactamente donde
quiere estar. Cualquier mujer que exprese asco hacia los hombres que
propiciaron y disfrutaron este ritual de humillación es en realidad
antifeminista: está negando el libre albedrío y elección de esta mujer
‘liberada’, lo ‘buena chica’ que es al ‘aceptarlo con valentía’. Porque no le
hacen falta la compasión o intervención de unas niñeras bienpensantes.
Exactamente igual que, por supuesto, los pobres, capaces de valerse por sus
propios medios sin la insultante ayuda de las asfixiantes manos de Papá
Estado.” (D.A Clarke, 2004)
Al tiempo que las grandes
empresas luchaban contra las medidas sociales y económicas progresistas
introducidas después de la Segunda Guerra Mundial, el neoliberalismo se
convertía en la nueva ortodoxia en economía académica, el postmodernismo (o
deconstruccionismo) se convertía en la nueva ortodoxia en los departamentos de
literatura y humanidades, y la teoría queer tomaba el lugar de los movimientos
feministas y del colectivo gay.
Movimiento feminista y movimiento gay
Los movimientos feminista y gay
de los años 60 y 70 fueron movimientos de cambio personal y social en los que
era fundamental el rechazo de los estereotipos y jerarquías de género. Las
pensadoras feministas se basaron en el análisis marxista por el que todas las
sociedades son sistemas de clases estratificados como una jerarquía de grupos
sociales con diversas relaciones con los medios de producción, y demostraron
que las sociedades también son sistemas en los que hombres y mujeres son dos
grupos socialmente distintos y con una relación jerárquica por sus diferentes
papeles biológicos en la reproducción humana. La explotación y la opresión de
las mujeres no son fenómenos meramente accidentales, sino partes intrínsecas de
un sistema (conocido como patriarcado) que existe desde hace miles de años. Las
feministas han demostrado que la explotación y subordinación patriarcal es
efectivamente necesaria para el sistema económico capitalista, basado en la
máxima acumulación (Mies, 1998).
En una familia patriarcal, las
niñas y niños aprenden cuál es su lugar en la jerarquía de clases sexuales y a
través de ello aprenden a desenvolverse por la jerarquía de clases en sentido
amplio. A los hombres se les puede machacar en el sistema de clases, pero
tienen poder más o menos absoluto sobre sus mujeres y los menores. La
cooperación de las mujeres a menudo se basa en su esperanza de que, si lo
aceptan, sus hijas e hijos tendrán al menos la oportunidad de una vida mejor, o
bien asumen que el poder y el bienestar material bajo la tutela de los hombres
es mejor que nada en absoluto. De todas formas, la mayoría de las veces no
tienen opción. Una vez que este sistema opresivo se interioriza, se convierte
en el modelo para todas las demás opresiones y las niñas y niños crecen hasta
convertirse en soldados rasos para el capitalismo y el colonialismo. O al menos
así es como funcionaba tradicionalmente. Uno de los grandes éxitos del
movimiento feminista es que las mujeres ya no están tan dispuestas a soportar
un matrimonio opresivo.
Un amplio sector del feminismo
entiende la explosión del porno en las últimas décadas como parte de una
reacción contra éste y otros logros del movimiento feminista. Pero también
puede verse como una continuación o repuesto de la familia patriarcal ahora que
está en declive. Si nuestra incorporación al sistema de género es incompleta en
la familia (porque, por ejemplo, gracias al movimiento feminista, las mujeres
ahora pueden vivir con sus hijos sin un hombre), entonces la exposición de
preadolescentes y adolescentes al tipo de pornografía violenta a la que sólo
los hombres más pervertidos tenían acceso en el pasado los pone rápidamente al
día.
Las feministas veían el género
como una serie de roles socialmente construidos para garantizar el sistema de
dominación masculina –donde la masculinidad es el comportamiento de la
dominación masculina y la feminidad el de sumisión a esa dominación— y
rechazaban el sistema de géneros como parte del sistema de supremacía
masculina. Planteaban que sin el sistema de dominación masculina no habría
necesidad de géneros, que podríamos relacionarnos como simples seres humanos, y
que por lo tanto negarse a ajustarse a los roles de género estereotipados era
en sí mismo un acto de rebeldía contra el sistema patriarcal.
El movimiento de liberación gay
adoptó un análisis de la opresión de amplitud similar, tomando el modelo de la
lucha de los pueblos colonizados contra el imperialismo, y entendiendo que la
opresión de los hombres homosexuales proviene de la opresión de las mujeres y
la imposición de roles sexuales (el género), entendidos igualmente como
constructos políticos. También consideraban que la homosexualidad y la
heterosexualidad se construyen socialmente.
Posmodernismo y teoría queer
El postmodernismo (o
deconstruccionismo) afirma que no existe una realidad objetiva, que todo es
sólo una entre un número ilimitado de narraciones posibles, que ningún sistema
político u obra de arte es superior a ningún otro. Las palabras sólo adquieren
su significado a través de sus relaciones con otras palabras y no hay un significado
unívoco. Lo único que podemos hacer es ‘deconstruir’ el texto. Desde este punto
de vista, la literatura (como Matar un ruiseñor, Las uvas de la ira o La
habitación de las mujeres) que pone de manifiesto la desigualdad social y
estructural no es mejor que la literatura (como Cincuenta sombras de Grey) que
erotiza y legitima dicha desigualdad. El postmodernismo es una doctrina
profundamente conservadora que ofusca la realidad política y social. Surgió en
un momento particularmente conservador de la historia, cuando el neoliberalismo
estaba en auge y las críticas sociales radicales habían pasado de moda.
Fue en este contexto donde surgió
la teoría queer, que entiende el género como una actuación, que hay muchos
géneros posibles e idealiza los desajustes entre género y sexo (que denomina
‘transgresión’). Así pues, una lesbiana butch, una drag queen, un gay dominante
masculino y una mujer prostituida pueden considerarse géneros diferentes y
‘transgresores’. De esta manera, el género se desvincula de las diferencias
materiales entre sexos, y por ende la supremacía masculina y la opresión de las
mujeres se difuminan. En lugar de desafiar roles y comportamientos dominantes y
sumisos, la teoría queer acaba defendiéndolos y perpetuándolos.
Entender que la prostitución es
así de ‘transgresora’ equivale a idealizarla e invisibilizar su realidad, la
que para la mayoría de las mujeres no es una elección entre varias opciones
viables, y por su propia naturaleza es abusiva y destructiva (tal y como
demuestro en Choice in an Unequal World y Prostitution is Unlike Other Work).
Pero cuando las feministas critican los sistemas de prostitución, los teóricos
queer lo tachan de ataque a la ‘agencia’ de las mujeres prostituidas, en
consonancia con el contraataque neoliberal hacia quienes osan pedir a las
multinacionales que mejoren los salarios y condiciones de las trabajadoras en
sus maquilas de Bangladesh, por ejemplo.
En buena lid, el término ‘queer’
debería englobar a lesbianas y gays, pero debido al mayor poder socioeconómico
de los hombres, las lesbianas se fueron haciendo menos visibles y la liberación
homosexual fue reemplazada por un movimiento por los derechos de los gays,
muchos de los cuales pueden verse como hombres reclamando su parte de
privilegios masculinos, de tal manera que se ha ido desarrollando una enorme
industria sexual comercial al servicio de los gays. Estas demandas de hombres
gays por su privilegio masculino se puede ver en su reivindicación del
‘derecho’ al sexo público, un derecho que pocas lesbianas o mujeres sienten
necesidad o deseo de reclamar y que puede verse como otro aspecto más del
derecho sexual masculino. Al encontrar poco apoyo para este llamado ‘derecho’
entre sus compañeras lesbianas, los hombres homosexuales solicitaron el apoyo
de las defensoras de la industria del sexo heterosexual (Jeffreys, 2003), por
lo que existe la percepción de que cualquier desafío a la prostitución es
también un desafío a la ‘libertad’ de los hombres gays. No es por tanto
sorprendente que cualquier crítica a esta ‘libertad’ se refute tan brutalmente
como cualquier crítica al ‘derecho’ masculino a la prostitución.
El postmodernismo está
disminuyendo su popularidad en la misma medida que la crítica al neoliberalismo
se normaliza. Sin embargo, la teoría queer sigue tan popular como siempre, y
debido a que el postmodernismo domina el mundo académico desde hace décadas,
varias generaciones de estudiantes han sido educadas en este paradigma. Por
tanto, no deberíamos subestimar la longevidad de su legado.
La izquierda tradicional
“Nuestra experiencia demostró,
una vez más, que las personas a menudo se aferran deliberadamente a su
ignorancia de la realidad social cuando esa ignorancia les permite mantener y
justificar sus privilegios. Es mucho más fácil que desafiar el statu quo.” (Wu,
2004)
Es frecuente que las feministas
en lucha contra el sistema prostitucional se indignen al descubrir que muchas
personas de la izquierda tradicional las ataquen con las consabidas críticas:
que son puritanas, antisexuales, que socavan la ‘agencia’ de la mujer
prostituida, etc., al tiempo que despliegan una sofisticada censura contra el
neoliberalismo, el capitalismo desenfrenado, la extensión del mercado a todas
las esferas de la vida, la apropiación de formas de vida, etc., argumentando
coherentemente que es incorrecto mercantilizar algunas cosas. Entonces, ¿cómo
pueden ser incapaces de admitir el argumento feminista de que los cuerpos de
mujeres y niños no deberían estar en venta? ¿Y que la prostitución no es una
solución humana al empobrecimiento y la falta de oportunidades para mujeres y
niñas en todo el mundo?
Para entender la prostitución
como sistema de explotación y opresión es necesario apreciar su conexión con el
sistema patriarcal que explota y oprime a las mujeres y privilegia a los
hombres. Si permitimos que esta comprensión entre en nuestra conciencia,
tenemos que admitir nuestra propia complicidad en este sistema, es decir, que
somos cómplices de alguna forma. Como hombres, nuestros privilegios se basan
directamente en el sistema, pero como mujeres también estamos atrapadas en él:
nuestros privilegios suelen depender de los privilegios de los hombres que nos
rodean. Si estamos dispuestos a tomar plena conciencia de este hecho, veremos
que si queremos llegar a una relación humana verdaderamente libre, tenemos que
renunciar a nuestra complicidad. ¿Tan aterrador es eso? Claro… Es mucho más
fácil dirigir nuestra ira contra esas feministas puritanas, sin sentido del
humor y anti-sexo.
“Se evita que el neoliberal
perciba aspectos negativos del boom de la prostitución precisamente porque es
un boom: un aumento en la actividad monetarista, un aumento en el número de
transacciones de mercado. Es un buen negocio. Para mí, como feminista, la
ideología de centro- derecha de los neoliberales huele a algo desagradablemente
conocido: huele más o menos como la misma lógica (o ilógica) que se viene
aplicando sistemáticamente a las mujeres prostituidas desde el doble rasero de
la izquierda norteamericana (e internacional).
Aunque sepamos, culturalmente,
por experiencia o por osmosis, que mujeres y niñas son prostituidas
frecuentemente mediante la violencia, la pobreza, la privación o la traición,
el liberalismo occidental lleva proclamando desde hace décadas que el aumento
de la prostitución y la pornografía implican mayor libertad, apertura y […]
democracia. El hecho de que la democracia real desempeñe un papel muy pequeño
en la vida diaria de la prostituta tipo no se recoge en ningún sitio. El
fanatismo ideológico con el que el teórico neoliberal ignora todos los efectos
negativos de la ‘liberalización’ de los mercados no difiere del deliberado
esfuerzo con el que el teórico liberal tradicional del sexo viene ignorando los
efectos negativos de la llamada ‘revolución sexual’.
Las estadísticas incómodas, los
atroces hechos como la expectativa de vida de las prostitutas, la edad promedio
de inducción a la prostitución, los ingresos medios de las prostitutas, etc.
(es decir, demografía pura y dura), nunca han incomodado a quienes definieron
el negocio sexual como una fuerza liberadora. Que esa 'libertad' sea
principalmente la libertad de los hombres para acceder a los cuerpos de mujeres
y niñas –o de las naciones del G7 para acceder a los mercados y materias primas
del Tercer Mundo— es un hecho que se soslaya a la hora de redefinir la
depredación como progreso”. (DA Clarke, 2004)
Deseo y demanda
“El consumismo es la droga por la
cual las mujeres y los hombres aceptan condiciones de vida inhumanas, y cada
vez más destructivas. Las nuevas 'necesidades' creadas por la industria en su
esfuerzo desesperado por mantener el modelo de crecimiento en marcha son todas
de tipo adictivo. La satisfacción de estas adicciones ya no contribuye a una
mayor felicidad y realización humana, sino a una mayor destrucción de la
esencia humana”. (Mies, 1998)
Cualquier madre nos dirá que uno
de los retos de la crianza de los hijos es establecer y aplicar límites al
deseo de sus hijos: que no, que no puede cenar chucherías en lugar de comida,
que debe ponerse el cinturón de seguridad en el automóvil, que no puede coger
algo que no es suyo… esas cosas. De alguna manera, como adulto tienes que
convencer al niño de que moderar sus deseos es por su propio bien, que por
ejemplo renunciar al derecho de tomar las posesiones de otras personas
contribuye a un mundo donde podemos confiar en que otros no se apropiarán de
las nuestras. Y el valor de la confianza mutua vale más que robar el nuevo
juguete de tu amigo. Moderar el deseo es parte del ser humano.
Sin embargo, está claro que
moderar el deseo no es bueno para los negocios, y entender el precio que se
paga por el deseo ilimitado es aún peor. Así que las grandes empresas hacen
todo lo posible para garantizar que no comprendamos el precio de nuestros
deseos, que no podamos ver la explotación de las mujeres que cosen la ropa que
adquirimos en nuestras compras desenfrenadas del sábado, por ejemplo. O el
perjuicio medioambiental por el uso del riego y los pesticidas en el cultivo
del algodón, o el coste para la salud y la educación de los niños que se ven
obligados a recogerlo, o el coste de transportarlo por mar en un barco de
mercancías, o de la destrucción de vida marina cuando un contenedor cae al mar
y se abre, etcétera. El mundo es finito, la vida humana es finita y un mundo
donde el deseo es ilimitado es despiadado e insostenible.
Pero Margaret Thatcher estaba
equivocada: existe una alternativa y debemos concebirla. Quizás esa alternativa
signifique que necesitamos moderar nuestros deseos, usar nuestra ropa hasta
gastarla. Tenemos que renunciar a algo para conseguir algo de mayor
importancia.
Me atrevo a decir que el precio
de la prostitución es demasiado alto: no sólo para las mujeres, las niñas, las
personas transgénero y los hombres, sino para la sociedad en general, incluso
para los puteros ese precio es demasiado alto. Al igual que con el consumismo,
ese precio se oculta. Pero al final todos pagamos. Los socialistas, las
feministas, los antirracistas y aquéllos que luchan por un mundo más justo
deben tener claro que nadie, ni una sola persona, debe ser chantajeada u
obligada a hacer cosas que van contra la dignidad humana a cambio de su
subsistencia o supervivencia. Y a nadie se le debe permitir construir su ego e
identidad sobre la explotación y subordinación de los demás. La prostitución es
incompatible con estos principios. Esto significa que los hombres deben
renunciar a su antiguo derecho sexual patriarcal. Es una condición previa
necesaria para una sociedad más igualitaria.
“Quiero sugerirles que
comprometerse con los hombres a ser sexualmente iguales, es decir, a un
carácter uniforme como un movimiento o superficie, equivale a comprometerse a
adquirir riqueza en lugar de pobreza, a ser violadoras en lugar de violadas,
asesinas en lugar de asesinadas Quiero pedirles que adopten un compromiso
diferente: un compromiso con la abolición de la pobreza, la violación y el
asesinato; es decir, un compromiso para acabar con el sistema de opresión
llamado patriarcado; para acabar con el modelo sexual masculino en sí mismo”. (Dworkin,
1976)
Por tanto, recomiendo apoyar el
modelo nórdico. Despenaliza a todas las mujeres, niños, hombres y personas
transgénero que participan en la prostitución, reconociendo la explotación que
implica y las condiciones de explotación que originaron su introducción en
ella, supone una fuerte inversión en servicios de reducción de daños para las
implicadas y estrategias de salida para aquéllas que quieren dejarla, y
criminaliza a proxenetas y puteros, para dejar claro que la prostitución es
incompatible con los derechos humanos, y así reducir la demanda que la
alimenta.
“La pornografía es propaganda de
odio, y la prostitución es explotación. Si queremos un mundo basado en la
justicia –justicia de género, justicia racial, justicia de clase, justicia entre
personas de diversas orientaciones sexuales— entonces la pornografía y la
prostitución deben ser eliminadas. Para eliminar la pornografía y la
prostitución es imprescindible que los hombres participen, no sólo porque sean
la mitad de la población, sino por algo aún más importante: los hombres son los
principales productores, distribuidores y consumidores de mujeres y hombres en
la pornografía y la prostitución. La ética de la justicia es nuestra ética, y
no puede convivir con la pornografía y la prostitución”. (Funk, 2004)
Para una traducción al francés de
este artículo, ver “Néolibéralisme, théorie queer et prostitution”.
Referencias:
Clarke, D.A. 2004. ‘Prostitution for Everyone:
feminism, globalisation, and the “sex” industry’ in Not for Sale Feminists
Resisting Prostitution and Pornography. Spinifex, Melbourne.
Dworkin, andrea 1976. Our blood: Prophecies and
Discourses on Sexual Politics. Pedigree Books, New York.
Funk, Rus Ervin 2004. ‘What does pornography
say about me(n)?: How I became an anti-pornography activist’ in Not for Sale
Feminists Resisting Prostitution and Pornography. Spinifex, Melbourne.
Jeffreys, Sheila 2003. Unpacking Queer
Politics, Polity Press, Cambridge.
Mies, Maria, 1998. Patriarchy and Accumulation
on a World Scale: Women in the International Division of Labour. Zed Books,
London.
Pollitt, Katha, 2014. Why Do So Many Leftists
Want Sex Work to Be the New Normal?
Wu, Joyce, 2004. ‘Left Labor in bed with the
sex industry’ in Not for Sale Feminists Resisting Prostitution and Pornography.
Spinifex, Melbourne.
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con interesantes videos traducidos y subtitulados en español: https://www.youtube.com/channel/UCuDKy2DjYr3Egw6iX1h1tcQ/videos
https://traductorasparaaboliciondelaprostitucion.weebly.com/blog/neoliberalismo-teoria-queer-y-prostitucion
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