La prostitución es una industria y las feministas molestan
06/06/2019
AUTORA
Elva Tenorio
Licenciada en Medicina y
Psicología. Feminista
Muchas mujeres feministas gastan
gran parte de sus energía en señalar que la institución de la prostitución es
la perpetuación de un privilegio patriarcal en donde los cuerpos de las mujeres
y menores, son traficados, tratados y usados como objetos con la finalidad de
satisfacer la sexualidad masculina hegemónica, aunque no siempre esa finalidad
sea exclusivamente sexual.
Las feministas denuncian que esa
institución, es la síntesis y la demostración palpable del poder del
patriarcado, ejercido por los hombres sobre los cuerpos de las mujeres desde la
noche de los tiempos, en todas las latitudes del planeta.
Sin embargo y teniendo en cuenta
que la institución ha sufrido metamorfosis a lo largo de la historia, es una
evidencia que no siempre ha tenido las características actuales. En las
diferentes épocas, su manifestación social está unida al contexto y, por tanto,
al sistema social y económico de cada periodo histórico concreto. En la actual
etapa del sistema capitalista, la prostitución está ligada inexorablemente a
las premisas y condiciones ideológicas y económicas del globalizado paradigma
neoliberal.
En el neoliberalismo, el motor
llamado mercado y el consumo, mantienen funcionando el sistema capitalista. No
se limita únicamente a la comercialización de objetos y cosas, sino que el
mercado se extiende también a los propios cuerpos y a la comercialización real
o simbólica de los deseos humanos, incentivándolos para ello. El neoliberalismo
nos promete alcanzar todo aquello que seamos capaces de pagar o desear. Esa es
la utopía.
El neoliberalismo nos promete
alcanzar todo aquello que seamos capaces de pagar o desear. Esa es la utopía.
El precio de los objetos y
también el de los sujetos convertidos en objetos, está irremediablemente ligado
al valor que se obtiene de ellos en el mercado. Así, la única limitación para
entrar en el juego es la económica. Si no se tiene capacidad de compra, las
leyes del mercado te permiten vender o venderse a una misma, en nombre de la
libertad individual.
La prostitución y la pornografía
para el consumo de los hombres, adquiere en estos momentos históricos la
característica de una inmensa industria que contabilizada en el PIB de los
estados, o incluso puede ser la principal fuente de ingresos para muchos países
empobrecidos.
Estas industrias en expansión
precisan de unas condiciones y determinantes básicos para su crecimiento: poder
comprar y vender cuerpos humanos con la correspondiente aceptación social,
tanto ética, como legal y política.
Para que los sujetos se
construyan como objetos o productos que respondan a las leyes de la oferta y la
demanda, se precisa de la conformidad social y para eso deben crearse las
condiciones para ello.
En este orden neoliberal de la
compra-venta de los cuerpos de mujeres y menores para uso y consumo masculino,
las feministas molestan. Molestan mucho. Molestan demasiado. Nos recuerdan
constantemente lo que otras feministas que nos precedieron reivindicaban como
objetivo ético y social para la emancipación de las mujeres: la eliminación de
la esclavitud y de la violencia ligada a los privilegios patriarcales, como
único camino para alcanzar una igualdad social real, y un cambio radical y
diferencial con el modelo masculino imperante. La abolición de la prostitución
era para ellas y sigue siéndolo ahora para las mujeres no neoliberales, la
condición sine qua non se hace posible esa utopía social revolucionaria.
Estas industrias en expansión
precisan de unas condiciones y determinantes básicos para su crecimiento: poder
comprar y vender cuerpos humanos con la correspondiente aceptación social,
tanto ética, como legal y política.
Por tanto, para domesticarnos en
sus leyes, el neoliberalismo ideológico, sus mitos y postulados, deben ser
introducidos en el imaginario colectivo, como coartífices imprescindibles de
las premisas económicas, pero sobre todo debe convencer a las feministas de que
la libertad de las mujeres está intrínsecamente ligada a la venta del propio
cuerpo para el uso y satisfacción de los deseos masculinos.
Para ello, nos representarán como
mujeres autónomas y autosuficientes, sin ningún tipo de condicionantes
sociales, ni mandatos patriarcales que nos limiten. Nos convencerán de que el
patriarcado ya no existe porque desapareció, no se sabe cuándo, y que nuestra
libertad individual nos autoriza, como propietarias, a disponer de un cuerpo,
objeto de deseo, que puede ponerse a la venta y competir en el mercado.
Para persuadirnos de todo ello
utilizan los mecanismos e instituciones puestas a su alcance: políticas,
culturales y legales, usando a los lobbies de presión y a los grupos de interés
ya sea de la propia industria, o de la academia, como activistas y creadores de
opinión.
En este contexto hay que analizar
la jornada del próximo sábado día 8 de Junio en Barcelona, que, propiciada por
el Ayuntamiento de Barcelona, reúne a partidos políticos, juristas y lobbies
pro-prostitución. Pretenderán, como llevan haciéndolo desde hace años y desde
los propios espacios feministas institucionales, inculcar a las mujeres que el
mercado es el único valor en juego, que el precio que adquieran en él nuestros
agujeros y cuerpos cosificados, son el resultado de una estupenda opción o
salida laboral. Especialmente para todas aquellas mujeres empobrecidas,
abandonadas socialmente y expropiadas de antemano de sus derechos humanos
básicos, que precisen sobrevivir.
Los derechos laborales
constituirán por tanto, los temas de debate ese día y para ello y de nuevo, los
agentes del neoliberalismo, desde las instituciones y lobbies que defienden esa
industrial de la explotación patriarcal del cuerpo de las mujeres, colaborarán
ideológicamente a que continúe su crecimiento expansivo.
Barcelona es ya una ciudad
destino de turismo sexual y en ese camino continuaremos, salvo que las
feministas, como en otros momentos de la historia, nos opongamos de nuevo y de
manera radical a que continúe esta opresión orquestada desde la industria y las
instituciones públicas compradas o vendidas al neoliberalismo.
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