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domingo, 10 de septiembre de 2017

Porno a la fuerza, el lado oscuro de la industria del entretenimiento en Japón

Esta historia es calificada como trata de personas, delito transnacional, violatorio de los Derechos Humanos. Estos relatos y otros nos muestran como la pornografía es una forma de violencia que emerge de estos delitos o directamente se trata de prostitución. Las “estrellas” que aparentemente ganan muchísimo dinero son simples formas de marketing.
Trata de personas, prostitución, y en este caso pornografía, son una continuidad. Los nombres crean la ilusión de ser cosas diferentes, pero no es así. Son todas formas de violencia en las que fundamentalmente niñas, niños y mujeres son sometidos y dañados.
Alberto B Ilieff



Porno a la fuerza, el lado oscuro de la industria del entretenimiento en Japón
Cada año, decenas de jóvenes son convencidas por "cazatalentos" para filmar escenas sexuales, con la promesa de entrar al mundo del espectáculo.
Viernes, 26 de mayo de 2017
               
Las jóvenes llegan a la industria de la pornografía a base de presión y engaños por parte de "cazatalentos".
TOKIO (EFE) -
Tenía 23 años y soñaba con ser una estrella musical cuando un hombre la abordó en una concurrida zona de Tokio y le ofreció trabajar como modelo. Ella cayó en la trampa, una red de engaños y coacciones que arrastra en Japón a miles de jóvenes a participar en filmes X cada año.

Aroma Kurumin, cuyas escenas sexuales grabadas en 2013 aún circulan por internet pese a sus esfuerzos por erradicarlas, es una de las muchas víctimas embaucadas por productoras niponas de películas AV (pornográficas), un fenómeno que comienza a salir a la luz en Japón y ante el cual el gobierno ha decidido al fin actuar.

"Pensé que era la oportunidad para cumplir mi sueño", relata la joven, cuya pesadilla comenzó con una entrevista y una sesión de fotos desnuda -le prometieron que solo tendría que posar así una vez- para una conocida revista amarillista.

La "agencia de modelos" la citó para otra sesión fotográfica y un rodaje en Saipán, en las Islas Marianas del Norte, donde se encontró rodeada de hombres que la presionaron hasta que accedió a rodar escenas sexuales por las que más tarde cobraría un salario ínfimo.

"Todo sucedió demasiado rápido. Si me oponía a algo, me decían que era la mejor vía para iniciar una carrera musical, e insistían hasta que cedía", señala Kurumin, educada en un país donde la mujer nunca debe llevar la contraria, y menos una joven.




Aroma Kurumin es el seudónimo que emplea ahora esta veinteañera como youtuber y activista para concienciar a otras chicas y evitar que muerdan el anzuelo de la poderosísima industria nipona del entretenimiento.

Estos conglomerados mediáticos acaparan cadenas de televisión, discográficas, editoriales, agencias de "talentos" o productoras AV, y son una máquina de engullir aspirantes a estrellas que resultan presas fáciles en manos de profesionales del engaño.

"El problema existe desde hace años aunque ahora se empieza a hablar de él", dice Aiki Segawa, portavoz de la ONG de apoyo a víctimas del tráfico sexual Lighthouse, quien añade que el fenómeno "sigue siendo tabú en Japón".

Esta organización basada en Tokio ha recibido más de 40 solicitudes de ayuda de chicas obligadas a rodar porno en lo que va de año, y ha visto crecer el número de peticiones desde una sola en 2012 hasta un centenar en 2016.

El perfil habitual de la víctima es una joven de entre 18 y 25 años -aunque también hay 5% de varones- y aspirante a una carrera en la moda, la música o el cine.

Además de "cazatalentos" que abordan a las chicas en la calle, los métodos de captación incluyen anuncios en revistas, online e incluso en camiones publicitarios, que prometen jugosos sueldos para trabajos como modelo o azafata a tiempo parcial.

Las interesadas acuden a entrevistas donde se les persuade de firmar contratos poco claros, y luego se les chantajea de diversas formas para participar en los rodajes. También ha habido casos de amenazas físicas y agresiones, e incluso violaciones grabadas y distribuidas como películas, señala la portavoz de Lighthouse.

Un informe reciente de otra ONG, Human Rights Now, recoge el caso de una joven que se suicidó al no poder soportar que los videos X en los que aparecía no dejaran de distribuirse.

Las víctimas se sienten "demasiado avergonzadas o asustadas para pedir ayuda o para hablar de su experiencia", subraya Segawa, quien añade que las afectadas "se culpan a sí mismas y se creen únicas responsables de su situación".

27% de las jóvenes contratadas por "agencias de talentos" han sido requeridas para grabar escenas sexuales, y 8% accedió, según una encuesta entre unas 2,500 aspirantes a estrellas llevada a cabo a comienzos de año por el gobierno, que ha puesto en marcha una campaña de concientización.

Las ONG reclaman normativas laborales más estrictas para prevenir los abusos, un mayor control sobre las "agencias de talentos" o que los filmes X se rueden bajo supervisión para garantizar que todos los actores participan de pleno consentimiento.

Segawa, no obstante, admite la "dificultad" de controlar al monstruo de la industria nipona del porno, la mayor del mundo con una facturación anual 4,400 millones de dólares y con una proyección creciente en China y otros mercados.

Fuente:

http://expansion.mx/tendencias/2017/05/26/porno-a-la-fuerza-el-lado-oscuro-de-la-industria-del-entretenimiento-en-japon




sábado, 15 de julio de 2017

El ataque de la industria del sexo contra las feministas




El ataque de la industria del sexo contra las feministas
Meghan Murphy
Truthdig.com
Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza.

Los pornógrafos llevan mucho tiempo defendiendo como "libre expresión" los productos y prácticas de su extremadamente lucrativa industria, incluso cuando estos sexualizan el poder y la violencia de los hombres contra las mujeres. De modo parecido, quienes defienden la prostitución, a la que estratégicamente llaman "trabajo sexual", plantean el movimiento a favor su legalización y normalización como liberador.
Pero estos grupos solo apoyan la libre expresión y las libertades en la medida en que sirven a sus intereses. Aquellos que se manifiestan contra la industria del sexo están excluidos de su versión de "libertad".
Tuvimos pruebas de ello en marzo, cuando varios lobbies de la prostitución amenazaron con boicotear una conferencia en Vancouver, Columbia Británica, que iba a contar con la presencia de Chris Hedges, destacado periodista y columnista de Truthdig, como ponente principal. Estos grupos de presión intentaron impedir su participación por haber escrito un artículo en el que definía la prostitución como "la quintaesencia del capitalismo global", y lo habrían conseguido si no hubiera sido por la respuesta apasionada de grupos locales de mujeres.
Las campañas de desprestigio contra las feministas y sus aliados que se atreven a decir la verdad sobre el poder y la violencia de los hombres no son algo nuevo. En los años noventa los pornógrafos lanzaron una campaña contra la profesora Catharine MacKinnon y la feminista Andrea Dworkin comparándolas con los nazis y acusándolas de suprimir la libre expresión cuando, en realidad, la ordenanza anti-pornografía que ellas habían redactado en Minneapolis en 1983 – definiendo la pornografía como una violación de los derechos civiles de las mujeres– no fue un intento de censurar la libre expresión sino de abordar el daño causado a las mujeres por la industria de la pornografía.
Para atraer a los progresistas bienintencionados, se inventó un movimiento por los "derechos de las trabajadoras sexuales" en oposición a aquellas feministas que creían que la prostitución era la extensión y la perpetuación del poder y la violencia del hombre. El lobby de la prostitución adoptó el lenguaje del movimiento obrero para defender los derechos de los hombres a abrir burdeles y a comprar servicios sexuales de las mujeres, y también el lenguaje del movimiento feminista para plantear la prostitución como una elección de la mujer.



Estos grupos de presión tienen a los medios de comunicación de su parte, así como a los proxenetas y los puteros. De acuerdo a sus intereses capitalistas, los medios oficiales presentan la pornografía y la prostitución como iniciativas empresariales y, en consonancia con sus bases patriarcales, aceptan como norma la idea de los cuerpos de las mujeres como objetos consumibles.
En los últimos años la industria del sexo ha colaborado con los medios para descontextualizar completamente el sistema de la prostitución. Este enfoque neoliberal es parte de un esfuerzo constante para desarmar a los movimientos que desafían los sistemas de poder: si somos simplemente individuos que miran por su propio empoderamiento (empowerment) personal y, por lo tanto, los únicos responsables de nuestros propios "éxitos" y "fracasos", entonces no hay necesidad de organizarse colectivamente. Y esto es precisamente lo que quería decir Margaret Thatcher al afirmar que no existe la sociedad, solo individuos que ante todo deben ocuparse de sí mismos.
Al plantear un sistema que canaliza a las mujeres –particularmente a las mujeres marginadas– hacia la prostitución no solo como una elección de las propias mujeres sino como potencialmente liberador, estos grupos consiguen ocultar el modo en que la pornografía sostiene el poder de los hombres, descargando la responsabilidad de la subordinación de las mujeres en las propias mujeres. Al señalar la presión social para la auto-objetivación como empoderamiento, se permite a la sociedad ignorar las razones por las que las mujeres buscan empoderarse a través de la sexualización y la mirada masculina. Al centrarnos en la capacidad de acción consciente (agency) de las mujeres, pasamos por alto el comportamiento de los hombres.
Lo que verdaderamente están defendiendo los grupos que piden hacer presión a favor de los "derechos de las trabajadoras sexuales" no son, desde luego, los derechos humanos de las mujeres sino los intereses económicos y sexuales de los hombres. Y por eso en el discurso se evita deliberadamente abordar el daño que causan estos hombres.
La campaña para presentar la presión a favor de la prostitución como un esfuerzo de base para ayudar a las mujeres marginadas ha sido todo un éxito. Al ignorar la dinámica de poder inherente a la compra por parte de un hombre de los servicios sexuales de una mujer, y llevar el debate hacia la elección de las mujeres, quienes podrían considerarse a sí mismas feministas se ven en una encrucijada: "¿Debo defender el derecho de las mujeres a elegir?" La respuesta obvia es sí. Pero esa pregunta es engañosa. La verdadera pregunta es: "¿Apoyo el derecho de las mujeres pobres y marginadas a tener una vida mejor que la que les ofrecen los hombres explotadores?"
Si bien el lenguaje manipulador diseñado para atraer a las masas liberales es una parte fundamental de la iniciativa para despenalizar a los proxenetas y a los puteros, otro componente clave es la fácil derrota de las feministas que desafían ese discurso.
Los defensores de esa industria no se detendrán ante nada para silenciar las voces de quienes se pronuncien en contra de sus intereses. Tachadas de mojigatas, conservadoras religiosas, opresoras y fanáticas, la guerra contra estas feministas culminó recientemente en el intento generalizado de impedir que quienes disienten de su proyecto tengan acceso a plataformas desde las que expresar sus puntos de vista.
Cuando hace un año la periodista sueca Kajsa Ekis Ekman iba a presentar en Londres su libro "Being and Being Bought: Prostitution, Surrogacy and the Split Self" ["El ser y la mercancía: prostitución, vientres de alquiler y disociación"], la librería que organizaba el acto fue amenazada con boicots.
El clima actual en el feminismo anglosajón es el que apoya la caza de brujas, me dijo Ekman. Esa caza de brujas comienza con "campañas difamatorias, parece que viene 'de abajo', y sobre las feministas famosas dice que están obnubiladas por el poder tildándolas de elitistas, 'cis-sexistas', racistas y 'putafóbicas'", explicó. "Luego lleva adelante auténticas campañas de silenciamiento, amenazas de boicot, demandas, y aislamiento de cualquiera que se ponga del lado de las feministas y, por asociación, del lado de la culpa".
En el año 2003, Melissa Farley, una psicóloga clínica y fundadora de la organización sin ánimo de lucro Prostitution Research and Education, dirigió una investigación en Nueva Zelanda sobre la violencia y los trastornos de estrés postraumático en personas prostituidas, y después tuvo que declarar ante el Parlamento de aquel país por las entrevistas que había realizado. Un defensor de la prostitución neozelandés que estaba en desacuerdo con su investigación presentó una queja contra ella ante la Asociación Americana de Psicología (APA, por sus siglas en inglés). La queja fue ignorada por la APA y no fue tenida en cuenta por sus colegas, pero el lobby de la prostitución la presenta como legítima y la utiliza como excusa para presionar a otros para que descarten su exhaustiva e iluminadora investigación.
Julie Bindel, periodista feminista que lleva años informando sobre el comercio sexual mundial, ha revelado que el Sindicato Internacional de Trabajadoras del Sexo en Gran Bretaña era poco más que un portavoz de los proxenetas y los dueños de burdeles. También ha estado informando sobre los importantes fallos de la legalización de la prostitución en Amsterdam. En marzo, después de las quejas emitidas por los grupos de presión a favor de la prostitución, su nombre fue retirado de un panel de discusión de una película estadounidense sobre prostitución.
Las supervivientes de la prostitución también se ven enfrentadas a una campaña de silenciamiento. Bridget Perrier, educadora indígena y co-fundadora de la organización Sextrade101 de supervivientes del comercio sexual y abolicionistas con sede en Toronto, explicó que los esfuerzos del lobby a favor de la prostitución se centran en invalidar las experiencias de las mujeres que han abandonado el negocio, a menudo poniendo en duda sus historias.


Rachel Moran sobrevivió siete años a la explotación sexual en Irlanda y ha publicado un libro sobre sus experiencias, en el que aborda muchos de los mitos y las mentiras que ha perpetuado el lobby del trabajo sexual. Por su delito –contar la verdad– ha sido objeto de acoso continuo y acusada en más de una ocasión de inventarse su historia.
"He sido difamada, calumniada, amenazada, atacada físicamente y gritada", me dijo Moran. "Mi dirección postal, los detalles de mi cuenta bancaria y mi dirección de correo electrónico personal han estando circulando entre las personas aparentemente más desequilibradas, las cuales me han tuiteado partes de mi dirección postal con ese estilo claramente amenazante del tipo 'sabemos donde encontrarte'".
Y añadió: "Sistemáticamente se alega que yo nunca estuve en la prostitución, aunque los registros que prueban que lo estuve están en manos de los servicios sociales irlandeses y del Juzgado de Distrito de Dublín de Menores".
Negar verdades que podrían perjudicar el intento de presentar una versión expurgada de la industria del sexo, que vende la prostitución como "simplemente un trabajo como cualquier otro", es un elemento clave de la campaña a favor de su legalización.
Moran me contó que le había impactado muchísimo la falta de compasión que mostraron hacia ella los defensores del negocio del sexo que aseguran tener un interés particular en la seguridad de las mujeres. "Sencillamente les importa un bledo estar llevando a cabo una campaña deliberada y organizada de intimidación contra una mujer que fue sistemáticamente abusada sexualmente por hombres adultos desde los quince años", manifestó. "Mis verdades no les gustan, por eso hay que silenciarlas".
Desesperados, sin ser capaces y sin estar dispuestos a responder a los argumentos feministas y socialistas básicos contra el negocio del sexo –a saber, que se ha levantado sobre la base del poder del hombre y del capitalismo, perpetuando ideas misóginas sobre las "necesidades" del hombre y los cuerpos de las mujeres como los objetos para satisfacer esos deseos socializados– sus lobbies recurren a las mentiras y a la calumnia.
Estos grupos intentan hacer pasar las campañas difamatorias por "crítica", pero son cualquier cosa menos eso, señaló Ekman, la periodista sueca. "Lo que está ocurriendo no tiene nada que ver con la crítica. Recuerda más bien a una revolución cultural maoísta a gran escala".
"Si eres una destacada feminista, no te escaparás", continuó. "Si todavía no te han atacado lo harán, o no eres lo suficientemente peligrosa".
Llevo años escribiendo sobre la industria del sexo y la legislación de la prostitución en Canadá. Los ataques contra mi persona y mi trabajo han sido implacables. En las últimas semanas varios grupos de presión canadienses a favor de este negocio organizaron una importante campaña difamatoria en línea, tachando los argumentos contra la objetivación, explotación y abuso de las mujeres de "fanatismo", distorsionando intencionalmente mi trabajo y mis opiniones hasta volverlos irreconocibles.
Las acusaciones absurdas e infundadas lanzadas contra mí –"transfóbica", "putafóbica", racista y demás– reproducen las utilizadas contra todas las mujeres que desafían el statu quo en este sentido. La intención no es hacer justicia, sino calumniar a las feministas para que sus argumentos puedan ignorarse y descartarse, y también acosar a otros hasta que hagan lo mismo. La única cosa que nunca mencionan es la verdad.
La mujeres que se prostituyen tienen 18 veces más probabilidades de ser asesinadas que la población en general, y los hombres responsables tienen muchas menos probabilidades de ser condenados cuando se trata de una prostituta. En Canadá las mujeres indígenas están sobrerrepresentadas en la prostitución y, en general, sufren mayores niveles de violencia que las mujeres no-indígenas. La legalización ha demostrado no ser una solución para la explotación, la violencia y el abuso.
Estos individuos y grupos cooptan las luchas de las personas marginadas para defender una industria multimillonaria que cada año se cobra la vida y la humanidad de miles de mujeres y niñas en todo el mundo. Para impedir que quienes manifiestan su desacuerdo amenacen sus intereses con palabras y argumentos, recurren a tácticas poco limpias para silenciar a escritoras y periodistas feministas independientes. Identifican nuestras palabras como "violencia" pero no hacen nada para luchar contra los responsables de la violencia real. Estos grupos nunca han participado en ninguna campaña pública contra un maltratador, nunca han presentado una demanda solicitando el despido de un putero violento, nunca han llamado "fanáticos" a quienes fuerzan a las niñas a prostituirse en burdeles o en las calles. Sus objetivos no son el capitalismo corporativo o los traficantes de sexo, tampoco los reyes del porno o los dueños de los burdeles maltratadores. No. Sus objetivos son las feministas.
En su ensayo "Liberalism and the Death of Feminism" ["Liberalismo y la muerte del feminismo"], MacKinnon escribió que "una vez hubo un movimiento feminista": un movimiento que entendió que criticar prácticas tales como la violación, el incesto, la prostitución y el abuso no era lo mismo que criticar a las víctimas de esas prácticas. "Era un movimiento que sabía [que] cuando las condiciones materiales descartan el 99% de tus opciones, no tiene sentido llamar al 1% restante –lo que haces– tu elección". Escribió estas palabras hace 25 años y aún seguimos librando las mismas batallas. Pronunciarse hoy contra los sistemas patriarcales significa que tu medio de vida se verá amenazado, así como tu credibilidad y tu libertad para hablar.
No puedes pretender ser progresista y manifestarte en contra de la democracia. No puedes pretender ser feminista y apoyar el silenciamiento de las mujeres. Este nuevo macartismo no nos liberará. Nos deja en manos de quienes quieren nuestra desaparición.


Meghan Murphy es una escritora y periodista de Vancouver, Columbia Británica. Su página web es Feminist Current.


http://www.rebelion.org/noticia.php?id=200576







miércoles, 24 de mayo de 2017

'La prostitución en el corazón del capitalismo'



'La prostitución en el corazón del capitalismo'
 infoLibre adelanta un capítulo del libro de Rosa Cobo que saldrá a la venta este lunes 22 de mayo
Rosa Cobo Publicada 22/05/2017
La escritora feminista Rosa Cobo publica el libro La prostitución en el corazón del capitalismo (Catarata), que saldrá a la venta este lunes 22 de mayo. infoLibre adelanta aquí uno de sus capítulos.
Rosa Cobo es profesora de Sociología del Género en la Universidad de A Coruña y directora del Centro de Estudios de Género y Feministas en esa universidad.

La industria internacional del sexo
La prostitución es el corazón de una industria internacional del sexo que incluye una gran variedad de negocios, desde macroburdeles o locales de striptease hasta editoriales, desde casas de masaje hasta agencias de "acompañantes", desde películas hasta revistas sobre pornografía, sin olvidarnos de las cifras del turismo sexual. La industria del sexo no acaba en el conjunto de negocios que forman parte del sector de la prostitución, pues también otros muchos actores económicos se lucran de esta industria y contribuyen a su apuntalamiento. En efecto, diversos negocios cuya función no está directamente vinculada con la prostitución sirven a sus intereses y también se sirven de esta industria para incrementar sus beneficios. Entre ellos, hay que destacar principalmente hoteles, empresas de bebidas alcohólicas, periódicos, farmacias, taxis o karaokes. ¿Qué ocurriría si las empresas productoras y distribuidoras de bebidas alcohólicas se negasen a surtir a los burdeles o lo periódicos no aceptasen publicar anuncios de locales o pisos en los que se ejerce la prostitución? Lo que quiero señalar es que la prostitución es el eje de todo un sector económico que se articula en torno a los cuerpos de las mujeres prostituidas. El centro de la industria del sexo son los cuerpos de las mujeres, que se han convertido en las mercancías sobre las que se ha edificado esta industria global. Y más concretamente, toda esta actividad económica se sustenta sobre la vagina y otras partes del cuerpo femenino, que se han convertido en el fundamento de un negocio organizado a escala global.

Hasta los años ochenta del siglo XX la prostitución apenas ha tenido impacto económico en las cuentas nacionales. Su dimensión más relevante ha sido la poderosa marca patriarcal sobre la que originalmente se edificó esta práctica social. Sin embargo, la aparición del capitalismo global a partir de los años setenta cambia el rostro de la prostitución y la convierte en parte fundamental de la industria del ocio y del entretenimiento. En efecto, a partir de esa época, al industria del sexo se ha ido globalizando con la ayuda de las redes informacionales, pero también con la contribución de redes criminales.

Hace poco más de tres décadas la prostitución era un conjunto de burdeles con mujeres autóctonas que ejercían la prostitución con encargadas y jefas que gestionaban, a veces paternalistamente, esos pequeños negocios.

Antes existían muchos "clubes de alterne" pequeños. Eran lugares íntimos, casi familiares. Ahora quedan cada vez menos, y los que quedan han vivido una transformación radical, tanto en la forma como en la manera de funcionar. Los pequeños clubes, en su mayoría, están desapareciendo, sustituidos por los megalocales de striptease con show-girls y chicas exhibiéndose con la mínima ropa posible. Son negocios que a veces incluso funcionan con licencia de hotel... Los pequeños locales donde tantas mujeres ejercían de manera más o menos discreta una forma de prostitución light, porque no solamente no estabas obligada a acostarte con los clientes, sino que además podías ganar mucho dinero sin necesidad de ello, son ya cosa del pasado.

En esa antigua forma de prostitución no existían apenas mujeres migrantes, ni tráfico de mujeres para la explotación sexual ni circuitos criminales. En otros términos, ese viejo canon de la prostitución correspondía al capitalismo previo al neoliberalismo, y, por ello mismo, su dimensión más relevante era la patriarcal.

El nuevo canon de la prostitución solo puede ser explicado en el marco de tres sistemas de dominio: el patriarcal, el neoliberal y el racial/cultural. En efecto, varones de todas las clases sociales acceden sexualmente a los cuerpos de mujeres pobres, migrantes y pertenecientes a culturas, razas y regiones del mundo que el Occidente etnocéntrico ha conceptualizado como inferiores. Este es el rostro que ofrece la prostitución en los países con altas tasas de bienestar. En aquellos países con índices de pobreza significativos puede variar el componente cultural o racial en el consumo interno de sexo, pero permanece invariable la explotación sexual de las mujeres por varones de todos los estratos sociales. En efecto, "como en todo fenómeno de prostitución, las minorías étnicas y nacionales están sobreexplotadas". Varones de sus propios países, de regiones próximas y de países occidentales acuden a comprar sexo barato de mujeres que necesitan recursos para sobrevivir. Si bien la marca de clase ha estado presente en la prostitución anterior a la globalización capitalista, en esta época de creciente mercantilización de los cuerpos de las mujeres, la pobreza y la extrema pobreza de las mujeres, es decir, la jerarquía de clase, ha adquirido una dimensión que no tenía en el pasado.

Sorina Vazelina
La globalización económica ha hecho posible que la prostitución se convierta en un lugar de intersección entre el norte y el sur, pues el sur exporta mujeres para consumo sexual de los varones del norte. Y los hombres del norte viajan a países del sur a comprar sexo y ejercer el derecho patriarcal que les autoriza a usar sexualmente a las mujeres en el marco de la prostitución. Esta industria conecta el norte rico y el sur endeudado. Y, además, contribuye a crear una nueva afiliación entre los varones del norte y los del sur. Con más o menos recursos, los varones occidentales comparten con los del resto del mundo la posibilidad de usar sexualmente a las mujeres que el capitalismo neoliberal y los distintos patriarcados han situado en esos lugares acotados para satisfacer el deseo masculino. Incluso en algunos países en los que la prostitución ha sido legalizada, los demandantes no solo creen tener el derecho a usar sexualmente a las mujeres prostituidas, sino que tienen consagrado por ley ese derecho. La cartografía global de la prostitución muestra a varones de los países centrales cruzar regiones e incluso continentes para acceder a cuerpos de mujeres y niñas de otras razas y culturas que solo tienen su cuerpo para sobrevivir. Son migraciones puntuales de los demandantes de prostitución para comprar sexo barato, racializado y, muchas veces, infantil.

La teoría feminista ha propuesto la necesidad de estudiar la política sexual de todas las instituciones para comprender las lógicas patriarcales que habitan en su interior. Pues bien, en este sentido, la política sexual de la prostitución muestra sociológicamente el carácter interclasista de los demandantes y la composición femenina y sin recursos de aquellas que ejercen la prostitución. La lógica patriarcal y la lógica de clase se funden en la prostitución.

La característica más significativa del capitalismo avanzado es su globalización. Y esa exigencia ha llegado a la prostitución. La globalización desactiva las fronteras para el capital y las mercancías. Y la mercancía sobre la que está edificada la industria del sexo, los cuerpos de las mujeres, no pueden permanecer dentro de los límites del Estado nación. Sobre todo porque esa "mercancía" escasea en las sociedades del bienestar y hay mucha disponible en los países con altas tasas de pobreza. Lo que quiero decir es que la globalización de la industria del sexo exige que los cuerpos de las mujeres puedan ser deslocalizados de sus países de origen y sean trasladados a países en los que la demanda no se cubre:

El tráfico, el turismo sexual y el negocio de las esposas que se compran por correo han asegurado que la severa desigualdad de las mujeres pueda ser transferida más allá de las fronteras nacionales, de manera tal que las mujeres de los países pobres puedan ser compradas con fines sexuales por hombres de los países ricos. El siglo XX vio el hecho de que los países ricos prostituyen a las mujeres de los países pobres como una forma de colonialismo sexual.

Como afirmaba en el primer capítulo, siguiendo los análisis de Saskia Sassen, una característica fundamental del capitalismo global es la lógica de expulsiones que pone en funcionamiento para lograr en poco tiempo y sin economías productivas unos niveles de beneficios impensables. Desde este punto de vista, las mujeres prostituidas no solo representan una de las grandes expulsiones del siglo XXI, sino que son sometidas a las mismas reglas que otras mercancías para el consumo. La prostitución es así el máximo exponente de la deslocalización neoliberal, pues las mujeres son trasladadas de los países con altos niveles de pobreza a los países con más bienestar social para que los varones demandantes de todas las clases sociales accedan sexualmente a los cuerpos de esas mujeres. Si bien el cuerpo de las mujeres prostituidas se convierte en una mercancía muy codiciada por los traficantes y proxenetas porque proporciona altos beneficios con bajos costes. Esta forma de funcionamiento del capitalismo, la deslocalización de la producción menos cualificada a países con pocos derechos laborales y altas tasas de pobreza, se ha extendido a las mujeres prostituidas. Sin embargo, esta deslocalización de mujeres para la industria del sexo tiene elementos que la convierten en una auténtica expulsión. Son mujeres expulsadas de su condición de ciudadanía, de sus contextos culturales, de sus entornos familiares y de sus proyectos de vida. Son expulsadas de sus espacios físicos y emocionales y, cuando llegan a los destinos proyectados, ya son seres sin historia; nadie las conoce aquí y tienen que negar lo que son allí, en su país de origen. Por el camino aprendieron a ocultar su historia, y en muchas ocasiones su lengua, como condición de posibilidad para adoptar la nueva identidad que se le ofrece, la de mujer prostituida.

Burdel Chanel. Argentina. Foto elacnasta.com.ar
La prostitución, como hemos dicho anteriormente, tiene tres marcas, sin la identificación de las cuales no es posible la comprensión de esta realidad social: la patriarcal, la capitalista neoliberal y la cultural/racial. En la intersección de estos tres sistemas de poder ha crecido la industria del sexo y han aumentado tanto los consumidores de prostitución como el número de mujeres de las que se alimenta este negocio global. Sin embargo, en estos momentos, la estructura que sostiene esta industria está pilotada por las lógicas económicas que gobiernan el capitalismo global. Solo esto explica los enormes esfuerzos que se están haciendo para que el acceso sexual al cuerpo de las mujeres sea percibido como un asunto de consumo para los varones y de libre elección para las mujeres prostituidas. El imaginario colectivo, resultado en muy buena medida de las estructuras de poder patriarcales y capitalistas, ofrece la imagen de la prostitución como un acto libre de ellas y un acto de consumo de ellos. Dicho de otra forma, las élites dominantes intentan que la prostitución sea vista como un contrato libre entre dos partes que están igualmente interesadas en firmarlo.

Si, como hemos afirmado, la prostitución se encuentra en la confluencia de tres sistemas de poder, el capitalista, el cultural/racial y el patriarcal, el propio título de este capítulo es en sí mismo una propuesta de cómo debe ser interpretada esta práctica social. En efecto, la prostitución es una industria esencial para la economía capitalista, para la economía criminal, para los estados que ven en esta institución una fuente de ingresos públicos, pero también las instituciones del capitalismo internacional, como el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional, que ven en lo que han conceptualizado como industria del entretenimiento y del ocio unos ingresos que pueden garantizar la devolución de la deuda. Poulin afirma que "el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y los planes de ajuste estructural proponen préstamos a los estados para desarrollar empresas de turismo y entretenimiento".

Fuente
http://www.infolibre.es/noticias/politica/2017/05/18/la_prostitucion_corazon_del_capitalismo_65209_1012.html